La presencia del diablo en la literatura caballeresca española

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La presencia del diablo en la literatura
caballeresca española
Mónica Nasif
Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González”
A
través de la historia de la humanidad, el diablo se ha manifestado en
diversas circunstancias para tentar al hombre prometiéndole la omnipotencia de Dios. Si bien la finalidad siempre ha sido la misma: el poder, la
metodología variopinta de la que se ha valido es la que otorga los matices
a la hora de desarrollar nuestra investigación.
Curiosamente, mientras el término diablo tiene en su etimología una
carga absolutamente negativa, pues proviene del griego diabolos que significa “detractor, calumniador”, su sinónimo actual, demonio, no tuvo, en
principio, la misma connotación; ya que en los comienzos el daemon no
se diferenciaba de la divinidad, como consta en la Ilíada (17, 98-101); con
el paso del tiempo este espíritu fue evolucionando hacia un estadio que lo
convirtió en un ser intermedio entre Dios y el hombre, avanzando lentamente hacia su desdivinización y su identificación con la ars magica, más
precisamente con la magia negra.
En el Antiguo Testamento antes del destierro, aproximadamente en el
año 520 a.C., el diablo fue considerado como “hijo de Dios” (Job, 1, 6; 2,
1); a partir de las Crónicas adopta las características de un ser asociado al
pecado (1 Crónicas, 21, 1). Su presencia reptante en el Paraíso define su
intromisión en la creación divina y definitivamente lo asocia con la idea
del Mal y la desobediencia (Génesis, 3, 1 y sigs.). Por otra parte, el diablo
aparece vinculado con otro partícipe del pecado original, la mujer. De esta
manera la tríada mujer-diablo-pecado perdurará durante muchos años en el
imaginario colectivo de sucesivas épocas; dicha pareja será la protagonista
de varios relatos medievales en los que el diablo otorga algún bien deseado,
como en La historia de Roberto el Diablo o este se le aparecerá en forma de
íncubo para seducirla, como en la Historia de Merlín. La presencia diabólica mantiene un constante diálogo con los límites humanos que finalmente
destruye a su favor, dejando a la mujer absolutamente desamparada e indefensa frente a la insistencia convincente del enemigo. Condenada por su
condición femenina y frágil, la Iglesia la asociará inevitablemente al diablo
transformándola a ella en bruja.
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
En otro orden de cosas, el cristianismo ha intentado por todos los medios
acabar con el paganismo, ya sea asimilándolo o destruyéndolo.1 La cultura
popular fue un reservorio de prácticas paganas que la Iglesia trató de acallar
con variados mecanismos de aculturación, uno de ellos fue la satanización;
tal como se desarrolló desde San Agustín en adelante. El demonio tuvo una
importancia relevante en toda la teología medieval.
En las novelas de caballerías españolas, la presencia del diablo está relacionada con la idolatría y la magia; es decir, con el paganismo y el servicio
al diablo. Ambos tienen como fin la obtención de poder desmedido.
Amadís de Gaula, primera novela autóctona de caballerías castellana, de
1508, contiene en su tercer libro la aventura del Endriago, monstruo híbrido
a quien Amadís, el Caballero de la Verde Espada, deberá enfrentar en la
Ínsola del Diablo. El mencionado engendro es el fruto del amor incestuoso
entre padre e hija, Bandaguido y Bandaguida, ambos pertenecientes a la
raza de gigantes; varios motivos del folklore universal se presentan en este
relato, como el de la giganta buena y benefactora, la madre de Bandaguida
y el gigante malvado, para nombrar solo algunos. El pecado de incesto2 va
unido al de matricidio, pues la muchacha asesina a su progenitora para tener
mayor libertad de acción, debido a que “seyendo el gigante avisado de sus
falsos ídolos, en quien él adorava, que si con su fija casasse, sería engendrado
una tal cosa en ella la más brava y fuerte que en el mundo se podría fallar”
(Amadís, III, 73, 1131-1132).
El pecado tiene su correlación con lo monstruoso, pues es la condenación debido al caos ocasionado en la creación; por otro lado a causa de la
falta producida por padre e hija provoca que “en él [Endriago] entrasse el
enemigo malo, que mucho en su fuerça y crueza acreçienta” (Amadís, III,
73, 1134). Según la concepción teológica, todo lo que ocurre en el cosmos
es resultado de la voluntad de Dios con la sola excepción de los actos morales llevados a cabo en libertad, la voluntad está sujeta al libre albedrío que
puede interrumpir o ignorar el movimiento natural de dicha voluntad hacia
Dios. El pecado es la opción consciente y libre hacia el mal. El gigante y su
hija actuaron de acuerdo a su libre albedrío, no hubo azar ni destino, por lo
tanto dieron con su conducta entrada al “enemigo malo”.
