La Avalancha : revista ilustrada. Año 13, n. 290 (8 abril 1907)

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PAMPLONA 8 de Abril de 1907
AÑO XIII
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
NÜM. 2 9 0
Con censura eclesiástica
iBIiofeca^afófico^ropagandisfa
PAMPLONA
D. RA/^ÓN NOCEDAL
estas líneas de LA AVALANCHA
se den á la publicidad no quedará periódico amigo ó enemigo, afecto ó desafecto, que no haya escrito una sonora
necrología del muerto ilustre, del insigne publicista católico y elocuente
diputado por Pamplona don Ramón
Nocedal, por cuya muerte es unánime
el sentimiento en España, y especialmente el de la católica Navarra, que llora afligidísima la
pérdida de quien tan dignamente la representaba.
En la hora de las alabanzas no ha faltado al Sr. Nocedal una frase encomiástica, escapada de los labios de
sus más encarnizados adversarios.
Los que no han podido rendir tributo de admiración á
la pureza inmaculada de su doctrina, vertida en la prensa
y en la tribuna, han tenido un aplauso para su ingenio
regocijado, para la facilidad incisiva de sus interrupciones y réplicas en el Congreso, para la castiza limpidez
de su literatura jugosa é impecable.
Se ha estudiado al político, al polemista, al escritor, al
orador parlamentario. A cuenta de cada uno de estos aspectos en que tanto relieve adquirió la figura del Sr. Nocedal, se han recordado cuadros y escenas interesantes
de su vida pública.
Evocada de su tumba, ha salido á flor de tierra la sombra de D. Cándido Nocedal, que forjó al calor de sus entrañas el temperamento de su hijo y dirigióle y adiestróle
en los primeros combates. La voz de D. Cándido, tronando vibrante y fustigadora en el Parlamento español
contra el reconocimiento del Reino de Italia, en aquella
tarde solemnísima en que pronunció el más grande, acaso, de sus grandilocuentes discursos, era como presagio
y anticipo de las gigantescas luchas que más luego había
de sostener su hijo, desde aquellos mismos escaños, conUANDO
TEJERÍA, 40, 2/'. izq.4
tra el liberalismo corruptor que entregaba al Papa, primero, para entregar, después, á la Iglesia en manos de
sus perseguidores y enemigos.
No se han olvidado los que le han presentado como
polemista, de sus continuados y contundentes golpes contra toda obra y empresa contagiadas de liberalismo. Ni
tampoco los que le juzgan como escritor han dejado pasar inadvertidas las mil bellezas de su prosa, que seguramente no era hoy por nadie superada en la propiedad de
la expresión, en la corrección sintixica, en Ja ausencia de
todo vocablo extraño y de toda forma poco castiza, en la^
ática armonía de sus cláusulas y períodos.
Para el orador parlamentario la admiración ha sido
unánime. Desde Sagasta, afirmando que el Sr. Nocedal
estaba en la Cámara "como el pez en el agua,,, hasta los
que ahora reconocen que ha muerto el primer parlamentario, todos convienen en que no había en el Congreso
quien pudiese rivalizar con él en habilidad y agudeza para desbaratar á sus contrincantes.
Estudiados estos aspectos de la incansable laboriosidad
del Sr. Nocedal en todos los periódicos que estos pasados días han entonado cánticos sobre el cadáver de tan
saliente personalidad: ¿qué nos queda á nosotros que no
se haya repetido en todos los tonos y en todas las formas? El conjunto, la esencia, el alma impulsora de aquella extraordinaria inteligencia que abarcando muchas cosas las ponía todas al servicio de una sola idea, de un solo afecto: el servicio de Dios.
Porque Nocedal, periodista, literato, político y orador,
no utilizaba los grandes medios que le daba el periodismo, la literatura, la política y la oratoria, sino para la
exaltación y defensa de la gran causa española, de la causa católica.
Por eso Nocedal prefería á todos los títulos, á todos
los encomios de sus brillantes cualidades, el título de soldado de la Fe.
Su gran obra no será á través de la historia ni el artículo ni el discurso ni la polémica; su gran obra será su
resistencia y su lucha, por medio del artículo, del discurso y de la polémica, contra los más solapados avances
del liberalismo, ariete destructor de la Iglesia católica.
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LA AVALANCHA
Como una roca solitaria, alzada en la inmensidad sin
término del mar, ha resistido inconmovible los violentos
embates de las olas, dando al mundo testimonio de la firmeza de su voluntad y de sus convicciones.
En este frecuente claudicar y ceder de los hombres de
ahora, la terca intransigencia de Nocedal fue una valla de
acero que ha detenido por muchos años, los bastantes
para que el ejemplo de Francia nos abriera los ojos á la
luz de la verdad, la invasión del laissez faire en materias
religiosas, que tan tristes resultados ha producido en la
vecina nación.
Llamado ya á Dios, terminado lo que estimamos su
providencial destino, no se lleva á la fosa honores, prebendas y dignidades.
De las legítimas aspiraciones humanas sólo sació una:
la de pelear sin descanso. Y muere en la brecha dejando
para los suyos, para su Religión y su Patria, todo el fruto de sus campañas.
Va, en cambio, á la eternidad acompañado de hondas
amarguras, que son heridas ganadas en el combate.
Allá arriba, en la serena visión del Señor, habrá encontrado bálsamos suavísimos para su corazón llagado.
Las que fueron sus mayores penas, serán ahora sus
más brillantes nimbos de gloria; que Dios da espléndida
recompensa á los que han buscado ante todo su reino y
su justicia, y no habrá de negársela al diputado por Pamplona don Ramón Nocedal, que á tal empresa consagró
su vida.
LA REDACCIÓN
LA LLEGADA DEL ÁNGEL
CANDO la Iglesia entona los cánticos
de Aleluya por la Resurrección del
Seflor; cuando las primeras brisas
primaverales nos traen el aroma de
las violetas; cuando el sol comienza
á brillar con mayor lucidez en el horizonte, anunciando que llega también esa especie de resurrección
anual de nnestros campos, que muy
pronto se verán cubiertos de bellas
flores, se verifica en Pamplona un acto religioso que enciendo los corazones en fervorosa devoción hacia una
imagen cuyo paso se señala por multitud de gracias, tanto en el orden espiritual como en el temporal.
Este acto religioso anual, que reviste los caracteres de
una solemnidad piadosa, es la visita que hace á Pamplona, á la semana siguiente de la Pascua de Resurrección,
la venerada y milagrosa efigie del Arcángel San Miguel,
que desde su hermosa basílica del monte Aralares traída
á esta capital para consuelo de los enfermos qne han de
recibir la Sagrada Comunión. ¡Con qué fe y con qué impaciencia esperan los postrados en el lecho del dolor la
presencia de la sagrada imagen! Nosotros hemos presenciado estas muestras de la viva confianza que tenían en
la curación de sus dolencias algunos enfermos que esperaban con verdadera ansia la llegada del Ángel, como dice nuestro pueblo. Entre otros casos que pudiéramos citar, recordamos et de un niño de nueve años que se hallaba afectado de pulmonía doble y en estado gravísimo,
temiéndose un desenlace próximo y fatal.
II
En el hogar del enfermito reinaba profunda tristeza
porque el pronóstico del médico no podía ser más fatal.
El facultativo habia dicho: iNo hay remedio en lo humano; solamente un milagro salvaría la vida de este niño;
pero aun en el caso, poco probable, de que viniera una
crisis favorable para el enfermo, sus pulmones quedarían
tan lacerados que no podría sobrevivir mucho tiempo.»
La piadosa madre, al oír las terribles palabras del médico, quedó consternada, pues á plazo corto ó largo le
pronosticaba la muerte de aquel ser querido, de aquel
pedazo de sus entrañas por cuya salud muy gustosa hubiera dado su vida. Como la ciencia humana no disponía de medios de curación para Bañar al desgraciado niño, fijó la madre en el cielo sus ojos velarlos por las lágrimas de su intenso dolor, pidiendo á Dios remedio á
su maternal aflicción. Recordó que al día siguiente se celebraba la entrada en Pamplona de la procesión del Arcángel San Miguel, y llena de confianza en el Señor y
también en la acción milagrosa producida por la sagrada efigie en su visita á los enfermos, pidió y obtuvo la
gracia especial de que la imagen del Santo Arcángel fuera llevada á su casa en la misma noche del día de BU llegada á esta capital.
