relaciones diplomáticas en la literatura medieval castellana

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R E L A C I O N E S DIPLOMÁTICAS E N L A
LITERATURA MEDIEVAL CASTELLANA
E n t r e los aspectos de l a v i d a y l a c u l t u r a españolas de l a E d a d
M e d i a , se destacan por su interés las noticias relativas a los contactos
políticos de los cristianos con sus vecinos musulmanes. E n l a literatura castellana estas noticias se encuentran sobre todo en u n género,
el de las crónicas, a las cuales podemos añadir unos cuantos episodios de cantares épicos. Antes de considerar estas relaciones diplomáticas, conviene apuntar el interés que mostraron los historiadores
de Castilla p o r los asuntos internos de los reinos musulmanes. L a
mayoría de las obras históricas, desde l a Primera crónica de A l f o n so X hasta l a de los Reyes Católicos escrita por D i e g o de V a l e r a ,
i n c l u y e n expresamente u n resumen de los sucesos moros coetáneos
a los acontecimientos cristianos que n a r r a n . T a l interés p o r l a historia m u s u l m a n a se revela en l a actitud de l a Primera crónica: " C a
esta nuestra estoria de las Espannas general la leuamos nos de todos
los reyes dellas et de todos los sus fechos que acaescieron en el tiempo passado, et de los que acaescen en el tiempo present en que
agora somos, tan b i e n de moros como de cristianos.. . "
L o s cristianos tenían motivos para interesarse en los asuntos i n ternos de los moros. Éstos, después de todo, representaban siempre
el peligro más persistente q u e acechaba a los reinos d e l N o r t e ; el
conocimiento de su historia y de sus negocios les era indispensable
para sus proyectos, tanto militares como diplomáticos. A p r o v e c h a n do las disensiones intestinas de los moros, los cristianos podían escoger momentos oportunos para adelantar la Reconquista. Así, en tiempos de F e r n a n d o III l a sublevación de A b e n h u t de M u r c i a contra
los almohades les i m p o r t a b a a los cristianos porque, como resultado
de l a rebelión, "partióse a q u e l l a tierra en muchos pequennos reys,
et apartada de los moros almohades, que fue p r o et b i e n a l o que los
cristianos teñí en en los corazones: esto es, ganar dellos la t i e r r a "
1
2
Las obras más importantes que manifiestan interés por los asuntos de
los moros, por sus guerras dinásticas y por sus disensiones intestinas son la
1
Primera
crónica general de Alfonso X , l a Crónica de Juan II, l a Crónica
del
halconero,
los Hechos de.. . Miguel
Lucas de Iranzo y la Crónica de los Reyes
Católicos
2
de Diego de Valera.
ALFONSO X , Primera
crónica
general,
ed. R. Menéndez P i d a l , NBAE,
M a d r i d , 1906, p. 653a (en adelante abreviaremos PCG).
t. 5,
NRFH, XII
KENNETH R. SGHOLBERG
35»
(PCG, p. 722«). D u r a n t e el reinado de J u a n I I , l a l u c h a p o r el poder
entre el rey Izquierdo y el rey C h i q u i l l o motivó nuevas campañas
contra Granada, y el monarca castellano pensó sacar partido de la
discordia que había estallado dentro del r e i n o andaluz . Los historiadores regios reflejan l a actitud de sus señores a l tratar los asuntos
de los moros. Las contiendas internas de éstos tenían que influir en
l a política cristiana, y era preciso incluirlas para mostrar completamente la historia de cada u n o de los reinos.
E n cuanto a las relaciones diplomáticas mismas, lo primero que
i m p o r t a considerar son los tratados y alianzas que se concertaron
con los moros. A u n q u e n o podía existir u n p l a n duradero y b i e n
detallado para l a Reconquista, siempre se mantenía vivo el deseo de
recobrar l a tierra de manos de los moros y de expulsarlos finalmente
de l a Península. C l a r o que el método de hacerlo tenía que evolucionar según l o mandaban las circunstancias. P o r eso l a diplomacia
podía ser tan buena arma como l a guerra. E n las negociaciones
diplomáticas que vamos a considerar, podrá verse claramente la
actitud práctica de los castellanos medievales para con los infieles.
L a forma más elemental de convenio con los moros fue l a tregua
m i l i t a r . A veces, claro está, l a acción guerrera se suspendía simplemente sin acuerdo alguno entre los combatientes. Otras veces se concertaban treguas formales, por l o general para u n período corto, u n
año o dos a l o más, aunque el plazo podía ampliarse si así parecía
conveniente. L o s cristianos conseguían con estas treguas varios fines:
ganar tiempo para preparar l a siguiente campaña, gozar de una
pausa para que el rey pudiese afianzar su autoridad dentro del reino,
o neutralizar a los moros mientras se emprendía u n a campaña contra otro estado cristiano. Alfonso V I I I firmó u n a tregua con los
moros dos años después de su derrota en Alarcos a fin de tener las
manos libres contra L e ó n y N a v a r r a (PCG, p. 682 b). Alfonso X I
ratificó u n a suspensión de hostilidades con el rey de G r a n a d a porque
necesitaba tiempo para arreglar ciertas diferencias con su vasallo don
J u a n , h i j o d e l infante d o n M a n u e l . D o n J u a n m i s m o mantenía
relaciones amistosas con los moros, sin d u d a para apoyar mejor sus
negociaciones con el monarca. L o s musulmanes, por su parte, solían
necesitar u n respiro para i r a buscar ayuda en África. E n una ocasión p i d i e r o n tregua y consintieron en pagar u n t r i b u t o de doce m i l
doblas anuales , pero lo cierto es que también el rey castellano anhelaba u n período de paz. Varios otros tratados con los moros, siempre
de corta duración y causados por análogos apremios, fueron concertados por A l f o n s o X I . Treguas como ésas eran bastante comunes, y
se m e n c i o n a n en las crónicas de casi todos los reyes castellanos de
3
4
Crónica del halconero
de Juan II, Pedro Carrillo
de Huete,
ed. J . de M .
