pulsion de muerte o muerte de la pulsion?

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PULSION DE MUERTE
O MUERTE DE LA PULSION?
* Mauricio
L'univers
n'est
quun
Dans la pureté
Abadi
défaut
du non-étre.
Paul Valéry
A guisa de teorema (More geometricol
Hipótesis: la pulsión busca su muerte.
Quizá más valga evitar
-piensouna formulación tan antropomórfica.
Su ambigüedad lleva,
por una parte, a equiparar, en el uso del verbo "buscar", tendencia
(= Trieb) con intencionalidad
(= significación)
y, por la otra, a confundir mera extinción de un impulso con "muerte" (y lo que es peor y aun
más absurdo, con las vivas fantasias acerca del morir; vale decir con
una muerte no representable pero sustitutivamente
pi u ri rrepresentada),
Vaya decirlo, entonces, de esta otra manera: la pulsión tiende a
su extinción. O mejor aun: la pulsión se nos revela (y también se nos
oculta) a través de una tendencia hacia su extinción.
Digo: tendencia,
Pude haber dicho, en cambio, impulso, fuerza que empuja, que se empuja. En fin, pude haber dicho: pulsión.
Caigo de este modo en la cuenta de que hay por lo menos cuatro
connotaciones semánticas que estaban por pasarme inadvertidas, aun
a través de formulación tan cautelosa,
Las cuatro connotaciones
en
cuestión son:
1. Hay algo de perogrullesco
dencia una pulsión
• Dirección;
Malabia
truísmo en afirmar que la pulsión
hacia su extinción.
2515, 79 "N",
evi-
¿Qué es eso? ¿Una pulsión den-
(1425) Capital
Federal,
R. Argentina.
1146
Mauricio
Abadl
tro de la pulsión? No. Más bien se trata de reconocer, en la aparente
tautología, el intento de afirmar que lo que define y califica específicamente a la pulsión es que ésta apunta, a manera de un proyectil (desviado, ya veremos), hacia su extinción, descarga mediante. Pulsión es entonces un quantum de energía autodescargante.
0, si se prefiere identificar extinción con descarga, diremos -freudianamenteque la pulsión
tiende a su descarga (= extinción).
Conviene que nos cuidemos, para no vernos atrapados en la red de
la formulación
sintáctica,
del riesgo de no darnos cuenta de que la
pulsión es descarga. Más aun, la pulsión es (en el sentido existencial del
verbo "ser") sólo en cuanto descarga.
Descarga potencial y descarga
actual. Y en cuanto pasa de descarga potencial a descarga actual, la
pulsión ... ya deja de ser. Que es su modo de ser. Puesto que adquiere
su verdadero status de "pulsión en acto" al cumplirse su operativo, consistente en anularse. Vale decir que lo que caracteriza a la pulsión es
que se cumpla (cumplimiento
que me parece más próximo de la Befriedigung que de la Erfüllung), al anularse y al disolverse en acto pulsional,
su destino suicida.
2. Esa fuerza (continua e interna) que denominamos pulsión se empuja a sí misma. No es un agente que se aplica a un objeto, empujándolo
hacia un fin, sino que es, en sí misma, el agente impulsante, el objeto
impulsado y, en la medida en que la pulsión se define por la descarga,
es también el fin. iAsombrosa entelequia, realmente!
Salgamos por un
instante del aire enrarecido de las abstracciones
y sumerjámonos
en la
rica ambigüedad del lenguaje metafórico, que vuelve a mostrarnos, en
escala humana, el perfil de la pulsión. Se nos aparece ésta, entonces,
como un impulso suicida, una tensión pulsional cuyo anhelo es dejar
de ser, extinguirse.
Morirse.
Realmente, casi dan ganas de reconocer
en toda pulsión algo que la calificaría como pulsión de muerte.
3. Dije: tendencia hacia su extinción y no a su extinción.
"Hacia"
es preposición gramatical que introduce un rasgo distintivo sutil y nada
desdeñable, en cuanto eludiendo ambigüedades
dice la dirección en la
cual la pulsión apunta, sin prejuzgar acerca de su pleno logro, que es,
ya lo sabemos, extinguirse.
Importa no perder de vista esta diferencia
gramatical porque da cuenta de la eventual dificultad o impedimento que
se le opone a una pulsión que quiere, en cuanto pulsión, descargarse,
extinguirse,
morirse.
Impedimento
a raíz del cual aquella pulsión en
busca de muerte se ve obligada a exaltar agónicamente
(de agón, lucha
y ... agonía) su impulso para vencer a la vida, para lograr más plena y
rápidamente la muerte anhelada. Muerte convertida en un blanco, sólo
alcanzable merced a un desvío. Vida es el nombre de ese desvío. Un
desvío que mediatiza la relación entre la pulsión, que es anhelo de extinción, y la muerte total hacia la cual no hay atajo posible, mientras no se
Pulsión
de muerte
o muerte de la pulsión?
1147
logre la destrucción
del objeto mediatizador,
el sujeto viviente.
Sujeto
al que la pulsión tendrá despiadadamente
que sacrificar para alcanzar
su extinción, para morirse. ¿Cómo no ceder a la tentación de pensar
que el impedimento en cuestión se comporta como si fuera una pulsión
de signo opuesto, una pulsión, digamos, de vida? Una pulsión, entonces,
que tendería no ya a la descarga extinguidora
sino, paradójicamente,
a
la retención.
(Retención, además, necesariamente
displacentera,
por su
franca oposición a la descarga, o sea, por contradecir
flagrantemente
el principio del placer y el principio del Nirvana.)
Desde mi planteo inicial, en efecto, esto se me hace contradictorio
e incomprensible.
Además, a esta altura de mi argumentación,
no puedo
dejar de pensar, con cierto asombro, en el destino final de mi añosa
cavilación.
Después de años de rumiar acerca de la existencia o inexistencia de la pulsión de muerte y de considerarla,
con cierta suspicacia,
como un dudoso engendro de nuestra "mitología"
psicoanalítica
-para
decirlo con una palabra del mismo Freud-·
me veo en la paradójica
situación de aceptarla sin ninguna clase de dudas, trasladando
mis dudas a la comprobación
y verificación
de la pulsión de vida.
iPulsión de vida! ¿Qué cosa es? Pareciera, desde el punto de vista
lógico, una contredictio
in terminis. Veamos, a mayor abundamiento
de
pruebas, las palabras con que Freud, hacia el final de su existencia, al
redactar su escrito póstumo, el Abriss der Psychoanalyse,
se refiere a
esta conjetural "pulsión de vida". Cito textualmente
(capítulo 11): "En el
caso de la pulsión destructiva podemos suponer que su fin último es llevar
lo que es viviente a un estado inorgánico.
Por tal razón, la denominamos
también pulsión de muerte. Si admitimos que las cosas dotadas de vida
advinieron después de las inanimadas y que surgieron de ellas, entonces
la pulsión de muerte se adecua a la fórmula que hemos propuesto, acerca
de que las pulsiones tienden a volver a un estado anterior. En el caso de
Eros (o pu/sión de amor <> ) no podemos aplicar esa fórmula '''''.
4. Por fin, para abordar un último punto realmente insoslayable,
¿qué equivalencias
podemos postular entre extinción y muerte, por un
lado, y entre la pulsión y el Yo, el gesamt-Ich,
la totalidad de lo que
llamamos sujeto (heideggerianamente
un ser-para-Ia-muerte),
por el
otro?
En primer lugar, ¿qué tiene que ver muerte con extinción?
Algo,
por cierto.
Pero los caminos intentados para morirse tienen que ver
mucho más con la vida, es decir, con un proceso que puja (vitalmente,
diríamos ironizando) para extinguirse.
Y aun más, el concepto de muerte -humanaremite al conocimiento
no ya de un hecho biológico, sino
de las vivas y apasionadas construcciones
mentales con que pensamos [él
* Sinónimo, en Freud, de pulsión
* * El destacado es mío.
de vida.
1148
Mauricío
muerte y sentimos las vicisitudes de su acercamiento,
de su inmanencia en nuestras vidas.
de su alejamiento,
Sí, inmanencia de la muerte. ¿Otro nombre, quizá, para la pulsión
de muerte? ¿O, si se quiere, para su trabajo en el seno de la vida? Uso
el vocablo "trabajo"
deliberada y selectivamente.
Es, en efecto, la palabra (ergon) que emplea Heráclito en un aforismo aparentemente
enigmático, por su construcción
críptica, pero esclarecedor,
por la luz que
irradia: "Vida es el nombre del arco, pero su trabajo es la muerte" ".
Dejo de lado el cafembour intraducible
(vida = arco, juego de palabras griegas parónimas, a los que el solitario de Efeso era muy afecto)
y me limito a glosar la deslumbrante -¡y freudianalintuición de Heráclito. Eso que llamamos vida es como un arco en tensión (tensión, energía, trabajo potencial), cuyo fin es la muerte. Como un arco en tensión
que, cuanto más tenso -más
vital, en suma-,
más apresuradamente corre hacia la muerte. Como un arco en tensión, cuyo fin último
-¡para
el cual trabaja!es disparar la flecha que es muerte, y que es
muerte no tanto, o no sólo, por el blanco al que apunta y mata, cuanto
porque, al disparar la flecha, el arco logra su dis-tensión, su propia muerte. Con razón exclama Heráclito:
¡Sólo por su nombre es vida!
En fin, volviendo al desfasaje entre noción de extinción y noción de
muerte, me importa señalar no solamente las diferencias conceptuales
sino también,
y antes que nada, el salto epistemológico
de las disciplinas
estudio.
Extinción
científicas
es concepto
que pertenece
muerte de la que aquí hablamos
conceptual
de pertenencia:
mentación
epistemológica,
con las ciencias
En segundo
o intentamos
el psicoanálisis,
por una radical
lugar, nos proponíamos
marcado,
desde su funda-
heterogeneidad
en relación
pulsión
Alli el sutil
siempre-
que es preciso
completo",
de gesamt-Ich.
(Con
como un hápax que es preciso
diano.)
• El destacado es mío.
mental podría
la atención,
teorizador
en un luminoso
que hay en Freud
al fin, aun en el senpegoteado,
la noción de pulsión de la de "Yo
razón
rescatar
lleacer-
que es su ensayo
lo que se ha ilegítimamente
diferenciar
su modo
y Yo. Discriminación
en desligar (analista
de la palabra)
nos advierte
qué tiene que ver
pieza de la metapsicología
y sus destinos.
-como
tiene otro grupo
que un cortocircuito
a confundir
párrafo de esa fundamental
empeñado
Muerte -la
hablar-
preguntarnos
ca de la cual Freud no deja de llamarnos
tido etimológico
a la biología.
con el Yo (cuyo vivir es, al parecer,
Pienso, en efecto,
varnos apresuradamente
La pulsión
como objeto de
naturales.
la pulsión (autodescargante)
de morirse).
entre los status
que toman a esos conceptos
Lacan
señala
esta expresión
en el corpus terminológico
freu-
Abadl
Pulsi6n
de muerte
o muerte
1149
de la pulsi6n?
Por eso declaré, al comienzo del metafórico teorema, la hipótesis
mencionada: la pulsión busca su muerte. Con particular invocación al
tipógrafo para que hiciera resaltar -negrita
medianteel adjetivo posesivo su, que es precisamente el soporte o la bisagra articulante de mi
argumentación.
Asimismo quisiera, con pareja invocación, que se destacara el sujeto de la oración:
la pulsión y no el Yo.
De alguna manera, frente a un planteo que parece apuntar (como
sobre la pauta del pirandelliano "Seis personajes en busca de autor")
a la construcción de un esquema explicativo que podríamos titular "Una
muerte en busca de una pulsión específica que la determine", yo opongo
y propongo un concepto genérico de pulsión que se define como apetencia de muerte, o tendencia a dejar de ser. Y el Yo, ¿qué tiene que
ver con todo eso? Pues el Yo (viviente) es -metafóricamente
hablando- el obstáculo al que la pulsión, al buscar extinguirse, arrastra yaniquila como en una correntada. El sujeto parece así erróneamente ser el
blanco de una pulsión que quiere su muerte, cuando es solamente la víctima ineludible de una pulsión que arrasa con él al cumplirse su destino
suicida.
