Experiencia en grupo de adolescencia

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“Lo grupal en la adolescencia… ¿Espacio de alojamiento?”
Autora: SCHAUBLE, Agustina Daniela
El presente escrito, tiene la intención de narrar una experiencia de trabajo grupal con
adolescentes en una institución pública. Mi participación allí fue en el marco de una
práctica, cuyo objetivo era generar un espacio de reflexión para adolescentes que se
encontraban atravesando por diferentes situaciones problemáticas como adicciones,
violencia familiar y abusos entre otras.
El grupo estaba integrado por aproximadamente 8 adolescentes y lo coordinaban dos
profesionales (una médica y un Psicopedagogo) y quien escribe en calidad de cocoordinadora.
Antes de comenzar a contarles la experiencia, me resulta importante describir lo que para
mi es la adolescencia; considero que se caracteriza por mucho más que cambios
físicos/corporales. Es un momento en la vida del sujeto que está caracterizado por lo
socialmente impuesto (paradigmas vigentes), y por sobre todas las cosas por la
constitución de la propia identidad; identidad propia que va más allá de aquél primer
momento en la constitución de un niño en relación con Otro, esa unión necesaria, sino
que tiene que ver con poder desprenderse de ciertos lazos edípicos para poder construir
algo en torno de la propia autonomía, y paralelamente fundar lazos que posibiliten el
alojamiento del sujeto.
Es importante decir, que en mi posición aun de estudiante me encontré constantemente
poniendo en tela de juicio mi hacer y resultó difícil habilitarme como parte de la
coordinación de ese grupo. Fue un trabajo que implicó permanentemente la revisión de
mis intervenciones, de mí hacer y estar allí. En este sentido, “sólo se puede pensar a
posteriori de lo que se hizo, pasando lo hecho por una lectura teórica, y que recién a partir
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de esto la vivencia se transforma en experiencia”1 (Griselda Knodel, 2011). Respecto de
esto último, es importante aclarar que la revisión de un hacer (en este caso de una
práctica) es durante y después de ella, y que considero que es trascendental que las
reflexiones que surjan de la experiencia sean una vuelta continua entre práctica-teoría y
teoría-práctica, evitando de esta manera valernos de la teoría únicamente como un medio
para “decorar” la práctica una vez finalizada.
Lo rico del trabajo en grupo, es que permite principalmente hacer lazo con otros, permite
correr la mirada del sujeto sobre sí mismo y mirar a los otros como sujetos que pueden
estar en situaciones similares a las que él se encuentra transitando.
El grupo posibilita la invención, el surgimiento de lo nuevo allí donde parece que nada se
tiene, que nada se puede. “Se trata de romper con los únicos sentidos, en el sentido de
desarmar, de interrogarse lo dado para armar otra cosa nueva, es una propuesta en que
este romper sea un anudamiento, en un enlazado diferente”2 (Griselda Knodel, 2011).
Es tarea de los coordinadores, hacer que algo de estos interrogantes aparezcan en el
entramado grupal para que los adolescentes puedan dejar en suspenso lo ya dado y
habilitarse a pensar en otras posibilidades.
La siguiente viñeta clínica, es ejemplificadora de lo anteriormente mencionado:
Adolescente 1: Si a mi me joden, yo voy a reaccionar. El otro día en la escuela unas
chicas me esperaban a la salida y empezaron a decirme cosas y yo las cagué a palos y
no me molestaron más.
Coordinadora: ¿Qué otra cosa podías hacer que no fuera pegarles?
Adolescente 2: Te podes ir.
1
KNODEL, G. (2011). “Coordinación de grupos: talleres de capacitación con orientación psicoanalítica”.
Buenos Aires: Auspiciado por Psyche-Navegante (Cultura-Psicoanálisis-Sociedad).
2
KNODEL, G. (2011). “Coordinación de grupos: talleres de capacitación con orientación psicoanalítica”.
Buenos Aires: Auspiciado por Psyche-Navegante (Cultura-Psicoanálisis-Sociedad).
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Adolescente 1: Pero si salís corriendo quedas como una cagona.
Adolescente 2: Si…, y no te respetarían.
Coordinadora: ¿Y si hablas con algún profesor?
Adolescente 1: Los profesores no hacen nada.
Adolescente 3: Yo me voy…
Adolescente 1: No!! Quedas re mal.
