Italia 1934 - ABCD On Line / Winisis On Line

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Los Campeonatos del Mundo
Por Eduardo Rafael
El sueño del dirigente holandés Hirschmann de organizar un torneo mundial de fútbol,
finalmente lo concretó el francés Jules Rimet, presidente de la FIFA a partir de la muerte
del inglés Woolfall, en 1918. Sobre el plafón de los éxitos de publico en los Juegos
Olímpicos de París y Amsterdam, Rimet, ex jugador y desde siempre alentador de una
competencia internacional, formo una comisión especial que estudió la posibilidad de
organizar un campeonato mundial abierto a los mayores profesionales, no sólo con los que
cumplían la regla olímpica.
El 28 de mayo de 1928, en Amsterdam, el congreso de la FIFA ratificó la propuesta de
Rimet, estableciéndose que se juegue a partir de 1930 cada cuatro años, es decir, dos años
después de los Juegos Olímpicos. Para albergar la primera edición del mundial se
presentaron las candidaturas de seis países: Hungría, Italia, Holanda, España, Suiza y
Uruguay. Las razones del país sudamericano fueron más convincentes: dos títulos
olímpicos, celebración del centenario de la independencia política, asunción de todos los
gastos (viajes y alojamientos de los participantes), con división de las eventuales utilidades.
Frente a los argumentos de la Federación Uruguaya, cayeron las otras candidaturas y el 18
de mayo de 1929, en Barcelona, en ocasión del 18° Congreso de la Federación
Internacional, Uruguay fue designado como país organizador del primer campeonato
mundial de 1930. Comenzó aquel día la gran aventura de la Copa del Mundo.
Los dos trofeos Rimet
En el congreso de la FIFA de mayo de 1928, en Amsterdam, además de la institución de
la copa del mundo a disputarse cada cuatro años a partir de 1930, fue acogida la propuesta
de Rimet de asignar al vencedor una obra de arte. La FIFA comisionó el trofeo al escultor
parisino Ábel Lafleur, quién lo realizó en 1929.
En la copa, que sería entregada a la federación que hubiera ganado tres veces aunque no
consecutivas el titulo mundial, figuraba la diosa alada de la victoria con los brazos alzados
sosteniendo una pelota. La estatuilla, fabricada en oro macizo sobre una base de piedra
semipreciosa, tiene 30 cm. de altura y cuatro kilos de peso, y costó en la época 50 mil
francos suizos, alrededor de 40 mil dólares de hoy.
Este trofeo sufrió diversas vicisitudes. El italiano Ottorino Barassi, vicepresidente de la
FIFA, durante la Segunda Guerra Mundial logró salvar de las redadas nazis el trofeo que el
equipo "azzurro" conquistó por segunda vez consecutiva en 1938, escondiéndolo bajo la
cama en una caja de zapatos.
El 20 de marzo de 1966, diez años después de la muerte de Jules Rimet y veinte desde
que fuera bautizado con su nombre, éste fue robado de una sala donde era expuesto para
una muestra filatélica en el Central Hall de Westminster, en Londres, poco más de tres
meses antes del mundial de Inglaterra.
Intervino Scotland Yard, pero la estatuilla fue recobrada una semana más tarde bajo un
árbol de un jardín en la periferia de Londres, gracias al olfato de un perro llamado
“Pickles”, que pasó a ser ese día más famoso que Lassie.
En 1970 en México, ganándola por tercera vez tras los éxitos de 1958 y 19ó2, Brasil se
adjudicó definitivamente la Copa Rimet y parecía que el trofeo iba a encontrar reposo final
en la sede la Confederación Brasileña en Río de Janeiro, pero en 1983 fue robada por
segunda vez y probablemente fundida por los ladrones.
El 30 de diciembre de 1988 en Ipanema, en la zona sur de Río de Janeiro fue asesinado
por siete balazos Antonio Carlos Aranha, implicado en el famoso robo de la Rimet. La
policía averiguó que fue matado por dos de los cómplices del hurto, por un arreglo de
cuentas, dado que Aranha habría revendido el oro obtenido de la fundición del trofeo sin
repartir con ellos el botín. La Confederación Brasileña de Fútbol había decidido en 1984,
hacer una copia.
La FIFA
El 12 de junio, en México, el Brasil de Pelé, único jugador del mundo que ganó tres
mundiales, se adjudicó definitivamente la Copa Rimet. La FIFA se encontró en la
necesidad de poner en juego un nuevo trofeo y para su realización organizó un concurso.
