Algunos principios del Che Guevara

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Algunos principios del Che Guevara ejemplificados:
AMOR
Si como hijo, sobrino o nieto Ernesto
había dado pruebas del amor que
sintió por sus familiares, como padre
evidenció su sensibilidad y ternura,
algo que puede aquilatarse en las
cartas que les escribiera.
En febrero de 1965, durante su gira
por África, le dice en breve pero
emotiva carta a su hija mayor:
"Cuando recibas estas notas, estaré en algún país africano y tú habrás
cumplido tus nueve años. Te mando este regalito para que lo lleves de
recuerdo, no sé si te cabrá o te quedará grande, pero en alguno de los cinco
deditos puede ir.
Tengo muchas ganas de verte. Ya llevo dos meses fuera y todo estará un
poquito cambiado.
A ver si este año eres alumna ejemplar para hacerme quedar bien, igual que a
tu mamá."
"Viejita, recibe un beso grandote y un abrazo muy fuerte de tu papá, que te
quiere.
Saludos a todos por allí".
Un año después, en una última carta a su primogénita en ocasión también de
su cumpleaños, el Che expresaría:
"Hildita querida:
Hoy te escribo, aunque la carta te llegará bastante después; pero quiero que
sepas que me acuerdo de ti y espero que estés pasando tu cumpleaños muy
feliz. Ya eres casi una mujer, y no se te puede escribir como a los niños,
contándoles boberías o mentiritas.
Has de saber que sigo lejos y que estaré mucho tiempo alejado de ti, haciendo
lo que pueda para luchar contra nuestros enemigos."
"No es que sea gran cosa pero algo hago, y creo que podrás estar siempre
orgullosa de tu padre, como yo lo estoy de ti…"
En esta carta, como buen padre, el Che le da consejos a su hija:
"Acuérdate que todavía faltan muchos años de lucha, y aún cuando seas una
mujer tendrás que hacer tu parte en la lucha.
Mientras, hay que prepararse, ser muy revolucionaria, que a tu edad quiere
decir aprender mucho, lo más posible, y estar siempre lista a apoyar las causas
justas. Además, obedece a tu mamá y no creerte de todo antes de tiempo".
También el Che le recuerda que debe atender a sus hermanos menores:
"No te olvides de dar una vuelta por la casa para vigilar a los otros críos y
aconsejarles que estudien y se porten bien. Sobre todo Aleidita, que te hace
mucho caso como hermana mayor…"
En carta de despedida a sus hijos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto, les
dice:
"Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre Uds.
Casi no se acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada.
Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro ha sido leal a
sus convicciones."
"Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la
técnica que permite dominar la naturaleza.
Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros,
solo, no vale nada.
Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier
injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la
cualidad más linda de un revolucionario.
Hasta siempre hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un abrazo de:
Papá"
Cuando viajó al Congo, Aleidita tenía alrededor de cinco años, Camilo tres;
Celia estaba próxima a cumplir dos años y Ernesto tenía tan sólo varios meses
de nacido. A ellos les envió la siguiente carta:
"Mis queridos Aliusha, Camilo, Celita y Tatico:
Les escribo desde muy lejos y muy aprisa, de modo que no les voy a poder
contar nuevas aventuras. Es una lástima porque están interesantes y Pepe el
Caimán me ha presentado muchos amigos. Otra vez lo haré.
Ahora quería decirles que los quiero mucho y los recuerdo siempre, junto con
mamá, aunque, a los más chiquitos casi los conozco por fotografías porque
eran muy pequeños cuando me fui. Pronto yo me voy a sacar una foto para que
me conozcan como estoy ahora; un poco más viejo y feo.
Esta carta va a llegar cuando Aliusha cumpla seis años, así que servirá para
felicitarla y desearle que los cumpla muy feliz."
"Aliusha, debes ser bastante estudiosa y ayudar a tu mamá en todo lo que
puedas. Acuérdate que eres la mayor .Tú, Camilo, debes decir menos malas
palabras, que en la escuela no se pueden decirlas y hay que acostumbrarse a
usarlas donde se pueda. Celita, ayuda siempre a tu abuelita en las tareas de la
casa y sigue siendo tan simpática como cuando nos despedimos ¿te
acuerdas?. A que no. Tatico, tú crece y hazte hombre que después veremos
qué se hace. Si hay imperialismo todavía, salimos a pelearlo, si eso se acaba,
tú, Camilo y yo podemos irnos de vacaciones a la luna.
Denle un beso de parte mía a los abuelos, a Myriam y su cría, a Estela y
Carmita y reciban un beso del tamaño de un elefante, de Papá."
"A Hildita, otro beso del tamaño de un elefante y díganle que le escribiré pronto,
ahora no me queda tiempo.
