TEMA 07: EL ARTE ETRUSCO - Grado de Historia del Arte UNED

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TEMA 07: EL ARTE ETRUSCO
Inicio del I Milenio a.C. (Edad de l Hierrro) en Italia: civilización villanoviana. Toma el nombre del
yacimiento de la ciudad de Villanova, cerca de Bolonia con influencias helenas y orientales a través
del comercio. Esta cultura se expandió hasta el río Tiber en el sur donde comenzará la expansión del
pueblo etrusco en el siglo VIII a. C. A la vez, 2ª oleada de los griegos en el sur de Italia y Sicilia. El
origen del pueblo etrusco no está muy definido, ni su lengua es similar a las itálicas, ni su
organización política ni religión. Fases:
- Conformación e inicio de expansión: siglo IX a.C. Papel central en el Mediterráneo
- A partir de la 2ª mitad del milenio: se reducen a la esfera regional
- Siglo I a.C. son absorbidos por el mundo romano.
Características: gran capacidad de aprendizaje, influencias griegas y orientales, asombrosa
creatividad, gran afición por el lujo utilizándolo como ostentación de poder. Periodos artísticos:
Arcaico (siglos VII a V a.C.: asimilación de principios artísticos griegos). Derrota de la batalla de
Cumas (declive político, artístico, desmembración social). Periodo etrusco-itálico o clásico (siglos V,
IV y III a.C.: importantes avances en arquitectura y urbanismo).
1. CIUDADES, TEMPLOS Y NECRÓPOLIS:
1.1. De la cabaña a la domus. Organización urbana e infraestructuras:
La primigenia cultural villanoviana, es el punto de partida de la Edad del Hierro en Italia. En sus
enterramientos en pozos se han hallado urnas con forma bitroncocónica y las que reproduce la
llamada cabaña villanoviana (fig. 1). La aparición de restos (ajuar) de todos los estratos sociales en
la cultura villanoviana, nos habla de un pueblo homogéneo sin grandes distinciones y sin una
estructura social compleja.
El pueblo etrusco tiene la cabaña villanoviana como punto de partida de su arquitectura doméstica,
religiosa y funeraria. De hecho, las construcciones funerarias reproducían fielmente la estructura
doméstica y su distribución, lo que indica la importancia de hábitat doméstico para los etruscos. Esta
cabaña se compone de una estructura interior de ramas sobre planta oval con dejad a dos aguas,
muros de barro y techumbre de pasta y un pequeño porche delantero.
La vivienda etrusca en el siglo VII a. C. tenía planta cuadrada y se dividía un en dos estancias, la sala
de estar y el dormitorio. La damos tradicional se construida sobre cimientos de grandes piedras sobre
las que se levantaban los muros de adobe hormigón y el dejado de tejas de terracota. Con el tiempo
la domus se fue complicando con la incorporación de las estancias, tomando su forma definitiva con
la incorporación del patio cuadrado (atrio) como eje central y distribuidor de la vivienda. Este patio
tiene entrada directa desde la calle, da luz y ventilación y en él se recogen las aguas de la lluvia
gracias a una abertura en la cubierta que volcaba el agua en un estanque en el centro del patio. El
tablinum era la estancia principal y lugar de recepción de invitados. A su alrededor, cocina, comedor y
dormitorios (cubicula). Esta configuración será heredada por el mundo romano.
En las zonas interiores de Etruria, (sistema de pequeños señores o príncipes) esta estructura derivará
en la configuración del palacio etrusco. A diferencia de la domus, el palacio incorpora altares,
graneros, zonas de servicio, y todo lo necesario para convertirse en una estructura autosuficiente.
Ejemplos en Acquarossa, Regia del Foro y Murlo. Los romanos también heredarán el trazado regular
hipodámico: entramado de calles ortogonal, servicios básicos, etc.
En el acto fundacional de una ciudad etrusca, un toro y una vaca trazaban el perímetro de la misma,
quedando de este modo sacralizado el espacio interior de la nueva ciudad. Se trazaban luego 2 calles
perpendiculares, el cardo y el decumanus, generando un eje del que partían las demás calles. Estas
colonias son espacios amurallados. Más tarde aparece la plaza pública.
