CAPÍTULO : NECESIDADES DE TRABAJO Y AUTONOMÍA

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CAPÍTULO : NECESIDADES DE TRABAJO Y AUTONOMÍA
El presente capítulo ha sido elaborado por Agustín Salvia y Eduardo S- Lépore
Introducción
El objetivo de este capítulo es analizar aspectos vinculados con las oportunidades de acceso a un trabajo digno y autonomía económica –en tanto una dimensión fundamental del desarrollo humano– por
parte de la población de grandes centros urbanos de la Argentina. El estudio de esta temática se concentra en la situación de los sectores más vulnerables de la sociedad y en la forma en que se distribuyen socialmente los recursos y logros de inclusión laboral. De manera particular, interesa evaluar estos
temas a la luz de los cambios ocurridos bajo la actual etapa de crecimiento económico.
Si bien la situación del empleo es monitoreada por un número importante de especialistas, centros de
investigación y por el propio gobierno, los análisis que aquí se presentan ofrecen un análisis multidimensional y dinámico de los procesos estructurales que reproducen las condiciones de privación y
déficit en materia sociolaboral. En el marco de las evidencias que brinda la Encuesta de la Deuda Social
Argentina (EDSA), el propósito específico de este trabajo es examinar el comportamiento que han tenido en la coyuntura reciente una serie de indicadores en materia de empleo, ingresos y satisfacción laboral. La investigación parte del principio de que el acceso social a recursos y funcionamientos que
demanda un pleno desarrollo humano se encuentra condicionado, tanto por el nivel de crecimiento de
la economía y del empleo agregado, como por el funcionamiento segmentado y discriminatorio de los
mercados laborales. Adicionalmente, se plantea la hipótesis de que las diferencias socioeconómicas
residenciales constituye un criterio relevante a partir del cual se estructuran segregaciones que aíslan
física y socialmente a los sectores más vulnerables y que intervienen en el acceso diferenciado a recursos, oportunidades y realizaciones en el campo laboral.
Para el pensamiento filosófico contemporáneo, el trabajo es un ámbito privilegiado de integración a la
vida social. El trabajo permite participar en un espacio de construcción de relaciones sociales, motiva
proyectos vitales y es fuente de identidad, realización de proyectos y autovaloración. Por medio del
mismo, los sujetos procuran reproducir su existencia en el plano material y existencial. Desde esta
mirada, el trabajo persigue una finalidad que es esencialmente la de dominar y transformar la naturaleza para ponerla al servicio de las necesidades humanas. Permite la reproducción biológica de la vida,
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pero también contribuye al florecimiento humano, mediante la puesta en acto de capacidades humanas esenciales. La literatura científica ha mostrado también la importancia del trabajo como factor que
marca el proceso de formación de la identidad adulta y el modo de integración en la vida comunitaria.
De allí que la imposibilidad de conseguir un empleo –o de perderlo en caso de contar con él– tiene un
efecto negativo sobre la formación de la personalidad. En tal sentido, se ha demostrado que la situación de desempleo debilita tanto la integración social como la estabilidad psicológica, mostrando una
asociación inversa entre el desempleo y el bienestar psicológico medido en términos de autoestima y
ausencia de depresión y ansiedad.
Por estos motivos corresponde considerar la actividad laboral como una “expresión esencial de la persona”. Aquellos argumentos que buscan reducir al trabajador a un instrumento de la producción conducen a la desnaturalización de la esencia misma del trabajo. Por la sencilla razón de que la finalidad
del trabajo es el hombre, el trabajo debe estar a disposición del hombre y no al revés. Asimismo, el trabajo es una actividad socialmente necesaria, porque en su carácter de mediador entre la naturaleza y
los seres humanos, el trabajador es creador de bienes y servicios socialmente necesarios. Constituye en
este sentido un esfuerzo colectivo de creación de riqueza económica y cultural. Por ello, el trabajo es,
también, una experiencia de afiliación social, convertida en un instrumento de integración social.
Pero que el trabajo tenga un valor fundamental para el desarrollo humano se enfrenta con el hecho de
que bajo el actual sistema social global no hay empleos para todos y que sus contenidos, la mayoría de
las veces, operan en sentido contrario a tales valores. La falta de trabajo, tanto como la necesidad de
desarrollar un empleo precario, hacen dificultoso cuando no imposible, el desarrollo de la persona en
los niveles tanto de subsistencia como de florecimiento humano. En esta óptica, la carencia forzada de
un empleo adecuado no sólo constituye un fracaso del sistema social, que dilapida un recurso productivo valioso, sino que también constituye, desde el punto de vista del desarrollo humano, una vía de
empobrecimiento para quienes padecen sus efectos.