C a r r i a z o , M a d r i d , 1946, p . 91; véase t a m b i é n l a Crónica
de Juan II,
BAAEE,
t. 68, p p . 483 ss.
* Crónica
de Alfonso
XI, BAAEE,
t. 66, p p . 227-232.
3
NRFH,
XII
RELACIONES DIPLOMÁTICAS MEDIEVALES
359
los dos últimos siglos de la R e c o n q u i s t a . E n muchos casos los moros
tenían que pagar t r i b u t o o libertar a cierto n ú m e r o de cautivos cristianos.
Pero l a paz n o era siempre lo deseable. C u a n d o los cristianos se
sentían bastante fuertes podían rechazar u n a petición de tregua o,
si no, e x i g i r u n a indemnización tan alta, que los moros no p u d i e r a n
pagarla. Así, cuando J u a n I I quería hacer guerra contra el rey
Izquierdo de Granada, desechó u n a oferta de paz, exigiendo que
el m o r o le entregara "gran número de doblas e otras cosas, e que le
diese todos los christianos que en su reyno estaban captivos, e que
le otorgaría treguas por u n año a l o más" (Crón. Juan II, p. 484a.)
E l rey castellano sabía que el m o r o no podría aceptar sus condiciones.
A l g u n a vez los acuerdos d u r a r o n tanto tiempo, que se los puede
considerar como verdaderos tratados de amistad. E j e m p l o conocido
es el pacto de A l f o n s o V I con el rey de T o l e d o . A l f o n s o , huyendo de
su h e r m a n o Sancho, se dirigió a l a capital de A l - M a ' m u n i b n D i ' n N u n , q u i e n l o recibió con toda c o r d i a l i d a d . Además de ayudar a
su bienhechor contra el rey de Córdoba, A l f o n s o j u r ó solemnemente
que n u n c a atacaría n i a A l - M a ' m u n n i a su hijo heredero. C u a n d o
llegó al poder en Castilla y León, "seyendo él b u e n o et uerdadero,
n u n q u a se le oluidó l a postura que fiziera c o n A l m e m ó n rey de
T o l e d o et con su fijo, et siempre los ayudó m i e n t r e u i s q u i e r o n en
las cosas que o u i e r o n mester" (PCG, p. 520b). E l pacto sólo se refería a A l - M a ' m u n y a su hijo Yssem, de manera que n o fue obstáculo
para q u e A l f o n s o tomase más tarde a T o l e d o , cuando Yssem ya no
m a n d a b a allí. T a l era el esquema general de las relaciones diplomáticas en l a E d a d M e d i a española. L o s tratados se concertaban entre
i n d i v i d u o s . Si u n o de los contratantes moría, b si era destronado,
como a m e n u d o ocurría entre los moros, el acuerdo quedaba abrogado. Así, pues, los pactos con los moros jamás t u v i e r o n u n carácter
m u y permanente.
5
6
D e índole distinta fue el tratado que firmaron J u a n I I y el rey de
T ú n e z . Éste, aunque moro, prometió n o ayudar a G r a n a d a contra
Castilla (Crón. Juan II, p. 488«; véase también Crón.
halconero,
p. 127). A los cristianos les convenían acuerdos de esta clase para
neutralizar c u a l q u i e r ayuda que buscasen sus enemigos. Representaban u n aspecto de l a política de " d i v i d i r para vencer", de la que
p r o n t o veremos ejemplos más notables.
5
Algunos ejemplos de las muchas treguas que se firmaron pueden verse en
FERNÁN SÁNCHEZ DE VALLADOLID, Crónica de Sancho el Bravo, BAAEE,
t. 66,
pp. 72a, 846-85«, y Crónica
de Fernando
IV, ibid., p. 133a; PERO LÓPEZ DE
A Y ALA, Crónica de Juan I, BAAEE,
t. 68, p. 142b, y Crónica de Enrique
III,
ibid., p. 224*2; Crónica de Juan II, ibid,, p. 3336.
L a residencia de Alfonso en T o l e d o se relaciona con la historia del cerco
de Zamora y con la materia cidiana.