La historia del Endriago tiene en la Bestia Ladradora a su antecedente
más próximo, este ser monstruoso pertenece a la tradición artúrica, y es el
1
Ver Schmitt (1992: 30): “Se pueden distinguir, pues, dos etapas en la acción de la Iglesia, según
una cronología relativa que evidentemente no es la misma en todas las religiones, y también dos
tipos de documentos para el historiador, [...]: la hagiografía, que debe tomarse como un discurso
mítico sobre los orígenes de la civilización y de la fe cristianas; y la pastoral, la lucha día a día de los
clérigos contra las “supersticiones”. Sin embargo, estas dos etapas no se dejan separar fácilmente.”
2
Para ver el motivo del incesto en relación con el episodio del Endriago ver Gracia (1991: 73-80).
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resultado de la unión entre una sabia dedicada a la nigromancia y el diablo.
Es así que ella da a luz a un ser monstruoso de cuyo vientre se podían oír
constantes ladridos (El baladro del sabio Merlín, 20, 199-20). El combate
del Endriago y Amadís tiene ribetes de hagiografía, pues el caballero cruzado, entregado a la defensa de su religión se enfrentará a aquello por lo
que la Iglesia ha combatido durante siglos: la idolatría y, en consecuencia, el
pecado; el sorprendido sobrino del emperador de Constantinopla, Gastiles,
afirma: “cosa es ésta de gran milagro, que yo nunca oí dezir que persona
mortal con el diablo se combatiesse, si no fuesse aquellos santos con sus
armas spirituales […] Y pues tal hombre como éste es venido en vuestra
tierra con gran desseo de os servir, sin razón sería no le hazer mucha honra”
(Amadís de Gaula, III, 74, 1154).
En reiteradas ocasiones, durante el combate, el Endriago es nombrado
como “el diablo”, se produce la identificación sin mediar ninguna comparación; con el triunfo de Amadís y prácticamente muerta la bestia: “antes
qu’el alma le saliesse, salió por la boca el diablo, y fue por el aire con muy
gran tronido” (Amadís de Gaula, III, 73, 1144). La posesión demoníaca que
se había producido con el pecado, solo acaba con la muerte del monstruo.
La historia del Endriago, como aquella de la Bestia Ladradora, está atravesada por la presencia del demonio, en tanto y en cuanto, dicha presencia es
aceptada por el ejercicio del libre albedrío, de la voluntad humana al inclinar
su elección hacia lo moralmente reprobable, entendiendo que la moral y la
religión estaban íntimamente ligadas.
Uno de los motivos recurrentes en la literatura patrística es, sin duda,
el pacto demoníaco, prefigurado por Agustín de Hipona en su teoría de los
signos y establecido definitivamente por Tomás de Aquino. La magia está
fuertemente vinculada al demonio, prácticamente no existen posibilidades
concretas de que cualquier acto de esta índole pueda ser “bien considerado”.
La historia de Artimaga, personaje de la novela El Cavallero del Febo
de 1555, presenta a una joven que tiene tratos con el diablo:
Porque desde que huvo quinze años hasta que murió, que fueron más de
treinta años, nunca creyó en otro dios ni adoró en otro sino al demonio, y no
se passava día que el demonio no le aparecía en figura humana de hombre,
y hablava y conversava con ella como si fuera su marido. Y ella postrada
por tierra lo adorava dos vezes cada día (El Cavallero del Febo, III, 14, 149).
Sin embargo, también se dice que los padres de Artimaga fueron “muy
malos y perversos”, nuevamente se hace referencia a la maldad de los padres
vinculada, esta vez implícitamente, con la aparición del diablo. Por otro
lado, el trato con el demonio trae como consecuencia que la joven adquiera
conocimientos sobre magia: “Y de la mucha familiaridad y conversación
que tenía con el demonio, vino a ser tan sabia en el arte mágica que no uvo
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
sabio en aquel tiempo que se le igualasse, y hazía muchos encantamientos,
por donde todos los de la ínsula le tenían grandíssimo temor” (El Cavallero
del Febo, III, 14, 149).
