La industria juguetera.

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Enfoque HISTÓRICO POLÍTICO DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA – COMISIÓN 1° “F”- Prof. Teresa Romero
La industria juguetera entre 1940-1950: De los niños
privilegiados a los únicos privilegiados son los niños. *
-Fragmentopor Daniela Pelegrinelli
En 1946 tiene lugar un hecho inédito: el gobierno peronista establece, como parte de las políticas destinadas
a la infancia, el reparto masivo de juguetes. Los juguetes entran por primera vez en muchos hogares, y la
demanda estatal que se renueva cada año impulsa el desarrollo de la industria.
Este vínculo fundacional entre políticas públicas, infancia y juguetes promovió, como sabemos, a los niños
argentinos a la categoría de privilegiados.
Hacia 1946 la industria juguetera había alcanzado un nivel de desarrollo y estructura productiva importante.
Ése fue el sustrato tecnológico que hizo posible el reparto de juguetes llevado a cabo por el gobierno
peronista, inédito en nuestro país en cuanto a sus alcances. A su vez, y en un movimiento que vuelve sobre sí
mismo, la demanda que se sostuvo desde el Estado fue fundamental para consolidar la industria. La
distribución de millones de juguetes en distintas y numerosas ocasiones pero sobre todo para Navidad y
Reyes, formó parte de las políticas orientadas a mejorar la situación infantil y fue patrocinada
fundamentalmente por Eva Perón.
En un comienzo, antes de la creación de la Fundación de Ayuda Social, las licitaciones para proveerse de los
juguetes se realizaban a través del Ministerio de Finanzas, por intermedio de la Dirección General de
Suministros del Estado, pero luego se realizaron directamente desde la Fundación. El reparto se llevaba a
cabo en su mayor parte a través del Correo Nacional, cuyas oficinas eran utilizadas como sedes, pero las
escuelas, los sindicatos y las comisarías también tuvieron ese rol. Para acceder a los juguetes no había que
provenir, necesariamente, de una familia peronista, bastaba con retirar en la oficina de Correos más próxima
un vale que luego iba a ser canjeado en los lugares destinados a tal fin. En todos los hogares-escuela,
hospitales y guarderías del país se repartían juguetes, incluida desde luego la Ciudad Infantil "Amanda Allen".
La residencia presidencial de Olivos cumplió, eventualmente, esa función (mientras esperaban los niños
solían bañarse en la piscina de las instalaciones) y cada año Eva Perón u otras autoridades realizaban un acto
multitudinario.
A lo largo de ocho años -entre la Navidad de 1947 y Reyes de 1955- en cada período de fiestas navideñas se
repartieron entre dos y dos millones y medio de juguetes, de importancia y calidad disímil: desde pequeños
autitos de madera hasta bicicletas. Cada pieza era identificada mediante una viñeta que llevaba la imagen de
Perón y Eva y la leyenda "Obsequio para nuestros queridos descamisaditos". También había juguetes con
inscripciones de fábrica: "Fundación Eva Perón", "Recuerdo de Eva Perón" o "Perón Cumple".
Las políticas que buscaban facilitar el acceso de los niños a estos artículos no se circunscribieron a los
repartos: a través de la Secretaría de Industria y Comercio el gobierno dispuso que durante las fiestas de fin
de año todas las jugueterías del país ofrecieran para la venta juguetes "económicos". La fabricación y
distribución de esos juguetes fueron organizadas por la CAIJ. Cada fabricante asociado tenía la obligación de
cumplir con un cupo y el total era distribuido entre los comerciantes minoristas quienes debían exponerlos
para su venta en una mesa especial, bien visible, con indicación de calidad y precio. La cantidad de juguetes
económicos disponibles en 1950, por ejemplo, fue de 200.000, y de 320.000 el año siguiente. Hubo también
resoluciones que operaron en el nivel nacional (como la que eliminó el impuesto por artículo suntuario que
pagaban los juegos de sociedad), y que beneficiaron tanto a fabricantes como a distribuidores y minoristas,
de manera que fue posible conseguir mejores precios en la comercialización de los juguetes y facilitar su
compra por parte de quienes tenían menores recursos.
Sin duda estas medidas favorecieron también a la industria juguetera porque abrió nuevos canales de
comercialización y amplió notablemente el segmento de compradores potenciales. De todas maneras,
creemos que el solo hecho de que el Estado fuese el comprador principal implicó de por sí un gran impulso.
Muchos pequeños fabricantes se sostenían casi exclusivamente por ser proveedores del Estado, o se
consolidaron y expandieron gracias a la existencia de esa fuente segura de recursos que se renovaba cada
año. Se podría pensar que al cesar estas facilidades, cuando el gobierno peronista fue derrocado, la industria
juguetera decayó. Sin embargo, después de 1955, más exactamente en los últimos años de la década del
cincuenta, comenzó su período dorado. La aparición de nuevos materiales, como el plástico, que habrían de
revolucionarla; el capital adquirido luego de esos años de trabajo; el aprendizaje logrado a fuerza de tener
que responder a una demanda exigente; pero sobre todo un reconocimiento de los juguetes como parte
indispensable del bienestar infantil y una ya arraigada práctica de comprarlos, fueron los pilares sobre los
que se edificó el segundo período de expansión de la industria juguetera en nuestro país.
En suma, durante el gobierno peronista se estableció una relación inédita entre el Estado, la infancia y los
juguetes. Por un lado se produjo un cambio radical y definitivo con relación a estos últimos: se convirtieron
en una presencia cotidiana en la vida de los niños, instalando de allí en más la idea de que ellos los
necesitaban y tenían derecho a poseerlos. Por el otro, al ser promovido por el mismo gobierno, el regalo hizo
a esos niños destinatarios de un legado político, en tanto iba acompañado de un discurso específico que
llegaba a través de mensajes radiales y de las mismas viñetas. Los niños fueron incluidos, indudable e
inevitablemente, en el proyecto nacional y su gratitud tomó la forma de un deber cívico; fueron llamados a
convertirse en la vanguardia política del futuro -tal como Eva Perón subrayaba en muchos de sus discursos- y
los juguetes representaron ese derecho y ese deber. Las políticas peronistas centradas en los repartos de
juguetes estuvieron sometidas a esta tensión constante entre los beneficios otorgados a una infancia que por
primera vez es interpelada como sujeto político, por tanto, capaz de convertirse en continuadora de un
proyecto nacional, y las prerrogativas provenientes de esos mismos beneficios. La fuerza que los juguetes
regalados tuvieron en la conformación de un imaginario generacional, la indudable presencia de una carga
simbólica de la que era difícil sustraerse más allá del uso que se les diera al jugar, pueden tener algo que
decirnos sobre el trazado que delineó el mapa político del país en las décadas siguientes. Porque... ¿cómo se
olvida a quien fue capaz de comprender el ansia que los inalcanzables juguetes de una vidriera pueden
despertar cuando uno es niño?
(*) Artículo fue publicado en Juguetes, publicación oficial de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, Año 57, N° 257,
de octubre de 2004.
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