¡Cuadro hermoso y encantador era el que aquella noche presentaba la alcoba del niño casi agonizante! Alrededor de la cama se hallaban los padres y hermanos del
enfermito, todos arrodillados, orando y llorando é impacientes por recibir la sagrada visita, de la que esperaban
obtener una medicina infalible para el tierno doliente.
Muchos de los vecinos acudieron también, con piadosa
solicitud, al acto solemne de la entrada, en aquel hogar
del dolor, de la santa efigie que se venera en la basílica
de Aralar. Adoráronla las religiosas personas allí congregadas y también la adoró el niño enfermo, quien, saliendo del sopor en que yacía postrado, suplicó a su querida
madre que le incorporase un poco para imprimir un
ósculo en la santa imagen.
Pocos instantes después decía el enfermito, con semblante alegre y animado:
—No llores, mamó; el Ángel me ha dado un beso y me
ha dicho que me curaré pronto.
El milagro se hizo y fuó completo: el niño, no solamente venció la tremenda y aguda crisis, sino quo Rano
completamente y hoy vive con salud robusta, sin que en
sus pulmones haya quedado la menor huella de la gravísima dolencia.
III
Alguno de esos librepensadores que se otorgan modestamente el título de superhombres, quizá lea este escrito
y se eucoja de hombros despreciativamente, imaginando
que el hecho relatado es una ficción, ó en el caso de ser
cierto, un ejemplar más de los efectos de la autosugestión, que es la muletilla á que acuden todos aquellos que,
no creyendo en la intervención divina, no Be explican
las curaciones milagrosas. El hecho que aquí se relata
es exacto en todos sus detalles, y de su certeza no puede
caber duda á nadie, por librepensador que sea.
Por lo que toca á la autosugestión, es doctrina muy
averiada, de la que nadie hace caso, como no sean los
adeptos de Zola, en su afán de destruir los hechos milagrosos que en todo momento se registran en Lourdes.
Tratándose de ciertas enfermedades nerviosas, aun podrían, científicamente hablando, explicarse loa efectos de
la autosugestión; pero en un niño de nueve años, acometido de pulmonía doble, no hay ni puede haber sugestión
propia ni ajena, sino uno de tantos casos de curación milagrosa que la ciencia humana no se explica sin atribuirlo á la intervención divina.
Ahora bien; estas curaciones milagrosas se han registrado, en no pocas ocasiones, con la visita á la casa de
los enfermos de la imagen del Arcángel San Miguel, y
por eso tanto en Pamplona como en otros pueblos navarros existe gran devoción al Santo Arcángel, y se espera
an entrada con ansia por los enfermos y con fervor por
los sanos. Por ello también se hacen frecuentes romerías
al santuario del monte Aralar, donde de ordinario se halla expuesta la sagrada imagen á la veneración de los fieles. Para los navarros y vascongados el Aralar viene á representar un Sinaí, un monte Carmelo, al que dirigen
sua ojos en las horas de tribulación y en los momentos
fatídicos en que el huracán de la revolución amenaza á.
nuestras amadas tradiciones religiosas ó á nuestros queridos derechos forales.
••?:•
LA AVALANCHA
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esperanzas. A las dos pidió, en un momento de claridad,
y fue el último que tuvo, que se le encomendase el alma,
y una vez cumplido este piadoso deber, aquel entendimiento privilegiado que se gastó en la defensa de los derechos imprescriptibles de Cristo, comenzó á obscurecerse, y cuantos fuimos testigos de tamaña desventura, sentimos como si se desmoronase algo grande é insustituible.
Durante las horas de lucidez no decayó su ánimo, ni su
fe arraigadísima, ni su ingenio y gracejo. Así hay que
contar que fijando una vez sus ojos en los de la dulce
":'
HERMÓGBNBS.
compañera de su vida, que transida de- dolor, ha dado
muestras estos días de gran fortaleza y no cesaba de
decirle:
—Ramón, ofrece tu vida á Dios; repite conmigo: Jesús,
José y María, os doy el corazón y el alma mía, con otras
jaculatorias, viéndola llorar le dijo:
—El interesado no llora y los demás sí; pero no acierto
la razón: ¿qué es lo más que puede ocurrirte, quedarte
Acf A tiempo que se encontraba delicado de salud
viuda y perderme? Pues no pierdes mucho, en honor de
D. Ramón Nocedal; pero enfermo de gravedad
la verdad.
sólo ha estado dos días. El primero que se sinEn uno de los agobios, que parecía iban á quitarle la
tió malo fue el Jueves santo, después de visitar
vida, dijo, apretándose el pocho con las manos:
los monumentos, volviendo á su casa con mues—Conste que rae muero del corazón; pero de todo lo detras de gran fatiga. El viernes lo posó intranquimás estoy bueno y Baño.
lo. El Sábado santo, á las' cinco de la mañana, sufrió el
Indicándole que la fiesta de Pascua de Resurrección
primer ataque, que puso en peligro su preciosa vida.
era día de alegría y de esperanza para volver á la vida,
Auguró mal el medico de la enfermedad, aunque no creía
contestó que no, que era día muy hernioso para morir y
que fuese ella tan rápivolar al cielo, desdedonda como ha sido, y en
de rogaría por los que
MADHID
esa misma creencia videjaba abandonados.
vían los que cuidaban
Apretando el crucifial Sr. Nocedal; pero él
jo entre sus manos pano se engañó, y desde
só todo el tiempo que
el primer momento pipudo y la enfermedad
dió que se le adminisse lo consintió, en dultrase el Viático. Se incísimos coloquios; y cotentó disuadirle de ello;
mo en uno de ellos hapero insistió con tal firblase del temor que le
meza, que hubo de adinspiraba la cuenta que
ministrársele el mismo
iba á dar á Dios, pisábado, á las seis de la
diendo piedad y misetarde, después que el
ricordia por los méritos
enfermo hubo confesade la sangre preciosa
do con el F.Domenech,
de Cristo y la intercede los Religiosos fransión de su Madre Sanciscanos de 8. Fermín.
tísima, un religioso que
Le administró el Santo
le oía, le alentó recorViático el señor cura
dándole sus campañas
párroco de la Concepy empresas por la verción, y él y los pocos
dad, y las muchas veasistentes á tan tierníces que ha confesado á
gimo acto quedaron ediCristo ante sus enemiPresidencia del duelo en el entierro del Sr. Nocedal
ficados de las muestras
gos, con lo cual había
de fe y piedad que dio
contraído innumerables méritos, á fo cual contestó el enfermo:
el Sr. Nocedal, contestando con voz clara y recia á las preguntas del sacerdote, y recibiendo el adorable cuerpo de
—El confesar á Cristo no lia sido mérito en mí, sino
Nuestro Señor Jesucristo con tales muestras de reverencia
deseo de mi alma y cosa que siempre me pidió el cuerpo.
y fervor que todos lloraban menos él. Al preguntarle el
Replicó el religioso, y cortó él la réplica diciendo que
señor párroco, conforme es práctica y costumbre, si queél no podía alegar ningún mérito y que sólo podía encoría recibir el otro Sacramento de nuestra Santa Madre la
mendarse á la misericordia de Dios Nuestro Señor.
Iglesia, la Extremaunción, contestó que sí; y aunque el
Cuando ya no podía hablar, contestaba con inclinaciomismo señor párroco, después de administrado el Viático,
nes de cabeza á las jaculatorias que le inspiraban los que
le dijo que á su parecer uo estaba tan gravemente enferrodeaban el lecho de muerte, y las últimas palabras que
mo, volvió Á insistir el Sr. Nocedal, contestando que estase le oyeron fueron éstas, copia y resumen de toda una
ba muy mal y quería recibir la Extremaunción con comvida santumente empleada, de todo un programa que no
pleto conocimiento. Así lo hizo, contestando con la misma
tiene, ni puede tener superior, de toda una bandera inmaclaridad y firmeza que antes y dando muestras de granculada: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
deza de ánimo, y ¡cosa singular! este hombre providenLa agonía duró desde las dos de la madrugada hasta
cial, á quien algunos han querido presentar como dechalas siete, hora en que expiró plácidamente.
do de soberbia, pidió perdón al párroco por la insistencia
con que había pedido los Sacramentos, y le consultó si en
eso se habría excedido y tenia motivo de qué arrepentirse.
