ElProfesordeBroglieylosrobots Había una vez, en un cierto planeta

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ElProfesordeBroglieylosrobots
Había una vez, en un cierto planeta, unos seres de gran tamaño, varias veces el del hombre
y que además eran cuadrados. Sus costumbres tenían cierto parecido con las de los
habitantes de la tierra: comían, descansaban, se reproducían - ellos, por gemación - y
tenían un código de señales para comunicarse. No trabajaban porque el trabajo lo hacían
unos robots que los cuadrados manejaban con reglas muy simples, porque ellos mismos
eran de una asombrosa simplicidad.
Los robots tenían la talla y el aspecto de los terrícolas y eran de dos clases: unos decían a
todo que sí y otros sólo decían que no, en su lenguaje de símbolos. Ambos grupos se
comportaban con arreglo a su categoría, de manera que los cuadrados no necesitaban
registrar en sus sistemas de comunicación más que dos clases de respuestas: afirmativa y
negativa.
Los robots "sí" que efectuaban la mayor parte del trabajo, contestaban sí a cualquier
orden y la obedecían con prontitud:
-siembra estas semillas.
-sí
-ve a pescar algo para comer.
-sí.
Los robots "no" tenían un comportamiento igualmente predecible y eficaz:
-no dejes que se pudran las provisiones.
-no.
-no permitas que se apague el fuego.
-no
Las cosas funcionaban a la perfección con tal que se supiera quiénes eran los "sí" y quienes
los "no" y eso se sabía con sólo formular una pregunta cualquiera.
Un buen día - o un mal día, según se mire -, fueron a dar a ese lugar unos terrícolas que
estaban hartos de vivir en una pocilga donde los habitantes, además de tener el planeta
hecho un asco, se mataban unos a otros todo el tiempo.
¡Qué bien! se dijeron los habitantes cuadrados, cuando vieron a los terrícolas, llegan robots
de refuerzo, y enseguida los incorporaron a la legión de trabajadores. A los hombres no
les fue difícil comprender el lenguaje de los nativos porque en ese tiempo la humanidad
estaba muy evolucionada, en materia de lenguajes (mucho más que en materia de
convivencia).
Los cuadrados les dieron órdenes a estos terrícolas para poderlos clasificar; algunos
contestaron que sí y otros que no y todos fueron asignados a la categoría correspondiente.
Durante un corto tiempo todo funcionó como se esperaba, pero en un momento dado, los
hombre del grupo "no" contestaron “sí” a una de las órdenes y al revés. Además, es
probable que, a la orden de: “Ve a traer leña para calentarme” alguno de los hombres diera
respuestas como:
- mejor hazlo tú.
- si quieres hacer un fuego, consigue con qué.
- ahorita estoy ocupado.
- vete a paseo.
Los cuadrados no entendían a los terrícolas y no sabían a qué atenerse ¿qué hacer con
esos entes raros que pertenecían a la clase "sí" y a la "no", a la vez?, ¿eran entes duales?,
¿había que inventar nuevas clasificaciones? ¿todo lo dicho anteriormente acerca de los que
no eran cuadrados, era mentira? ¿había que modificar el lenguaje que hasta ahora había
funcionado tan bien, para poder entenderse con ellos?
Se reunieron los sabios y meditaron acerca de lo que era conveniente hacer...
El final de la historia, se deja a la imaginación del lector, pero podemos suponer que si
había entre los sabios cuadrados, alguno tan inteligente como el Profesor de Broglie, bien
pudieron haber llegado a alguna de las conclusiones siguientes:
- Los seres que proceden de la Tierra pueden quedar clasificados en el grupo sí o en el no,
dependiendo de qué pregunta se le formule e incluso de la manera como se formule la
pregunta. Es posible que, además, tanto el sí como el no, sean manifestaciones de una
estructura ontológica e idiomática más compleja, que no podemos entender por no estar
dotados de los mecanismos de comunicación adecuados.
