Natalia Ruiz Artículos / Textos LAS IMÁGENES ANTE LA VIOLENCIA LA VIOLENCIA AL ESTATUTO DE LAS IMÁGENES Madrid, Mayo 2004 Reunión Científica 2004 Universidad Complutense de Madrid Relaciones entre violencia e imágenes en las Histoire(s) du Cinéma de Jean-Luc Godard. T6 Con las Histoire(s) du Cinéma (1988-98) Godard compone una elegía a un cine que da por terminado. Construye la memoria del cine que es, al mismo tiempo, la del siglo XX y la suya propia. Para Godard: “La gran historia, es la historia del cine. Es el asunto del siglo XIX que se ha resuelto en el XX” . La historia del cine permite ver un siglo XX, que por sí mismo considera que ha existido poco; pero no sólo, hacer una obra para reencontrar el cine también le ha supuesto encontrar su lugar en la historia. La idea de Godard es que el cine era la última de las artes, que venía a retomar aquellas que le habían precedido, pero lejos de su elitismo, nació como “el único arte verdaderamente popular”; piensa que el cine era un arte en estado de infancia y que podría haber sido el arte del siglo XX . Jacques Rancière al analizar las Histoire(s) considera que la historia del cine aparece como una cita fallida con la historia de su siglo. El cine no fue consciente del poder de sus imágenes, dejándose someter a las intrigas literarias; y, por otra parte, tampoco se ha hecho cargo del valor testimonial que estas imágenes tenían, faltando a su responsabilidad con la historia . Las Histoire(s) recorren poéticamente el camino que siguió el cine, desde los orígenes hasta que, tras las faltas cometidas, definitivamente le fue imposible recuperar ese estado de infancia, un final que Godard sitúa en el momento que surgió la Nouvelle Vague, lo que se vio como un renacimiento no era sino un hermoso canto del cisne. En esta obra, la relación de la violencia con las imágenes se podría contemplar desde una doble perspectiva: cuál fue la actitud de las imágenes ante la violencia, particularmente en lo que se entiende como violencia máxima del siglo, los campos de exterminio; y cómo se hizo violencia sobre esa condición inicial de arte en estado de infancia. Por otra parte, puede considerarse que Godard al sacar distintas imágenes de su contexto, al utilizarlas dentro de un montaje, a veces muy agresivo, al operar sobre ellas una auténtica metamorfosis, violenta el estatus original de dichas imágenes. LAS IMÁGENES ANTE LA VIOLENCIA Para Godard “la Historia es la obra de las obras, ella las engloba a todas, la Historia es el nombre de familia, están los padres y los hijos, está la literatura, la pintura, la filosofía... la Historia es todo el conjunto. Entonces la obra de arte si está bien hecha revela la Historia... La ciencia no puede hacer eso.” Dentro de esto, Godard piensa que sólo el cine, al contar su historia, puede, a diferencia de otras artes, contar la gran historia, y así explica: “Porque está constituido por la materia misma de la Historia... El cine es en mayor medida una imagen del siglo, cualquiera que sea esa imagen, más que una novela; él es la metáfora del siglo. Con respecto a la Historia, cualquier beso del cine, o cualquier disparo del cine es más metafórico que la literatura... Se trata de una imagen que corresponde al hombre medio, no a lo infinitamente pequeño de los átomos, ni a lo infinitamente grande de las galaxias. Lo que más se ha filmado son hombres y mujeres de mediana edad. El cine simplemente los encuentra, da cuenta de ello, es el cronista de la historia.” No obstante, la actitud de Godard hacia el pasado es crítica, y parece hacerse eco de la frase de Benjamin: “Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de barbarie” . Las Histoire(s) quedan marcadas desde el inicio por el binomio esplendor y miseria ; si se ensalza lo que tiene de grande el cine, no se deja de mostrar su decadencia. De este modo, se refiere a la barbarie que el cine ha arrastrado tras de sí: no sólo el trabajo anónimo que haya supuesto, sino también que haya podido hacer de sus genios esclavos, o que se haya sometido a la servidumbre de los grandes aparatos de propaganda. Sin embargo, no es esto lo