PULSION DE MUERTE O MUERTE DE LA PULSION? * Mauricio L'univers n'est quun Dans la pureté Abadi défaut du non-étre. Paul Valéry A guisa de teorema (More geometricol Hipótesis: la pulsión busca su muerte. Quizá más valga evitar -piensouna formulación tan antropomórfica. Su ambigüedad lleva, por una parte, a equiparar, en el uso del verbo "buscar", tendencia (= Trieb) con intencionalidad (= significación) y, por la otra, a confundir mera extinción de un impulso con "muerte" (y lo que es peor y aun más absurdo, con las vivas fantasias acerca del morir; vale decir con una muerte no representable pero sustitutivamente pi u ri rrepresentada), Vaya decirlo, entonces, de esta otra manera: la pulsión tiende a su extinción. O mejor aun: la pulsión se nos revela (y también se nos oculta) a través de una tendencia hacia su extinción. Digo: tendencia, Pude haber dicho, en cambio, impulso, fuerza que empuja, que se empuja. En fin, pude haber dicho: pulsión. Caigo de este modo en la cuenta de que hay por lo menos cuatro connotaciones semánticas que estaban por pasarme inadvertidas, aun a través de formulación tan cautelosa, Las cuatro connotaciones en cuestión son: 1. Hay algo de perogrullesco dencia una pulsión • Dirección; Malabia truísmo en afirmar que la pulsión hacia su extinción. 2515, 79 "N", evi- ¿Qué es eso? ¿Una pulsión den- (1425) Capital Federal, R. Argentina. 1146 Mauricio Abadl tro de la pulsión? No. Más bien se trata de reconocer, en la aparente tautología, el intento de afirmar que lo que define y califica específicamente a la pulsión es que ésta apunta, a manera de un proyectil (desviado, ya veremos), hacia su extinción, descarga mediante. Pulsión es entonces un quantum de energía autodescargante. 0, si se prefiere identificar extinción con descarga, diremos -freudianamenteque la pulsión tiende a su descarga (= extinción). Conviene que nos cuidemos, para no vernos atrapados en la red de la formulación sintáctica, del riesgo de no darnos cuenta de que la pulsión es descarga. Más aun, la pulsión es (en el sentido existencial del verbo "ser") sólo en cuanto descarga. Descarga potencial y descarga actual. Y en cuanto pasa de descarga potencial a descarga actual, la pulsión ... ya deja de ser. Que es su modo de ser. Puesto que adquiere su verdadero status de "pulsión en acto" al cumplirse su operativo, consistente en anularse. Vale decir que lo que caracteriza a la pulsión es que se cumpla (cumplimiento que me parece más próximo de la Befriedigung que de la Erfüllung), al anularse y al disolverse en acto pulsional, su destino suicida. 2. Esa fuerza (continua e interna) que denominamos pulsión se empuja a sí misma. No es un agente que se aplica a un objeto, empujándolo hacia un fin, sino que es, en sí misma, el agente impulsante, el objeto impulsado y, en la medida en que la pulsión se define por la descarga, es también el fin. iAsombrosa entelequia, realmente! Salgamos por un instante del aire enrarecido de las abstracciones y sumerjámonos en la rica ambigüedad del lenguaje metafórico, que vuelve a mostrarnos, en escala humana, el perfil de la pulsión. Se nos aparece ésta, entonces, como un impulso suicida, una tensión pulsional cuyo anhelo es dejar de ser, extinguirse. Morirse. Realmente, casi dan ganas de reconocer en toda pulsión algo que la calificaría como pulsión de muerte. 3. Dije: tendencia hacia su extinción y no a su extinción. "Hacia" es preposición gramatical que introduce un rasgo distintivo sutil y nada desdeñable, en cuanto eludiendo ambigüedades dice la dirección en la cual la pulsión apunta, sin prejuzgar acerca de su pleno logro, que es, ya lo sabemos, extinguirse. Importa no perder de vista esta diferencia gramatical porque da cuenta de la eventual dificultad o impedimento que se le opone a una pulsión que quiere, en cuanto pulsión, descargarse, extinguirse, morirse. Impedimento a raíz del cual aquella pulsión en busca de muerte se ve obligada a exaltar agónicamente (de agón, lucha y ... agonía) su impulso para vencer a la vida, para lograr más plena y rápidamente la muerte anhelada. Muerte convertida en un blanco, sólo alcanzable merced a un desvío. Vida es el nombre de ese desvío. Un desvío que mediatiza la relación entre la pulsión, que es anhelo de extinción, y la muerte total hacia la cual no hay atajo posible, mientras no se Pulsión de muerte o muerte de la pulsión? 1147 logre la destrucción del objeto mediatizador, el sujeto viviente. Sujeto al que la pulsión tendrá despiadadamente que sacrificar para alcanzar su extinción, para morirse. ¿Cómo no ceder a la tentación de pensar que el impedimento en cuestión se comporta como si fuera una pulsión de signo opuesto, una pulsión, digamos, de vida? Una pulsión, entonces, que tendería no ya a la descarga extinguidora sino, paradójicamente, a la retención. (Retención, además, necesariamente displacentera, por su franca oposición a la descarga, o sea, por contradecir flagrantemente el principio del placer y el principio del Nirvana.) Desde mi planteo inicial, en efecto, esto se me hace contradictorio e incomprensible. Además, a esta altura de mi argumentación, no puedo dejar de pensar, con cierto asombro, en el destino final de mi añosa cavilación. Después de años de rumiar acerca de la existencia o inexistencia de la pulsión de muerte y de considerarla, con cierta suspicacia, como un dudoso engendro de nuestra "mitología" psicoanalítica -para decirlo con una palabra del mismo Freud-· me veo en la paradójica situación de aceptarla sin ninguna clase de dudas, trasladando mis dudas a la comprobación y verificación de la pulsión de vida. iPulsión de vida! ¿Qué cosa es? Pareciera, desde el punto de vista lógico, una contredictio in terminis. Veamos, a mayor abundamiento de pruebas, las palabras con que Freud, hacia el final de su existencia, al redactar su escrito póstumo, el Abriss der Psychoanalyse, se refiere a esta conjetural "pulsión de vida". Cito textualmente (capítulo 11): "En el caso de la pulsión destructiva podemos suponer que su fin último es llevar lo que es viviente a un estado inorgánico. Por tal razón, la denominamos también pulsión de muerte. Si admitimos que las cosas dotadas de vida advinieron después de las inanimadas y que surgieron de ellas, entonces la pulsión de muerte se adecua a la fórmula que hemos propuesto, acerca de que las pulsiones tienden a volver a un estado anterior. En el caso de Eros (o pu/sión de amor <> ) no podemos aplicar esa fórmula '''''. 4. Por fin, para abordar un último punto realmente insoslayable, ¿qué equivalencias podemos postular entre extinción y muerte, por un lado, y entre la pulsión y el Yo, el gesamt-Ich, la totalidad de lo que llamamos sujeto (heideggerianamente un ser-para-Ia-muerte), por el otro? En primer lugar, ¿qué tiene que ver muerte con extinción? Algo, por cierto. Pero los caminos intentados para morirse tienen que ver mucho más con la vida, es decir, con un proceso que puja (vitalmente, diríamos ironizando) para extinguirse. Y aun más, el concepto de muerte -humanaremite al conocimiento no ya de un hecho biológico, sino de las vivas y apasionadas construcciones mentales con que pensamos [él * Sinónimo, en Freud, de pulsión * * El destacado es mío. de vida. 1148 Mauricío muerte y sentimos las vicisitudes de su acercamiento, de su inmanencia en nuestras vidas. de su alejamiento, Sí, inmanencia de la muerte. ¿Otro nombre, quizá, para la pulsión de muerte? ¿O, si se quiere, para su trabajo en el seno de la vida? Uso el vocablo "trabajo" deliberada y selectivamente. Es, en efecto, la palabra (ergon) que emplea Heráclito en un aforismo aparentemente enigmático, por su construcción críptica, pero esclarecedor, por la luz que irradia: "Vida es el nombre del arco, pero su trabajo es la muerte" ". Dejo de lado el cafembour intraducible (vida = arco, juego de palabras griegas parónimas, a los que el solitario de Efeso era muy afecto) y me limito a glosar la deslumbrante -¡y freudianalintuición de Heráclito. Eso que llamamos vida es como un arco en tensión (tensión, energía, trabajo potencial), cuyo fin es la muerte. Como un arco en tensión que, cuanto más tenso -más vital, en suma-, más apresuradamente corre hacia la muerte. Como un arco en tensión, cuyo fin último -¡para el cual trabaja!es disparar la flecha que es muerte, y que es muerte no tanto, o no sólo, por el blanco al que apunta y mata, cuanto porque, al disparar la flecha, el arco logra su dis-tensión, su propia muerte. Con razón exclama Heráclito: ¡Sólo por su nombre es vida! En fin, volviendo al desfasaje entre noción de extinción y noción de muerte, me importa señalar no solamente las diferencias conceptuales sino también, y antes que nada, el salto epistemológico de las disciplinas estudio. Extinción científicas es concepto que pertenece muerte de la que aquí hablamos conceptual de pertenencia: mentación epistemológica, con las ciencias En segundo o intentamos el psicoanálisis, por una radical lugar, nos proponíamos marcado, desde su funda- heterogeneidad en relación pulsión Alli el sutil siempre- que es preciso completo", de gesamt-Ich. (Con como un hápax que es preciso diano.) • El destacado es mío. mental podría la atención, teorizador en un luminoso que hay en Freud al fin, aun en el senpegoteado, la noción de pulsión de la de "Yo razón rescatar lleacer- que es su ensayo lo que se ha ilegítimamente diferenciar su modo y Yo. Discriminación en desligar (analista de la palabra) nos advierte qué tiene que ver pieza de la metapsicología y sus destinos. -como tiene otro grupo que un cortocircuito a confundir párrafo de esa fundamental empeñado Muerte -la hablar- preguntarnos ca de la cual Freud no deja de llamarnos tido etimológico a la biología. con el Yo (cuyo vivir es, al parecer, Pienso, en efecto, varnos apresuradamente La pulsión como objeto de naturales. la pulsión (autodescargante) de morirse). entre los status que toman a esos conceptos Lacan señala esta expresión en el corpus terminológico freu- Abadl Pulsi6n de muerte o muerte 1149 de la pulsi6n? Por eso declaré, al comienzo del metafórico teorema, la hipótesis mencionada: la pulsión busca su muerte. Con particular invocación al tipógrafo para que hiciera resaltar -negrita medianteel adjetivo posesivo su, que es precisamente el soporte o la bisagra articulante de mi argumentación. Asimismo quisiera, con pareja invocación, que se destacara el sujeto de la oración: la pulsión y no el Yo. De alguna manera, frente a un planteo que parece apuntar (como sobre la pauta del pirandelliano "Seis personajes en busca de autor") a la construcción de un esquema explicativo que podríamos titular "Una muerte en busca de una pulsión específica que la determine", yo opongo y propongo un concepto genérico de pulsión que se define como apetencia de muerte, o tendencia a dejar de ser. Y el Yo, ¿qué tiene que ver con todo eso? Pues el Yo (viviente) es -metafóricamente hablando- el obstáculo al que la pulsión, al buscar extinguirse, arrastra yaniquila como en una correntada. El sujeto parece así erróneamente ser el blanco de una pulsión que quiere su muerte, cuando es solamente la víctima ineludible de una pulsión que arrasa con él al cumplirse su destino suicida. Volvamos al comienzo y replanteemos el teorema. Hipótesis: Toda pulsión tiende hacia su propia Tesis: Toda pulsión, al intentar alcanzar su fin, o sea su extinción, tropieza con el impedimento representado por el sujeto viviente y lo destruye para alcanzar su fin. Demostración: Siendo un aspecto de la vida (del mismo modo en que, en la teoría psicoanalítica, ciente" inhibidor), extinción. lo es el "sistema precons- algo que se opone a la descarga pul- sional y siendo, en parte, vida en cuanto