0
360
NRFH,
KENNETH R. SCHOLBERG
XII
L o s tratados que hasta aquí hemos examinado son de carácter
esencialmente negativo. Es decir, representan acuerdos según los
cuales los cristianos y los moros prometen no atacarse mutuamente
durante cierto tiempo, o b i e n se o b l i g a n a no ayudar a los enemigos
d e l otro bando. D e índole más positiva son las alianzas en que se
establece u n intercambio de ayuda m i l i t a r . E n ciertos casos u n rey
cristiano aceptó a u x i l i o de los moros contra otros cristianos. Sancho I de León recobró su r e i n o de manos de Ordoño el M a l o con
ayuda de u n ejército que le d i o A l m a n z o r , según l a Primera crónica. D e modo semejante ayudaron los moros al conde García de
N a v a r r a en sus luchas contra Pedro de Aragón y Fernando el M a g n o
de C a s t i l l a (PCG, pp. 409a, 476a, 484b). Pedro el C r u e l obtuvo
a u x i l i o de Granada tanto para sus guerras exteriores como para
r e p r i m i r los desórdenes ocurridos dentro del reino. C u a n d o d o n
Pedro guerreaba contra Aragón, el rey M a h o m a d de Granada le proporcionó tres galeras, y mandó a u n caballero, d o n Farax Rodoán,
c o n seiscientos jinetes para ayudar a los castellanos. López de A y a l a
también sostiene que el rey cristiano fue amparado por m i l q u i n i e n tos jinetes moros en l a batalla de M o n t i e l , donde murió a manos de
su hermanastro E n r i q u e de Trastámara. A cambio de l a ayuda recib i d a , d o n Pedro había apoyado a M a h o m a d contra su r i v a l , e l llam a d o rey Bermejo. Según A y a l a , el rey Bermejo acudió a d o n
P e d r o pidiéndole que juzgase el p l e i t o suyo con M a h o m a d , pero
el castellano, que codiciaba las joyas d e l moro, le hizo prender y
matar, j u n t o con sus secuaces, "e el rey Bermejo, desque se v i o
ferido, d i x o a l rey en su arábigo: «¡Oh, qué pequeña caballería
f e c i s t e ! » . . . E decía el rey d o n P e d r o que él los ficiera matar p o r q u e
se alzaran e fueran rebeldes a su señor el rey M a h o m a d , e porque fueran en matar a l rey Ismael su señor; empero todos lo tovieron
por n o n b i e n fecho, e les ploguiera que el rey n o n lo ficiera a s í " .
7
Más frecuentes fueron las alianzas en v i r t u d de las cuales u n rey
de C a s t i l l a ayudó a u n o de los reyezuelos moros contra otros. M u chas veces se trataba de favorecer a u n aspirante a l trono de G r a nada contra sus rivales. Y a hemos mencionado las amistades de A l fonso V I y A l - M a ' m u n y de Pedro I y M a h o m a d . Alfonso X y el
rey de G r a n a d a se j u n t a r o n para guerrear contra M u r c i a , pensando
cada u n o extender sus propios d o m i n i o s . Poco después, A l f o n s o se
alió con otros moros, los arrayaces, contra el rey de Granada, q u i e n
a su vez recibió el sostén de los ricos-hombres castellanos que estab a n enemistados con A l f o n s o . J u a n I I , después de l a muerte d e l
rey C h i q u i l l o , apoyó las pretensiones de A b e n a l m a o a l trono de
G r a n a d a y le ayudó a ganar u n poder transitorio en la capital anda8
PERO LÓPEZ DE A Y A L A , Crónica
del rey don
4 9 4 6 , 5 2 6 6 , 5896, 510^6.
FERNÁN SÁNCHEZ DE VALLADOLID, Crónica
de
11b y 34a.
7
8
Pedro,
Alfonso
BAAEE,
X,
t. 66,
BAAEE,
t.
pp.
66,
NRFH, XII
RELACIONES DIPLOMÁTICAS
MEDIEVALES
luza. Después de su victoria en l a Vega de G r a n a d a el i ° de j u l i o
de 1431, d o n J u a n le mandó a A b e n a l m a o "que dende en adelante
él se llamase rrey de G r a n a d a " (Crón. halconero, pp. 104-106).
A u n q u e d o n J u a n se mostró amistoso con A b e n a l m a o , su apoyo n o
se debió completamente a amistad. F u e método eficaz de mantener
vivos los trastornos internos en A l - A n d a l u s . L a explicación p r i n c i p a l de l a buena fortuna de los castellanos está en el hecho de que los
musulmanes n u n c a pusieron fin a sus luchas intestinas n i ofrecieron
u n frente u n i d o a los cristianos. H a s t a los últimos momentos de l a
Reconquista, la campaña castellana debió muchos de sus triunfos
a los conflictos existentes en G r a n a d a y a l a defección del rey M o z o
en favor de los Reyes Católicos. T o d a v í a en 1487, algunos moros de
l a facción del joven rey servían a Fernando contra el rey V i e j o .
M e d i a n t e la promesa de tres años de paz a l rey M o z o , Fernando
logró mantenerlo alejado de su tío . S i n embargo, aunque u n a reconciliación entre los dos reyezuelos h u b i e r a p o d i d o prolongar la lucha,
en r e a l i d a d no habría cambiado el resultado inevitable.
Salta a la vista que las consideraciones religiosas tenían poco que
ver con las relaciones diplomáticas. Las diferencias de credo rara
vez h i c i e r o n que los castellanos se negaran a firmar pactos de ayuda
m u t u a con los moros, a m i l i t a r en sus filas o a aceptar su ayuda.
Puede ser que alguna vez tales alianzas les pareciesen poco apetecibles, pero los españoles cristianos se mostraron sumamente realistas en sus tratos con la gente que compartía con ellos el t e r r i t o r i o
de l a Península. A u n en los casos en que rehusaban l a ayuda m i l i tar ofrecida por los musulmanes, lo hacían cortésmente para no contrariarlos y para asegurar su ayuda si les hacía falta en lo f u t u r o .