que para Godard constituye la mayor miseria del cine, sino el hecho de no haber sido plenamente “documento de barbarie” , y más concretamente, de la gran barbarie del siglo XX, los campos de exterminio . Godard cree que el cine podía haber sido “el número uno entre las Casandras, y eso ni siquiera se percibió... Y luego, los libros se publicaron después de los campos de concentración; no podían tener éxito, es comprensible, pero por fin se había hecho, mientras que el cine no lo hizo y después cuando se hicieron películas denominadas de resistencia, y hubo un montón, eran historias de espionaje y cosas así... ahí también el cine tuvo una segunda oportunidad, pero no la aprovechó. Por eso yo cito un ejemplo que es Roma, città aperta” . El cine no fue testigo del exterminio, pero es que antes tampoco supo reconocer que estaba prefigurando el horror, por ejemplo, en la caza del conejo de La Règle du Jeu, que muestra varias veces en las Histoire(s), a lo que se unen alusiones como: “de Siegfried y M al dictador y a Lubitsch, las películas ya se habían hecho”. Sólo los noticiarios siguieron en pie tratando de filmar con humildad durante la guerra, como dice en el primer capítulo: “Es el pobre cine de actualidades que debe lavar de toda sospecha la sangre y las lágrimas como se barre la acera cuando es demasiado tarde y la armada ha tirado ya sobre la multitud / lo que hay de cine en las actualidades de guerra no dice nada, no juzga, jamás un primer plano, el sufrimiento no es una estrella, ni la iglesia incendiada, ni el paisaje devastado”. Tras la guerra destaca como único cine que resistió a la colonización de la industria americana al cine italiano, de ahí que le rinda un emotivo homenaje al final del capítulo 3A. Si Godard piensa que el cine “faltó a su tarea” en ese momento crucial es porque considera que la imagen tiene un valor testimonial, de lo que no se deduce, ni mucho menos, que tenga a la imagen por “la verdad”, sino que por su naturaleza la imagen recoge, por decirlo de algún modo, “una verdad”, como expresa su conocida frase: “no es una imagen justa, es justo una imagen” . Esto es, una imagen que deja ver simplemente qué es lo que hubo ante ella cuando se hizo, que se hizo de una manera, y que, finalmente, se hicieron determinados usos de ella , pudiendo tener las tres cosas un afán interesado, estar encaminado a la propaganda, pero la imagen entonces también hablaría de tal manipulación . En este sentido se pueden entender las numerosas imágenes de archivo que aparecen en las Histoire(s). No se complace en su exhibición, se trata de mostrar, y que la manera de mostrar esas imágenes sirva de revulsivo. Por otra parte, en las Histoire(s), pese a las supuestas faltas del cine, se ensalza la imagen, una exaltación que podría denominarse mesiánica, por otro lado bastante similar al de Benjamin en Tesis de Filosofía de la Historia, y que ha llevado a decir que Godard tiene auténtica fe en las imágenes . El tono místico se concreta en referencias al cristianismo, destacando la variante de una cita de Wittgenstein sobre la religión y la frase de San Pablo (Carta a los Corintios) que repite varias veces: “la imagen vendrá en el tiempo de la resurrección”. Este énfasis puede dar lugar a diversas interpretaciones, si bien no puede olvidarse que responde a un contexto; en tanto que se trata de una obra que supone una elegía por un cine que piensa ha muerto, el que tenga aliento épico y un cierto acento mesiánico forma parte, ante todo, de su carácter poético. En este punto habría que hacer referencia a la polémica en torno a la imagen, sobre la que ya ha hablado la profesora Fernández Polanco, por lo que no es preciso extenderse. Sólo recordar que esta ya larga polémica parte de la consideración opuesta que dos cineastas, Godard y Lanzmann tienen de la imagen. Si Lanzmann en sus juicios contra las imágenes se muestra dogmático , también puede considerarse que algunas declaraciones de Godard hayan sido algo provocativas . Más allá de disquisiciones teóricas al respecto, lo importante es que haya artistas que tengan presente que, en la expresión de