TOMA DE MANTES Y DE MEULAN

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TOMA DE MANTES Y DE MEULAN.
LA BATALLA DE COCHEREL.
(Conclusion)
El jueves 16 de Mayo, cuando comenzaba á rayar el dia,
el captal que es un veterano de Poitiers donde combatió
en las filas inglesas, se acontenta con repetir las excelentes medidas tomadas por el Príncipe de Gales en aquella
jornada memorable. Ocupa una colina, flanqueada al Este
por el Eura, la cual es exacta reproduccion de la meseta
de Maupertuis, rodeada, al poniente, por el Miaussson.
Para completar el parecido, hace echar pié á tierra á sus
hombres, relegando los caballos, los bagages y los lacayos
á un bosquecillo con el que se cubre las espaldas. Segun
costumbre, divide su ejército en tres cuerpos, cada uno
de cuatrocientos hombres, poco más ó ménos. Juan Jouel
queda á la cabeza del primero, formado por hombres de
armas y arqueros ingleses. El captal manda personalmente al segundo, en el cual figuran los nobles de NorT. V
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mandía partidarios del rey de Navarra especialmente Pedro de Sacquenville y Guillermo de Gauville. El Bascon
de Marebil, Beltran du Franc y Sancho Lopez están encargados de la direccion del tercer cuerpo, en el que se
amontonan, algo confusamente, los soldados y los peones
de las compañías navarras. El captal establece esos tres
cuerpos mediando poca distancia entre sí, y los alinea de
frente en la altura. Clava enseguida su estandarte en medio de un espeso matorral y en lugar muy visible con ánimo de que sirva de punto de reunion, en el caso de que
las peripecias del combate dispersen á los soldados. Coloca, finalmente, sesenta armaduras de hierro al rededor
del estandarte ondeante, encargándoles lo guarden y defie n dan.
Durante este tiempo, los principales señores franceses
se reunen muy de mañana en consejo, para adoptar un
plan de ataque. Como ante todo importa mucho asegurar
la unidad en el mando, ruegan al conde de Auxerre se
ponga á la cabeza, ofreciéndole adoptar su grito de guerra: «Nuestra Señora»—«Conde de Auxerre,—le dicen—
entre todos los nobles que aquí estamos vos sois el principal, el de mejor gerarquía, el más rico en tierras, el de
más esclarecido linaje; os toca, pues, ser nuestro jefe»».
—Juan de Chalon se niega obstinadamente á las súplicas
que le dirigen.—«Verdaderamente, señores,—les replica—
lo que decís es pura cortesía. Yo sere hoy vuestro compañero, y moriré, y viviré y sufriré la aventura á vuestro
lado; pero del mando, guárdeme Dios».—Ya entónces,
únicamente piensan en darse por jefe aquel á quien consideran el mejor caballero de todo el ejercito por las
pruebas que de ello tiene dadas, caballero que sabe cómo
las cosas se han de enderezar y mantener. y unánimemente eligen á Beltran du Guesclin. A la vez adoptan el grito
de guerra de Beltran: «Nuestra Señora. Guesclin!», y deciden que el caballero Breton tenga el derecho de hacerse
obedecer de todos, y de tomar, ántes y despues de la accion, cuantas disposiciones le parezcan buenas.
Una vez investido de la confianza de sus pares, du
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Guesclin no pierde el tiempo. Ocupa enseguida el puente
de Cocherel, pasa á la cabeza de sus tropas desde la orilla
izquierda del Eura á la derecha, y va á ofrecer la batalla
al captal. Este no se mueve de la altura que ocupa. Cree
que su posicion es buena, y espera, á pié firme, que vengan á atacarle. Sin embargo, la mañana trascurre, y los
Franceses comienzan á sufrir hambre, y calor. Du Guesclin no piensa en forzar la posicion, que juzga inespugnable, del enemigo, eso equivaldría á renovar la falta del
rey Juan en Poitiers. Entónces le ocurre una treta de guerra, para hacer descender al llano á los Anglo-Navarros.