Fueron presentados a la Federación Internacional 53 modelos por parte de fabricantes de
trofeos deportivos de siete piases. Por unanimidad, fue elegido el proyecto del escultor
milanés Silvio Gazzaniga, presentada por la firma italiana Bertoni.
La nueva Copa del Mundo FIFA, puesta por primera vez en juego en la décima edición
del mundial en 1974 en Alemania, fue fabricada en oro macizo de 18 kilates, pesa 4.950
gramos y tiene 36 centímetros de altura. Esta es la descripción que de ella hizo él artista:
"Las líneas suben desde las bases alzándose en espiral, para dilatarse para recibir al mundo.
De las tensiones dinámicas en relieve sobre la masa compacta de la escultura, emergen las
figuras de dos atletas en el extasiante momento de la victoria".
No está prevista ninguna asignación definitiva de la Copa, que queda en propiedad de la
FIFA. El equipo ganador del título recibe una copia, no en oro matizo sino en plata bañada
en oro. La superficie en la base de la Copa y por su disposición permite 17 inscripciones de
nombres de equipos ganadores. Hasta ahora figuran inscriptos los de ALEMANIA
FEDERAL(1974), ARGENTINA (1978), ITALIA (1982) y ARGENTINA (1986). El
último espacio útil para inscripciones será ocupado en el año 2.038. El costo del trofeo fue
de 20 mil dólares.
Uruguay 1930
El mundo en 1930
El1930 el mundo vivía la pesadilla de la "gran crisis". Todo había comenzado el 24 de
octubre de 1929, entre los rascacielos de Nueva York, en un paraíso terrestre artificial
llamado Well Street. Es el corazón de la economía mundial, sede de la bolsa y de los más
poderosos bancos. Por años los hombres de negocios, y hasta los pequeños ahorristas,
consideraron a Wall Street como la catedral del bienestar, recogiendo dividendos de unos
papeles llamados acciones. Pero un buen día corrieron voces que las acciones habían
llegado al punto máximo de su parábola y el imperativo de todos fue “vender”. Sólo
algunos, unos pocos, recobraron su dinero, pero en poco tiempo, éste se esfumó.
Fue el famoso crack del 24 de octubre de 1929, día que pasó a la historia como el 11
jueves “negro”. Quebraron 640 bancos, 75.000 ahorristas perdieron su dinero, el número de
banqueros suicidados y de industrias cerradas fue muy grande. En los Estados Unidos los
desocupados eran cuatro millones y medio, pero la plaga era mundial. En Alemania los
desocupados eran tres millones y medio y los nazis de Hitler, que acusaron la caída de la
bolsa a los banqueros judíos, obtenían en las elecciones 6.500.000 de votos y crecieron de
12 a 107 escaños en la Reichtang.
Mientras tanto, en Latinoamérica, se vivían momentos de efervescencia política y las
consecuencias del Wall Street también se harían sentir. En Centroamérica Rafael Trujillo
sucedía a Horacio Vázquez, iniciando de este modo una larga paternidad en la República
Dominicana. En el vecino Haití, en tanto Stenic Vincent ganaba las elecciones.
Los grandes de América del Sur, Brasil y Argentina, se conmovían en sus estructuras
políticas. Argentina con el golpe del general Uriburu, que abrió la brecha a otros
levantamientos militares posteriores. En Brasil, con la marcha de Getúlio Vargas, aparece
el “varguismo” como fenómeno político que marcaría sus próximos años.
Uruguay, Primer Campeón
Se jugó del 13 al 30 de julio. Participaron: Brasil, Argentina, Chile, México, Bolivia,
Perú, Paraguay, Estados Unidos, Francia, Yugoslavia, Bélgica, Rumania y Uruguay.
Desde el anuncio de Tobidabo (Barcelona), cuando en mayo de 1929, la FIFA le asignó
la organización del Primer Mundial, Uruguay multiplicó sus esfuerzos para presentarse
dignamente a la cita del año próximo a pesar de que la situación económica del país, que
iba hacia una crisis como consecuencia del crack de Wall Street. El proyecto fue hacer
jugar todo el Mundial en Montevideo (que en 1930 contaba con 600.000 habitantes, más de
un tercio de la población del país) y un sólo y gigantesco estadio a construir en el campo
"Chivero" y que se llamaría “Centenario”, por el aniversario de la independencia nacional.
Mientras ocho meses antes se comenzó la construcción de las instalaciones con trabajos
siempre más febriles para recuperar retrasos debidos a la lluvia y a la existencia de una capa
de agua debajo del terreno -equipos de obreros trabajaron en turnos nocturnos a la luz de
reflectores- Europa en plena crisis económica no manifestaba particular interés por el
Mundial.