Por otra parte, el mundo del trabajo está siendo objeto de las transformaciones que están ocurriendo
en el marco del proceso de globalización económica y cultural. De hecho, está en el centro del proceso,
en la medida en que en el mismo convergen los desarrollos de la técnica, de la racionalidad y de la
emergencia de relaciones sociales fundadas en criterios diferentes a los predominantes en las sociedades industriales clásicas. Su expresión más elocuente se aprecia en la emergencia de nuevas formas de
organización del trabajo. Como corolario de la influencia de estos factores, aumenta la incertidumbre
y el riesgo en tanto componentes centrales de la vida social, que se expresan no sólo en la vida laboral
sino también en la familiar, en las relaciones generacionales, e incluso en los estilos de vida.
En el mundo actual, las personas participan de estos procesos situados en diferentes espacios económicos,
campos culturales y relaciones sociales, lo cual implica la existencia de muy distintas estructuras de opciones, posibilidades de acceso a recursos y capacidades de alcanzar logros de desarrollo humano a partir del
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trabajo. Sobre esta desigual estructura de oportunidades, parece emerger una realidad social sometida a
un proceso que opera en dos direcciones: a) un mayor desarrollo técnico puesto al servicio del desarrollo
personal a favor de unos pocos privilegiados que pueden hacer del trabajo una fuente de realización personal, y b) una multiplicación de las economías de la pobreza en donde el trabajo es para una gran mayoría requisito de subsistencia y fuente de explotación o de auto explotación forzada.
De hecho, la mayor parte de la población económicamente activa del mundo continúa residiendo en
espacios sociales donde, lejos de padecer un empleo alienado, debe enfrentar como principal problema
la insuficiencia de medios de vida, la pobreza y la existencia de formas extremas de explotación o autoexplotación económica. En el mismo sentido, los cambios ocurridos en los procesos productivos y tecnológicos, así como la apertura económica en los países periféricos, han generado resultados parciales
o contradictorios que los apartan de los modelos más inclusivos logrados en los países desarrollados.
En la mayoría de los casos, estas políticas han ocasionado transformaciones aisladas, fundamentalmente centradas en la gran industria o áreas de servicios especializados para sectores de altos ingresos
o en grupos vinculados a la exportación, siendo su motivación básica el aumento de la calidad de los
productos para obtener patrones de competitividad internacional en el mercado externo. Tales cambios, lejos de difundir beneficios al resto de la estructura económica y social, habrían tendido a profundizar los problemas de pobreza a través de un aumento del desempleo, la crisis de los empleos tradicionales, el atraso de economías locales y regionales, el deterioro de las instituciones de la seguridad
social, entre otros aspectos; al mismo tiempo que habrían dado lugar a una fuerte concentración del
ingreso en estratos privilegiados y un aumento de la desigualdad en todos los niveles de la sociedad.
El avance de estos procesos en los países en desarrollo no parece dejar como resultado un estallido de
nuevas desigualdades en un orden social cada vez más dualizado. En este marco, las sociedades
modernas han procurado fijar como un valor universal el derecho de las personas a sostener y desarrollar su vida a través de un trabajo digno y estable. Así, el trabajo ha pasado a ser materia de fomento, protección y regulación de los Estados. En este contexto, más recientemente, la Organización
Internacional de Trabajo (OIT, 1999) ha planteado la existencia de umbrales mínimos para alcanzar un
trabajo decente, extendiendo la norma más allá del empleo asalariado.
La situación de déficit en materia de trabajo digno implica una fuente de erosión de las capacidades de
desarrollo humano y una limitación para la formación de un sistema socio-económico basado en reglas
de recompensas al esfuerzo. Esto ocurre al menos en tres sentidos: a) los problemas de empleo degradan
la capacidad de trabajo establecida, afectando habilidades, destrezas y conocimientos previamente
adquiridos por las personas en experiencias de empleo estable; b) los problemas de empleo devalúan
el valor económico y simbólico del trabajo y afectan la legitimidad de normas básicas del derecho laboral en aquellas personas que no han tenido nunca un empleo de calidad, y c) los problemas de empleo
debilitan la cultura del trabajo al desmotivar, frustrar y atemorizar a aquellos trabajadores y familias
que experimentan una situación ocupacional desfavorable.