Ordena á sus gentes que emprendan la retirada y vuelvan
sobre sus pasos con armas y bagajes, al otro lado del rio.
Juan Jouel, que vé ese movimiento, cree que sus adversarios huyen, y ansía perseguirlos.—«Señor, señor, dice al
captal, bajad apresuradamente. No veis cómo huyen los
Franceses?—No creais eso, Juan, respondió el Gascon,
que huyen por maña y artificio, para atraernos.»—Pero
Jouel que arde en deseos de Ilegar á las manos, no puede
contenerse. Se lanza en perseguimiento de los Franceses
al grito de: «San Jorge! Adelante! Quien me quiera, sigame.» Ha llegado el Ingles al pié de la colina, y su jefe
no ha hecho todavía un movimiento. Juan de Grailly,
aunque maldiciendo el ímpetu desatentado de su teniente,
no puede ni quiere dejarlo batirse sólo contra los Franceses.—«Vamos, vamos; Juan Jouel no se batirá sin mí.»—
Y esto diciendo, el captal dá á sus gentes la señal de abandonar las posiciones y de bajar de la colina. Du Guesclin
está lleno de alegría al ver cuan bien ha resultado su estratagema. Una vez yá mordido el cebo por su enemigo,
los franceses vuelven la cara, emprenden la ofensiva y
comienza la batalla.
Los barones despliegan al viento sus banderas. Beltran Goyon, hijo del señor de Matignon, lleva el pendon
de du Guesclin, y Pedro de Louesmes, el del jóven señor
de Beaujeu. Los Anglo-Navarros gritan: «San Jorje! Navarra!» y los Franceses: «Nuestra Senora! Du Guesclin!»
De una y otra parte se combate con inaudito furor. Del
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lado de los Franceses, los Bretones se cubren de gloria.
Juan Jouel es hecho prisionero, despues de una encarnizada lucha en la que es herido de muerte por Oliverio de
Mauny. Las gentes de monseñor de la Ferté, mariscal de
la Normandía, y un escudero breton de la compañía de
Mauny se disputan aquella riquísima presa. Roberto
Chesnel se ve compelido á rendirse á un caballero llamado Gaudry de Ballore. De todos aquellos capitanes aventureros, únicamente Roberto Sercot logra escapar. Pero
esas ventajas se han comprado muy caras. Los Normandos y los Picardos, sobre todo, experimentan sensibles
perdidas. Un gran señor emparentado con la casa de
Francia, el vizconde de Beaumont, Balduino de Aunequin,
maestre de los Ballesteros, Juan de Bethencourt, el señor
de Villequier, encuentran la muerte al intentar romper el
frente del enemigo, cuyas líneas son á manera de impenetrable muro contra el cual se estrellan los esfuerzos.
Ya los Franceses van perdiendo los ánimos y sus adversarios comienzan á ganar terreno, cuando de pronto el
captal oye á sus espaldas el estruendo de un galopar de
caballos; es un escuadron, compuesto de unos doscientos
bretones, jinetes todos ellos escogidos y admirablemente
montados. Es la reserva que du Guesclin tiene preparada
para cargar la retaguardia Anglo-Navarra.
Ese movimiento envolvente y esa carga impetuosa deciden el éxito de la jornada. Extenuados por una lucha
que dura varias horas, atacados, á la vez, por frente y espaldas, Juan de Grailly y los suyos carecen de fuerza. para
sostener el choque de aquellas tropas frescas. El Bascon
de Marebil, á quien el captal encargó especialmente de la
guarda de su bandera, se hace matar defendiendo aquella
enseña de reunión del ejército Anglo-Navarro. Entónces
este ejército huye á la desbandada. Guillermo de Gauville
se rinde á Guido le Babeux y Godofre de Roussillon á
Amaniel de Pommiers. Los principales jefes de las compañías navarras, Pedro d’ Aigremont, Balduino de Bauloz, Juan Gansel, Lopez de San Julian, Jaques Froissart,
secretario del Rey de Navarra, caen en manos de los ven-
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cedores. Apenas quedan cincuenta hombres al rededar
del captal. Este continua hasta lo último la resistencia y
lucha hasta caer á tierra. Entónces se rinde á un escudero
breton, llamado Roldan Rodin.