Godard, “el olvido de la exterminación forma parte de la exterminación” y trabajen contra ello. En el caso de Godard hay que puntualizar que no se trata tanto de “la imagen” como de “las imágenes”, como dice: “presentar dos imágenes más que una, es lo que yo llamo la imagen hecha de dos, es decir, la tercera imagen” . Esto es, las imágenes relacionadas por medio de un montaje que, para Godard es el centro de su poética. Si ya el montaje en Godard se había relacionado con el montaje diferencial de Vertov –en tanto que no busca una síntesis, sino que establece un intervalo mediante oposiciones - en las Histoire(s) intensifica este montaje al acelerar los ritmos, trabajar dentro de cada plano, combinar distintos tipos de elementos: imágenes, rótulos que cruzan la pantalla, música, el texto que se escucha, ruidos. En las Histoire(s) da una definición emblemática del cine “un pensamiento que forma una forma que piensa”, y esta es la función de este complejo montaje, crear un cine que piensa y hace pensar. Este propósito de “hacer pensar” incluye también el tema de la violencia. Por ejemplo, se pone de relieve la idea de que el cine no estuvo a la altura, y no supo ser testigo de su siglo, cuestión que expresa retomando la frase inicial de Hiroshima, mon amour y ampliando los reproches: “tú no has visto nada en Hiroshima, en Leningrado, en Madagascar, en Dresde, en Hanoi, en Sarajevo”. Sin embargo, por contra, Godard muestra con su montaje que las imágenes sí que pueden dar cuenta de la violencia, y sobre todo, hacer que se reflexione sobre ella; algo que tampoco es nuevo de las Histoire(s), en este sentido puede señalarse el film Ici et Ailleurs (1974), en que el material rodado junto a los fedaiyines en 1970 se contraponía a la visión de la familia media capitalista francesa (aquí y allá), al tiempo que realizaba reflexiones sobre el problema judío-palestino. Dentro de las Histoire(s) pueden destacarse varios ejemplos en relación a la violencia, así resulta sumamente expresiva la serie que figura la invasión de Francia por los alemanes: imágenes de Hitler unidas al ruido de los aviones, se contraponen a una ciudad bombardeada, y la actitud de los franceses queda bien recogida en la expresión de espanto de Fernandel, y en la quietud de los cuadros de Seurat; como más adelante la guerra parece ser comandada por la imagen del Sigfrido de Die Nibelungen alternándose con la sobreimpresión de unos soldados que parecen entrar literalmente en los paisajes de Monet, pero también hace ver el espíritu de resistencia encarnado por las imágenes de Jean Moulin y el final de Les Dames du Bois de Boulogne, así como por un encendido discurso de De Gaulle. Como también da mucho que pensar sobre la violencia en la historia el comienzo del capítulo 3A, en que Godard lee casi íntegro un discurso de Victor Hugo en que reclamaba la atención por la entonces guerra en Serbia. Godard acompaña con distintas imágenes, que van desde obras de Goya al Edmund de Germania, anno zero, un texto que se hacía muy presente, puesto que realizó esa parte durante el transcurso de la guerra en la antigua Yugoslavia; y, por desgracia, frases como: “Matar a un hombre, es un crimen. Matar a un pueblo, es una cuestión. Cada gobierno tiene su cuestión” parece que no dejan de tener actualidad. En otras ocasiones el montaje produce asociaciones bastante sorprendentes, esto, por una parte, responde a principios que cita dentro de su obra, son así la frase de Reverdy: “una imagen no es fuerte porque ella es brutal o fantástica, sino porque la asociación de ideas es lejana y justa” , y el aforismo de Bresson: “Acercar las cosas que todavía no han sido nunca acercadas y que no parecían predispuestas a serlo” . Por otro lado, esto no puede sino recordar la idea de Benjamin de que sólo se llega al conocimiento por medio del shock; en las Histoire(s) choques y confrontaciones no son gratuitos, del mismo modo que las citas no están simplemente para decorar, de hecho Godard podría hacer suya la afirmación: “En mi trabajo las citas son como salteadores de caminos que irrumpen armados y despojan de su convicción