Volvamos al comienzo y replanteemos
el teorema.
Hipótesis:
Toda pulsión
tiende hacia su propia
Tesis:
Toda pulsión, al intentar alcanzar su fin, o sea su extinción, tropieza con el impedimento
representado
por el
sujeto viviente y lo destruye para alcanzar su fin.
Demostración:
Siendo un aspecto
de la vida (del mismo modo en que,
en la teoría psicoanalítica,
ciente"
inhibidor),
extinción.
lo es el "sistema
precons-
algo que se opone a la descarga
pul-
sional y siendo, en parte, vida en cuanto se mantiene
como impedimento a aquello que podríamos erróneamente calificar
como la "vital"
tendencia
a la descarga
(que sólo llevaría a la muerte) la única posibilidad
salida que le queda a la pulsión
través del sujeto, destruyéndolo.
de
es la de descargarse a
De ahí que la destruc-
ción del sujeto sea, no un fin, sino un medio para ese fin.
se plantearía, entonces, entre una pul-
y la antinomia
sión de alguna manera ajena al Yo, aun cuando unida
a él (el inneres
Ausland,
el territorio
exterointerno),
por
una parte y, por la otra, un Yo que se le opone, en la
trayectoria
de su extinción
impedimento,
del drama).
instrumento
(un Yo que es, además de
para la descarga y escenario
Maurícío
1150
Abad;
Pulsión, entonces, a la que podríamos atribuir en una mítica alegoría, de la que Freud no renegaría, la intención de acabar con ese
cáncer (la vida), que vino a perturbar la eterna quietud del universo.
En síntesis, no es que no haya una pulsión de muerte. Lo que pasa,
prolongando
el pensamiento freudiano hasta su extrema consecuencia,
es que las pulsiones
no pueden ser más que de muerte.
La vida es una
neoformación
rebelde, una enfermedad de la cual la pulsión, al final,
nos cura. ¿Cómo contrajo el universo tan perturbadora enfermedad, de
la que somos los transitorios usuarios, no diré, por prudencia, los beneficiarios?
No lo sabemos. Sólo sabemos que de ella, luego de larga
agonía (en su sentido de lucha) finalmente nos libera la pulsión.
Sic rebus stantíbus, cuesta pensar que esa enfermedad del universo,
la vida, sea de orden pulsional. Más bien parece producto de algo que se
opone a la pulsión, de una fuerza antipulsional,
de una antipulsión en
suma. De ahí a ceder a la tentación de replantear la dualidad conflictiva freudiana (no para rectificarla,
sino más bien para desentrañar su
esencia) no hay más que un paso. Intentemos darlo. Hechas las sustituciones del caso, donde Freud había enfrentado la pulsión de muerte
a la hipotética
pulsión de vida, propondremos
otro par de opuestos:
Pulsión
(o sea tendencia
a la descarga)
antipulsión (o sea impedimento
por algún tiempo, a la pulsión).
versus
de índole no pulsional
que se opone,
Ahora bien, si ese impedimento
al que calificamos de antipulsional
fuera concebido como una fuerza, tendríamos ante todo que subrayar
que es una fuerza que no tíene las características
de la pulsión, sino
otras aún desconocidas
o, por lo menos, no fácilmente categorizables.
La llamada "pulsión de vida", freudiana, sería más bien una antipulsión
(no en el sentido de "pulsión contraria",
sino de impedimento
no pulsional que contraría a la pulsión).
diano, en el Compendio póstumo,
clastas.
El párrafo antes citado del texto freunos exime de la imputación de icono-
Este modo de abordar el problema nos coloca en una perspectiva
privilegiada para romper con la supuesta relación de exclusión entre vida
y muerte. Opuestas y conflictivas,
sí. Excluyentes, no. Más bien incluyéndose recíprocamente
en el contexto de una relación dialéctica, donde
vida es el proceso de morirse, proceso dinamizado por la circulación
de la pulsión, que no puede ser otra que de muerte. Y muerte es la presencia de la apetencia de muerte en la vida y no en un inexistente "después de ella". Apetencia en parte satisfecha por la cuota de muerte
(léase de pulsión) inmanente en cada vida. Pulsión que tendría que
atravesar el impedimento
de un proceso viviente que no la deja fácilmente morirse.
Pulsi6n
de muerte
o muerte
1151
de la pulsi6n?
Hay que vivir para morirse, para ganarse
liano Ungaretti lo dice en un verso hermoso:
la muerte.
El poeta
ita-
"La muerte se paga vivienda"
o
sea, visto desde el lugar de la pulsión, sólo viviendo (vale decir, muriendo) puede finalmente alcanzarse la quietud anhelada. Y no parece
que este planteo remita necesariamente
a una oposición de pulsiones,
sino a una pulsión y a las vicisitudes
vivir antipulsional
que se le opone.
A todo
lo largo
de las páginas
para descargarse
de este escrito,
en contra
el verbo
de un
"morir"
aparece conjugado
en la forma aparentemente
reflexiva -morirse-,
pero en realidad
apunta a una gramaticalmente
imposible
traducción de la forma media del verbo en griego. De paso quiero recordar que
ese intento frustro de evocar la forma verbal "media" del griego antiguo tiene un ilustre antecedente en Freud mismo, quien en Las pulsiones
y sus destinos también apela a un recurso similar, cuando intenta distinguir sutilmente entre el autocastigo y el masoquismo.
Bajo la égida
de tan prestigioso paradigma, quiero ahora abusar de la paciencia del
lector y solicitar su atención para una digresión, quizá no inútil, en el
planteo de la problemática
de la pulsión de muerte.
Los gramáticos griegos distinguieron
tres formas o diátesis verbales: enérgeia, que implica actividad
(nuestro activo), páthos, que implica estado (nuestro pasivo), y mesotes (forma media propiamente dicha,
que jamás representa un valor realmente reflexivo).
Observemos que
morir es una enérgeia (actividad pulsional) y, vocacional mente, un páthos (estado -de
quietudal que apunta el morir).
Ahora bien, engañados por la importancia
lógica de la oposición
del agente al paciente, los gramáticos antiguos consideraron
fundamental distinguir entre activo (relativo al agente) y pasivo (relativo al paciente). Dejaron, por lo tanto, en una situación secundaria
y, de todos
modos, poco clara a la forma media. Si, en cambio, consideramos el desarrollo de las voces verbales en las lenguas indoeuropeas
y en la historia del griego antiguo, comprobamos
un hecho desconcertante
para
los hablantes modernos.
Ese hecho es que no hay más que dos voces
fundamentales:
la activa y la media. En cuanto a la pasiva, se constituyó
lentamente, a partir de la media.
Quiere decir que la discriminación
entre agente y paciente y entre
actividad y pasividad surge como resultado de elucubraciones
racionalizantes de gramáticos,
de espaldas -como
a menudo ocurrea la
realidad viva y palpitante de la lengua hablada. Ésta reconocía, desde
el mismo comienzo, otra oposición: lo objetivo y lo subjetivo.
Los gramáticos de la India imaginaron para designar las formas activa y media
dos denominaciones
acertadas: "parasmaipadam"
(palabras para otro)
1152
Mauricio
Abad;
y "atmanepadam"
(palabra para uno mismo). Vale decir que el verbo
designa una actividad (en efecto la forma que llamamos pasiva es también el resultado de una actividad en sentido inverso). Y aquello que
importa es si la acción cumplida posee, para el sujeto, una significación
personal. La forma media del verbo tiende precisamente a explicitar esa
significación personal. Así por ejemplo, diremos en castellano, idioma
en el que carecemos de esa forma media, apelando sustitutiva mente al
uso de pronombres: "no te me mueras".
De ahí que cuando en las páginas precedentes hablé de una pulsión que busca morirse, ese pronombre se implica que la actividad pulsional -morirdebe entenderse desde la significación que tiene para la
pulsión. Si ésta tiende a su propia extinción, ella (antropomorfizada)
puede decir, refiriéndose al Yo: "me le muero" y puede éste a su vez
declarar: "La pulsión se me muere".
Para que no se piense que de esta digresión lingüística no habré de
volver nunca más al ámbito del psicoanálisis, aclaro enseguida. La pulsión, en cuanto catexis, busca la descarga (actividad, enérgeia).
Pero
la significación surge sólo en cuanto hay un sujeto para quien esa actividad pulsional, por lo que tiene de investimiento de una representación,
se transmuta en un valor, personal, cuyo corolario es la significación.
En otros términos, la pulsión busca su extinción, pero lo que importa
es el significado y valor que esta tendencia pulsional tiene para mí, que
paso de este modo a ser el protagonista de un evento, infinitamente reiterado -mientras
viva-,
que es el evento de una pulsión que se me
muere. En este sentido afirmo que la esencia subyacente de la teorización freudiana es que yo soy aquel a quien le importa la muerte de la pulsión que me habita. Puesto que en el planteo freudiano no se trata tanto
de la culminación final, que está más allá de la vida, cuanto de la muerte
inmanente. Vale decir de una pulsión que se me está muriendo, que se
muere (ella) para mí. Este es el punto en que pasamos del estudio de
los avatares biológicos a la consideración
-fundante
de una nueva
ciencia, el psicoanálisisde otros eventos que atañen a las vicisitudes
de un Yo, sede de las significaciones y valores que se desprenden, para
él, de su condición de observador participante del agón biológico.
De
esto resulta que entre protagonista y deuteragonista -entre
pulsión y
materia vivase da una relación de oposición de la cual extrae su
sentido la vida signada por las vicisitudes de un tritagonista capaz de
significación.
Esta larga discusión liminar justifica el título del trabajo que aquí
presento: "Pulsión de muerte o muerte de la pulsión?"
Parafraseando
esa opción en otros términos, ¿por cuál de las dos alternativas optaremos? ¿Por "pulsión de muerte", vale decir "construcción
mítica que
evoca una fuerza de empedocleana memoria, causante del morirse"?
¿O bien por la "muerte de la pulsión", vale decir "descarga inconteni-
Pulsión
de muerte
o muerte
de la pulsión?
1153
ble de una fuerza inmanente que nos devuelve a la quietud primigenia,
transitoriamente
alterada por el fenómeno antipulsional
llamado vida"?
Luego de este exordio, pasaré a abordar, con más orden y método,
el estudio de diferentes aspectos de la problemática
en cuestión.
Intentaré ahora esclarecer el concepto de "pulsión de muerte", en
tres tiempos ineludiblemente
imbricados
en una circularidad
que remite de uno a otro, en las dos direcciones.
Primero, ¿qué es la pulsión?
Segundo, ¿qué es la muerte? Tercero, ¿qué es la pulsión de muerte?
1. ¿Qué es la pulsión?
Ante todo, para definir qué es la pulsión, tendríamos que hacerlo,
quizás, por oposición a otro concepto que fuera el negativo de la pulsión, y creo que ese concepto es el de ausencia de pulsión o sea en
último término de: a) ausencia, o sea carencia de toda energía, ergon,
trabajo, impulso; b) estado regido por el principio del Nirvana o el principio de inercia.
Se debe diferenciarlo
-y, en cierto sentido, oponerloal concepto
de instinto, noción muy precisa que remite a la biología y a la etología.
No se debe pasar por alto el significado etimológico
de empujar, implícito en las palabras Trieb (en alemán) y pulslon (en los idiomas neolatinos). La pulsión es la empujante, y el instinto una estructura empujada. (En Freud, parece claro que él habla de Trieb en un sentido diferente del instinto, término al que también apela en determinados
contextos.)
Sabemos que el término Trieb aparece en la obra de Freud por
primera vez probablemente
en 1905 y que aun antes, sin embargo, ya
circulaba por sus escritos un concepto emparentado
con éste, el Reiz,
estímulo, así como la Anregung y la Erregung, excitación.
Asimismo,
reconocía
Freud dos tipos de excitación:
las que eran determinadas
por estímulos
externos y las que eran determinadas
por estímulos
internos.