se mantiene como impedimento a aquello que podríamos erróneamente calificar como la "vital" tendencia a la descarga (que sólo llevaría a la muerte) la única posibilidad salida que le queda a la pulsión través del sujeto, destruyéndolo. de es la de descargarse a De ahí que la destruc- ción del sujeto sea, no un fin, sino un medio para ese fin. se plantearía, entonces, entre una pul- y la antinomia sión de alguna manera ajena al Yo, aun cuando unida a él (el inneres Ausland, el territorio exterointerno), por una parte y, por la otra, un Yo que se le opone, en la trayectoria de su extinción impedimento, del drama). instrumento (un Yo que es, además de para la descarga y escenario Maurícío 1150 Abad; Pulsión, entonces, a la que podríamos atribuir en una mítica alegoría, de la que Freud no renegaría, la intención de acabar con ese cáncer (la vida), que vino a perturbar la eterna quietud del universo. En síntesis, no es que no haya una pulsión de muerte. Lo que pasa, prolongando el pensamiento freudiano hasta su extrema consecuencia, es que las pulsiones no pueden ser más que de muerte. La vida es una neoformación rebelde, una enfermedad de la cual la pulsión, al final, nos cura. ¿Cómo contrajo el universo tan perturbadora enfermedad, de la que somos los transitorios usuarios, no diré, por prudencia, los beneficiarios? No lo sabemos. Sólo sabemos que de ella, luego de larga agonía (en su sentido de lucha) finalmente nos libera la pulsión. Sic rebus stantíbus, cuesta pensar que esa enfermedad del universo, la vida, sea de orden pulsional. Más bien parece producto de algo que se opone a la pulsión, de una fuerza antipulsional, de una antipulsión en suma. De ahí a ceder a la tentación de replantear la dualidad conflictiva freudiana (no para rectificarla, sino más bien para desentrañar su esencia) no hay más que un paso. Intentemos darlo. Hechas las sustituciones del caso, donde Freud había enfrentado la pulsión de muerte a la hipotética pulsión de vida, propondremos otro par de opuestos: Pulsión (o sea tendencia a la descarga) antipulsión (o sea impedimento por algún tiempo, a la pulsión). versus de índole no pulsional que se opone, Ahora bien, si ese impedimento al que calificamos de antipulsional fuera concebido como una fuerza, tendríamos ante todo que subrayar que es una fuerza que no tíene las características de la pulsión, sino otras aún desconocidas o, por lo menos, no fácilmente categorizables. La llamada "pulsión de vida", freudiana, sería más bien una antipulsión (no en el sentido de "pulsión contraria", sino de impedimento no pulsional que contraría a la pulsión). diano, en el Compendio póstumo, clastas. El párrafo antes citado del texto freunos exime de la imputación de icono- Este modo de abordar el problema nos coloca en una perspectiva privilegiada para romper con la supuesta relación de exclusión entre vida y muerte. Opuestas y conflictivas, sí. Excluyentes, no. Más bien incluyéndose recíprocamente en el contexto de una relación dialéctica, donde vida es el proceso de morirse, proceso dinamizado por la circulación de la pulsión, que no puede ser otra que de muerte. Y muerte es la presencia de la apetencia de muerte en la vida y no en un inexistente "después de ella". Apetencia en parte satisfecha por la cuota de muerte (léase de pulsión) inmanente en cada vida. Pulsión que tendría que atravesar el impedimento de un proceso viviente que no la deja fácilmente morirse. Pulsi6n de muerte o muerte 1151 de la pulsi6n? Hay que vivir para morirse, para ganarse liano Ungaretti lo dice en un verso hermoso: la muerte. El poeta ita- "La muerte se paga vivienda" o sea, visto desde el lugar de la pulsión, sólo viviendo (vale decir, muriendo) puede finalmente alcanzarse la quietud anhelada. Y no parece que este planteo remita necesariamente a una oposición de pulsiones, sino a una pulsión y a las vicisitudes vivir antipulsional que se le opone. A todo lo largo de las páginas para descargarse de este escrito, en contra el verbo de un "morir" aparece conjugado en la forma aparentemente reflexiva -morirse-, pero en realidad apunta a una gramaticalmente imposible traducción de la forma media del verbo en griego. De paso quiero recordar que ese intento frustro de evocar la forma verbal "media" del griego antiguo tiene un ilustre antecedente en Freud mismo, quien en Las pulsiones y sus destinos también apela a un recurso similar, cuando intenta distinguir sutilmente entre el autocastigo y el masoquismo. Bajo la égida de tan prestigioso paradigma, quiero ahora abusar de la paciencia del lector y solicitar su atención para una digresión, quizá no inútil, en el planteo de la problemática de la pulsión de muerte. Los gramáticos griegos distinguieron tres formas o diátesis verbales: enérgeia, que implica actividad (nuestro activo), páthos, que implica estado (nuestro pasivo), y mesotes (forma media propiamente dicha, que jamás representa un valor realmente reflexivo). Observemos que morir es una enérgeia (actividad pulsional) y, vocacional mente, un páthos (estado -de quietudal que apunta el morir). Ahora bien, engañados por la importancia lógica de la oposición del agente al paciente, los gramáticos antiguos consideraron fundamental distinguir entre activo (relativo al agente) y pasivo (relativo al paciente). Dejaron, por lo tanto, en una situación secundaria y, de todos modos, poco clara a la forma media. Si, en cambio, consideramos el desarrollo de las voces verbales en las lenguas indoeuropeas y en la historia del griego antiguo, comprobamos un hecho desconcertante para los hablantes modernos. Ese hecho es que no hay más que dos voces fundamentales: la activa y la media. En cuanto a la pasiva, se constituyó lentamente, a partir de la media. Quiere decir que la discriminación entre agente y paciente y entre actividad y pasividad surge como resultado de elucubraciones racionalizantes de gramáticos, de espaldas -como a menudo ocurrea la realidad viva y palpitante de la lengua hablada. Ésta reconocía, desde el mismo comienzo, otra oposición: lo objetivo y lo subjetivo. Los gramáticos de la India imaginaron para designar las formas activa y media dos denominaciones acertadas: "parasmaipadam" (palabras para otro) 1152 Mauricio Abad; y "atmanepadam" (palabra para uno mismo). Vale decir que el verbo designa una actividad (en efecto la forma que llamamos pasiva es también el resultado de una actividad en sentido inverso). Y aquello que importa es si la acción cumplida posee, para el sujeto, una significación personal. La forma media del verbo tiende precisamente a explicitar esa significación personal. Así por ejemplo, diremos en castellano, idioma en el que carecemos de esa forma media, apelando sustitutiva mente al uso de pronombres: "no te me mueras". De ahí que cuando en las páginas precedentes hablé de una pulsión que busca morirse, ese pronombre se implica que la actividad pulsional -morirdebe entenderse desde la significación que tiene para la pulsión. Si ésta tiende a su propia extinción, ella (antropomorfizada) puede decir, refiriéndose al Yo: "me le muero" y puede éste a su vez declarar: "La pulsión se me muere". Para que no se piense que de esta digresión lingüística no habré de volver nunca más al ámbito del psicoanálisis, aclaro enseguida. La pulsión, en cuanto catexis, busca la descarga (actividad, enérgeia). Pero la significación surge sólo en cuanto hay un sujeto para quien esa actividad pulsional, por lo que tiene de investimiento de una representación, se transmuta en un valor, personal, cuyo corolario es la significación. En otros términos, la pulsión busca su extinción, pero lo que importa es el significado y valor que esta tendencia pulsional tiene para mí, que paso de este modo a ser el protagonista de un evento, infinitamente reiterado -mientras viva-, que es el evento de una pulsión que se me muere. En este sentido afirmo que la esencia subyacente de la teorización freudiana es que yo soy aquel a quien le importa la muerte de la pulsión que me habita. Puesto que en el planteo freudiano no se trata tanto de la culminación final, que está más allá de la vida, cuanto de la muerte inmanente. Vale decir de una pulsión que se me está muriendo, que se muere (ella) para mí. Este es el punto en que pasamos del estudio de los avatares biológicos a la consideración -fundante de una nueva ciencia, el psicoanálisisde otros eventos que atañen a las vicisitudes de un Yo, sede de las significaciones y valores que se desprenden, para él, de su condición de observador participante del agón biológico. De esto resulta que entre protagonista y deuteragonista -entre pulsión y materia vivase da una relación de oposición de la cual extrae su sentido la vida signada por las vicisitudes de un tritagonista capaz de significación. Esta larga discusión liminar justifica el título del trabajo que aquí presento: "Pulsión de muerte o muerte de la pulsión?" Parafraseando esa opción en otros términos, ¿por cuál de las dos alternativas optaremos? ¿Por "pulsión de muerte", vale decir "construcción mítica que evoca una fuerza de empedocleana memoria, causante del morirse"? ¿O bien por la "muerte de la pulsión", vale decir "descarga inconteni- Pulsión de muerte o muerte de la pulsión? 1153 ble de una fuerza inmanente que nos devuelve a la quietud primigenia, transitoriamente alterada por el fenómeno antipulsional llamado vida"? Luego de este exordio, pasaré a abordar, con más orden y método, el estudio de diferentes aspectos de la problemática en cuestión. Intentaré ahora esclarecer el concepto de "pulsión de muerte", en tres tiempos ineludiblemente imbricados en una circularidad que remite de uno a otro, en las dos direcciones. Primero, ¿qué es la pulsión? Segundo, ¿qué es la muerte? Tercero, ¿qué es la pulsión de muerte? 1. ¿Qué es la pulsión? Ante todo, para definir qué es la pulsión, tendríamos que hacerlo, quizás, por oposición a otro concepto que fuera el negativo de la pulsión, y creo que ese concepto es el de ausencia de pulsión o sea en último término de: a) ausencia, o sea carencia de toda energía, ergon, trabajo, impulso; b) estado regido por el principio del Nirvana o el principio de inercia. Se debe diferenciarlo -y, en cierto sentido, oponerloal concepto de instinto, noción muy precisa que remite a la biología y a la etología. No se debe pasar por alto el significado etimológico de empujar, implícito en las palabras Trieb (en alemán) y pulslon (en los idiomas neolatinos). La pulsión es la empujante, y el instinto una estructura empujada. (En Freud, parece claro que él habla de Trieb en un sentido diferente del instinto, término al que también apela en determinados contextos.) Sabemos que el término Trieb aparece en la obra de Freud por primera vez probablemente en 1905 y que aun antes, sin embargo, ya circulaba por sus escritos un concepto emparentado con éste, el Reiz, estímulo, así como la Anregung y la Erregung, excitación. Asimismo, reconocía Freud dos tipos de excitación: las que eran determinadas por estímulos externos y las que eran determinadas por estímulos internos. La pulsión es entonces para Freud, y ya desde los Tres enseyos (1905), un concepto que irá precisando más y más (quizás también confundiendo más y más) y a cuya especificación aportará las ideas de fuente, de objeto, de fin en 1905, y por último de magnitud en su artículo La pulsión y sus destinos en 1915. Es evidente que la noción de pulsión está indisolublemente ligada, en Freud, a la sexualidad humana, a la psicosexualidad, es decir, a la sexualidad infantil, y que el objeto de la pulsión para él es primero contingente y luego se convierte en necesario, o sea elegido entre otros, en función de la singular