al ocioso paseante” . Ejemplo de todo esto es una impactante serie del 4B. Comienza con imágenes de Ici et Ailleurs al tiempo que, procedente de este film, se escucha a la niña palestina que en las ruinas de su población recitaba el poema de Mahmoud Darwich Yo resistiré, mientras en rótulos recuerda parte del aforismo antes citado (acercar las cosas que no parecían dispuestas a serlo). A continuación, se ve una fotografía de Eisenstein en su mesa de montaje y mediante rótulos se lee sucesivamente “Israel” e “Ismael”; señalando así el conflicto entre árabes y judíos, a la vez que recuerda al gran maestro del montaje. El rótulo si je ne mabuse da pie a una imagen del Doctor Mabuse , sobre la que se lee allemand, rótulo al que sigue el de juif, tras lo que aparece el Cristo escarnecido de Grünewald. Se pasa a ver la imagen de unos soldados arrastrando un cadáver en un campo de concentración mientras se suceden los rótulos “Alemán/ Judío/ Musulmán”; para terminar con una alusión al libro de Robert Antelme La especie humana . Uno de los momentos que ha dado lugar a más comentarios es la combinación de dos films de George Stevens: A place in the sun con la plácida vida de los americanos ricos frente a las terribles imágenes de D-day to Berlin, tomadas al abrir Büchenwald. Godard asocia el que Stevens acompañara a las tropas americanas rodando con las primeras películas de 16mm en color, con el aire sombrío que tuvo después la felicidad de Elizabeth Taylor . La imagen de la actriz se sobreimpresiona con la Magdalena del Noli me tangere de Giotto, que aparece girada rimando con el cuerpo que se levanta. En tanto, Godard define los años de guerra como “martirio y resurrección del documental”, a lo que sigue la exclamación “¡Oh, qué maravilla que podamos mirar aquello que no se ve! ¡Oh, dulce milagro de nuestros ojos ciegos!” . Esta manera de referirse al resurgir del documental se relaciona con la posibilidad que ofrece de ver aquello de lo que no se ha sido testigo, y también puede entenderse con la capacidad del montaje de dar a ver; por otra parte, la asociación de esta película con la pintura de Giotto parece hablar de un paraíso de riqueza que no puede alcanzarse, y representa una felicidad idílica que era ya imposible tras la guerra. Pese a las faltas del cine, el montaje, más allá de lo que puedan lograr las imágenes por sí solas, es un creador de formas, formas que hacen reflexionar, que causan espanto por lo que revelan, o admiración por su belleza, formas que no permiten la indiferencia, y construyen así la memoria, la del cine, la del siglo, la de su autor. LA VIOLENCIA A LAS IMÁGENES Desde otro punto de vista, estas asociaciones terminan por modificar la condición de la que partían las imágenes empleadas; según se considere la palabra violencia, puede decirse que el montaje violenta el estatus original de las imágenes y los sonidos que en él se integran. Godard es consciente de ello, de hecho, incluye una cita referida a este aspecto: “la verdadera violencia es el acto del espíritu, todo acto creador contiene una amenaza real para el hombre que se atreve a ello, es por esto que una obra toca al espectador o al lector; si el pensamiento se niega a pensar, a violentar, se expone a padecer sin fruto todas las brutalidades que su ausencia ha liberado” . Correspondiéndose con estas palabras se produce un agresivo choque de imágenes, por medio de la alternancia uno de los personajes de Freaks parece reírse al contemplar una escena de cine porno, a lo que sigue la imagen del cadáver de una mujer en un campo de concentración. Expuesto de este modo, pensar tendría mucho de violentar, al establecer relaciones donde no las había, al no aceptar las cosas como un legado inamovible; de igual modo, el montaje “violenta” las estructuras convencionales, y también los elementos que integra al introducirlos en un orden nuevo. En las Histoire(s) las imágenes pasan a articularse en series donde se modifican por el contacto con otras imágenes, con sonidos y con palabras. Sin embargo, esta alteración no es simplemente una agresión, en ocasiones la nueva configuración