otoño - Auditorio de Zaragoza

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AUDITORIO
DE ZARAGOZA
XVII
TEMPORADA
DE
GRANDES
CONCIERTOS
DE
OTOÑO
martes, 25 de octubre
20.15 horas
Al Ayre Español
Eduardo López Banzo
dirección y clave
octubre > enero
2011 | 2012
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© Marco Borggreve
Al Ayre Español
Premio Nacional de Música 2004 • Embajador de Zaragoza desde 2011
Al Ayre Español fue fundado en 1988 por Eduardo López Banzo con el propósito de hacer frente a los tópicos que
en aquel entonces rodeaban las interpretaciones de la música barroca española. El espíritu del grupo siempre
fue combatir estos clichés con rigor, excelencia en la interpretación y con la intención de insuflar nueva vida
a las músicas del pasado, haciéndolas parecer recién escritas, para así ofrecerlas al público contemporáneo.
El nombre del conjunto lo inspira el título de una Fuga, “al ayre español”, para guitarra del compositor de
Calanda (Aragón) Gaspar Sanz.
Con el paso de los años se ha convertido no solo en una formación prestigiosa sino en una filosofía de
interpretación, llenando de contenido la indicación de Gaspar Sanz con mucho oficio, reflexión e interpretaciones.
Al Ayre Español es una forma de hacer música y de disfrutar de ella que Eduardo López Banzo ha ido amasando
y que ahora es reconocida, solicitada y aclamada en todo el mundo, no en vano fue distinguido con el Premio
Nacional de Música 2004 otorgado por el Gobierno de España.
No haberse conformado con llegar a la excelencia de un conjunto especializado en música antigua, sino haber
hecho una filosofía musical “al ayre español”, ha permitido que el proyecto sea flexible y se haya adaptado a
la perfección a diferentes formatos, tales como la orquesta barroca, reconocida internacionalmente por sus
interpretaciones de Händel y Bach, y últimamente como orquesta clásico-romántica que ha abordado tanto en
concierto como en ópera obras de Haydn y Mozart.
Próximamente actuará en Asia, con conciertos en Singapur y Hong Kong, y en 2012 hará su debut en la
Filarmónica de Berlín, dentro de la programación oficial de su Fundación, y en la Temporada Ibermúsica en el
Auditorio Nacional de Madrid.
Al Ayre Español cuenta con el patrocinio del Gobierno de Aragón, Telefónica e Industrias Químicas del Ebro,
y mantiene un acuerdo de residencia con el Auditorio de Zaragoza.
ORQUESTA PATROCINADA POR
ORQUESTA RESIDENTE EN
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© Marco Borggreve
Eduardo López Banzo
dirección y clave
Eduardo López Banzo, nacido en Zaragoza en 1961, es uno de los directores europeos que con más convicción
ha hecho del historicismo su propia filosofía musical, con el propósito de aproximar a los músicos que dirige a
las fuentes y espíritu de cada composición, y que hace que la música, siglos después, aparezca otra vez como fresca
y novedosa para el oyente contemporáneo.
Clavecinista de formación, traslada a sus recreaciones la sutileza y ductilidad de la interpretación de este
instrumento. Dirige a los músicos como si moviera sus manos, y hace que respondan a las órdenes de su
cerebro como un todo orgánico. Esta forma de dirigir, de espectaculares resultados, lo ha convertido en un
director invitado especialmente atractivo para orquestas de gran calidad técnica y llenas de energía. Ha sido
invitado a dirigir a las Orquestas Sinfónicas de Tenerife, Galicia, Madrid y de la Comunidad Valenciana, así
como a conjuntos de instrumentos originales como las orquestas norteamericanas New York Collegium
y Philarmonia Baroque Orchestra de San Francisco, actuando en salas tan prestigiosas como el Jordan Hall de
Boston y Herbst Theatre de San Francisco, entre otras. También ha dirigido a la orquesta belga B’Rock o la polaca
Arte dei Suonatori.