biografía del sujeto. De ahí que la psicosexua- 1154 Mauricio Abadi lidad sea distinta de la sexualidad biológica, en cuanto la bioqraíia y no sólo la biología la determina por lo menos en la elección del objeto y del modo de relacionarse con él. Freud precisará además que hay también pulsiones parciales, cada una de las cuales tiene su propio fin, y mostrará la relación de las pulsiones con las zonas erógenas y cómo tienden a agruparse entre sí y a estructurarse en organizaciones sexuales pregenitales hasta alcanzar la organización genital bajo la hegemonía de las correlativas zonas erógenas. Cuando hablamos de pulsión tenemos que ponernos de acuerdo en un punto: si Freud alude a un concepto somático o psíquico. Freud da tres respuestas diferentes según los escritos a los que nos remitamos. Una de las respuestas (quizás en un intento de superación de la dicotomía cartesiana) es que la pulsión es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático (idea de concepto límite que figura en los Tres ensayos). Una segunda respuesta es que la pulsión es un concepto que designa algo así como una excitación somática y que su correlato psíquico es el representante de la pulsión (Triebreprasentant). Y tercero, considera a la pulsión un concepto, como el representante psíquico de algo somático, y entonces ese correlato somático sería aquella excitación que él llama Reiz o Anregung o Erregung. Por lo tanto, cuando Freud habla de remite a lo somático o si se quiere también lo psíquico y lo somático habrá que apelar nes psíquicas a términos por él acuñados, (psychische Repriisentent¡ o representante tant) o representante representativo pulsión como concepto que como concepto límite entre dentro de las denominaciocomo representante psíquico de la pulsión (Triebreorésen- (Vorstellungreprasentant). Es evidente que Freud desarrolla su noción de la pulsión sobre la base de la sexualidad, pero es también evidente que cada vez que habla de pulsiones no puede hacerlo más que en el marco de una perspectiva dualista. Esta lo lleva, antes de los años veinte, a hablar de un proceso vital * que surge del enfrentamiento en parte conflictivo y en parte basado en una relación de complementariedad entre un conjunto de pulsiones sexuales por una parte y un conjunto de pulsiones de autoconservación por la otra. A las pulsiones de autoconservación, más adelante (1910) Freud dará un nuevo nombre, que es el de "pulsicnes del Yo". Luego mostraré que no hay sólo un cambio de terminología, sino también de conceptualización. En cuanto a las pulsiones de autoconservación o del Yo, indudablemente se asemejan mucho más (con perdón de Freud) a la noción de instinto que a la noción de pulsión. O si preferimos decirlo de otro • "Vital" en un sentido gando de significación que se irá gradualmente psíquica. despojando de biologismo y car- Pulsi6n de muerte o muerte de la pulsi6n? 1155 modo, son una mezcla de instintividad biológica y de pulsionalidad desexualizada que le está adherida". Aquí tropezamos con un primer punto que suscita nuestro interés, especialmente después de la tesis que sustenté al comienzo de este escrito. Dije antes que a la pulsión (siempre de muerte, por definición) se opone una fuerza antipulsiona\. ¿No estamos acaso ahora en condiciones de darle un nombre, el de instinto? ¿No podríamos sugerir cierta equivalencia (o identidad o alianza) entre aquellos paquetes de reflejos innatos, de respuestas adecuadas, eupráxicas, fijas, hereditarias, tendientes a conservar la vida, tributarias de la biología y de la etología, y aquellas fuerzas antipulsionales que conjeturamos al comienzo? Más aun, ¿no estamos acaso en condiciones, no diré de postular categóricamente, pero sí de suponer con cierto fundamento, una hipótesis explicativa del "placer" en cuanto ligado a la satisfacción (Befríedigung) de las necesidades instintivas? (Y, de paso, de vislumbrar la razón por la cual, en Freud y continuadores, tan a menudo se incurre en ambigüedad y confusiones acerca de pulsiones de autoconservación e instintos.) Es que los instintos unidos a las pulsiones, al lograr su satisfacción, logran también el cumplimiento de los deseos ligados a lo pulsiona\. El placer consiguiente que se mezcla de un modo indisoluble al sentimiento correlativo de satisfacción instintiva remite a la teoría de la doble función. La pulsión sexual no solamente se enfrenta con las pulsiones de autoconservación, sino que también se apoya (Anlehnung) en ellas. Por otra parte, es evidente también que hay un conflicto psíquico para Freud entre las pulsiones sexuales y las pulsiones de autoconservación, las cuales buscan defenderse contra la sexualidad en cuanto ésta representa una amenaza de desorganización para el Yo. Sabemos que después del famoso viraje en Más allá del principio del placer, el dualismo pulsional cambia y Freud opone pulsiones de vida a pulsiones de muerte. Pero, no nos dejemos engañar por el vocablo. Ya no es el mismo concepto de pulsión ni tiene, aun llamándose pulsión, el mismo alcance. Si antes era clínico ahora es filosófico. No puede dejar de observarse que, cuando a partir de El Yo y el El/o Freud introduce la noción de Ello, el Ello ya deja de oponer pulsiones de vida y pulsiones de autoconservación, sino que incluye, a manera de un reservorio o de una fuente común, tanto las pulsiones sexuales como las pulsiones de autoconservación, así como incluye tanto a las pulsiones de vida como a las pulsiones de muerte. Es también evidente que la energía de la cual se habla, a propósito de las pulsiones del Yo, es una * Corresponde aclarar que es ésta mi concepción personal (con la cual no todos necesariamente concuerdan) acerca de las "pulsiones de autoconservación" de cuya vigencia, en mi esquema conceptual, pese al viraje de Freud en los años veinte, no reniego. El otro esquema pulsional de 1920 no lo anula. 1156 Mauricio Abadi energía extraída del Ello, que ha pasado por un procesamiento previo que consistió en su desexualización, de tal manera que ya está en condiciones de ser utilizada por el Yo, el cual la funde con los instintos, para defenderse del "ataque" de las pulsiones sexuales. Vale la pena recordar aquí una frase tardia (aparece en el Compendio de psicoanálisis, obra póstuma escrita luego del destierro londinense, en 1938), en la que declara que "en psicoanálisis damos el nombre de pulsiones a las fuerzas que postulamos como existentes detrás de las tensiones generadoras de las necesidades del Ello". Con esto Freud evidentemente nos está diciendo que lo que surge del Ello está a su vez determinado, no sólo por el soma, y por las excitaciones del soma y por el Reiz, sino básicamente, y más allá (o más acá) por tensiones casi míticas, los llamados "seres míticos, grandiosos en su indeterminación", los Triebe. Una influencia manifiestamente reconocida por Freud, la de Empédocles de Agrigento, lo lleva a reconocer en la actividad de esos dos grupos antitéticos de pulsiones una tendencia a la unión y una tendencia a la separación. Philotes y Neikos (amor y discordia) del visionario de la Magna Grecia reaparecen, con su identidad reverdecida no sólo por denominaciones nuevas, "Eros y Tánatos", sino por su reubicación en un contexto filosófico (mal que le pese al Freud científico, siempre reacio a que se lo califique de filósofo) signado por una cosrnovisión apocalíptica. No hay alternancias de ciclos que reeditan creencias de un eterno retorno, como en la concepción del griego, sino una trayectoria de tipo entrópico que lleva irremisiblemente al estado de materia inanimada. Estamos, por lo visto (y no está en mi ánimo criticárselo), en una zona ambigua de la especulación freudiana en la cual biología, filosofía y psicología se entrecruzan, ensanchando las dimensiones de la investigación y la teorización psicoanalíticas, pero poniendo en juego -¿precio quizás demasiado alto?la especificidad del psicoanálisis como ciencia autónoma. Es evidente que antes de la aparición de Más allá del principio del placer para Freud las cosas apuntaban a pulsiones sexuales, o sea investimientbs libidinales. Por lo tanto, a algo diferente de la noción de instinto. Así fue como surgió también naturalmente el concepto de pulsión parcial en relación con determinadas zonas erógenas o determinados fines y surgió también cierta polisemia del concepto de pulsión, que va adquiriendo nuevas connotaciones semánticas: un fin, en el cual se reconoce, un objeto al que se liga y desliga (problema de los "falsos enlaces"), una zona erógena que la marca, una historia singular que dibuja el perfil de sus "destinos" y una magnitud que nos recuerda la fuente biológica. Es éste un Freud diferente del Freud de la teoría dualista pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Sin embargo, también de las es for- Pulsíón de muerte o muerte de la pulsión? 1157 zoso reconocer dos cosas más: a) que no sustituye totalmente al Freud de pulsiones sexuales y pulsiones del Yo, sino que es como una teoría que apunta en otra dirección, ni compatible ni incompatible con la anterior; en efecto, no la contradice ni excluye, así como tampoco se articula con ella armónicamente; simplemente se trata de otra cosa, de otra perpectiva; b) que Freud, en general, no renuncia del todo a sus ideas, hasta cuando parece suplantarlas con ideas nuevas en el planteo teórico. ¿ Por qué surge con tanta fuerza y poder de convicción, en la mente de Freud, la idea de pulsión de muerte? La respuesta está en su consideración de la conducta agresiva del hombre. No le basta la fuerza del sexo. Debe haber algo más que la pulsión sexual que dé cuenta de la agresión y de la destructividad, que dé cuenta de la tendencia a poseer y dominar, que dé cuenta de la avidez canibalística, del horno homini lupus. Sí, debe haber -piensa, siente Freudun caudal de pulsiones agresivas. ¿Pero dónde y de qué lado? ¿Entre las pulsiones sexuales o entre las de autoconservación? Quizás -piensa Freudsea mejor cambiar de esquema. Freud las verá en todo su dramático desenfreno sádico y en el siempre inevitable desenlace masoquístico. Las reconocerá asimismo, bajo la inspiración de Empédocles, en fuerzas que llevan a la muerte. Pulsiones de muerte, entonces, que enfrentan a la vida y a aquello que parece motivarla (las pulsiones de vida) sometiéndolas finalmente, al seducirlas con el señuelo de la apetencia de quietud nirvánica y de apagamiento de los deseos. ("Deseo" no es sólo anticipación del placer [Ricoeur], sino también "dolor".) Para una más personal biográfica historia de la evolución de sus ideas al respecto, es preciso recordar que antes del Freud de las pulsiones de muerte, hay un Freud que se debate en relación con su polémica con Alfred Adler (1908). Ya desde Juanito, Freud pone en claro las conductas agresivas del niño, pero no quiere aceptar una hipótesis de filiación adleriana acerca de una pulsión de agresión y da a entender que la agresividad es más bien una característica de toda pulsión, en la medida en que (hasta etimológicamente) esa pulsión, avanza (ad, gradere), tanto si es pulsión sexual como si es pulsión del Yo. En Más allá del principio del placer Freud retoma el término "pulsión de agresión" (Agressiontrieb) y parece entonces aceptarla, pero ya como "pulsión de muerte", vuelta hacia el mundo exterior. Freud habla también de "pulsión de destrucción" más o menos como sinónimo de pulsión de agresión. Si bien debemos agregar (puesto que afirma de las pulsiones de muerte que operan en silencio, y que por lo tanto solamente puede reconocerse su ruido cuando se vuelcan hacia el mundo exterior) que el término "pulsión de destrucción", más que calificar la función de la pulsión, tiende a