da lugar a instantes de gran belleza, como pueda ser el fundido de Louise Brooks con el muchacho de Persona, o la sobreimpresión por la que el lago de Sunrise pasa a tener por horizonte un gran iris. Ejemplo de estas transformaciones es el uso que hace de algunas imágenes de The Searchers. El momento en que Natalie Wood es levantada en brazos, se inserta ralentizado al hablar de le temps retrouvé, o de los distintos ritmos de la historia, de manera que esas imágenes no sólo representan una magnífica película de John Ford, sino que cobran una dimensión nueva, relacionada con el tiempo y la memoria. Muy distinto es el uso que hace de la entrada del ejército en el poblado indio, que por dos veces representa la invasión del cine americano y la ruina de los cines europeos, con lo que pasan a hablar de una violencia hecha al desarrollo del cine. Un desarrollo al que, según lo plantea Godard, muy pronto se le pusieron impedimentos, ya que considera que la llegada del sonoro truncó el futuro de una expresión mediante imágenes; e incluso antes de esto, considera que la necesidad de hacer guiones no fue sino una imposición industrial para controlar, así dice en el 2B que “la invención del guión, es de un pequeño contable de la mafia, hacía falta poner orden en el desorden de los hallazgos de Mack Sennett”; así también se opone a la exigencia de tener que contar historias al modo tradicional, sobre lo que bromea niño. diciendo que le obligan a contar las historias que le prohibían relatar de Este recorrido de ilusiones y errores que siguiera el cine viene figurado por la lectura de gran parte del poema de Baudelaire Le Voyage en el capítulo 2A. Estos versos, que para Godard suponen un anuncio del cine (el deseo de ver otros mundos, el momento en que habla de “proyectar los recuerdos”), dan también cuenta de los errores y el desencanto (“para no olvidar la cosa capital, hemos visto por todas partes y sin haberlo buscado, de lo alto hasta lo bajo de la escala fatal, el aburrido espectáculo del inmortal pecado”). El viaje decae, como pasó con el cine, no queda sino volver al hastío ahora causado por la aberración, como resume la asociación que hace de la fotografía de los prisioneros de un campo de concentración con pornografía. También en esta línea, al inicio de las Histoire(s), aparece la cita apócrifamente atribuida a Bazin: “El cine sustituye a nuestra mirada un mundo que se acuerda con nuestros deseos” . Esta frase se introduce en un paréntesis lírico que se abre con unos alucinados ojos azules (The Fury) mientras empieza a sonar el segundo movimiento del cuarteto nº10 Op.74 de Beethoven sobre el que se deslizan los susurros de L'année dernière à Marienbad. Las imágenes que se suceden riman con dicha frase: el conjuro de Faust, seguido de las piernas de Cyd Charise en de The Band Wagon (que trataba del intento de poner en escena un Fausto modernizado). La belleza de un mundo amenazada por la crueldad, la de la caza del conejo en La Règle du Jeu, o la de Chikamatsu Monogatari; la felicidad sencilla de la lección de natación de Menschen am Sonntag o del baile de The Public Enemy es efímera, y la inocencia de Lilian Gish en Broken Blossoms parece aún más frágil frente a los hombres convertidos en bestias en Rancho Notorius; la brutalidad del ataque de esos caballeros teutones de Alexandr Nevski parece hacer peligrar un mundo que se acaba como el de Il Gatopardo. Por un instante se ve a un Godard abrumado y, tras un fundido en blanco, se hace un silencio en el que cae la viuda de Bronenosets Potiomkin, tras lo cual se frota los ojos el soplón de Stactka, y se atisba la imagen de 39 steps cuando la protagonista tiene que bajarse las medias esposada. La cita así acompañada de imágenes constituye un significativo preludio que hace pensar en cómo estos deseos fueron acomodándose a la sociedad del espectáculo, y en cómo fueron aplastadas las grandes esperanzas. Las ilusiones perdidas en un gran mercado de la mentira, como decía Brecht; en este sentido Godard iguala la Mosfilm y la propaganda soviética con un Hollywood que presenta como Babilonia opulenta, ambos