Reino de los Fantasmas Hambrientos: cuando estamos presos por la insatisfacción por Bel Cesar - [email protected] Traducido por Melissa Park [email protected] Usted ya se dio cuenta de que existen ciertas personas a las que jamás conseguimos agradar? Además, cada vez que intentamos hacerlo, el hechizo se vuelve en contra del hechicero: ellas se aprovechan de nuestra tentativa de aproximación para reclamar aquello que nosotros no hicimos. Cuando este padrón de relación se manifiesta, estamos confrontándonos con el reino de los fantasmas hambrientos, marcado por el deseo insaciable de querer siempre más. Según el budismo tibetano, el Reino de los Fantasmas Hambrientos, también conocido como Pretaloka, es habitado por seres que poseen un apetito insaciable, y por eso están continuamente lamentando la falta de algo que les daría más satisfacción. Sus estómagos son grandes y extendidos, sus gargantas son muy estrechas y sus bocas son tan pequeñas como una cabeza de alfiler. O sea, su hambre es enorme, pero sus condiciones de alimentarse son mínimas. El padrón emocional de este reino está relacionado con la ganancia: la necesidad incontrolable de obtener posesiones y mucha riqueza. La ganancia es desmedida. En realidad, queremos más de lo que necesitamos! El mayor problema con la ganancia es que aún que obtengamos los frutos de nuestros deseos, somos incapaces de disfrutarlos, pues nuestra satisfacción es extremamente fugaz. Por eso, nos sentimos cada vez más hambrientos y carentes. No debemos confundir ganancia con ambición. La ambición prevé una evolución, esto es: el deseo de alcanzar metas más elevadas. Ya la ganancia quiere simplemente más, no le importa con un crecimiento cualitativo, pues ella es esencialmente cuantitativa. La persona ambiciosa es aquella que no ve límites para ganar lo que desea. Ella no tiene ninguna ética, ninguna consideración de respeto a las demás personas. Para el ambicioso, los fines justifican los medios. Existen tres tipos de fantasmas hambrientos: 1. Aquellos que sienten sed y hambre en todo momento. Aunque exista agua o comida cerca de ellos, ellos no consiguen darse cuenta por causa de los obstáculos externos que surgen de su Karma negativo. En caso consigan percibirlo, experimentan una enorme frustración al ser impedidos de alcanzarlas. 2. Aquellos que consiguen beber o comer, pero la comida o la bebida se transforma en substancias horrendas: resultado de los obstáculos internos generados por su karma negativo. 3. Aquellos que no consiguen satisfacer su hambre y su sed, porque la propia comida y bebida se convierten en obstáculos: el propio alimento se transforma en veneno. Los fantasmas hambrientos también experimentan seis sufrimientos generales: 1. El sufrimiento del calor: sienten intenso calor; 2. El sufrimiento del frío: sienten un frío intenso; 3. El sufrimiento del hambre: sienten hambre por centenas de años. Y, si consumen algo, el alimento se transforma en fuego en su estómago; 4. El sufrimiento de la sed: sienten sed por centenas de años. Y, si consumen algo, la bebida se transforma en ácido en su estómago. 5. El sufrimiento de la fatiga: exhaustos en busca de comida y bebida que desaparece como un espejismo; 6. El sufrimiento del miedo: están constantemente temerosos de ser destruidos por fantasmas hambrientos mayores o por feroces guardianes que protegen la comida y la bebida. Como podemos ver, en este reino el sufrimiento es intenso, pues el padrón mental está siempre contaminado por la ansiedad, ilusión y miedo. Si quisiéramos liberarnos de la insatisfacción constante, tendremos que comprender la naturaleza del deseo para ser capaces de tener placer ante la satisfacción! El budismo nos enseña que el problema no se encuentra en nuestros objetos de deseos, y si en las convicciones que tenemos al respecto. Si las cualidades de los objetos de deseo fuesen propias de ellos, éstas nos despertarían siempre las mismas sensaciones. En tanto, lo que yo hoy, considero como algo profundamente atrayente, en otro momento puedo sentir repugnancia. Todos nosotros ya experimentamos deseo y aversión por una misma persona. O sea, la primera cosa que debemos tener en mente es que nada existe por si sólo, todo es el resultado de nuestras percepciones. En este sentido, el origen de la insatisfacción de un deseo está en nuestro hábito de apegarnos a los placeres sensoriales como si ellos fuesen algo real y, por lo tanto, constante. Cuantas cualidades ilusorias atribuimos a las cosas y a las personas, pensando que ellas podrían existir por ellas mismas independientemente de nuestro humor! Reconocer que nuestras proyecciones son exageradas, sin duda es un