Sobre su tumba, la Historia verdadera depositará floPasó la noche intranquilo, pero á la mañana siguiente
res inmarcesibles; nosotros, agobiados de dolor y de pese despejó, despertando las esperanzas de la familia y del
na, sólo recordamos el dilexisti justitiam et odisti iniquidoctor Grinda, que le asistía, y que á la una menos cuarto
tatem del Salmista, ó estas otras del Eclesiástico, honra y
de la tarde anunciaba que de no repetirse el ataque se
corona de los héroes de nuestros días: Potuit transgredí
salvaría el enfermo. Desgraciadamente no fue así, pues
et non est transgresus, /acere mala et non fecit. Pudo ser
una hora después se repitió el ataque y se perdieron las
grande y poderoso, según el mundo, y prefirió vivir hu-
La llamada vulgarmente Entrada del Ángel constituye
para Pamplona una fiesta religiosa, altamente simpática
bajo su doble aspecto de piadosa y eminentemente regional. También ofrece el carácter de constituir una doble
esperanza: la curación de los enfermos y la protección
de los campos.
iDichosos los pueblos que guardan en su corazón el
amor y el recuerdo á sus tradiciones religiosas, y á sus
sanas costumbres seculares!
ENFERMEDAD Y MUERTE DEL SR. NOCEDAL
' • " ' . ' • >
•
76
LA AVALANCHA
millado, escarnecido y crucificado, por amor de Dios y
por amor á España.
•
. •.
'
JUAN EBTBVE.
EN LA TUMBA DE NOCEDAL
Tronchóse el roble, al soplo soberano
del Autor de la vida. El mundo todo
conmovióse al oaor. Lloró mi España,
muerto el atleta. Inmundo vi sucio lodo
lloró al liberto de su torpe maña.
Lloró el antro maldito
al que nunca escuchó su letal grito.
Las letras lloran su adalid hrioso;la Iglesia, al defensor'dc intención pura;
la política, al Cid de donosura;
la sátira, el modelo prodigioso;
la Patria, al campeón; el orbe entero, «
al honrado y cumplido caballero.
Sólo sonríen con pasión insana
los enemigos de la fe cristiana.
Z.
BOCETOS DE PAISAJE
II
Volvía de los montes de Grati, fuertemente impresionado por su magnificencia sublime.
Mientras mi caballejo subía y bajaba por las sendas
pedregosas de la Aózcoa, revolviendo yo eu mi imaginación las sensaciones experimentadas en aquel seno recóndito y bravio de la Naturaleza, buscaba en vano su traducción en palabras y párrafos con que al fia de mi viaje ansiaba reseñarlo. Por más que lo procuraba, atormentando el lenguaje y apurando las imágenes más atrevidas, el boceto mental no empezaba siquiera á diseñarse,
y era muy probable que, con la pluma en la mano, me
sucedería lo mismo. Una vez más sentí la vergüenza de
mi impotencia descriptiva, y tomó el partido de entregarme, sin ulteriores propósitos, á la contemplación de
los melancólicos paisajes que se presentaban á mi vista.
Porque es lo cierto que las montañas aezcoanas, de rápidos declives y redondeadas cimas, cubiertas en su mayor parte de esos bosques espesos, cuyas masas casi negras, vistas desde las pendientes opuestas ó desde las alturas que las dominan, ofrecen el aspecto imponente y
extraño de encrespadas ó inmensas olas de 'algo movedizo
que oculta lo desconocido; es lo cierto, repito, que aquel
sendero por donde caminaba á la sombra de hayas de ci*
líndricos y plateados troncos, y que entraba y salía en
los profundos repliegues, barrancales enmarañados que
la misma senda parecía respetar no penetrando en ellos
sino lo preciso para salvar abismos aun más tenebrosos;
que el tinte acerado del río, reflejando en lo profundo
del estrecho valle, por donde rugía sordamente, IOB indecisos perfiles del boscaje; que todo, en fin, suspendía mi
ánimo, sin permitirle entregarse á las dulzuras de una
tranquila placidez ni á los temores que la Naturaleza infunde cuando se reviste de su terrible severidad.
El cirio, por completo nublado, contribuía á la serenidad melancólica del conjunto, ofreciendo á la vista un
inmenso cúmulo de vapores grises, que á menudo descendían del cdnit para enredarse aquí y allá, en los árboles más altos, cimeros de las cimas, ó en las rocas de
las cúspides, donde se desgarraban en girones ondulan-
tes, formando como banderas ingrávidas que flameaban
sin ruido. Una lluvia menuda, casi invisible, caía incesantemente sin turbar el silencio, y la luz de la mañana,
débil y blanca, tamizadísima, sin sombras ni contrastes,
parecía más bien flotar alrededor de la tierra, y de la tierra desprenderse, que descender de un astro colocado en
la altura del firmamento.
Dos horas llevaba andando sin encontrar alma viviente ni vestigio de habitación humana, cuando al salir de
un repliegue del monte que á mi derecha se alzaba, vi
aparecer frente por frente, plantado á inedia ladera, el
pueblecillo de Orbara, cuyas casas de piedra, separadas
unas de otras y distribuidas caprichosamente con la graciosa irregularidad de lo espontáneo, se asemejaban á
monteras á causa de lo empingorotado de sus tejados negros, de tabla y de pizarra.
No tardó en llegar á la aldea que, á pesar de ser obra
del hombre, lejos de romper la armonía del cuadro, se
hermanaba perfectamente con él. La pefla viva servía de
cimiento y aun de algo más á las humildes viviendas levantadas cada una á diferente nivel, mirando cada cual
á distinto punto del horizonte, como si estuviesen enamoradas de diferentes paisajes, y quisiesen, libres de todo yugo ordenancista, vivir admirándolos continuamente. Por las abiertas ventanas traslucíase el orden y el
aseo, por las troneras vecinas ó los tejados transcendía el
sano perfume de la hierba seca almacenada en sus desvanes, y al otro lado de sus anchos portalones se oía el rozar de las cadenas sujetadoras de los terneros que en I03
establos llamaban á sus madres con intermitentes mugidos. El pueblo parecía tan abandonado de los hombres
como el camino que acababa de recorrer,
Subía lentamente lo que no me atrevo á llamar calle,
por no quitar poesía á aquella senda rocosa y desigual
como el lecho de un torrente, que circunda las casas próximas á la iglesia, cuando un espectáculo de otra índole
me hizo detener junto al pórtico del humilde templo.
En él se hallaba depositado sobre una mesa cubierta
de paños blancos un pequeño féretro destapado. Jíl cadáver de un niño de pocos meses aparecía en pobres pañales con la blanquísima carita dormida dentro del marco
azul de la gorreta, con sus bracitos sobre el pecherín y
sus manecitas muy cerradas. Una docena de chicos pequeños, con las boinas en las manos, formaban apretado
corro en torno del mortichueh, y le miraban atentamente,
pero sin pena y casi sin curiosidad. Una arrugada vieja,
que sentada en el pretil del atrio parecía estar de guardia, siguió á mi llegada con la vista fija on el espacio, y
se levantó lentamente cuando á los pocos tnotnentos apareció en la puerta de la iglesia el sacerdote con eobrepelliz y estola, acompañado de uu muchacho. Al mismo
tiempo, una pequeña campana comenzó á balancearse
en su tronera, y su sonido 110 era alegre como el repiqueteo de gloria, ni triste como el toque de muerto.
Miré á mi alrededor, y vi salir de sus casas á varios
hombres que, con la pipa en la boca y el hacha ó las layas al hombro, se dirigían, sin duda, á sus faenas; vi á
algunas mujeres que, tocadas con mantillas de paño, venían hacia el atrio, chapuzando por los charcos; vi por
encima de los tejados negros el humo tenue que salía de
los hogares silenciosos eu columnas rectas; y más allá,
por el norte y por el mediodía, por el oriente y por el
ocaso, asomar colinas y colinas verderesceotes, montañas
y montañas cubiertas de bosques oscuros, coronados de
vapores blancos. Y así como la copa llena de an líquido, al recibir una gota más se rebosa y vierte, sentí que
el entierro de aquella criaturita era la nota precisa, la pincelada justa que, concretando en el alma la impresión
vaga, pero grandiosa, dulce y serena del paisaje aezcoano, desbordaba sobre mi corazón todo el misticismo de
aquella naturaleza, nunca sonriente ni desolada, siempre
solemne, misteriosa y tranquila.