Papá".
El cariño del Che por sus hijos, padres y demás familiares aparece también en
su diario de campaña en Bolivia, donde con una simple frase o con sus
nombres recogió los aniversarios del natalicio de sus seres queridos.
"Cuando al final de todas las jornadas
ya no tenga un futuro hecho camino,
vendré a reverdecerme en tu mirada
ese riente jirón de mi destino.
Me iré por caminos más largos que el recuerdo,
eslabonando adioses en el fluir del tiempo".
El otro poema dice:
"De pie el recuerdo caído en el camino,
cansado de seguirme sin historia,
olvidado en un árbol del camino.
MODESTIA
Tanto durante la guerra revolucionaria como después del triunfo de la
Revolución -no obstante el prestigio y autoridad que tenía- el Che actuó de la
forma más sencilla posible y se comportó así hasta en instantes
particularmente anónimos, sólo del conocimiento de sus más allegados.
Che no luchó para recibir honores, ni admitió privilegios. Solía comportarse
como uno más en la sociedad, aunque por supuesto su presencia despertase o
llamase la atención.
Leonardo Tamayo, quien combatió junto al Che durante la lucha revolucionaria
en Cuba y después fuera jefe de su escolta, narró como reaccionaba ante
hechos aparentemente intrascendentes.
"Siempre iba a autocines; él, la mujer, los muchachos y nosotros los escoltas.
En varias oportunidades los taquilleros no le querían cobrar la entrada. Él les
respondía que era un usuario más y había que cobrarle como a otro cualquiera:
esto es propiedad del pueblo, y no en particular de nadie, por tanto, yo tengo
que pagar mi entrada igual que los demás ciudadanos de este país".
También diversos trabajadores han
testimoniado cómo el Che solía relacionarse
con ellos durante las numerosas visitas que
efectuara a fábricas y talleres y también
cuando realizaba jornadas de trabajo
voluntario.
El minero Pablo Hernández Padrón, quien
trabajó en Minas de Matahambre en la
provincia de Pinar del Río, recordó la visita
del Che a este lugar.
"Llegó sorpresivamente. Yo estaba
perforando desde hacía cuatro horas cuando
sentí que me llamaban por la espalda. A la luz
de la linterna no podía distinguir quién era,
sólo vi un grupo de hombres. Uno de ellos se
adelantó con la mano extendida, mientras
otro me decía: Pablo, es el Che que ha venido a visitarnos."
Yo no lo podía creer; el Che, a casi dos kilómetros bajo tierra, me ofrecía la
mano.
No comandante, la tengo sucia, le dije, y su respuesta fue aún más
impresionante. No importa chico, esa son las manos que a mí me gusta
estrechar, las de los obreros.
Me dio un abrazo sin mirar que yo estaba lleno de mineral de pies a cabeza.
Luego hizo infinidad de preguntas, lo que estaba haciendo, sobre el horario, si
me cansaba mucho, años que llevaba como minero, por mi familia.
Finalmente miró para el taladro eléctrico que usamos para picar la roca y
preguntó si pesaba. Lo tomó en sus brazos y perforo por espacio de unos
cuantos minutos…
En carta dirigida al director del periódico Revolución, contesta con firmeza a las
injurias que había publicado contra él un periodista en la revista Carteles.
En la sección de dicha revista titulada "Tras la Noticia ", se había publicado una
nota con el título, aparentemente ingenuo: "El Comandante Guevara fijó su
residencia en Tarará."
"Le aclaro a los lectores de Revolución que estoy enfermo, que mi enfermedad
no la contraje en garitos ni trasnochando en cabarets, sino trabajando más de
lo que mi organismo podía resistir para la Revolución.
Los médicos me recomendaron una casa en un lugar apartado de las diarias
visitas y Recuperación de Bienes me prestó ésta que habitaré en la referida
playa hasta que los colegas que me atienden me den el alta; debí ocupar una
casa de personeros del antiguo régimen porque mi sueldo de $125.00 como
oficial del Ejército Rebelde no me permite alquilar una con suficiente amplitud
para albergar a la gente que me acompaña."
La Universidad Central de Las Villas le concede el título de Doctor Honoris
Causa de la Facultad de Pedagogía. Al hablar en la solemne actividad, el Che
expresa que sólo aceptaba dicho título por considerar que éste constituía un
homenaje a nuestro ejército del pueblo.