A dos meses del comienzo del torneo, ningún país del viejo continente había aún
confirmado su participación, mientras que en América la adhesión era entusiasta con la
inscripción de Brasil, Argentina, Chile, México, Bolivia, Perú, Paraguay y Estados Unidos.
Cuatro europeos, pese a la presión sobre la FIFA, aceptaron finalmente cruzar el océano:
Francia, Yugoslavia, Bélgica y Rumania, llevando así a 13 el número de participantes.
Hubo amargura en el Río de la Plata por la renuncia de Italia, país que cuenta con
muchos inmigrantes en ésas tierras y que sufriera cuatro años más tarde el boicot de
Uruguay como represalia. Inglaterra estaba fuera de la FIFA desde el congreso de
Amsterdam por la disputa entre amateurismo y profesionalismo. A bordo de la nave italiana
"Conte Verde", que zarpó de Villafranche Sur Mer, viajaron rumanos, franceses y belgas,
en companía de Jules Rimet y de los delegados de la FIFA, con la Copa del Mundo.
Cumplieron la travesía sobre el Atlántico en casi un mes, comprometiendo su mejor forma.
Lo mismo le sucedió, aunque en menor medida, a los yugoslavos que navegaron a bordo
del Florida, zarpado de Marsella.
En Uruguay era invierno y dado que el estadio Centenario no pudo ser utilizado el
domingo 13 de julio, para dar comienzo al torneo, se decidió inaugurarlo con dos partidos:
Francia-México y Estados Unidos-Bélgica en los estadios de Nacional (Parque Central) y
Peñarol (Pocitos). El primero de los 1.328 goles de los Mundiales de Fútbol fue marcado
por un francés, Lucien Laurent, insider izquierdo (como se decía antes), los 13 minutos,
cuando batió al arquero mexicano Bonfiglio. Los Estados Unidos, reforzados con siete
escoceses naturalizados, le infligieron 3-0 a Bélgica. El fútbol europeo se redimió con
Yugoslavia y Rumania, que vencieron respectivamente a Brasil y Perú.
El día del centenario de la independencia oriental, 18 de julio, el Centenario estuvo
finalmente listo (costó un millón y medio de pesos uruguayos) y fue inaugurado con el
partido Uruguay-Perú ante 80.000 espectadores. Los locales ganaron con un gol del
“Manco” Castro, a los 30 minutos del segundo tiempo. Argentina y Uruguay pasaron a la
final tras eliminar en la semifinal a Estados Unidos y Yugoslavia, respectivamente, ambos
con el marcador 6-1.
La final se jugó el 30 de julio: fue la repetición de la final da los Juegos Olímpicos de
Amsterdam, en 1928. El encuentro fue minuciosamente preparado por las autoridades
uruguayas. Desde Buenos Aires llegaron entre la niebla diez embarcaciones con casi 15.000
hinchas argentinos. Algunos buques quedaron bloqueados por la niebla y atracaron tarde
con más de mil "porteños" que intentaron en vano entrar en un estadio repleto: se calcula
que fueron 80.000 los espectadores.
Se temían incidentes. En los ingresos, policías de civil revisaban a los espectadores. El
mismo árbitro, el belga John Langenus, que había dirigido Uruguay-Perú, Argentina-Chile
y Argentina-Estados Unidos y que, reclamado desde Buenos Aires para la final, había
pedido un seguro de vida y la protección de por lo menos un centenar de policías, también
fue revisado a la entrada del estadio.
Antes de salir al campo de juego, los capitanes de los dos equipos, discutieron por la
pelota a utilizarse en el partido. Los argentinos querían imponer la suya, más liviana que la
uruguaya. Por fin, el arbitro decidió, salomónicamente, utilizar una pelota por tiempo y el
sorteo determinó que se jugaría la primera etapa con la pelota argentina. Esta situación hizo
que la iniciación del encuentro se demorara media hora.
Los argentinos tenían buenos motivos para querer jugar con su pelota, ya que se fueron
en ventaja al descanso por 2-1, después de haber sido sorprendidos por un gol de Dorado, a
los 12 minutos, el formidable ataque argentino pasó a ganar con un, gol de Carlos Peucelle
(20') y con otro de Guillermo Stabile (37'). Los uruguayos, comandados por José Nasazzi,
considerado el primer jugador polifuncional de la historia del fútbol mundial, primero
delantero, después defensor, y por un espléndido Leandro Andrade (la “Maravilla Negra”,
como fue definido en los Juegos Olímpicos de París de 1924), pusieron en dificultades a los
defensores argentinos. El empate llegó a los 57 minutos, cuando Pedro Cea superó a
Botasso con un disparo cruzado. Diez minutos después, Iriarte volvió a vencer al arquero
argentino con un remate desde 30 metros. Argentina reaccionó y Andrade salvó sobre la
línea un tiro de Varallo, pero un minuto antes del final, el “Manco” Castro, reemplazante de
Anselmo, quién inexplicablemente se negó a jugar la final, selló el 4-2 con un gol de
cabeza. Uruguay celebró el triunfo como una fiesta nacional. Es imaginable la decepción
que se apoderó de la afición argentina: acusaron a sus jugadores de cobardía en la final y el
Consulado de Uruguay en Buenos Aires fue objeto de la furia argentina.