Seguí raí camino, y cuando el ruido que producían los
cascos de mi caballo sobre la peña musgosa hacía levan
tar lentamente la cabeza á las pacíficas vacas y todas me
mjraban inmóviles, sordas á los mugidos de sus crías,
que á veces se escuchaban lejanos y tristes, supe ya ver
?•
•;•
•••••
LA AVALANCHA
jen sus ojazoa transparentes algo que no pueden explicar
Jas palabras.
Y la lluvia finísima que seguía cayendo me calaba la
ropa, pero no me daba frío.
í
JOAQUÍN ARGAMASILLA DE LA CKKÜA
EL MONAGUILLO DEL "JESÚS"
L 19 de Octubre de 1901 encontrábame en Madrid por asuntos profesionales, y como ya para
entonces eran muchas mis simpatías por el diario católico El Siglo Futuro, recordó que dicho
periódico, desde su fundación, conmemoraba la
fecha de su nacimiento con una misa todos los
días 19 de mes, por lo que determiné asistir, á las ocho
de la mañana de aquel dia,-á la iglesia de Jesús ó de los
Capuchinos, oír y comulgar en aquella misa, y de paso
ver á mis amigos que á ella asistieran.
Llegué á la pequeña iglesia poco antes de las ocho, y
en ella no había más que señoras y uu joven de aspecto
aristocrático; y como iba á ealir el sacerdote al altar, aquella ausencia de varones me produjo un pequeño desencanto.
Empezó la misa, y al mismo tiempo entró en la iglesia
77
un señor de regular estatura, nada graso, de alguna edad,
pero de andar joven, muy resuelto y acelerado; á este
paso llegóse á mitad de la iglesia y se arrodilló al pie del
confesonario del centro, sin duda por haber visto al confesor desocupado. En esa actitud habría pasado poco más
tiempo del que se requiere para decir el Acto de contrición, muy poco más habría empleado en confesarse, y
luego, rápidamente se dirigió al altar del celebrante y
allí se arrodilló y sustituyó al monaguillo ayudante, quien
sin ninguna estrañeza se retiró á la sacristía. A mí sí me
extrañó y me fijé en su cara morena, enjuta, pero de facciones marcadas; en su bigote entrecano y en su barba
hacía días no resurada; por su entrar airoso y resuelto,
por su todavía más airosa confesión, por su indumentaria,
y sobre todo por hacer lo que llevo dicho sin cuidarse, al
parecer, de que había gente en la iglesia, uo distrayendo
su mirada á ninguna parte. Dige para mí: oste debe ser
algún militar recién convertido, y si no está chiflado, ha
dado una marcial patada al mundo.
Pasada esta distracción, que Dios me la perdone, volví
mi atención á la misa y no me acordé ya de tal cosa,
hasta que, refiriéndolo como un hecho edificante á un
amigo, me dice: era Nocedal...
Leyendo estos díus que Nocedal á la hora de la muerte
decía que su conciencia no le argüía de pecado, que iba
al cielo, yo me acordaba de aquella confesión relámpago
y de aquel monaguillo grande que yo admiré y de
otras muchas cosas de su vida, y concluía: era un santo.
. .
v
FERMÍN IRIGABAT.
Surrexlt Dominua veré, ollsluja.
Tres sotes vau que de dolor transida
Universal natura,
Con faz de luto y flébil amargura, La muerte llora de la Eterna Vida.
Tres soles van
Mas de repente el cielo,
De la noche rasgando el negro velo,
En los brazos de aurora se abrillanta,
Y Febo en pos, sonriendo al frío suelo,
En majestuosa marchase levanta.
Alegre primavera
Vistese ya de uítidos colores,
Y derrama feraz por la pradera
' *
Balsámicos olores.
Del hijo de los montes
En la undosa ribera
Los cristales murmullan bullidores:
La tierra, remozada,
Brota mil flores del fecundo seno:
A cuyo aspecto do hermosura lleno,
Desde el árbol do yace cobijada
Parleruela avecilla
La tierna lengua vibra á maravilla,
Cual de profundo sueño
El mundo despertado
Depone de su faz el duro ceño,
Y eleva, entusiasmado,
Con torreutes de luz y de harmonía,
Mil cantares de amor y de alegría,
La Esposa de Dios vivo,
De luto y llanto en su viudez ceñida,
Suspende al par el salino funerario,
Con júbilo expresivo
La frente alzando do esplendez henchida.
El místico incensario,
Que en el altar gimiendo centellea
Cual de holocausto hostia sacrosanta,
En los aires meciéndose flamea,
Y eutre cantares de alborozo inmenso
Al alto cielo en espiral levanta
Nubes ligeras do oloroso incienso.
Los cautos y aleluyas triunfadoras
Que resuenan del alma en el oido,
En cambiantes sonoras,
Del cristiano que vive en el olvido
Llegan á herir el corazón dormido.
¡Oh dulces catitoa quo el amor inspira!
A sus sagrados ecos
El escuadrón angélico triunfante
Las cuerdas mueve de su dulce lira,
Y bravo y resonaute,
De amor ardiendo en la celeste pira,
Desborda por lns fúlgidas mansiones
Grata explosión de voces y canciones.
Al gran compila del himno cadencioso
Da saltos de contento
La Hija de Sion, alborozada
(
Al ver del monumento
La grave losa helada
Vacia ya, y en alto levantada.
¡Salud'y triunfo, vítores, trofeos,
Al Capitán que despojó á la muerte,
Y fiel á sus deseos,
NUESTROS GRABADOS
Conducción del cadáver de D, Ramón Nocedal y presidencia del duelo.—A las diez de la mañana del martes, 2 del corriente mes de Abril, se celebró
en Madrid el entierro del cadáver de quien fue insigne
propagandista católico é ilustrado diputado á Cortes por
Pamplona D. llamón Nocedal, por quien hoy llora lágrimas amargas la España católica, la España tradicional,
la España verdadera.
Tomando el cuerpo inerte
Del sepulcro lo alzó glorioso y fuerte!
[Dia de bendición y de esperanza!
¡Cristo reina, venció Cristo la muerte!
Ante cuyo destello en lontananza
Presiento yo mi postrimera suerte.
El corazón al término no alcanza
De la dicha sin fin que allí le espera:
Mas clavados los ojos de su anhelo
En el sereno cielo,
Con fe viva y sincera
Del mundo aguarda la aflicción postrera.
De Cristo entonces á la voz potente,
Que al siglo impío aterra,
Suscitará de tierra
•• •
La redimida gente.
Y en espantado vuelo
Al punto acudirán 6Ín resistencia, .
;
Del más lejano y escondido suelo,
A su divina, fúlgida presencia,
El pueblo fiel que su promesa adora
Y el que sin fe le ignora.
Con triunfante hidalguía
Se asentara sobre su trono luego,
Y con clamor é intimación de fuego
Apartará de sí la turba impin,
Que, impfilida del brazo justiciero,
Dará un bramido con despecho fiero
¡Y brillará en el mundo eterno día!
.
\
MENDITAR GORRÍA.
A la hora indicada fue sacado el cadáver de la casa
mortuoria, Velázquez 57, encerrado en un féretro de palo
sauto y colocado en una modesta carroza de dos caballos.
Auto seguido púsose en marcha el fúnebre cortejo, for*
maudo en la siguiente disposición:
Abrían la marcha cuatro guardias municipales montados.
Seguía el clero de la parroquia de la Concepción, con
cruz alzada.
A continuación marchaba el coche mortuorio, que iba
rodeado de ujieres del Congreso con hachas encendidas.