L a práctica de apoyar a u n m o r o contra otro muestra igualmente su
a c t i t u d realista, aunque n o se puede negar que ésta fue u n a política
extranjera bastante precaria, n o sólo p o r las fluctuaciones de poder
entre los moros, sino también p o r l a falta de estabilidad en Castilla
m i s m a , sobre todo en los siglos x i v y x v . C u a n d o había alborotos
internos, resultaba difícil conservar los triunfos que se ganaban
i n t e r v i n i e n d o en los asuntos internos de G r a n a d a . Castilla n o gozó
9
10
11
D I E G O D E V A L E R A , Crónica
de los Reyes Católicos,
ed. J . de M . Carriazo,
M a d r i d , 1927, pp. 217 ss.
L a Crónica de Juan II cuenta (p. 6686} con qué tacto procedió el rey
J u a n de Navarra cuando los moros le ofrecieron ayuda contra Castilla: les dio
una respuesta dilatoria, "hasta ver si hallaba en los caballeros de Castilla tanto
favor, que pudiese escusar el favor del rey de Granada y de los moros, e donde
no lo pudiese hallar en tanto grado como cumplía a él y a los caballeros de
su opinión, que entonces no podría escusar el favor del rey de Granada por
recobrar lo que sin causa perdido había".
Por ejemplo, muchos de los pueblos que J u a n II había ganado en sus
campañas en apoyo de Abenalmao se perdieron más tarde cuando los moros, a
su vez, se aprovecharon de las disensiones suscitadas alrededor de don Alvaro
de L u n a para atacar a Castilla (Crón. halconero, pp. 487 s., 532 s.).
9
1 0
1 1
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KENNETH
NRFH, XII
R. S C H O L B E R G
de bastante armonía i n t e r n a para consolidar sus victorias hasta
fines del siglo x v . Pero el hecho de que los reyes castellanos anteriores a Fernando e Isabel n o hayan podido realizar u n programa
sostenido n o quiere decir que su actitud fuese poco práctica. E l apoyo
que prestaron a ciertos moros contribuyó a mantener e l estado de
desunión en Andalucía y permitió que los castellanos ganasen nuevas tierras s i n gasto excesivo de vidas n i de dinero. S i t r i u n f a b a el
m o r o a q u i e n sostenían, recibía su t r i b u t o y, p o r l o común, contaba
con su vasallaje y amistad. S i perdía, su contrincante quedaba debilitado p o r l a l u c h a y n o podía atacar a los cristianos.
Pero n o eran sólo los reyes de Castilla quienes solían pactar
alianzas c o n los moros. Refiriéndose a l C i d , Menéndez Pelayo dice
que "las alianzas c o n infieles y el m i l i t a r a sueldo suyo, a u n contra
príncipes cristianos, eran corrientes en el derecho público de l a
época, y p r i v i l e g i o inconcuso de los ricos-hombres, según se desprende de l a lectura d e l F u e r o V i e j o de C a s t i l l a " . E l derecho de
los nobles castellanos a pactar c o n los moros se prolongó hasta e l
siglo x v . L o s primeros ejemplos literarios de alianzas de i n d i v i d u o s
particulares c o n los infieles se h a l l a n en los cantares épicos. Bernardo d e l Carpió, según l a tradición peninsular, se alió c o n e l rey
de Zaragoza, e l M a r s i l de los autores medievales castellanos, para
conseguir u n a v i c t o r i a n a c i o n a l sobre los franceses en Roncesvalles .
Se admite q u e esta leyenda de cooperación moro-cristiana surgió
como protesta contra las pretensiones francesas de victorias logradas
en l a Península. R o d r i g o Díaz de V i v a r se alió c o n los reyes de
Zaragoza a l p r i n c i p i o de su destierro, y a u n antes de esto había
ayudado a l rey de Sevilla (vasallo de Alfonso V I ) contra e l rey de
G r a n a d a y contra los cristianos que apoyaban a éste. E l Poema del
Cid n o m e n c i o n a sus alianzas c o n estos moros, pero l a Primera
crónica nos l o dice c o n bastantes pormenores. D e b i d o a las hazañas que llevó a cabo mientras servía a A l m u t a m i z de Sevilla contra
A l m u d a f a r de G r a n a d a , R u y Díaz ganó el título de " C i d Campead o r " (PCG, p. 522b). D u r a n t e su destierro, e l C i d ayudó a Z u l e m a ,
rey de Zaragoza, contra Abenalhage de D e n i a , cuyas tierras eran
defendidas p o r otros cristianos, Pedro de Aragón y e l conde R a m ó n
Berenguer; "et Q u l e m a rey de Sarago^a amó m u c h o a R o y Díaz, et
d i o l todo su regno en poder et en guarda, et mandó a sus uassallos
que fiziessen todo l o q u e él mandasse" (ibid., p. 532b). E n su campaña contra V a l e n c i a , R u y Díaz trató c o n varios cabecillas moros
y, aunque n o m i n a l m e n t e seguía siendo vasallo de A l f o n s o V I , en
realidad actuaba como señor independiente. T e n í a derecho de ha12
13
M . M E N É N D E Z P E L A Y O , Antología
de poetas líricos castellanos,
1890-1906, t. 11, p. 301.
Véanse el Poema de Fernán
González,
estr. 140-143, y l a PCG,
1 2
1 3
y cf. R.
MENÉNDEZ PIDAL,
zález", Homenaje
Madrid,
p. 353a;
"Notas para el romancero del conde Fernán Gon-
a Menéndez
Pelayo,
M a d r i d , 1899, p. 4 4 8 .
