Cólquida e Iberia. La saga de los Argonautas y otras leyendas de la

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Cólquida e Iberia. La saga de los Argonautas
y otras leyendas de la Península Ibérica
José M.ª Blázquez Martínez
Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones [Web]
P ágina mantenida por el T aller D igital de la U nivers idad de A lic ante
[Publicado previamente en: Sur les traces des Argonautes, Paris 1996, 101-109. Editado
aquí en formato digital por cortesía del autor, con la paginación original].
Cólquida e Iberia. La saga de los Argonautas
y otras leyendas de la Península Ibérica
José María Blázquez
La Cólquida y la Península Ibérica estaban situadas en los extremos del mundo
conocido por los griegos. En ambas regiones los griegos, desde antiguo, situaron una
serie de sagas y de mitos, que presentan puntos de contactos comunes, grandes semejanzas y desemejanzas, que es lo que se intenta examinar brevemente en esta comunicación. Como afirma la profesora R. Melero en su comunicación, la saga de los
Argonautas se encuentra entre las más antiguas de la épica griega, pues se hallan ya
citadas la nave Argo, en la Odisea (12. 69-70), hacia el año 700 a.C., y la aventura de
Jasón, en la Teogonia de Hesiodo (992-1002), de fecha poco posterior. En plena colonización griega los aedos debían ya cantar la expedición de Jasón a la Cólquida 1, en
busca del vellocino de oro, – expedición que cabe situar en torno al siglo XIII a.C.–
Antes de entrar en materia conviene afirmar que nosotros, siguiendo al prof. L. Othar
Lordkipanidze, somos de la opinión de que la saga de los Argonautas tiene un fondo
histórico, por razones que aduciremos al final de este trabajo.
La Península Ibérica no cuenta con una saga tan antigua como la de los
Argonautas, citada ya en la Odisea y en la Teogonia. En la época helenística, sin fundamento alguno, se hizo venir a Occidente desde el Mediterráneo a una serie de héroes,
que participaron en la guerra de Troya, después de la destrucción de la ciudad.
Anfilocos, Antenos, Diomedes, Menelao, Menesteo, Okelas, Teucro, Odiseo y Tlepólemo habrían visitado las costas de la Península Ibérica, poco después de que Jasón con
su nave Argo llegara a la Cólquida. La leyenda helenística 2, atribuyó a unos la fundación de ciudades; otros crearon pueblos; algunos fueron muy estimados por las gentes
de Iberia. Todos estos viajes habría que situarlos hacia el siglo XII a.C. 3. Estas leyendas
son las siguientes. El héroe más famoso, que llegó a Iberia sería Odiseo,
el protagonista de la Odisea, famoso por su astucia. La referencia más antigua a
este viaje a Occidente se lee en Estrabón (3. 2. 13), cuyo libro III de su Geografía
1
Jasón y la serpiente de la Cólquida. Sobre los argonautas véase : C. Giangrande, Zu Sprachgebrauch,
Technik una Text des Apollonius Rhodios, Amsterdam 1973; M. Campbell, Echoes and imitations of early
epic in Apollonius Rhodius. Leiden 1981; E. Delage, La géographie dans les Argonautiques d'Apollonios
de Rhodes, Burdeos 1930; A. Hurst, Apollonios de Rhodes. Ginebra 1967; D. N. Levin, Apollonius
Argonautica re-examined. Leiden 1971 ; C. Panuano, Studi su Apollonio Rodio. 1972; J. Preininger, Der
Aufbau der Argonautika des Apollonios Rhodios, Vienna 1976.
2
L García Iglesias, La Península Ibérica y las tradiciones griegas de tipo mítico, AEsp 52, 1979, 131 ss.