En el noroeste de la península se originó una campaña para combatir
la brujería entre los años 1527 y 1595, curiosamente el autor de la novela
mencionada es Ortuñez de Calahorra, oriundo de Logroño, ciudad próxima
a Navarra; probablemente se haya inspirado en estas noticias u otras que
estaban en la atmósfera de la época. La sorguiña, la bruja, era un personaje
popular entre los vascos; se le adjudicaba toda clase de actividades mágicas, además del culto al demonio. Como puede observarse, Artimaga pudo
haber sido producto de las frecuentes noticias sobre brujas que existían en
la zona vasca.
La joven, no conforme con el trato con el diablo, va más lejos en sus
propósitos y concibe la posibilidad de tener un hijo con su “amigo” y es así
que el deseo de la muchacha será cumplido:
Y el engañoso demonio, como astuto y enemigo de la generación humana,
desseando ya dar fin a la mala y triste vida de aquella malaventurada muger,
para más presto tener ganada su ánima, pensando una grañidísima maldad,
le dixo que no avía querido él hasta entonces consentir que ella tuviesse generación alguna, porque siendo ella tan amiga suya no quería que concibiesse
de hombre humano, sino dél, y él quería dormir con ella; que tuviesse por
muy cierto que el hijo que naciesse della sería el más fuerte que se hallaría
en el mundo (El Cavallero del Febo, III, 14, 150).
El autor da un paso más en lo que respecta a la concepción de la bestia
en relación con el Endriago, pues es el mismo diablo el que intervendrá en
dicho acto; por otro lado se establece otra cuestión y es aquella que refiere a
la posibilidad del demonio de engendrar; la escolástica lo negaba, el demonio sólo seducía a las mujeres para humillarlas; sin embargo, por su poder
podía manipular la naturaleza y causar los efectos de la relación sexual
(Daxelmüller, 1997, 102); el Malleus Maleficarum, manual sobre las brujas
y los demonios de 1486, afirma que estos pueden engendrar como íncubos
o súcubos en las mujeres u hombres que así lo permitieran:
Es verdad que procrear a un hombre es el acto de un cuerpo vivo. Pero
cuando se dice que los demonios no pueden dar vida porque ésta fluye
formalmente del alma, es cierto; pero en términos materiales, la vida nace
del semen, y el demonio incubo, con permiso de Dios, puede lograrlo por
medio del coito. Y el semen no brota tanto de él, ya que es el de otro hombre
recibido por él para tal fin […]. Pues el demonio es el súcubo del hombre,
y se convierte en íncubo de una mujer. Asimismo, absorben las simientes
de otras cosas para engendrar distintas cosas (Malleus Maleficarum, I, 34).
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El hecho es que el diablo tendrá relaciones con Artimaga tomando la
apariencia de un fauno:
y de lo más alto y fragoso del monte Atlas sacó un animal llamado fauno,
el más monstruoso de todos los animales; porque de natura humana de
hombres, de razón por abominaciones de los padres, que hazían con bestias fieras, vino a corromperse la naturaleza y a engendrar aquel animal tan
monstruoso (El Cavallero del Febo, III, 151).
El Malleus refiere en sus páginas la asociación de los sátiros o faunos
con lo demoníaco: “los sátiros son criaturas salvajes y velludas de los bosques, que representan cierto tipo de demonios llamados íncubos” (Malleus
Maleficarum, 33). Por otra parte, la descripción del animal semeja bastante
a cierta apariencia diabólica: “toda la cabeça tenía en figura de hombre, con
la barba larga de un vello muy áspero y espesso, salvo que la cabeça era
muy grande. Y en medio de la frente le salía un cuerno tan largo y gruesso
como un braço” (El Cavallero del Febo, III, 14, 152).
Finalmente, Artimaga y el fauno tienen su encuentro en el bosque y de
la relación nace el monstruo: el Endemoniado Fauno, bestia semejante a su
padre, “tiene una legión de demonios en el cuerpo, que en figura de hombres
armados le salen por su grande boca” (El Cavallero del Febo, III, 14, 153).