NRFH,
XII
3°3
RELACIONES DIPLOMÁTICAS MEDIEVALES
cerlo, según el código feudal. N o obstante, en sus alianzas c o n los
moros parece que e l C i d tuvo cuidado de n o ponerse en pugna
abierta con su soberano.
T a l escrúpulo n o caracterizó a los ricos-hombres que se a l i a r o n
con los infieles en épocas posteriores. E n efecto, a juzgar p o r las
crónicas, l a razón de más peso que tenían los nobles para pactar
c o n los moros era oponerse a l poder real. E n el reinado de A l f o n so X , el infante d o n Felipe, hermano d e l rey, salió c o n los suyos
de Castilla en rebelión abierta contra Alfonso y se dirigió a G r a nada, donde firmó c o n el rey m o r o u n tratado de m u t u a ayuda.
L o s rebeldes pasaron dos años en G r a n a d a y n o v o l v i e r o n hasta q u e
se celebró u n a reconciliación c o n e l rey gracias a l a mediación de l a
r e i n a (Crón. Alfonso X, p p . 23 ss., 32 ss., 46b). L o s hijos de A l f o n s o
también riñeron, y J u a n , hermano de Sancho I V , se fue a M a r r u e cos y peleó a l lado de los musulmanes (Crón. Sancho el Bravo,
p. 89a). Volvió a Castilla después de l a muerte de Sancho, pero
inmediatamente regresó a tierra de moros. J u n t o c o n e l rey de G r a nada guerreó contra su sobrino Fernando I V y l a regente doña
María (Crón. Fernando IV, p. 102b). M u r i ó en G r a n a d a en los p r i meros años d e l reinado de A l f o n s o X I . O t r o d o n J u a n , e l hijo d e l
infante d o n M a n u e l , se alió c o n los moros varias veces contra e l
vencedor d e l Salado (Crón. Alfonso XI, p p . 209&-210a y 2%%ab).
L o s nobles que se opusieron a Pedro el C r u e l q u i s i e r o n ganarse l a
ayuda de los moros en su l u c h a contra e l monarca. D o n J u a n de
la C e r d a fue a G r a n a d a y luego a África para solicitar alianzas c o n
los mahometanos (Crón. D. Pedro, p. 426^). Pero los de G r a n a d a
se encontraban d i v i d i d o s a l a sazón y ambas parcialidades competían p o r e l favor de d o n Pedro. Así, pues, e l emisario n o tuvo
ningún éxito. C o m o ya queda dicho, d o n Pedro optó p o r su vasallo
M a h o m a d e hizo matar a l r i v a l .
Alianzas parecidas encontramos en el siglo x v , durante los reinados de J u a n I I y de E n r i q u e I V . E n las dificultades que e l p r i m e r o de
estos monarcas tuvo c o n sus propios nobles, c o n los navarros y c o n
los aragoneses, los moros p r o p o r c i o n a r o n gente de guerra a los enemigos d e l rey. Gómez M a n r i q u e y sus hermanos R o d r i g o y F a d r i que, así como sus parientes de l a poderosa f a m i l i a M e n d o z a , emplear o n a soldados sarracenos contra las fuerzas reales (Crón.
halconero,
pp. 494 s., 497 s., 514, 534). E n tiempos de E n r i q u e I V , los ricos-hombres solían reclutar mercenarios moros para sus contiendas particulares. Alfonso Fajardo, adelantado de M u r c i a , " c o m o estaba poderoso,
hacía muchos males, unas veces metiendo moros que r o b a b a n l a tierra
e captivaban los christianos, e otras guerreando e disipando muchos
l u g a r e s " . E l biógrafo de M i g u e l Lucas de Iranzo y F e r n a n d o d e l
14
1 4
DIEGO
ENRÍQUEZ
D E L CASTILLO,
p. 110b. M E N É N D E Z P E L A Y O , Antología,
Crónica
de
Enrique
IV,
BAAEE,
t.
70,
ed. cit., t. 8, p p . 164-165, identifica al
3 4
KENNETH
6
NRFH, XII
R. S C H O L B E R G
P u l g a r se refieren a las confederaciones que f o r m a r o n con los moros
el C o n d e de C a b r a y sus enemigos para oponerse unos a otros .
Las alianzas que los ricos-hombres hacían con los moros se parecen a los pactos concertados por los monarcas en que muestran la
cooperación y las relaciones amistosas que cabían entre personas de
religiones diferentes. E n n i n g u n o de esos casos se observa gran repugnancia en tratar con los enemigos tradicionales del cristianismo.
S i n embargo, hay u n a distinción importantísima entre los acuerdos
firmados por el soberano y los que hacían los nobles. Los primeros podían c o n t r i b u i r a la hegemonía y unificación de Castilla,
ya sea reforzando l a posición del rey dentro de sus tierras, ya aumentando l a desunión entre los moros. L o s segundos tenían u n efecto
totalmente opuesto. C o m o los nobles se aliaban con los moros las
más veces para oponerse a su p r o p i o señor, sus acciones estorbaban
l a u n i d a d castellana. F u e esto l o que ocurrió sobre todo en los dos
últimos siglos de l a Reconquista, cuando el poder de los nobles rivalizaba a m e n u d o con el del rey. V a r i o s cronistas del siglo x v se
h i c i e r o n cargo de l o peligrosa que era tal actividad diplomática por
parte de i n d i v i d u o s particulares. Enríquez del C a s t i l l o desaprueba
abiertamente el hecho de que A l o n s o Fajardo se sirva de los moros
en esa forma, y los autores que m e n c i o n a n el caso del Conde de
C a b r a y sus enemigos se i n d i g n a n asimismo de sus tratos amistosos
con los musulmanes. Pero estas protestas son las únicas que hemos
hallado en los escritos castellanos de la é p o c a . L o s tratados con
los moros fueron cosa común y corriente en l a v i d a medieval, y
demuestran que es errónea l a idea de l a R e c o n q u i s t a como u n cont i n u o batallar contra los enemigos de l a fe. E l ideal de la Reconquista se mantenía siempre vivo, pero en la práctica solían pesar más
las consideraciones del momento.
