el bienestAr de los niños es el meJor indicAdor del

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El bienestar de los niños es el mejor
indicador del desarrollo de un país
Paraguay necesita aumentar y mejorar la inversión
social, especialmente en infancia, ya que las cifras
actuales son insuficientes para atender los problemas
que se presentan, de acuerdo a un material elaborado
por Unicef y el Frente por la Niñez y la Adolescencia.
Es importante asegurar que los presupuestos de programas dirigidos a niñez y adolescencia estén blindados y tengan prioridad política, ya sea en tiempos de bonanza
como de crisis. De la misma forma, hay que
asegurar la continuidad institucional de los
programas sociales existentes, otorgarles un
presupuesto plurianual y establecer impuestos específicos para financiarlos. A pesar de
los avances logrados en los últimos años,
los indicadores de pobreza infantil son alarmantes, ya que el 43% de los niños, niñas
y adolescentes vive en esa situación, o sea,
más de un millón de ellos, de los cuales casi el
60%, más de 600.000, se encuentra en condiciones de pobreza extrema, sufriendo graves
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Paraguay Debate
1. Unicef
Paraguay.
carencias de alimentación, salud y educación. Entre
los niños indígenas es aún más alarmante, ya que
la pobreza afecta al 77% de ellos.
Los niños, niñas y adolescentes son la clave para
romper el ciclo intergeneracional de la pobreza.
Este círculo vicioso se puede transformar en un
círculo virtuoso en la medida en que todos los
niños ejerzan sus derechos fundamentales. Invertir en los niños, niñas y adolescentes es invertir en desarrollo humano, es crear una sociedad
cohesionada y una economía fuerte incluyendo
efectivamente a este grupo etario del cual depende nuestro futuro, aunque paradójicamente lo
olvidamos en el presente.
Para romper el círculo vicioso de la pobreza y alcanzar niveles de desarrollo social y económico
sostenibles, es imperativo trabajar con la población desde los primeros años de vida de niños
y niñas, y aun antes, durante el periodo de gestación de la madre. Si además se focaliza en la
niñez de los estratos más pobres y vulnerables, el
proceso tiene un efecto potenciado.
Ningún país ha sostenido un crecimiento económico –y menos aún con equidad– con altos niveles de analfabetismo, desnutrición generalizada,
morbilidad endémica, violencia, abuso, trata y
explotación de su población, y particularmente
cuando afectan en mayor medida a su niñez. Por
el contrario, niños y niñas con una nutrición adecuada, un buen estado de salud y un entorno seguro que los proteja de la violencia y los abusos,
liberados del trabajo infantil, la explotación y la
discriminación, constituyen el terreno más fértil
para el aprendizaje, a lo largo de sus vidas, de las
habilidades que les permitirán llegar a ser adultos
plenos y productivos, y verdaderos protagonistas
del desarrollo.
Si consideramos que de su buen desarrollo dependerá el capital humano que impulse el desarrollo del país en pocos años, es urgente tomar
medidas que reflejen en la inversión el grado de
prioridad dada a su nutrición, salud, educación y
protección desde la concepción hasta los 18 años.
¿Cuánto se destina?
Paraguay destina el 9,7% de su PIB a la inversión
social, y casi la mitad está dirigida a la niñez y la
adolescencia. Según la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (Cepal), nuestro país
está en el último lugar en la región en cuanto a
inversión en salud y educación. Mientras tanto,
los países vecinos llegan por lo menos al 15% y
como máximo al 26% en este campo. Unesco recomienda destinar el 7% del PIB sólo a educación,
y Brasil recientemente aprobó utilizar el 10% en
este tema.
La inversión social en infancia como porcentaje
del PIB ha disminuido del 6% al 4,6% entre los
años 2000 y 2011, de la misma forma que como
componente del gasto público de la administración central, que retrocedió tres puntos porcentuales de 2001 a 2007.
¿Cuáles son los retornos de
esta inversión?
Los primeros mil días a partir del inicio del embarazo hasta el segundo cumpleaños del bebé
son críticos para el desarrollo humano a largo
plazo. Una nutrición adecuada durante este periodo produce beneficios para toda la vida: crecimiento sano y desarrollo del cerebro, sistema inmunológico más fuerte, cociente intelectual más
alto, mejor desempeño escolar, mayor potencial
productivo. Se estima que una nutrición adecuada en los primeros mil días de los niños y niñas
podría potenciar un ahorro a nivel global de 20
a 30 billones de dólares en gastos de salud, incrementar la ganancia en productividad de hasta
138 dólares por cada dólar invertido y elevar el
PIB en un 3% anualmente.
Pero no invertir genera costos: niños y niñas llegados a la edad productiva sólo podrán acceder
a empleos de baja calidad, serán más propensos a enfermedades que supondrán significativas
cargas al sector de la salud pública. Igualmente,
serán menos productivos y el Estado deberá invertir ingentes recursos en la búsqueda de nivelar sus
capacidades, de forma a promover la empleabilidad y, con ello, el acceso a mejores empleos, así
como apoyarlos con programas de protección.
En Paraguay se estimó que los costos totales de
la desnutrición al año 2005 alcanzaron aproximadamente unos 149 millones de dólares. El costo
de la desnutrición fue un 37% superior a los gastos públicos en salud (incluyendo agua potable y
saneamiento básico) del año 2005.
Ante el inminente inicio de los procesos de envejecimiento acelerado de nuestra población y de
la progresiva disminución de la proporción de la
población en edades productivas, es imperiosa
la necesidad de fortalecer las capacidades de la
actual población infantil, que en el futuro tendrá
la responsabilidad de sostener a un país con una
realidad demográfica compleja y muy diferente a
la actual, que está pasando por su único e irrepetible bono demográfico.
Resumen elaborado a partir del documento:
“EL BIENESTAR DE LOS NIÑOS ES EL MEJOR
INDICADOR DEL DESARROLLO DE UN PAÍS”,
UNICEF - FRENTE POR LA NIÑEZ.
Abril 2013
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