3
A. García y Bellido, Historia de España. I. 2. España Protohistórica. Madrid 1975, 499 ss.
101
constituye la fuente más importante para el conocimiento de los pueblos de la Iberia
Antigua. La fuente, de donde extrae la noticia Estrabón, que nunca visitó la Península
Ibérica, es Asclepiades, autor que, a raíz de la Guerra Sertoriana (80-72), vivió en
Iberia, enseñando gramática en ella, y redactó una descripción de los pueblos y cosas de
Iberia. Estrabón escribe que "había una ciudad llamada Odisea, un templo consagrado a
Atenea, y mil otros indicios de las andanzas del héroe y de los demás, que sobrevivieron
a la guerra de Troya, tan funesta para los defensores, como para los conquistadores de
Troya". Estrabón comenta esta noticia de Asclepiades diciendo (3. 2. 13): "Me parece
cierto, asimismo, que Odiseo llegase hasta aquí en su expedición, la cual le sirvió a
Homero de pretexto para que, como en la Iliada, también en la Odisea, convirtiera lo
histórico en narración fabulosa, según costumbre de los poetas". Otros autores, como
Posidonio, que visitó la Península Ibérica durante la Guerra Sertoriana y vino a Cádiz a
estudiar el fenómeno de las mareas, Artemidoro, y Asclepiades de Mirlea, aceptaron la
existencia de esta ciudad, y en ella de un santuario consagrado a Atenea. El último autor
afirma que "en el templo de Atenea había suspendidos escudos y espolones de navíos en
memoria de Odiseo y que algunos de los que hicieron la expedición de Teucro vivían
entre los galaicos, donde en otro tiempo hubo dos ciudades, una llamada Helenes y la
otra Anfilocoi, porque no sólo Anfiloco murió allí, sino que sus compañeros llegaron en
sus andanzas hasta el interior del país. Y dice, además, que él había llegado a saber que
algunos de los compañeros de Heracles y los que partieron de Mesene, colonizaron
Iberia... En Iberia, se encuentra Ocellas, ciudad que, se dice, que fundada por Ocellas,
cuando Antenor y sus hijos pasaron a Italia". En la Bética han aparecido dos lápidas
romanas que citan una ciudad de nombre Oducia (CIL II 2056,1182). En otro párrafo (3.
4. 4): "No debe extrañar que Homero describiese los viajes de Odiseo de una manera
novelesca, suponiendo que la mayor parte de sus hazañas las había llevado a cabo más
allá de los Columnas de Hércules, en el Mar Atlántico". En la época helenística se tomó
a Homero como historiador, y se interpretó sus narraciones como hechos históricos.
Precisamente Estrabón (1. 2. 2), al comienzo de su Geografía, discute con otros,
principalmente con Eratóstenes, el valor de Homero como fuente geográfica, aduciendo
las autoridades que luego menciona, al tratar de Iberia, y afirma que las huellas de sus
andanzas, se descubren no sólo en Italia, sino en Iberia. En otro párrafo Estrabón (3. 2.
13) dice: "Así, al lado de las andanzas de Eneas, de Antenor, y de los Henotoi, la
Historia ha registrado los de Diomédes, de Menelao, de Menesteo, y de otros muchos.
Ahora bien, instruido por la voz de la Historia, de todas estas expediciones guerreras a
las costas meridionales de Iberia, conocedor también de la riqueza de estas regiones y
de los bienes de todas clases que poseen, y que los fenicios dieron a conocer a Homero,
tuvo la idea de colocar aquí la mansión de las almas piadosas, y los Campos Elíseos,
donde según la predicción de Proteo, Menelao debía vivir algún día". Este texto es
importante, pues, además de citar los nombres de una serie de héroes troyanos, que
llegaron a Iberia, menciona Estrabón como localizados en el Occidente, según la
exégesis de Homero, a las Islas de los Bienaventurados, y a los Campos Elíseos.
Anfiloco pertenecía al ciclo tebano. Según el texto citado de Estrabón, este héroe
visitó la tierra de los galaicos, donde murió y dio el nombre a una ciudad. Sus compañeros se introdujeron en el interior del país.
102
Trogo Pompeyo (Ius. 44. 3. 4), en época de Augusto, cita a los anfilocos como
pueblo galaico, vinculado a la emigración de los griegos.
Ocelas (Str. 3. 4. 3) fundó en Cantabria una ciudad llamada Ocellas o Opsicella.
