1. LA SUBLEVACIÓN MILITAR. La sublevación militar de julio de 1936 supuso el comienzo de una guerra civil de tres años de duración. Ello se debió, por un lado, a que los golpistas fracasaron en su objetivo de acabar con la República, a causa de la división del ejército y de la resistencia armada de los grupos de izquierda. Por otro, a que los defensores de la República tampoco lograron vencer a los sublevados. De este modo, se estabilizaron los frentes y comenzó la guerra. Además del grupo de generales que desencadenaron la contienda, participaron en la conspiración miembros de la burguesía de negocios, como Antonio Goicoehea, que llevó las relaciones con la Italia de Mussolini desde 1934 hasta julio de 1936. También la Iglesia, que la equiparó a las cruzadas medievales al considerar que se trataba de un enfrentamiento entre la civilización cristiana, representada por los sublevados, y el materialismo ateo, identificado con la República y las izquierdas marxistas y anarquistas. El origen de la sublevación hay que buscarlo ya a partir de octubre de 1934. Algunos generales plantearon desde entonces la posibilidad del golpe de Estado, posibilidad que volvió de nuevo a plantearse a finales de 1935. Con la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, la conspiración fue tomando cuerpo. Se formó un grupo de generales proclives al golpe, entre los que estaban Mola, Goded y Franco. Tras un primer intento en abril, que fracasó por falta de coordinación, tomó el mando de la conspiración el general Mola, quien comenzó a preparar el golpe. Éste se precipitó a raíz del asesinato de Calvo Sotelo, hecho que, al parecer, decidió a Franco sobre su participación en la sublevación. De este modo, en la tarde del 17 de julio se produce la sublevación del ejército de Marruecos a las órdenes de Franco. La mayoría de la España agraria (Galicia, Castilla la Vieja, León, Navarra, Aragón y norte de Extremadura) y de todas las islas, excepto Menorca, secundó la sublevación. La España industrial y urbana (Madrid, Levante, Cataluña, Asturias, Castilla la Nueva, Andalucía, País Vasco) permaneció fiel a la República. Hubo, sin embargo, excepciones: en el País Vasco, la provincia de Álava se sumó a los rebeldes; en el caso de Asturias, Oviedo quedó en manos de los golpistas. 2. ETAPAS Y DESARROLLO DE LA GUERRA. En el desarrollo de la guerra podemos distinguir cuatro etapas: - El avance rebelde hacia Madrid (julio-noviembre de 1936): Tras el alzamiento, comienza esta fase de la guerra; se trata de una guerra de movimientos denominada “guerra de columnas”. Después de cruzar el estrecho, las tropas de África consiguieron enlazar con la zona sublevada al norte de Extremadura, tras eliminar la resistencia de Badajoz. A continuación, Franco ocupó Toledo. A finales de octubre, estaba a las puertas de Madrid. A principios de noviembre el gobierno republicano se trasladó a Valencia. Durante los meses de noviembre y diciembre se produce la resistencia de Madrid ante el intento, por parte de las tropas rebeldes, de tomar la ciudad, naciendo consignas míticas como el “no pasarán”. La resistencia fue posible gracias a la movilización general (“fase miliciana”), a la llegada de las primeras Brigadas Internacionales y al apoyo de una columna anarcosindicalista con origen en Barcelona. Termina así la fase de la “guerra de columnas” o “guerra miliciana”. - Las batallas alrededor de Madrid y la ocupación del norte (diciembre de 1936- octubre de 1937): esta fase se caracterizó por la regularización de ambos ejércitos, especialmente el republicano, con la creación del nuevo Ejército Popular de la República y la militarización o disolución de buena parte de las milicias. Franco militarizó asimismo a sus cuerpos de voluntarios (requetés, falangistas…). Fracasado el intento de entrar en la capital, los sublevados emprendieron maniobras envolventes para aislar Madrid cortando sus comunicaciones, sobre todo las del este por la carretera de Valencia. La batalla del Jarama, de febrero de 1937, sin vencedor claro, fue la consecuencia de ese intento. En marzo, las tropas italianas aliadas de Franco sufrieron una derrota en la batalla de Guadalajara. Franco cambió entonces de estrategia y llevó la guerra a otros escenarios. Primero trasladó la lucha el norte, a la franja cantábrica, que fue cayendo en manos de los sublevados de este a oeste: Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias. Durante ese avance se produjo el bombardeo de Guernica por parte de la aviación