La pulsión es entonces para Freud, y ya desde los Tres enseyos
(1905), un concepto que irá precisando más y más (quizás también confundiendo más y más) y a cuya especificación
aportará las ideas de
fuente, de objeto, de fin en 1905, y por último de magnitud en su artículo
La pulsión y sus destinos en 1915.
Es evidente que la noción de pulsión está indisolublemente
ligada,
en Freud, a la sexualidad humana, a la psicosexualidad,
es decir, a la
sexualidad infantil, y que el objeto de la pulsión para él es primero contingente y luego se convierte en necesario, o sea elegido entre otros,
en función de la singular biografía del sujeto. De ahí que la psicosexua-
1154
Mauricio
Abadi
lidad sea distinta de la sexualidad
biológica,
en cuanto la bioqraíia
y no sólo la biología la determina por lo menos en la elección del objeto y del modo de relacionarse con él.
Freud precisará además que hay también pulsiones parciales, cada
una de las cuales tiene su propio fin, y mostrará la relación de las pulsiones con las zonas erógenas y cómo tienden a agruparse entre sí y a
estructurarse
en organizaciones
sexuales pregenitales
hasta alcanzar
la organización genital bajo la hegemonía de las correlativas zonas erógenas.
Cuando hablamos de pulsión tenemos que ponernos de acuerdo
en un punto: si Freud alude a un concepto somático o psíquico.
Freud
da tres respuestas diferentes según los escritos a los que nos remitamos.
Una de las respuestas (quizás en un intento de superación de la dicotomía cartesiana) es que la pulsión es un concepto límite entre lo psíquico
y lo somático (idea de concepto límite que figura en los Tres ensayos).
Una segunda respuesta es que la pulsión es un concepto que designa
algo así como una excitación
somática y que su correlato psíquico
es el representante
de la pulsión (Triebreprasentant).
Y tercero, considera a la pulsión un concepto, como el representante psíquico de algo
somático, y entonces ese correlato somático sería aquella excitación
que él llama Reiz o Anregung o Erregung.
Por lo tanto, cuando Freud habla de
remite a lo somático o si se quiere también
lo psíquico y lo somático habrá que apelar
nes psíquicas a términos por él acuñados,
(psychische Repriisentent¡
o representante
tant) o representante
representativo
pulsión como concepto que
como concepto límite entre
dentro de las denominaciocomo representante psíquico
de la pulsión (Triebreorésen-
(Vorstellungreprasentant).
Es evidente que Freud desarrolla su noción de la pulsión sobre la
base de la sexualidad,
pero es también evidente que cada vez que
habla de pulsiones no puede hacerlo más que en el marco de una perspectiva dualista. Esta lo lleva, antes de los años veinte, a hablar de un
proceso vital * que surge del enfrentamiento
en parte conflictivo
y
en parte basado en una relación de complementariedad
entre un conjunto de pulsiones sexuales por una parte y un conjunto de pulsiones de
autoconservación
por la otra. A las pulsiones de autoconservación,
más
adelante (1910) Freud dará un nuevo nombre, que es el de "pulsicnes
del Yo". Luego mostraré que no hay sólo un cambio de terminología,
sino también de conceptualización.
En cuanto a las pulsiones de autoconservación
o del Yo, indudablemente se asemejan mucho más (con perdón de Freud) a la noción
de instinto que a la noción de pulsión. O si preferimos decirlo de otro
• "Vital" en un sentido
gando de significación
que se irá gradualmente
psíquica.
despojando
de biologismo
y car-
Pulsi6n
de muerte
o muerte de la pulsi6n?
1155
modo, son una mezcla de instintividad
biológica
y de pulsionalidad
desexualizada
que le está adherida".
Aquí tropezamos con un primer punto que suscita nuestro interés,
especialmente
después de la tesis que sustenté al comienzo de este
escrito. Dije antes que a la pulsión (siempre de muerte, por definición)
se opone una fuerza antipulsiona\.
¿No estamos acaso ahora en condiciones de darle un nombre, el de instinto? ¿No podríamos sugerir cierta
equivalencia
(o identidad o alianza) entre aquellos paquetes de reflejos
innatos, de respuestas adecuadas, eupráxicas,
fijas, hereditarias,
tendientes a conservar la vida, tributarias de la biología y de la etología, y
aquellas fuerzas antipulsionales
que conjeturamos
al comienzo?
Más aun, ¿no estamos acaso en condiciones,
no diré de postular
categóricamente,
pero sí de suponer con cierto fundamento,
una hipótesis explicativa del "placer"
en cuanto ligado a la satisfacción
(Befríedigung) de las necesidades
instintivas?
(Y, de paso, de vislumbrar la
razón por la cual, en Freud y continuadores,
tan a menudo se incurre
en ambigüedad y confusiones acerca de pulsiones de autoconservación
e instintos.) Es que los instintos unidos a las pulsiones, al lograr su satisfacción, logran también el cumplimiento
de los deseos ligados a lo pulsiona\. El placer consiguiente
que se mezcla de un modo indisoluble
al sentimiento
correlativo
de satisfacción
instintiva
remite a la teoría
de la doble función. La pulsión sexual no solamente se enfrenta con las
pulsiones de autoconservación,
sino que también se apoya (Anlehnung)
en ellas.
Por otra parte, es evidente también que hay un conflicto psíquico
para Freud entre las pulsiones sexuales y las pulsiones de autoconservación, las cuales buscan defenderse
contra la sexualidad en cuanto
ésta representa una amenaza de desorganización
para el Yo.
Sabemos que después del famoso viraje en Más allá del principio
del placer, el dualismo pulsional cambia y Freud opone pulsiones de
vida a pulsiones de muerte. Pero, no nos dejemos engañar por el vocablo. Ya no es el mismo concepto de pulsión ni tiene, aun llamándose
pulsión, el mismo alcance. Si antes era clínico ahora es filosófico.
No puede dejar de observarse que, cuando a partir de El Yo y el El/o
Freud introduce la noción de Ello, el Ello ya deja de oponer pulsiones
de vida y pulsiones de autoconservación,
sino que incluye, a manera de un
reservorio o de una fuente común, tanto las pulsiones sexuales como las
pulsiones de autoconservación,
así como incluye tanto a las pulsiones
de vida como a las pulsiones de muerte. Es también evidente que la
energía de la cual se habla, a propósito de las pulsiones del Yo, es una
* Corresponde
aclarar que es ésta mi concepción
personal (con la cual no todos
necesariamente
concuerdan)
acerca de las "pulsiones
de autoconservación"
de
cuya vigencia, en mi esquema conceptual,
pese al viraje de Freud en los años
veinte, no reniego. El otro esquema pulsional de 1920 no lo anula.
1156
Mauricio
Abadi
energía extraída del Ello, que ha pasado por un procesamiento
previo
que consistió en su desexualización,
de tal manera que ya está en condiciones de ser utilizada por el Yo, el cual la funde con los instintos, para
defenderse del "ataque"
de las pulsiones sexuales.
Vale la pena recordar aquí una frase tardia (aparece en el Compendio de psicoanálisis,
obra póstuma escrita luego del destierro londinense, en 1938), en la que declara que "en psicoanálisis
damos el nombre
de pulsiones a las fuerzas que postulamos como existentes detrás de las
tensiones generadoras
de las necesidades
del Ello".
Con esto Freud
evidentemente nos está diciendo que lo que surge del Ello está a su vez
determinado,
no sólo por el soma, y por las excitaciones
del soma y
por el Reiz, sino básicamente, y más allá (o más acá) por tensiones casi
míticas, los llamados "seres míticos, grandiosos en su indeterminación",
los Triebe. Una influencia manifiestamente
reconocida por Freud, la de
Empédocles de Agrigento, lo lleva a reconocer en la actividad de esos
dos grupos antitéticos
de pulsiones una tendencia a la unión y una
tendencia
a la separación.
Philotes y Neikos (amor y discordia)
del
visionario de la Magna Grecia reaparecen, con su identidad reverdecida
no sólo por denominaciones
nuevas, "Eros y Tánatos", sino por su reubicación en un contexto filosófico
(mal que le pese al Freud científico,
siempre reacio a que se lo califique de filósofo) signado por una cosrnovisión apocalíptica.
No hay alternancias
de ciclos que reeditan creencias de un eterno retorno, como en la concepción
del griego, sino una
trayectoria
de tipo entrópico
que lleva irremisiblemente
al estado de
materia inanimada.
Estamos, por lo visto (y no está en mi ánimo criticárselo),
en una
zona ambigua de la especulación freudiana en la cual biología, filosofía
y psicología se entrecruzan, ensanchando las dimensiones de la investigación y la teorización psicoanalíticas,
pero poniendo en juego -¿precio quizás demasiado alto?la especificidad
del psicoanálisis
como
ciencia autónoma.
Es evidente que antes de la aparición de Más allá del principio
del placer para Freud las cosas apuntaban a pulsiones sexuales, o sea
investimientbs
libidinales.
Por lo tanto, a algo diferente de la noción
de instinto. Así fue como surgió también naturalmente el concepto de
pulsión parcial en relación con determinadas
zonas erógenas o determinados fines y surgió también cierta polisemia del concepto de pulsión, que va adquiriendo nuevas connotaciones
semánticas: un fin, en el
cual se reconoce, un objeto al que se liga y desliga (problema de los
"falsos enlaces"), una zona erógena que la marca, una historia singular
que dibuja el perfil de sus "destinos"
y una magnitud que nos recuerda
la fuente biológica.
Es éste un Freud diferente del Freud de la teoría dualista
pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Sin embargo, también
de las
es for-
Pulsíón
de muerte
o muerte de la pulsión?
1157
zoso reconocer dos cosas más: a) que no sustituye totalmente al Freud
de pulsiones sexuales y pulsiones del Yo, sino que es como una teoría
que apunta en otra dirección, ni compatible ni incompatible con la anterior; en efecto, no la contradice ni excluye, así como tampoco se articula
con ella armónicamente;
simplemente se trata de otra cosa, de otra
perpectiva; b) que Freud, en general, no renuncia del todo a sus ideas,
hasta cuando parece suplantarlas con ideas nuevas en el planteo teórico.
¿ Por qué surge con tanta fuerza y poder de convicción, en la mente
de Freud, la idea de pulsión de muerte? La respuesta está en su consideración de la conducta agresiva del hombre. No le basta la fuerza del
sexo. Debe haber algo más que la pulsión sexual que dé cuenta de la
agresión y de la destructividad, que dé cuenta de la tendencia a poseer
y dominar, que dé cuenta de la avidez canibalística, del horno homini
lupus. Sí, debe haber -piensa,
siente Freudun caudal de pulsiones
agresivas. ¿Pero dónde y de qué lado? ¿Entre las pulsiones sexuales
o entre las de autoconservación?
Quizás -piensa
Freudsea mejor
cambiar de esquema. Freud las verá en todo su dramático desenfreno
sádico y en el siempre inevitable desenlace masoquístico.
Las reconocerá asimismo, bajo la inspiración de Empédocles, en fuerzas que
llevan a la muerte. Pulsiones de muerte, entonces, que enfrentan a la
vida y a aquello que parece motivarla (las pulsiones de vida) sometiéndolas finalmente, al seducirlas con el señuelo de la apetencia de quietud
nirvánica y de apagamiento de los deseos. ("Deseo" no es sólo anticipación del placer [Ricoeur], sino también "dolor".)
Para una más personal biográfica historia de la evolución de sus
ideas al respecto, es preciso recordar que antes del Freud de las pulsiones de muerte, hay un Freud que se debate en relación con su polémica con Alfred Adler (1908).
Ya desde Juanito, Freud pone en claro las conductas agresivas
del niño, pero no quiere aceptar una hipótesis de filiación adleriana
acerca de una pulsión de agresión y da a entender que la agresividad
es más bien una característica
de toda pulsión, en la medida en que
(hasta etimológicamente)
esa pulsión, avanza (ad, gradere), tanto si es
pulsión sexual como si es pulsión del Yo. En Más allá del principio del
placer Freud retoma el término "pulsión de agresión" (Agressiontrieb)
y parece entonces aceptarla, pero ya como "pulsión de muerte", vuelta
hacia el mundo exterior.