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En cuanto al caso argentino, son conocidos los diferenciales que presentan amplios sectores sociales en
cuanto a poder acceder a un empleo y, mucho más, si de lo que se trata es de acceder a un trabajo de calidad según las normas nacionales e internacionales que regulan los derechos laborales y sociales. De
acuerdo la mayor parte de los especialistas, se trata de un problema que asume en nuestro país un rasgo
estructural – con por lo menos tres décadas de vigencia – y frente al cual poco han influido hasta ahora
los períodos de bonanza económica y los diferentes formatos de las políticas públicas aplicados. Por otra
parte, es también conocida la vigencia de un complejo vector de condicionantes que atraviesan el mercado laboral, segregando las oportunidades de inserción y movilidad de la población según su particular
posesión de capitales educativos y socio-culturales. En este orden cabe preguntase: ¿en qué medida el crecimiento económico y el aumento que viene registrando la demanda agregada de empleo ha impactado
positiva y equitativamente en el acceso a empleos de calidad, las condiciones de trabajo y la mayor autonomía económica? ¿En qué medida la estratificación social –analizada en términos de segregación residenciales socioeducativa- es un factor de segmentación de las oportunidades de empleo y de ingresos?
Planteado en estos términos el problema de evaluar en la actual coyuntura el estado y la evolución reciente de las necesidades humanas de trabajo y autonomía, el presente capítulo analiza, en primer lugar, la distribución de recursos de empleabilidad en la población económicamente activa de los principales centros
metropolitanos. Esta evaluación considera recursos en materia educativa (contar con nivel secundario
completo o equivalente), capacitación (acceso a cursos de formación profesional), experiencia laboral
(haber tenido un empleo estable) y redes sociales (brindar/recibir ayuda para conseguir un empleo). En
segundo lugar, se analiza el acceso diferenciado a oportunidades de empleo de calidad o, al menos, a un
empleo mínimo de subsistencia. En tercer lugar, se evalúa el derecho a tener seguridad laboral y a un trabajo permanente. En cuarto lugar, se analizan los ingresos laborales a la luz de las necesidades de autonomía económica y subsistencia familiar. Por último, se sintetizan las principales conclusiones del estudio.
-- Contar con recursos de empleabilidad
En la Argentina, como en la mayor parte de los países subdesarrollados, la probabilidad de acceder a
un empleo de calidad depende de algo más que de la voluntad de trabajar y del empeño individual
por lograr tal cometido. Mucho más depende de una serie de factores localizados tanto en el nivel
macro-económico de las estructuras de oportunidades, como en el nivel micro-social de las trayectorias,
los recursos y las capacidades personales, tales como las credenciales educativas alcanzadas y la integración a las redes interpersonales y comunitarias. Desde este marco interpretativo cabe preguntar:
¿qué tan deficitaria y desigual es la distribución de los activos laborales disponibles sobre el espacio
socioeconómico metropolitano? Para dar respuesta a ese interrogante se explora a continuación la
forma en que se distribuyen en el espacio residencial socioeducativo (ERS) tales recursos, considerando una serie de indicadores relevantes conforme al conocimiento acumulado en el campo laboral: a)
acceso a educación secundaria y/o capacitación laboral, b) historia laboral asociada a un empleo estable, y c) acceso a redes de apoyo que faciliten la reinserción laboral.
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-- Recursos de formación
Bajo la actual configuración de las estructuras de oportunidades laborales, la demanda de mano de obra
impone perfiles cada vez más exigentes en materia de comprensión intelectual y credenciales educativas.
En este contexto, la carencia de estudios secundarios implica una importante desventaja laboral, que se
manifiesta como un pasivo que impide la superación de la barrera del trabajo no calificado. Los resultados obtenidos por la Encuesta en los meses de junio de 2004, diciembre de 2004 y junio de 2005 dan cuenta de la marcada polarización existente en materia de distribución de las credenciales educativas según
el espacio socioeconómico residencial. Mientras que sólo un 9% de los activos con residencia en espacios
típicos de clases media no finalizaron los estudios secundarios, un 69% de los activos localizados en los
espacios residenciales más vulnerables no completaron ese nivel de instrucción. Al mismo tiempo, este
déficit presenta diferencias relevantes al interior de este espacio social, especialmente entre el espacio
muy bajo y el medio bajo (86% contra 44% respectivamente) (Véase figura 4.1 y 4A.1).
Por otra parte, al considerar la asistencia de a cursos de formación y capacitación laboral, se comprueba que es en los espacios residenciales más vulnerables donde la proporción de asistentes es comparativamente menor. Si bien en los espacios de clase media los activos que asisten o asistieron a cursos de
capacitación laboral no representan más de una quinta parte (17%), en los espacios residenciales socioeducativos más vulnerables, esa proporción se reduce significativamente (10%), especialmente en los
sectores que habitan espacios típicos de clases muy bajas (7%) (véase Figura 4.2 y 4A.2).
