comentario de a una transeúnte

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XCIII
A UNA TRANSEÚNTE
La calle ensordecedora alrededor mío aullaba.
Alta, delgada, enlutada, dolor majestuoso,
Una mujer pasó, con mano fastuosa
Levantando, balanceando el ruedo y el festón;
Ágil y noble, con su pierna de estatua.
Yo, yo bebí, crispado como un extravagante,
En su pupila, cielo lívido donde germina el huracán,
La dulzura que fascina y el placer que mata.
Un rayo... ¡luego la noche! — Fugitiva beldad
Cuya mirada me ha hecho súbitamente renacer,
¿No te veré más que en la eternidad?
Desde ya, ¡lejos de aquí! ¡Demasiado tarde! ¡Jamás, quizá!
Porque ignoro dónde tú huyes, tú no sabes dónde voy,
¡Oh, tú!, a la que yo hubiera amado, ¡oh, tú que lo supiste!
3. Exponga el tema del texto y relaciónelo con el resto de Las flores del mal
El texto es uno de los poemas de “Cuadros parisinos”, la segunda de las secciones de Las flores del
mal, de Charles Baudelaire.
En el poema, nos narra su encuentro con una mujer desconocida en medio de una ciudad que
aparece como un entorno indiferente y hostil. Pese a la fugacidad de ese encuentro, el poeta queda
fascinado por la apariencia de la desconocida, en cuya mirada descubre la promesa de un amor
regenerador. Sin embargo, mientras reflexiona sobre las sensaciones que la bella desconocida ha
despertado en él, la mujer se marcha y desaparece para siempre de su vida. El poeta se lamenta
entonces de la oportunidad perdida, que ya nunca se le volverá a repetir.
El tema del poema es la promesa del amor como superación del spleen. El destino puede deparar
la felicidad en cualquier instante, incluso en un medio tan frío y anónimo como la ciudad.
Aparece aquí el tema principal de la sección “Cuadros parisinos”: la ciudad, el paisaje urbano,
constituido como una “nueva naturaleza” construida por el hombre, con sus características
propias. La ciudad aparece como tema en sí misma y también como marco de las relaciones que se
establecen entre las personas que viven en ella. Desde esa perspectiva, la ciudad se presenta como
ámbito de encuentro: es en una de sus calles donde el poeta se cruza con la desconocida que
despierta en él la pasión y la esperanza del amor; pero también es el ámbito de la incomunicación,
de la prisa y el anonimato que dificultan o impiden las relaciones humanas: la mujer, primero
hallada, es finalmente perdida en la vorágine de la ciudad.
En la sección esta visión de la ciudad se completa con otros rasgos que Baudelaire le atribuye: el
viaje a través de ese paisaje urbano; la absorción anónima en la masa urbana como otra posibilidad
de huida de la realidad, del hastío vital, que al final se revelará tan inútil como las otras; la belleza
que se esconde en la miseria de los personajes y ambientes que retrata: marginados, perdedores,
vagabundos, ancianos, criminales, prostitutas…. en ellos halla Baudelaire un reflejo de su propio
hastío vital y hacia ellos, desechos de una sociedad alienante e inhumana, expresa una especial
ternura; y la noche, los paisajes y personajes nocturnos, especialmente importantes en los últimos
poemas de la sección.
En el poema se refleja también el tema central de Las flores del mal: el spleen, la falta de sentido
de la propia existencia, el monótono paso del tiempo que conduce al hastío vital. Toda la obra se
nos muestra entonces como un compendio de los medios que la imaginación del poeta busca
constantemente para evadirse de esa realidad indeseable: el arte, la poesía, la belleza, el amor, la
creación de paraísos artificiales, especialmente por medio del alcohol, el mal…
Aunque en los primeros poemas de la sección es la poesía el tema que más se repite, en este texto
será el amor el que cobre protagonismo. El poeta se enamora de una transeúnte, una mujer que
pasa brevemente por su lado; por un instante sus miradas se cruzan y en los ojos de la desconocida
encuentra la promesa del amor, de la pasión o de la dulzura. Esa mirada, que no dura más que un
instante -”Un rayo”-, despierta en el poeta la esperanza de una emoción que le permita superar ese
hastío vital que lo domina, que le haga “súbitamente renacer”. Sin embargo, no será así: todo
quedará en el ámbito de lo posible, aunque el poeta sabe que la “hubiera amado”. Tras ese rayo,
“¡luego la noche!”