El resquemor que dejó el resultado y el trámite del juego determinó que las asociaciones
de Uruguay y la Argentina suspendieran futuros enfrentamientos. Recién volvieron a jugar
cinco años más tarde, en Lima, y con una condición: ninguno de los dos equipos podía usar
sus colores oficiales (el celeste los uruguayos; el celeste y blanco de los argentinos),
hacerlo hubiera sido una incitación a la violencia. Ese fue el precio que debieron pagar por
ser protagonistas de la primera final de la Copa del Mundo.
Italia 1934
En 1934, cuando se jugó en Italia la segunda edición de la Copa del Mundo de fútbol,
era la época del moñito, de los zapatos con punta, del corte de cabello al estilo Rodolfo
Valentino. “La Gran Crisis” parecía tiempo pasado, aunque en los Estados Unidos existían
13 millones de desocupados, pese a que Franklin Delano Roosvelt había lanzado el “New
Deal”.
Pero el viejo continente estaba en ebullición. En Alemania, Adolfo Hitler era Jefe de
Estado después de la muerte del viejo presidente Von Hinderburg. Diarios, radio y cine
eran un solo monopolio, manejado hábilmente por Joseph Goebbels, y quién se oponía a los
planes del "Fuehrer" era eliminado. Tal vez el caso de Ernst Rohm, jefe de la SA, una
fuerza paramilitar que había facilitado la llegada de Hitler al poder. Rohm quería tener el
control del ejército, mientras que los generales le pidieron a Hitler "liberarlos de tal peste".
Hitler, quién ya tenia proyectadas sus conquistas bélicas, apoyó esta vez a los militares y
ordenó a la polic1a y a las "SS", las guardias creadas por el fiel Adolf Himmler, liberarlo de
Rohm.
En la “Noche de los cuchillos largos”, 1076 personas fueron asesinadas. Benito
Mussolini, el "Duce", que en aquel momento estaba en el poder en Italia y había creado el
fascismo, no tenía por entonces simpatías por los nazis. Envió divisiones a la frontera con
Austria, donde el canciller Dollfus fue asesinado, para dar a entender a Hitler que Italia no
estaba dispuesta a ser una provincia del Reich.
Y mientras Mao Tse-Tung iniciaba la "larga marcha" y la Liga de las Naciones aceptaba
a la URSS como estado miembro, América Latina se desangraba en una lucha fratricida, la
que enfrentaba a paraguayos y bolivianos en "la Guerra del Chaco", iniciada en 1932 y que
acabaría en 1935. Cerca de allí, en la Argentina, de desarrollaba un acontecimiento
histórico para el mundo católico: el Congreso Eucarístico Internacional, que reunió a un
millón de personas en una misa.
En el Ecuador iniciaba su presidencia José Velasco Ibarra, mientras en Brasil la
Constitución concedía a Getulio Vargas un amplio margen de acción. La oposición
brasileña se nuclearía en torno a Luis Carlos Prestes, fundador del Partido Comunista
brasileño, quién realizaría un levantamiento el año siguiente.
En Nicaragua moría Augusto Sandino, víctima de una intriga urdida por Anastasio
Somoza, quien impondría una larga dictadura en el país de Rubén Darío.
Italia Campeón.
El Mundial de 1talia se disputó entre el 27 de mayo y el l0 de junio de 1934.
Participaron estos 16 equipos: Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Francia, Alemania, Italia,
Holanda, Rumania, España, Suecia, Suiza, Hungría, Argentina, Brasil, Estados Unidos y
Egipto.
A pesar de la escasa resonancia que tuvo en Europa la primera edición, la FIFA previó
un mayor número de inscriptos en la segunda, y en el congreso de Berlín de 1931 aceptó la
propuesta española y húngara de fijar en 16 los participantes. Un año después, el 13 de
mayo de 1932, en Estocolmo, se asignó la organización del Mundial a Italia. Giovanni
Mauro había presentado a FIFA un compromiso del gobierno italiano (el régimen fascista
había intuido el relieve político del acontecimiento) diciendo que su país podía hacerse
cargo de los gastos en el caso que se produjera un déficit y “utilizar las numerosas y
florecientes ciudades italianas dotadas de magníficos estadios”.