-El terrícola no es como un péndulo que va del sí al no; unas veces está en un estado y
otras en otro y casi siempre entremedias. Tampoco es una moneda con el "sí" en una cara y
el "no" en la otra. El terrícola es otra cosa, tal vez un ente cuyo comportamiento no
estamos capacitados para entender
-Tal vez el Terrícola es un ser complejo con multitud de modalidades de expresión, de las
cuales nosotros los cuadrados sólo sabemos registrar dos. Vamos a necesitar un nuevo
lenguaje para entendernos con ellos.
Con el tiempo, los sabios construyeron el lenguaje necesario, como lo habían hecho los
fundadores de la Mecánica Cuántica para entender a los nanosistemas y se hicieron, como
ellos, acreedores a un premio Nobel, eso sí, cuadrado.
Podemos seguir inventando -es privilegio de los contadores de cuentos- homólogos
cuadrados del Profesor de Broglie o del Profesor Schroedinger o del Profesor Heisenberg
quienes crearon un lenguaje especial para comunicarse con los entes duales.
Para entender el comportamiento de los nanosistemas, en el siglo pasado, los fundadores
de la mecánica cuántica, crearon un nuevo lenguaje utilizando herramientas matemáticas
que estaban a su disposición, y así, llegaron a la formulación de la dinámica del las ondas
estacionarias de de Broglie, con su componente corpuscular asociado. 1
Volviendo al cuento y teniendo presentes las limitaciones de los cuadrados, podríamos
pensar que éstos ya nunca estarían absolutamente seguros de la respuesta que iban a
obtener de los hombres al formular ciertas preguntas, y en consecuencia, que aceptarían
como válido un principio de incertidumbre.
También el Profesor Heisenberg propuso para comunicarse con los protones y los
electrones, con los átomos y las moléculas, el Principio de Incertidumbre que lleva su
nombre.
Con frecuencia, los cuentos tienen una moraleja.
Bueno a lo mejor son varias, por ejemplo: No hay que andar metiendo las narices en otros
planetas cuando el propio está hecho un asco; lo primero es adecentarlo.
O bien, la moraleja dual: La actitud "si", "no" de los personajes, sugiere la dualidad ondapartícula de la materia, y al mismo tiempo, a semejanza de los humanos que llegaron al
planeta del cuento, insinúa la posibilidad de que un nanosistema se comporte como una
partícula o como una onda, dependiendo de la situación en que se encuentre en el momento
de la pregunta (¿te estás comportando como onda o como partícula?) y de los medios que se
empleen para inducir la respuesta.
1
En otro cuento trataremos de la cuantización de la energía que es el principio fundamental de la mecánica cuántica.
Dado que se pueden evidenciar y medir longitudes de onda o frecuencias asociadas a un
nanosistema, se puede concluir que éste se comporta como una onda. Por el contrario, si lo
que se identifica como resultado de una observación particular es una posición, definida por
unas coordenadas, entonces, hay que concluir que se trata de una partícula2.
En nuestro mundo real es posible que los nanosistemas sean inaccesibles a los limitados
pobladores de la tierra, que sólo entendemos de ondas y de partículas – una u otra- y que la
comunidad científica haya respirado de alivio al tener acceso a un leguaje que no necesita
establecer a priori si se trata de una u otra: el lenguaje de la mecánica cuántica.
Con este lenguaje constantemente enriquecido, la química ha tenido un avance espectacular
en materia de nuevos materiales (fármacos, polímeros, anticorrosivos, pinturas, materiales
con propiedades especiales como los semiconductores y los superconductores, y muchos
otros) de los cuales hace medio siglo había alrededor de un millón y hoy pasan de 25
millones. Todo ello, debido, en primer término3, a una mayor y mejor comprensión del
comportamiento de los componentes últimos de la materia a través de los métodos de la
mecánica cuántica.
2
“El que nada más tiene un martillo, a todo le ve cara de clavo” es un dicho popular; el que nada más sabe de ondas y partículas
pues... si no es Chana es Juana.
3
Hay que darle crédito al espectacular desarrollo de tecnologías, informática incluida.
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