Frente al modelo de ciudad colonial, se sitúan la ciudad militar, que como consecuencia de esta
etapa de marcado carácter guerrero, se conformada privilegiando las defensas naturales de la
orografía. Sus calles y estructuras se amoldan al terreno y a la necesidad defensiva. Las puertas de
las murallas, como en la ciudad de Volterra (fig. 2), se convirtieron el símbolo de las nuevas urbes
etruscas, por su estructura y su valor. Los etruscos importan el arco para desarrollar estas grandes
puertas, incorporando el despiece en dovelas. Los romanos tomarán este arco de medio punto como
elemento constructivo clásico y en lo simbólico, estas puertas se convertirán en los posteriores arcos
del triunfo romanos.
Los esfuerzos colonizadores etruscos no sólo se limitaban a la construcción de ciudades aisladas,
sino que la dotaban de elementos estructurales, como las vías o las canalizaciones de agua. Los
puentes y acueductos son piezas claves para comprender al alarde de ingeniería civil en el mundo
romano. En Veyes, el puente Sodo es una galería de 70 metros de longitud y tres metros de
anchura, que le crea un curso artificial al río Cremera para evitar sus devastadoras crecidas.
En
Roma los Muros Servianos y la Cloaca Máxima son de origen etrusco. La mayoría de logros
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arquitectónicos y la fijación de los principios urbanos etruscos se desarrollan en la fase arcaica, sin
embargo tras las derrotas militares del siglo V a. C., se inició el llamado periodo etrusco-itálico, una
fase de recuperación en el s. IV a. C. que aportará nuevas obras de relevancia especialmente en
Roma acometiendo la reconstrucción de los Muros Servianos tras la invasión celta. Mientras que en
tiempos de Apio Claudio tienen lugar la construcción del acueducto Aqua Appia y la Vía Appia
(camino empedrado entre Roma y la recién conquistada región de Capania).
1.2. Arquitectura religiosa: El templo etrusco:
La cabaña vilanoviana también es el origen de la arquitectura religiosa. El templo es el espacio
adecuado al culto colectivo para las divinidades etruscas basadas en la naturaleza, mientras que el
hogar y la tumba se reservaban para el culto privado. El templo etrusco se convertirá con el tiempo
en el principal modelo de edificio religioso del mundo romano. Las primeras realizaciones
monumentales datan del s. VI a. C. y se caracterizan por ser construcciones elevadas sobre podio,
escalinata delantera, posiblemente para aislar su estructura de madera de la humedad del terreno. La
estructura de madera se reforzada con muros de adobe y se cubrían con una entablamento de placas
de terracota pintadas. La fachada se va a ir desarrollando con cierta monumentalidad marcando un
eje axial en todo el edificio y dotándose de dos o tres filas de columnas, mientras que los laterales
contaban con una sola fila, y ninguna en la parte posterior. El interior de estos primeros templos tenía
una sola cella.
Desde finales del s. VI a. C. los interiores ya se han desarrollado en triple cella (fig.3), que permita
coger la triada de divinidades sobre la que se basa el culto en los templos. Podemos ver este modelo
en las maquetas de terracota como elementos votivos y en las descripciones de Vitruvio
(edificaciones de seis por cinco metros de superficie, con la nave central de la triple cella de mayor
tamaño para acoger la divinidad principal de la triada, y cubiertas de un tejado a dos aguas apoyado
en una gran viga transversal llamada columen). Pórtico con doble hilera de columnas, de 6 a 8
generalmente, y con acceso al templo través de escalinata. El columen y los aleros ricamente
decorados con esculturas y relieves. También nos habla del orden toscano, como base decorativa
del templo. Es una variante del orden jónico pero con basa y el fuste es liso y se construye en madera
a veces recubierta de terracota. La piedra se usa para el capitel y la basa con doble moldura y plinto.
A esta primera fase en que se fijan los templos etruscos (VI a.C.) pertenecen el Templo de Júpiter
Capitolino en Roma, el templo de Apolo en Veyes, o los de Marzabotto en Fiésole.