Luego de un terrible combate, el Cavallero del Febo vence al monstruo y es
testigo de un lúgubre espectáculo cuya descripción contiene reminiscencias
dantescas, allí aparece Artimaga, muerta al parir a la bestia, como espíritu
atormentado:
La qual venía dando grandes gritos, y quexándose con tales palabras, que
él entendió ser aquella la sabia Artimaga; la qual, traída por los demonios,
llegó adonde estava su hijo muerto. Y trayéndola al rededor dél, unos la
herían con grandes tizones de fuego, que cada uno parescía quemarle la
carne hasta las entrañas, y otros con muchos açotes, que muy lexos de allí
le hazían saltar la sangre (El Cavallero del Febo, III, 15, 188-189).
A través de una escena que exhibe el gusto por lo truculento, pero inmersa
en una tradición de siglos,3 se expone la idea ejemplar del castigo a quien
tenga tratos con el diablo. No hay redención posible, no hay esperanza
posible. Sin discursos moralizadores, el autor advierte desde los hechos.
El tópico de la concepción de la bestia es retomado en la novela de Ortuñez de Calahorra; sin embargo es claro que las preocupaciones del autor del
Amadís fueron muy distintas a aquellas del autor logroñés.
3
Jean Frappier expone en un artículo las características de los castigos del Infierno en la literatura
medieval sobre las visiones, sin embrago solo lo hace tomando en cuenta la literatura francesa del
siglo XIII y XIV, a pesar de ello extrae interesantes conclusiones. Ver Frappier (1953: 87-96).
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La asociación de lo pagano con lo demoníaco está representada también
en el arte de profetizar. Isidoro de Sevilla distingue en este arte dos maneras:
“ars et furor”, es decir, técnica e inspiración divina. Sobre todo esta última
es la que introduce en su clasificación de las actividades que se relacionan
con la magia (Etimologías, VIII, 9, 14).4 Desde una perspectiva diferente,
Tomás de Aquino, relaciona el arte de profetizar con lo gnoseológico estableciendo que la profecía es, sobre todo, conocimiento, pero lejano, separado
con respecto al conocimiento de un hombre determinado, pero no de todos;
lo que está fuera de conocimiento de todos los hombres por defecto de la
naturaleza humana y, por último, aquello que está fuera de todo conocimiento
humano por ser en sí mismo incognoscible, pues aún no se ha producido
(Suma Teológica, II-II q. 171, a.4, 461-462). Por otra parte, en la obra El
baladro del sabio Merlín se dice sobre el saber profético que tendrá el mago
artúrico: “el diablo le hiciera por saber todas las cosas que eran hechas y
dichas. Y así quiso nuestro Señor por la santidad de su madre que supiese las
cosas que habían de venir” (El baladro del sabio Merlín, 39). Claramente,
las dos últimas instancias del arte de profetizar que define Tomás de Aquino
son las que convertirán a Merlín en un mago profeta, por un lado bendecido
por Dios, y por otro como hijo del diablo.
Trataremos, entonces, de examinar tres ejemplos que se relacionan con
la profecía y su relación con lo diabólico.
En Cirongilio de Tracia, una figura extraña, de apariencia indefinida, es
encontrada por dos gigantes que buscan vengarse de Cirongilio, ambos son
hijos del dios Marte; durante la búsqueda del caballero, hallan una peña en
medio de un desolado lugar:
por la cumbre d’ella empeçaron a salir unas llamas de fuego muy altas,
lançavan de sí un olor hediondo bien a semejanza de súlfure, y salían tan
altas de aquellas llamas que parescían penetrar las regiones aerias; [...] assossegándose la peña, las llamas desaparecieron [...]. En aquel lugar por donde
las llamas avían salido se paró un bulto humano tan grande que no avía jayán
en el mundo que se le igualasse, y la faz negra que bien parescía salir dentre
aquellas infernales fraguas desnudo en cueros sin alguna cobertura, y con
unos ojos grandes y assí bermejos como unas encendidas brasas (Cirongilio
de Tracia, IV, 1, 393).5
4
www.thelatinlibrary.com (10/7/13).
5
Martín del Río hará un retrato del demonio en sus Disquisiciones mágicas: “se manifiestan en
cuerpos humanos negros, mugrientos, hediondos y tremendos. O por lo menos en cuerpos de
rostro oscuro, moreno y pintarrajeado […] de ojos hundidos y chispeantes […] de estatura y
proporciones del cuerpo siempre demasiado grandes o demasiado pequeñas y contrahechas”
(citado por Flores Arroyuelo, 1985, 41).
