TEXTO 1 “¿Olvidas, ay, tu reino y tus propios deberes! El propio rey

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TEXTO 1
“¿Olvidas, ay, tu reino y tus propios deberes!
El propio rey de los dioses desde el Olimpo luminoso
me envía, el que el cielo y tierra gobierna con su numen;
él mismo me ordena traerte estas órdenes por las rápidas auras:
¿qué tramas o con qué esperanzas gastas tu tiempo en las tierras libias?
Si no consigue moverte la gloria de futura tan grande,
mira cómo crece Ascanio y respeta las esperanzas de tu heredero
Julo, a quien se deben el reino de Italia y la tierra romana.”
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VIRGILIO, Eneida, IV, 265-275
•Júpiter, el rey de los dioses, envía a Mercurio para reprochar a Eneas que permanezca
en Cartago, donde se ha enamorado de su reina Dido, en vez de cumplir con su misión de
fundar una nueva ciudad. Si no le interesa para él mismo el honor de cumplir este
cometido, debe hacerlo por su hijo y heredero, Ascanio, de sobrenombre Julo, de quien
más adelante nacerá la ilustre familia de los Julios.
TEXTO 2
•Se otorga a la antigüedad el privilegio de hacer más augustos los orígenes de las
ciudades mezclando las acciones humanas con las divinas, y si a algún pueblo es
menester permitirle divinizar sus orígenes y vincularlos a la intervención de los
dioses, el pueblo romano posee tal gloria militar que, cuando atribuye por encima
de todo a Marte su nacimiento y el de su fundador, el género humano consiente
esto de buena gana, lo mismo que su dominio.
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TITO LIVIO, Los orígenes de Roma, prefacio, 7
•Los orígenes de las ciudades se hacen más ilustres cuando los dioses tienen un papel
importante en ellos, al contribuir en las hazañas de sus héroes.
•Así ocurre con el pueblo romano, que desciende de Venus y, sobre todo, de Marte, de
quien los romanos han heredado el arte de la guerra.Y, precisamente mediante ésta, el
dios les autoriza a dominar al resto de los pueblos, y éstos deben aceptarlo de buena
gana.
TEXTO 3
Según las tradiciones que a mí me han llegado, la ciudad de Roma fue fundada y
habitada en un principio por los troyanos, que por no hallar dónde asentarse,
venían vagando fugitivos bajo el mando de Eneas. Tuvieron también parte en ello
los aborígenes, raza agreste, sin leyes, sin mando, independiente y desgobernada.
Increíble parece cuán fácilmente se fundieron los unos con los otros una vez
congregados en los mismos muros, no obstante de ser de linaje diferente, diversa
lengua y diversas costumbres. Así, en breve esta buena armonía hizo que se
formara una sociedad regular de aquella muchedumbre abigarrada y vagabunda.
Pero cuando su poder, creciendo en habitantes, civilización y territorio, llegó a
mostrarse hasta cierto punto próspero y poderoso, el bienestar, como suele
suceder en lo humano, dio nacimiento a la envidia: los reyes y pueblos vecinos
empezaron a guerrear contra ella, y sólo algunos de los amigos vinieron en su
auxilio, mientras los demás esquivaban atemorizados, el peligro. Pero los romanos,
siempre vigilantes, así en el interior del Estado como en la guerra, se afanaban, se
apercibían, se exhortaban mutuamente, salían al encuentro del enemigo y defendían
con las armas su libertad, su patria y sus familias. Después de que con su valor
habían alejado el peligro, iban a auxiliar a los aliados y amigos, y se procuraban
nuevas alianzas, no ya recibiendo favores, sino otorgándolos. Tenían una autoridad
legal con el nombre de rey; ciertos sujetos escogidos, débiles de cuerpo por los
años, pero fuertes de espíritu por la prudencia, proveían en sus deliberaciones a las
necesidades de la república; dábaseles el nombre de padres, ya por su edad, ya por
la semejanza de oficio que ejercían. Más tarde, cuando el poder real, que al
principio había dado garantía a la libertad e impulso a la prosperidad de la patria, se
hizo arrogante y despótico, cambióse la constitución y crearon un gobierno anual
ejercido simultáneamente por dos magistrados; pensaban que de este modo el
ánimo de los hombres no se desvanecería en el abuso de poder.