En el terreno de la ópera, Eduardo López Banzo es uno de los principales especialistas en la producción
dramática de Händel en la actualidad. También ha participado en producciones escénicas en la Asociación
de Amigos de la Ópera de Bilbao (ABAO/OLBE) con Al Ayre Epañol, en el Palau de les Arts de Valencia con la
Orquesta de la Comunidad Valenciana, y en la Ópera de Kiel (Alemania) con la Philarmonisches Orchester
Kiel. Asimismo, ha impartido clases magistrales y cursos de especialización para las Universidades de Alcalá
de Henares, Zaragoza y Salamanca.
Futuros compromisos le llevarán a realizar su primera gira de conciertos en Asia, con conciertos en Singapur
y Hong Kong. En 2012 debutará en la Filarmónica de Berlín, dentro la programación oficial de su Fundación,
y en la Temporada Ibermúsica en el Auditorio Nacional de Madrid.
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Le Midi, Le Matin, Le Soir ossia L’Autunno, La Primavera, L’Estate
Sabemos que muchas de las sinfonías de Franz Joseph Haydn (1732-1809) presentan características programáticas
y relaciones extramusicales, sin embargo resulta imposible identificar las intenciones del compositor en la
mayoría de ellas a falta de un programa compositivo que se desconoce. Le Midi, Le Matin, Le Soir –La mañana,
El mediodía, La tarde–, las sinfonías más conocidas de su etapa de juventud, son uno de estos casos. Esta noche
voy a tratar de demostrar que Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi, y más concretamente los famosos sonetos
que escribió para aclarar sus intenciones al componerlas, podrían ser ese programa.
El origen de las sinfonías
El 19 de marzo de 1761, el conde Ferdinand Maximilian Franz Morzin ofreció un concierto con música de
Joseph Haydn, su maestro de capilla, con la asistencia de uno de los nobles húngaros más ricos e influyentes de
Viena, el príncipe Pál Antal Esterházy, quien era un gran aficionado a la música. Este quedó tan impresionado
que inmediatamente hizo una oferta al maestro, sin duda con el consentimiento de Morzin, quien atravesaba
serias dificultades económicas y había tomado la decisión de despedir a su orquesta. Haydn se puso a trabajar
inmediatamente, a pesar de que el contrato se formalizaría oficialmente el 1 de mayo de 1761, y permanecería al
servicio de los Esterházy la mayor parte de su vida.
Gregor Joseph Werner, maestro de capilla del príncipe desde hacía muchos años, era un músico modesto y
algo anticuado que, sin embargo, había prestado buenos servicios. Por tanto, Pál Antal tomó la decisión de
conservar a Werner al frente de la música religiosa de su capilla, nombrando a Haydn vicemaestro encargado de
la música instrumental y concediéndole el privilegio de constituir una orquesta que pudiera abordar con éxito sus
modernas y exigentes composiciones. Con Haydn, como responsable de las veladas musicales de su palacio en la
Wallnerstraße, donde acudía toda Viena, el aristócrata pretendía iniciar una era de esplendor musical en su casa.
Haydn recibió el encargo de componer la trilogía al poco de incorporarse a su nuevo trabajo. Según Albert
Christoph Dies, el único de sus biógrafos que ha contado el origen de estas obras, “el príncipe Esterházy dio a
Haydn los cuatro períodos del día (mañana, mediodía, tarde y noche) como tema compositivo y él los escribió en
forma de cuartetos, que son muy poco conocidos”. Sin embargo, el relato es muy confuso: las composiciones que
se escribieron no son cuartetos y fueron bastante conocidas en su época; además, se ha tratado de averiguar si el
ciclo, que sin la noche queda inconcluso, llegó o no a completarse, cotejando las sinfonías que Haydn escribió en
estos años y tratando de identificar Le Nuit, sin éxito. Por lo tanto, o bien se ha perdido o, por las circunstancias
que sean, nunca existió. El relato de Dies, pese a su escasa fiabilidad, es valioso en cuanto nos informa de que
la idea del ciclo partió del príncipe y, por tanto, podemos sospechar que en la génesis del proyecto se trataron
aspectos relativos a la estética y el argumento a desarrollar, entre otras cuestiones.