4. Analice las características formales del fragmento
Se trata de un texto poético o lírico. Baudelaire rechaza la composición de poemas largos, a la
manera romántica o incluso de los primeros decadentistas. Se decanta por la brevedad y la
concisión. Buena parte de la obra está compuesta en sonetos, como es el caso del texto, aunque
también utiliza variedades como el alejandrino, el heptasílabo y el eneasílabo, verso propio de la
versificación francesa antigua.
En cuanto al estilo, la poesía de Baudelaire se fundamenta en el valor simbólico de sus imágenes.
Los elementos que integran sus poemas adquieren nuevos significados en el contexto del poema,
llegando a veces a sugerir varios niveles de significación. Los recursos estilísticos más habituales
son: las metáforas e imágenes; las sinestesias; las antítesis; las hipérboles y las figuras
declamatorias: exclamaciones, interrogaciones retóricas, apóstrofes.
Muchos de estos recursos están presentes en el texto. Destaca en especial el uso de las metáforas,
que emplea en diferentes partes del poema: para describir el ruidoso escenario urbano en que tiene
lugar su encuentro con la bella desconocida (“la calle … aullaba”); para referirse a la mujer, de la
que destaca su “pierna de estatua” y el color azul desvaído de sus ojos (“En su pupila, cielo
lívido…”); y para expresar las sensaciones y emociones que despierta en él ese cruce fugaz de sus
miradas: el ansia con la que el propio poeta busca en los ojos de ella (“bebí”) y la conciencia de la
conmoción que esa mujer podría provocar en su vida (“donde germina el huracán”).
Con otra metáfora describe finalmente la fugacidad del encuentro (“Un rayo…”) y cómo, tras él,
vuelve la oscuridad de su vida cotidiana, sin emociones y dominada por el spleen: “¡luego la
noche!”
Al mismo ámbito de recursos léxico-semánticos pertenece otra de las figuras características del
autor: la sinestesia, de la que en el texto hay varios ejemplos: “calle ensordecedora”, “dolor
majestuoso”,” mano fastuosa”... De gran importancia en el poema son también las antítesis, con
las que señala diferentes aspectos del tema: la fugacidad del encuentro frente a la durabilidad del
spleen: “Un rayo… ¡luego la noche!”; los distintos modos en que el amor puede manifestarse: “la
dulzura que fascina y el placer que mata”; o la vacilación del poeta al ver alejarse, tal vez para
siempre, a la desconocida: “¡Jamás, quizá!” Esta tipología de recursos léxico-semánticos se
completa con el símil: “bebí, como un extravagante…”
Del tipo morfosintáctico aparecen también varios ejemplos en el poema. Así, hay enumeraciones
como “Alta, delgada, enlutada…” o “ágil y noble…” Especialmente interesante es la enumeración
que abre el último terceto, expresión de las dudas del poeta: “Desde ya, ¡lejos de aquí! ¡Demasiado
tarde! ¡Jamás, quizá!” Además, en uno de los casos se observa una doble enumeración que
constituye una correlación: “Levantando, balanceando el ruedo y el festón”. Del mismo modo se
observan en el poema paralelismos. Además del ya citado (“la dulzura que fascina y el placer que
mata”), son de gran valor expresivo los dos que cierran el poema: “Porque ignoro dónde tú huyes,
tú no sabes dónde voy, / ¡Oh, tú!, a la que yo hubiera amado, ¡oh, tú que lo supiste!”