En este fragmento del espacio grupal, se ve como la coordinadora intentaba intervenir
generando interrogantes acerca de lo que para esta adolescente era el único sentido, la
única salida posible. Se trataba de intervenir allí en el anudamiento y que otros sentidos
comiencen a circular.
Freud nos explica en “El malestar en la Cultura”, que el sufrimiento es evitado por los
sujetos de diversas formas. Menciona que los “preventivos del sufrimiento” son variados y
que en general intentan influir en nuestros organismos. Así, manifiesta que algunos de
estos métodos utilizados por los sujetos para no vérselas con la angustia son la
intoxicación (adicciones), el aislamiento voluntario o el romper lazos con la realidad entre
otros. Entonces, el sujeto intenta ser feliz y alejar el sufrimiento. Pero menciona también,
que el arte y la creación son otras posibilidades para lograr la felicidad (aunque nunca
completa), y que aún resulta esto más factible en colaboración con otros: “El hombre
primitivo, después de haber descubierto que estaba literalmente en sus manos mejorar su
destino en la tierra por medio del trabajo, ya no pudo considerar con indiferencia el hecho
de que el prójimo trabajara con él o contra él”3 (Sigmund Freud, 1930).
Es por ello, que considero que los grupos son un lugar privilegiado para hacer lazo con
otros semejantes, para romper con lo dado y crear e inventar, y lo más importante es que
3
FREUD, S. (2005). “El malestar en la cultura”. En “Obras completas, volumen III” (pp 3017-3043). Madrid:
Editorial Biblioteca Nueva. (Versión original 1930).
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surge del entramado con otros. La autora antes mencionada habla de
“bordear lo
insoportable, a eso se refiere con creación, darle un borde soportable a lo insoportable, a
lo siniestro, al malestar en la cultura. No solo nos referimos a obras de arte, sino a hacer
una diferencia entre nada y agujero, darle un borde, un marco (…)”4 (Griselda Knodel,
2011).
En el inicio del escrito, expresé que los adolescentes que constituían el grupo, se
encontraban atravesando diferentes situaciones problemáticas como adicciones o
violencia. El grupo de reflexión permitía que el trabajo conjunto con otros (como dice
Freud) fuera posible y que en este entramado encuentren las formas de que algo diferente
advenga. Entonces, se encuentran en este camino, en el de crear e inventar, buscando la
forma de que el malestar circule y no quede allí parado, solo para ellos, sino que se
mueva, que se genere un entramado que les permita construir algo diferente.
En este punto en el que estamos, debo decir que las producciones en el grupo tomaron
un papel relevante, particularmente para una de estas adolescentes, a la que llamaremos
Florencia. Ingresa al grupo debido a la preocupación que generaba en los adultos que
estaban a su cuidado, las dificultades que tenía para relacionarse con otros de maneras
que no sean violentas. En un principio Florencia no participaba de los diálogos con sus
pares y coordinadores a menos que se le preguntara algo exclusivamente a ella, parecía
que le costaba hacer lazo con los otros adolescentes.
En el transcurso de los encuentros, Florencia cuenta que le gustaba escribir, y que de
hecho tenía algunas poesías realizadas. Esto que señaló, dio pié a la coordinación del
grupo para intervenir allí, dándole un cuaderno y demás accesorios de escritura, para que
contara con lo necesario para producir. Esto tuvo sus resultados, dado que comenzó a
compartir con el resto de sus compañeros los escritos que realizaba, y se generaban
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KNODEL, G. (2011). “Coordinación de grupos: talleres de capacitación con orientación psicoanalítica”.
Buenos Aires. Auspiciado por Psyche-Navegante (Cultura-Psicoanálisis-Sociedad).
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conversaciones entre ellos donde sus pares le preguntaban acerca de lo escrito, lo que
quería decir con alguna frase o párrafo.
Las intervenciones con Florencia debieron ser de las más primarias, entendiendo por
primarias, a esas marcas que suplen algo de aquellas primeras huellas que ofrece la
función materna y que en este caso parecen ser frágiles. Se intentaba generar alguna
marca de alojamiento, de protección, allí donde parecía no haberla.
Esto se dejaba entrever en reiterados comentarios que hacía dentro del grupo, marcando
la ausencia de su mamá. Por ejemplo en un encuentro, una de las adolescentes estaba
manifestando que quería irse de su casa ya que no quería vivir más con su mamá, al no
soportar sus modos de dirigirse hacia ella; expresaba que la maltrataba y que prefería vivir
en una institución pública antes que en su casa. Florencia le respondió “Por lo menos vos
tenés una mamá y una casa”.