Frente a estos argumentos, Italia le ganó la puja a Suecia (que retiró la candidatura) y
designó ocho ciudades sedes: Roma, Florencia, Turín, Génova, Milán, Bologna, Nápoles y
Trieste. Esta última, 56 años después, es la única de las ocho sedes que no fue incorporada
a Italia ’90. Al Mundial de 1934 adhirieron 32 de las 50 federaciones afiliadas a la FIFA y
los 16 finalistas salieron de doce grupos eliminatorios. No estaba aún en vigencia la norma
de clasificación automática para el anterior campeón. Uruguay, como protesta por las
defecciones europeas a su Mundial de 1930, no se inscribió, y fue la única vez que en un
Mundial faltó el último ganador.
Tampoco estuvo presente Inglaterra, en desacuerdo con la decisión de la FIFA. De los
países británicos sólo se anotó Irlanda, luego eliminado por Bélgica. Por un problema de
distancia geográfica (la que hay entre nueva York y México) Estados Unidos y México
jugaron su clasificación en Roma, el 24 de mayo, tres días antes del comienzo del Mundial,
algo realmente insólito.
Fue casi un campeonato exclusivamente europeo, porque de allende los mares sólo,
llegaron Brasil, Estados Unidos y la Argentina. Y ésta última con una formación
semiamateurs, en razón de sus mejores jugadores habían emigrado a Europa y en el medio
local se había logrado recientemente la unificación de las dos Asociaciones, mientras que
por el continente africano sólo estuvo Egipto. Los tres equipos sudamericanos y el africano
fueron eliminados enseguida, en los octavos de final. Los favoritos, que eran Austria y
Checoslovaquia seguidos de España, Alemania e Italia, en ese orden, confirmaron sus
pronósticos clasificándose para la ronda siguiente.
Los partidos más intensos fueron los que jugaron Checoslovaquia y Rumania en Trieste,
con los rumanos en ventaja en el primer tiempo y la levantada de los checos en el segundo
para terminar ganando 2-1 y, sobre todo, Austria-Francia, en Turín, con el “Wunderteam”
(“equipo maravilla”, como se los llamó a los austríacos) puesto a prueba por la dura WM de
los franceses. El encuentro necesitó un suplementario (habían finalizado 1-1 en los 90’) y
gracias a un gol de Schall, sospechado de haber sido señalado fuera de juego, los austríacos
ganaron 3-2.
Italia no tuvo problemas en superar en el primer turno a Estados Unidos por 7-1, pero en
cuartos de final debió medirse, en Florencia, con los españoles de Zamora y Lángara, uno
de los favoritos. El partido se jugó el 31 de mayo y terminó 1-1. Zamora, el “Divino
Zamora”, famosísimo arquero español, ese día hizo milagros y su colega italiano Combi lo
imitó. El partido se debió jugar de nuevo, mientras en los cuartos se clasificaban Austria (2l sobre Hungría), Alemania (2-1 a Suecia) y Checoslovaquia (5-2 con Suiza).
Italia y España volvieron a medirse en Florencia el l° de junio y en el equipo ibérico no
estuvo Zamora, quien fue reemplazado por Nogués. Nunca se sabrán los motivos de esa
renuncia, pero aquel día se insinuó que el arquero español había sido raptado, comprado o
escondido, que había desaparecido por razones políticas. La explicación oficial fue que
Zamora tenia un brazo dolorido por una fuerte falta de Schiavo bajo los ojos
condescendientes del árbitro belga Baert. Italia consiguió su gol y la clasificación por un
cabezazo de Meazza, a los 12 minutos. Los españoles estaban disminuidos por una lesión
del puntero izquierdo Bosch y por el gol que les anuló el árbitro suizo Mercet, por estar
Regueiro fuera de juego.
En la semifinal, Italia debió medirse contra el "Wunderteam" austríaco, en el que jugaba
"Catarvelina" Sindelar, considerado el mejor delantero del mundo. Se jugó el 3 de junio, en
San Siro, Milán, donde se registró el récord mundial de recaudación para aquellos tiempos
(811.526 liras), y el oriundo argentino Enrique Guaita, a quien llamaban “El Corsario
Negro” de la Roma, marcó el único gol del partido.