"No podría aceptarlo a título individual por la sencilla razón de que todo lo que
no tenga un contenido que se adapte solamente a lo que quiere decir, no tiene
valor en la Cuba nueva; y cómo podría aceptar yo personalmente, a título de
Ernesto Guevara, el grado de Doctor Honoris Causa de la Facultad de
Pedagogía, si toda la pedagogía que he ejercido ha sido pedagogía de los
campamentos guerreros, de las malas palabras, del ejemplo feroz, y creo que
eso no se puede convertir de ninguna manera en una toga; por eso sigo con mi
uniforme del Ejército Rebelde aunque puedo venir a sentarme aquí, a nombre y
representación de nuestro ejército, dentro del claustro de Profesores. Pero al
aceptar esta designación, que es un honor para todos nosotros, quería también
venir a dar nuestro homenaje, nuestro mensaje de ejército de pueblo y de
ejército victorioso."
En carta dirigida al amigo mexicano José Tiquet, el Che le señala que sólo
cuenta con los modestos ingresos correspondientes a su sueldo como
Comandante del Ejército Rebelde, por lo que le resulta imposible poder
costearle su viaje a Cuba.
"Mis ingresos se limitan a mi sueldo como Comandante del Ejército Rebelde, el
que de acuerdo con la política de austeridad de nuestro Gobierno
Revolucionario, es solamente el necesario para proporcionarnos un nivel de
vida decoroso..."
En una breve carta dirigida a Haydée Santamaría , directora de Casa de las
Américas, Che le comunica que ponía a disposición de esa institución el dinero
que le pagaba como derecho de autor por la edición del libro "Pasajes de la
Guerra Revolucionaria", que recogía sus vivencias durante la lucha
revolucionaria.
"Le di instrucciones a la Unión de Escritores que pusieran ese dinero a
disposición de ustedes, como una medida de transacción para no entrar en una
lucha de principios que tiene alcances más vastos, por una bobería.
Lo único importante, es que no puedo aceptar un centavo del libro que no hace
más que narrar las peripecias de la guerra. Dispón del dinero como te parezca."
SOLIDARIDAD E INTERNACIONALISMO
Aunque su anhelo de poner su vida al
servicio de la lucha revolucionaria de
los pueblos -como reflejo de sus
principios internacionalistas-- se
concreta inicialmente en Cuba a partir
de diciembre de 1956, en realidad
Ernesto Guevara de la Serna desde
mucho antes había dado muestras de
sentimientos solidarios.
Siendo niño solía prestarle mucha
atención a lo que en su casa se
comentaba sobre la Guerra Civil de la
República española en la década del
30. En sus juegos infantiles reproducía
con sus amigos las acciones
acaecidas en España.
Cuba fue el escenario donde emerge
la figura del Che como relevante
guerrero, alguien capaz de arriesgar la
vida en defensa de los ideales de una
tierra ajena de la que había nacido, aunque él también la hiciera suya.
Incluso desde que se unió al grupo de revolucionarios cubanos en México, que
se preparaban desde 1955 para reanudar la lucha, el Che le expuso a Fidel su
deseo de que una vez alcanzada la victoria en Cuba se le permitiese marchar a
otro sitio para continuar dando su contribución al desarrollo de la lucha en otras
partes del mundo.
Comprometido con el desarrollo y defensa de la Revolución, el Che
permanecerá en Cuba durante varios años, pero consecuente con su vocación
internacionalista no dejó de anhelar el poder contribuir de manera directa a la
lucha de otros pueblos, y de manera muy especial, a los pueblos de Nuestra
América, incluido su país natal.
En correspondencia con ello, se relacionó y ayudó a diversos revolucionarios
que consideraban la lucha armada como una vía para llevar adelante la
emancipación de sus respectivos países.
Con antelación, había realizado una gira por países de África y en febrero de
1965, en un discurso en el Segundo Seminario de Solidaridad Afroasiática,
celebrado en Argelia, dejó constancia de la trascendencia que le atribuía al
internacionalismo y al alcance de la lucha revolucionaria a escala mundial:
"No hay fronteras en esta lucha a muerte, no podemos permanecer indiferentes
frente a lo que ocurre en cualquier parte del mundo, una victoria de cualquier
país sobre el imperialismo es una victoria nuestra, así como la derrota de una
nación cualquiera es una derrota para todos. El ejercicio del internacionalismo
proletario es no sólo un deber de los pueblos que luchan por asegurar un futuro
mejor; además, es una necesidad insoslayable".
La verdadera relevancia de Ernesto Che Guevara no está determinada tan sólo
por su participación en la lucha de liberación nacional o su labor como dirigente
de la Revolución cubana, sino de manera esencial por su modo de actuar en la
vida cotidiana y por la forma en que se relacionó con el pueblo.
Su sencillez, espíritu de sacrificio, austeridad, sus conceptos sobre la justicia, la
libertad y la dignidad y su entrega total a la Revolución, hicieron de su figura un
símbolo para el pueblo cubano, alguien capaz de movilizar con la fuerza de su
ejemplo.
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