Ptolomeo (2. 5. 7) menciona una ciudad llamada Okelon, entre los vetones de Lusitania
y una segunda (2.6. 22) entre los galaicos. Estos nombres eran los que dieron base a la
leyenda de la llegada de los héroes de Troya a Iberia.
Estrabón (3. 1. 9) cita en la desembocadura del Betis, en las proximidades de Cádiz, un Puerto Menesteo 4 y un oráculo, que se ha supuesto, modernamente, ser la Torre
de Doña Blanca, al otro lado de la bahía gaditana. Menesteo fue venerado por los gaditanos, según Filóstratos (V. Apoll. 5. 4.).
Silio Itálico (2. 656) en su poema, que celebra la Segunda Guerra Púnica, recuerda a los habitantes de las Baleares, como descendientes del rodio Tlepomeno; después
de la destrucción de Troya, llegó a Creta, con sus acompañantes, que "desviados por los
vientos arribaron a las islas ibéricas, que colonizaron". Estrabón (14. 2. 10) menciona,
de pasada, el viaje de estos rodios a las Baleares, que "según algunos acaeció no bien
terminada la contienda troyana". La colonización rodia no se suele admitir hoy en la Península Ibérica, debido a que la cerámica rodia aparecida en sus costas es escasísima.
Trogo Pompeyo, extractado por Justino (44. 3. 3), cuenta detenidamente la llegada de
Teucro a Iberia. Según Trogo Pompeyo, se encontraba el héroe en Salamina de Chipre
cuando recibió la noticia de la muerte de su padre. Volvió a su patria, pero se halló con
que el hijo de Ayax, Eurisaces, le impidió entrar, lo que le obligó a recorrer muchos
países, entre los que se encontraba Iberia, fundando una ciudad, donde después se asentó Carthago Nova. A continuación, se fue a vivir a Galicia que proclamaba su descendencia de este héroe troyano. Otros dos autores coinciden con la sustancia de esta narración. Asclepiades hace llegar a Teucro hasta Galicia (Str. 3. 4. 3). Según Silio Itálico (3.
368) fundó el héroe una ciudad en la futura Carthago Nova. En opinión de Filóstrato (V.
Apoll. 5. 5) en Cádiz se conservaba un cinturón de oro del héroe. Estrabón (1. 2. 31)
hace pasara Menelao por el Estrecho de Gibraltar, delante de Cádiz, en su viaje por
África hasta la India. El mismo geógrafo (1. 1. 4 ; 3. 2.13) coloca a Menelao en los
Campos Elíseos : "En cuanto a vos, Menelao, los inmortales, os conducirán a los Campos Elíseos en los confines mismos de la tierra, donde reina el rubio Radamanto, donde
los humanos gozan de una vida feliz, al abrigo de la nieve, de la escarcha y de la lluvia,
y donde desde el seno del Océano se levanta el soplo armonioso y refrescante del Céfiro". Y continúa Estrabón, refiriéndose a Iberia: "donde la fábula ha colocado al Hades,
porque la mención de Radamanto en los versos que preceden implica la vecindad de
Minos"... "Poetas venidos después han imaginado cosas semejantes a estas: el robo por
Heracles de los ganados de Gerión, y la expedición con el fin de conquistar la
4
M. Salinas, El Hieron Akroterion y la geografía religiosa del extremo Occidente según Estrabón,
Actas del I Congreso Peninsular de Historia Antigua. II, Santiago de Compostela 1988, 135 ss. Para la
Torre de Doña Blanca: D. Ruiz Mata, Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Prov. Cádiz)
Stratigraphische Untersuchung einer orientalisierenden Ansiedlung, MM 27, 1986, 87 ss
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manzana de oro de las Hespérides, y las Islas de los Bienaventurados". En este párrafo
enumera Estrabón las sagas que al final de la época helenística, se habían colocado en
Iberia y alguna en Marruecos que son: las Islas de los Bienaventurados, los Campos
Elíseos, el Hades, el robo de los ganados de Gerión por Hércules y el Jardín de las
Hespérides, este último en Marruecos.