Freud habla también de "pulsión de destrucción" más o menos como
sinónimo de pulsión de agresión. Si bien debemos agregar (puesto que
afirma de las pulsiones de muerte que operan en silencio, y que por lo
tanto solamente puede reconocerse su ruido cuando se vuelcan hacia
el mundo exterior) que el término "pulsión de destrucción",
más que
calificar la función de la pulsión, tiende a calificar su efecto más visible, la destrucción del objeto. Aun cuando Freud, en otros escritos. al
1158
Mauricio
hablar de autodestrucción
admite
se haga también hacia adentro.
la posibilidad
Abadi
de que la destrucción
De manera que habría quizás, en el uso freudiano, una diferenciación semántica entre pulsión de agresión y pulsión de destrucción;
la
pulsión de destrucción sería la pulsión de muerte en cuanto opera tanto
hacia adentro como hacia afuera, y destructivamente.
En cambio la pulsión de agresión sería la pulsión de muerte en cuanto opera sin necesariamente destruir y sólo hacia afuera.
Otra pulsión de la cual Freud habla es la "pulsión de dominio",
término que aparece de vez en cuando en sus escritos y quizás no de
una manera demasiado precisa. Freud califica de pulsión de dominio
a una pulsión no sexual, pero que se une a la sexualidad en un segundo
tiempo y cuyo fin es el de dominar al objeto (sexual, por lo tanto) apelando a la fuerza. Aquí aparecería la agresión (pulsión de muerte) al
servicio de la conservación y unión con el objeto de la apetencia sexual
(pulsión de vida). Tendríamos aquí, entonces, un buen ejemplo de la
denominada fusión de las pulsiones (Triebmischung).
De esa pulsión de dominio, en otro escrito a propósito de la relación
en la cupla "actividad-pasividad"
que predomina durante la etapa sádico-anal, Freud dice que, mientras la pasividad está sustentada por el
erotismo anal, la actividad proviene de la pulsión de dominio.
De esa
"pulsión de dominio",
Freud afirma que: a) podemos calificarla
como
sadismo, cuando se une a una pulsión sexual, y b) que su instrumento
de acción corporal es la musculatura.
El sadismo, después de la postulación
de la teoría dualista de las
pulsiones, es entonces secundario
a un protomasoquismo,
el cual se
transformaría
en sadismo en cuanto se desprende del Yo y se vuelve
hacia el mundo exterior, por la influencia de la libido narcisística.
De
manera que nos percatamos de la existencia de la pulsión de muerte
cuando se descarga sobre un objeto exterior por obra y gracia de su
unión (Triebmischung)
con la actividad sexual.
En cuanto a las pulsiones de autoconservación,
su nombre las califica, y Freud las opone a las pulsiones sexuales. Por eso el Freud inspirado por Empédocles ya hablaba de una oposición entre hambre y amor,
pulsiones de autoconservación
y pulsiones sexuales, aun antes de optar
por la formulación de aquel otro dualismo, el de Eros y Tánatos.
Lo importante es que, además de enfrentamiento
conflictivo, se da
también una relación de complementariedad
y que las pulsiones sexuales
pueden apuntalarse sobre las pulsiones de autoconservación
y de este
apuntalamiento
pulsión sexual.
(Anlehnung)
se derivan
determinadas
vicisitudes
de la
En cambio, en la segunda teoría, las pulsiones de muerte aparecen
como una categoría fundamental
de fuerzas que se oponen a las pul-
Pulsión
de muerte
o muerte' de la pulsión?
1159
siones de vida y que tienden a la reducción completa de las tensiones
y en último término, a llevar de vuelta al ser viviente al estado inorgánico
repitiendo un estado anterior.
Ahí nace la noción de compulsión a la repetición.
Esas pulsiones
de muerte, para Freud, antes se vuelven hacia adentro, hacia el sujeto,
y tienden a su destrucción.
Luego las pulsiones de muerte, secundariamente, se dirigen hacia el exterior, y es cuando se manifiestan como
pulsión de agresión o pulsión de destrucción.
(Gaddini en su trabajo
"Formación
del padre y escena primaria" *, hace notar que Freud en
1937 habría dicho que a él se le hacía cada vez más evidente la idea
opuesta: que inicialmente,
las catexis libidinales se volvían hacia adentro y que las pulsiones agresivas en cambio inicialmente
se volcaban
hacia afuera, al revés de lo que había afirmado en sus escritos anteriores, al postular la teoría de Eros y Tánatos.)
Entonces esto llevaría a la idea de que todo ser humano muere a
raíz de su pulsión de muerte y de que en los organismos pluricelulares,
como dice Freud, la libido se opone a la pulsión de muerte en cuanto
ésta tiende a desintegrar al organismo y a llevarlo al estado de estabilidad propio de la materia inorgánica.
La libido tiene, por lo tanto, una
función: oponerse a la destrucción
motivada por la pulsión de muerte.
Pero, ¿cómo lo hace? a) Derivándola
hacia el mundo exterior, por
medio de la musculatura.
De este modo destruye o domina al objeto
y merece entonces que se la designe como pulsión de destrucción o de
dominio. b) Otra parte de esta pulsión de muerte es combinada con la
función sexual y de allí nace el sadismo.
e) Una tercera cuota, finalmente, permanece en el organismo donde se liga libidinalmente:
tenemos en este caso la génesis del protomasoquismo
erógeno.
¿Cuáles son los argumentos que llevan a Freud a postular la pulsión de muerte? Ante todo, la compulsión a la repetición, que muestra
especialmente
en las manifestaciones
repetitivas de las neurosis traumáticas la existencia de una fuerza más poderosa que la del principio del
placer. En segundo lugar la importancia
de las nociones de ambivalencia, de agresividad, de sadismo y de masoquismo.
Por último, el odio,
que cada vez menos Freud puede hacer derivar de las puras y simples
pulsiones sexuales.
En el fondo, como bien dicen Laplanche y Pontalis, lo que hay de
más fundamental
en la concepción
freudiana de la pulsión de muerte
es la idea de un intento de retorno a un estado anterior o sea, en último
término, de retorno al reposo absoluto de la materia inorgánica.
De ahí que cuando postula el "principio
del Nirvana" haciéndose
eco de la feliz denominación
de Barbara Low, como principio (económico) de la reducción de las tensiones a cero, reconoce que el principio
• De próxima publicación en esta revista.
Mauricio
1160
del Nirvana ha de estar enteramente al servicio
muerte, de las cuales es fiel expresión.
de las pulsiones
Abadi
de
La sexualidad, Eros, no aparece más, como en escritos anteriores,
como una fuerza disruptiva, amenazante y perturbadora,
sino más
bien como un principio de cohesión que tiende a mantener la ligazón. En
cambio el fin de Tánatos es el de separar y fragmentar las uniones.
Si todo pudiera reducirse a un planteo binario -vida y muerte-,
la realidad (clínica, por ejemplo) con la que cotidianamente nos enfrentamos
sería de más fácil acceso y descifre. Pero -afortunadamente
o desafortunadamentelas cosas son mucho más complejas y obligan a un sinnúmero de interrogantes en apariencia alejados de la temática central.
Tenemos por lo pronto, dos grupos de cuestiones. Primero, ¿qué
es la vida? En segundo término, ¿qué es la muerte? Además, ¿qué significan para nosotros? ¿Y cuál es la naturaleza de nuestro conocimiento
-si tal conocimiento fuera posiblede ambas? ¿Y cuáles las estructuras fantasmáticas, las inconscientes y sus traducciones conscientes, que
construimos o heredamos o encontramos -desde
nuestro advenimiento
al universo significante de la culturacomo matrices que nos las construyen?
Veamos algunos ejemplos de problemas que, si bien remiten al
planteo del enfrentamiento entre Eros y Tánatos, no lo hacen sino a través de desorientadores
rodeos.
¿Pulsión de muerte es búsqueda del sufrimiento?
¿Pero el sufrimiento no es acaso parte de la vida (Duele, luego existo)?
¿O pulsión de muerte es búsqueda de repetición?
¿Osea, mero
automatismo de repetición?
¿En realidad es tendencia a repetir o es,
ella misma, repetición? Y si es repetición, ¿de qué? De un estado anterior, se nos responderá. Sea. Pero, ¿cuál de los infinitos estados anteriores? Además, ¿realmente es búsqueda de un estado anterior o más
bien tendencia a repetir un proceso anterior independientemente
del
estado final al que apunta? De los estados anteriores, ¿privilegiaremos,
en nuestro planteo, el supuestamente primerísimo o bien algún otro?
ll. ¿Qué es la muerte?
Ante todo, el término muerte remite a nociones variables según cuál
sea el sujeto de esa muerte. Si por ejemplo el sujeto es una pulsión, la
muerte es la mera extinción de la pulsión. Sabemos que la extinción de
la pulsión se manifiesta a través de su descarga y que ésta es la manifestación de vida de la pulsión. Luego, hay una vida que da muerte al
sujeto (al sujeto pulsión). Si el sujeto es un animal la muerte es algo
relacionado con la ruptura del equilibrio que caracteriza a la vida biológica. Algo, por lo tanto, desprovisto de significación.
Si, por último,
Pulsión
de muerte
o muerte
de la pulsi6n?
1161
el sujeto es el ser humano, la muerte es destino de una trayectoria,
es
conciencia de ese destino y es inmanencia del sentimiento de la muerte que lo habita *. El ánthropos sabe que se morirá, intuye que esa
muerte ya se conjuga en él en tiempo presente y asume su propia muerte, a través de una significaci6n
que mediatiza su relación con ella. He
ahí la muerte para el ser humano: conciencia de un destino ineludible;
inmanencia de la propia muerte; asunción de una muerte, investida de
significación;
angustia ante el final; fantasías defensivas y encubridoras
de una muerte tránsito o transmutación,
inserción
de la muerte en
el ámbito de la cultura, por lo cual la muerte deja de ser un hecho
natural y se convierte en un trozo de la realidad significante
que nos
habita.
Acerca de las fantasías sobre la muerte existen múltiples enfoques
y perspectivas,
que intentan dar cuenta de los hechos de diferentes
maneras.
Me vaya referir a mis propias ideas al respecto, ya formuladas en
Renacimiento de Edipo y en mis trabajos "El suicidio" y "En torno de la
muerte" publicados en La fascinación de la muerte. Para eso creo oportuno intercalar aquí algunas reflexiones
psicoanaliticas
acerca de la
muerte resumiendo lo dicho por mí en algún escrito anterior.
El miedo a la muerte es, sin lugar a dudas, la angustia fundamental
del hombre. También es el deseo de la muerte (o, mejor, de lo que la
muerte significa) el deseo fundante de la vida humana.
Todas las demás formas de ansiedad son, en relación con ella,
secundarias; no sólo en importancia sino también en el orden cronológico de su aparición.
Los temores que a través de las múltiples y cambiantes situaciones
de peligro persiguen o agobian al ser humano no
son sino metamorfosis
de la gran ansiedad fundamental:
el miedo a la
muerte.
Recientemente
he señalado que, a mi entender, no cabe ir más
allá, en la tarea de establecer la filiación o el árbol genealógico
de las
angustias que de continuo nos descubre y describe la psicopatología,
de una irreductibe trinidad que incluye las formas primarias de la angustia. De esos tres linajes de ansiedad:
a) la angustia del encierro en el
"adentro",
b) la angustia ante el cambio, y c) la angustia ante la ilimitación en el vacío del "afuera",
decía que eran los moldes arquetípicos
(y como tales, irreductibles
a una raíz unitaria) de la vivencia de miedo.
A la vivencia de cambio (en última instancia, cambío espacial, vale decir
mudanza, inspirada en la experiencia
traumática del nacimiento) alude
quizás inconscientemente
Ortega cuando califica la vida como naufragio: "La vída es en sí misma y siempre un naufragio ... El pobre ser
, "L'homme
est le seul animal qui sache qu'il doit mourir.