calificar su efecto más visible, la destrucción del objeto. Aun cuando Freud, en otros escritos. al 1158 Mauricio hablar de autodestrucción admite se haga también hacia adentro. la posibilidad Abadi de que la destrucción De manera que habría quizás, en el uso freudiano, una diferenciación semántica entre pulsión de agresión y pulsión de destrucción; la pulsión de destrucción sería la pulsión de muerte en cuanto opera tanto hacia adentro como hacia afuera, y destructivamente. En cambio la pulsión de agresión sería la pulsión de muerte en cuanto opera sin necesariamente destruir y sólo hacia afuera. Otra pulsión de la cual Freud habla es la "pulsión de dominio", término que aparece de vez en cuando en sus escritos y quizás no de una manera demasiado precisa. Freud califica de pulsión de dominio a una pulsión no sexual, pero que se une a la sexualidad en un segundo tiempo y cuyo fin es el de dominar al objeto (sexual, por lo tanto) apelando a la fuerza. Aquí aparecería la agresión (pulsión de muerte) al servicio de la conservación y unión con el objeto de la apetencia sexual (pulsión de vida). Tendríamos aquí, entonces, un buen ejemplo de la denominada fusión de las pulsiones (Triebmischung). De esa pulsión de dominio, en otro escrito a propósito de la relación en la cupla "actividad-pasividad" que predomina durante la etapa sádico-anal, Freud dice que, mientras la pasividad está sustentada por el erotismo anal, la actividad proviene de la pulsión de dominio. De esa "pulsión de dominio", Freud afirma que: a) podemos calificarla como sadismo, cuando se une a una pulsión sexual, y b) que su instrumento de acción corporal es la musculatura. El sadismo, después de la postulación de la teoría dualista de las pulsiones, es entonces secundario a un protomasoquismo, el cual se transformaría en sadismo en cuanto se desprende del Yo y se vuelve hacia el mundo exterior, por la influencia de la libido narcisística. De manera que nos percatamos de la existencia de la pulsión de muerte cuando se descarga sobre un objeto exterior por obra y gracia de su unión (Triebmischung) con la actividad sexual. En cuanto a las pulsiones de autoconservación, su nombre las califica, y Freud las opone a las pulsiones sexuales. Por eso el Freud inspirado por Empédocles ya hablaba de una oposición entre hambre y amor, pulsiones de autoconservación y pulsiones sexuales, aun antes de optar por la formulación de aquel otro dualismo, el de Eros y Tánatos. Lo importante es que, además de enfrentamiento conflictivo, se da también una relación de complementariedad y que las pulsiones sexuales pueden apuntalarse sobre las pulsiones de autoconservación y de este apuntalamiento pulsión sexual. (Anlehnung) se derivan determinadas vicisitudes de la En cambio, en la segunda teoría, las pulsiones de muerte aparecen como una categoría fundamental de fuerzas que se oponen a las pul- Pulsión de muerte o muerte' de la pulsión? 1159 siones de vida y que tienden a la reducción completa de las tensiones y en último término, a llevar de vuelta al ser viviente al estado inorgánico repitiendo un estado anterior. Ahí nace la noción de compulsión a la repetición. Esas pulsiones de muerte, para Freud, antes se vuelven hacia adentro, hacia el sujeto, y tienden a su destrucción. Luego las pulsiones de muerte, secundariamente, se dirigen hacia el exterior, y es cuando se manifiestan como pulsión de agresión o pulsión de destrucción. (Gaddini en su trabajo "Formación del padre y escena primaria" *, hace notar que Freud en 1937 habría dicho que a él se le hacía cada vez más evidente la idea opuesta: que inicialmente, las catexis libidinales se volvían hacia adentro y que las pulsiones agresivas en cambio inicialmente se volcaban hacia afuera, al revés de lo que había afirmado en sus escritos anteriores, al postular la teoría de Eros y Tánatos.) Entonces esto llevaría a la idea de que todo ser humano muere a raíz de su pulsión de muerte y de que en los organismos pluricelulares, como dice Freud, la libido se opone a la pulsión de muerte en cuanto ésta tiende a desintegrar al organismo y a llevarlo al estado de estabilidad propio de la materia inorgánica. La libido tiene, por lo tanto, una función: oponerse a la destrucción motivada por la pulsión de muerte. Pero, ¿cómo lo hace? a) Derivándola hacia el mundo exterior, por medio de la musculatura. De este modo destruye o domina al objeto y merece entonces que se la designe como pulsión de destrucción o de dominio. b) Otra parte de esta pulsión de muerte es combinada con la función sexual y de allí nace el sadismo. e) Una tercera cuota, finalmente, permanece en el organismo donde se liga libidinalmente: tenemos en este caso la génesis del protomasoquismo erógeno. ¿Cuáles son los argumentos que llevan a Freud a postular la pulsión de muerte? Ante todo, la compulsión a la repetición, que muestra especialmente en las manifestaciones repetitivas de las neurosis traumáticas la existencia de una fuerza más poderosa que la del principio del placer. En segundo lugar la importancia de las nociones de ambivalencia, de agresividad, de sadismo y de masoquismo. Por último, el odio, que cada vez menos Freud puede hacer derivar de las puras y simples pulsiones sexuales. En el fondo, como bien dicen Laplanche y Pontalis, lo que hay de más fundamental en la concepción freudiana de la pulsión de muerte es la idea de un intento de retorno a un estado anterior o sea, en último término, de retorno al reposo absoluto de la materia inorgánica. De ahí que cuando postula el "principio del Nirvana" haciéndose eco de la feliz denominación de Barbara Low, como principio (económico) de la reducción de las tensiones a cero, reconoce que el principio • De próxima publicación en esta revista. Mauricio 1160 del Nirvana ha de estar enteramente al servicio muerte, de las cuales es fiel expresión. de las pulsiones Abadi de La sexualidad, Eros, no aparece más, como en escritos anteriores, como una fuerza disruptiva, amenazante y perturbadora, sino más bien como un principio de cohesión que tiende a mantener la ligazón. En cambio el fin de Tánatos es el de separar y fragmentar las uniones. Si todo pudiera reducirse a un planteo binario -vida y muerte-, la realidad (clínica, por ejemplo) con la que cotidianamente nos enfrentamos sería de más fácil acceso y descifre. Pero -afortunadamente o desafortunadamentelas cosas son mucho más complejas y obligan a un sinnúmero de interrogantes en apariencia alejados de la temática central. Tenemos por lo pronto, dos grupos de cuestiones. Primero, ¿qué es la vida? En segundo término, ¿qué es la muerte? Además, ¿qué significan para nosotros? ¿Y cuál es la naturaleza de nuestro conocimiento -si tal conocimiento fuera posiblede ambas? ¿Y cuáles las estructuras fantasmáticas, las inconscientes y sus traducciones conscientes, que construimos o heredamos o encontramos -desde nuestro advenimiento al universo significante de la culturacomo matrices que nos las construyen? Veamos algunos ejemplos de problemas que, si bien remiten al planteo del enfrentamiento entre Eros y Tánatos, no lo hacen sino a través de desorientadores rodeos. ¿Pulsión de muerte es búsqueda del sufrimiento? ¿Pero el sufrimiento no es acaso parte de la vida (Duele, luego existo)? ¿O pulsión de muerte es búsqueda de repetición? ¿Osea, mero automatismo de repetición? ¿En realidad es tendencia a repetir o es, ella misma, repetición? Y si es repetición, ¿de qué? De un estado anterior, se nos responderá. Sea. Pero, ¿cuál de los infinitos estados anteriores? Además, ¿realmente es búsqueda de un estado anterior o más bien tendencia a repetir un proceso anterior independientemente del estado final al que apunta? De los estados anteriores, ¿privilegiaremos, en nuestro planteo, el supuestamente primerísimo o bien algún otro? ll. ¿Qué es la muerte? Ante todo, el término muerte remite a nociones variables según cuál sea el sujeto de esa muerte. Si por ejemplo el sujeto es una pulsión, la muerte es la mera extinción de la pulsión. Sabemos que la extinción de la pulsión se manifiesta a través de su descarga y que ésta es la manifestación de vida de la pulsión. Luego, hay una vida que da muerte al sujeto (al sujeto pulsión). Si el sujeto es un animal la muerte es algo relacionado con la ruptura del equilibrio que caracteriza a la vida biológica. Algo, por lo tanto, desprovisto de significación. Si, por último, Pulsión de muerte o muerte de la pulsi6n? 1161 el sujeto es el ser humano, la muerte es destino de una trayectoria, es conciencia de ese destino y es inmanencia del sentimiento de la muerte que lo habita *. El ánthropos sabe que se morirá, intuye que esa muerte ya se conjuga en él en tiempo presente y asume su propia muerte, a través de una significaci6n que mediatiza su relación con ella. He ahí la muerte para el ser humano: conciencia de un destino ineludible; inmanencia de la propia muerte; asunción de una muerte, investida de significación; angustia ante el final; fantasías defensivas y encubridoras de una muerte tránsito o transmutación, inserción de la muerte en el ámbito de la cultura, por lo cual la muerte deja de ser un hecho natural y se convierte en un trozo de la realidad significante que nos habita. Acerca de las fantasías sobre la muerte existen múltiples enfoques y perspectivas, que intentan dar cuenta de los hechos de diferentes maneras. Me vaya referir a mis propias ideas al respecto, ya formuladas en Renacimiento de Edipo y en mis trabajos "El suicidio" y "En torno de la muerte" publicados en La fascinación de la muerte. Para eso creo oportuno intercalar aquí algunas reflexiones psicoanaliticas acerca de la muerte resumiendo lo dicho por mí en algún escrito anterior. El miedo a la muerte es, sin lugar a dudas, la angustia fundamental del hombre. También es el deseo de la muerte (o, mejor, de lo que la muerte significa) el deseo fundante de la vida humana. Todas las demás formas de ansiedad son, en relación con ella, secundarias; no sólo en importancia sino también en el orden cronológico de su aparición. Los temores que a través de las múltiples y cambiantes situaciones de peligro persiguen o agobian al ser humano no son sino metamorfosis de la gran ansiedad fundamental: el miedo a la muerte. Recientemente he señalado que, a mi entender, no cabe ir más allá, en la tarea de establecer la filiación o el árbol genealógico de las angustias que de continuo nos descubre y describe la psicopatología, de una irreductibe trinidad que incluye las formas primarias de la angustia. De esos tres linajes de ansiedad: a) la angustia del encierro en el "adentro", b) la angustia ante el cambio, y c) la angustia ante la ilimitación en el vacío del "afuera", decía que eran los moldes arquetípicos (y como tales, irreductibles a una raíz unitaria) de la vivencia de miedo. A la vivencia de cambio (en última instancia, cambío espacial, vale decir mudanza, inspirada en la experiencia traumática del nacimiento) alude quizás inconscientemente Ortega cuando califica la vida como naufragio: "La vída es en sí misma y siempre un naufragio ... El pobre ser , "L'homme est le seul animal qui sache qu'il doit mourir. Triste connaissanee. mais nécessaire, puisqui'il a des idées. 11 y a done des malheurs attaehés néeessairement á la condition de I'homme." Voltaire. 