1.3. Tipologías funerarias etruscas: una domus para la eternidad:
La incineración era la forma más habitual de enterramiento y las cenizas se introducían en la urna
que es enterrada junto al ajuar. La riqueza del ajuar y la decoración eran las únicas diferencias
sociales en los enterramientos de las necrópolis de los siglos IX y VIII a. C.
En la 2ª mitad del VIII a. C. se distinguen socialmente los enterramientos como consecuencia de la
política de alianzas entre pueblos y clanes, con la creación de estructuras de poder en consejos y el
reconocimiento de poder personal en algunos príncipes.
La arquitectura funeraria etrusca destaca por el uso sistemático de la piedra (se reproducen en piedra
las estructuras domésticas). Suponen una tipología hasta entonces desconocida, una concepción
más hedonista que trágica del mundo de ultratumba. Al principio incineran, después entierran en
tumbas en pozo excavadas en la roca y cubiertas con una gran losa.
A principios del siglo VII a.C. las tumbas en fosa comienzan adquirir proporciones mayores y el
espacio excavado se transforma en un área cada vez más amplia, cubierta por una falsa cúpula de
hiladas superpuestas. A veces el espacio cubierto se refuerza en su parte central con un pilar vertical.
Las tumbas en forma de túmulos de la necrópolis de la Banditaccia de Cerveteri, son un ejemplo de
este modelo constructivo. Escavadas en un área llana y cubiertas con un túmulo en el exterior,
mientras que el interior adopta forma de planta cruciforme en la que el brazo de entrada actuaba a
modo de dromos dando acceso a dos pequeñas cámaras, los brazos laterales que están cubiertos
con falsa bóveda por aproximación de hiladas.
También enterramientos excavados en la roca a modo de hipogeos, como la Tumba de la Cabaña
de Cerveteri (fig.4) de mediados del siglo VII a. C. En este caso aparecen a ambos lados del corredor
dos pequeñas habitaciones, y la cámara funeraria se ubica al final del pasillo dividida en dos
estancias. Techo en dos vertientes como en la cabaña primitiva.
A finales del siglo VII a. C. Los enterramientos van a imitar tanta la estructura arquitectónica de las
viviendas como todos los elementos decorativos (puertas, ventanas, repisas, mobiliario). Abundante
decoración pictórica y escultórica. Nichos tallados en la roca para el sepulcro de los difuntos (en
piedra para los hombres o sarcófagos de doble vertiente para las mujeres). Seguirán evolucionando
en el siglo VI a. C. Apareciendo enterramientos en forma de templetes, como el conservado en
Populonia (fig.5), o como las llamadas “tumbas a dado” (simulan casas rectangulares dispuestas en
2
manzanas) de la necrópolis de la Banditaccia en Cerveteri (fig.6). Aún así se siguen manteniendo las
que imitan la domus itálica.
2. LA ESCULTURA Y LAS ARTES DECORATIVAS:
Previo al mundo etrusco destacan las urnas funerarias villanovianas. Unas de formas
bitroncocónicas con decoración geométrica (modelo propio). Otras recuerdan una cabaña con
decoración esgrafiada. Ambas de origen doméstico y hasta el s. VIII a. C. no comenzará una
producción artesanal por la demanda de objetos más suntuarios para los príncipes. Más tarde
influencia griega con obras cerámicas hechas con torno como vasos de estilo geométrico. Aunque las
más elaboradas seguirán siendo las urnas funerarias como la Urna cineraria de Bisenzio (fig. 7 - h.
710 a. C.), Roma, Museo de Villa Giulia: incorpora elementos figurativos representando danzas y
sacrificios fúnebres. La decoración de estas piezas se va refinando por el asentamiento de artesanos
griegos u orientales en la península itálica. Figuras humanas y animales se representan en líneas
intercalados a veces con símbolos egipcios, oro o marfil.
