Hacia la media noche, cuando la familia quedó sola, y luégo que

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LA TIERRA NATIVA
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xv
Hacia la media noche, cuando la familia quedó
sola, y luégo que cariñosame~te se despidieron de
Andrés sus hermanos para retirarse a sus dormirios, hubo una confidencia íntima entre la madre
y el hijo.
Soledad había sido la última en obedecer la insinuación maternal de que fuera a acostarse, pues
desde la llegada estuvo asidua al lado de su hermano, sin quitar de él los grandes ojos pasivos, y pendiente de sus palabras.
Quedó la anciana con el hijo en el cuarto de
éste: él reclinado en el lecho y ella en una sillita
baja, las dos cabezas casi juntas.
Andrés adivinaba de qué iba a tratarse; demasiado se lo habían dicho los dos con las miradas
húmedas, cuando en medio de cuantos a primera
hora acompañaron al recién llegado, no estaba
aquél de cuyos viejos años habrían brotado flores
en ia primavera de ese regreso.
Andrés tenía sobre sus labios una mano de su
madre, apretada fuertemente. Ella, al fin, empezó
la relación en voz "muy baja, como un secreto guardado largo tiempo.
-Esa mañana, cuando .10 vi irse para El Carmen, tuve el presentimiento de que no volvería. Yo
me quedé en la puerta, viéndolo hasta que se perdió
de mi vista.
Temblaba la voz, por la convulsión de los sollozos.
.
, 'Desde ese momento sentí la angustia de una
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ISAIAS
GAMBOA
gran desg-racia. Soledad, que estaba muy pequeña
todavía, me preguntó en la tarde:
--j, Qué tiene, mamá?
Sin saber por qué, me puse a besarla, estrechándola eontra mí peeho; la niña se asustó y lloró.
-;,Le ha sucedido algo a mi papá? me dijo.
Yo pensé que estaba haciendo mal en impresionarla sin motivo, y quise mostrarme contenta.
Esos tres días estuve intranquila. Me consolaba
el que estuviera allá Eleázar. El último día 'llovió
desde temprano, sin que escampara el aguacero ni
un momento. A las siete de la noche oímos que alguien a caballo se detenía en la puerta: volé allá,
asustada. Era Tomás.
-& Qué es? le pregunté eon miedo. le Qué es, por
Dios?
Se demoró en contestarme:
-IDl señor está enfermo. Don Eleázar me mauda
a buscar un :rnédico.
Al oír esto me entré llorando y se consternó toda
la casa. Vinieron algunas familias vecinas a los
gritos de Soledad y de Nelo. ¡Pobrecitos!"
Hubo un largo silencio. Sobre la mano de la
madre caían las lágrimas de Andrés.
"N o sé cómo tuve valor para reponerme, y
disponerlo todo, e irme esa misma noche con el médico y Tomás. Decían que era una locura que yo
fuera. Todos se admiraron de la bondad del doctor
Lores para acompañarme.
Llovía sin descanso y la noche estaba muy oscura. Los caballos no veían el camino. Toda la noche
anduvimos, por allí mismo por donde tú has venido
hoy. No sé cómo no nos caímos muchas veces, sobre
todo en Las Montañuelas y al bajar ,el Alto de las
ISAlAS
GAMBOA
-Ya está eumpliq.o su deseo de que volvieras
tú. Luégo, enjugándose la s lágrimas, agregó:
-Ahora,
hijo mío, ya lo sabes todo. Era necesaria esta eonfidencia. En adelante callaremos, recordándolo; será un secreto nuéstro. El, desde el
éielo, nos protege, pues tú has venido. El no quiere
que volvarnos a estar tristes; contigo nos ha enviado una alegría. ~fíl'a: iya no lloro!
y con dulce silencio besó la frente de su hijo.
Al salir, Soledad desde el umbral se volvió todavía
para mirarlo.
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