1162 Mauricio Abad; humano, sintiendo que se sumerge en el abismo, agita los brazos para mantenerse a flote ... " El "abismo" es el afuera caracterizado por la noción o, mejor, por la vivencia de desconexión, de pérdida de los propios límites, de dispersión en el vacío y de carencia de un sostén del qué agarrarse. (Hasta que aparecen como primer sostén los padres: el pecho, el regazo materno, los brazos del padre.) A esta otra vivencia abismática y a la angustia correspondiente -angustia ante la ilimitaciónse refiere seguramente Sartre cuando habla de la existencia (por supuesto, la vida posnata/) como la libertad en el exilio: "La liberté, c'est I'exil et je suis condamné a etre libre". Por eso al afirmar que el hombre es angustia ("Nous sommes angoisse") está calificando la vida humana desde el particular enfoque de la experiencia de desconexión -délaissementen el "afuera". No me contradigo ahora al postular el temor a la muerte como la angustia básica y omnipresente. Simplemente agrego y aclaro: si bien se trata de tres experiencias vitales irreductibles la una a la otra, en lo que hace a su contenido vivencial o a su estructura y dinámica, apuntan todas a una temática común: la aniquilación de la vida o, para ser más exacto, la aniquilación del ser viviente en cuanto tal. Final de la vida o muerte, concebida y postulada de acuerdo con las diferentes fantasías inconscientes con que el hombre ha intentado rellenar ese "más allá" de su conocimiento. Esas fantasías -que han servido subterráneamente de pauta a las conjeturas sobre la muerteson las vinculadas con las protovivencias del ser humano antes, durante e inmediatamente después de su nacimiento y con la correspondiente angustia arquetípica. Así la muerte será fantaseada -directa o simbólicamentecomo regresión intrauterina o reinfetación, como tránsito o mudanza y como desintegración o locura. El problema de las fantasías de muerte debe referirse separadamente, para su más clara comprensión, al antes de la muerte, al durante el morir y al después de haber muerto. Porque lo que llamamos genéricamente "angustias de muerte" se relaciona en realidad con estas tres diferentes etapas que se eslabonan en toda fantasía de la muerte: a) Las angustias en relación con el antes de morir son las angustias a que está predestinado y como condenado a experimentar el ser humano en una vida que parece ocupada por la muerte. El vivir como estar por morirse. b) En cuanto al miedo relativo al morir está ligado a la idea del tránsito peligroso o doloroso, por fantasearlo como una repetición del primer tránsito traumático, el nacimiento: el vivir como un estar muriéndose. e) Finalmente, debemos considerar el miedo al después del morir. Nuevamente llamo la atención sobre el hecho de que la mente parece negarse a aceptar, en sus niveles más primitivos, la no- Pulsión de muerte 1163 o muerte de la pulsión? ción de muerte como el no ser, como un fin. Y se obstina en concebirla como una puerta entre dos mundos. La relación que mantiene el Yo con el cuerpo sintiéndose, conscientemente, discriminable y por tanto disociado del cuerpo (como no siendo el cuerpo sino teniendo un cuerpo) lleva a considerar el problema del destino posterior a la muerte desde dos puntos de vista diferentes: uno se refiere al cuerpo, otro a ese problemático ente con el cual el sujeto que dice Yo se siente identificado, esto es, la mente (en el lenguaje de ciertas filosofías y creencias religiosas, el alma). 0, dicho de otra manera, todo ser humano es esencialmente una criatura con características fetales (la mente) envuelta en una cárcel de materia (el cuerpo). El vivir como estar muerto, vale decir disociado. Si tomamos como pauta la fantasía de que la vida, el "trénsito" del morir y la transmuerte son eslabones de un proceso, especular y simétrico (en el inconsciente) de lo que ha sido el proceso de la vida intrauterina -"tránsito" del nacimientoy vida extrauterina, entonces podrán establecerse diferentes paralelismos, según cuál sea el papel que le adjudicamos a la vida. Así, por ejemplo, la vida puede ser el adentro, idéntico al adentro intrauterino (el mundo como un valle de lágrimas). El morir sería el umbral hacia otra vida y otro espacio que es el "más allá", correspondiente al afuera extrauterino. Por lo tanto el tránsito de la muerte sería la reproducción del tránsito del nacimiento. Una segunda fantasía extrauterino; el morir sería fetación), y la muerte (el que el "más acá" o sea de vería en el vivir el tránsito de la supuesto "más nuevo el adentro el estar afuera en el mundo regresión intrauterina (reinallá") sería la misma cosa intrauterino. Finalmente, la tercera posibilidad sugeriría otra fantasía: el adentro intrauterino sería la vida anterior a la existencia posnatal y lo que seguiría al morir, sería el "más allá", el afuera extrauterino. Y entonces todo el vivir desde el momento del nacimiento al momento de la muerte sería un continuo tránsito o pasaje. Vale decir, un continuo morir. un continuo nacer. Si es que morir y nacer equivalen a pasar por un largo canal que separa (y une) el adentro con el afuera. ° Tal como si toda la vida, todo el transcurso de la vida fuera e! canal del parto. En otras palabras, en el contexto de esta fantasía diríamos del morir lo mismo que del nacer: que el morir es algo que vamos haciendo a todo lo largo de nuestra vida desde el primero hasta el último día de una vida-canal, de una vida-tránsito. El tema de la negación de la muerte y de las defensas ligadas con esta negación lleva a plantear el problema tan s610 en apariencia opuesto: el de la existencia de un ímpulso tanatofílico, de un primario y biológico deseo de muerte, eventualmente resultante para Freud de 1164 Mauricio Abadl una ingénita pulsión de muerte y adscrita para otros a diferentes motivaciones. Sea cual fuere la hipótesis válida, no pueden dejar de reconocerse ciertos hechos firmemente establecidos. Enumerémoslos: 1) el deseo de muerte es una realidad psicológica universal y su expresión clínica más evidente aparece en el fenómeno del suicidio (consciente o inconsciente, logrado o fallido, real o fantaseado); 2) el deseo de muerte, tal cual se nos aparece en un corte transversal del conjunto motivacional de un individuo clínicamente indagado, es una resultante plurideterminada; y 3) el deseo de muerte encubre (y expresa crípticamente) diferentes fantasías inconscientes; algunas basadas en una regresión, como el retorno al vientre materno o el retorno a un estado de reposo propio de la materia inorgánica; otras basadas en una defensa disociativa, como el deseo de mutilar y expulsar fuera de sí una vida que se ha vuelto persecutoria, mecanismo, este último, calcado sobre el modelo de la madre parturienta que acaba por desprenderse y expulsar a la criatura -que es su propia vidaa partir del momento en que ésta, por su voluntad de individuación, se convierte en objeto perseguidor. El deseo de muerte puede existir en la medida en que se viva la vida como estar adentro y la muerte vendría entonces a ser el umbral de la liberación, el camino hacia otra vida: posible explicación de una eventual (y aparente) pulsión de muerte (en realidad, impulso a un renacimiento o liberación). Trataré de rever y explicar, a la luz de esta idea, el sentido latente de la teoría dualista de las pulsiones. En la medida en que todo ser humano tiene y actúa los tres roles: materno, paterno y fílíal, puede anhelar la muerte. Eso correspondería a ese impulso designado por Freud como pulsión de muerte (thanatos). De acuerdo con la hipótesis que aquí sugiero (y que necesita de ulteriores corroboraciones) esa tendencia hacia la muerte, ese impulso tanático sería la expresión de la necesidad de reproducir, a lo largo de toda la vida (y tanto más intensamente cuanto más se acerca el término: vida a término, embarazo a término) una pauta regresiva. Pauta grabada o inscrita en el registro del acontecer biográfico del sujeto y derivada de las experiencias de la pareja madre-hijo durante la relación simbiótica que se da en la gestación. En la medida en que inconscientemente esa relación simbiótica se transfiere o desplaza en la fantasía a la relación entre el cuerpo (que simboliza la envoltura materna) y la mente (que simboliza la criatura contenida y retenida) el deseo de muerte (vale decir, el deseo del desprendimiento de alma y cuerpo) aparece como la expresión de ese protoanhelo del nacer que carga a la criatura fetal de un impulso a desprenderse del cuerpo de la madre y a poner término a esa forma de vida, anterior a su individuación. Del mismo modo, el impulso paralelo a la conservación de la vida (pulsi6n de vida) sería la contraparte simétrica: así como la madre -en Pulsión de muerte o muerte 1165 de la pulsión? una de sus múltiples fantasías inconscientesaparece como el continente retentivo que se resiste a soltar su contenido (el feto), el cuerpo (que asume, en cuanto prolongación y símbolo de ese continente, ese mismo rol materno) se aferra a la vida y se niega a soltarla (pulsión de conservación o pulsión de vida), en un intento de reproducir, a través de esa retención sin término de la vida, lo que denominé la fantasia de embarazo eterno. Pulsión de vida y pulsión de muerte, como impulsos contrastantes, tan finamente detectados por Freud como motivaciones latentes de la conducta, serían entonces, de ser cierto o válido este planteo (que es para mí algo más que una mera hipótesis), la expresión de las tendencias inherentes a los dos roles, materno y filial, del ser humano, que tienen su origen en las experiencias vitales de esos dos en uno, durante la relación simbiótica del embarazo, a retener ya desprenderse: el cuerpo a retener la vida (como la madre trató de retener al feto) y la vida a desprenderse del cuerpo (tal como expresó el feto su voluntad de desprenderse de la madre). En este sentido, pienso que podemos aceptar la existencia de una agresión tanática, que el sujeto tiene tendencia a orientar contra su propio cuerpo. Pero no en función de un deseo de muerte como fin y disolución en el no ser (que no es concebible por la mente), ni como un retorno al vientre materno o como una regresión de la materia viva a su primitivo estado inorgánico sino en función de un deseo de muerte como liberación o renacimiento luego de un deseo de vida, de otra vida libre del encierro y de la cautividad del cuerpo. En otros términos, la tendencia a la muerte (thanatos) sería, para la fantasía optativa del sujeto, una forma de tendencia a desprenderse de la vida para apuntar a algo que es el morir imaginado como otra vida. 111.Pulsión de muerte Pulsión de muerte. .. ¿Existe? Ante todo tendríamos que entendernos. Pulsión de muerte. .. ¿Qué es eso? Supongo que una definición previa es absolutamente insoslayable para contestar, afirmativa o negativamente, a la pregunta acerca de su existencia. Para mayor claridad, en tema tan complejo, tan debatido y tan el centro de polémicas que, a mi juicio, trascienden el marco de lo puramente científico y atañen a lo ideológico y a la inconsciente concepción acerca del mundo y de la vida que tiene cada ser humano, convendría poner un poco de orden. Vaya intentarlo, sugiriendo tres respuestas posibles, no tanto como alternativas para una definición, cuanto como pistas para indagar acerca del sentido críptico de esta expresión acuñada por Freud. Primera respuesta. La pulsión de muerte es algo. Quiero decir con esto, que pertenece al orden de las cosas que existen. No es el Uni- 1166 Maurícío cornio, vale decir no se trata de una ficción baconiano. Abad; de la mente, de un "ídolo" Pero si las pulsiones de muerte son algo, tenemos que precisar el concepto y llegar dentro de lo posible a una definición por el género próximo y la diferencia específica. Desde ya podemos afirmar que se trata de una energía, del orden de la energía vital, o sea, propia del organismo vivo e inherente, por lo tanto, a la vida misma, puesto que no existe en un ser no viviente y que, además, por su dirección irreversible, evidencia mutaciones de carácter entrópico. Segunda