En el s. VI (etapa arcaica) importante avance por la influencia de
costumbres griegas y sus mitologías y divinidades mezcladas con
creencias locales en los dioses subterráneos como los Manes. Las
ciudades del interior conservan su aislamiento y sus urnas en
forma de canopos antropomorfos de Chiusi (fig. 8), Florencia,
Museo Arqueológico: Urna rematada con una cabeza de aspecto
rígido que pretende ser un retrato fúnebre del difunto. La urna con
las cenizas se inserta en la representación de un trono que rodea el
vaso. Las ciudades costeras son más permeables a la influencia
helenizante como en el Centauro de Vulci (a la derecha) donde el
modelo helénico pierde la proporción por destacar más la cabeza
que el resto. Se crea una escuela local con artesanos griegos
huidos de la presión persa en jonia.
Los Sarcófagos de los Esposos de Caere (fig. 9 - h. 530 a. C.):
Mezcla de influencia helenística (rostro, la disposición de los brazos
o los pliegues de la vestimenta) y estilística propiamente etrusca
(valor que le da al tema, un banquete fúnebre, y a la enorme
importancia que tiene la cabeza y el busto por encima de la proporción griega).
A finales del VI, grupo de piezas singulares, probablemente de Vulca de Veyes. Son obras con una
factura artística sin parangón, influencias jónicas y gran aportación personal. Son las esculturas del
templo de Júpiter Capitolino en Roma y del Templo de Portonaccio en Veyes (Apolo - fig. 10). Son
piezas de terracota. Contradicen el sentido de centralidad de la escultura de carácter funerario. Las
piezas de este templo estarían ubicadas sobre el columen, y representan temas tomados y adaptados
de de la deidad griega con un tratamiento formal más cercano al etrusco. También Hércules de Veyes
del templo de Portonaccio (fig. 11 - h. 500 a. C.), Roma, Museo de la Villa Giulia: Terracota.
Posiblemente la parte central del conjunto con una dura expresión con una extraña sonrisa
congelada. La proporcionalidad se adecuaba hasta principios griegos ante el movimiento o es
demasiado violento y acelerado para sus modelos coetáneos jonios. Los cabellos y las telas
presentan un tratamiento decorativista excepcional.
La Loba Capitolina redunda en la expresividad demostrada por Vulca de Veyes. Probablemente
protector de algún enterramiento que terminó por amamantar a Rómulo y Remo para Roma.
A partir del s.V a. C. el declive político tras la derrota de Cumas también se refleja en su arte. Lo más
destacado de este periodo es la Tumba de los Sarcófagos de Caere (fig. 12- h. 400 a. C.), Museo
Gregoriano Etrusco del Vaticano: Piedra. Destaca el recurso a la narración histórica o conmemorativa
frente a una tarea de calidad mediocre. El difunto pasea junto a su esposa rodeado por un cortejo y
seguido de un carro. Otra novedad es la individualización de rasgos (barba del difunto).
El regreso de los galos al norte abandonando Roma en el 386 a. C., inicia un nuevo periodo de
esplendor, el periodo etrusco-itálico. Los romanos irán dominando al resto de regiones itálicas, y las
ciudades etruscas acabarán por caer bajo su control antes de mediados del siglo III a. C. Los talleres
etruscos mantienen su calidad y su diálogo con el arte griego. Ejemplo de ello son los caballos alados
del templo mayor de Tarquinia, (abajo) llamado Ara Della Regina (2ª mitad s. IV a.C.). Figuras de
terracota en relieve que tirarían del carro de alguna divinidad.
Del mismo periodo es la Cista Ficorónica de Palestrina (fig. 13- h. 320 a. C.), Roma, Museo de Villa
Giulia: pieza de bronce que incluye una escena de pintura griega firmada por un artista romano
llamado Novios Plautios. O la Quimera de Arezzo (fig. 14- h. 370 a. C.), Florencia, Museo
Arqueológico: al haberse perdido el resto del grupo escultórico en el que se inscribía no es fácil
encuadrarla como elemento de producción etrusca o pieza de importación de las colonias del sur.
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La última fase del periodo etrusco-itálico, fijará algunos géneros que tendrán continuidad en el mundo
romano, como los relieves conmemorativos históricos
como los de la urna cineraria de Volterra similar la
tumba de los sarcófagos. Convencionalismos propios:
mayor tamaño de los protagonistas, escena sin
carácter narrativo, las figuras se yuxtaponen sin
diálogo, etc.
El otro gran género que quedará fijado por la plástica
etrusca y adoptado por la romana es el del retrato.
