ANEXO 1 : TESTIMONIO DE CATALINA RIVAS

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Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Catequesis de Confirmación
ANEXO 1 : TESTIMONIO DE CATALINA RIVAS
Catalina Rivas es una vidente boliviana, que tiene los estigmas de la Pasión del Señor. Ha sido examinada
científicamente por el equipo que dirige el Dr. Ricardo Castañón, reconocido Neuropsicólogo perteneciente al
Grupo Internacional para la Paz.
Lo que sigue son algunos extractos de la Revelación de Catalina.
<<…Un día dijo la Santísima Virgen, en aprendizaje, en ese caminar que iba enseñándonos todo… “Quiero que
sepas lo que es la Santa Misa… Hoy va a ser un día de enseñanzas, hoy vas a aprender muchas cosas, y quiero
que las digas a todos mis hijos…”
Vino la ORACIÓN PENITENCIAL, y dijo la Virgen Santísima: “Por favor, ponte en la presencia del Señor, y pídele
de todo corazón que te perdone todas tus culpas… todas tus faltas… que te haga merecedora de estar presente
en esta Santa Misa. ¿Has llegado en el último momento… sin tener una previa preparación? Tienen que llegar
unos momentos antes para ponerse en la presencia del Señor, pedir al Espíritu Santo que baje hasta ustedes…
que mande todo su amor, que mande un Espíritu de Paz para poder sacar provecho de la Santa Misa”.
Vino la LITURGIA DE LA PALABRA, y dijo la Virgen María: “Atiende, por favor, escucha… es un momento muy
importante para Ti… la Palabra del Señor dice que su Palabra no se vuelve a Él sin haber dado sus frutos…
entonces si Tú pones atención, y durante todo el día estás atenta a algo o a todo lo que se dijo en la Lectura,
y vas rumiando, vas paladeando esa Palabra de Dios, a la larga o a la corta, va a dar frutos en Ti, de modo
que pon atención a esta parte”.
Cuando vino el OFERTORIO, de pronto la Virgen dijo: “Observa…” Empezó a llenarse la Iglesia de gente, de seres
hermosos, con una luz en sus rostros; a ver si puedo Yo describirlos: Estaban con albas blancas largas, unos seres
altos, hermosos… tenían rasgos de femeninos, de tan bellos… unos con el pelo largo, otros con el pelo corto, unos
con cabellos lacios, otros con cabellos crespos, morenos, rubios pero con rostros muy hermosos, muy, muy
hermosos… se pusieron en la fila del centro y empezaron a acercarse al altar… unos llevaban como una patena,
algo que brillaba mucho… se acercaban felices… otros tenían las manos caídas y no tenían nada en sus manos,
y detrás iban otros cabizbajos, con las manos juntas en la oración, pero muy tristes, como avergonzados.
Dijo la Virgen: “Son los Ángeles de la Guarda de cada uno de los que están aquí… es el momento en que llevan
sus ofrendas al altar de Dios… para unirse con la ofrenda que hace el sacerdote del vino y el agua, el pan, que
después tendrá que convertirse en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Se convierte también vuestra ofrenda en
una ofrenda de amor, porque ustedes en sí mismo no tienen ningún mérito, porque son criaturas miserables,
pero vuestros ofrecimientos, vuestras peticiones, vuestras ofrendas a Dios Padre, unidas al sacrificio redentor
de Jesucristo, unidas a su Cuerpo en ese momento de la transubstanciación, tienen un valor inmenso ante Dios
Padre… solamente así se justifica vuestro paso por la tierra… por los méritos de Jesús…
Los ángeles que tienen las manos abajo, son los de las personas que no tienen nada que pedir, ni nada que
ofrecer. La Misa tiene un valor infinito ¡Entiéndalo bien! ¡Ustedes no saben el valor que tiene una Misa! Eso lo
van a comprender el día que estén al otro lado… ¡Pidan por todo!, ¡Pidan por ustedes! ¡Pero no sean egoístas,
acuérdense del vecino, acuérdense de los pobres, de los necesitados, de los pecadores, de los políticos, que no
hay quien rece por ellos… acuérdense de la gente que está sufriendo en las cárceles, los enfermos… pidan,
pidan mucho, pero también ofrezcan! ¡Porque eso le agrada mucho al Señor! ¡Ofrézcanse ustedes mismos…
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eso es lo que más le agrada al Señor! ¡Ofrézcanse ustedes mismos para que Él haga su voluntad en ustedes,
para que pueda transformarlos, para que pueda hacerlos otros Cristos!