15
16
A l estudiar las relaciones moro-cristianas hay que tener en cuenta
el vasallaje prestado p o r u n a persona de u n a religión a u n señor de
otra. Desde luego, el vasallaje de cristianos a moros era más frecuente cuando éstos llevaban la ventaja. L a Primera crónica menciona
varios casos de cristianos que acudieron a m i l i t a r bajo los m o r o s ,
17
Fajardo del romance "Jugando estaba el rey m o r o . . c o n este Alonso Fajardo,
pero E. B U C E T A , en RFE, 18 (1931), 24-33, dice que se trata de Pedro Fajardo,
primo de Alonso. E n todo caso, el romance nos ofrece una prueba más de las
relaciones amistosas que solía haber entre personas de distinta religión en la
España del siglo xv.
1 5
Hechos
del
condestable
don
Miguel
Lucas
de Tranzo,
ed. J . de M . Ca-
rriazo, M a d r i d , 1940, pp. 463 y 467; F E R N A N D O D E L P U L G A R , Letras...,
ed.
J . Domínguez Bordona, Clás. cast., M a d r i d , 1929, pp. 127-128.
M E N É N D E Z P E L A Y O , op. cit., t. 11, p. 203, dice que el autor del Poema
de
Fernán González hace ciertas "salvedades" a l a alianza de Bernardo del Carpió
con el rey Marsil.
Véanse algunos ejemplos en la PCG, pp. 345a, 4 4 5 « ^ 5 0 3 ^ 684a, 7 1 7 ^
1 6
1 7
719&,
731&.
NRFH,
RELACIONES DIPLOMÁTICAS MEDIEVALES
XII
365
sobre todo en la época de poderosos caudillos como Abderramán I
y A l m a n z o r . L o s territorios musulmanes ofrecían asilo cuando, p o r
razones políticas o de otra índole, se le hacía imposible a a l g u i e n
quedarse en Castilla. Así, A l f o n s o V I buscó refugio en l a corte d e l
rey de T o l e d o en 1072, cuando su hermano Sancho le usurpó el
trono. L a Crónica de Alfonso XI dice (p. 259*2) que los hermanos
A g u i l a r , d o n Gonzalo y d o n Fernán, se h i c i e r o n vasallos d e l rey de
G r a n a d a . L a misma crónica nos cuenta (p. 3126) que algunos cristianos que vivían entre los musulmanes del África septentrional
t o m a r o n parte en las revueltas dinásticas de allí: " M u e r t o A b o t e b i d
rey, los christianos que eran a l i e n l a m a r alzaron rey [a] A b o r r a b e
su h e r m a n o " . Las tierras de moros también ofrecían asilo a esclavos
fugitivos y a renegados. Las Siete partidas d i e r o n cierto reconocim i e n t o legal a esta costumbre, pues declaran que los esclavos que
h u y a n a tierra de moros h a n de considerarse libres (IV, tít. 22,
ley 7). G r a n a d a siguió siendo u n refugio para esta gente hasta su
caída en poder de los Reyes Católicos.
Puesto que nos servimos aquí de fuentes cristianas, es n a t u r a l
que el vasallaje de moros a cristianos se mencione m u c h o más a
m e n u d o que el de éstos a aquéllos. Casi todas las treguas de los tres
últimos siglos de l a Reconquista, p o r lo menos tal como las presentan los cronistas castellanos, i n c l u y e n el reconocimiento, por parte
del c a u d i l l o moro, de su vasallaje a l monarca castellano, y l a promesa de pagarle t r i b u t o . Baste citar unos cuantos ejemplos. Fernando I recibió el homenaje de los reyes de T o l e d o y Sevilla, quienes
le pagaron t r i b u t o , en e l c u a l i b a i n c l u i d o el cuerpo de San Isidoro, entregado por A l m u t a m i d de Sevilla (PCG, pp. 489-490). A l f o n so V I recibió treinta m i l maravedíes anuales del hijo de cierto
A b u b é c a r a cambio de l a protección que le ofreció (ibid., p. 552a).
Abenganía de Córdoba fue vasallo de A l f o n s o V I I (ibid., p p .
655&-656a) . L o s reyezuelos de Baeza, M u r c i a y G r a n a d a rindier o n homenaje al santo rey F e r n a n d o I I I . L a acogida que éste dispensó a l rey de G r a n a d a (ibid., p. 7466) revela su generosidad para
con u n vasallo musulmán:
18
Et el rey don Fernando, llenno de piadamiento et de toda
mesura, veyendo en cómmo ese rey moro venía con grant humildat
et tan paciente a plazimiento de quanto él de la tierra et del
quisiese fazer, nol forjando cobdi^ia maligna, la qual él nunca ouo,
et guiándol mesuramiento et piadan<;a n a t u r a l . . . , recibiól muy
bien et fízol mucha onrra, et non quiso del otra cosa saluo que
fincase por su uasallo con toda su tierra, et se la touiese commo
se la ante teníe con todo su sennorío, et quel diese della tributo
L a Crónica dice que a Abenganía se le permitió jurar sobre el Corán»
nuevo indicio de lo poco que influían las diferencias religiosas en asuntos políticos.