Cabe aclarar que Florencia no vive con su familia, vive en una institución, y esto también
tuvo mucho que ver en el trabajo con ella. Nos surgía la urgencia de saber quiénes eran
los adultos responsables a su cargo, si contaba o no con ellos... con quién hablaba
cuando necesitaba algo.
En una oportunidad, la invité a una actividad que se realizaba en la plaza por el día de la
no violencia contra la mujer. Fui a buscarla, firmé su salida y la hora en que iba a
acompañarla nuevamente a su casa. En el camino había unas cuadras muy transitadas, y
en una esquina, Florencia intenta cruzar sin mirar la calle. Venia un vehículo a mucha
velocidad, por lo que pongo mi mano derecha sobre su pecho y le pido que frene, que
puede atropellarla un auto y podría lastimarse. Le explico que debe mirar la calle antes de
cruzar. Se ríe, y me responde que no iba a pasarle nada, ya que ha estado en riesgo
antes y a nadie le importa.
Le contesto que no quisiera que este en riesgo, que yo tenia que cuidarla y que sí me
importaba lo que le pasaba. Luego de esto, debía frenarla en todas las esquinas, ya que
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intentaba cruzar sin mirar, esperando mi reacción.
Me pregunto tiempo después, si esto no era un pedido de cuidado, si no intentaba que
algún otro le demuestre protección e importancia a lo que le pasaba, si necesitaba un
límite pero con afecto, un límite que le demuestre cuidado. En este sentido hablo de
intervenciones primarias, algo que tiene que ver con lo más básico en la constitución
subjetiva de alguien, lo que tiene que ver con las bases, con aquellos significantes
primeros que aporta el gran Otro. Había allí un trabajo muy minucioso y cuidadoso que
hacer.
Respecto de esto, Cristina Quaglia dice que para enfrentar la crisis de la adolescencia
entran en juego inevitablemente los elementos de la historia del sujeto, y que funcionan
colaborando con la construcción de nuevos objetos libidinosos o la cancelación de los
lazos edípicos de la infancia. Pero se pregunta que pasa cuando justamente estos lazos
son deficitarios o se constituyeron a través de afectos hostiles.
Expresa entonces, que “…estos pacientes permanecen por un lado en una gran demanda
de cariño y falta de autonomía, y por otro lado son vengativos, con la actitud de cobrarse
una deuda que no contrajeron”.5 (Quaglia Cristina, 2000).
Puedo quizás apoyarme en esta afirmación, para explicar porque Florencia insistía en
arriesgarse a cruzar la calle sin mirar esperando que le mostrara preocupación por ello, o
porque me preguntaba con insistencia cuando regresaría a visitarla.
Luego de mucho tiempo, pude pensar que algunas de mis intervenciones allí, las que ya
mencioné, fueron de alguna manera inaugurales respecto del Otro, de esas marcas
primarias de las que hablamos más arriba.
Trabajar en grupos tiene la complejidad de poder atender a lo singular dentro de una
trama grupal (a veces esta atención se extiende hacia fuera de los espacios grupales), y
5
QUAGLIA, Tara C. (2000). “La adolescencia y las drogas”. En A. Hartmann “Adolescencia: Una ocasión
para el psicoanálisis” (pp. 129-152). Buenos Aires-Madrid: Editorial Miño y Dávila Editores.
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más complejo es si tenemos en cuenta que es un grupo de adolescentes en situación de
riesgo, al borde, al límite...
En relación al trabajo singular dentro de la trama grupal, Graciela Jasiner se pregunta
como el coordinador de un grupo puede crear las condiciones de posibilidad para la
producción de lo singular anudado en lo colectivo. Se interroga acerca de “… ¿Cómo se
produce lo que ha dado en llamar “trama grupal” y “trazo singular”? ¿Cómo se puede
trabajar en la dirección de promover cambios en cada integrante? ¿Cómo se interviene,
por ejemplo en el imaginario, sin producir masa?”6 (Jasiner Graciela, 2008). Manifiesta,
que hay un primer momento del trabajo grupal donde se debe apuntar a constituir
alojamiento subjetivo y que éste es el tiempo donde la “trama” constituye al grupo, tiempo
de amarre, y de intervenciones de ligadura; pero que también hay un segundo momento,
el momento del “trazo” en tanto trazo singular, donde se debe intervenir generando un
corte y ya no una ligadura como en el primer momento, para posibilitar algo de lo propio
del sujeto allí en esa trama grupal.