Triste connaissanee.
mais nécessaire, puisqui'il a des idées. 11 y a done des malheurs attaehés néeessairement á la condition de I'homme."
Voltaire.
1162
Mauricio
Abad;
humano, sintiendo que se sumerge en el abismo, agita los brazos para
mantenerse a flote ... " El "abismo"
es el afuera caracterizado
por la
noción o, mejor, por la vivencia de desconexión, de pérdida de los propios límites, de dispersión en el vacío y de carencia de un sostén del
qué agarrarse.
(Hasta que aparecen como primer sostén los padres:
el pecho, el regazo materno, los brazos del padre.) A esta otra vivencia
abismática y a la angustia correspondiente
-angustia
ante la ilimitaciónse refiere seguramente Sartre cuando habla de la existencia (por
supuesto, la vida posnata/) como la libertad en el exilio: "La liberté,
c'est I'exil et je suis condamné a etre libre".
Por eso al afirmar que el
hombre es angustia ("Nous sommes angoisse") está calificando la vida
humana desde el particular enfoque de la experiencia
de desconexión
-délaissementen el "afuera".
No me contradigo ahora al postular
el temor a la muerte como la angustia básica y omnipresente.
Simplemente agrego y aclaro: si bien se trata de tres experiencias vitales irreductibles la una a la otra, en lo que hace a su contenido vivencial o a su
estructura y dinámica, apuntan todas a una temática común: la aniquilación de la vida o, para ser más exacto, la aniquilación del ser viviente
en cuanto tal. Final de la vida o muerte, concebida y postulada de
acuerdo con las diferentes fantasías inconscientes
con que el hombre ha
intentado rellenar ese "más allá" de su conocimiento.
Esas fantasías
-que
han servido subterráneamente
de pauta a las conjeturas sobre la
muerteson las vinculadas con las protovivencias del ser humano antes,
durante e inmediatamente
después de su nacimiento y con la correspondiente angustia arquetípica.
Así la muerte será fantaseada -directa
o simbólicamentecomo regresión intrauterina
o reinfetación,
como
tránsito o mudanza y como desintegración
o locura.
El problema de las fantasías de muerte debe referirse separadamente, para su más clara comprensión,
al antes de la muerte, al durante
el morir y al después de haber muerto. Porque lo que llamamos genéricamente "angustias de muerte" se relaciona en realidad con estas tres
diferentes etapas que se eslabonan en toda fantasía de la muerte:
a) Las angustias en relación con el antes de morir son las angustias a que está predestinado y como condenado a experimentar
el ser humano en una vida que parece ocupada por la muerte.
El vivir como estar por morirse.
b) En cuanto al miedo relativo al morir está ligado a la idea del
tránsito peligroso o doloroso, por fantasearlo como una repetición del primer tránsito traumático, el nacimiento: el vivir como
un estar muriéndose.
e) Finalmente, debemos considerar el miedo al después del morir.
Nuevamente llamo la atención sobre el hecho de que la mente
parece negarse a aceptar, en sus niveles más primitivos, la no-
Pulsión
de muerte
1163
o muerte de la pulsión?
ción de muerte como el no ser, como un fin. Y se obstina en concebirla como una puerta entre dos mundos.
La relación que
mantiene el Yo con el cuerpo sintiéndose, conscientemente,
discriminable y por tanto disociado del cuerpo (como no siendo el
cuerpo sino teniendo un cuerpo) lleva a considerar el problema
del destino posterior a la muerte desde dos puntos de vista diferentes: uno se refiere al cuerpo, otro a ese problemático
ente
con el cual el sujeto que dice Yo se siente identificado,
esto es,
la mente (en el lenguaje de ciertas filosofías y creencias religiosas, el alma). 0, dicho de otra manera, todo ser humano es
esencialmente una criatura con características
fetales (la mente)
envuelta en una cárcel de materia (el cuerpo).
El vivir como
estar muerto, vale decir disociado.
Si tomamos como pauta la fantasía de que la vida, el "trénsito" del
morir y la transmuerte son eslabones de un proceso, especular y simétrico (en el inconsciente)
de lo que ha sido el proceso de la vida intrauterina -"tránsito"
del nacimientoy vida extrauterina, entonces podrán establecerse diferentes paralelismos, según cuál sea el papel que
le adjudicamos a la vida. Así, por ejemplo, la vida puede ser el adentro,
idéntico al adentro intrauterino
(el mundo como un valle de lágrimas).
El morir sería el umbral hacia otra vida y otro espacio que es el "más
allá", correspondiente
al afuera extrauterino.
Por lo tanto el tránsito de
la muerte sería la reproducción
del tránsito del nacimiento.
Una segunda fantasía
extrauterino;
el morir sería
fetación), y la muerte (el
que el "más acá" o sea de
vería en el vivir
el tránsito de la
supuesto "más
nuevo el adentro
el estar afuera en el mundo
regresión intrauterina
(reinallá") sería la misma cosa
intrauterino.
Finalmente, la tercera posibilidad sugeriría otra fantasía: el adentro
intrauterino sería la vida anterior a la existencia posnatal y lo que seguiría al morir, sería el "más allá", el afuera extrauterino.
Y entonces todo
el vivir desde el momento del nacimiento al momento de la muerte sería
un continuo tránsito o pasaje. Vale decir, un continuo morir.
un continuo nacer. Si es que morir y nacer equivalen a pasar por un largo
canal que separa (y une) el adentro con el afuera.
°
Tal como si toda la vida, todo el transcurso
de la vida fuera e!
canal del parto. En otras palabras, en el contexto de esta fantasía
diríamos del morir lo mismo que del nacer: que el morir es algo que
vamos haciendo a todo lo largo de nuestra vida desde el primero hasta
el último día de una vida-canal, de una vida-tránsito.
El tema de la negación de la muerte y de las defensas ligadas con
esta negación lleva a plantear el problema tan s610 en apariencia
opuesto: el de la existencia de un ímpulso tanatofílico,
de un primario
y biológico deseo de muerte, eventualmente
resultante para Freud de
1164
Mauricio
Abadl
una ingénita pulsión de muerte y adscrita para otros a diferentes motivaciones.
Sea cual fuere la hipótesis válida, no pueden dejar de reconocerse ciertos hechos firmemente establecidos.
Enumerémoslos:
1) el
deseo de muerte es una realidad psicológica
universal y su expresión
clínica más evidente aparece en el fenómeno del suicidio (consciente
o inconsciente,
logrado o fallido, real o fantaseado);
2) el deseo de
muerte, tal cual se nos aparece en un corte transversal
del conjunto
motivacional
de un individuo clínicamente
indagado, es una resultante
plurideterminada;
y 3) el deseo de muerte encubre (y expresa crípticamente) diferentes fantasías inconscientes;
algunas basadas en una
regresión, como el retorno al vientre materno o el retorno a un estado
de reposo propio de la materia inorgánica; otras basadas en una defensa
disociativa,
como el deseo de mutilar y expulsar fuera de sí una vida
que se ha vuelto persecutoria,
mecanismo, este último, calcado sobre
el modelo de la madre parturienta que acaba por desprenderse
y expulsar a la criatura -que
es su propia vidaa partir del momento en
que ésta, por su voluntad de individuación,
se convierte en objeto
perseguidor.
El deseo de muerte puede existir en la medida en que se viva la
vida como estar adentro y la muerte vendría entonces a ser el umbral
de la liberación, el camino hacia otra vida: posible explicación
de una
eventual (y aparente) pulsión de muerte (en realidad, impulso a un renacimiento o liberación).
Trataré de rever y explicar, a la luz de esta
idea, el sentido latente de la teoría dualista de las pulsiones.
En la medida en que todo ser humano tiene y actúa los tres roles:
materno, paterno y fílíal, puede anhelar la muerte. Eso correspondería
a ese impulso designado por Freud como pulsión de muerte (thanatos).
De acuerdo con la hipótesis que aquí sugiero (y que necesita de ulteriores corroboraciones)
esa tendencia hacia la muerte, ese impulso tanático sería la expresión de la necesidad de reproducir, a lo largo de toda
la vida (y tanto más intensamente cuanto más se acerca el término: vida
a término, embarazo a término) una pauta regresiva.
Pauta grabada o
inscrita en el registro del acontecer biográfico
del sujeto y derivada
de las experiencias
de la pareja madre-hijo
durante la relación simbiótica que se da en la gestación.
En la medida en que inconscientemente esa relación simbiótica se transfiere o desplaza en la fantasía a la
relación entre el cuerpo (que simboliza la envoltura materna) y la mente
(que simboliza la criatura contenida y retenida) el deseo de muerte
(vale decir, el deseo del desprendimiento
de alma y cuerpo) aparece
como la expresión de ese protoanhelo del nacer que carga a la criatura
fetal de un impulso a desprenderse
del cuerpo de la madre y a poner
término a esa forma de vida, anterior a su individuación.
Del mismo modo, el impulso paralelo a la conservación de la vida
(pulsi6n de vida) sería la contraparte simétrica: así como la madre -en
Pulsión
de muerte
o muerte
1165
de la pulsión?
una de sus múltiples fantasías inconscientesaparece como el continente retentivo que se resiste a soltar su contenido (el feto), el cuerpo
(que asume, en cuanto prolongación y símbolo de ese continente, ese
mismo rol materno) se aferra a la vida y se niega a soltarla (pulsión de
conservación o pulsión de vida), en un intento de reproducir, a través
de esa retención sin término de la vida, lo que denominé la fantasia de
embarazo eterno. Pulsión de vida y pulsión de muerte, como impulsos
contrastantes, tan finamente detectados por Freud como motivaciones
latentes de la conducta, serían entonces, de ser cierto o válido este
planteo (que es para mí algo más que una mera hipótesis), la expresión
de las tendencias inherentes a los dos roles, materno y filial, del ser humano, que tienen su origen en las experiencias vitales de esos dos en
uno, durante la relación simbiótica del embarazo, a retener ya desprenderse: el cuerpo a retener la vida (como la madre trató de retener al
feto) y la vida a desprenderse del cuerpo (tal como expresó el feto
su voluntad de desprenderse de la madre). En este sentido, pienso que
podemos aceptar la existencia de una agresión tanática, que el sujeto
tiene tendencia a orientar contra su propio cuerpo. Pero no en función
de un deseo de muerte como fin y disolución en el no ser (que no es
concebible por la mente), ni como un retorno al vientre materno o como
una regresión de la materia viva a su primitivo estado inorgánico sino
en función de un deseo de muerte como liberación o renacimiento luego
de un deseo de vida, de otra vida libre del encierro y de la cautividad
del cuerpo. En otros términos, la tendencia a la muerte (thanatos) sería,
para la fantasía optativa del sujeto, una forma de tendencia a desprenderse de la vida para apuntar a algo que es el morir imaginado como
otra vida.
111.Pulsión
de muerte
Pulsión de muerte. .. ¿Existe? Ante todo tendríamos que entendernos. Pulsión de muerte. .. ¿Qué es eso? Supongo que una definición previa es absolutamente insoslayable para contestar, afirmativa
o negativamente, a la pregunta acerca de su existencia.
Para mayor claridad, en tema tan complejo, tan debatido y tan el
centro de polémicas que, a mi juicio, trascienden el marco de lo puramente científico y atañen a lo ideológico y a la inconsciente concepción
acerca del mundo y de la vida que tiene cada ser humano, convendría
poner un poco de orden. Vaya intentarlo, sugiriendo tres respuestas
posibles, no tanto como alternativas para una definición, cuanto como
pistas para indagar acerca del sentido críptico de esta expresión acuñada por Freud.
Primera respuesta. La pulsión de muerte es algo. Quiero decir con
esto, que pertenece al orden de las cosas que existen. No es el Uni-
1166
Maurícío
cornio, vale decir no se trata de una ficción
baconiano.
Abad;
de la mente, de un "ídolo"
Pero si las pulsiones de muerte son algo, tenemos que precisar el
concepto y llegar dentro de lo posible a una definición
por el género
próximo y la diferencia específica.