1 8
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KENNETH R. SCHOLBERG
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XII
cierto: cada anno c;ient et c^nquenta m i l i morauedís, et le feziese
della gerra et paz, et le veniese cada anno a cortes.
Esta moderación hacia el m o r o resulta más notable si se tiene en
cuenta que el rey de Granada se hizo vasallo de F e r n a n d o sólo por
necesidad, después de ser vencido en batalla y de perder la c i u d a d
de Jaén. E n cuanto al rey de Castilla, es posible que le haya ofrecido
condiciones tan benignas para terminar esa fase de l a guerra, puesto
que también hacía campaña contra Sevilla y ansiaba tomarla. E n
todo caso, su política de suavidad d i o buenos resultados: el rey de
G r a n a d a se hizo su leal vasallo, le prestó ayuda m i l i t a r y, en cambio, recibió su protección. A l m o r i r Fernando, e l musulmán "mandó fazer grandes llantos por todo su regno" (PCG, p. 774a). Además, mandó emisarios que asistieron a las exequias de d o n Fernando
en el aniversario de su m u e r t e .
T a m b i é n Alfonso X recibió el vasallaje de G r a n a d a , aunque no
disfrutó de él de manera continua, a causa de sus guerras y de sus
disensiones con los nobles y con su h i j o Sancho. Después de la guerra
contra M u r c i a , llevada a cabo juntamente por C a s t i l l a y Granada,
A l f o n s o estableció a cierto M a h o m a d como reyezuelo de la c i u d a d ,
" p o r q u e este rey d o n Alfonso avía v o l u n t a d de aver reyes por vasal l o s " (Crón. Alfonso X, p. 11&). L o s reyes posteriores t u v i e r o n asim i s m o vasallos moros. E n t r e los subditos de Alfonso X I h u b o u n
Abrahén el Beodo, llamado así por su afición a l v i n o , y en más de
u n a ocasión el rey de G r a n a d a se declaró vasallo d e l castellano y
le pagó t r i b u t o (Crón. Alfonso XI, pp. 2046, 228a; Poema de Alfonso XI, v. 2447). C o m o ya hemos recordado, Pedro I recibió el
homenaje de M a h o m a d de G r a n a d a a cambio de su apoyo contra
el rey Bermejo. L o s cronistas no vuelven a mencionar vasallajes de
moros hasta el reinado de J u a n I I . A l parecer, E n r i q u e I I , J u a n I
y E n r i q u e I I I no p u d i e r o n i m p o n e r sujeción a sus vecinos del Sur.
Jusaf A b e n a l m a o , el malogrado pretendiente a l trono de Granada,
se declaró vasallo de J u a n II y fue apoyado por él cuando quiso
apoderarse de l a c i u d a d . L a Crónica del halconero
(pp. 121-122)
transcribe esta carta suya a d o n J u a n :
19
Señor, el vuestro vasallo Jucab Venalmao, rrey de Granada,
vesa vuestras manos e me encomiendo en vuestra merced... E agora, señor, con la gracia de Dios e con esfuerco de vuestra merced,
el vuestro adelantado del Andaluzía don Diego Gomes de Ribera e
mis caualleros van a Málaga, donde está el rrey Esquierdo, e fianza
"Aben-Alhamar, rey de Granada, enviaba al rey don Alfonso para esta
honra, cuando la facían, grandes homes de su casa, e con ellos cient peones, que
traía cada uno u n cirio ardiendo de cera blanca. E estos cient cirios poníanlos
aderredor de la sepoltura do yacía enterrado el rey don Ferrando, e esto facía
Aben-Alhamar por honra del rey" (Crón. Alfonso X , p. 8a).
1 9
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tengo en D i o s e en esfuerzo de l a vuestra m e r c e d q u e yo lo abré en
las m a n o s . . .
2 0
E l pobre A b e n a l m a o murió en 1432, el m i s m o año en que llegó a
ser rey. Más tarde J u a n II ayudó al infante Izmael contra el infante
C o x o , después de haber destronado éste a su tío M a h o m a d el Izquierdo (Crón. Juan II, p. 638a). A E n r i q u e I V , cuya inclinación hacia
los musulmanes es b i e n conocida, le r i n d i e r o n homenaje M a h o m a d ,
h e r m a n o del rey de Granada, y A l i q u e z o t e , comandante de Málaga.
Enríquez del Castillo dice que éste le d i o a l rey obsequios de caballos "e otras cosas moriscas, con que el rey ovo m u c h o plascer, teniéndoselo en servicio e agradesciéndoselo m u c h o " (Crón. Enrique
IV,
p. 186a). Y M a h o m a d se pasó al servicio de d o n E n r i q u e con ochenta caballos porque temía por su v i d a a manos de su hermano (Hechos de... Iranzo, p. 200). Hasta los Reyes Católicos aceptaron el
vasallaje de B o a b d i l , el "rey C h i c o " de G r a n a d a , para fomentar la
desunión entre los moros.