LA AVALANCHA
78
Y detrás la presidencia del duelo. " "" ' iV! • '
Constituíala el presidente del Consejo de ministros, se*
flor Maura; el Sr. Canalejas, corao ex presidente del Congreso; el gobernador civil de Madrid, Sr. Marqués del
Vadillo; el alcalde, Sr. Dato; el Sr. Vázquez de Mella; el
confesor del difunto, P. Juan Doinenech, franciscano;
D. Eustaquio Nieto, párroco de la Concepción; los individuos de la familia ores. González de Amezúa é Iglesias;
el Sr. Sánchez Marco, en representación del partido y
minoría integrista, y D. Cristóbal Botella, que llevaba la
representación de Él Siglo Futuro.
Detrás de la presidencia del duelo seguían un numerosísimo grupo de personas, entre las que se veían muchos
sacerdotes y religiosos, pertenecientes á diversas Ordenes
é Institutos.
los personajes que en ella aparecen son, de izquierda á
derecha, los sefiores Dato, Maura, D. Agustín González
de Amezúa (sobrino de) finado), Canalejas, Laiglesia, Vadillo y D. José Sánchez Marco.
En la segunda fotografía figura la comitiva fúnebre
del entierro del Sr. Nocedal, al paBar por la calle de la
Lista, viéndose en ella el clero de la parroquia de la Concepción, la carroza y el duelo.
D. Ramón Nocedal y Romea.—Este ilustre publicista nació en Madrid el 31 de Diciembre de 1842 y recibió
la investidura de abogado en 1864. Contrajo matrimonio
con la distinguida señorita D.* Amalia Mayo, en la parroquia de S. Sebastián de la corte, el 9 de Febrero de 1873.
Conducción al cementerio de S. Justo del cadáver del diputado católico por Pamplona D. Ramón Nocedal
Al llegar el entierro al cementerio de Santos Justo y
Pastor—dice nuestro estimado colega El Siglo Futuro —
dijo una misa rezada en sufragio del muerto nuestro querido amigo D. Cecilio del Eío, ayudándole nuestro no
menos querido amigo D. Miguel Barragán. Todo el inmenso acompañamiento oyó la misa con singular piedad
y recogimiento, y se trasladó al último patio del cementerio de San Justo, donde fue inhumado el cadáver de
Nocedal.
Para que no hubiera cientos, no hubo más que un responso, el del señor párroco de la Concepción, después
del cual, y de encerrado el ataúd, nos despedimos llorande del cementerio.
¡Descansa en paz, ilustre adalid de la causa católica y
española, que jamás conociste el descanso!
La primera fotografía representa parte de la presidencia del duelo en la conducción del cadáver del Sr. Nocedal, junto á la casa mortuoria (Velázquez, 57, Madrid), y
••'t.
Fue* elegido diputado á Cortea por Valderrobles, en la
provincia de Teruel, y posteriormente representó al distrito de Azpeitia durante varias legislaturas.
' Desde el 19 de Mayo de 1901, en que fue elegido por
primera vez, ha venido desempeñando el cargo de diputado á Cortes por Pamplona, con el carácter de católico,
hasta su fallecimiento, ocurrido el 1.° de Abril de 19U7.
El hermoso grabado que ilustra este número es debido
á nuestro colaborador artístico D. Victorino Alfonso, que,
en su noble anhelo de proteger á la prensa buena, viene
dedicando, con desinterés y generosidad que no sabemos
agradecer bastante, las producciones de su inventiva y
loa primores de su lápiz á engalanar las páginas de LA
AVALANCHA.
Aparece en el dibujo una fotografía del Sr. Noceda!,
orlada de luto, y al pie una cinta con la fecha de su fallecimiento.
Debajo del retrato se encuentran: el periódico católico
*••••••:•
•
'
- y - D. R A A Ó N N O C E D A L Y ROMEA
. ' ; '.-••'•?'.•
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INSIGNE PUBLICISTA CATÓLICO Y DIPUTADO A CORTES POR PAMPLONA.
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(COMPOSICIÓN Y DIBUJO DE D. VICTORINO A L F O N S O )
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LA AVALANCHA
80
madrileño El Siglo Futuro, que el finado fundó y dirigía
desde el 19 de Marzo de 1875; el escudo de la ciudad de
Pamplona, cuyo representante en Cortes era el ilustre
muerto; y el periódico católico pamplonas La Tradición
Navarra, órgano en este antiguo Reino de las ideas políticas que sustentaba el Sr. Nocedal.
Completa el dibujo una graciosa guirnalda de pensamientos, que bellamente entrelaza los detalles del conjunto.
A LA MEMORIA DE D. RAMÓN NOCEDAL
• iMiierte del
Pobre su lecho de dolor sentado,
Tranquilo el corazón, fija la mente
En el misterio del amor ardiente
Del divino Cordero inmaculado;
Por mortales angustias agobiado,
Ajada det sufrir la noble frente,
Del batallar rendido lentamente,
Ya sucumbe de Cristo el fiol soldado:
No de luchar el pecho jadeante
Sucumbe al fin al enemigo artero,
A quien viril batió con fe constante,
Confesando á la faz del mundo entero
A Cristo Rey... mas rinde agonizante
Su espíritu al Señor el gran guerrero
De la cristiana fe, cuando triunfante
Canta la Iglesia de Jesús su Esposo
La aleluya del himno victorioso.
MBNDITAR G-ORRÍA.
DESOLACIÓN
. ;.^
;
''•' ' '.-•*"
(Conclusión)
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' V "" "':I
-' ''• ' 15 de Octubre de 1904.
•';..'-••'
¡Terrible es el Señor en su justicia! Con el mismo rasero que medí soy medida, cumpliéndose en mí la antigua
pena del talión.
Mi hija muere víctima de la tisis, como el hombre generoso y bueno que Dios me destinara y que yo sacrifiqué para unir mi suerte á
algunos millones. ¡Tremendo pero merecido castigo! Así me lo grita á todas horas
una voz que oigo dentro de mí á pesar de mi desesperación y mis protestas.
(Tísica! porque no ha tenido madre que nutriera su
endeble naturaleza con la savia de su cariño. ¡Tísica! porque no le ha prodigado sus exquisitos y asiduos cuidados, desviviéndose por ella á todas horas; porque no veló
sus sueños, adivinó sus gustos ni se anticipó á sus necesidades y á sus deseos. ¡Hija de mis entrañas, arbolillo sin
sombra, el írío del invierno te mata, y no puedo con el
calor de mis besos darte la vida, porque me vedan llegar
á ti! Amor dulcísimo de mis amores, prenda idolatrada de
mi alma, por hacerme asequible la entrada en tu aposento, para verte y asistirte en tu larga y cruel enfermedad,
heme humillado ante tu padre con el ruego y la súplica.
—tSu madre ha muerto; su madre ha muerto», fuó su
respuesta dura, terminante, inexorable.
¡Lágrimas mías despreciadas, acongojadas súplicas desoídas, orgullo de la mujer ferozmente herido y pisoteado,
bien podéis ser el precio de mi expiación!
—Está bien, acabé por decirle, su madre ha muerto,
pero permíteme ser su enfermera, su Hermana de la Caridad: yo te juro sabré guardar el secreto.
—«No puede ser, respondióme; ella lo sabe.*
—¿Que" es lo que sabe, cielo santo? ¡Oh! vergüenza y
horror de mí misma, ¿por qué no acabáis con esta mísera
existencia?
He estado enferma, sí; se creyó era víctima do un ataque cerebral; ¡qué horribles doloreB de cabeza he sufrido!
pero infinitamente más horrible aún es el pensamiento
que me tortura. Los dolores físicos son algo como un narcótico para los dolores morales. Además, los dolores físicos se cansan y dan y admiten tregua con el sueño, con
un calmante, etc. El dolor del espíritu es una barrena que
incesantemente va dislacerando las entrañas.
Mujer que aquel grosero aserto escribiste, joven hermosa y halagada por la suerte, ¡cuan poco sabias del corazón humano, y cómo habrá desmentido repetidas vecea
el tuyo las palabras que tu mano estampara!
Que la pobreza santificada por Cristo, elegida como
dama y señora por aquellos varones más ilustres en virtudes y santidad, amada y seguida por cuantos la perfección practican; y el dolor físico que los santos se proporcionaban en sus penitencias atroces, y vivían felices; que
los mártires apuraban con la sonrisa en los labios, sean
los dos únicos y exclusivos azotes de la humanidad, como
si para ella no existiera más que la vida puramente animal
¡Blasfemia, blasfemia!