A Diomédes, Estrabón (3. 2.13) le menciona en Iberia al lado de los otros héroes
que visitaron la Península Ibérica, Odiseo y Menelao. Dioniso el Periegeta (484-485),
también, le trae hasta Iberia, lo que confirma Avieno (650-651).
La llegada de estos héroes a Iberia son interpretaciones de los autores de la época
helenística, y no tienen base histórica ninguna. A veces, se basa en haber tomado a Homero como fuente histórica, y otras en el aparente parentesco de los nombres de ciertas
ciudades hispanas con la onomástica de los héroes troyanos.
Sin embargo, la Cólquida no puede presentar una serie de leyendas parecidas de
época helenística. En Iberia tan sólo ha aparecido un fragmento de cerámica micénica,
hallado en Llanete de los Moros, Montoro, Córdoba, fechado en el micénico III b ó c,
1300-1230 ó 1230-1100 respectivamente 5. El fragmento cerámico más antiguo griego
pertenece al geométrico II, siglo VIII a.C., se ha encontrado en Huelva 6. En Huelva la
cerámica griega es abundante a partir del siglo VII a.C. 7. Lo mismo cabe asegurar de
las colonizaciones míticas, que carecen de base histórica, en las que creyeron Estrabón,
Silio Itálico, que probablemente era de origen hispano y Plinio el Viejo, etc. que fue
procurador de la provincia tarraconense.
Estrabón (3. 4. 3) menciona la ciudad de los Hellenes, en la costa galaica,
ciudad que no existía en su tiempo, a la que cita con Anfilogro. Plinio (4. 112) afir
ma que son de estirpe griega: los grovios, y el Castellum Tyde 8. Silio Itálico (3. 366367) supone que los grovi son una corrupción de los graeci, hijos del rey de Etolia,
Eneo, y que eran oriundos de Tyde. Según Trogo Pompeyo, resumido por Justino,
"los galaicos se atribuyen ascendencia griega". Los lacedemonios colonizaron
Cantabria, en opinión de Estrabón (3. 4. 3), al igual que algunos mesenios colonizaron alguna región de Italia. Plinio (16. 216) hace a la ciudad de Sagunto descender
de Zakynthos, fundación fechada 200 años antes de la caída de Troya. Se había
trasladado a la ciudad la imagen de la Artemis Efesia, muy venerada por los
5
Revista de Arqueología 78,1987, ¿Cerámicas micénicas en Andalucía? 62 s.
P. Rouillard, Los orígenes de Huelva. Excavaciones en Los Cabezos de San Pedro y La Esperanza,
HA 3,1977, 397 ss.
7
P. Cabrera, R. Olmos, Die Griechen in Huelva. Zum Stand der Diskussion, MM 26, 1985, 61 ss.; F.
Jurado, Fenicios y griegos en Huelva, Homenaje a Luis Siret (1934-1984), 1986, 562 ss.; P. Cabrera
Bonet, Los griegos en Huelva. Los materiales griegos, 575.
8
A. Tovar, Iberische Landeskunde. Las tribus y ciudades de la antigua Hispania, 3. Tarraconensis.
Baden Baden, 1989, 359 (Opsicella, Ocella), 132 (Helleni), 319 (Okellos). 133 (Amphilochi), 131 s.
(gravi).
6
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íberos (Str. 3. 4. 7) 9. Otros dos santuarios dedicados a la misma diosa había en Rosas y
en Ampurias (Str. 3. 4. 8). En todas estas ciudades "se rindieron honores a la misma
divinidad, ateniéndose en la disposición del xoanon, y a los demás ritos a observar lo que
se practicaba en la metrópoli" (Str. 4. 1. 4-5). Esta misma leyenda del origen y antigüedad
de Sagunto se lee en Estrabón (3. 4. 3), Apiano (Iber. 6) y Silio Itálico (1. 275).
La saga de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, presenta algunos aspectos semejantes a la saga de Jasón en busca del vellocino de oro a la Cólquida. En primer lugar, ya se menciona en la Teogonia de Hesiodo (215 s.), al igual que la aventura
de Jasón, en Eurípides (Hipol. 741 s.; Herc. fur. 394 s), en Apolodoro de Rodas (Arg. 4.