Desconcierta la escasa relación que parece existir entre los títulos y el contenido de estas sinfonías, y algunos
estudiosos sugieren que podrían referirse al momento del día en que fueron interpretadas. El breve comienzo
de Le Matin, un crescendo orquestal evocador de la aurora matinal, es el único momento en que parece haber una
estrecha relación entre el título y su contenido, pero es curioso que nadie se haya preguntado qué afinidad hay
entre Le Soir y una tempesta (el último movimiento de dicha sinfonía), a no ser que la tarde sea… una tarde de
verano. La fecha exacta del estreno, que tuvo lugar en 1761, sigue siendo desconocida, aunque los estudiosos de la
obra de Haydn la sitúan entre los meses de junio y diciembre de ese año. Sin embargo, una broma musical que he
identificado en la partitura de Le Midi proporciona una pista que ayuda a datarlo en torno a diciembre. ¿Quizá el
26 de diciembre para festejar el aniversario de boda de los Esterházy?
Música pastoral
La extraordinaria fama de Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi, había convertido el ciclo en una pieza de culto
admirada en toda Europa y, veinticinco años después de haber sido publicadas, todavía eran composiciones
muy apreciadas en Viena. Probablemente, Haydn las interpretó en más de una ocasión para su antiguo patrono,
el conde Morzin, pariente del conde bohemio Venceslav von Morzin, a quien Antonio Vivaldi había dedicado
Il cimento dell’armonia e dell’invenzione Op. 8 (que incluye el ciclo de las estaciones). Esta colección también
formaba parte, además de otras muchas composiciones del compositor veneciano, del repertorio de la orquesta
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de Esterházy, gran apasionado de la música italiana, y Las cuatro estaciones eran sus composiciones favoritas.
Al parecer, el príncipe tenía una especial inclinación por la música programática y es muy probable que sea él
quien encargase a su Kapellmeister Werner, en 1748, un Neuer und sehr curios Musicalischer Instrumental-Calendar
(Calendario musical). La extravagante obra se compone de doce suites para dos violines y continuo, una por
cada mes del año, a su vez divididas en cuatro o cinco movimientos, relativamente breves, con títulos muy
pintorescos: Ranas croando, El hortelano, El poltrón, La cantina, El tonelero...
“Siempre habíamos supuesto que Vivaldi, y especialmente Le Quattro stagioni, estaban detrás del estilo de las
sinfonías 6, 7 y 8 …”, decía Robbins Landon, uno de los más importantes especialistas en la obra de Haydn.
Sin embargo, el maestro austríaco no solo se inspiró en el estilo de Vivaldi –las sinfonías son, en su conjunto,
un homenaje a la música italiana– sino ante todo en los sonetos que el autor veneciano publicó junto a los
conciertos, animado por los numerosos intérpretes profesionales y aficionados que querían conocer el significado
de muchos pasajes (hoy en día los sonetos siguen siendo indispensables para interpretar convincentemente
Las cuatro estaciones). Probablemente, Esterházy, un hombre que cumplía 50 años en 1761, y al que la música
del prete rosso le recordaba su juventud y sus frecuentes viajes a la adorada Italia, quiso probar la valía y el talento
de Haydn enfrentándole en este primer encargo al interesante reto de componer una versión moderna de las
estaciones vivaldianas.
Las cuatro estaciones y nuestra trilogía, ambos ciclos concebidos en el seno de una sociedad que amaba
profundamente las cualidades descriptivas y pictóricas de la música, pertenecen al género pastoral, una de las
más antiguas y conocidas tradiciones artísticas europeas. Son numerosas las obras musicales de este estilo que
surgieron desde el siglo XVII –el Orfeo de Monteverdi es un notable ejemplo– , y su influencia perdurará hasta
bien entrado el siglo XIX cuando Beethoven escribe su sexta sinfonía Pastoral que, como Le Soir, también incluye
una tormenta (uno de los tópicos más comunes del género).
Es quizá en este contexto donde podemos vislumbrar el vínculo entre las partes del día y las estaciones.