Expresión más individualizada y realista que las
griegas como p.e. en el busto de Lucio Juno Bruto (fig.
2 del tema 8). Magnifico realismo en este busto del 1er
cónsul de la República de Roma tras la expulsión de
los etruscos. Es una de las pocas piezas que se
conserva ya que los censores mandarían derribar
todas las estatuas del Foro no erigidas por el Senado
o Pueblo de Roma.
La Tapa de una urna cineraria procedente de Volterra
(fig. 15) representa una composición arcaizante ante
en la postura que adquieren los cuerpos y en el mayor
tamaño de sus cabezas, con unos rostros directos y
claramente realistas propios del periodo etrusco-itálico.
3. LA PINTURA MURAL:
Los primeros restos de pintura mural etruscos los hallamos en el interior de la llamada Tumba de los
Ánades en Veyes (fig.16). Al igual que en la cerámica, figuras a modo de dibujos esquemáticos
presentados en hilera sobre líneas horizontales.
Será en el siglo siguiente con la influencia de los artistas jonios radicados en algunas ciudades
costeras, cuando se desarrolle mejor la pintura mural de los enterramientos etruscos del periodo
arcaico. Los más destacados son los enterramientos de Tarquinia. Probablemente realizados por
artistas griegos por el estilo de las pinturas pero con temas de la iconografía etrusca, temas festivos y
poco trágicos siempre insertos en bandas horizontales de colores. En la Tumba de los Leones
aparecen escenas de baile mientras de en la Tumba de los Augures en Tarquinia (fig.17), los
invitados al funeral contemplan escenas de lucha debiera entre atletas y animales, y dos de los
invitados se despiden posiblemente del difunto que se haya tras una puerta pintada sobre el muro. En
la Tumba de los Malabaristas (fig.18), un cómico lanza bolas sobre candelabro que sostiene una
bailarina. En la Tumba de la Caza y de la Pesca (fig.19) se nos presenta la única escena de paisaje
conservado. Posiblemente sean las islas de los bienaventurados, donde los esposos celebran un
banquete tras el retorno de la cacería.
En las pinturas murales de Tarquinia, los convencionalismos utilizados en las figuras no remiten
claramente a las formas de la plástica griega, la aportación etrusca se manifiesta en la temática por
las modas de la vestimenta. Lo más destacado es la diversidad de temas y representaciones. No se
repiten y tienen un marcado tono vitalista.
El cambio de rumbo de la crisis militar y política de principios del s.V a. C. afecta claramente al arte.
Las influencias jonias desaparecen y se hacen más presente sobre todo la pintura las
representaciones que reflejan las tendencias áticas. En la Tumba de Triclinio (fig.20), las figuras son
claramente herencia de la factura griega por su dibujo y proporciones, aunque el lujo que describen
en sus ropas y con sus pesados mantos remite claramente a la influencia etrusca. Esta tumba y
también los deja unas escenas de danzarines en posturas casi imposibles que nos muestran la
brillantez plástica etrusca, posiblemente su época de apogeo.
En la Tumba de los Leopardos (fig. 21), y la Tumba de las Vigas se aprecia la gran factura técnica de
los pintores de Tarquinia, aunque ya se aprecia cierto cansancio en el hecho de repetir
sistemáticamente una misma escena (banquete en el muro final y bailes en los laterales)
El periodo etrusco-itálico configurarán en la plástica mural unas características que lo harán más
propio personal. Las representaciones en tumbas del repertorio iconográfico etrusco son presididas
ahora en algunos casos por el demonio etrusco de la muerte, Charun (fig.22). Las otras novedades
como la narración tienen su reflejo en obras como la Tumba del Monte Esquilino de Roma, donde una
composición en frisos relata la guerra entre romanos y samnitas, con las hazañas de los Fabios como
tema central. La otra novedad la constituía la expresión directa y realista que ofrecían los rostros de
los representados como en la Tumba de François de Vulci (350-325 a. C.) (fig.23), donde se nos
muestra a un noble orgulloso de manera realista, poco idealizada, donde el rostro es lo importante en
el dibujo perdiendo el interés del resto de la figura humana.
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