Mientras sombras de sospechas de favoritismo por parte de los árbitros se cernían sobre
los italianos, éstos se aprestaban a enfrentar a Checoslovaquia (que le había ganado a
Alemania en Roma con tres goles de Olda Neyedly, quien pasó a ser el goleador del
Mundial) en la gran final.
Después que en Nápoles Alemania se adjudicara el tercer puesto superando a Austria 32, a las 17 del 10 de junio en el estadio Nacional del partido “Nazionale Fascista” (actual
estadio Flaminio de Roma), Italia y Checoslovaquia se enfrentaron por el título.
Los checos se pusieron en ventaja a los 71 minutos, a sólo 19 minutos del final, con gol
de Puc (diabólica pelota rematada casi desde la lineal de fondo y que entró por el ángulo
inferior izquierdo de Combi). “El gol de Puc – escribiría el entrenador Vittorio Pozzo en
“La Stampa”- fue el fustazo al caballo. Hizo falta esa herida al amor propio, esa sensación
de riesgo supremo, para hacer salir las dotes físicas y morales acumuladas por los “azzurri”
en el periodo de preparación”.
A nueve minutos del final, después que el checoslovaco Sobotka estrellara un remate en
el palo, Mumo Orsi, otro oriundo argentino, al recibir un pase de su connacional Guaita,
remató desde 20 metros batiendo a Planicka. Fue necesario el tiempo suplementario.
Schiavo, al extremo de sus fuerzas (era el más veterano con 29 años, en aquella época se
los consideraba veteranos), pidió a Pozzo pasar a la derecha dejando a Guaita en el centro.
“En los primeros cuatro minutos no toqué la pelota – recordaría Schiavio – porque el
juego fue todo por la izquierda donde estaba Orsi en un gran partido, pero a los 5' Guaita
consiguió la pelota en la mitad de la cancha y corrió hacia la valla adversaria. Lo seguí y le
pedí la pelota con un grito. Guaita me la pasó. Avancé. Controlé el balón y superé a Cambal
en velocidad. Cuando salía Planicka, con las últimas fuerzas que me quedaban tiré al arco.
El arquero checo intentó atajar, pero sólo pudo ver como la pelota entraba en el arco”. Fue
el 2-1 para Italia y el titulo, y el decimoquinto gol del delantero boloñes. También seria su
último partido en la selección italiana. Con el aporte del fútbol argentino, Italia se
consagraba campeón por primera vez.
Francia 1938
El mundo en 1938
Lejos de la euforia y la alegría que despierta un Mundial de fútbol, 1938 fue uno de los
años más sombríos y angustiantes que se recuerden en este siglo. Es que mientras España se
desgarraba en una guerra civil que se inclinaba poco a poco a favor de los rebeldes
falangistas, Austria pasaba a ser una provincia de la Alemania nazi y en Munich se sellaba
la suerte de Checoslovaquia: todo ello desembocaría en la Segunda Guerra Mundial, que
comenzarla el año siguiente.
En España las tropas del general Francisco Franco reconquistaban Teruel, el 22 de
febrero, y tras resistir la ofensiva de la república, cuyos efectivos habían cruzado el Ebro,
los obligaron a volver tras el río. El 23 de diciembre Franco iniciaba la ofensiva final contra
Cataluña.
En Munich, Inglaterra, Francia, Italia y Alemania decidían la suerte de Checoslovaquia
sin su participación. Las demandas alemanas fueron aceptadas casi por completo y los
checos perdieron los Sudetes. Cuando la Cámara de los Comunes británica aprobó días
después los acuerdos Munich, el enviado checo, Jan Masaryk, dijo a Chamberlain, primer
ministro inglés, y a Lord Halifax, su canciller: “Si ustedes han sacrificado a mi patria para
la paz del mundo, soy el primero en aprobar su conducta. Pero si no es así, Dios tenga
piedad de vuestras almas”.
En América Latina, en cambio, todo parecía diferente. El 8 de enero, los presidentes de
Argentina y Brasil, Agustín Justo y Getulio Vargas, inauguraban el puente internacional
sobre el río Uruguay, que unía ambos países. En Julio, Paraguay y Bolivia firmaban un
tratado de amistad y limites definitivo, como colofón de la Guerra del Chaco. Argentina y
Uruguay tuvieron nuevos presidentes: en Buenos Aires asumía Roberto Ortíz, un civil en
una etapa de militares autoritarios, calificada como la "década infame". En el Uruguay
llegaba al poder Alfredo Baldomir, quien junto a Juan José de Amezaga -que lo sucedería harían retornar la tradicional democracia uruguaya, mellada antes por el totalitarismo de
Gabriel Terra.