1396 s.), en Apolodoro (Bibl. 2. 5. 11), en Diodoro Sículo (4. 26), en Ovidio (Met. 637
s.), en Pausanias (5-11 bis 18. 14 ; 6. 19. 8 etc.). Como es bien sabido esta saga cuenta
que cuando Hera se casó con Zeus, Gea regaló a la diosa unas manzanas de oro, que
Hera mandó plantar en su jardín, en las proximidades del monte Atlas. Las hijas de
Atlante solían ir a robar en este jardín, por lo que la diosa confió la guardia de las manzanas y del jardín a un dragón de 100 cabezas. En ambas sagas se encuentran las intervenciones de Hera y del dragón, que en la Cólquida defendía el vellocino de oro y en el
Atlas el Jardín de la Hespérides. También había colocado Hera como guardianas a las
tres ninfas del atardecer, llamadas Hespérides. Euristeo ordenó a Heracles que le trajera
las manzanas de oro. En las dos sagas participa Heracles, si bien en la Cólquida es Jasón
el protagonista y en el Jardín de las Hespérides. Lo primero que hizo Heracles fue informarse del camino que tenía que recorrer hasta llegar al Jardín de las Hespérides. En el
camino tuvo que vencer una serie de dificultades, al igual que Jasón. Primero derrotó a
Cieno, hijo de Ares, en las orillas del Equedoro. Después, amarró a Nereo hasta que le
indicase el camino a seguir. A partir de este momento, los autores difieren del itinerario
seguido. Según Apolodoro, derrotó al gigante Anteo, en el Norte de África. Busiris estuvo a punto de sacrificarlo en Egipto. En Arabia dio muerte Heracles a Emation. Después
se embarcó en la copa del sol para llegar al pie del Caucase, donde liberó a Prometeo.
Es digno de señalar esta estancia de Heracles en el Cáucaso, cerca de la Cólquida;
Prometeo le aconsejó que encomendara a Atlante el coger las manzanas. Atlante sostenía el cielo sobre sus hombros y Heracles le ofreció sustituirle, mientras cogía las manzanas. Lo que hizo Heracles, que después le pidió que lo hiciera él un breve tiempo, que
aprovechó Hércules para coger las manzanas y huir. Según otras versiones, Heracles
mató al dragón, que era una serpiente o le durmió. Según otra versión, desesperado Heracles por haber perdido las manzanas, las Hespérides se transformaron en árboles, donde se refugiaron los Argonautas, que es otro punto de contacto, la presencia de los
Argonautas, entre ambas sagas. Euristeo devolvió las manzanas y Heracles las ofreció a
Atenea. En ambas sagas, aparece Hera y Athenea. Las Hespérides están vinculadas al
ciclo de Heracles, que buscaba junto a ellas la inmortalidad.
Jasón y los Argonautas también tuvieron que emprender un largo viaje. Lucharon por
equivocación contra Cicico, al que Jasón atravesó con una lanza. Entre los argonautas iba
9
J.M. Blázquez, Primitivas religiones ibéricas. Religiones prerromanas. Madrid 1983, 184; Id,
Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania, Madrid 1975, 38; Id., Die Mythologie der
Althispanier. Wörterbuch der Mythologie. Götter una Mythen im Alten Europa. II, 1973, 732.
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Heracles, hasta que se separó de ellos, por buscar a Hilas. Los argonautas liberaron a Tireo de las Harpías. Ambos protagonistas protagonizaron un número elevado de
pruebas, que tienen que pasar necesariamente antes de conseguir el motivo de su viaje,
las manzanas de oro o el vellocino de oro. En ambos casos se trata de objetos de oro.
Estas pruebas son de carácter iniciático. La saga de Jasón se sitúa en el extremo de
Oriente y la del Jardín de las Hespérides en el Occidente. Las manzanas se encontraban
en el árbol, al igual que el vellocino que estaba colgado del centro del árbol. En ambas
sagas está presente el sol, en una como barca solar; en otra, como epónimo de la región.