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Esta descripción contiene varios elementos que pertenecen al mundo
infernal: fuego, azufre y el color negro. La peña es semejante a un volcán,
lugar que, en la geografía fantástica medieval, eran llamados “pozos del
infierno” (Kappler, 1986, 35). Por otro lado, la actividad oracular es demonizada, identificándola con el paganismo:
Y la verdad, y lo que se debe creer d’este caso, es que aquélla era obra del
demonio para enlazar y engañar a los humanos, porque otra cosa ni se dize
ni aunque se dixesse es de creer; y aun dize Corobayo, historiador arávigo,
en la historia de los grandes turcos y del príncipe Astrazoro, que esta peña
era morada del çacar del duc, que quiere dezir sancto propheta, pero dígole
yo con más razón frauduloso demonio (Cirongilio de Tracia, IV, 1, 393).
A pesar del testimonio del historiador, historiador pagano, el narrador
está convencido de que la actividad profética es obra del demonio y toda
la situación así lo manifiesta. Claramente, el conocimiento del futuro solo
corresponde a Dios.
Por otra parte, las estatuas son continentes de voces infernales que pretenden profetizar entre los paganos:
en la imperial tienda del emperador, dentro de la qual estava una grande
y muy riquíssima estatua, toda de oro y piedras preciosas, dedicada al dios
Júpiter, para la qual era hecha por arte diabólica de suerte que el demonio
estava dentro della y hablava por su boca, engañando los tristes y miserables
paganos, que con grandísima reverencia y acatamiento, postrados por tierra
la adoravan (El Cavallero del Febo, III, 36, 78).
Prueba contundente de que la estatua contenía al demonio es el vestiglo
que sale de ella al ser esta partida en dos: “Y aún no era bien caída quando
dio un trueno muy impetuoso que parescía rajar los cielos. Y en medio de
la tienda paresció un vestiglo tan espantable y pavoroso que bien parescía
ser cosa infernal, y hechava fuego por los ojos y por la boca” (El Cavallero
del Febo, III, 36, 79).
La caracterización de la bestia es muy semejante a aquella del gigante
de la peña en el Cirongilio, la apariencia espantable y el fuego que despide
por ojos y boca; sin embargo, al ser este cortado por la espada del gigante
Bamarante: “como cosa fantástica, desapareció luego; que no fue visto más
en la tienda” (El Cavallero del Febo, III, 36, 79).
En la segunda parte de Espejo de príncipes y caballeros de Pedro de la
Sierra de 1580, se vincula directamente a Mahoma con lo demoníaco, también consultando a una estatua: “Y haziendo hazer sacrificios a Mahoma,
rogándole mudasse la voluntad a la infanta, le fue respondido por el demonio,
que dentro de la infernal estatua se avía encerrado” (Espejo de príncipes y
caballeros, 96). Es curioso notar que se hace referencia a una estatua, pero
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no es claro si esta es de Mahoma o no, además se mencionan “sacrificios”,
pareciera, entonces, que el autor confunde el paganismo de origen precristiano con la religión musulmana. La profecía atraviesa y estructura la novela
de caballerías, dándole un ritmo al relato que se relaciona con las aventuras
del héroe; sin embargo dichos mensajes pertenecen al ámbito de lo mágico
que beneficia al caballero y no hay tratos con ningún ser demoníaco; en el
terreno de los oponentes, el quehacer profético está, generalmente, vinculado
a lo demoníaco, y frecuentemente, al mundo del infiel. En algunas oportunidades, el mago tiene su poder limitado, en consecuencia, debe invocar la
ayuda de algún espíritu demoníaco que lo auxilie, como en el caso de Fristón,
enemigo de Belianís de Grecia:
començando ha hazer sus acostumbrados sinos y carateres e invocaciones, a la
ora, ante sí, hizo parecer vno de sus más conocidos familiares que Balurtano
se dezía, al qual con mucha instancia le començó a pedir que le dixese qué era
lo quel sabio Silfeno tenía acordado de hazer en aquel trance de batalla […],
mas el demonio mostrándose algún tanto de orrible y espantoso, fingiendo
ser cosa muy dificultosa de hazer lo quel sabio le pedía, no quería descubrir
el secreto hasta tanto que, siendo dél muy enojado, el sabio le dijo: “¿A la
ventura piensas, infernal furia, que te aprovecha cosa alguna lo que hazes
o piensas ques tan nueua y de poca esperiencia la fuerça de mis artes que
reciba turbación de tus muestras? Cumple pues, que hagas lo que te pido si
no quieres ser encerrado donde otros tan pertinaces como tú tengo puestos”
(Belianís de Grecia, II, 48, 363-366).