Los ángeles que van cabizbajos, con las manos juntas, avergonzados, son los ángeles de aquellas personas
que aun estando en la Misa, están con la mente en cualquier parte, no están atentas, entonces los ángeles
sienten vergüenza, porque estas personas no deberían ni siquiera estar allí… no solamente no participan de
la Misa, sino que están avergonzando a sus ángeles… a su Ángel de la Guarda, y están ofendiendo al Señor”.
Momentos después vino la CONSAGRACIÓN. En el momento en que empezaba el Santo, y toda la asamblea
decía: “…Santo, Santo es el Señor…” de pronto desapareció todo lo que estaba detrás del sacerdote… paredes,
techo, todo… a la izquierda del sacerdote, hacia una esquina, en diagonal del sacerdote partiendo de su brazo
izquierdo, había una multitud de ángeles… ángeles niños, ángeles grandes, ángeles con alas, ángeles sin alas,
seres bellísimos, en una cantidad infinita que cantaban en distintos coros la melodía más hermosa que se puedan
imaginar. Todos repetían: “Santo, Santo, Santo es el Señor”, con las manos juntas, mientras se postraban de
rodillas…
Del otro lado del sacerdote, de la derecha hacia atrás, había una multitud de seres… eran los santos y los
bienaventurados del Cielo. La Virgen dijo que cuando uno ofrece la Misa y reza por sus difuntos, y va
nombrándolos mentalmente, el Señor concede la gracia de que en ese momento se hagan presentes ellos. Y me
dijo: “Pide por tu padre, por tu abuela, pide por los suyos”. Y Yo podía ver a todos allí. Todos estaban
encabezados por San José… estaban casi cerca del brazo del sacerdote.
La Virgen Santísima estaba de rodillas a la derecha del altar, en una actitud de respeto, de veneración, de
adoración, atenta, escuchando todo lo que decía el sacerdote, con las manos juntas, de rodillas, esperando el
momento sublime de adorar a la Santísima Trinidad.
El sacerdote expresó las palabras de la consagración, y no escuché más su voz. De pronto fue la voz de Jesús… Él
mismo era quien iba repitiendo: “Tomad y comed…”
Delante del altar, en la parte de adelante, de pronto se encendió como un fuego, unas llamas muy brillantes,
como rojo con dorado… Yo no podía ver las caras de las personas, eran sombras, sombras de gente, sombras
grises, con los brazos levantados hacia arriba. Y dijo la Virgen: “Son las almas del Purgatorio, que están a la
espera de una oración de ustedes para sacarlas de allá. Oren por ellas, porque cuando ellas salen del
Purgatorio, ellas oran por ustedes y los ayudan”.
En el momento de la CONSAGRACIÓN, cuando el sacerdote levantaba la Hostia, de pronto su cara empezó a
brillar mucho, mucho, hasta que se veía una sola luz fuerte como un farol… una luz muy blanca, pero blanca y
dorada al mismo tiempo. Se fue transfigurando el cuerpo del sacerdote, era un sacerdote bajito y de pronto se
fue convirtiendo en un hombre grande, porque Jesús es un hombre fuerte y hermoso… más allí, cuando Él levantó
la Hostia y le vi las llagas… no era el sacerdote… era Jesús que estaba allí en lugar del sacerdote. Era Jesús mismo,
y su Cuerpo abrazaba, rodeaba el cuerpo del sacerdote. Y dijo la Virgen: “Nunca se fijen si el sacerdote es bueno
o es malo… si el sacerdote es como es, pecador, Él tendrá que dar cuentas a Dios. Ustedes fíjense que las
manos de un sacerdote son consagradas, y que por lo tanto no es el sacerdote, el sacerdote viene a ser ‘otro
Cristo’, es la persona de Cristo verdaderamente”.
Cuando levantaba la Hostia, una luz muy brillante bajaba a la Hostia y era el mismo Jesús que se ponía en la
Hostia. Cuando ustedes van a recibir la Hostia, no solamente es Jesús… van a recibir a la Santísima Trinidad.
Cuando el sacerdote elevó el cáliz, en ese momento hubo relámpagos, se oyeron truenos… era una oscuridad
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terrible. En ese momento vi a Jesús crucificado, con el rostro muy deformado, muy golpeado, sangrando… en ese
momento salía sangre y agua de su costado, y caía al cáliz, y caía y caía copiosamente sobre el cáliz y no se
derramaba. En el momento en que el sacerdote estaba haciendo la consagración del cáliz, de esa luz grande se
desprendió un ave, un pájaro, una cosa de luz que se posó en el hombro del sacerdote y en Jesús.
Encima de Jesús crucificado había una luz muy brillante, muy grande, Yo no podía ver la cara, pero veía las manos,
unas manos abiertas así a los lados, como enseñándome: “¡Este es mi Hijo amado… este mi Hijo… mira lo que
estás contemplando!”.
¡Me di cuenta que era Dios Padre, que eran las manos de Él, y que la Santísima Trinidad estaba presente en ese
momento!