Desde ya podemos afirmar que se
trata de una energía, del orden de la energía vital, o sea, propia del
organismo vivo e inherente, por lo tanto, a la vida misma, puesto que
no existe en un ser no viviente y que, además, por su dirección irreversible, evidencia mutaciones de carácter entrópico.
Segunda respuesta. Pulsión de muerte es el nombre que se le da a
"lo que no es vida en el ser viviente".
Considérese el queso Gruyere,
Está "hecho", según suele decirse humorísticamente
(jcuánta
intuición
filosófica y psicoanalítica
en este rasgo de humor!) de queso y de agujeros. Consideremos por un instante -si
solamente fuera posible disociar una cosa de otrael queso.
¿Existe éste realmente?
Sí y no. Por una parte su existencia es
evidente.
Por la otra, su existencia
aislada es discutible
en cuanto,
para ser Gruyére, le faltan los agujeros.
Consideremos, ahora, con más
atención, los agujeros.
Estos agujeros son, en función de su no ser
nada. Son carencia, ausencia.
No son. No es cuestión, más que en
la broma de Miguel de Unamuno, de tomar unos agujeros y de envolverlos con queso. Sería imposible.
Los tales agujeros no se pueden
tomar simplemente porque no los hay ni son imaginables sin el queso.
Porque sólo aparecen en función del queso y de los hiatos en la constitución de éste. En cuanto hay queso, puede haber agujeros.
Léase:
podemos percibir trozos de "nada", pedazos de "lo que no hay", siempre que estén delimitados por lo que es: el queso. En realidad, puesto
que no es posible admitir, desde el punto de vista lógico, que "lo que
no es" se contamine de "ser" por mera contigüidad de "lo que es", y
que -enfrentando
valientemente
la eventual maldición del eleáticoadquiera carta de ciudadanía en el territorio privativo de las cosas que
son, entonces
agujeros
no hay más remedio
que reconocer
no son más que una particular
pacio, de queso y espacio, de queso y "no queso":
inexistente,
pero sin cuya presente
que lo que llamamos
disposición
ausencia
del queso en el esluego, un "no queso"
no habría queso Gruyere.
Volvamos desde esta alegoría al ámbito de nuestra discusión
de la pulsión
de muerte.
sólo puede aparecer
aun no siendo
manifieste,
Digamos
que la pulsión
sobre el trasfondo
ésta más que "nada",
En síntesis,
la hipótesis
posibles-
aquí
declara
cepto que remite no a algo existente
acerca
queso-
de la pulsión de muerte.
es imprescindible
en el seno de esa nada, la pulsión
tres respuestas
de vida -el
conjeturada
Y que
para que se
de vida.
-la
segunda
de las
que la pulsión de muerte es un con"per se", sino existente
en función
Pulsi6n
de muerte
o muerte de la pulsi6n?
1167
de su relación de oposición y complementación
con otra cosa. En otros
términos, lo que hace que una pulsión sea "de vida" es que aparezca
sobre el trasfondo de una pulsión "de muerte" que funda las condiciones de posibilidad
para su existencia.
Intentemos decir eso mismo de otra manera: la pulsión de muerte
es la denominación
dada a determinados
hechos que tienen que ver
con la extraña y aparentemente
contradictoria
relación que tiene la
vida con la muerte. Vale decir que la noción de pulsión de muerte sería
simplemente
un modo de decir, como a través de una metáfora, que la
pulsión está condenada a muerte precisamente por darse en el proceso
de la vida y en cuanto vida tiene que gastarse en el proceso de vivir
hasta dejar de ser, hasta convertirse
en muerte de la pulsión.
La pulsión de muerte sería, entonces, una hipótesis conjeturada por
Freud para dar cuenta, en el marco de una teoría científica que quiere
ser coherente, de la especial relación entre los diferentes avatares y
vicisitudes que se dan en el proceso del vivir = morir. Relación cuyo
rasgo fundamental
es la precariedad
y la caducidad
de una actividad
pulsional, que, en cuanto tal, se ve llevada ineludiblemente
a agotarse
en un estado final que remite a la noción de muerte y que corresponde
al estado de descarga total de la tensión vital: por lo tanto el logro de
un "point of no return" en que la pulsión ya se ha esfumado, anulado,
deccarqado hasta alcanzar la "pureza del no-ser".
Tercera respuesta.
La pulsión de muerte es una hipótesis científica, elaborada por Freud para articular determinados
conceptos y hechos descubiertos en el curso de su investigación;
esta hipótesis, aunque
no puede ser probada a través de la evidencia clínica de los tratamientos
efectuados
con pacientes, de alguna manera, representa la razón, el
lagos, ya que permite estructurar
de un modo coherente
un sistema
de datos. Entonces la pulsión de muerte, en esta tercera acepción,
aludiría a un aspecto que hace a la expresión de una relación entre
diferentes aspectos o momentos de un proceso.
Naturalmente
una de las cosas que tenemos que investigar es a
qué llama Freud "muerte".
Las respuestas que él nos da son del tipo
de "retorno a un estado de materia inorgánica".
También alude a un
proceso por el cual las unidades que se han ido conglomerando
en
estructuras
cada vez más amplias y complejas se van dividiendo
cada
vez más hasta llegar a las unidades moleculares y atómicas propias de
la vida inorgánica.
Otra manera de decir eso mismo es postular el
morir como la resultante de fuerzas que remiten a la noción de "destructividad"
y que designa con el nombre de "pulsiones
de muerte".
A
esa pulsión de muerte la correlaciona
con procesos o conductas como
la agresión contra el mundo exterior, la autodestrucción
del sujeto, el
sadismo, el masoquismo, el sufrimiento,
la quietud (Nirvana), la lucha,
la compulsión a la repetición, etc. Muestrario de una polisemia que a
1168
Mauricio
Abad;
veces tiende más a confundir que a aclarar, pero que muestra, como por
transparencia,
un denominador
común.
¿No cabría hablar aquí, tambíén a propósito de las pulsiones, de
la tan mentada entelequia, en el sentido que tiene para los neovitalistas
contemporáneos,
especialmente
para Hans Driesch? La entelequia como principio vital, distinto del organismo al que anima. Y puesto que
de entelequias hablamos, releamos a Aristóteles.
En él la entelequia
es una potencia en el sentido de que es un ser en devenir, un ser todavía
no realizado del todo: luego la pulsión de muerte es la entelequia cuya
total realización es la muerte. Pulsión de muerte sería muerte potencial,
o sea capacidad de determinar el acto de morir que ya está presente
en el ser viviente *.
y en ese sentido, quizás, hablar de pulsión de muerte significa
que el reconocimiento
de que la muerte potencial (la cual ya existe)
más que una determinante que impulsa hacia la muerte, una prefiguración de la muerte en acto es equivalente, consciente o inconscientemente, al reconocimiento
de que ya estamos muertos en vida, muertos
en parte, mientras vivimos, y que se trata, simplemente, de llegar a perfeccionar el proceso de morirse.
Postrer vistazo panorámico a las tesis freudianas
Veamos de nuevo -repetita
iuvant-,
en una apretada síntesis,
cuál fue la evolución del pensamiento de Freud en su intento de teorizar
acerca de la agresión, de la destructividad
y de la muerte.
En primer término, Freud, desde el mismo comienzo, se percató de
la existencia y de la importancia
de los impulsos agresivos contra el
objeto.
Pero, para él, esa relación objetal era una relación marcada
especialmente
por el investimiento
Iibidinal y la agresión parecía el
componente
sádico de esa pulsión sexual. Fue aquél el periodo del
desarrollo
de la teorización
psicoanalítica
en el cual Freud hizo su
clasificación
dualista de las pulsiones sexuales y de autoconservación
que no solamente diferenciaba,
sino que también oponía unas a otras,
en una especie de lucha o conflicto intrapsíquico.
Ya en los Tres ensayos acerca de una teoria sexual (1905) mostraba que, en el intento
de dominar a la realidad externa, esas dos clases de pulsiones se rnanifestaban de un modo díferente, pero con algo asi como un común
denominador,
consistente
en la cuota de agresión presente tanto en
• Un axioma de la escolástica dice "Potentle
dicitur ad actum",
que significa "la
potencia se define en función del acto", porque toda su realidad consiste en
relación al acto. Por lo tanto si, segun reza otro axioma de la escolástica, "actus
et potentia
sunt eiusdem generis",
o sea, el acto y la potencia son del mismo
género, entonces se deduce que la pulsión de muerte y la muerte son cosas del
mismo género, son, '. la misma cosa.
1
I
Pulsión de muerte o muerte de fa pulsión?
1169
unas pulsiones como en las otras. Freud, luego, habiendo empezado ya
a hablar del Yo como de un ente que coordinaba, por así decirlo, el
funcionamiento mental (lo que hoy en día llamaríamos un "Yo función"),
lo asocia a la función de interponerse en el conflicto entre pulsiones y
mundo externo con la finalidad de conservar y preservar la vida del
organismo, razón por la cual, ya en 1910, en su artículo Los trastornos
psicogénicos de la visión asimila las pulsiones de autoconservación a
algo que denomina por primera vez "pulsiones del Yo", que deben interpretarse como siendo, en último término, la misma cosa que antes
había designado con la denominación de "pulsiones de autoconservación",
A partir de este momento el conflicto no será tanto entre las
pulsiones de autoconservación
y las pulsiones sexuales, actuando un
"Yo función" como intermediario (y más bien del lado de las pulsiones
de autoconservación),
sino directamente entre las "pulsiones del Yo" y
las "pulsiones sexuales".
Más adelante, ya en 1915, en Las pufsiones y sus destinos, Freud
sostiene que la agresión contra el objeto (que hasta ese momento de
su teorización todavía podía ser tanto de las pulsiones del Yo en
contra de las pulsiones sexuales como de las pulsiones sexuales
en contra de las pulsiones del Yo) es un atributo de las pulsiones del Yo.
Las pulsiones libidinales, a partir de este momento, no son ya capaces
de agresión, y ésta sería una manifestación tan sólo de aquello que
Freud había denominado pulsiones de autoconservación
y luego pulsiones del Yo.
Es especialmente en este momento de su teorización cuando Freud
sostiene que las primeras y más tempranas relaciones objetales del Yo,
o sea las primeras relaciones con el mundo externo, están caracterizadas por algo que podríamos calificar como "indiferencia"
del Yo
frente al mundo. El Yo, a esta altura del desarrollo de la teoría, caracterizada por lo que ya Freud había denominado, en un trabajo de 1914,
narcisismo primario, se quiere a sí mismo y deriva la satisfacción de su
existir del mero hecho de existir, en cuanto investido está éste por la
libido que corresponde a aquel estado llamado "narcisismo primario".
Pero más tarde en el curso del desarrollo se encuentra con un objeto
y este objeto tiene características duales que producen en el Yo frente
al objeto una actitud muy característica.
En efecto, ese objeto al liberar
al Yo de las tensiones pulsionales displacenteras y permitir la descarga
de la pulsión, y al brindarle al Yo, en función de esa descarga pulsional,
la vivencia del placer, o sea la experiencia de satisfacción, se le revela
como algo que, lejos de molestarlo, más bien refuerza su narcisismo.
Diríamos que "Su Majestad el Bebé" siente no solamente que se quiere
a sl mismo (narcisismo primario) sino que también es querido y reconocido como querible por parte del mundo (pareja parental) que lo rodea. Pero, como decía, este objeto tiene una condición doble y no es
1170
Mauricio
solamente
un objeto
que brinda
satisfacción
y que favorece
Abadi
el fin de
la pulsión, la descarga, sino que también es un objeto que es fuente de
trastornos y de displacer.
Luego por la presencia -intrusivadel objeto y el encuentro
y a veces el encontronazo
con el objeto, el Yo siente
que se ha relacionado con algo que (aun siendo afín a sus sentimientos,
a sus anhelos de lograr la satisfacción)
es también hostil, en cuanto
fuente de experiencias
opuestas a la experiencia
de satisfacción,
experiencias
por lo tanto de frustración,
de privación,
o más en general
de sufrimiento por la dependencia.
