INFOCRACIA México: Poderes paralelos Andrés Cañizález [email protected] La tendencia es creciente y está convirtiéndose en objeto de estudio: de forma cada vez más cruda los poderes fácticos, léase narcotráfico, delincuencia organizada o grupos guerrilleros, son la amenaza principal para el pleno ejercicio del derecho a la libertad de expresión e información, en América Latina. Cada vez que alguno de estos poderes paralelos asesina o amenaza a un periodista o medio de comunicación, no sólo afecta de forma individual a quien informa, sino que priva al conjunto de la sociedad de una información, de un hecho que los ciudadanos deberían saber. A ello se suma una notable inacción por parte de autoridades policiales y judiciales. Un estudio reciente del Centro de Periodismo y Ética Pública (CEPET), en México, da cuenta de que durante 2007 tres de cada diez agresiones en contra de la libertad de expresión fueron cometidas por la delincuencia organizada. Esta investigación se inscribe en una iniciativa que financia el Programa de Extensión de la organización Intercambio Internacional para la Libertad de Expresión (IFEX por sus siglas en inglés), que desea tener una suerte de radiografía sobre cómo están impactando estos poderes paralelos al trabajo periodístico. La investigación puede verse en Internet: www.cepet.org En México, de acuerdo con los datos recopilados por CEPET, cada semana del año 2007 se contabilizó, en promedio, un hecho que afectó el libre ejercicio de la expresión. El termómetro, como en muchas de estas investigaciones, son periodistas y medios como víctimas, asumiendo lo que comentamos con anterioridad: cuando un poder fáctico acalla o amenaza a una voz periodística lo que en realidad persigue es que la sociedad no sepa sobre sus redes y actividades ilegales. Veamos el reporte del CEPET: “De 52 agresiones contra la libertad de expresión en 2007, en 15 existen datos para presumir que la delincuencia organizada estuvo involucrada, es decir el 29 por ciento de las agresiones o tres de cada diez (…) En casi todos, 12 de los 15 casos, existen pistas de que el agresor pertenece al narcotráfico, en dos más se trata de grupos dedicados a la prostitución infantil y en uno se sospecha de mafias al interior de un sindicato”. México, debe recordarse, ha pasado a encabezar, después de países en los que se viven conflictos armados abiertos como Irak o Afganistán, la lista de lugares más peligrosos para ejercer el periodismo. Según el centro mexicano de estudios, es evidente la autoría de la delincuencia organizada en el asesinato de los reporteros Amado Ramírez Dillanes, corresponsal de Televisa en Acapulco, y de Saúl Noé Martínez Ortega, del impreso Interdiario, en Sonora, frontera con Estados Unidos. Aunque en el caso de la muerte de Gerardo García Pimentel, no ha quedado en claro la relación del hecho con su trabajo periodístico, el asesinato parece tener el sello del narcotráfico. Sonora, que comparte límites con Arizona, es el estado mexicano más peligroso. En 2007 no sólo fue asesinado Martínez Ortega, sino que las amenazas surtieron efecto y dejó de circular el diario local Cambio. Para el CEPET, dos regiones que son percibidas como peligrosas, como son Tamaulipas y Baja California, no tuvieron reportes de agresiones durante 2007. Esto, sin embargo, es motivo de otra enorme preocupación: “Esto podría ser explicado por la severa autocensura adoptada por los medios de comunicación”. Un patrón que fue revelado por la investigación, es que en los casos donde actuaron estos poderes paralelos, en la gran mayoría las víctimas recibieron amenazas previamente. Tras consultar a un grupo de peritos en la materia, el CEPET refleja que el trabajo periodístico en zonas de riesgo enfrenta enormes enemigos y un Estado debilitado e incluso penetrado por las redes ilegales. Por un lado, las grandes redes del tráfico de droga están realizando un trabajo de penetración gradual de la prensa, con sobornos y chantajes. En segundo término, el desbordamiento de pequeños grupos de narcotraficantes ha llevado a ataques más directos, con una brutalidad notoria. El otro factor que incide negativamente es el fracaso de las autoridades de México. El Estado está perdiendo la guerra contra el narcotráfico. En no pocos casos las víctimas las pone el periodismo. Tamaulipas, un testimonio (OJO recuadro) “Los reporteros ya saben que no se deben meter. Les avisan los propios compañeros que se sabe trabajan con los mafiosos. En cada ciudad hay identificado un grupo de reporteros, especialmente los que cubren la nota policíaca, que son contactados por un representante de los mañosos, como les llama la gente. Regularmente, es alguien que decidió pasarse al lado de los delincuentes (…) Hay otros reporteros que por miedo, son obligados a tomar dinero y a comprometerse a publicar o no publicar, de acuerdo a como sea la orden. “A las redacciones llegan primero las amenazas de muerte, contra el personal o los dueños, ya sea por teléfono, directamente al personal que anda en la calle, incluyendo los distribuidores de medios impresos. Después los delincuentes ponen a un intermediario que es el que avisa lo que quieren o no quieren que se publique”. Testimonio de un periodista de Tamaulipas quien pidió reservar su identidad.