En la saga de Heracles, está ausente el elemento amoroso, presente en la de Jasón por
sus relaciones con Medea. En ambas sagas aparece una fuente. En la del Jardín de las
Hespérides éstas cantan a coro junto a fuentes, que manan ambrosía. En la de Jasón las
ninfas, que bailaban junto a una fuente, atrajeron a Hilas. Estas dos sagas, pues, presentan puntos comunes, y de semejanzas, que hemos expuesto brevemente.
La localización del mito del Jardín de las Hespérides en el Atlas (Mauritania)
(Mela 3. 101; Plin. 6. 199-27, 2) es reciente. El Ps-Escilax las localiza en las Sirtes. Ha
habido, pues, un desplazamiento no documentado en la saga de Jasón. Cuando Euxodo
de Cícico intentó circumnavegar África (Str. 2. 3. 4-5), no se cita el Jardín de las Hespérides. Tampoco se mencionan en el periplo de Polibio, fechado en torno al 133 a.C., en
el que se alude expresamente al Atlas y al Lixius. En época de Polibio ya se situaba el
Atlas en Mauritania. En los relieves de las puertas del Heracleion gaditano, fechado por
A. García y Bellido 10 en torno al 500 a.C. faltan los dos trabajos: el de Gerión y el del
Jardín de las Hespérides, al igual que en el templo de Tebas, dedicado a Heracles, fechado en el siglo IV a.C.
La leyenda de Gerión 11 también esta citada en la Teogonia de Hesiodo (287 ss.):
"Crisaor engendró al tricéfalo Gerión unido con Calirroe, hija del ilustre Océano. A
este le mató el fornido Heracles por robarle sus bueyes de marcha - basculante en
Eriteia rodeada de corrientes. Fue aquel día, en que arrastró los bueyes de ancha frente
hasta la sagrada Tirinto atravesando la corriente del Océano después de matar a Orto
y al boyero Euritión en su sombrío establo, al otro lado del ilustre Océano" (También Teogonia 283 ss.). Los datos, que se deducen de estos versos, son los siguientes.
Gerión era un monstruo de tres cabezas, equivalente al dragón del Jardín de las
Hespérides y al de la saga de los argonautas, que fue muerto por Heracles, al igual que
Heracles y Jasón mataron a sus respectivos dragones, que les impedían apoderarse
de las manzanas y del vellocino de oro. Las pruebas iniciáticas consistieron en este caso en matar también a Orto y al boyero Euritión. Estesícoro de Himera en tomo al 590
a.C. sitúa ya el mito en las proximidades de Cádiz. Esterico compuso un poema,
de nombre Geryoneis, cuyo resumen, se supone, se encuentra en la Biblioteca (2. 5. 10)
de Apolodoro. Dice así: "Como décimo trabajo se ordenó a Heracles el ir a buscar
el ganado de Gerión a Eriteia. Es esta una isla, situada en las proximidades del
10
A. García y Bellido, Hercules Gaditanus, AEspA 36, 1963, 104 ss.; C. Bonnet, Melqart. Cultes et
mythes de l'Heraclès tyrien en Méditerranée, Studia Phoenicia 8, 1988, 216 ss.
11
J.M. Blázquez, Gerión y otros mitos griegos en Occidente. Gerión 1, 1983, 21 ss.
106
Océano, que ahora se llama Cádiz, habitada por Gerión, hijo de Crisaor y de Callirroe,
la hija del Océano. Gerión tenía los cuerpos de tres hombres creados juntos, unidos, uno
por el vientre, y divididos en tres desde los costados y los muslos. Era propietario de un
rojo rebaño. Euritión era su pastor y su perro guardián, Orto, de dos cabezas, hijo de
Equidna y de Tifón. Viajando a través de Europa a buscar el rebaño de Gerión, Heracles
mató muchas bestias salvajes. Se fue a Libia, y al pasar por Tartesos levantó las dos columnas, una a cada lado, en los límites de Europa y de África, como monumento de su
viaje. A lo largo de su viaje fue abrasado por el sol y él dobló su arco contra el sol. El
sol, admirado de su atrevimiento, le dio una copa de oro, con la que atravesaría el Océano. Llegó a Eriteia y se hospedó en el monte Abas. El perro lo divisó y se precipitó sobre él, pero le golpeó con su maza. Cuando el pastor vino a salvar al perro, Heracles lo
mató también. Menetes, que pastoreaba el rebaño de Hades en aquel lugar, le contó a
Gerión lo sucedido. Gerión sorprendió a Heracles al lado del río Antemo, en el preciso
momento de llevarse el rebaño. Luchó con él y le mató. Heracles embarcó el rebaño en
la copa, atravesó el mar hacia Tartesos, y devolvió la copa al Sol".