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--6 Recursos laborales
Haber desempeñado un empleo estable constituye un indicador indirecto de la experiencia laboral
adquirida en el mundo del trabajo. Según la información presentada en la figura 4.3, la falta de experiencia laboral estable es un déficit ocupacional que se concentra en mayor medida en los espacios residenciales característicos de clases bajas y clases medias bajas (38% contra 19% en los espacios de comparación). Pero es fundamentalmente en los espacios de sectores indigentes donde alcanza mayor incidencia, afectando a la mitad de los activos allí localizados (48%). En esos espacios la población económicamente activa está lejos contar con recursos para acceder o, incluso, de conocer y valorar positivamente, todo aquello que está relacionado con la formación y la movilidad en los mercados primarios
de trabajo (véase Figura 4.3 y 4A.3).
-- Recursos relacionales
Por último, diversas corrientes de investigación han señalado el importante papel que desempeñan los
vínculos sociales en la determinación de las oportunidades para acceder a empleos y canales de movilidad. Por ejemplo, con relación a la existencia de redes para la obtención de oportunidades de trabajo, la literatura sobre los lazos sociales ha demostrado que es una práctica corriente en la cual aproximadamente la mitad de los empleos son obtenidos por contactos con familiares, amigos y conocidos.
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En la medida en que las condiciones de segregación espacial tienden a reforzar la homogeneidad y la
fortaleza de los vínculos “débiles”, se confirma que en los espacios residenciales más vulnerables las
redes de relaciones resulten menos eficaces para la obtención de información sobre oportunidades de
empleo y capacitación. En este sentido, la figura 4.4 muestra que mientras 6 de cada 10 activos del espacio residencial de clase media acomodada declararon haber ayudado a algún conocido a conseguir trabajo en el último año, sólo 4 de cada 10 activos localizados en los espacios residenciales más vulnerables se manifestaron en ese mismo sentido (Véase Figura 4.4 y 4A.4).
Es de esperar que la desigual distribución de recursos de capital humano, laborales y sociales sobre los
espacios residenciales condicione la distribución de las oportunidades de conseguir (o perder) un
empleo, así como, con la calidad de tales empleos, el nivel de las remuneraciones a los que se puede
acceder y la satisfacción subjetiva en los trabajos que se desarrollan. Pero si bien tales relaciones resultan verosímiles, cabe interrogarse en qué medida la localización residencial –operando en términos de
segregación socioeconómica– condiciona la posibilidad de salir, entrar o permanecer en situaciones de
déficit. El apartado siguiente expone evidencias acercan de este problema.
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-6- Acceder a oportunidades de trabajo digno
¿En qué medida la dispar dotación de capitales educativos, laborales y sociales muestra un correlato en el ámbito de las realizaciones del mundo del trabajo? Las evidencias presentadas resultan concluyentes respecto de la distribución no equitativa de los recursos de empleabilidad en los espacios
socio residenciales estudiados. Sin embargo, tales resultados no son suficientes para juzgar el estado
de cumplimiento del derecho a un empleo digno para todos, o, incluso, de acceso a un empleo de subsistencia. Es necesario identificar, además, la forma como se distribuyen tales oportunidades en la
estructura social y evaluar en qué medida los cambios económicos actuales han generado efectos positivos en ambos aspectos.
-6-- Acceso oportunidades de empleo de calidad
En primer lugar cabe considerar la distribución de las oportunidades de acceder a un empleo de calidad por parte de la población económicamente activa. Para ello se definió la variable empleo digno o
de calidad en función de un conjunto de atributos de la relación laboral y del puesto de trabajo.
Conforme a la información recogida en los meses de junio de 2004, diciembre de 2005 y junio de 2005,
el acceso a las oportunidades de empleo de calidad se encuentra altamente asociado a la localización
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residencial de la fuerza de trabajo, resultando obviamente más afectados los sectores que residen en los
espacios socioeducativos más vulnerables. En efecto, mientras que en los espacios típicos de las clases
medias altas un 40% de la población económicamente activa accede a oportunidades de empleo de calidad, en los espacios característicos de los sectores vulnerados un 21% de los activos allí localizados accede a esas oportunidades. En espacios residenciales típicos de clases muy bajas, sólo un 13% de los activos
accede a este recurso de inclusión social. Esta segmentación de las oportunidades de trabajo digno constituye un severo déficit de integración social que se proyecta en el plano de las realizaciones en términos
de un conjunto de “carencias forzadas”, empíricamente verificables a partir del análisis de la calidad de
la inserción laboral de la población económicamente activa (Lépore et al., 2004). (Véase Figura 4.5)
Desde el punto de vista de las características individuales se advierte que las brechas sociales respecto
del acceso a oportunidades de trabajo digno se amplían entre las mujeres, debido a las menores posibilidades que tiene estas de desempeñarse en puestos de calidad cuando residen en espacios de vulnerabilidad. Por el contrario, las diferencias se restringen cuando los activos cuentan al menos con estudios secundarios completos, u ocupan una posición relativa alta en su radio, o pertenecen a hogares
con clima educativo alto (Véase Figura 4A.5).