En efecto, las cuatro partes del día, las cuatro estaciones, los cuatro temperamentos, las cuatro edades del
hombre, etc., son ciclos de la poesía pastoral griega y romana frecuentemente relacionados entre sí. Sin
embargo, en los primeros tiempos de la antigua Grecia el día se dividía en tres partes –las primeras horas de la
mañana, mediodía y las primeras horas de la tarde–, y a su vez, las estaciones, en época de Homero y Hesíodo,
también eran tres (primavera, verano e invierno). Esterházy, profundamente inmerso en la estética neoclásica
(en septiembre de 1761 estaba ya planeando la inauguración de su nuevo teatro en Eisenstadt con la ópera Acis
y Galatea, un drama pastoral griego cuya música encargaría a Haydn), pudo proponer a su vicemaestro esta
versión clásica de las estaciones/horas alejada de la barroca y excesiva versión vivaldiana, lo que quizá también
podría explicar la ausencia de L’Invernoy, su sustitución por el otoño.
¿Sinfonías?
La trilogía no es una obra primeriza, como su numeración parece dar a entender –el catálogo publicado hace
unos cincuenta años por Anthony van Hoboken no está ordenado cronológicamente–, y le preceden al menos
diecisiete sinfonías, escritas mientras estaba al servicio del conde Morzin. Su clasificación no es fácil y los
numerosos manuscritos, copias y ediciones del siglo XVIII denominan estas obras de muchas maneras:
divertimentos, sinfonías, sinfonías concertantes, parthia… El hecho de que Haydn, quien tenía la costumbre
de usar al comienzo de sus partituras la indicación “sinfonía”, no especifique nada en el manuscrito original de
Le Midi, el único que se conserva, demuestra que el propio compositor albergaba dudas al respecto.
Aunque ya en vida del compositor se decidió catalogar a estas obras como “sinfonías”, sus peculiares características
las distinguen notablemente del resto. El lenguaje instrumental otorga un gran protagonismo a cada miembro
de la orquesta: los instrumentos de viento adquieren una especial relevancia, especialmente el fagot, cuyos
solos son muy excepcionales en la escritura de Haydn en esta época; la flauta travesera, que relaciona la trilogía
con la estética pastoral y aparece por vez primera en unas “sinfonías”, tiene una destacada participación,
probablemente sugerida por el príncipe, que sentía predilección por ella (Pál Antal Esterházy pudo ser el flautista
que interpretó la breve parte de segunda flauta en el segundo movimiento de la sinfonía Le Midi); los dos violines
solistas y el violonchelo principal, el antiguo concertino del concerto grosso barroco, encarnan el espíritu de
la vieja música barroca italiana, y tienen pasajes de un gran virtuosismo; el violone (instrumento más grave
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de la orquesta) tiene tres intervenciones reservadas al trío del minueto, un momento aparentemente menor
donde Haydn suele escribir pasajes muy sensibles, sirviéndose del humor o buscando un clima de intimidad.
Todos estos recursos convierten a estas obras en una especie de híbrido entre la moderna sinfonía clásica y el
concerto con molti istromenti vivaldiano, cuyo ejemplo más ilustre durante la época barroca son los Conciertos
de Brandemburgo de Bach. El compositor llevó a cabo un experimento muy personal que no volvería a repetir y
cuyas consecuencias se hacen notar en numerosas sinfonías posteriores.
La trilogía fue un gran logro personal para Haydn, quien, con 29 años de edad cuando acometió el encargo,
aprovechó el esfuerzo para alcanzar varios objetivos. Por un lado, tuvo que quedar claro a toda la familia Esterházy
que su ViceCapellmeister era una de las mejores mentes musicales de Europa, asimismo demostró al príncipe la
calidad de la orquesta que había reunido en pocos meses, le escribió un breve y sencillo pasaje de flauta para
su satisfacción como instrumentista y le regaló, si mi teoría es cierta, una de las escenas de caza musicales más
trepidantes que se han escrito. También los músicos deben haberse sentido halagados, al ponerles en los atriles
una partitura de tanta calidad y con tantos momentos de lucimiento instrumental, y escribió unas sinfonías que,
aun siendo un elegante homenaje a la música de Corelli y Vivaldi, no dejaban de ser música perfectamente puesta
al día. La paráfrasis que Haydn hace de los sonetos vivaldianos responderían a los nuevos aires estéticos que
se respiraban en la Viena de 1761. La interpretación dramática, cargada de tensión, repleta de dinamismo,
volcánica en ocasiones de la versión vivaldiana se transforma en Haydn en una visión más naturalista,
racional y equilibrada a la manera griega, que con una apariencia de simplicidad y equilibrio es una sofisticada
representación de la naturaleza rústica.