respuesta. Pulsión de muerte es el nombre que se le da a "lo que no es vida en el ser viviente". Considérese el queso Gruyere, Está "hecho", según suele decirse humorísticamente (jcuánta intuición filosófica y psicoanalítica en este rasgo de humor!) de queso y de agujeros. Consideremos por un instante -si solamente fuera posible disociar una cosa de otrael queso. ¿Existe éste realmente? Sí y no. Por una parte su existencia es evidente. Por la otra, su existencia aislada es discutible en cuanto, para ser Gruyére, le faltan los agujeros. Consideremos, ahora, con más atención, los agujeros. Estos agujeros son, en función de su no ser nada. Son carencia, ausencia. No son. No es cuestión, más que en la broma de Miguel de Unamuno, de tomar unos agujeros y de envolverlos con queso. Sería imposible. Los tales agujeros no se pueden tomar simplemente porque no los hay ni son imaginables sin el queso. Porque sólo aparecen en función del queso y de los hiatos en la constitución de éste. En cuanto hay queso, puede haber agujeros. Léase: podemos percibir trozos de "nada", pedazos de "lo que no hay", siempre que estén delimitados por lo que es: el queso. En realidad, puesto que no es posible admitir, desde el punto de vista lógico, que "lo que no es" se contamine de "ser" por mera contigüidad de "lo que es", y que -enfrentando valientemente la eventual maldición del eleáticoadquiera carta de ciudadanía en el territorio privativo de las cosas que son, entonces agujeros no hay más remedio que reconocer no son más que una particular pacio, de queso y espacio, de queso y "no queso": inexistente, pero sin cuya presente que lo que llamamos disposición ausencia del queso en el esluego, un "no queso" no habría queso Gruyere. Volvamos desde esta alegoría al ámbito de nuestra discusión de la pulsión de muerte. sólo puede aparecer aun no siendo manifieste, Digamos que la pulsión sobre el trasfondo ésta más que "nada", En síntesis, la hipótesis posibles- aquí declara cepto que remite no a algo existente acerca queso- de la pulsión de muerte. es imprescindible en el seno de esa nada, la pulsión tres respuestas de vida -el conjeturada Y que para que se de vida. -la segunda de las que la pulsión de muerte es un con"per se", sino existente en función Pulsi6n de muerte o muerte de la pulsi6n? 1167 de su relación de oposición y complementación con otra cosa. En otros términos, lo que hace que una pulsión sea "de vida" es que aparezca sobre el trasfondo de una pulsión "de muerte" que funda las condiciones de posibilidad para su existencia. Intentemos decir eso mismo de otra manera: la pulsión de muerte es la denominación dada a determinados hechos que tienen que ver con la extraña y aparentemente contradictoria relación que tiene la vida con la muerte. Vale decir que la noción de pulsión de muerte sería simplemente un modo de decir, como a través de una metáfora, que la pulsión está condenada a muerte precisamente por darse en el proceso de la vida y en cuanto vida tiene que gastarse en el proceso de vivir hasta dejar de ser, hasta convertirse en muerte de la pulsión. La pulsión de muerte sería, entonces, una hipótesis conjeturada por Freud para dar cuenta, en el marco de una teoría científica que quiere ser coherente, de la especial relación entre los diferentes avatares y vicisitudes que se dan en el proceso del vivir = morir. Relación cuyo rasgo fundamental es la precariedad y la caducidad de una actividad pulsional, que, en cuanto tal, se ve llevada ineludiblemente a agotarse en un estado final que remite a la noción de muerte y que corresponde al estado de descarga total de la tensión vital: por lo tanto el logro de un "point of no return" en que la pulsión ya se ha esfumado, anulado, deccarqado hasta alcanzar la "pureza del no-ser". Tercera respuesta. La pulsión de muerte es una hipótesis científica, elaborada por Freud para articular determinados conceptos y hechos descubiertos en el curso de su investigación; esta hipótesis, aunque no puede ser probada a través de la evidencia clínica de los tratamientos efectuados con pacientes, de alguna manera, representa la razón, el lagos, ya que permite estructurar de un modo coherente un sistema de datos. Entonces la pulsión de muerte, en esta tercera acepción, aludiría a un aspecto que hace a la expresión de una relación entre diferentes aspectos o momentos de un proceso. Naturalmente una de las cosas que tenemos que investigar es a qué llama Freud "muerte". Las respuestas que él nos da son del tipo de "retorno a un estado de materia inorgánica". También alude a un proceso por el cual las unidades que se han ido conglomerando en estructuras cada vez más amplias y complejas se van dividiendo cada vez más hasta llegar a las unidades moleculares y atómicas propias de la vida inorgánica. Otra manera de decir eso mismo es postular el morir como la resultante de fuerzas que remiten a la noción de "destructividad" y que designa con el nombre de "pulsiones de muerte". A esa pulsión de muerte la correlaciona con procesos o conductas como la agresión contra el mundo exterior, la autodestrucción del sujeto, el sadismo, el masoquismo, el sufrimiento, la quietud (Nirvana), la lucha, la compulsión a la repetición, etc. Muestrario de una polisemia que a 1168 Mauricio Abad; veces tiende más a confundir que a aclarar, pero que muestra, como por transparencia, un denominador común. ¿No cabría hablar aquí, tambíén a propósito de las pulsiones, de la tan mentada entelequia, en el sentido que tiene para los neovitalistas contemporáneos, especialmente para Hans Driesch? La entelequia como principio vital, distinto del organismo al que anima. Y puesto que de entelequias hablamos, releamos a Aristóteles. En él la entelequia es una potencia en el sentido de que es un ser en devenir, un ser todavía no realizado del todo: luego la pulsión de muerte es la entelequia cuya total realización es la muerte. Pulsión de muerte sería muerte potencial, o sea capacidad de determinar el acto de morir que ya está presente en el ser viviente *. y en ese sentido, quizás, hablar de pulsión de muerte significa que el reconocimiento de que la muerte potencial (la cual ya existe) más que una determinante que impulsa hacia la muerte, una prefiguración de la muerte en acto es equivalente, consciente o inconscientemente, al reconocimiento de que ya estamos muertos en vida, muertos en parte, mientras vivimos, y que se trata, simplemente, de llegar a perfeccionar el proceso de morirse. Postrer vistazo panorámico a las tesis freudianas Veamos de nuevo -repetita iuvant-, en una apretada síntesis, cuál fue la evolución del pensamiento de Freud en su intento de teorizar acerca de la agresión, de la destructividad y de la muerte. En primer término, Freud, desde el mismo comienzo, se percató de la existencia y de la importancia de los impulsos agresivos contra el objeto. Pero, para él, esa relación objetal era una relación marcada especialmente por el investimiento Iibidinal y la agresión parecía el componente sádico de esa pulsión sexual. Fue aquél el periodo del desarrollo de la teorización psicoanalítica en el cual Freud hizo su clasificación dualista de las pulsiones sexuales y de autoconservación que no solamente diferenciaba, sino que también oponía unas a otras, en una especie de lucha o conflicto intrapsíquico. Ya en los Tres ensayos acerca de una teoria sexual (1905) mostraba que, en el intento de dominar a la realidad externa, esas dos clases de pulsiones se rnanifestaban de un modo díferente, pero con algo asi como un común denominador, consistente en la cuota de agresión presente tanto en • Un axioma de la escolástica dice "Potentle dicitur ad actum", que significa "la potencia se define en función del acto", porque toda su realidad consiste en relación al acto. Por lo tanto si, segun reza otro axioma de la escolástica, "actus et potentia sunt eiusdem generis", o sea, el acto y la potencia son del mismo género, entonces se deduce que la pulsión de muerte y la muerte son cosas del mismo género, son, '. la misma cosa. 1 I Pulsión de muerte o muerte de fa pulsión? 1169 unas pulsiones como en las otras. Freud, luego, habiendo empezado ya a hablar del Yo como de un ente que coordinaba, por así decirlo, el funcionamiento mental (lo que hoy en día llamaríamos un "Yo función"), lo asocia a la función de interponerse en el conflicto entre pulsiones y mundo externo con la finalidad de conservar y preservar la vida del organismo, razón por la cual, ya en 1910, en su artículo Los trastornos psicogénicos de la visión asimila las pulsiones de autoconservación a algo que denomina por primera vez "pulsiones del Yo", que deben interpretarse como siendo, en último término, la misma cosa que antes había designado con la denominación de "pulsiones de autoconservación", A partir de este momento el conflicto no será tanto entre las pulsiones de autoconservación y las pulsiones sexuales, actuando un "Yo función" como intermediario (y más bien del lado de las pulsiones de autoconservación), sino directamente entre las "pulsiones del Yo" y las "pulsiones sexuales". Más adelante, ya en 1915, en Las pufsiones y sus destinos, Freud sostiene que la agresión contra el objeto (que hasta ese momento de su teorización todavía podía ser tanto de las pulsiones del Yo en contra de las pulsiones sexuales como de las pulsiones sexuales en contra de las pulsiones del Yo) es un atributo de las pulsiones del Yo. Las pulsiones libidinales, a partir de este momento, no son ya capaces de agresión, y ésta sería una manifestación tan sólo de aquello que Freud había denominado pulsiones de autoconservación y luego pulsiones del Yo. Es especialmente en este momento de su teorización cuando Freud sostiene que las primeras y más tempranas relaciones objetales del Yo, o sea las primeras relaciones con el mundo externo, están caracterizadas por algo que podríamos calificar como "indiferencia" del Yo frente al mundo. El Yo, a esta altura del desarrollo de la teoría, caracterizada por lo que ya Freud había denominado, en un trabajo de 1914, narcisismo primario, se quiere a sí mismo y deriva la satisfacción de su existir del mero hecho de existir, en cuanto investido está éste por la libido que corresponde a aquel estado llamado "narcisismo primario". Pero más tarde en el curso del desarrollo se encuentra con un objeto y este objeto tiene características duales que producen en el Yo frente al objeto una actitud muy característica. En efecto, ese objeto al liberar al Yo de las tensiones pulsionales displacenteras y permitir la descarga de la pulsión, y al brindarle al Yo, en función de esa descarga pulsional, la vivencia del placer, o sea la experiencia de satisfacción, se le revela como algo que, lejos de molestarlo, más bien refuerza su narcisismo. Diríamos que "Su Majestad el Bebé" siente no solamente que se quiere a sl mismo (narcisismo primario) sino que también es querido y reconocido como querible por parte del mundo (pareja parental) que lo rodea. Pero, como decía, este objeto tiene una condición doble y no es 1170 Mauricio solamente un objeto que brinda satisfacción y que favorece Abadi el fin de la pulsión, la descarga, sino que también es un objeto que es fuente de trastornos y de displacer. Luego por la presencia -intrusivadel objeto y el encuentro y a veces el encontronazo con el objeto, el Yo siente que se ha relacionado con algo que (aun siendo afín a sus sentimientos, a sus anhelos de lograr la satisfacción) es también hostil, en cuanto fuente de experiencias opuestas a la experiencia de satisfacción, experiencias por lo tanto de frustración, de privación, o más en general de sufrimiento por la dependencia. Es a partir de