Dado este acceso socialmente diferenciado a los empleos de mayor calidad interesa conocer en que medida estas diferencias se vieron alteradas durante el período reciente por un contexto macro social caracterizado por el crecimiento económico y el aumento de la demanda agregada de empleo, especialmente en
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el sector formal de la economía. Al respecto, los datos presentados en la figura 4.6 muestran que en el lapso
comprendido entre los meses de junio de 2004 y junio de 2005 la proporción de trabajadores en puestos de
calidad aumentó en todos los espacios residenciales socioeducativos evaluados. En particular, cabe indicar que el porcentaje de la población económicamente activa con empleos de calidad residente en espacios
sociales de vulnerabilidad registró un aumento de 10 puntos porcentuales, pasando de 16% en junio de
2004 a 27% en junio de 2005. A pesar de esta mejora en las condiciones de inserción laboral, cabe consignar que esta evolución no se tradujo en un cierre de las brechas de desigualdad respecto de las clases
medias integradas, puesto que en esos espacios el acceso al trabajo digno creció en mayor medida.
Al someter los datos al análisis dinámico, se comprueba que la probabilidad de mantenerse en una
situación de empleo de calidad entre junio de 2004 y junio de 2005 disminuye en los espacios residenciales con mayor riesgo socioeconómico. Por el contrario, la probabilidad de permanecer en una situación de déficit de acceso a un empleo de calidad aumenta a medida que aumenta la vulnerabilidad del
espacio residencial socioeducativo. En efecto, en la figura 4.7 puede verse que mientras un 43% de los
activos con residencia en espacios de comparación no accedió a un empleo de calidad en ninguna de
las dos mediciones, en los espacios de vulnerabilidad ese porcentaje fue de 68%, llegando a un 79% en
los espacios característicos de clases muy bajas (véase Figura 4.7).
Por su parte, las tasas dinámicas calculadas para ese mismo período muestran que las probabilidades
de salir de la situación deficitaria, esto es de acceder a un empleo de calidad, fueron mayores en los
espacios residenciales con tendencia a la aglomeración de sectores medios integrados (38% contra 21%
en los espacios de vulnerabilidad (véase Figura 4.8).
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Si bien los análisis precedentes confirman que el espacio residencial socioeducativo intervine en la distribución de las oportunidades de inclusión laboral, la evidencia no es concluyente en cuanto a la existencia de un efecto directo de la segregación residencial socioeconómica. Con el fin de poder cuantificar el efecto neto del espacio residencial en la determinación de las trayectorias de inclusión laboral se
efectúa a continuación un ejercicio de análisis estadístico multivariado a partir de la técnica de regresión logística multinomial. Como puede verse en la figura 4.9, la probabilidad estimada de mantenerse –entre junio de 2004 y junio de 2005– en una situación de empleo de calidad aumenta a medida que
disminuye la vulnerabilidad socioeconómica del espacio residencial. A la inversa, la probabilidad estimada de mantenerse en una situación deficitaria –esto es, sin acceso al empleo de calidad en ambos
momentos– aumenta a medida que se incrementa la vulnerabilidad de los espacios, corroborando así
el peso explicativo del espacio socioeconómico como determinante profundo de las segregaciones laborales. Se observa también que la probabilidad estimada de acceder a un empleo de calidad es mayor en
los espacios típicos de clases medias acomodadas (véase Figura 4A.6).
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Por otra parte, los resultados presentados en la figura 4A.7 permiten aseverar que las disparidades estimadas entre el espacio muy bajo (ERS1) y el espacio medio alto (ERS4) – o brecha de polarización– respecto de mantenerse en una situación de déficit persistente tienden a incrementarse entre las mujeres,
los adultos y los más educados, al tiempo que se reducen en los radios más homogéneos.
Particularmente, cabe destacar que incluso cuando los activos cuentan con estudios secundarios completos sus probabilidades de no acceder a un empleo de calidad son comparativamente mayores cuando habitan en espacios típicos de clases muy bajas, debido a que las certificaciones educativas no parecen aumentar sus competencias, algo que sí se ocurre en los espacios de clases medias integradas.
-6-6 Acceso a oportunidades de empleo mínimo
La incidencia del déficit de acceso a una ocupación de subsistencia –sea de calidad o de tipo precario
e inestable (excluyendo los planes de empleo y los empleos con ingresos por debajo de la canasta familiar de indigencia)– conforme al espacio socioeducativo de residencia se presenta en la figura 4.10,
donde es posible observar que el 42% de los activos situados en espacios de vulnerabilidad exhiben
una situación de desempleo abierto, desaliento o subempleo indigente. En correspondencia con lo
observado en el punto anterior, la carencia forzada de un empleo de subsistencia es comparativamente menor en los espacios de clase media integrada, donde alcanza al 18% de los activos.