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SALUSTIO, Catilina, 6
•La primitiva sociedad romana estaba formada por los troyanos fugitivos al mando de
Eneas, y por los que habitaban en el lugar adonde aquéllos llegaron. Aunque eran poco
civilizados, convivieron en buena armonía.
•Pero cuando prosperaron, causaron la envidia en los pueblos vecinos, quienes
empezaron a guerrear contra ellos.
•Los romanos, con los escasos pueblos que les auxiliaron, atacaban a los enemigos para
defenderse. También peleaban para ayudar a sus aliados, y así hacían nuevos amigos.
•Primero gobernaron los reyes, asesorados por un consejo de ancianos, el Senado.
•Al principio la monarquía fue buena para la patria, pero cuando los reyes abusaron del
poder, el gobierno fue sustituido por una república, en la que dos magistrados, los
cónsules, se repartían el poder cada año.
TEXTO 4
Lo encumbrado se derrumba sobre sí mismo... Tú eres la causa de tus desgracias,
Roma, convertida en propiedad de tres dueños... ¡Oh, vosotros, en funesta
concordia y ciegos por el exceso de ambición!... Nuestras primeras murallas se
empaparon con la sangre de un hermano.
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LUCANO, Farsalia, I, 80 ss.
•La culpa de las desgracias de Roma es de ella misma, ya que, por el exceso de
ambición, tres hombres se disputaban el poder: Pompeyo, Craso y César.
•Esta rivalidad originó una guerra civil, fratricida, como la que hubo en la fundación de la
ciudad entre los hermanos Rómulo y Remo.
TEXTO 5
Las guerras civiles trituran ya a una segunda generación y por sus propias fuerzas
cae abatida Roma. No pudieron acabar con ella ni sus vecinos los marsos, ni el
ejército etrusco del amenazante Porsena; y no la vencieron ni el valor de Capua,
émulo del suyo, ni el fiero Espartaco, ni el alóbroge, traidor a la revolución, ni la
salvaje Germania con su aojiazulada juventud, ni Aníbal, detestado por las madres:
somos nosotros, generación impía, hija de sangre maldita, quienes la haremos
sucumbir, y su suelo será de nuevo habitación de fieras.
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HORACIO, Epodos, 16
•Roma cae abatida por otra guerra civil, ahora por la disputa del poder entre Marco
Antonio, Lépido y Augusto.
•No pudieron con ella otros que la atacaron, como Porsena, rey etrusco; Aníbal, el
cartaginés protagonista de las guerras púnicas, o Espartaco, esclavo que se sublevó
contra el poder de Roma.
•Sin embargo, los propios romanos harán caer a Roma, que fue fundada sobre la sangre
de Remo, asesinado por su hermano Rómulo.
TEXTO 6
En efecto, los 820 años anteriores desde la fundación de la Urbe los han tratado
muchos autores, con tanta elocuencia como libertad mientras se historiaban los
hechos del pueblo romano. Después de que se combatió en Accio y el interés de la
paz exigió que todo el poder se concentrara en un solo hombre, desaparecieron
aquellos grandes talentos; al propio tiempo la verdad se vio quebrantada de varias
maneras: primero por ignorancia de la cosa pública como si de ajena se tratara,
luego por ansia de agradar o, al contrario, por odio hacia los dominadores. Así, ni
unos ni otros –ya por adversos, ya por favorables- mostraron consideración alguna
por la posteridad. Ahora bien, la lisonja de un historiador se repudia sin más, en
tanto que a la detracción y al resentimiento se les prestan oídos propicios. Y es que
la adulación atrae sobre sí la infamante tacha de servilismo, mientras que la
malevolencia asume la falsa imagen de libertad. Yo a Galba, Otón y Vitelio no los
conocí ni para bien ni para mal. Que mi carrera política debe su inicio a Vespasiano,
que fue favorecida por Tito, y que Domiciano la hizo llegar más lejos, no voy a
negarlo. Sin embargo, quienes han hecho profesión de veracidad incorruptible
deben hablar de cada cual sin amor y sin odio. Para el caso de que llegue a vivir lo
bastante, he reservado para mi vejez el principado del divino Nerva y el imperio de
Trajano, materia más rica y segura, en razón de la poco común felicidad de unos
tiempos en los que está permitido pensar lo que se quiera y decir lo que se piensa.