ese momento cuando el sujeto empieza a conocer los dos sentimientos que lo animan en el marco de la relación objetal, gado al deseo de repetir por una parte el amor o sea un afecto una primera experiencia de satisfacción li- y por la otra el odio, vale decir, una tendencia a destruir el objeto que lo hace sufrir y que perturba por lo tanto su auto-amor (narcisismo). El sujeto buscará entonces defenderse que él adjudicará al objeto para preservarse consistirán retracción del objeto, y preservarse contra hostil, y las defensas esos sufrimientos a las cuales apelará a veces en una fuga y por lo tanto en una algo así como un darle la espalda y volver a la primitiva indiferencia de "Su Majestad" sumergido en pleno narcisismo repetitivo de su narcísismo primario. O bien otras veces optará por otra defensa medios que es destruir distintos ción de dependencia entonces al objeto de ese momento metido en una relación sufrimiento en vez de huir de él. Dos con un objeto odiante que a partir el sujeto es la recuperación cierto frustrante para el logro de un mismo fin que es romper y odiado. pensar el anhelo hacia el cual apunta de un estado anobjetal previo a su hallarse que, además de gratificarlo, que no es capaz Podemos la rela- de tolerar. puede causarle Surgirá entonces un una conducta por la cual el Yo-placer, o sea un Yo que guiará solamente en función del principio del placer, tratará de hallar los aspectos placenteros de la relación objetal, disociándolos de los aspectos displacenteros, al intentar adoptar una actitud hostil sólo hacia los aspectos frustrantes del objeto. Esto lo llevará a clasificar los estímulos en buenos (y por lo tanto en partes constitutivas del propio Yo) cuando lo satisfacen y en malos (a los que rechazará mundo externo) cuando no lo satisfacen. y considerará como partes Es el momento del en el cual el Yo distinguirá entre Yo y mundo, en función de proyectar sobre el mundo todo lo displacentero e incorporar en su Yo todo lo placentero. Pero observamos placentero curiosamente y a rechazar que esta misma y proyectar tendencia a incorporar en el mundo lo displacentero lo tiene otro modo de manifestarse, especialmente en la llamada etapa oral del desarrollo libidinal. En efecto, en esa etapa, al incorporar al objeto el Yo no solamente al incorporarlo, incorpora destruye la experiencia al objeto placentera y le impide sino que además. ser un objeto que, desde Pulsión de muerte la realidad o muerte de la pulsión? exterior, lo frustre. 1171 Lo mismo podríamos decir de lo que acontece con la etapa anal: el Yo puede manifestar deseos posesivos relacionados con la pulsión de dominio, la llamada "Bemécnttqunstrieb", Sabemos que esta pulsión de dominio, Mas allá del principio del placer, antes de 1920 o sea antes de había sido descrita no sexual, y que secundariamente como una pulsión se vincula con la sexualidad; así co- mo sabemos que es una pulsión que se dirige hacia el objeto exterior, (Freud en 1905, en sus Tres ensayos, la menciona por primera vez, señalando en ella el origen de la llamada crueldad infantil). Después de 1920 con la introducción cuestionamiento de la noción de pulsión de muerte, ya se plantea un de la concepción anterior acerca de la pulsión de do- minio y a partir de este momento se la identifica pecífica y como una de las formas como una pulsión es- que puede asumir la pulsión de muerte. Cuando, en 1914, Freud introduce el concepto de narcisismo, esto de alguna manera complica u oscurece la distinción entre pulsiones del Yo y pulsiones sexuales que invisten al Yo. Además, desde el mo- menlo en que el Yo podría ser un sujeto o un objeto de la libido, la libido estaría en el Yo como si el Yo fuera su depósito o continente, por una parte, pero también su objeto de amor, por la otra. tiene la diferencia entre pulsiones sexuales que invisten al Yo y pulsiones del Yo en cuanto considera gas libidinosas Freud man- que el narcisismo es el retorno de las car- al Yo y que difiere de las pulsiones de autoconservación que más bien que al narcisismo Llegamos finalmente darían lugar a lo que él llama egoísmo. a 1920 y al trabajo que ya representa un punto de viraje del teorizar freudiano: Más allá del principio Freud en ese artículo toma en consideración chas tendencias psíquicas del placer. el hecho de que mu- no parecen seguir en absoluto el principio del placer. Es evidente que el aparato mental parece que a veces buscara el displacer, y un ejemplo de ello podrían ser las neurosis traumáticas. Luego, habría una compulsión a repetir que no está al servicio del placer. Entonces Freud llega a la conclusión de que hay como una pulsión o algo que lleva a repetir una experiencia aun si ésta es displacentera. Y naturalmente se pregunta cómo puede ser interpretada esa tendencia. Ostensiblemente esta tendencia se manifiesta a través de un comportamiento semejante al de una pulsión y Freud, fascinado, diríamos, por esta idea del carácter pulsional del automatismo de repetición, tiende a desarrollarla más y más, hasta preguntarse si no podría haber una pulsi6n repetición). de repetición (no meramente Se dedica entonces a considerar una compulsión a la el problema desde diferentes pun- tos de vista, como el biológico y el etológico, y se da cuenta o cree descubrir que todos los casos de repetición que de un modo innume- 1172 Mauricio rabie se dan en la naturaleza que es la tendencia Repetición parecen tener una característica a volver a un estado de cosas anterior, versus invención. Abadi común no inédito. Sobre la base de esta observación trans- formada en hipótesis de trabajo, Freud considera que la vida misma debió ser un trastorno en el equilibrio de una naturaleza antes inanimada, razón por la cual puede pensarse que en la vida hay una pulsión que tiende a reconducir todo al estado previo de naturaleza inanimada e inorgánica, estado de equilibrio, de un equilibrio roto por la aparición de la vida. Además piensa Freud que ese estado previo de naturaleza inanimada e inorgánica debe haber sido el primer estado de la materia y que, por ser el primero, a eso se tiende a volver. Pero la pregunta es entonces la siguiente: ¿cómo volver? ¿a través de qué caminos puede la vida volver a un estado de quietud como el que caracteriza la materia inanimada e inorgánica? Deberá hacerlo, es la respuesta, recorriendo a veces caminos indirectos, zigzagueantes, que describen rodeos y circuitos marginales: precisamente la trayectoria de la vida. Además tendremos una vida que, por un lado, tiende a juntar unidades en estructuras cada vez más grandes y complejas, las que, por eso mismo, engendran mayores tensiones, y, por el otro lado, una tendencia a reducir esas tensiones fragmentando estas complejas estructuras para volver al estado elemental e inorgánico previo. Por el otro lado, partiendo de la idea de que toda pulsión tiende a reproducir un estado anterior y considerando que se pueden reconocer dos estados anteriores, se piensa que pueda haber quizá dos tipos de "retrogresión". Un primer tipo, que tratará de restablecer un estado inmediatamente anterior, caracterizado por el intento, protagonizado por las primeras formas de vida sobre la tierra, de perturbar y romper el estado de equilibrio de la naturaleza inanimada e inorgánica al aumentar las tensiones. Esto no impide el retorno a un estado inanimado, pero complica su recorrido, en cuanto debe pasarse previamente por un retorno a otro estado que fue el que correspondió al surgimiento de la tensión que llamamos "vida". Además habría un segundo grupo de retrog resiones que tratarían de recuperar aquel estado primigenio de reposo inorgánico e inanimado. ¿Son acaso dos diferentes tipos de pulsión las que protagonizan las dos retrogresiones? Ya aquí estamos viendo que, en realidad, Freud reconoce una misma conducta en todas las pulsiones y quizás en el fondo una misma pulsión. Todas tienden a recuperar el estado de quietud propio de la materia inorgánica e inanimada, aquel estado de equilibrio, pero para hacerlo tienen que pasar por otros estados previos, razón por la cual se nos plantea a manera de pregunta (y no como una hipótesis para oponer a la tesis freudiana) si no será que hay una sola pulsión. Una pulsión que tiende a repetir situaciones previas. Y que en un ser viviente Pufsión de muerte o muerte 1173 de la pufsión? puede, por lo tanto, repetir, a veces, situaciones de vida o sea de una descarga incompleta, reproduciendo organizaciones que corresponden a momentos ulteriores a lo inorgánico y otras veces seguir su camino retrogresivo y volver todavía más atrás, hasta llegar al estado de equilibrio de la materia inorgánica. Si así fuera, fa conducta en la cual creemos reconocer la acción de una pulsión de vida sería más bien la conducta de una pulsión de muerte que se detiene a mitad de camino en su intento de llegar a la muerte. En este caso no habría pulsión de vida y pulsión de muerte sino una sola actividad que se caracteriza por reproduci r a veces situaciones de vida y otras veces situaciones de muerte. O para decirlo de un modo más exacto y que corrige y perfecciona lo dicho: hay una actividad de una fuerza a la que llamamos "pulsión de muerte" que tiende a repetir situaciones previas: primero las más recientes, en el curso de un camino retrógrado, en ese desandar el hipótético itinerario de la aparición de la vida, y luego las más remotas, al seguir esa trayectoria, que dibuja, al comienzo, el perfil de un rodeo o de un circuito indirecto y que llega a una etapa todavia anterior (situaciones correspondientes a la materia inorgánica e inanimada). Sin duda, la idea de una pulsión que lleva al organismo al estado de quietud estaba presente en Freud, ya antes de 1920, ya en la época de la formulación de los principios del Nirvana y de constancia. A propósito del primero conviene recordar que en Occidente su insistente divulgador fue Schopenhauer, y que en el contexto de la religión budista tiende a designar la extinción del deseo. Me parece obvio que, a través de la extinción del deseo, el Nirvana tiende a la aniquilación de la condición de sujeto, en cuanto éste está apuntalado por el deseo. El individuo se disuelve en una especie de alma colectiva, con lo que recupera o consigue un estado de quietud identificado con la felicidad perfecta. La tendencia es llevar a cero o bien reducir lo más posible cualquier quantum de excitación, tanto de origen externo como de origen interno. Freud mismo, en Más allá del principio del placer, define el principio del Nirvana de este modo: "tendencia a la reducción, a la constancia, ya la supresión de la tensión de la excitación interna". No podemos dejar de observar cierta ambigüedad o contradicción, desde el momento que no es lo mismo reducir a cero la excitación, como parecería por la palabra "supresión", que mantener un estado de tensión, de excitación, en un nivel constante, lo cual no implica necesariamente que esa metafórica "línea isoeléctrica" corresponda a cero. Sin embargo, este principio del Nirvana está íntimamente ligado al llamado principio de constancia. De todos modos, lo que más nos interesa aquí es mostrar hasta qué punto el principio del Nirvana expresa, como Freud mismo lo dice, la tendencia de la pulsión de muerte. Pienso que tienen razón Laplanche y Pontalis, en su Vocabulaire, medida en que, para Freud, el principio al señalar del Nirvana expresa que en la la tenden- 1174 Mauricio Abad' cia de la pulsión de muerte, esta denominación apunta en una dirección distinta del denominado principio de constancia, ya que aquí se trata de mantener una homeostasis, y no de llevar a cero la excitación. De todos modos lo que está claro es que, al seguir con su