En términos generales estas disparidades respecto del acceso a oportunidades mínimas de empleo se
incrementan entre los activos de edades centrales, debido a la elevada empleabilidad de los localizados
en los espacios de comparación. Algo similar advierte al atender la situación conyugal, desde esa mirada las mayores brechas se observan entre los casados o unidos de hecho. Por el contrario, las diferencias entre las probabilidad de inserción laboral se restringen cuando se considera el nivel de educación
de los activos, y el clima de educación de los hogares de pertenencia. En ambos casos la incidencia del
déficit de empleo disminuye sensiblemente con la mayor dotación de capitales educativos, independientemente del espacio residencial de localización (véase Figura 4A.8).
Cuando se atiende la evolución reciente, se observa una disminución significativa del déficit de empleo
tanto en los espacios residenciales característicos de clases medias integradas, como en los espacios
típicos de clases bajas y medias empobrecidas. Como puede verse en la figura 4.11, el porcentaje de
personas económicamente activas de espacios socioeducativos de vulnerabilidad se redujo 9 puntos
porcentuales entre junio de 2004 y junio de 2005, pasando de 48% a 39%, en tanto que en los espacios
residenciales de control la disminución fue comparativamente mayor, pasando de 30% a 9%. Aunque
al interior de los espacios de vulnerabilidad también se verificó comportamiento similar, cabe señalar
que en los espacios de clases bajas indigentes, con mayor déficit estructural de empleo, el porcentaje de
activos sin ocupación se mantuvo sin cambios significativos. En conjunto, estos resultados muestran
un incremento de las brechas en materia de acceso a una ocupación mínima de subsistencia.
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Barómetro de la Deuda Social Argentina
Al evaluar las trayectorias laborales de estas poblaciones durante el período estudiado se comprueba
una importante salida del déficit ocupacional en todos los espacios residenciales, aunque de desigual
intensidad. Mientras que en los espacios de clase media integrada un 85% de los activos con problemas
de empleo en junio de 2004 dejó de exhibirlos en junio de 2005, en los espacios de vulnerabilidad ese
porcentaje se redujo a un 45%. A la inversa, la probabilidad de entrar a la situación deficitaria fue comparativamente mayor en esos últimos espacios sociales (12% contra 1% en los espacios de comparación), particularmente en aquellos con mayor riesgo socioeconómico, donde la tasa de entrada fue de
23%. Por último, cabe destacar que dos terceras partes (66%) de la población económicamente activa
situada en espacios típicos de clases muy bajas registró una situación de déficit en alguno de los dos
momentos (véase Figura 4.12 y 4.13).
Los datos presentados en la figura 4.14 muestran los resultados del ejercicio de regresión realizado. Se
analizan allí los determinantes de las distintas trayectorias seguidas por la población económicamente
activa entrevistada en junio de 2004 y junio de 2005 respecto de no poder acceder a un empleo mínimo
de subsistencia. Los resultados obtenidos permiten una mejor corroboración de la relación existente
entre el espacio residencial socioeducativo y las probabilidades de permanecer en una situación de
déficit laboral (no pudiendo superar una situación de desempleo o de subempleo de indigencia o de
empleo asistido). La probabilidad estimada de mantenerse en tal situación fue significativamente
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mayor en los espacios con mayor vulnerabilidad socioeducativa, independientemente del nivel educativo y demás rasgos de caracterización de la fuerza de trabajo que habita dichos espacios. Sin embargo, cabe advertir que al considerar las brechas entre los espacios muy bajos (ERS1) y medios altos
(ERS4) las diferencias estimadas se reducen cuando se examina la situación de las mujeres, los jóvenes
y los más educados. Por el contrario, tales diferencias se acrecientan cuando las personas activas habitan en conglomerados barriales heterogéneos (véase Figura 4A.9 y 4A.10).
-
Gozar de seguridad en la inserción laboral
--
Episodios de cesantía o desempleo
Al estudiar episodios de cesantía o desempleo abierto en las trayectorias ocupacionales de los activos
residentes en las grandes áreas urbanas del país, se comprueban también importantes diferencias, reflejando con ello las dispares condiciones de estabilidad de la inserción laboral. La figura 4.15 da cuenta
del porcentaje de activos que declaró haber experimentado al menos un episodio de desempleo en el
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lapso comprendido entre junio de 2004 y junio de 2005 según su espacio socioeducativo de residencia.