8 de Diciembre de 1904.
Me permitió el consuelo de verla y abrazarla muerta.
Consuelo amargo como la hiél, pero que así y todo paladeo con delicia.
Poseí por unos momentos sus restos adorados, y en la
quebrada mirada de sus ojos no pude leer el reproche de
haberle robado la madre por las caprichosas liviandades
de la mujer. Quizás fuó mejor que únicamente así le
abrazara.
No obstante, al arrancar mi corazón del suyo, que ya
no latía, sentí que el mío saltaba en pedazos; por eso estoy enferma del corazón.
El chiquillo consentido y mal criado á quien mandé
callar y castigué en mala hora porque me pedía los legítimos goces del amor honrado, se venga dándome la
muerte. Pobre corazón, que hasta en tu venganza eres
noble! ¿Por qué te amordacé con oro y con
cieno?
Creo durará poco mi enfermedad. La hinchazón de mig
extremidades va subiendo como la marea en los plenilunios. Sufro mucho, pero en mis ataques de sofocación y
en mis síncopes prolongados no siento el amargor de los
pesares y la tortura de los remordimientos.
Dicen los libros ascéticos que la enfermedad es un bien,
y no seré yo quien tal afirmación desmienta. Y ni siquiera tratándose de aquellas almas que han conseguido alcanzar el grado máximo de la unión con Dios, sino aun
para esas otras imperfectas y con raíces bien profundas
en esta vida miserable.
Aun para ésas, repito, ha de tener la enfermedad BUS
dulzuras: rodeadas de la familia amante y amada, fortalecidas con los consuelos de la Religión, la seguridad del
merecer con sus dolores, y la esperanza de un premio infinitamente mayor á sus merecimientos.
Yo estoy sola
¡sola! Ojalá lo estuvieral
Hallóme entre gente mercenaria ó interesada; parientes
lejanos que, ávidos de heredarme, desean mi muerte.
¡Ah! y si no fuera más que eso, se lo perdonaría con
toda mi alma. Pero como cuervos feroces que se ciernen
sobre la presa, no consienten que nadie pueda llegar á
disputársela.
He pedido un sacerdote, y rae dicen.que no es tiempo
aún. He suplicado la asistencia de una Hermana de la
Caridad, y aseguran que no hay ninguna vacante, que
existen muchos enfermos, y que mis parientes se bastan
y sobran para cuidarme.
Temen que pueda dejar mi dinero á los pobres, á la
Iglesia para sufragios por mi alma.
¿Con que no soy ya dueña de lo mío?
Y no siéndolo me impide morir como cristiana que
Boy, aleja do la cabecera de mi cama el sacerdote de Cristo, é impide la visita del Dios de loa que sufren y los que
lloran, á cuya Majestad no le permitirán franquear las
puertas de mi casa.
¡Oh, maldito oro, malditol
Dichoso mil veces el pobre que va á morir al santo
hospital, á la sombra de las virginales tocas de la Hermana,, abrazado al crucifijo que el ministro del Señor le
presenta, el mismo que acaba de ungir sus miembros para la eternidad y le ha dado antes el Pan de Vida en.
81
LA AVALANCHA
Tiático para recorrer su camino. Encomienda por último
á la misma Hermana que le asiste su miserable hatillo
para que sea entregado á la persona de BU cariño ó predilección, quion lo recibirá con lágrimas y rezará una
plegaria á su memoria.
3 de Enero de 1905.
Llevo ya algunas semanas de no poder estar en la cama y algunas noches sin dormir: clavada en el sillón é
hinchada como un odre, sufro muchísimo.
Me han prometido que mañana vendrá un sacerdote,
pero eato me lo prometen cada día para el siguiente.
En todos los rostros descubro la impaciencia, el cansancio y el asco.
Eato, no obstante, toca á sufiny voy á darlo á estas
páginas, que he conservado siempre dentro del libro que
ha ejercido tan fatal y pernicioso influjo en mi vida y en
mi muerte. En él permanecerán: son el corolario del pensamiento que aquél informa.
Y mientras la autora del uno, llevada sin duda por el
deseo de hacer una frase efectista, estampa que no existen otros males que verdaderamente lo sean que la pobreza y el dolor físico, la que ha escrito las otras, al borde
de la eternidad firme y solemnemente declara son los
únicos males de la vida: la desolación del espíritu, ó sea
la enemistad ó el alejamiento de Dios, y la desolación
•del corazón, esto es, no amar ni ser amado.
Así terminaba el manuscrito, el cual calla el nombre
•de la infeliz que trazara sus páginas. Tampoco delataré
yo el de la autora del libro. Dios sabe hasta dónde llega
la responsabilidad de las faltas que otros cometieren por
nuestra causa; sólo añadiré para terminar que este manuscrito viene á ser algo asi á manera de testamento, voz
•que clama desdo el fondo de la eternidad en demanda de
mayor prudencia y afectos más cristianos en aquellos
que para el público escriben; y de mayor cautela y desconfianza en los lectores, para no dejarse llevar por las
corrientes de grosero naturalismo que producen tan lamentable trastorno en la familia y la sociedad, sumiendo
en amarga desolación el corazón y el espíritu.
»
AUROKA LISTA.
BIBLIOGRAFÍA
Sorángel.—La acreditada «Tipografía Católica» de don
Miguel (Jasáis, de Barcelona, ha publicado esta hermosa
obra del ilustre P. Luis Perroy, de la ínclita Compaflía
de Jesús, correctamente traducida al español por D. Emilio Renach. Mejor de lo que podríamos decir nosotros
de este interesante libro, nos parece reproducir el juicio
que le ha merecido al insigne escritor católico D. Félix
•Sarda y Salvany. «El objeto de esta novela—dice el eximio director de la lievista Popular—es ofrecer al lector
el proceso de la acción de la gracia en el alma de un protestante de buena fe, reducido, más que por los argumentos eu favor de la verdadera, por la influencia y ascendiente del buen ejemplo de la piedad católica, personificada en una joven expulsada de su Casa y Comunidad
religiosa por la Revolución, y admitida como institutriz
en el seno de una familia cuyo jefe profesa los errores
del luteranistno. Hay mucho que aprender en esa historia íntima y estudio psicológico del humano corazón, en
sus luchas entre envejecidas preocupaciones y la verdad
católica, que pugna por entrar en él á despecho de éstas
y que logra porfindominarlas y desvanecerlas. La figura angelical de la protagonista hace pensar cuánto puedo
haber de providencial en las dolorosas expulsiones de religiosos y religiosas, que Dios consiente á la ferocidad
brutal de las sectas, y con las que ¿3tas quizá cooperan,
sin pensarlo, á planes y designios divinos de mayor difusión de la verdad en donde era tal vez menos conocida.»
^ Forma esta provechosa y agradable obra, cuya adquisición recomendamos á nuestros lectores, un elegante vo-
lumen de 250 páginas, adornado con bonitas ilustraciones y muy artística cubierta, y se vende eu las principales librerías á 2'50 pesetas en rústica y 4 lujosamente encuadernado.
CURIOSIDAD LITERARIA
LA CARMAÑOLA.
POR
D. RAMÓN NOCEDAL
OMO justo homenaje al ilustre hombre que acaba
de morir, honramos nuestras columnas con el
• siguiente fragmento de la casi desconocida Carmanóla, que prueba las envidiables disposiciones de Nocedal para el arte dramático, y constituye una punzante sátira de las costumbres de cierta
parte de la prensa.
ACTO PRIMERO
(La escena representa la redacción de «-ha Carmañola»)
ESCENA TI
MIGUEL, TOttAS, RAMÓN, ANDRÉS, D. RAFAEL', LUIS
ANDRÉS (entrando).—¿Estorbo?
Luis.—¿Quá ha de estorbar usted? Adelante.
RAMÓN.—Un ángel le trae á usted.
MIGUEL.—Ustea1 traerá noticias frescas.
TOMÁS.—Ayúdenos usted á llenar tres columnaB que
faltan.
ANDRÉS.—Señores... (Aparte: ¡Qué bien recibido soy en
todas partesl) Señor D. Rafael... se espera con ansia eu
discurso de usted; ya están de bote en bote las tribunas.
Luisito... Kauuóu... ToináB...