Esta descripción, aunque breve, es mucho más explícita. Heracles realiza una serie
de pruebas antes de robar los rebaños: matar a muchas bestias; separar las dos columnas
del Estrecho de Gibraltar, resistir el calor del sol, matar al perro y al boyero, y luchar
con Gerión. La copa del sol equivale a la copa en la saga del Jardín de las Hespérides, y
a la nave Argo.
Como en estas sagas, Atenea protegió a Heracles contra Gerión, y se mandó a
Heracles buscar los bueyes. En la saga de Gerión, al igual que en la del Jardín de las
Hespérides, hubo un desplazamiento del lugar; Hecateo de Mileto, alrededor del año
500 a.C, no sitúa el mito de Gerión en Tartesos, como expresamente afirma Arriano en
su Anabasis (2. 16. 5-6), que también recuerda la posible participación de Hera.
Hecateo, según Arriano, localizaba la saga en Ambracia. Herodoto (4-8) la sitúa ya en
Iberia, al igual que Estrabón, citando a Estesícoro (3.148) y a poetas anteriores a él (3.
150. 169).
En la descripción de Apolodoro se afirma que un rebaño pertenecía al Hades. Precisamente Estrabón sitúa el Hades en Iberia, según texto ya recordado. Eriteia es Cádiz.
Avieno en su Ora Maritima (263-264) menciona la Gerontis arx. Entre los otros varios
escritores antiguos, no mencionados por añadir pocos o ningún dato a los ya indicados,
conviene recordar a Diodoro Sículo (4. 17. 1 : 18. 2), quien alude al viaje de Heracles a
Iberia en una flota, como Jasón en busca del vellocino de oro, y que Heracles, mató a
los hijos de Crisaor tras citarlos a combate singular. Los hijos de Crisaor habían acampado (con tres grandes ejércitos, uno a distancia de otro), combates que recuerdan los
sostenidos por Jasón y Heracles en sus respectivas sagas.
La periegesis de Heracles y de Jasón tiene su equivalente en la del mismo Heracles después de robar los bueyes. Según Filistes, Timeo y Licofrón, Hércules con sus
bueyes atravesó Italia. Según Estesícoro, la región tirrénica. En opinión de Esquilo y de
otros autores, Liguria; Herodoto indica que pasó a Escitia y Apolodoro a la región de
Liguria, del Tirreno, del Bruttium y de Sicilia.
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Otros mitos 12 prueban los caracteres fundamentales de la misión mítica griega del
Occidente. Son los dos grupos. El primero está integrado por un conjunto de personajes,
como Prometeo, Faetón, y Atlas, que descienden de los Titanes. El segundo deriva de
una pareja titánica, Forcas y Ceto, al que pertenecen las Gorgonas, las Grayas. Equidna,
Crisaor, Gerión, y Orto, personajes situados por los griegos en Occidente, por ser en algún momento el límite occidental del mundo. Con anterioridad las hazañas de estos personajes estuvieron situadas en lugares más próximos a Grecia, pero con ocasión de ampliarse el horizonte con motivo de la colonización griega, se desplazaron a Iberia y,
después, a las Islas Canarias. Iberia y estos personajes no son propiamente un verdadero
objeto de mitología para los griegos, sino durante algún tiempo. La Península Ibérica, en
el pensamiento griego, nunca poseyó una mitología propia, según se ha señalado por la
investigación moderna.