Por último, en muchos de los ejemplos anteriores se ve el uso frecuente de las exclamaciones,
destacando el verso final que constituye un epifonema. Este tipo de figuras declamatorias, que
dramatizan la expresión, se completa con el apóstrofe y la interrogación retórica. En el poema
aparecen ejemplos de ambos recursos: “ignoro dónde tú huyes, tú no sabes dónde voy”, o
“¡Oh,tú”!, en el primer caso; y “¿No te veré más que en la eternidad?”, que es al mismo tiempo
apóstrofe e interrogación retórica.
5. Exprese su valoración personal del texto y relaciónelo con otras manifestaciones artísticas y
temas de actualidad
Comienza Baudelaire situándonos en el escenario de su encuentro con la bella transeúnte, una
calle de la ciudad, que describe a través de un verso rico en procedimientos expresivos: sinestesia y
metáfora, con las que enfatiza el ajetreo permanente de la ciudad con un valor asimismo
hiperbólico y que confiere a la ciudad cierto carácter de ser vivo, por la elección de un verbo cuyo
significado implica un sujeto animado.
Continúa con la descripción de la transeúnte, que Baudelaire lleva a cabo no de forma estática, sino
remarcando el proceso de movimiento: la observa en la distancia, acercándose a él, para cruzarse
un instante y posteriormente alejarse y desaparecer. El primer momento de esa descripción está
determinado por la enumeración de las cualidades que llaman la atención del poeta: físicas (“alta,
delgada”), de su apariencia (“enlutada”) y espirituales o morales (“dolor majestuoso”). Destaca a
continuación un gesto de la mujer: cómo se levanta el traje, probablemente para evitar manchar su
parte inferior con la suciedad de la calle (“levantando, balanceando el ruedo y el festón”). Otra
enumeración enfatiza la belleza y distinción de la mujer (“ágil y noble”). Finalmente, admira
Baudelaire la pierna de la bella desconocida, que puede entrever precisamente por el gesto de
alzarse el vestido (“pierna de estatua”).
En la siguiente parte del poema se describe el momento en que sus miradas se cruzan y las
sensaciones que esto despierta en el alma del poeta. Para acentuar el ansia con que vive ese
instante fugaz, emplea la metáfora “bebí como un extravagante”. El poeta intenta apurar al máximo
ese segundo en que su mirada y la de la mujer coinciden, extraer todas las sensaciones posibles.
Tras una nueva metáfora (“cielo lívido”) que hace alusión al color azul de los ojos de la desconocida,
expresa el poeta la fuerza de las sensaciones y sentimientos que esconde la mirada de la mujer
(“donde germina el huracán”). En esa mirada está encerrada la promesa del amor, ya sea dulce y
fascinador, ya sea una pasión destructora: “la dulzura que fascina y el placer que mata”.
Pero ese instante se acaba y vuelve la realidad: “Un rayo… ¡luego la noche!”. La mujer se aleja,
desaparece de la vida del poeta como una “fugitiva beldad”. Baudelaire se pregunta si toda esa
promesa de amor que le ha hecho “súbitamente renacer” se perderá definitivamente: “¿No te veré
más que en la eternidad?”. Un momento de duda, de vacilación: “¡Jamás, quizá!”, y luego la
respuesta: esa mujer y todo el futuro que la acompaña se han perdido para siempre. El poeta
reconoce la imposibilidad del reencuentro: “Porque ignoro dónde tú huyes, tú no sabes dónde voy”.
Concluye el poema con un último apóstrofe, anafórico además (“¡Oh, tú!”), en el que el poeta
resume la posibilidad perdida de un amor ya imposible (“a la que yo hubiera amado”), así como la
conciencia de ambos (“¡oh, tú que lo supiste!”), Este epifonema enfatiza el lamento por aquello que
pudo ser, aquello de lo que, según el poeta, ambos fueron conscientes por un breve segundo, pero
que dejaron escapar.
Baudelaire es la base de toda la poesía contemporánea: sus temas -especialmente la ciudad-, su
búsqueda de la belleza a través de la palabra, sus teorías estéticas -las correspondencias-, el uso de
la sinestesia... anticipan los movimientos poéticos de fin de siglo y las vanguardias del XX. Cabe
destacar también la concepción unitaria de su obra: Baudelaire entiende su libro como un todo, en
el que se van integrando los diferentes poemas, y no como una simple colección de poemas
independientes. Esta idea será recogida por poetas posteriores, como Mallarmé, Juan Ramón
Jiménez, Luis Cernuda o Jorge Guillén.
