La ducha (1999), de Zhang Yang Sinopsis La segunda película del joven Zhang Yang ganó el premio al Mejor Director en el pasado festival de San Sebastián. El galardón certifica el buen momento que el cine chino vive desde que una nueva generación de cineastas comenzó un proceso re renovación con respecto al cine oficial que se hacía hasta entonces. De hecho, La ducha plantea precisamente los conflictos que en la China actual provoca la convivencia de una tradición milenaria con los aires de modernidad que han ido entrando al país. El protagonista es un hombre que, tras dejar su pueblo en busca de la prosperidad en la ciudad, vuelve con su familia y acaba integrándose en el negocio familiar: una casa de baños, espacio de convivencia social muy arraigado a las costumbres más antiguas de la cultura oriental. Crítica El director Zhang Yang ha dirigido un equipo con la intención de guardar un trozo de memoria. Su atención se ha centrado en un local y en tres personajes. La memoria necesita de recipientes que la conserven y ese baño público funciona como piscina en la que mezclar las tensiones de los tres protagonistas. La exposición de la historia es tan simple como el proceso de darse un baño. Aparentemente es algo que esta al alcance de todos, pero no siempre se consigue que funcione. Aquí, sin embargo, todo funciona con la precisión de un manual sin que en ningún momento el tono se vuelva demasiado académico. El esquema es sencillo, pero el mérito está en cómo lograr que esa historia vaya por delante de la teoría. Zhang Yang toma una historia coral y la mantiene en un nivel continuo a lo largo de toda la película. Que la base sea simple no quiere decir que conservar ese tono sea sencillo. El equipo de guionistas lo componen cinco personas y su labor, más que la de añadir, parece haber sido la de quitar elementos. El tema del reencuentro, de la nostalgia y la pérdida tiene tantos parásitos añadidos que invitar a una historia a moverse por él es un riesgo. Algo tan difícil como tener una tarta delante y conformarse sólo con las fresas que la adornan. Puestos a comer dulce, puede pensarse, cuanto más mejor. Aquí, esas tentaciones se han dejado aparte y solo se han permitido algunas concesiones con el humor. En ciertos momentos se le permite al público que vaya por delante para descubrir que sus intuiciones sobre ese cantante amateur o sobre esa cita en el baño de la pareja era como se imaginaba. Pero deben verse como pequeños juegos, no como cambios de tensión en una película que sabe muy bien adonde va. Y ese final es el previsible, el que ya conocemos, el que hemos experimentado en esos paseos con los que conocían el lugar y nos hablan de cuando ahí había una tienda, ahí un prado y ahí una pequeña casa con animales. No podía Zhang Yang hacer un juego de manos con una solución fácil. Todos sabemos el final y todo el trabajo tiene que verse en el planteamiento del problema. El director utiliza un juego de memorias para hablarnos del cambio y, para evitar la fácil nostalgia, coloca en el centro a un personaje que no añora su pasado, que valora lo que hace y como lo hace. Frente a ese anciano, su hijo, que no sólo no conserva ese pasado, sino que manipula su propio presente ante su mujer. Entre ellos, la presencia de un retrasado como nexo, quizás como sugerencia de la dificultad de una solución. El planteamiento de Yang no es el de criticar lo que viene, sino el de presentar lo que se pierde. Y lo que se pierde no es un local, sino un símbolo. Uno de esos sitios de reunión en los que sentirse parte de una comunidad. Igual que no es necesario haberse paseado por el Amazonas para lamentar su devastación, tampoco hay que ser chino para entender que se pierde con esos baños en los que jamás hemos estado. En estos tiempos de crítica del concepto de globalización, viene bien encontrarse con películas como esta que sirven para recordarnos que si que hay cosas globales que tienen valor y que se encuentran bastante alejadas de la mera Es posible que el estilo narrativo se acerque más a propuestas occidentales que interpretación económica. orientales, no lo sé, pero, en cualquier caso, Yang da una buena lección de como manejar un tema tan pegajoso como este y salir con las manos limpias. Es en estos casos cuando se hace evidente que el cine tiene una función social. Que llega adonde no va a llegar nunca una ONG o un Estado. Que tendrá que hacer de abuelos para contarnos esas historias que debimos escuchar en su momento y de las que nos alejo la pereza, las prisas o la enfermedad. Y nosotros estaremos pendientes, pidiendo esas historias similares que necesitamos escuchar y de las que no nos cansamos, se llamen El baño turco o, ahora, La ducha. Entrevista al director E.R. Tant La ducha com Quitting són films que giren al voltant de la família, considerada un dels pilars de la societat xinesa. ¿Hi ha algun element autobiogràfic en aquesta insistència? Z.Y. És un tema que m’interessa molt, perquè la família constitueix una part molt important de la vida dels xinesos. La meva experiència personal deriva d’una relació molt difícil amb el meu pare. Va costar molt trobar una forma de comunicar-nos i aquest tema, les barreres existents entre dues generacions, apareix de forma sistemàtica a tots els meus films. ER Abans de debutar com a realitzador, vostè va dirigir una adaptació teatral d’‘El beso de la mujer araña’ a partir de la novel ·la de Manuel Puig. Quines diferències aprecia entre el cinema i el teatre? Z.Y. Es tracta de dos mitjans molt diferents. El director, al teatre, té molt més temps per treballar amb els actors perquè el mitjà és molt més simple. que li resten temps per comunicar-se amb els actors. A canvi, l’impacte social del cinema és molt més gran que el del teatre. E.R. Es troba còmode treballant a la Xina? Z.Y. Ara és molt millor que fa alguns anys. L’èxit internacional de Tigre & Dragón ens ha afavorit a tots els cineastes xinesos. E.R. ¿Pot avançar alguna cosa sobre el seu pròxim projecte? Z.Y. Ara mateix estic escrivint el guió. Es tracta d’una història que transcorre a la Xina des de la dècada dels setanta fins a l’actualitat i mostra els principals canvis que ha experimentat la societat. Fragment de l’entrevista apareguda al diari Avui, 2 de març de 2002 Fitxa tècnica Direcció Guió Muntatge Música Fotografia So Zhang Yang Zhang Yang, Liu Fendou, Hou Xin, Diao Yinan i Lai Shangjung Yang Hongyu Ye Xiao Gang Zhang Jian i Ye Xiao Gang Lai Qizhan Intèrprets Zhu Xu, Pu Cun Xin, Jiang Wu, Li Ding, Feng Shun, He Bing, Du Peng, Sui Yongqing, Hu Beibei.