MIGUEL.—Vamos, vamos, Andrés, dénos usted noticias.
ANDRÉS.—¿Noticias? Ya saben ustedes que ese es mi
fuerte. ¿Cómo las quieren ustedes? ¿De hoy ó de ayer?
¿Ciertas, probables ó falsas?
Luis.—Verdaderas ó falsas, lo mismo da; pero frescas
y bastantes á llenar tres columnas.
ANDRÉS.—(Ap.\ Todo el mundo necesita de mí.) Allá
van: escriban ustedes. «Ha muerto de repente el marqués
de Cainpoyermo.»
/
MIGUEL.—¡Hombre! ¿Lo sabe usted de cierto?
ANDRÉS.—Me pareció oírlo ayer en un corrillo de la
Carrera de San Jerónimo.
MIGUEL.—Su familia está fuera: si no la han preparado y leen...
LuTñ.—[Que se hunda el mundo! El caBo es llenar el
periódico.
ANDRÉS.—«Mañana por la noche contraerán matrimonio la bella y simpática señorita D.tt Luisa Garnal y el
distinguido y elegante joven D. Alfredo Nolma. Acto continuo saldrán los felices esposos con dirección á París,
Londres, Viena, Berlín, Petersburgo, Constantinopla, Florencia, Roma y Ñapóles.»
RAMÓN,—¡Aprieta!
TOMÁS.—¿Qué le importa á España?...
Luis.—Escriba usted, hombre, que faltan tres columnas.
ANDRÉS.—(Ap.: Y á mí me convidan á la boda para
que haga público el suceso.) «El señor D. Agustín Caldemaro ha escrito un libro: con decir que es suyo, dicho se
está que es muy malo.»
D. RAFAEL.—No, Andrés, eso no puede pasar.
ANDRÉS.—Caldemaro es enemigo de ustedes.
D. RAFAEL.—Pero es periodista.
ANDRÉS.—jEs verdad! «El distinguido publicista don
Agustín Caldemaro ha escrito un libro lleno de ciencia y
erudición...» Si quieren ustedes dictaré á los dos á un.
• ü VIl r
82
LA AVALANCHA
tiempo. «Estamos competentemente autorizados para suponer que pasa algo. El ministro de Fomento, con la torpeza que le caracteriza...»
D. RAFAEL.—Andrés, el ministro de Fomento es un
hombre de bien, muestra buenas tendencias....
MIGUEL.—(Ap.; Y tiene colocada en pingües destinos
toda la parentela de nuestro director.)
ANDRÉS.— ESO tiene fácil remedio. «El inteligente y
activo ministro de Fomento...» Vaya usted escribiendo.
«El ministro de la Gobernación...»
D. RAFAEL,—En ése cargue usted la mano cuanto quiera. Es enemigo declarado de los periodistas; y el insulto,
la calumnia, todo es lícito contra el que tiene la audacia
de ponerse enfrente del cuarto poder.
ALONSO.—Dice el regente...
Luis.—Toma y calla.
RAMÓN.—Si vuelves con esa embajada te tiro una silla á la cabeza.
ALONSO.—¿Qué culpa tengo yo?...
D. RAFAEL.—Toma: seis cuartillas, es decir, una columna. Ustedes con la bulla que meten, y este periódico
con sus citas indigestas y sua apretados silogismos, me
han puesto la cabeza como un bombo.
Luis.—Terrible artículo es. [Con qué claridad dice y
prueba que La Carmañola no sabe lo que se pesca!
D. RAFAEL.—Pues ya va servido el articulista. Le llamo apagaluces, servil, tránsfuga de todos los partidos,..
Luis.—Sí; pero sus silogismos...
D. RAPAEL.—A todos contesto diciendo que los silogismos pertenecen al antiguo régimen.
Luis.—El otro hace citas.
D. RAFAEL.— YO también hago citas, hombre. Cito textos de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres, de filósofos antiguos,..
LTIIS.—Y son concluyentes, eh?
D. RAFAEL.—Como que dicen todo lo que yo quiero
que digan. Los autores no han de resucitar para desmentirme.
Luis.—|Pero, señor don Rafaell.'.
D. RAFAEL.—¿Ahora se viene usted con escrúpulos de
monja? Nuestros lectores no han de evacuar las citas, ni
leerán lo que el otro conteste. |Pues hombrel Ni los siete
sabios de Grecia podrían escribir al golpe sobre todas las
cosas de este mundo y del otro, sin permitirse ciertas licencias... En el periodismo lo que importa es demostrar
que el contrario es un tonto ó un pillo. Lo demás no hace efecto.
ALONSO.—Sobra original.
MraiiBTi.—¡Santa palabral
TOMÁS.—[Gracias al diablo!
Luis.—Gané el jornal del día.
D. RAFAEL.—En cambio, aquí tienen ustedes á Andrés, que sin oficio ni beneficio, ni necesidad de emborronar cuartillas, vive como un príncipe y es el niño mimado de todo el mundo.
ANDRÉS.—Mi trabajo me cuesta, señor don Rafael. La
tarea do averiguar noticias y coutarlas es pesadita. Y en
eso, aunque me esté mal decirlo, pienso que no tengo
rival.
D. RAFAEL.—¿Que ha de tener usted? La Correspondencia es niño de teta,..
ANDRÉS.— ¡La Correspondencia! Cuando ella averigua
una noticia ya la han olvidado los que tienen la dicha de
tratarme.—Yo todo lo sé, yo todo lo cuento; y así vivo
feliz y queiido de todo el mundo, desde el primer ministro al último gacetillero, desde el banquero más encopetado hasta el.más humilde mercachifle, no hay en Madrid quien no me diga lo que quiere que se sepa, en la
seguridad de que á mí nada se me pudre en el pecho.
Solicítenme los hombres de importancia para que les
cuente lo que se dice de ellos; las muchachas me buscan
para saber qué adornos están de moda; importúnanme
las jamonas para que les diga en secreto dónde se vende
el mejor colorean y el carmín más disimulado. Los ricos
capitalistas rae sientan á su mesa, porque después me
haga lenguas de sus riquezas; no hay baile ni comedia cabera doude yo no tenga entrada, á condición de publicar
la amabilidad del anñtrión, los trajes de las convidadas
y el lujo de la fiesta; ni se abre fonda ni café decente, ni
se estrena comedia ni se inaugura nada que tenga importancia sin contar conmigo. Los perfumistas me regalan
sus cosméticos más finos, las tiendas de lujo ponen á mi
disposición sus géneros más nuevos y mejores... ¡hasta la
deliciosa Revalenta Arábiga me ha elegido por trompa
de su fama! Por las calles no me dejan andar las gentes,
preguntáudome qué ocurre; cuando entro en el Suizo, la
Iberia ó el Casino, se despueblan mesas y banquetas, y
todos me rodean para saber noticias. En todas partes soy
bien recibido; todo el mundo me agasaja, y me teme todo
el mundo; porque en el modo y la ocasión de dar una
noticia suelo hacer más daño que diez artículos de fondo
y quince discursos parlamentarios, que eB cuanto se puede encarecer. Hablo más que siete, miento más que la
Gaceta, y yo mismo tengo que contradecirme á cada paso; y sin embargo, ¡cosa admirablel todo el mundo me
llama embustero, eso sí; pero todo el mundo rabia y se
afana por saber lo que yo cuento. Estoy seguro de que
si pudiera imprimirse y verderse á dos cuartos por las
calles, tiraría más ejemplares que La Correspondencia.
(Bíense todos.)
REVUELTA
La Peregrinación á Tierra Santa.—Se ha fijado para el sábado, 37 del corriente mes de Abril, la salida del puerto de Barcelona de la cuarta peregrinación
á Tierra Santa y Roma.
El viaje se hará en el magnífico trasatlántico francés
He de France.
A los piadosos peregrinos les deseamos realicen esta
hermosa expedición con toda felicidad.
C o n f e s i o n e s liberales.—El revolucionario Azcá-,
rate ha pronunciado un discurso en el teatro de León.
Azcárate ha asegurado que las reivindicaciones anticlericales de España no tienen parecido con las de Francia. Apenas hay en nuestro país librepensadores, protestantes y ateos: el problema no es igual, por consiguiente.