Balurtano es un servidor infernal convocado por el mago cuando así
la situación lo requiere; sin embargo, a pesar de su condición demoníaca,
el mago lo amenaza mostrándole su anillo como posible morada, si no lo
obedeciere. Antonio de Torquemada en su Jardín de flores curiosas refiere
al respecto:
Y en lo que habéis dicho que los demonios están encerrados o atados en una
anilla, o redoma, o en otras cosas, es un engaño común, que reciben los que
tratan de esta materia, y que los mismos demonios lo hacen entender, que la
verdad de ello es que los demonios están donde quieren y como quieren, y
por más lejos que se hallen al tiempo que son llamados o requeridos, en un
instante vienen a estar presentes y a responder. Los que como a familiares y
que piensan siempre tenerlos consigo, les preguntan alguna cosa, y con esto
traen engañados a los que presumen tenerlos forzosamente a su mandado,
porque no procede del poder, ni de las palabras del nigromántico, sino de
la potencia de los espíritus y demonios superiores y más poderosos (Jardín
de flores curiosas, III, 725).
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A pesar de que el libro de Torquemada es posterior al Belianís, el tema
sobre el demonio y sus seguidores ya tenía una larga tradición. El temeroso
Balurtano confiesa a Fristón que el mago Silfeno los ha puesto, a las furias
infernales, en un estado de confusión, pues les ha pedido que saquen de sus
tumbas a los legendarios príncipes troyanos para combatir y vencer a los príncipes griegos Belianís, sus hermanos y sus compañeros, pero curiosamente
en el Infierno les temen y creen que los troyanos no podrán vencerlos. Un
infierno que ha perdido su majestuosidad y fuerza, en el que sus habitantes
están desconcertados frente a la petición de un mago, tal vez se podría hablar
de una debilitación del ámbito demoníaco, por otra parte el mago Silfeno
posee un libro por medio del cual obliga a estos espíritus infernales a que lo
obedezcan (Belianís de Grecia, II, 48, 366); seguramente el libro contiene
el saber de otro mago más poderoso que Silfeno. De todas formas, el poder
del demonio ha perdido su fuerza y Balurtano y sus compañeros no podrán
abstraerse de la obediencia.
Nos hemos limitado a señalar algunos aspectos de tema tan amplio y a
proponer que otros quieran adentrarse en esta infernal aventura.
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Resumen:
La figura del diablo en España ha tenido desigual suerte y destino. Su popularidad de la mano de
Teófilo ejemplifica los vaivenes de la fragilidad humana y enfatiza el poder omnímodo de Dios,
con la intercesión de la Virgen María. El universo de la idolatría tiene al diablo como promotor
insigne y el orbe de la magia lo erige como a su máximo mentor. La literatura caballeresca
recoge variadas tradiciones de la presencia de este ser que debe enfrentarse indirectamente a
las virtudes del caballero andante, del protagonista de las hazañas más fabulosas, del elegido,
finalmente, por Dios. Idolatría y magia son las actividades que principalmente se relacionan
en esta literatura con la presencia del “maligno”. Este trabajo pretende abrir el camino hacia
una temática que creemos, poco desarrollada en la investigación de estos textos. El corpus que
se examina, es: Amadís de Gaula, Belianís de Grecia, Espejo de príncipes y caballeros [El
caballero del Febo], Espejo de príncipes y caballeros (segunda parte) y Cirongilio de Tracia.
Palabras clave:
Diablo, idolatría, magia, caballero, hazañas.
Abstract:
The devil figure in Spain has had uneven luck and destiny. Its popularity hand in hand with
Theophilus exemplifies the vagaries of human frailty, and emphasizes the absolute power of
God, through the intercession of the Virgin Mary. The universe of idolatry has the devil as its
famous promoter, and the world of magic considers him as its mentor. The chivalric literature
contains various traditions of the presence of this being who indirectly must face the virtues of
the wandering knight, the main character of the most fabulous feats, God’s finally chosen one.
Idolatry and magic are the main activities related to this literature of the presence of “evil.”
This work aims to open the way to a topic that we consider there has been little research on.
The corpus we take into consideration includes: Amadís de Gaula, Belianís de Grecia, Espejo
de príncipes y caballeros [El caballero del Febo], Espejo de príncipes y caballeros (second
part), and Cirongilio de Tracia.
Keywords:
Devil, idolatry, magic, knight, feats.
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