Es a partir de ese momento cuando
el sujeto empieza a conocer los dos sentimientos que lo animan en el
marco de la relación
objetal,
gado al deseo de repetir
por una parte el amor o sea un afecto
una primera
experiencia
de satisfacción
li-
y por
la otra el odio, vale decir, una tendencia a destruir el objeto que lo hace
sufrir y que perturba por lo tanto su auto-amor (narcisismo).
El sujeto
buscará
entonces
defenderse
que él adjudicará
al objeto
para preservarse
consistirán
retracción
del objeto,
y preservarse
contra
hostil, y las defensas
esos sufrimientos
a las cuales
apelará
a veces en una fuga y por lo tanto en una
algo así como un darle la espalda
y volver
a la
primitiva indiferencia de "Su Majestad" sumergido en pleno narcisismo
repetitivo de su narcísismo primario. O bien otras veces optará por otra
defensa
medios
que es destruir
distintos
ción de dependencia
entonces
al objeto
de ese momento
metido en una relación
sufrimiento
en vez de huir de él. Dos
con un objeto odiante
que a partir
el sujeto es la recuperación
cierto
frustrante
para el logro de un mismo fin que es romper
y odiado.
pensar
el anhelo hacia el cual apunta
de un estado anobjetal
previo a su hallarse
que, además de gratificarlo,
que no es capaz
Podemos
la rela-
de tolerar.
puede causarle
Surgirá
entonces
un
una
conducta por la cual el Yo-placer, o sea un Yo que guiará solamente
en función del principio del placer, tratará de hallar los aspectos placenteros de la relación objetal, disociándolos
de los aspectos
displacenteros, al intentar adoptar una actitud hostil sólo hacia los aspectos
frustrantes del objeto. Esto lo llevará a clasificar los estímulos en buenos
(y por lo tanto en partes constitutivas
del propio Yo) cuando lo satisfacen y en malos (a los que rechazará
mundo externo)
cuando
no lo satisfacen.
y considerará
como partes
Es el momento
del
en el cual el
Yo distinguirá entre Yo y mundo, en función de proyectar sobre el mundo todo lo displacentero
e incorporar en su Yo todo lo placentero.
Pero
observamos
placentero
curiosamente
y a rechazar
que esta misma
y proyectar
tendencia
a incorporar
en el mundo lo displacentero
lo
tiene
otro modo de manifestarse, especialmente
en la llamada etapa oral del
desarrollo libidinal.
En efecto, en esa etapa, al incorporar al objeto el
Yo no solamente
al incorporarlo,
incorpora
destruye
la experiencia
al objeto
placentera
y le impide
sino que además.
ser un objeto que, desde
Pulsión
de muerte
la realidad
o muerte de la pulsión?
exterior,
lo frustre.
1171
Lo mismo podríamos
decir
de lo que
acontece con la etapa anal: el Yo puede manifestar deseos posesivos
relacionados con la pulsión de dominio, la llamada "Bemécnttqunstrieb",
Sabemos que esta pulsión de dominio,
Mas allá del principio
del placer,
antes de 1920 o sea antes de
había sido descrita
no sexual, y que secundariamente
como una pulsión
se vincula con la sexualidad;
así co-
mo sabemos que es una pulsión que se dirige hacia el objeto exterior,
(Freud en 1905, en sus Tres ensayos, la menciona por primera vez, señalando en ella el origen de la llamada crueldad infantil). Después de 1920
con la introducción
cuestionamiento
de la noción de pulsión de muerte, ya se plantea un
de la concepción
anterior
acerca de la pulsión de do-
minio y a partir de este momento se la identifica
pecífica
y como una de las formas
como una pulsión es-
que puede asumir
la pulsión
de
muerte.
Cuando, en 1914, Freud introduce el concepto de narcisismo, esto
de alguna manera complica u oscurece la distinción entre pulsiones
del Yo y pulsiones
sexuales que invisten al Yo. Además, desde el mo-
menlo en que el Yo podría ser un sujeto o un objeto de la libido, la
libido estaría en el Yo como si el Yo fuera su depósito o continente,
por una parte, pero también su objeto de amor, por la otra.
tiene la diferencia
entre pulsiones sexuales que invisten al Yo y pulsiones
del Yo en cuanto considera
gas libidinosas
Freud man-
que el narcisismo
es el retorno de las car-
al Yo y que difiere de las pulsiones de autoconservación
que más bien que al narcisismo
Llegamos finalmente
darían lugar a lo que él llama egoísmo.
a 1920 y al trabajo que ya representa un punto
de viraje del teorizar freudiano:
Más allá del principio
Freud en ese artículo toma en consideración
chas tendencias
psíquicas
del placer.
el hecho de que mu-
no parecen seguir en absoluto
el principio
del placer. Es evidente que el aparato mental parece que a veces buscara el displacer, y un ejemplo de ello podrían ser las neurosis traumáticas. Luego, habría una compulsión a repetir que no está al servicio
del placer. Entonces Freud llega a la conclusión de que hay como una
pulsión o algo que lleva a repetir una experiencia aun si ésta es displacentera. Y naturalmente se pregunta cómo puede ser interpretada esa
tendencia. Ostensiblemente esta tendencia se manifiesta a través de un
comportamiento
semejante al de una pulsión y Freud, fascinado, diríamos, por esta idea del carácter pulsional del automatismo de repetición, tiende a desarrollarla más y más, hasta preguntarse si no podría
haber una pulsi6n
repetición).
de repetición
(no meramente
Se dedica entonces a considerar
una compulsión
a la
el problema desde diferentes
pun-
tos de vista, como el biológico y el etológico, y se da cuenta o cree
descubrir que todos los casos de repetición que de un modo innume-
1172
Mauricio
rabie se dan en la naturaleza
que es la tendencia
Repetición
parecen
tener una característica
a volver a un estado de cosas anterior,
versus invención.
Abadi
común
no inédito.
Sobre la base de esta observación
trans-
formada en hipótesis de trabajo, Freud considera que la vida misma
debió ser un trastorno en el equilibrio de una naturaleza antes inanimada, razón por la cual puede pensarse que en la vida hay una pulsión
que tiende a reconducir todo al estado previo de naturaleza inanimada
e inorgánica, estado de equilibrio, de un equilibrio roto por la aparición
de la vida. Además piensa Freud que ese estado previo de naturaleza
inanimada e inorgánica debe haber sido el primer estado de la materia
y que, por ser el primero, a eso se tiende a volver. Pero la pregunta es
entonces la siguiente: ¿cómo volver? ¿a través de qué caminos puede
la vida volver a un estado de quietud como el que caracteriza la materia inanimada e inorgánica?
Deberá hacerlo, es la respuesta, recorriendo a veces caminos indirectos, zigzagueantes, que describen rodeos
y circuitos marginales: precisamente
la trayectoria de la vida.
Además tendremos una vida que, por un lado, tiende a juntar unidades en estructuras cada vez más grandes y complejas, las que, por
eso mismo, engendran
mayores tensiones, y, por el otro lado, una
tendencia a reducir esas tensiones fragmentando
estas complejas estructuras para volver al estado elemental e inorgánico previo.
Por el otro lado, partiendo de la idea de que toda pulsión tiende a
reproducir un estado anterior y considerando
que se pueden reconocer
dos estados anteriores, se piensa que pueda haber quizá dos tipos de
"retrogresión".
Un primer tipo, que tratará de restablecer
un estado
inmediatamente
anterior, caracterizado
por el intento, protagonizado
por las primeras formas de vida sobre la tierra, de perturbar y romper
el estado de equilibrio de la naturaleza inanimada e inorgánica al aumentar las tensiones.
Esto no impide el retorno a un estado inanimado,
pero complica su recorrido, en cuanto debe pasarse previamente por
un retorno a otro estado que fue el que correspondió
al surgimiento de
la tensión que llamamos "vida".
Además habría un segundo grupo
de retrog resiones que tratarían de recuperar aquel estado primigenio de
reposo inorgánico e inanimado.
¿Son acaso dos diferentes tipos de pulsión las que protagonizan
las dos retrogresiones?
Ya aquí estamos viendo que, en realidad, Freud reconoce una misma conducta en todas las pulsiones y quizás en el fondo una misma
pulsión. Todas tienden a recuperar el estado de quietud propio de la
materia inorgánica e inanimada, aquel estado de equilibrio, pero para
hacerlo tienen que pasar por otros estados previos, razón por la cual
se nos plantea a manera de pregunta (y no como una hipótesis para
oponer a la tesis freudiana) si no será que hay una sola pulsión. Una
pulsión que tiende a repetir situaciones previas. Y que en un ser viviente
Pufsión
de muerte
o muerte
1173
de la pufsión?
puede, por lo tanto, repetir, a veces, situaciones de vida o sea de una
descarga incompleta,
reproduciendo
organizaciones
que corresponden
a momentos ulteriores a lo inorgánico y otras veces seguir su camino
retrogresivo y volver todavía más atrás, hasta llegar al estado de equilibrio de la materia inorgánica.
Si así fuera, fa conducta en la cual creemos reconocer la acción de una pulsión de vida sería más bien la conducta de una pulsión de muerte que se detiene a mitad de camino en su
intento de llegar a la muerte. En este caso no habría pulsión de vida y
pulsión de muerte sino una sola actividad que se caracteriza por reproduci r a veces situaciones de vida y otras veces situaciones de muerte.
O para decirlo de un modo más exacto y que corrige y perfecciona
lo
dicho: hay una actividad de una fuerza a la que llamamos "pulsión de
muerte" que tiende a repetir situaciones
previas: primero las más recientes, en el curso de un camino retrógrado, en ese desandar el hipótético itinerario de la aparición de la vida, y luego las más remotas, al
seguir esa trayectoria,
que dibuja, al comienzo, el perfil de un rodeo o
de un circuito indirecto y que llega a una etapa todavia anterior (situaciones correspondientes
a la materia inorgánica e inanimada).
Sin duda, la idea de una pulsión que lleva al organismo al estado
de quietud estaba presente en Freud, ya antes de 1920, ya en la época
de la formulación
de los principios del Nirvana y de constancia.
A propósito del primero conviene recordar que en Occidente su insistente
divulgador fue Schopenhauer,
y que en el contexto de la religión budista tiende a designar la extinción del deseo. Me parece obvio que, a
través de la extinción del deseo, el Nirvana tiende a la aniquilación
de
la condición de sujeto, en cuanto éste está apuntalado por el deseo. El
individuo se disuelve en una especie de alma colectiva, con lo que recupera o consigue un estado de quietud identificado
con la felicidad
perfecta.
La tendencia es llevar a cero o bien reducir lo más posible
cualquier quantum de excitación, tanto de origen externo como de origen interno. Freud mismo, en Más allá del principio del placer, define
el principio del Nirvana de este modo: "tendencia
a la reducción, a la
constancia, ya la supresión de la tensión de la excitación interna".
No
podemos dejar de observar cierta ambigüedad o contradicción,
desde
el momento que no es lo mismo reducir a cero la excitación, como parecería por la palabra "supresión",
que mantener un estado de tensión,
de excitación, en un nivel constante, lo cual no implica necesariamente
que esa metafórica
"línea isoeléctrica"
corresponda
a cero. Sin embargo, este principio
del Nirvana está íntimamente
ligado al llamado
principio de constancia.
De todos modos, lo que más nos interesa aquí
es mostrar hasta qué punto el principio del Nirvana expresa, como Freud
mismo lo dice, la tendencia de la pulsión de muerte. Pienso que tienen
razón
Laplanche
y Pontalis,
en su Vocabulaire,
medida en que, para Freud, el principio
al señalar
del Nirvana
expresa
que en la
la tenden-
1174
Mauricio
Abad'
cia de la pulsión de muerte, esta denominación
apunta en una dirección
distinta del denominado principio de constancia, ya que aquí se trata
de mantener una homeostasis, y no de llevar a cero la excitación.