Como puede observarse, la mitad (50%) de las personas económicamente activas residentes en espacios
sociales de vulnerabilidad informó haber sufrido al menos un episodio de desempleo, mientras que sólo
una quinta parte (21%) de los activos insertos en espacios residenciales de clase media integrada se manifestó en el mismo sentido. De todos modos, cabe indicar que la incidencia de los episodios de desempleo
tiende a aumentar a medida que aumenta la vulnerabilidad del espacio social, profundizando con ello los
efectos de una dinámica de inserción inestable en el segmento más precarizado del mercado laboral.
Cabe indicar que tales diferencias se incrementan particularmente entre los varones y los adultos, puesto
que la segregación socioeconómica opera más directamente sobre estas categorías demográficas. Por el
contrario, las brechas entre los espacios se acortan al considerar los activos más educados o pertenecientes
a hogares con clima educativo alto. Algo similar se advierte entre aquellos que se localizan en conglomerados barriales socialmente más homogéneos (véase Figura 4A.11).
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--6 Miedo a perder el empleo
Los datos obtenidos también permiten constatar mayores niveles de escepticismo, miedo y desaliento
entre los trabajadores situados en espacios residenciales de sectores más vulnerables. En particular,
cabe consignar que el riesgo percibido a la pérdida del empleo se distribuye diferencialmente según la
localización de los ocupados en el espacio residencial. Como se advierte en la figura 4.16, un 37% de
los trabajadores insertos en espacios con riesgo socioeducativo manifestó miedo a tener que dejar o perder su actual empleo, en tanto que sólo el 19% de los trabajadores situados en los espacios de comparación manifestó ese mismo miedo. Con ello, la probabilidad de que los trabajadores residentes en
espacios de clases bajas y medias empobrecidas sientan miedo a perder el empleo es dos veces mayor
que en los espacios característicos de las clases medias prósperas.
Al desagregar la propensión a sufrir riesgo subjetivo de pérdida de empleo se observa que las diferencias entre espacios sociales se reducen entre las mujeres y los jóvenes, dado la mayor vulnerabilidad
laboral que tienen estos grupos demográficos, incluso localizándose en espacios de clases medias integradas. Por el contrario, se amplían entre los varones y los adultos mayores, dado el menor riesgo que
éstos experimentan cuando pertenecen a espacios de clases medias acomodadas. Adicionalmente, el
menor nivel educativo, específicamente la carencia de título secundario, acorta las distancias entre
espacios, puesto que aún en los espacios de control la falta de credenciales secundarias se asocia a un
mayor riesgo subjetivo (véase Figura 4A.12).
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Cuando se atiende el comportamiento reciente de este indicador en los espacios residenciales evaluados, no se advierten cambios estadísticamente significativos entre junio de 2004 y junio de 2005, aunque los resultados parecen mostrar un ligero descenso del porcentaje de ocupados con miedo a la pérdida de empleo en los espacios de clases bajas, acompañado, a su vez, por un leve aumento de la proporción de trabajadores con miedo a la pérdida de empleo en los espacios residenciales de clases
medias (véase Figura 4.17).
Las trayectorias seguidas por el panel de entrevistados en junio de 2004 y junio de 2005 muestra que
un 48% de los ocupados residentes en espacios socioeducativos de vulnerabilidad se mantuvo sin
miedo a perder empleo, en tanto que un 17% comenzó a manifestarlo en junio de 2005. Respecto de los
espacios de comparación, las trayectorias de permanencia y de entrada en las situaciones de déficit fueron comparativamente más importantes en los espacios típicos de clases bajas y medias bajas. Más aún,
en los espacios de control el 74% de los ocupados no experimentó miedo a la pérdida de empleo en ninguna de las dos mediciones (véase Figura 4.18).
Por su parte, el análisis de los cambios brutos en términos de probabilidades de entrada y salida muestra que el proceso de salida de las situaciones deficitarias fue significativamente mayor en los espacios
residenciales de comparación (100% contra 34% en los espacios de vulnerabilidad), en tanto que el
ingreso a las situaciones de déficit tendió a ser mayor en los espacios característicos de clases medias y
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bajas (26% contra 6% en los espacios de control). Adicionalmente, cabe destacar la elevada inestabilidad registrada en los espacios residenciales con mayor riesgo socioeconómico (véase Figura 4.19).
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Los resultados del modelo de regresión presentados en la figura 4.20 ponen de relieve que el espacio residencial socioeconómico constituye un factor importante en la determinación de las probabilidades de no
superar el miedo a perder el empleo, de manera independiente al resto de los factores considerados.