¡Conformesl Nos alegramos que sea el Sr. Azcárate, y
no un clerical, el que reconozca esa verdad, y nos atreveríamos á suplicarle que se io dijera al oído á Canalejas,
que por lo visto está empeñado en traducirnos del francés todas cuantas reformas jacobinas le son simpáticas.
La juventud católica francesa.—Según noticias de Burdeos, se ha terminado el Congreso Nacional
de la Juventud Católica.
Tan importante asamblea ha cerrado sus tareas con
una comunión general y un banquete.
8e ha dirigido un telegrama de adhesión á Roma en
nombre de los 6U0 miembros del Congreso.
Los Hermanos de San Juan, de Dios.—Estos
heroicos religiosos, dedicados al penosísimo servicio de
los hospitales y manicomios, han sido expulsados de Francia, y algunos de ellos, acogidos con entusiasmo por eí
Gobierno de Alsacia-Lorena (Alemania) y con su consentimiento, han fijado su residencia en Metz, y otros en
Tróveris.
N u e s t r o s muertos.—Confortados con los santos
sacramentos han fallecido en el Colegio de Loyola, tan
cristianamente como habían vivido, los ilustres jesuítas
navarros RR. PP. Balbino Garrastazu y Gregorio Iturria.
Ambos desempeñaron en la Compañía de Jesús cargos
honrosísimos, con el celo que tanto distingue á los Hijos
de San Ignacio de Loyola. Sin espacio para hablar hoy
LA AVALANCHA
-de estos distinguidos paisanos nuestros como merecen,
-esperamos hacerlo en otro número.
Suplicamos á loa lectores de LA AVALANCHA encomienden en sus oraciones á los virtuosos Padres fallecidos.
Descansen en paz.
Sobre u n folleto.—La sagrada Congregación romana del Santo Oficio ha coudenadn el opúsculo del Padre Corbató que lleva por título El Inmaculado San José:
apuntes vindicativos de su concepción purísima: su honor de
Esposo: sus derechos de Fadre: su Primacía restauradora.
Todos los que tengan en su poder ejemplares del men*
cionado libro se hallan en la grave obligación de inutilizarlos.
El P. Corbató, que solicitó también espontáneamente
el fallo de la mencionada Congregación, ee ha sometido
con humildad al mismo.
La princesa de Sajonia.—Esta ilustre dama,
hermana del rey Federico III, pasó en León el día de
San José. Oyó misa en aquella catedral, joya inapreciable del roas puro estilo gótico, y comulgó con ejemplar
recogimiento. Se enteró después de la belleza de la catedral, de la cual hizo grandes elogios.
Más tarde ha visitado á Valladolid y piensa recorrer
toda Espafia para admirar los monumentos del clericalismo.
El reino de Sajonia es una de las monarquías alemanas confederadas. La religión oficial es allí la protestante,
existiendo un gran núcleo de católicos.
La familia reinante es católica, y tan amante de la
ilustración y la cultura, que son frecuentísimos los viajes
que hace por todo el mundo para estudiar sus costumbres y sus monumentos.
83
patrimonio de su culto, y aceptando una situación sin
porvenir, y bien pronto, según todas las probabilidades,
sin panl»
Corporaciones navarras.—En sesión celebrada
el jueves 4 del corriente mes de Abril por la Excma. Diputación foral y provincial de Navarra, á propuesta del
diputado D. Félix Amorena se acordó consignar en acta
el sentimiento que le ha producido la muerte del ilustre
diputado á Cortes por la circunscripción de Pamplona
D. Ramón Nocedal y comunicarlo así á su virtuosa viuda
en expresiva comunicación.
En la sesión que celebró el Excmo. Ayuntamiento de
esta capital el mismo día 4 del actual, presentó el concejal D. Juan San Julián la siguiente moción:
«Excmo, Sr.: El concejal que suscribe ruega al Excelentísimo Ayuntamiento acuerde hacer constar en acta su
profundo sentimiento por la muerte de su representante
en Cortes D. Ramón Necedal, y enviar á su señora viuda
una comunicación dándole el más sentido pésame por
pérdida tan irreparable.
Casa Consistorial, 4 de Abril de 1907.
Juan San Julián.»
La precedente moción fue tomada en consideración y
aprobada por unanimidad.
Aplaudimos como merece el excelente acuerdo de núestras Corporaciones.
P e r i o d i e t a » á Roma.—Bajo la presidencia del señor Arzobispo de Malinas se está organizando la peregrinación anual de los periodistas católicos belgas á Roma,
para depositar á los pies de Su Santidad la colecta hecha,
que asciende á 70.000 francos.
San Miguel de Escelsia en Pamplona.—El
E l m i s t e r i o d e l a F e . —Merece leerse el siguiente
fragmento que publica el excelente periódico de Francia
La Croix:
«El Catolicismo es un enigma para los que viven fuera
de él.
Se atribuye á M. Briand esta exclamación delante de
uno de los miembros de la derecha;
—Yo no conocía la fuerza del Catolicismo.
En estos días hemos publicado, en las correspondencias
•extranjeras de La Croix, testimonios del mismo género
aducidos por protestantes y por judíos.
—Qué espectáculo—exclama el obispo anglicaao de
Birmingham—el de esta Iglesia, renunciando, Bin murmurar y sin agitacióu, á sus bienes, á grandes sumas que
parecen necesarias para llevar su acción á buen fin.
En Holanda, es el Héraut, diario protestante, el que,
con ocasión de la catástrofe del «Berlín», encuentra maravilloso que sólo un sacerdote católico tomara puesto á
bordo de la lancha de salvamento para llevar los auxilios
espirituales á los desgraciados en peligro de muerte sobre
la cubierta del navio.
Y el Journal Hebdumadaire de las familias judías se
junta al diario protestante, para rendir homenaje de corazón al valor de este sacerdote católico, que compara
con la abstención de los rabinos, de los que no Be vio uno
siquiera en el lugar del siniestro.
El mismo Héraut cuenta que los soldados holandeses
en Atjeh hablan con el más profundo entusiasmo y tierno
cariño de un sacerdote católico que comparte sus peligros,
les asegura los auxilios espirituales, cura sus enfermedades, etc.
jCuántas veces hemos oído á los incrédulos en la crisis
actual:
Es incomprensible que cincuenta mil hombres, considerados como funcionarios públicos, hayan hecho lo que
han verificado, á la señal de un viejo que la mayor parte
-de ellos no han visto jamás, abandonando sus bienes y el
lunes último, 8 del actual, siguiendo tradicional costumbre, visitó nuestra capital la milagrosa imagen del glorioso Arcángel San Miguel de Excelsia.
En la función celebrada en su honor en la catedral el
martes, predicó, como siempre, un P. Capuchino, habiendo sido este afio el encargado el Rvdo. P. Fr. Jerónimo
de Iturgoyen. Al día siguiente, miércoles, tuvo lugar en
la parroquia de San Lorenzo la función de Despedida del
Ángel, con sermón que predicó el Dr. D. Justo Goñi. En
ambas solemnidades tomó parte la capilla de música de
la catedral.
Miles de pamploneses y de navarros de los pueblos inmediatos besaron esos tres días en Pamplona la antiquí*
sima efigie que desde la cumbre de Aralar veia por nuestro querido país.
¡Que nunca falte á Navarra su eficaz protecciónl
La persecución en Francia.—Háse celebrado
en el correccional de Nantes el juicio de la causa seguida
contra las religiosas Ursulinas, que justa y fundadamente se negaron á abandonar el convento donde residían.
De laB 27 religiosas procesadas, sólo pudieron comparecer ante el Tribunal 16.
Las restantes se encontraban enfermas.
El Tribunal dictó sentencia condenatoria, imponiendo
á la superiora la multa de 25 francos y de 16 á las demás
religiosas.
Al salir del Tribunal las religiosas fueron objeto de
manifestaciones entusiastas.
Centenares de católicos ofrecieron á las religiosas palmas y flores.
Las religiosas, para evitar estas manifestaciones de afecto, ocuparon los coches que les estaban destinados y se
dirigieron al convento, en cuya puerta se repitieron las
manifestaciones de cariño y de eutusiasmo.
Cuando entraron las religiosas ee oyeron vivas á las
Hermanas y mueras á los sectarios y masones.
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