He intentado transmitir, en estas breves líneas, el estado de mis investigaciones en torno a una hipótesis que
espero resulte mínimamente convincente para los oyentes del concierto de esta noche. Haydn a menudo retrató
asuntos extramusicales (y programáticos) en sus sinfonías, pero no hay duda de que su efectividad depende
del previo conocimiento de las asociaciones buscadas por el compositor y no de las cualidades inherentes a la
música. Las prácticas interpretativas posteriores al siglo XVIII desdeñaron con frecuencia las connotaciones
pictóricas y descriptivas de la música. Si esta noche conseguimos demostrar la relación que puede existir entre
las estaciones de Vivaldi y las horas del día de Haydn me consideraré satisfecho, e se non è vero, è ben trovato!
El Divertimento para cembalo
Georg August Griesinger, en su fiel biografía, describe con detalle, en palabras del propio Haydn, su forma de
componer, siempre con la ayuda de un teclado: “Me siento al teclado, comienzo a improvisar… Tan pronto como
una idea me entusiasma todos mis esfuerzos se dirigen a desarrollarla y a fundamentarla en los principios del
arte”. Griesinger nos cuenta también que Haydn criticaba el hecho de que muchos compositores no supieran
cantar: “El canto debe considerarse un arte perdido: en vez de cantar, la gente permite que los instrumentos
dominen”. Esta hermosa pieza para teclado, escrita en torno a 1760, un poco antes de las sinfonías, posee todas
estas cualidades además de las dosis de humor que casi siempre acompañan las composiciones del maestro.
Eduardo López Banzo
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PROGRAMA
COMPONENTES
Franz Joseph Haydn
PRIMEROS VIOLINES
Farran James
Francesco Colletti
Jorge Jiménez
Ander Berrojalbiz
(1732-1809)
Le Matin, Le Midi, Le Soir
PRIMERA PARTE
SEGUNDOS VIOLINES
Luca Giardini
Félix Ferrer
Alejandro Garrido
Esther Pons
VIOLAS
Kepa Arteche
José Manuel Navarro
Divertimento para cembalo, Hob. XVI:14 (ca. 1761)
Allegro moderato
Menuet - Trio
Finale: Presto
duración aproximada 10 min
Sinfonía n.º 6 en Re, Hob. I:6 “Le Matin” (o “L’Autunno”) (1761)
Adagio - Allegro
Adagio - Andante
Menuetto - Trio
Finale: Allegro
VIOLONCHELOS
James Bush
M. Á. Aguiló
VIOLONE
Xisco Aguiló
duración aproximada 22 min
SEGUNDA PARTE
Sinfonía n.º 7 en Do, Hob. I:7 “Le Midi” (o “La Primavera”) (1761)
Adagio - Allegro
Recitativo - Adagio
Menuetto - Trio
Finale: Allegro
TRAVERSOS
Marco Brolli
Marina Durany
OBOES
Pedro Lopes e Castro
Albert Romaguera
duración aproximada 18 min
Sinfonía n.º 8 en Sol, Hob. I:8 “Le Soir” (o “L’Estate”) (1761)
Allegro molto
Andante
Menuetto - Trio
La Tempesta (Presto)
FAGOT
Carles Cristóbal
TROMPAS
Krzysztof Stencel
Dominika Stencel
duración aproximada 23 min
Al Ayre Español
Eduardo López Banzo > dirección y clave
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COLABORA
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Realiza: Fototype • D.L.: Z-3566-2011 • La organización se reserva el derecho de variaciones de días y sustituciones de orquestas, solistas y programas por causas obligadas de fuerza mayor.
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