aparecen como “fábrica de sueños”, según la denominación de Ilya Ehrenburg. Su comparación se va a centrar en dos ejemplos señalados de Hollywood, Irving Thalberg y Howard Hughes, y, de modo más genérico, en el cine soviético, promovido por deseo expreso de Lenin. Hace ver que en los tres casos se produjeron grandes películas, pero, junto a ello, las contrapartidas: los falsos sueños, ya sean de jóvenes actrices o de campesinos rusos, no es futuro ni ser chica pin-up ni vivir bajo la amenaza del goulag; y, por otra parte, al quedar el cine dominado por otros intereses, ya respondieran éstos a la sociedad de consumo o al partido, la violencia que esto suponía al cine queda representada por las víctimas más destacadas, grandes maestros que vieron por ello su obra truncada, uno en cada caso, Stroheim, Eisenstein y Welles. Asimismo, Godard dedica un apartado a aquellas obras que nunca llegaron a terminarse , y que valora no sólo porque pudieran haber sido magníficas, sino porque, al quedar como proyectos, no se acabarían convirtiendo en otros productos del sistema. En el capítulo 3A dice Godard que el cine, en tanto que creador de formas, nacía ya con la pintura moderna, que identifica con Manet. Pero, a continuación, señala: “que el cine estuviera en primer lugar hecho para pensar se olvidará enseguida... la llama se apagará definitivamente a Auschwitz”. Aunque es una manera simplificada y un tanto abrupta de expresarlo, es indicativa de un punto del que no se podía volver. Godard que da por perdido al cine, evoca ese estado de infancia lleno de posibilidades como un pasado ideal, cuando el cine, tomando las palabras de Blanchot, “no estaba al abrigo del tiempo, era el abrigo del tiempo” . El cine se fue degradando paulatinamente, en parte por irresponsabilidad propia, en parte por presiones externas, y, sin embargo, Godard tampoco va a condenarlo, en cierto modo, porque tampoco emite otros juicios en las Histoire(s), que podrán ser subjetivas, arbitrarias incluso, pero desde luego su carácter es abierto: Godard muestra y quien ha de ver si juzga o condena es el espectador. Lo que sí hace con este cine echado a perder es someterlo a interrogatorio, como tal arte popular le plantea las tres preguntas que hiciera Sièyes sobre el Tercer Estado: “¿Qué es el cine? Nada/ ¿Qué quiere? Todo/ ¿Qué puede? Alguna cosa”. Tres preguntas cuyo sentido intensifica mediante las imágenes que aparecen al tiempo: el cine no es nada, meras sombras frente a la muerte, al dolor, la tortura, y así se ve el llanto inconsolable ante unos cadáveres; el cine lo querría todo, dominar el mundo, como, según Godard, hizo Hitchcock (recordar que es la figura central del capítulo titulado Le côntrole de l’univers), y así los niños huyendo en The Birds; pero sólo puede lograr algo, alcanzar unos instantes de belleza, de emoción, como la de una joven revolucionaria del Napoléon de Gance. Si se hace una trasposición, se podría pasar a decir que el cine ante la violencia no es nada, en tanto que no le va a devolver la vida a los muertos, ni la salud a los heridos, ni su casa a los deportados; pero, aparte de esta obviedad, es que dentro de lo que son sus capacidades, el cine, que podía haber sido todo como testigo, en muchos casos tampoco fue nada. Ahora bien, ¿puede algo? Pues, sin duda, alguna cosa y las Histoire(s) son una buena muestra de ello. Por una parte recordando que hay películas como L’espoir, Roma, città aperta, Germania, anno zero, que hoy también siguen haciendo presente qué supone la guerra. Pero, sobre todo, son un ejemplo de cómo a través del montaje se puede mostrar la violencia, y no sin más como cualquier noticiario, sino realmente dar a ver la violencia, hacer pensar sobre ella. Se puede decir que esto no es mucho, que como todo lo que viene del arte, no cambiará el orden de cosas; pero, sin embargo, en un mundo caracterizado por la uniformización, tener memoria de los hechos ocurridos, trabajar contra el olvido, puede que sí sea importante, y lo que es Godard, tiene bien presente en su trabajo aquello que decía Deleuze “todo acto de creación es un acto de resistencia” .