En México, Lázaro Cárdenas seguía con sus reformas radicales, y mientras se aceleraba
el proceso de distribución de las tierras y de nacionalizaciones, se creaba el Partido
Revolucionario Mexicano (PRI).
En Chile iniciaba su mandato Pedro Aguirre Cerda, quien crearía el “CORFO”, una
organización para el desarrollo que favorecería la industrialización del país.
Y en el campo de los descubrimientos, Hahn y Strassrnan se asomaban por primera vez
a la fisión nuclear artificial, mientras que Schlack y Carother se convertían en los padres de
un invento que cambiaría al mundo: el nylon.
El “Bí” de los italianos
El Mundial de Francia se jugó del 4 al 19 de junio. Estos fueron sus 15 participantes:
Italia (clasificada por ser el último campeón), Francia (país organizador), Bélgica, Brasil,
Checoslovaquia, Cuba, Alemania, Indias Holandesas (hoy seria Indonesia), Noruega,
Holanda, Polonia, Rumania, Suecia, Suiza y Hungría. Austria, clasificada para la fase final,
se retiró antes de la competencia tras el "Anschluss", la anexión a la Alemania nazi.
En el congreso de agosto de 1936, en Berlín, en ocasión de los Juegos Olímpicos, la
FIFA asignó la tercera edición del Mundial a Francia en homenaje a sus dirigentes Robert
Guerin, Jules Rimet y Henri Delaunay. Rechazada la tímida candidatura argentina y la
propuesta de Rimet de dividir el económico entre Francia, Bélgica y Holanda, el Comité
Ejecutivo de la FIFA impuso a la federación francesa llevar a 65.000 personas la capacidad
del estadio de Colombes, a 35.000 la del Parque de los Príncipes y construir nuevos
escenarios en otras ocho ciudades destinadas a ser sedes del Mundial. Por primera vez, en
la ocasión se introdujo la fórmula del "ingreso por derecho", es decir el del último
campeón, en este caso Italia, en el torneo siguiente, sin tener que pasar por la etapa
clasificatoria. El mismo derecho le correspondió al país organizador.
Otros 34 países se enfrentaron en eliminatorias divididos en 12 grupos, que produjeron
14 finalistas, además de los dos admitidos por derecho. No se inscribieron los equipos
británicos, (continuaban con su aislamiento en contra de la FIFA), Uruguay (todavía como
represalia por el boicot europeo a la primera edición del 1930), Argentina (como reacción
por haber sido rechazada la candidatura de país organizador y por diferencias con la
federación brasileña) y España (en plena guerra civil). Se retiraron después de haberse
inscripto Estados Unidos, Colombia, Costa Rica, México, El Salvador, Surinam y Japón.
La situación política europea estaba plena de contrastes, que en un breve lapso
desencadenarían en la Segunda Guerra. El 5 de marzo se formaron las parejas para la fase
final (fue la segunda y última vez que la Copa Jules Rimet utilizó el método de la
eliminación directa en primera ronda) y una semana más tarde, el 11 de marzo, las tropas
alemanas entraron en Austria, anexándola al Tercer Reich. Un mes después, el 13 de abril,
a dos meses del comienzo del Mundial, Austria, como Alemania ya había ganado la
clasificación, comunicó su forzada renuncia a la Copa Rimet.
Hitler, que sabía de la importancia propagandística del deporte (sobre lo cual tenia una
fresca confirmación por los Juegos Olímpicos del 36 en Berlín) le impuso al director
técnico Nerz también una "anexión futbolística" de Austria a la “Gran Alemania”, lo que
motivó su renuncia. Fue reemplazado por Seep Herberger, quien convocó a siete jugadores
austríacos. Pero el Mundial confirmó que las razones de Estado poco tienen que ver con la
técnica. La formación alemana, una especie de síntesis entre la depurada técnica de
austríacos y la fuerza tradicional de los alemanes, fue sorprendentemente eliminada por
Suiza en el primer turno, tal vez porque los suizos habían asimilado el "catenaccio”
impuesto por el técnico austríaco Rappan en el Servette de Ginebra. En sólo dos partidos el
fútbol se tomó revancha sobre la política. El primero terminó 1-1 y en el segundo Suiza se
impuso 4-2. Los dos se jugaron en el Parque de los Príncipes, en París.
También fue sorprendente el éxito de Cuba sobre Rumania, en los partidos jugados en
Toulouse. El primero finalizó 3-3 y el segundo 2-1 favorable a los latinoamericanos.