paso importante. En tanto, esto no significa cultivar una mirada neutra en relación al todo y a todos. Pues tal postura representa otra proyección ilusoria, apenas disfrazada por un mecanismo de defensa de la negación. El punto es simple, pero tan profundo que en general encontramos dificultad en reconocerlo. Por eso vamos a repasarlo: sufrimos de insatisfacción por que atribuimos a nuestros objetos de deseo cualidades que no están en ellos, y si en nuestra mente! Pero como no nos damos cuenta de tal error, continuamos buscando fuera lo que está dentro de nosotros! El paso siguiente para liberarnos de la insatisfacción consiste en renunciar a esta visión errónea. Sin duda, este es un proceso largo y complejo, pues esto significa liberarnos de un hábito extremamente arraigado: buscar felicidad constante en algo o en personas que, en esencia, son transitorias. Es importante comprender que renuncia no significa abandonar el placer o negar la felicidad, más si abandonar nuestras expectativas de que algo será capaz de satisfacernos constantemente. El budismo tibetano no condena el placer, como si él fuese el origen de nuestros pecados. Además, la palabra pecado ni existe en el vocabulario tibetano. Lo que esta filosofía nos alerta es que el origen de nuestro sufrimiento está en el modo de pensar ávido y exagerado. Lama Yeshe explica en su libro “La Via Del Tantra” (Chiara Luce Edizioni) que el termino tibetano generalmente traducido como “renuncia” tiene un significado literal de “salida definitiva” o “transformarse en auténtico”. Él indica una decisión profunda y sincera de emerger definitivamente de las profundas frustraciones e insatisfacciones de la vida ordinaria. “Podemos decir simplemente que la renuncia es a la sensación de estar tan asqueados de nuestros propios problemas recurrentes, al punto de sentirnos preparados para abandonar el apego en relación a cualquier cosa e iniciar la búsqueda de otro estilo de vida, en que la existencia se torne significativa y llena de júbilo. Por eso, cultivar la renuncia o ‘transformarse en autentico’ consiste en cultivar nuestro desapego de aquel ‘engrudo’ habitual, que es como una cola que impide experimentar nuestra más completa potencialidad”. Lama Yeshe resalta que existen ciertos momentos en nuestra vida en que nuestros sentidos se retraen de los objetos y experimentamos aquello que puede ser llamado como un desapego natural o una renuncia natural. En estos momentos podemos comprender que desapegarse no significa desconectarse del mundo a nuestro alrededor, pero si, tener una relación más relajada, menos gananciosa. En este sentido, desapegarse no significa abandonar completamente cualquier cosa, pero si, calmar nuestro deseo. Una vez serenos, seremos capaces de confiar en nuestra propia capacidad de sentir placer. Al final, mientras estemos presos por el deseo de querer más, sentiremos tensión y miedo, propios del padrón emocional de los fantasmas hambrientos! Cuanto más comprendemos que los placeres inmediatos no son capaces de darnos la felicidad duradera que deseamos, más valor daremos a nuestro desenvolvimiento interno. En este sentido, estaremos cultivando metas de felicidad más elevadas: la realización de nuestra verdadera naturaleza esencial. “Cuando nosotros no reconocemos la naturaleza pura de la manifestación de la sabiduría, salimos de la condición de mente desobstruida obscureciendo su intrínseca vacuidad y luminosidad y separamos los fenómenos indivisibles en sujeto y objeto. Mientras haya división, habrá impureza y obstrucción. Con esa división el Yo se convierte en sujeto, y lo que ese Yo percibe se torna en objeto. [...] Con esa división existe un constante movimiento para atrás y para adelante, entre sujeto y objeto, que es el comienzo de la noción de dirección y tiempo, entre las circunstancias causales y consecuentes, entre reyección y aceptación de fenómenos desagradables y agradables, entre más y mejores intenciones, y entre duda y esperanza. Nosotros llamamos a esa mente dividida como mente dualística, que es la causa del mal y del buen karma”, explica Thinley Norbu em Magic Dance Shambhala (Boston & London). Mientras no reconozcamos nuestra naturaleza básica, energética, pura e indivisible, nuestra relación con el mundo será la expresión de nuestra visión impura, basada en la dualidad de lo cierto y de lo errado, de lo bonito y de lo feo, de lo que gustamos y de lo que no gustamos. Insatisfechos, evaluamos el mundo externo siempre como algo distante de nuestro mundo interno. Mientras, al paso que reconocemos nuestra capacidad natural de satisfacción interior, nos aproximaremos cada vez más al mundo que nos rodea!