especulación acerca de las pulsiones, Freud plantea el problema de Tánatos como de una tendencia inherente al hombre y que apunta hacia el reposo y la paz. La agresión puede ser entonces un modo, una manifestación de esta tendencia que lucha para conseguir la paz y la quietud, tanto al precio de la destrucción de un objeto exterior como al precio de la propia muerte del sujeto. Esta pulsión de muerte supone un cierto funcionamiento psíquico que la opone a Eros, o sea, a la pulsión de vida, que tiende más bien a aumentar tensiones y a crear estructuras más grandes y más complejas, para así mantener una perturbación en lo que era la materia inanimada, perturbación que va en contra del principio del Nirvana. Ahora bien, habiendo de este modo explicado qué es la pulsión de muerte tenemos que repetir que la definimos en función del fin al cual tiende. Pero, cuando queremos calificar ese fin, nos encontramos con una carencia de términos que puedan decir de un modo positivo esos conceptos, ya que, ¿cómo definir el estado de quietud, sino en función de aquello que se logra una vez eliminada la perturbación inquietante? Quisiera plantear ahora el problema de la pulsión de muerte y de su conflicto con la pulsión de vida a la luz de !a teoría que conjeturé en mi libro Renacimiento de Edipo y en ensayos posteriores. Aludo allí a dos tendencias inherentes al ser humano: la tendencia a nacer, a atravesar un impedimento para ir hacia el "afuera" y hacia un objeto que alegorizo simbólicamente con la figura del padre; y la tendencia a la reinfetación, a ir hacia el "adentro", a quedarse en el interior, buscando en el refugio-prisión del "adentro" la gratificación de la fusión con la madre, pero también la huida del temido enfrentamiento con el "afuera" hostil. Ahora bien, creo que esas dos tendencias son de alguna manera equiparables a la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Que la pulsión de vida es equivalente a lo que en mi terminología conocemos como la tendencia al "afuera", a nacer, a adquirir la condición de sujeto, pero que esa vida lleva a la larga, a través de largo rodeo, a la muerte. En cuanto a la pulsión de muerte, es identificable con la pulsión hacia el "adentro" y hacia la regresión intrauterina. En síntesis ... En síntesis -si de síntesis pudiera hablarse, luego de un "excursus", de una divagación tan rebelde a la norma de un hilo conductor-, creo que me vería llevado a glosar el planteo freudiano, reformulándolo en otros intentos de una cuasi formalización. Pulsión de muerte 1175 o muerte de la pulsión? Diría que, en lugar o además de pulsión muerte, hay: de vida y de pulsión de vida - muerte. o quizá también intentaría, desde otro punto de vista, hablar de 18. relación de oposición entre conflicto y transacción. O entre transición (cambio) y estado. En fin, tomando en cuenta el hecho fundamental de la repetición, hablaría de la reproducción de lo previo y de la producción de lo inédito. O sea de la oposición entre repetición e invención. Sin dejar nunca de subrayar que la bisagra en que se articulan estos dualismos está configurada por el otro enfrentamiento, entre los conceptos de oposición (conflictiva y complementaria o sea vida) y exclusión (muerte). O también en la relación de un presente y de un futuro (que es reflejo especular de un idéntico pasado). Pero alejémonos un instante de los juegos y avatares de paraciones y equivalencias, y repensemos la deslumbrante freudiana. Digámoslo de este modo, modo que dice en otros términos cular lectura del pensamiento -¿siempre consciente?que texto freudiano: La muerte las equiintuición mi partianima el nos habita. A raíz de la angustia que experimentamos frente a la percepción de la muerte, insertada en el seno mismo de nuestra vida, reaccionamos, intentando negar la inmanencia de esta muerte, postulando su supuesta trascendencia. Intentamos infructuosamente la ficción de converti rla en una realidad trascendente, en algo que está más allá de nuestra vida y que alcanzaremos sólo cuando dejemos de ser, de existir, cuando no haya más sujeto que pueda decir: vivo. (Epicuro representa el grado extremo al que lleva el engaño de esta ficción negadora.) Por obra y gracia de esta ficción, la muerte pertenecería así a un "después". Simultáneamente se afirmaría que no hay un "después". No se le reconocería a la muerte la condición de un "ahora" que, como en la epopeya de Holanda, va conquistando más y más territorio al mar y que en ese operativo se va constituyendo como muerte integrante (inmanente) de nuestra vida a medida que la vamos rescatando y al rescatarla la incorporamos. aquí y ahora -o aquí en mi cuerpo marcado por el deterioro del tiempo y en mi mente que incluye a la muerte como memoria-o A esa muerte que nos habita, Freud decidió denominarla pulsión de muerte, refirmando su condición de promesa que apunta a un cumplimiento allá lejos y después. 1176 Mauricio Abad; Sin embargo, a mi juicio, no nos queda más remedio que reconocer que esa muerte no es una vana promesa (vana en cuanto no me será nunca, ya que será cuando yo ya no esté). Antes bien, esa muerte es desde el comienzo una larga costumbre. Vivir no es solamente un continuo morir, como nos enseñan los biólogos. Vivir es también un perseverante "estar muerto". La palabra "pulsión" tiende, en la concepción freudiana, a transformar inmanencia en trascendencia. A sustituir el actus por la potentia, la muerte actual por la muerte potencial (avalada por una supuesta condición pulsional). Fin del tratamiento psicoanalítico es fundar las bases de una adecuada convivencia con la muerte. ¿O preferiría decirlo de este otro modo: fin del análisis es el logro de una armoniosa coexistencia con una vida, ilegalmente rebelde a la ley del Universo? A lo largo de esta abigarrada divagación -¿pero es que realmente carece de hilo conductor?he intentado forzar la vía de acceso a la problemática de vida y muerte, en términos de "adentro" y "afuera". Mucho tiempo ha transcurrido desde la publicación de mis teorías acerca de la vida (hoy agregaría: y de la muerte) del hombre en la dialéctica del "adentro" y del "afuera". Desde entonces las he profundizado y he dibujado su perfil con mayor precisión. Pero también he intentado persistentemente reconocer, en algunas de mis formulaciones, ciertas conceptualizaciones similares, propuestas por diferentes pensadores e investigadores. Naturalmente, no dejé de ceder a la tentación de establecer correlaciones entre, por una parte, la relación opositiva de pulsiones de vida y pulsiones de muerte y, por la otra, la de conflicto interior entre tendencia al afuera, a nacer, a desligarse para iniciar la aventura -a la postre fallidadel vivir y la tendencia al adentro, a reinfetarse y refugiarse en un estado, hecho a imagen y semejanza de la quietud casi nirvánica del refugio intrauterino. El eje "presencia-ausencia" también apareció en mi escrito en el intento de dar cuenta de la conflictiva pulsional. Donde "ausencia" significa reconocer la presencia de la muerte, aun cuando ésta sea, en su esencia, calificable como ausencia. "La presencia ausente." La idea de una única pulsión (por supuesto, de muerte y que nada tiene que ver con la noción de instintividad) me llevó a sugerir el planteo del dualismo en otros niveles. Una sola pulsión y dos destinos posibles: hacia la vida o hacia la muerte. O bien, una sola pulsión y dos destinos posibles: un primer grado -superficialde retrogresión y un segundo grado -más remoto y regresivode retrogresión. O bien una sola pulsión y dos destinos posibles: de alianza con un paquete de reflejos (el instinto) o de desligamiento y lineal pureza. O bien, una sola pulsión y dos destinos posibles: ir -retrogresivamentehacia la muerte o ir -progresivamentehacia la muerte, pasando por la vida. Pu/sión de muerte o muerte de la pu/sión? 1177 La vida como desvío, rodeo, trayectoria que intenta alejar al sujeto del único fin, la muerte. ¿y qué decir de los fines, los apetitos y los modos? Los fines: ¿descarga?, ¿extinción?, ¿muerte como hecho biológico? ¿o muerte como experiencia significante? Los apetitos (ad-petitum, petición de ... , demanda): ¿tendencia universal al no-serz, ¿a la quietud del Nirvana", ¿a la anulación de la espina irritativa del deseo, aun so pena de la aniquilación del sujeto?, ¿a quebrar aquella dependencia frente al "otro", en cuyo ámbito se despliega la vida? Los modos: ¿agresión?, ¿destructividad?, ¿sadismo?, ¿masoquismo?, ¿sufrimiento?, ¿retracción narcisística?, ¿automatsimo de repetición?, ¿deterioro?, ¿neurosis traumática? Por último: ¿no será quizás prematuro cualquier reduccionismo que intente postular un denominador común de los fines, de los apetitos y de los modos? ¿No es quizás más prudente no cerrar el abanico y reconocer que hay "muchas más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio", de las que intentamos apretar en el molde rígido y estrecho de una hipótesis demasiado unívoca? Finalmente, pongamos el acento donde va puesto, donde Freud lo puso. La cuestión no es que haya una o dos pulsiones. Tampoco es cuestión de calificar una u otra pulsión en función de vida o de muerte. Lo esencial es que hay un conflicto. Eso sabemos. Los términos del conflicto pueden ser materia de discusión. No así la existencia del conflicto. Un conflicto del que nace aquel proceso que denominamos vidamuerte o el vivir-morir. Ese par de ficticios opuestos se nos aparece como una unidad indisoluble, en que no cabe dicotomizar una supuesta "vida" disociada de una supuesta "muerte". La noción básica sigue siendo, en Freud como en Heráclito, la guerra. "El guerrear es el padre de todas las cosas" afirma sentenciosamente el bizarro de Efeso *. De ese guerrear y por ese guerrear, sin saber del todo ni quiénes, ni cómo, ni por qué guerrean, vivimos y morimos. El discreto encanto de! psicoanálisis estriba en darnos la clave para extraer -y liberar de sus represiones y enmascaramientosel sentido último y secreto de esto que llamamos "vida". Vivimos y morimos. La conjunción y que articula una dicotomía imposible, el "vivimos y morimos" no sella ni convalida no separa, no opone ni introduce la marca de "Guerrear" usado aqui como verbo sustantivo, es la traducción que propongo para el "p6/emos patér pánton". "Pólemos" es en griego de género masculina. De ahí que se lo califique de padre. Grave error sería -ipara un psicoanalista!traducir "la guerra es la madre de todo". No es indiferente que Heráclito haya elegido un sustantivo masculino. ¿Q es que pensamos que el griego antiguo carecía de otros vocablos para expresar el concepto de guerra con un sustantivo femenino? De allí que no sea lo mismo, ni para Heráclito, ni para nadie. decir padre o madre. Y si no, ¿adónde va a parar la diferencia de los sexos? Y más allá, ¿la diferencia entre los roles paterno y materno en el triángulo edípico? 1178 Mauricio Abad; una disyunción, sino que dice -intenta decir- que vida y muerte son dos caras de una misma moneda, dos vertientes indisociables de un mismo proceso. Ramón de Campoamor nos sugiere, en unos versos que resuenan como el eco de las coplas famosas de Jorge Manrique, un ejemplo de aproximación poética al develamiento -y enseguida al encubrimientode esta verdad última. Toda cosa es nacida para tener un trágico destino y girar y girar en remolino en torno del sepulcro: ésta es la vida. Los versos reconocen que la vida es ese remolino, ese girar y girar. Pero enseguida intentan desconocer la presencia de la muerte en la vida y de la vida en la muerte, y ubican ficticiamente el remolino de la vida en torno al sepulcro de la muerte, disociado de ella y como si sólo tendiera (¿pulsionalmente?) hacia ella.