De
todos modos lo que está claro es que, al seguir con su especulación
acerca de las pulsiones, Freud plantea el problema de Tánatos como
de una tendencia inherente al hombre y que apunta hacia el reposo y la
paz. La agresión puede ser entonces un modo, una manifestación
de
esta tendencia que lucha para conseguir la paz y la quietud, tanto al
precio de la destrucción
de un objeto exterior como al precio de la
propia muerte del sujeto. Esta pulsión de muerte supone un cierto funcionamiento
psíquico que la opone a Eros, o sea, a la pulsión de vida,
que tiende más bien a aumentar tensiones y a crear estructuras
más
grandes y más complejas, para así mantener una perturbación
en lo que
era la materia inanimada, perturbación
que va en contra del principio
del Nirvana.
Ahora bien, habiendo de este modo explicado qué es la pulsión
de muerte tenemos que repetir que la definimos en función del fin al
cual tiende. Pero, cuando queremos calificar ese fin, nos encontramos
con una carencia de términos que puedan decir de un modo positivo esos
conceptos, ya que, ¿cómo definir el estado de quietud, sino en función
de aquello que se logra una vez eliminada la perturbación
inquietante?
Quisiera plantear ahora el problema de la pulsión de muerte y de
su conflicto con la pulsión de vida a la luz de !a teoría que conjeturé en mi
libro Renacimiento de Edipo y en ensayos posteriores.
Aludo allí a dos
tendencias inherentes al ser humano: la tendencia a nacer, a atravesar
un impedimento para ir hacia el "afuera" y hacia un objeto que alegorizo
simbólicamente
con la figura del padre; y la tendencia a la reinfetación,
a ir hacia el "adentro",
a quedarse en el interior, buscando en el refugio-prisión del "adentro" la gratificación
de la fusión con la madre, pero
también la huida del temido enfrentamiento
con el "afuera" hostil. Ahora bien, creo que esas dos tendencias son de alguna manera equiparables a la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Que la pulsión de
vida es equivalente a lo que en mi terminología conocemos como la tendencia al "afuera", a nacer, a adquirir la condición de sujeto, pero que
esa vida lleva a la larga, a través de largo rodeo, a la muerte.
En cuanto a la pulsión de muerte, es identificable
con la pulsión
hacia el "adentro"
y hacia la regresión intrauterina.
En síntesis ...
En síntesis -si
de síntesis pudiera hablarse, luego de un "excursus", de una divagación tan rebelde a la norma de un hilo conductor-,
creo que me vería llevado a glosar el planteo freudiano,
reformulándolo en otros intentos de una cuasi formalización.
Pulsión
de muerte
1175
o muerte de la pulsión?
Diría que, en lugar o además de pulsión
muerte, hay:
de vida y de pulsión
de
vida - muerte.
o quizá también intentaría, desde otro punto de vista, hablar de 18. relación de oposición entre conflicto y transacción.
O entre transición (cambio) y estado.
En fin, tomando en cuenta el hecho fundamental de la repetición,
hablaría de la reproducción
de lo previo y de la producción de lo inédito.
O sea de la oposición entre repetición e invención.
Sin dejar nunca de
subrayar que la bisagra en que se articulan estos dualismos está configurada por el otro enfrentamiento,
entre los conceptos de oposición
(conflictiva y complementaria o sea vida) y exclusión (muerte). O también en la relación de un presente y de un futuro (que es reflejo especular de un idéntico pasado).
Pero alejémonos un instante de los juegos y avatares de
paraciones y equivalencias,
y repensemos la deslumbrante
freudiana.
Digámoslo de este modo, modo que dice en otros términos
cular lectura del pensamiento -¿siempre
consciente?que
texto freudiano:
La muerte
las equiintuición
mi partianima el
nos habita.
A raíz de la angustia que experimentamos frente a la percepción
de la muerte, insertada en el seno mismo de nuestra vida, reaccionamos,
intentando negar la inmanencia de esta muerte, postulando su supuesta
trascendencia.
Intentamos infructuosamente la ficción de converti rla en una realidad trascendente, en algo que está más allá de nuestra vida y que alcanzaremos sólo cuando dejemos de ser, de existir, cuando no haya más
sujeto que pueda decir: vivo. (Epicuro representa el grado extremo al
que lleva el engaño de esta ficción negadora.) Por obra y gracia de esta
ficción, la muerte pertenecería así a un "después".
Simultáneamente se
afirmaría que no hay un "después".
No se le reconocería a la muerte
la condición de un "ahora" que, como en la epopeya de Holanda, va
conquistando
más y más territorio
al mar y que en ese operativo
se va constituyendo como muerte integrante (inmanente) de nuestra vida
a medida que la vamos rescatando y al rescatarla la incorporamos.
aquí y ahora -o aquí en mi cuerpo marcado por el deterioro del tiempo
y en mi mente que incluye a la muerte como memoria-o
A esa muerte que nos habita, Freud decidió denominarla pulsión de
muerte, refirmando su condición de promesa que apunta a un cumplimiento allá lejos y después.
1176
Mauricio
Abad;
Sin embargo, a mi juicio, no nos queda más remedio que reconocer que esa muerte no es una vana promesa (vana en cuanto no me
será nunca, ya que será cuando yo ya no esté). Antes bien, esa muerte
es desde el comienzo una larga costumbre. Vivir no es solamente un
continuo morir, como nos enseñan los biólogos. Vivir es también un perseverante "estar muerto".
La palabra "pulsión" tiende, en la concepción freudiana, a transformar inmanencia en trascendencia.
A sustituir el actus por la potentia,
la muerte actual por la muerte potencial (avalada por una supuesta condición pulsional).
Fin del tratamiento psicoanalítico es fundar las bases de una adecuada convivencia con la muerte. ¿O preferiría decirlo de este otro
modo: fin del análisis es el logro de una armoniosa coexistencia con una
vida, ilegalmente rebelde a la ley del Universo?
A lo largo de esta abigarrada divagación -¿pero
es que realmente
carece de hilo conductor?he intentado forzar la vía de acceso a la
problemática de vida y muerte, en términos de "adentro" y "afuera".
Mucho tiempo ha transcurrido desde la publicación de mis teorías
acerca de la vida (hoy agregaría: y de la muerte) del hombre en la dialéctica del "adentro" y del "afuera".
Desde entonces las he profundizado y he dibujado su perfil con mayor precisión. Pero también he
intentado persistentemente reconocer, en algunas de mis formulaciones,
ciertas conceptualizaciones
similares, propuestas por diferentes pensadores e investigadores.
Naturalmente, no dejé de ceder a la tentación
de establecer correlaciones entre, por una parte, la relación opositiva
de pulsiones de vida y pulsiones de muerte y, por la otra, la de conflicto
interior entre tendencia al afuera, a nacer, a desligarse para iniciar la
aventura -a la postre fallidadel vivir y la tendencia al adentro, a reinfetarse y refugiarse en un estado, hecho a imagen y semejanza de la
quietud casi nirvánica del refugio intrauterino.
El eje "presencia-ausencia"
también apareció en mi escrito en el
intento de dar cuenta de la conflictiva pulsional. Donde "ausencia" significa reconocer la presencia de la muerte, aun cuando ésta sea, en su
esencia, calificable como ausencia. "La presencia ausente." La idea de
una única pulsión (por supuesto, de muerte y que nada tiene que ver con
la noción de instintividad) me llevó a sugerir el planteo del dualismo
en otros niveles. Una sola pulsión y dos destinos posibles: hacia la vida
o hacia la muerte. O bien, una sola pulsión y dos destinos posibles:
un primer grado -superficialde retrogresión y un segundo grado
-más remoto y regresivode retrogresión. O bien una sola pulsión y
dos destinos posibles: de alianza con un paquete de reflejos (el instinto)
o de desligamiento y lineal pureza. O bien, una sola pulsión y dos destinos posibles: ir -retrogresivamentehacia la muerte o ir -progresivamentehacia la muerte, pasando por la vida.
Pu/sión
de muerte
o muerte de la pu/sión?
1177
La vida como desvío, rodeo, trayectoria que intenta alejar al sujeto
del único fin, la muerte.
¿y qué decir de los fines, los apetitos y los modos?
Los fines: ¿descarga?, ¿extinción?, ¿muerte como hecho biológico?
¿o muerte como experiencia
significante?
Los apetitos (ad-petitum, petición de ... , demanda): ¿tendencia universal al no-serz, ¿a la quietud del Nirvana", ¿a la anulación de la espina
irritativa del deseo, aun so pena de la aniquilación
del sujeto?, ¿a quebrar aquella dependencia
frente al "otro", en cuyo ámbito se despliega
la vida?
Los modos: ¿agresión?, ¿destructividad?,
¿sadismo?, ¿masoquismo?, ¿sufrimiento?,
¿retracción
narcisística?,
¿automatsimo
de repetición?, ¿deterioro?, ¿neurosis traumática?
Por último: ¿no será quizás prematuro cualquier reduccionismo
que
intente postular un denominador
común de los fines, de los apetitos y
de los modos? ¿No es quizás más prudente no cerrar el abanico y reconocer que hay "muchas más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio",
de las que intentamos apretar en el molde rígido y estrecho de una
hipótesis
demasiado
unívoca?
Finalmente, pongamos el acento donde va puesto, donde Freud lo
puso. La cuestión no es que haya una o dos pulsiones.
Tampoco es
cuestión de calificar una u otra pulsión en función de vida o de muerte.
Lo esencial es que hay un conflicto.
Eso sabemos.
Los términos del
conflicto pueden ser materia de discusión.
No así la existencia del conflicto. Un conflicto del que nace aquel proceso que denominamos
vidamuerte o el vivir-morir.
Ese par de ficticios opuestos se nos aparece
como una unidad indisoluble, en que no cabe dicotomizar
una supuesta
"vida" disociada de una supuesta "muerte".
La noción básica sigue
siendo, en Freud como en Heráclito, la guerra. "El guerrear es el padre
de todas las cosas" afirma sentenciosamente
el bizarro de Efeso *.
De ese guerrear y por ese guerrear, sin saber del todo ni quiénes, ni
cómo, ni por qué guerrean, vivimos y morimos.
El discreto encanto de! psicoanálisis estriba en darnos la clave para
extraer -y liberar de sus represiones y enmascaramientosel sentido
último y secreto de esto que llamamos "vida".
Vivimos y morimos.
La
conjunción y que articula
una dicotomía imposible,
el "vivimos y morimos" no sella ni convalida
no separa, no opone ni introduce la marca de
"Guerrear"
usado aqui como verbo sustantivo, es la traducción
que propongo
para el "p6/emos patér pánton".
"Pólemos"
es en griego de género masculina.
De ahí que se lo califique de padre. Grave error sería -ipara
un psicoanalista!traducir "la guerra es la madre de todo".
No es indiferente que Heráclito haya
elegido un sustantivo masculino.
¿Q es que pensamos que el griego antiguo
carecía de otros vocablos para expresar el concepto de guerra con un sustantivo femenino?
De allí que no sea lo mismo, ni para Heráclito, ni para nadie.
decir padre o madre. Y si no, ¿adónde va a parar la diferencia de los sexos? Y
más allá, ¿la diferencia entre los roles paterno y materno en el triángulo edípico?
1178
Mauricio
Abad;
una disyunción, sino que dice -intenta decir- que vida y muerte son
dos caras de una misma moneda, dos vertientes indisociables de un
mismo proceso.
Ramón de Campoamor nos sugiere, en unos versos que resuenan
como el eco de las coplas famosas de Jorge Manrique, un ejemplo de
aproximación poética al develamiento -y enseguida al encubrimientode esta verdad última.
Toda cosa es nacida
para tener un trágico destino
y girar y girar en remolino
en torno del sepulcro: ésta es la vida.
Los versos reconocen que la vida es ese remolino, ese girar y girar. Pero
enseguida intentan desconocer la presencia de la muerte en la vida y
de la vida en la muerte, y ubican ficticiamente el remolino de la vida
en torno al sepulcro de la muerte, disociado de ella y como si sólo tendiera (¿pulsionalmente?) hacia ella.
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