La percepción de la anomalía “ZP, funcionarios y decretazos”

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SALUD EXTREMADURA
18
LA COLMENA
Octubre-Noviembre de 2010
LA COLMENA
La percepción de la anomalía
La percepción de la anomalía de un paradigma científico: el experimento de
Bruner y Postman sobre la percepción selectiva
n 1949 Jerome
Bruner y Leo
Postman llevaron a cabo dos de
los primeros experimentos de “percepción selectiva”.
En el primero se trucó una de las
cartas de una baraja de póker, que
consistió en cambiar el color del “3
de corazones rojo” por el negro (truGa lo A. S ánchez.
cado). Un “3 de corazones negro” es
una anomalía, y los investigadores
Farmacéutico
querían conocer en qué grado una
serie de sujetos la percibirían o no,
pues se trataba de desafiar a nuestra
creencia de que la percepción es la
realidad. Después de que cada sujeto
de investigación revisara su baraja
de cartas, se le preguntó si distinguía entre las cartas
normales y las trucadas. Se observó que, en general,
los sujetos tardaban cuatro veces más tiempo en reconocer la diferencia entre una carta trucada de la normal. Como la carta trucada no les era familiar, los
sujetos respondieron en un estado de “negación de la
percepción real”, pues “veían” el “3 de corazones
negro” como ellos esperaban verlo (expectativa). Los
investigadores concluyeron que nuestras percepciones
no siempre reflejan la realidad, sino que están fuertemente influenciados por nuestras expectativas y experiencias previas. Nosotros observamos los estímulos
con una noción preconcebida de cómo debe aparecer
y nos resulta difícil sustituir esa noción con los hechos
reales. En lugar de la realidad, nosotros "percibimos
selectivamente qué esperamos y deseamos ver”. A este
fenómeno se le llama el sesgo de la percepción selectiva.
El segundo experimento es más complejo que el
anterior. Participaron 30 militares en servicio activo
de las Fuerzas Armadas, que se distribuyeron en dos
grupos iguales, y ninguno conocía al experimentador.
El experimentador vestía un uniforme estándar de
las Fuerzas Armadas, con camisa azul de capitán y
pantalón azul oscuro. Para el grupo A, el experimentador llevaba la tarjeta de identificación oficial de color
azul en su sitio habitual, pero para el grupo B se puso
una tarjeta de identificación no oficial de color verde
en el mismo sitio que la anterior. Ambas tarjetas eran
idénticas, salvo en el color, y el color verde suponía
una conocida violación de las reglas del ejército.
El experimento se llevó acabo en una instalación
militar. El experimentador interactuó 5 minutos con
cada uno de los sujetos individualmente. Las interacciones se llevaron a cabo en varios sitios dentro de las
instalaciones, como oficinas, mostradores de servicio
al cliente y áreas de descanso. El grupo A fue expuesto
a la tarjeta azul oficial y el grupo B a la verde no oficial. En ambos casos, tras la interacción el experimentador se cubrió la tarjeta y les preguntó: ¿Sabe usted
de qué color es mi tarjeta de identificación? Y sin verificar su respuesta, les preguntó la segunda pregunta:
¿Ha notado usted algo acerca de mi tarjeta de identificación? El experimentador pretendió hacer la misma
pregunta en dos formatos para que los sujetos tuvieran una mayor oportunidad de responder correctamente. Los 5 minutos de interacción tenían el propósito de que los ojos de los sujetos pudieran ver perfectamente bien al experimentador, así como darles la
oportunidad de que le llamaran la atención por la
incorrección de la tarjeta.
Del grupo A, expuesto al estímulo familiar (tarjeta
azul), los 15 respondieron que la tarjeta azul era
correcta. Del grupo B, expuesto al estímulo no familiar (tarjeta verde), sólo 2 de los 15 respondieron que
la tarjeta era verde, los cuales además llamaron la
atención al experimentador en el primer minuto de la
entrevista sobre la incorrección, sin necesidad de que
se les preguntara.
El experimento parece indicar que los individuos
E
responden a un estímulo determinado (tarjeta de
identificación de color) de acuerdo con su conocimiento y expectativas previas. La muestra es pequeña
y el contexto militar puede influir en el resultado,
razones por las cuales son necesarios otros experimentos que intenten resolver esta hipótesis
Este experimento lo cita Thomas Kuhn en su libro La
estructura de las revoluciones científicas para explicar cómo únicamente los científicos geniales son
capaces de darse cuenta de una o más anomalías del
paradigma científico que sostiene su disciplina científica, mientras que los habituales no las perciben
espontáneamente aún teniéndolas presentes en su trabajo diario. Una cosa es percibir la anomalía y otra es
tener que convivir ella. El descubridor del oxígeno fue
Lavoisier, aunque antes que él lo tuvieron en muestras
impuras dentro de sus retortas dos científicos: el farmacéutico sueco Scheele y el clérigo británico
Priestley. Sin embargo ambos los obtuvieron como un
concepto de una investigación normal prolongada de
los “aires” liberados por un gran número de sustancias sólidas. Lavoisier, tras conocer los experimentos
del segundo, lo obtuvo purificado en su laboratorio,
dándose cuenta inmediatamente de que ese gas no era
uno más, sino esa sustancia que él había predicho
años antes, que era el componente del aire que produce el aumento de peso en la mayoría de los cuerpos
cuando se queman o se calientan (dicho en términos
actuales, cuando se oxidan). La anomalía, por primera
vez percibida por Lavoisier sobre lo que significaba el
oxígeno, fue lo que originó el cambio del paradigma
de la química.