Como puede verse, la probabilidad estimada de mantenerse en situaciones de riesgo percibido es comparativamente mayor en los espacios residenciales de vulnerabilidad. Algo similar ocurre cuando se examinan las probabilidades estimadas de entrada a la situación de riesgo, que alcanzan sus mayores valores en los espacios residenciales bajos y muy bajos. Finalmente, conviene señalar que las disparidades
entre el espacio muy bajo (ERS1) y medio alto (ERS4) se reducen cuando se compara la situación de las
mujeres, los jóvenes, los adultos mayores, y los más educados. Por el contrario, las disparidades aumentan cuando se trata de ocupados insertos en heterogéneos (véase Figura 4A.13 y 4A.14).
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-- Recibir una remuneración equitativa
La desigualdad en los ingresos laborales constituye, desde la perspectiva que se viene desarrollando, una
manifestación de las marcadas inequidades que presenta el espacio residencial socioeducativo en términos ocupacionales. Los datos presentados en la figura 4.21 muestran al respecto la brecha de ingresos
existente entre los ocupados pertenecientes a los distintos espacios residenciales evaluados según la calidad de la inserción laboral obtenida. Puede observarse que el ingreso laboral medio de los trabajadores
insertos en espacios característicos de clases bajas y medias empobrecidas equivale al 53% del ingreso
laboral medio de los ocupados localizados en espacios residenciales de clases medias integradas.
Estas brechas se acrecientan a medida en que la comparación de ingresos se efectúa respecto de los
ingresos medios de trabajadores pertenecientes a espacios residenciales más vulnerables. Incluso en el
contexto de empleos de calidad, los ocupados insertos en espacios residenciales de clases bajas y
medias bajas obtienen ingresos comparativamente inferiores a los percibidos por sus pares de clases
medias más acomodadas. En efecto, los trabajadores con empleos de calidad localizados en espacios
residenciales de clases bajas y empobrecidas registran un ingreso equivalente al 67% del ingreso obtenido por los ocupados residentes en espacios de comparación (véase Figura 4.22).
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Conclusiones
La recuperación económica y el crecimiento del empleo agregado que han tenido lugar en la Argentina
post convertibilidad vuelve atractiva la pregunta, ¿en qué medida la superación de situaciones de déficit laboral y los desplazamientos ocurridos durante el período de reactivación han mejorado efectivamente las condiciones de inserción laboral de los sectores más vulnerables y reducido las brechas de
desigualdad social?
Conforme a los datos de la EDSA, los recursos de empleabilidad, en términos de capital humano y
redes sociales, presentan una fuerte correlación con la localización en el espacio socioeconómico residencial. Al respecto, la imposibilidad de acceder a dichos activos está marcadamente diferenciada
según la calidad del espacio residencial. Sólo logran constituirse en recursos efectivos de inclusión y
movilidad laboral en los espacios residenciales signados por mayores recursos socio-educativos. Estas
diferencias se expresan también en una desigual distribución de logros de inserción laboral, así como
de posibilidades de acceso a los beneficios del reciente proceso de reactivación económica. La probabilidad de tener un empleo de calidad en oposición a mantener y no poder salir de un empleo de subsistencia o de una situación de desempleo se encuentra correlacionada con la la estratificación socioeconómica residencial.
Aunque la probabilidad de no acceder a un buen empleo no cambió sustancialmente durante el período analizado, su distribución continuó siendo desigual y la inestabilidad laboral siguió siendo
mayor cuanto más vulnerable es el espacio de residencia. Por otra parte, el desempleo, el desaliento
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y la indigencia laboral no sólo mostraron ser más frecuentes en los espacios residenciales más vulnerables, sino que salir de esa situación fue sistemáticamente menos probable para quienes residen en
ellos. Si bien creció el empleo agregado durante el segundo semestre de 2004, acceder a un trabajo mínimo, es decir, superar una situación de desempleo o de subempleo indigente o asistido por el Estado, se
evidenció directamente asociado a los espacios residenciales socioeducativos.
Las disparidades en los ingresos laborales constituyen una expresión significativa de las desigualdades laborales existentes entre los estratos socioeconómicos residenciales. Sin embargo, el aumento que
registraron recientemente generó una leve reducción de las diferencias existentes entre las remuneraciones de trabajadores de espacios residenciales vulnerables y los ocupados de espacios de clase media.
Por último, la percepción de miedo a perder el empleo continúa siendo elevada entre los ocupados de
los espacios residenciales más vulnerables. En este aspecto, las mejoras ocurridas en el período reciente resultaron algo menos desiguales. No obstante, en términos objetivos, la inestabilidad laboral y el
riesgo efectivo de perder el trabajo continuó afectando principalmente a la población económicamente activa con residencia en espacios residenciales vulnerables.
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Anexo estadístico
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