La Arqueología de Iberia ha proporcionado algunas escenas sacadas de los mitos
griegos. En un bronce de Máquiz (Jaén), fechado en el siglo II a.C., se representa la lucha de Heracles con Tritón 13, y en una escultura de Obulco (Jaén), una gripomaquia,
cantada por Aristeas del Proconeso (650-600 a.C.) 14, por Esquilo, Hecateo, Herodoto,
Helánico etc. Los grifos defendían, en Escitia, contra los arimaspos por la posesión del
oro. La escultura de Obulco ofrece una versión monumental del tema, desconocida en
Grecia. En un vaso ibérico de Villares, Valencia, de fecha no anterior al 150 a.C., se
pintó una gigantomaquia 15.
El último mito de Occidente, que cabe examinar, es el de las Islas Afortunadas o
Islas de los Bienaventurados 16, que no tiene paralelo en las sagas de la Cólquida. El primer autor que cita las islas es Plutarco en su vida de Sertorio (8) al narrar hechos acaecidos hacia el año 80 a.C. Dice así: "Allí se encontró con unos marineros, que acababan
de llegar de unas islas del Atlántico; estas son dos, y se hallan separadas entre sí por un
pequeño estrecho; distan diez mil estadios de África y son llamadas "de los afortunados". Estas islas son las Canarias. Plutarco alaba su asombrosa fertilidad, el clima, la
igualdad de las estaciones y añade: "de manera que hasta entre aquellos bárbaros es muy
frecuente la creencia de que era allí donde estaban los Campos Elíseos, mansión de los
bienaventurados, cantados por Homero. Otros autores, que han aludido a la fabulosa riqueza y al clima de estas islas, han sido Mela (3. 602), Plinio (6. 202-205) y Ptolomeo
(6. 6. 14).
Tanto las sagas de Jasón, como las del Jardín de las Hespérides, aluden a regiones ricas en oro. El viaje de Jasón está en función de obtener oro. Es muy probable que en el siglo XIII a.C. el mundo del Egeo intentara buscar una nueva fuente de aprovisionamiento de
12
J. Bermejo, Mitología y mitos de la Hispania prerromana. Madrid 1982, 101 ss.
A. Blanco, Historia del Arte Ibérico, I. La Antigüedad, 2, Madrid 1978, passim; M. Almagro
Gorbea, Los orígenes de la Toreutica Ibérica, Trabajos de Prehistoria, 36, 1979, 178, fig. 2. lám. V.
14
J.M. Blázquez; J. González Navarrete, The Phokaian Sculpture of Obulco in Southern Spain, AJA
89, 1985, 63 s. figs. 3-4; id., Arte griego en España, Las esculturas de Obulco (Porcuna, Jaén), Goya 205206, 3; J. González Navarrete, Escultura de Cerrillo Blanco. Porcuna, Jaén, Jaén 1987, 139 s.; A.
Blanco, Las esculturas de Porcuna, II. Hierofantes y cazadores, BRAH 185, 1988, 21 ss.
15
J.M. Blázquez, Primitivas religiones ibéricas, 179.
16
A. García y Bellido, La Península Ibérica en los comienzos de su Historia. Madrid 1985, 229 ss.
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metal, que no fuera Nubia a través de Egipto. En el sur de Iberia el oro era abundantísimo (Str. 3. 2. 8), pero posiblemente se buscaban fuentes alternativas, que no fueran ni
Egipto, ni Iberia. Esta necesidad de oro explica la expedición de Jasón. La Cólquida trabajaba desde siglos antes este metal y sus procedimientos de trabajo eran ya avanzadísimos siglos antes 17.
En monedas de Sagunto, posteriores al 212 a.C, se representa Acheloo en el
reverso y a Hércules en el anverso. Ambos habían luchado por la mano de Deianeira 18.
17
A. Javakhishvili, Jewellery and Metalwork in Pre-Christian Georgia. Leningrado 1986; J.M.
Blázquez, M.P. García Gelabert, Joyería de la Cólquida, la tierra de los argonautas y del vellocino de oro,
Goya 211-212, 1989, 2 ss.
18
M.P. García Bellido, El tesoro de Mogente y su entorno monetal, Valencia 1990, 83 ss.
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