Du Guesclin ha sido completamente feliz en la jornada.
El Arcipreste quiso jugar, segun costumbre, doble juego.
En su cualidad de Perigordino, Arnaldo de Cervolle cuenta con amigos y parientes entre los Gascones de Juan de
Grailly. Pretextó esas relaciones de amistad y de parentesco para abandonar, desde el comienzo mismo de la
batalla el campo de la pelea y retirarse á Pont-de-l’ Arche,
pero ordenando á sus tropas que permaneciesen para
prestar ayuda á los Franceses. En realidad, no se propone más objeto que el de hacer valer esa ausencia, si el
captal es vencedor, y el del socorro de sus mercenarios,
si la victoria favorece á lac armas francesas. Mas la
ausencia de ese aventurero es una suerte para du Guesclin: hay auxiliares cuyo concurso empañaría las más
hermosas victorias.
La accion se inició en el pueblo y en los alrededores
del puente de Cocherel, pero continuó en las praderas
vecinas, y su desenlace ha tenido por teatro los pueblecitos de Jouy y de Hordencourt situados en la orilla izquierda del Eura frente á las colinas, de las que la estratagema de du Guesclin hizo bajar á los Anglo-Navarros.
Estos, apénas vieron que la victoria los abandonaba, intentaron huir por su ala izquierda y retirarse á Pacy. En
esta direccion persiguen á los fugitivos los vencedores.
Así es que Beltran en un documento firmado el 27 de Mayo siguiente llama á la batalla de Cocherel, la batalla
«cerca de Pacy». Treinta ó cuarenta hombres de armas
únicamente, entre escuderos y caballeros perdieron en
el ejército de du Guesclin. (1) Los vencidos, al contrario,
(1) Esta cifra no guarda armonía ni con el encarnizamiento de la batalla, ni con la calidad de los muertos franceses que conocemos, ni con la valentía habitual de los nabarros, ni tampoco está de acuerdo con algunas de
las frases anteriores de la hermosa narracion que estamos dando á conocer
á nuestros lectores. El ilustre Vizconde de Belsunce, único historiador que
hasta ahora ha escrito la historia de esta nobilísima tierra bajo un punto de
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sufrieron pérdidas enormes las cuales no se estiman en
menos de ochocientos combatientes entre muertos y prisioneros. El número de prisioneros fué tan considerable,
que el cuidado de guardarlos impidió á los franceses sacar
todo el partido posible de la victoria.
Y es que cada cautivo un poco notable es para su feliz
vista nacional euskaro, es decir, sin preocupaciones francesas ni españolas
(lo cual no quiere decir, ciertamente. que no ceda á preocupaciones nabarras en alguna ocasion), al hablar de este suceso en el tomo 3.º de su
Histoire des basques pag. 254 se expresa en los siguientes términos: «Esa terrible batalla de Cocherel en la que el combate concluye, puede muy bien
decirse, por falta de combatientes, en la que el mismo vencedor se sienta,
rendido y ensangrentado, sobre sus trofeos tan caramente pagados, nos proporciona una nueva prueba del mal querer que hemos echado en cara á los
historiadores, en lo que concierne á algunos hechos notables de nuestros
Euskaros.