E l vasallaje de los moros en favor de los monarcas castellanos
se e x p l i c a p o r varias razones. A m e n u d o se les imponía como estipulación de u n tratado de paz, y llevaba anejo u n t r i b u t o anual. A
veces los castellanos podían hacer que los moros les rindiesen homenaje a fuerza de su superioridad m i l i t a r , pero para mantener su
soberanía tenían que conservar esa superioridad. E n cuanto los moros
se sentían bastante fuertes, sacudían su dependencia y dejaban de
pagar el t r i b u t o . Otras veces los moros se hacían vasallos voluntariamente. T a l fue el caso de los pretendientes al trono de Granada
que deseaban ayuda cristiana para sus tentativas de insurrección.
F i n a l m e n t e , los reyes de Castilla p r o c u r a b a n obtener el vasallaje
de los moros para mantenerlos d i v i d i d o s y, por consiguiente, debilitados.
Concluyamos con unas palabras sobre el intercambio de emisarios y l a manera de tratar a los mensajeros de los moros. Es n a t u r a l
que h u b i e r a este intercambio. L o s muchos tratados de paz, treguas,
ofertas de ayuda m u t u a y peticiones de a u x i l i o exigían negociaciones diplomáticas de u n a u otra clase. Casi todas las crónicas menc i o n a n l a llegada de mensajeros de los infieles o el envío de representantes cristianos a sus tierras. N o hay indicación alguna de que
moros y cristianos tuvieran dificultades en comunicarse, n i siquiera
en tiempos de guerra activa. Las Siete partidas enumeran incluso
los derechos d e l mensajero diplomático de los m o r o s . E l intercam21
L a Crónica de Juan II añade (p. 5036) que Abenalmao "se otorgó por
vasallo del rey, puesto por su mano en aquel reyno, e se obligó a dar al rey
e a la corona de sus reynos cierta quantía de millares de doblas en cada año
en parias, e haber e cumplir otras ciertas cosas de vasallage".
Partida VII, tít. 25, ley 9: "Mensageros vienen a las vegadas de tierra de
moros et de otras partes a la corte del rey; et maguer vengan de tierra de los
enemigos por mandado dellos, tenemos por bien et mandamos que todo men2 0
2 1
3
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KENNETH R. SCHOLBERG
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b i o de embajadores fue sumamente frecuente en el siglo xv, a juzgar por las menciones que de ello se encuentran en las crónicas de
entonces. L a Crónica del halconero cuenta (p. 127) que los embajadores del rey de T ú n e z ante la corte de J u a n I I fueron cristianos,
y q u e los musulmanes los l l a m a b a n "farfanes". L o s Hechos de
Miguel Lucas de Iranzo, crónica que muestra mejor que n i n g u n a
otra l a v i d a doméstica y las costumbres y festividades del siglo x v ,
presentan (pp. 109-110) u n cuadro gráfico de l a recepción ofrecida
a ciertos embajadores moros en u n a c i u d a d fronteriza. E n u n a ocasión, tres o cuatro caballeros granadinos v i n i e r o n a negociar con el
condestable. Acaeció que llegaron a Jaén tres días antes d e l miércoles
de ceniza, y así las carnestolendas se celebraron en su honor. E n t r e
las diversiones presentadas en esos tres días se contaron ejercicios
ecuestres, momos, bailes y torneos. E l objeto de estos últimos fue
impresionar a los moros con las fuerzas que tenía Iranzo en Jaén,
y el autor repite que los mensajeros quedaron "maravillados" y
"espantados". E l carnaval tuvo gran éxito: " F u e cosa p o r cierto que
a todos b i e n pares^ió, mayormente a los moros, que dicíen vnos a
otros axudy". Este informe, aunque algo desdeñoso para los infieles, a quienes se a t r i b u y e n reacciones de susto y sorpresa ante lo
que vieron, i n d i c a sin embargo l a a c t i t u d que predominaba en la
frontera. E l pasaje se caracteriza p o r u n tono ligero y n a t u r a l , que
da a entender que l a llegada de emisarios musulmanes era acontec i m i e n t o que podía o c u r r i r en c u a l q u i e r momento. L a c o r d i a l acog i d a que éstos t u v i e r o n y los festejos celebrados en su h o n o r muestran que eran posibles relaciones personales amistosas entre i n d i v i duos de diferentes religiones.
L o s relatos históricos de todas estas actividades diplomáticas revel a n el comportamiento c i v i l i z a d o de los castellanos medievales para
c o n sus enemigos tradicionales. L o s españoles de entonces se g u i a r o n
p o r p r i n c i p i o s de derecho i n t e r n a c i o n a l en sus tratos con ellos, firm a r o n tratados solemnes con los reyes musulmanes, canjearon con
ellos embajadores y reconocieron derechos diplomáticos a sus emisarios. Además, el concepto feudal fue l o bastante flexible en España
para i n c l u i r a m e n u d o a los moros en la categoría de vasallos.
KENNETH R . SCHOLBERG
O h i o State University.
sagero que venga a nuestra tierra, quier sea cristiano, o moro o judío,
que venga et vaya salvo et seguro por todo nuestro señorío; et defendemos que
ninguno non sea osado de facerle fuerza, n i n tuerto n i n mal ninguno a él
n i n a sus cosas. Otrosí decimos que, maguer el mensagero que viniese a nuestra tierra debiese alguna debda a home de nuestro señorío que fuese fecha
ante que viniese en la mensagería, que n o l prendan por ello n i n le trayan a
juicio; mas las debdas que ficiere en nuestra tierra después que viniese en la
mensagería, si las non quisiese pagar, bien gelas pueden demandar, et apremiar por juicio que las pague".
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