La poesía de Baudelaire tiene mucha relación con el movimiento pictórico del impresionismo:
lucha contra las reglas establecidas, nuevas propuestas estéticas, espíritu transgresor... Algunos
pintores impresionistas retrataron Como Baudelaire la vida en la ciudad, incluso los bajos fondos
y las clases populares, como es el caso de Toulouse Lautrec. Lo mismo podría decirse del
impresionismo musical, movimiento también francés encabezado por Debussy. Y ya en la
actualidad, el malditismo cultivado por Baudelaire es repetido por músicos de rock, como Lou
Reed o Frank Zappa.
Al margen de sus influencias y su papel capital en el nacimiento de la poesía moderna, es
innegable la actualidad de muchos de los temas o intenciones de su obra. En primer lugar,
centrándonos en la sección propuesta, “Cuadros parisinos”, Baudelaire es el primer autor que
concibe la ciudad -y la gente que vive en ella- como un objeto artístico. La ciudad es el marco de
actuación de él mismo y de las personas que en ella vive; a la ciudad extiende el valor regenerador
de la poesía, en poemas como “El sol”; la ciudad es descrita como objeto poético en poemas como
“Crepúsculo vespertino” o “Crepúsculo matutino”; y es la ciudad la naturaleza exterior que
encuentra cuando abre su ventana, y que se contrapone al mundo interior, imaginado e ideal que
es la otra fuente de su poesía, tal como expresa en “Paisaje”, el poema que abre la sección.
Por otra parte, esta obra se fundamenta en una intención moral, tal vez más evidente en otras
secciones pero presente también en “Cuadros parisinos”: la moralidad del arte. ¿Debe el arte
sostenerse sobre valores morales? Más aún: ¿puede el arte no ser moral? ¿Puede haber arte
ideológica o moralmente perverso? ¿Puede ser la expresión del mal, de los vicios o los pecados
fuente de belleza? En varios de los poemas de la sección defiende Baudelaire la belleza de lo
miserable, enfermos, ancianos, prostitutas o delincuentes desfilan en el paisaje urbano sin que el
autor manifieste hacia ellos desprecio o rechazo. Al contrario. Esta predilección de Baudelaire por
lo más bajo de la sociedad –que llega a límites más extremos en “Flores del mal” o “Rebelión”-, ¿es
sólo resultado de una afán escandalizador? ¿O más bien obedece a una sincera compasión e
incluso identificación con esos representantes de lo socialmente inferior o reprobable?
Otro aspecto de Baudelaire que no ha perdido vigencia es su tendencia a la automarginación, a la
autodestrucción. Ya en el poema se alude a ese spleen que dominó su vida y determinó su obra, y
a la esperanza de la regeneración a través del amor. Tema tras tema, el mundo ideal, de raíz
platónica pero también estrictamente vital, se va revelando cada vez más lejano e inalcanzable: el
mismo amor, la poesía, la belleza, el arte, el mal… Tal vez la muerte sea la única solución real, la
puerta a ese “gran viaje” a una realidad diferente y mejor. Mientras, la amargura vital, el
reconocimiento de la imposibilidad de alcanzar el ideal, unidas a ciertos aspectos de su tomentosa
biografía, empujaron a Baudelaire a actitudes autodestructivas a las que no fue ajena su
preferencia por los “paraísos artificiales”. Este proceso de autodestrucción tal vez sea
especialmente evidente en personalidades artísticas, dotadas quizá de una sensibilidad especial.
Han sido muchos los “genios” cuya vida es ejemplo de permanente conflicto y que han llegado
incluso al suicidio: actores, músicos, pintores… hasta llegar a ejemplos actuales como Kurt Cobain,
Heath Ledger o, muy recientemente, Robin Williams. Sin llegar a esos extremos, ese conflicto
interior de los artistas es el tema de una de las películas más interesantes del año: Birdman.
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