«El captal de Buch, cubierto de heridas, se hallaba imposibilitado de
permanecer á caballo, ni de pié. Se rindió al condestable cuando vió que no
quedaba nadie en disposicion de combatir á su lado. Sus compañeros de armas estaban caidos en tierra, muertos. Un capitan bascongado de la Merindad de San Juan-Pié-de Puerto, llamado Marebil, en lo más encarnizado del
combate se abria paso por todas partes con su espada. Su compañía le seguía,
atravesaba las filas enemigas y el impetuoso Basco, orgulloso de sus triunfos, llamaba á grandes voces á du Guesclin. Habiendo topado con el vizconde de Beaumont, lo mató con la daga, é hizo lo mismo con el maestre de los
ballesteros de Francia, Balduino de Annequin. Fué al fin desmontado de su
caballo, á consecuencia de un golpe que por la espalda le dió el conde de
Auxerre. Esto no es mas que un episodio en el combate de Cocherel; pero es
una de esas acciones que dán á conocer un pueblo, un rasgo de esos que
amenudo caracterizan á nuestros guerreros, rasgo que la historia reclama
para escribirlo y que honra á una nacion al propio tiempo que esculpe un
nombre en la posteridad.
«Porqué, pues, no mencionar á los Bascongados de las dos vertientes, al
hablar de Cocherel? Anquitil no menciona sino Ingleses y Franceses. Esto
es faltar á la exactitud histórica».—El desdichado é ilustre príncipe de
Viana, en su Crónica de los Reyes de Navarra dice lo siguiente».... é vino en
Francia é Normandía por lugartenient, empues él, (D. Felipe de Navarra, el
infante), D. Joan de Greli captal de Buch, el qual hobo batailla con el dicho
D. Beltran, condestable de Francia, en el logar de Cocherel, do fué preso el
dicho captal, á muchos otros gascones, navarros é ingleses; á morieron muchos en aqueilla batalla, la qual fué en el año de 1364, ocho dias de mayo».
—D. José Yanguas en su Historia compendiada del Reino de Navarra, pag. 208
califica á la batalla de Cocherel de «accion muy reñida». En vista de todo
esto, cabe tener por rigurosamente exactos los datos de las pérdidas francesas, registrados en el texto? No nos atrevemos á resolver este punto, pues
Mr. Simeon Luce, habla con tal precision y riqueza de detalles de los movimientos y maniobras de los ejércitos combatientes, que desde luego se conoce que la narracion se apoya
en numerosos documentos.—Michelet
(Histoire de France, t. 3 paj. 287), de acuerdo con el texto, echa la culpa de
la pérdida de la batalla á los Ingleses, los cuales, dice, «eran demasiado orgullosos para obedecer á un general gascon, por más que fuese gran señor y
de la casa de Foix». (Nota del traductor.)
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poseedor una verdadera fortuna. Se juzgará con un ejemplo. Hemos dicho más arriba que Roberto Chesnel, el famoso aventurero ingles, se vio obligado á rendirse á un
caballero francés llamado Gaudry de Ballore. Este Chesnel se ha enriquecido de tal manera á costa de las aldeas
del Perche, que se encuentra en situacion de pagar inmediatamente por su rescate doce mil florines, un corcel del
precio de trescientos francos, una hacanea de valor de
sesenta francos, una espada, un cuchillo-daga y un hierro de lanza de fábrica bordelesa, todo ello exigible á mitades por Navidad de 1364 y fin de Enero de 1365. Un escudero de la Diócesis de Quimper, que ha hecho prisionero en la jornada de 16 de Mayo á Pedro de Agramont,
habiendo caido, á su vez, prisionero de los Ingleses en la
batalla de Auray, su dueño Roberto Knolles lo tiene encerrado durante varios años en el castillo de Derval, y
quiere exigir de un simple escudero un rescate tan subido
como el de un gran señor: hasta tal punto supone que ese
escudero se halla enriquecido por el rescate del capitan
navarro apresado en Cocherel.