Necesitaron ir a tiempo suplementario Brasil-Polonia (6-5) en Estrasburgo, e Italia-Noruega
(2-1) en Marsella. El primer partido llevó a la fama al centrodelantero brasileño Leónidas,
considerado el mejor antes de Pelé, y al desconocido Ernest Willimowski, quien señaló los
cinco goles polacos (5 de junio de 1938). La hazaña sólo sería igualada en 1950 por el
uruguayo Juan Schiaffino, autor de cinco de los ocho goles con que su equipo apabulló a
Bolivia.
Italia, que viajó a este Mundial en medio de tensiones políticas. La selección recibida en
el Palazzo Venezia por Mussolini con los jugadores vestidos paramilitarmente, fue a
Francia donde tenían asilo y voz los antifascistas italianos. Debió esforzarse en el tiempo
suplementario para imponerse a Noruega con un gol de Piola (2-1). Otro de los favoritos,
Checoslovaquia, fue al suplementario con Holanda, tras resistir 0 a 0 en los 90 minutos,
cayó 3-0 en la media hora final. Hungría y Francia, por su parte, tuvieron un camino más
accesible contra Indias Holandesas (6-0), primer equipo asiático presente en un Mundial, y
Bélgica (3-1), mientras que Suecia se clasificó directamente al quedar afuera Austria.
En Italia se hicieron algunos retoques para los octavos de final. El técnico Vittorio Pozzo
reemplazó a Pasinati y Ferraris por Biavati y Colaussi, y puso a Foni en el lugar de
Monzeglio, quien parecía intocable porque era compañero del Duce en tenis. De los
campeones mundiales de cuatro años atrás sólo quedaban Peppin Meazza y Giovanni
Ferrari (en Marsella, había jugador el desplazado Monzeglio, otro sobreviviente del ‘34).
En Colombes, París, delante de 61.000 espectadores, una Italia vestida con casaca negra
por imposición de Benito Mussolini como venganza a la actitud hostil de los exiliados en
Marsella cuando el equipo hizo el saludo fascista, venció a Francia 3-1 con un doblete de
Piola.
La gran batalla de los cuartos de final se desarrolló en Bordeaux, entre Brasil y
Checoslovaquia. Fue un encuentro en donde abundaron los golpes. El árbitro húngaro
Hertze debió expulsar a tres jugadores y cinco terminaron en el hospital. El partido finalizó
1-1 y en el tiempo suplementario persistió el resultado. Fue necesaria una repetición dos
días después en el mismo escenario. Ganó Brasil 2-1.
En los otros cuartos de final, la Hungría de Sarosi se impuso a la Suiza de Rappan (2-0),
mientras que la Suecia guiada por Wetterstroen batió a los cubanos (8-0), redimensionados
tras su éxito frente a Rumania.
En la semifinal de Marsella, Italia se encontró con Brasil, mientas que en París se
midieron Suecia y Hungría. Brasil, privado de los talentosos Leónidas y Tim, a quienes
Ademar Pimienta les había dado descanso previendo la final, perdió 1-2 y debió jugar por
el tercer puesto con Suecia.
En París, los magyares sé impusieron fácilmente a los suecos por 5-1. En un tren sin
camarotes, partió Italia desde Marsella a París para jugar la final del 19 en Colombes, frente
a Hungría, todo un clásico del fútbol europeo.
Seguía aun vivo el éxito obtenido por los italianos hacía ocho años en Budapest, en las
finales de la Copa Internacional. El partido comenzó con una Italia exitosa: Colaussi abrió
el marcador a los 6’, pero Hungria empató enseguida por intermedio de Titkos. A los 16
minutos la velocidad de Piola le permitió aprovechar un pase de Meazza y batir a Szabo: 21. Tres goles en el primer cuarto de hora. Los 60.000 espectadores estaban electrizados.
Pozzo, el director técnico italiano, quien había sido expulsado, impartía instrucciones desde
la tribuna a su segundo, Burlando. A los 35 minutos, otro gol italiano: Colaussi, otra vez
aprovechando un pase de Meazza.
La reacción húngara no se hizo esperar, pero la firme defensa italiana sustentada en
Andreolo, más los laterales Foni y Rava, resultó impenetrable aún para Zsengeller y sus
compañeros. Sólo Sarosi pudo conseguir el milagro del descuento. Pero allí estaba Piola
para poner el 4-2 definitivo con el cual Italia se coronó bicampeón mundial. La supremacía
del fútbol italiano, con innegable presencia del talento argentino, en la década del ‘30
quedó establecida.
Así termina la primera parte de los Mundiales. La Segunda Guerra Mundial impondría
un paréntesis obligado. Doce años después, en Brasil, se reanudaría la historia.
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