La Virgen me pidió que rezara por el sacerdote celebrante… en el momento en que se reza por la Iglesia, por el
Papa, los Obispos, por el pueblo de Dios. En ese momento, y en el momento en que comulga el sacerdote, todos
nosotros debemos pedir por Él. Pedir mientras el sacerdote está comulgando: “Señor… santifícalo, perdónalo,
ayúdalo, sálvalo, protégelo, bendícelo, ámalo…” ¡Qué importante es pedir por Él!
La Santísima Virgen dijo: “Ustedes corren detrás de todas las apariciones, y no está mal, y van a los lugares
donde Yo me aparezco… y no está mal, porque reciben verdaderamente muchas gracias… pero ¡entiendan
bien! Estoy al alcance de todos, porque nunca estoy más presente en una aparición, que en la Santa Misa”.
Por eso era que Ella me enseñaba su presencia allí… todo el tiempo, desde que empieza la Misa, hasta que
termina, la Virgen está de rodillas, en una actitud que conmueve.
Luego vino el abrazo de PAZ y la preparación para la COMUNIÓN, cuando iba a salir para comulgar, Jesús dijo:
“Espera un momento y observa…” Una de las señoras que se había confesado en la mañana, se estaba
acercando a recibir la Comunión… Yo la veía por detrás, y, en el momento en que el sacerdote ponía la Hostia en
la boca de Ella, una luz fuerte la atravesó… salía por la espalda de Ella, y de pronto fue redondeándose en sus
hombros y en su cara, y Jesús dijo: “Así es como Yo abrazo a un corazón que viene a recibirme limpio de
manchas, puro”.
Alrededor de esa señora había una gran luz, en ese momento de la Comunión, verdaderamente Él nos abraza…
¡Cuánto nos ama Dios!
Delante de mí había una señora arrodillada. De pronto el Señor me dijo: “¡Escucha!” (Ella estaba con la boca
cerrada, pero Yo empecé a escuchar como si Ella hablara, estaba escuchando su oración). Empezó con una letanía
más o menos así: “Señor, por favor, no aguanto más las borracheras de mi marido, que deje de beber, porque
ya no soporto más, haz algo Señor, Él tiene que dejar de beber. Señor, piensa en mi hijo, no te olvides que mi
hijo tiene que pasar el año, ya es la segunda vez que va a repetir, y Tú no puedes permitirlo Señor… tienes que
ayudarlo… se acerca el pago del alquiler y me va a faltar dinero, Señor, y el colegio de los niños, y la luz…” y
empezó pídele y pídele. Y la vecina de al lado de esa señora, también así… se hizo un silencio… El sacerdote dijo:
“Oremos…” nos pusimos de pie y Jesús dijo, con tono muy triste: “¿Te has dado cuenta? Ni una sola vez me ha
dicho que me ama… ni una sola vez ha agradecido el don que Yo le he hecho de bajar y de dar mi Divinidad
para que se una a su humanidad…”
Yo pedí perdón… porque cuántas veces habré hecho lo mismo, de pedir y no agradecerle y de decirle cuánto lo
amo, y cuánto necesito de Él, y cuánto bien me hace recibirlo… Al bienhechor le gusta recibir el agradecimiento
de las personas por las que hace algo. Y Jesús es el mendigo del amor… Él dice en uno de sus mensajes: “Yo que
soy Dios, soy el mendigo del amor… y lo único que les pido es que me amen… vengo a pedir su amor, vengo a
buscar su amor”.
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En el momento de la BENDICIÓN, la Virgen volvió a tomar la palabra y dijo: “Por favor, pon atención a este
momento y haz la señal de la cruz en forma debida… ésta puede ser la última bendición de tu vida. No hagas
un garabato… reciban con fervor y con respeto, con amor, la bendición que el sacerdote reparte en nombre
de la Santísima Trinidad…”
Cuando salimos, Jesús dijo: “Quédate un poco más… necesito decirte algo… ustedes organizan su vida de forma
que tienen un día para cada cosa… para visitar a sus familiares, para visitar a sus amigos,… programan sus
vacaciones, su trabajo, pero cuál es el día en que en familia, una vez al mes, aunque sea, dicen: ‘Hoy es el día
en que vamos todos juntos a visitar a Jesús…’ y que vengan y permanezcan, no les pido más que media hora
en mi Presencia… y si no tienen nada que decirme, permanezcan callados, o digan: ‘Jesús te amo, quiero hacer
tu voluntad…’ no es necesario que compongan oraciones. ¡Dejen que Yo los mire, los mime, y los llene de todo
lo que quiero llenarlos!”>>
Tomado y adaptado de: http://www.grancruzada.org/testimonio-de-catalina
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