Esos rescates restablecen un poco las haciendas de los
Bretones del partido francés empobrecidos por la guerra
interminable de la sucesion. Mejor es, ciertamente, buscar fortuna de ese modo, que entregándose al pillaje de
las casas de Mantes y de Meulan ó haciéndose donar los
bienes de los rebeldes, confiscados por Cárlos V. Eso dinero, por lo ménos, lo han ganado con la punta de la espada en una lucha leal, y á nadie se lo deben más que á
Dios y al valor. Si la derrota del captal y de los AngloNavarros enriqueció á los Bretones, puso, así mismo, el
sello á la reputacion militar de du Guesclin, probando
que vale tanto para una batalla, como para un golpe de
mano. Y así, todas las sombras del comienzo de la campaña, desaparecen, como por encanto, ante el fulgor esplendente de Cocherel.
La noche misma de la jornada del 16 de Mayo, antes
de tomar el camino de Pont-de-l’ Arche y de llevar á
Rouen los prisioneros, Beltran envía un mensaje, anun-
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ciando la victoria que acaba de alcanzar, á Cárlos V. Uno
de los mensajeros es un comisario de armas del rey, llamado Teodoro Lalemant. El otro es Tibaldo de la Riviere,
hombre de armas breton de la compañía de du Guesclin.
Cárlos acaba de salir de París para irse á consagrar á
Reims. Está alojado en la abadía de Saint-Mard de Soisson
el dia 16, es decir, el dia mismo en que se dá la batalla.
Recibe la feliz noticia el dia 18, víspera de su consagracion, en el momento en que llega á las puertas de Reims.
«Y entónces, dice un cronista, el jóven rey alza las manos
al cielo, y dále gracias por la buena victoria que Dios le
ha concedido». Esta nueva hace la fortuna de los dos
mensajeros. Cárlos otorga, sin levantar mano, dos rentas; la una, de doscientas libras parisis á Tomás Lalemant, la otra, de quinientas libras tornesas á Tibaldo de
la Riviere.
En cuanto al probado servidor, al hábil general que
acaba de dar á la monarquía tan bello presente, Cárlos el
Sábio que sabe recompensar dignamente los grandes servicios, le reserva una recompensa tal, que jamás capitan
victorioso recibió nunca otra semejante. Sale de Reims al
dia siguiente de la consagracion y vuelve á París, donde
quiere, sin duda, consultar á su Consejo antes de tomar
una resolucion definitiva. El condado de Longueville, que
últimamente ha pertenecido á Felipe de Navarra, ha sido
confiscado despues de la muerte del hermano de Cárlos
el Malo y revertido á la corona. Es una hacienda régia,
que comprende, no solamente un gran número de pueblos, sino tambien la industriosa ciudad de Montevilliers,
cuyo poseedor cuenta entre sus vasallos á los la Heuse y
á los mismísimos condes de Tancarville. Cárlos V aprevecha esta ocasion de incorporar Montevilliers á su inmediato dominio, y decide que el conde de Tancarville y
Hector de la Heuse, señor de Bellencombre, de quien
no quiere ajar la susceptibilidad, prestarán, en adelante, pleito homenaje al rey de Francia. Tomadas dichas
orecauciones, ordena que du Guesclin vaya á San Dionís,
y allí el 27 de Mayo le confiere solemnemente la investi-
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dura del condado de Longueville. El mismo dia, el nuevo
conde se compromete á conducir á París, sin perdida de
tiempo, y á poner en manos del rey, al captal de Buch y á
otros cinco prisioneros de Cocherel, Balduino de Bauloz,
Juan Gansel, Pedro de Agramont, Lopez de San Julian y
Pedro de Sacquenville (1).
SIMEON LUCE.
(Traducido por D. A. Campion)
(1) Sacquenville fué degollado por órden del Rey de Francia: era uno de
los mejores consejeros del Rey de Navarra Cárlos 2.º En cambio, Juan de
Grailly, captal de Buch, á quien el monarca frances amaba mucho, fué
puesto en libertad sin rescate, cosa rara en aquellos tiempos en los que la
guerra era una especie de industria. (Nota del traductor.)
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