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TÁCITO, Historia, I, 1
•Mientras se escribía la historia del pueblo romano había libertad, pero ésta desapareció
cuando el poder fue ejercido por un solo hombre, Octavio Augusto, vencedor de Marco
Antonio en la batalla de Accio.
•La objetividad de los relatos históricos se vio perjudicada, ya que, como no se podía
participar en ningún asunto de la ciudad, la política perdió interés y los historiadores o
bien alababan o bien odiaban a los gobernantes, sin un término medio.
•Cuando se ve que un historiador alaba a un gobernante, no se le da crédito, porque se
piensa que es un servil; mientras que si critica al poder, se consideran más sus palabras,
porque aparentemente es más valiente.
TEXTO 7
Depredadores del mundo entero, cuando a su afán devastador se le acabó la tierra,
escudriñan el mar. Son codiciosos si el enemigo es rico; si es pobre, soberbios; ni
el Oriente ni el Occidente han bastado a saciarlos; sólo ellos codician con igual
afán las riquezas y la pobreza. El despojo, el asesinato, el robo, lo designan como
su “imperio”; su “paz” es el silencio de los desiertos.
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TÁCITO, Agrícola, 30
•Los romanos querían poseer no sólo la tierra, sino también el mar, tanto en Oriente como
en Occidente.
•Codician las posesiones de los ricos y humillan a los pobres quitándoles lo único que
tienen, la dignidad.
•Cuando han arrasado todo llaman “paz” al resultado, porque nadie puede protestar si lo
han aniquilado.
TEXTO 8
Es dulce, cuando sobre el vasto mar los vientos revuelven las ola, contemplar
desde tierra el penoso trabjao de otro; no porque ver a uno sufrir nos dé placer y
contento, sino porque es dulce considerar de qué males te eximes. Dulce es
también presenciar los grandes certámentes bélicos en el campo ordenados, sin
parte tuya en el peligro, pero nada hay más dulce que ocupar los excelsos templos
serenos que la doctrina de los sabios erige en las cumbres seguras, desde donde
puedas bajar la mirada hasta los hombres, y verlos extraviarse confusos y buscar
errantes el camino de la vida, rivalizar en talento, contender en nobleza, esforzarse
día y noche con empeño en el trabajo, elevarse a la opulencia y adueñarse del
poder. ¡Oh míseras mentes humanas! ¡Oh ciegos corazones! ¡En qué tinieblas de la
vida, en cuán gandes peligros se consume este tiempo tan breve!
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LUCRECIO, De la naturaleza de las cosas, II, 1-16
•Está bien ver cómo trabajan los otros, no porque nos dé placer el sufrimiento de los
demás, sino porque nos alivia ver de lo que nos estamos librando.
•A Lucrecio no le gusta ir a la guerra, ni competir con nadie en inteligencia o en posición
social. No le parece bien trabajar en exceso, ni empeñarse en ganar miucho dinero o en
tener poder.
•Esta actitud coincide con la idea del carpe diem. Hay que aprovechar el escaso tiempo
de la vida haciendo cosas placenteras, y no gastarlo en tareas inútiles que no conducen a
nada.
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