Algo similar en cuanto a su significado sucedió con
la anomalía percibida por Roentgen de una radiación
salida de su tubo de rayos catódicos. Muchos otros la
habían tenido delante de sí cuando experimentaban
con sus respectivos tubos, sin percibir que se trataba
de una anomalía respecto a la ciencia del momento.
La percepción de Roentgen cambió el paradigma de la
físico-química. La de Copérnico, el movimiento de
retrógrado de Marte; y la de Kepler, la situación del sol
en el foco de una elipse.
Apéndice para sanitarios:
Aplicándolo a nuestra vida cotidiana de personas
que extraemos nuestros paradigmas sanitarios de la
ciencia, percibir la anomalía significa advertir rápidamente lo que incumple el paradigma vigente, atisbar
en silencio lo que a partir de ese momento ya no debería seguir haciéndose. Lo amargo para los que se percatan de la anomalía es que no todos logran concebir
una solución para los problemas que acaban de emerger, y se ven por tanto obligados a vivir una vida anfibia, como le sucedió a Descartes. Pero más amargo es
conocer la solución y no poder desarrollarla por la
oposición de su comunidad profesional o científica,
como le sucedió a Semmelweiss.
Hay una inveterada creencia de que los muchos
años dedicándose a una especialidad confieren sabiduría. Eso es cierto en muchos casos, pero no lo es en
otros, en los que se puede actuar de una manera subóptima, sin advertirlo, porque los resultados no causan efectos graves o escapan a la percepción del actor.
Estos últimos conviven isoeléctricamente con el consenso (el quehacer de la mayoría) sin percibir la
muchas anomalías que oprimen la regla general, las
muchas quiebras entre el objetivo último del trabajo,
las variables intermedias que se confunden con el
objetivo último y la eficacia de los resultados finales.
Éstos “ven” su realidad saturada de armonía, y, en ocasiones, si se topan con otro colega inquieto por percibir la anomalía, pueden calificarlo, con una equivocada condescendencia o una velada agresividad, de iluminado y problemático.
Curiosamente, una misma persona puede ver la
anomalía en una disciplina y ser abrumadoramente
convencional en otra.
“ZP, funcionarios y
decretazos”
esde mi “cómodo,
seguro y estable”
puesto de trabajo; desde el
cómodo sofá de mi casa y
mientras me alimento
tras mi jornada laboral
con el plato “seguro” de
comida que en casa me
Elias Nuñez Bazaga preparan, escucho en los
telediarios siempre la
Auxiliar
misma noticia: “El recorte
Administrativo
salarial a los funcionarios”, esa fauna de trabajadores con sueldos inmejorables, y que tan poquito
hacen en su jornada laboral.
Eso, al menos, es lo que deben pensar
quienes adoptan medidas como las anunciadas, y ya tomadas el pasado mes de
julio.
El recortazo supone, no sólo infringir
los acuerdos firmados, infringir los presupuestos adoptados en materia salarial,
supone además la merma de nuestro
poder adquisitivo... Y todo ello, en beneficio de recuperar el orden económico para
sanear las cuentas de este nuestro Estado.
Pero, en este Estado nuestro, no sólo
vivimos y trabajamos los funcionarios.
Hay miles de trabajadores más para los
que tambien es éste su Estado y, por consiguiente, tambien deberían contribuir al
saneamiento del mismo.
¿O es que alguien pensó, o piensa, que
cuando las arcas de este país gozaban de
buena salud, el superávit se repartía
entre los funcionarios?
Pues claramente no. No nos beneficiabamos cuando había, ni nos comíamos
las sobras... pero ahora, alguien hizo mal
la lista de la compra. Ahora que no hay
para comer somos nosotros, los funcionarios, los que debemos aportar para que
comamos todos.
Nos recortan el sueldo este año, nos lo
congelarán el año próximo -ya está en la
nevera- , nos suben el IVA, el gas, la luz, la
gasolina, el gas-oil y encima, la facturacion telefónica de junio nos la gravan con
el 18% de IVA, cuando deberían haberlo
hecho con el 16. Pero claro, más dinero
para el saneamiento.
La culpa de todo la tiene nuestra estabilidad laboral. Somos los niños y niñas
bonitos, los que mejor vestimos, los que
en mejores condiciones trabajamos, con
la mejor jornada, los mejores sueldos,
pagas extras, y las mejores vacaciones.
Pero nadie piensa lo que nos costó conseguirlo, y el esfuerzo que tuvimos que
hacer.
No sé cuando parará esta vorágine, esta
ofensiva contra el bolsillo mileurista del
funcionario, o del funcionario mileurista.
Afortunadamente España ganó el mundial. Menos mal que existe el fútbol, paracetamol mediático que nos alivia de
otros dolores.
Y claro, hay que pagar los 600.000
euros de prima prometida a la expedición. Pero no os preocupéis, también nosotros, los funcionarios, pagamos la
prima, aunque haciendo el primo.
Y que haya gente que aún se queje de lo
suyo...
D
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