alemana. En octubre quedó completada esta ocupación del norte. - La ofensiva hacia el Mediterráneo (noviembre de 1937-junio de 1938): En diciembre de 1937 fue reestructurado el ejército republicano, dotándolo de mandos profesionales e integrando a los cuadros procedentes de las milicias y de las Brigadas internacionales. El nuevo ejército intentó tomar la iniciativa desencadenando diversas ofensivas. La principal fue la que tuvo lugar en dirección a Teruel. La batalla de Teruel, en el invierno de 1937-1938, condujo a la ocupación republicana de la ciudad, si bien esa ocupación sólo se mantuvo hasta febrero. El ejército de Franco desencadeno entonces la campaña de Aragón, para dividir en dos el territorio en poder de la República, lo cual consiguió al avanzar desde allí hasta el Mediterráneo en Vinaroz (Castellón). El ejército franquista se dirigió entonces hacia el sur y mantuvo combates por Castellón y Valencia, capital de la República. Pero el avance quedó detenido por un poderoso ataque del ejército republicano sobre el río Ebro en la provincia de Tarragona. - La batalla del Ebro y el fin de la guerra (julio de 1938-abril de 1939): Esta fase se inició con la batalla del Ebro y terminó con la derrota de la República. La batalla del Ebro fue uno de los mayores episodios militares de la guerra y se desarrolló desde finales de julio hasta noviembre, cuando el ejército republicano hubo de replegarse mientras Franco avanzaba ocupando todo el sur de Tarragona. El ejército de Franco emprendió entonces la ofensiva sobre Cataluña. A finales de enero entró en Barcelona y avanzó hacia Gerona, produciéndose la huida hacia Francia de millares de refugiados, entre ellos el gobierno republicano, instalado en Barcelona desde octubre de 1937. De este modo, en febrero de 1939, a la República sólo le quedaban Madrid y la región mediterránea desde Valencia a Almería. Francia e Inglaterra reconocieron entonces al gobierno franquista. A comienzos de marzo se produjo en Madrid una sublevación contra el gobierno republicano, dirigida por el coronel Casado. A finales de ese mismo mes, las tropas franquistas entraron en Madrid sin resistencia y, a continuación, ocuparon el área Mediterránea. El 1 de abril de 1939 Franco firmó en Burgos el parte de guerra que ponía fin a la misma: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado”. 3. LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL CONFLICTO El enfrentamiento armado se desarrolló en el contexto del período de entreguerras y del ascenso del nazismo previo a la Segunda Guerra Mundial. De este modo, se produjo una internacionalización del conflicto, que estuvo presente en los debates y preocupaciones de los países democráticos, cuya opinión pública mostró su solidaridad con la causa republicana, mientras que los gobiernos mantuvieron una actitud neutral para circunscribir el conflicto a España. Ello se explica por la situación internacional y por la política exterior de las potencias. Así, Gran Bretaña adoptaba, en ese momento, una actitud contemporizadora con la agresiva política exterior hitleriana, para evitar, o al menos, aplazar una nueva guerra mundial. Por ello, los británicos impulsaron la creación del “Comité de No Intervención”, organismo que pretendía evitar la internacionalización de la guerra prohibiendo la ayuda a los contendientes. Sin embargo, Italia y Alemania, por afinidad ideológica y por interés geoestratégico, prestaron su ayuda a los sublevados (la Legión Cóndor alemana, responsable del bombardeo de Guernica). Por su parte, el gobierno de la República aceptó la ayuda soviética, consistente en armas y asesores militares. También la URSS organizó la ayuda a través de miles de voluntarios, la mayoría integrados en las “Brigadas Internacionales”, organizadas en gran parte por la Internacional Comunista o “Komintern”. Llegaron con ellos periodistas, fotógrafos, escritores, artistas y aventureros que dieron un aspecto cosmopolita a las ciudades de la zona republicana, sobre todo Madrid, Barcelona y Valencia, contrastando con el aspecto más severo de las ciudades franquistas. Por todo ello, lo que se denominó “guerra de España” se convirtió en un conflicto de gran trascendencia internacional en el clima de tensión y división previo a la Segunda Guerra Mundial. 4. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LAS DOS ZONAS. Durante el desarrollo de la guerra, España queda dividida en dos estados diferenciados, cada uno de ellos con su propia evolución política y sus vicisitudes. En el bando de los sublevados nace el Estado franquista, aunque, en sus comienzos, los generales sublevados carecieron de un programa claro. Tras el fracaso del golpe, procedieron a dotarse de estructuras de gobierno regidas por la jerarquía militar de mando. Una semana después de la sublevación, se constituye en Burgos, capital del bando franquista, la Junta de Defensa Nacional, de la que formaban parte los generales golpistas, siendo presidida, como general más antiguo, por Cabanellas, pues el general Sanjurjo, líder de la sublevación, falleció en accidente aéreo a los dos días de producirse aquella. Franco fue adquiriendo cada vez más partidarios entre los generales, además de conseguir el reconocimiento de Hitler y Mussolini. De este modo, en octubre de 1936 fue nombrado, mediante un decreto, Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los ejércitos, desapareciendo así la Junta de Defensa. Pero faltaba una cohesión ideológica y política: habían sido prohibidos los partidos que formaban parte del Frente Popular, y actuaban, como grupos políticos, Falange Española y la Comunión Tradicionalista (carlistas o requetés), al tiempo que se toleraba a la CEDA. Se plantea entonces la necesidad de un régimen de partido único, a la manera de Italia y Alemania. En abril de 1937, Franco da a conocer un Decreto de Unificación por el que se creaba el partido único: Falange España Tradicionalista y de las JONS (FET de las JONS), quedando unificados carlistas y falangistas, y siendo Franco Jefe del Partido y Jefe del Estado. Se adoptaba, además, el uniforme con la camisa azul falangista y la boina roja de los carlistas, así como el saludo fascista. Hubo resistencias a esta unificación entre los carlistas y los falangistas, que fueron solventadas con destierros o prisión. El proceso de institucionalización del nuevo Estado franquista culminó, en enero de 1938, con la formación del primer gobierno de Franco o gabinete formado por ministros. En ese mismo año se promulga el Fuero del Trabajo, que sienta las bases de la organización corporativa del Estado y del sindicalismo vertical. En el bando republicano, y al poco de comenzar la guerra, se desencadenó la revolución social de carácter colectivista, llevada a cabo por los anarcosindicalistas de la CNT y la FAI, secundadas en parte por UGT, al tiempo que PSOE y PCE se mantenían al margen. En Cataluña, las industrias fueron ocupadas y gestionadas por los revolucionarios. En Andalucía, Murcia, Aragón y Valencia se extendieron las colectivizaciones agrarias. Creció el desorden, con requisas, saqueos, incendios de iglesias y conventos, ejecuciones….Nada más producirse la sublevación militar, dimitió el gobierno de Casares y se formó otro presidido por Martínez Barrio, que pretendió negociar el fin de la insurrección, sin éxito, siendo sustituido, al frente del gobierno, por José Giral. Pero durante el verano y otoño de 1936 el poder del Estado sufrió un desplome total: la revolución social y la falta de ejército, sustituido por milicias de voluntarios, pusieron a la República en problemas. A principios de septiembre, Largo Caballero formó un nuevo gobierno de que formaban parte republicanos, socialistas y comunistas, entrando en el mismo, dos meses más tarde, varios ministros anarcosindicalistas, justo cuando el gobierno se traslada a Valencia ante el ataque inminente a Madrid por los sublevados. El gobierno de Largo Caballero se mantuvo hasta mayo de 1937; su acción se basó en recuperar el poder del Estado y en crear un Ejército Popular. Se trataba, siguiendo la teoría del PCE, de frenar la revolución para ganar la guerra (primero ganar la guerra y, después, hacer la revolución), mientras que los anarquistas y trotskistas eran partidarios de una revolución paralela a la guerra. En mayo de 1937 se produjeron enfrentamientos sangrientos en Barcelona entre la CNT y el POUM (trotskistas), por un lado, y los comunistas y el gobierno, por otro. Se produjo la disolución del POUM, mediante un proceso controlado por los comunistas, y hubo ejecuciones. Los comunistas se hicieron entonces fuertes (sobre todo, por la ayuda soviética a la República) y presionaron a Largo Caballero para que no fuera éste quien dirigiese la política militar. El Jefe de Gobierno hubo de dimitir y fue sustituido por Negrín, quien formó un gobierno con notable influencia comunista. Basó su política en la persistencia del esfuerzo militar y de la resistencia a ultranza. Ese esfuerzo no fue suficiente.