Tiene que ver con lo que Freud expresa en El malestar en la Cultura, y que describí al
principio de este escrito: el grupo posibilita el trabajo en conjunto, siempre con otros, la
creación con otros semejantes. Creo que esa es la “magia” que tiene el grupo, y no un
espacio de dos. Es esta posibilidad de escuchar al otro y decir “Algo en lo que decís me
está pasando a mi, ¿Y qué hiciste?...”, y si no hay respuesta para esto ¡Entonces
busquémosla!
Trabajar en grupos implica: escuchar interviniendo, porque mientras haya alguien que
escucha habrá alguien que hable, transferencia mediante: para inventar allí donde no hay
con que simbolizar lo terrible (...) es el desafío de apostar a lo singular en lo grupal, donde
6
JASINER, G. (2008). “Las intervenciones del coordinador”. En “Coordinando grupos: Una lógica para los
pequeños grupos” (pp 169-191). Buenos Aires: Ediciones Lugar Editorial.
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la tarea, como creación con otros, anuda los registros, real, simbólico e imaginario...7
(Knodel Griselda, 2011).
En esta nueva experiencia, aprendí que el trabajo en grupo posibilita otras salidas, otras
formas posibles de construir algo para uno mismo pero haciendo lazos con otros, algo de
lo que habla Freud cuando menciona las maneras de salir del malestar. El trabajo con
otros genera cambios significativos en uno mismo, en uno como sujeto. Cambia en ese
momento de encuentro, de encuentro que implica miradas, abrazos, poner el cuerpo para
que se constituya un límite al goce, a esta pulsión sin límites, se trata de construir un
borde, de sostener al sujeto hasta tanto pueda sostenerse con sus propios recursos, y
ahí, en ese sostener prestar la oreja, estar atentos, cuidar...
Cierro este trabajo con la siguiente frase: “desde esta idea de encuentros saludables,
trabajo es el recorrido pulsional; es ponerle un tope a la furia, a la salvaje excitación que
busca una satisfacción inmediata (la plata fácil y ya, drogarse; matar, matarse); para
convertir eso en satisfacción, con efecto saludable. Es en el trayecto, mientras hago con
los otros, mientras transformo algo con mis manos, con mi cuerpo, con mis ideas, que la
satisfacción se produce y lo lanza al sujeto a seguir viviendo, deseando, trabajando, en
cambio la inmediatez, lo aplasta, lo deja abúlico, lo mata”8 (Knodel Griselda, 2011).
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KNODEL, G. (2011). “Coordinación de grupos: talleres de capacitación con orientación psicoanalítica”.
Buenos Aires. Auspiciado por Psyche-Navegante (Cultura-Psicoanálisis-Sociedad).
8
KNODEL, G. (2011). “Coordinación de grupos: talleres de capacitación con orientación psicoanalítica”.
Buenos Aires. Auspiciado por Psyche-Navegante (Cultura-Psicoanálisis-Sociedad).
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Bibliografía:
FREUD, S. (2005). “El malestar en la cultura”. En “Obras completas, volumen III” (pp
3017-3043). Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. (Versión original 1930).
HARTMANN, A. (2000). “Retazos de historia… (político-social)”. En “Adolescencia: Una
ocasión para el psicoanálisis” (pp. 17-30). Buenos Aires-Madrid: Editorial Miño y Dávila.
JASINER, G. (2008). “Las intervenciones del coordinador”. En “Coordinando grupos: Una
lógica para los pequeños grupos” (pp. 169-191). Buenos Aires: Ediciones Lugar Editorial.
KNODEL, G. (2011). “Coordinación de grupos: talleres de capacitación con orientación
psicoanalítica”. Buenos Aires. Auspiciado por Psyche-Navegante (Cultura-PsicoanálisisSociedad).
QUAGLIA, Tara C. (2000). “La adolescencia y las drogas”. En A. Hartmann “Adolescencia:
Una ocasión para el psicoanálisis” (pp. 129-152). Buenos Aires-Madrid: Editorial Miño y
Dávila Editores.
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