Tema Treinta y cinco

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Tema VII
LA COMUNICACIÓN DURANTE
LA GUERRA FRÍA.
. La gestión de la información.
. La mano invisible de la propaganda
"El enemigo es el sistema comunista en sí: implacable, insaciable, infatigable en su
pugna por dominar el mundo... Esta no es una lucha sólo por la supremacía
armamentística, también es una lucha por la supremacía entre dos ideologías
opuestas: la libertad bajo un Dios, y una tiranía atea'9. Éstas eran palabras de J. E
Kennedy -abanderado de la distensión en los años sesenta, a pesar de su
intervención en la crisis de los misiles en Cuba en 1962- pronunciadas durante la
campaña electoral de 196 ' 2. Más que ilustrar el pensamiento 'liberal' de Kennedy,
reflejan perfectamente el ambiente político que vivió Estados Unidos durante la era de
la guerra fría, y que logró extender con su supremacía política y económica al resto
del mundo occidental. En cada una de sus palabras la frase recuerda
inmediatamente las violentas diatribas lanzadas por las democracias parlamentarias
sobre el régimen nazi de A. Hitler durante los años treinta y cuarenta. Esta
identificación, ese proceso mimético demostraba la recuperación en la posguerra de
un conflicto antagónico, un gran choque de ideologías, ahora protagonizado por un
bloque capitalista y el bloque comunista, considerados excluyentes por sus ansias de
expansión mutua, que de nuevo instaló al mundo al borde de la guerra y de la tensión
permanente.
La guerra fría se basaba en la creencia occidental, absurda vista desde el presente
pero muy lógica tras el fin de la II Guerra Mundial, de que la era de las catástrofes no
se había acabado en modo alguno; que el futuro del capitalismo mundial y de la
sociedad liberal distaba mucho de estar garantizados. En su enfrentamiento abierto
en la posguerra a Estados Unidos le preocupaba el peligro de una hipotética
supremacía mundial en el futuro, a Moscú le preocupaba la hegemonía real de
Estados Unidos en el presente sobre todas las partes del mundo no ocupadas por el
ejército rojo. La intransigencia fue la política lógica para defender esa frágil posición
aplicada por los soviéticos y que fue respondida de la misma manera por los
norteamericanos.
En la coyuntura política de la guerra fría, Estados Unidos y la Unión Soviética se
enfrentaron en una gran batalla ideológica que tenía como armamento de primera
mano los recursos propagandísticos.
Si en los pasados tiempos de la guerra
"caliente", la propaganda era el refuerzo de los ejércitos, el sustento de la batalla
física, a partir de estos momentos iba a ocupar la vanguardia del enfrentamiento. La
propaganda de la posguerra venía a sumar las experiencias y éxitos anteriores. La
entrada en escena de una nueva guerra, provocó que no llegaran a empaquetarse los
pertrechos propagandísticos utilizados en la II Guerra Mundial. En 1947, tres años
antes de que estallara la Guerra de Corea, la OSS, agencia gubernamental creada en
la II Guerra Mundial para montar las campañas de propaganda negra, se
metamorfoseó en la CIA (Central Intelligence Agency). En 1953 las actividades de
información americanas fueron separadas del Departamento de Estado y pasaron a
ser atribución de la USIA (US Information agency).
La población debía ser movilizada en la imposición del consenso que no podía
desafiarse en vista de la tensión política de la guerra fría, la colaboración no admitía
reservas. El historiador norteamericano Conyers Read era concluyente en 1949: "( )
debemos asumir claramente una actitud militante si queremos sobrevivir ( ) La
disciplina es el requisito previo fundamental de todo ejército eficaz, tanto si avanza
bajo las barras y estrellas como si lo hace bajo la hoz y el martillo ( ) La guerra total,
ya sea caliente o fría, obliga a alistarse a todo el mundo y exige de cada uno que
cumpla su parte. El historiador no se ve más libre de esta obligación que el físico ( )
Esto puede sonar a defensa de una determinada forma de control social para hacer
frente a otra.
Pues bien, lo es".
Destacados representantes de la Mass
Communication Research colaboraron en las instituciones militares como Laswell o
Schramm, que cooperó en La Voz de América en la propaganda anticomunista,
poniendo a su servicio las más destacadas investigaciones del momento.
La demonización de la Unión Soviética y la agitación del anticomunismo feroz
suponía rentables dividendos para los políticos estadounidenses.
La amenaza
permanente de una invasión exterior, la histeria colectiva creada en Estados Unidos
permitía mantener la economía de guerra permanente y obtener cuantiosos fondos
para proseguir en la carrera armamentística. Con todo ello salían beneficiados los
grandes conglomerados de la industria militar, y se reforzaba la dominación sobre el
conjunto de la ciudadanía.
A medida que los medios de comunicación se iban multiplicando, también se
diversificaban las técnicas de persuasión hasta alcanzar las más diversas instancias
políticas, culturales o económicas, y los más variados medios y fórmulas. Fueron
retomadas las más dispares estrategias, en las que se cuidaba la explicitación de las
fórmulas propagandísticas, evitando cualquier paralelismo con las campañas de las
guerras anteriores.
La promoción ideológica explícita tuvo un ámbito de difusión privilegiado en el
medio radiofónico, tan profusamente empleado entre 1939-1945.
En el bando
norteamericano su representante más cualificado era la emisora La Voz de América.
Creada en 1942 y dirigida posteriormente por la USIA, contaba con una programación
de difusión mundial a través de decenas de idiomas y cuyo cometido era "multiplicar e
intensificar la disuasión psicológica contra las agresiones comunistas". Una labor
similar desempeñaban en Europa, Radio Europa Libre y Radio Libertad, emisoras
dirigidas hacia los países del este y la Unión Soviética. La contraoferta soviética la
representaba Radio Moscú, volcada especialmente en las emisiones hacia los países
subdesarrollados,
donde
esperaba
que
encontraran
eco
las
proclamas
revolucionarias anticapitalistas. Fruto de esa labor la Unión Soviética se convirtió en
la segunda transmisora internacional del mundo, e incluso llegó a superar a Estados
Unidos entre 1969 y 1972. Ese descomunal despliegue informativo-propagandístico
no tuvo unos resultados espectaculares. La radio exterior soviética tuvo una escasa
audiencia porque su propaganda era demasiado manifiesta y producía rechazo antes
que confianza.
Otro componente esencial de la propaganda de posguerra se concretó en las
oscuras campañas de desinformación que retornando la propaganda negra aparecida
durante la Il Guerra Mundial; emponzoñaron la circulación internacional de noticias de
nuestra era.
Las campañas de intoxicación llevadas a cabo por la CIA y el
Pentágono, o la KGB, durante las últimas décadas, se encargaron de la difusión de
rumores o la fabricación de noticias falsas en diversos países africanos, asiáticos o
latinoamericanos, en muchas ocasiones en perfecta sintonía con operaciones de
sabotaje o movimientos de subversión contra los Estados hostiles, alentando
guerrillas opositoras o levantamientos militares.
El alcance de esas tareas de
desinformación no se limitó a los países enemigos, sino que provocó la
contaminación de las principales fuentes de información occidentales: grandes
cadenas de televisión, las agencias de noticias internacionales y los periódicos de
élite,
que
en
multitud
de
ocasiones
llegaron
a
reproducir
los
mensajes
propagandísticos elaborados desde las agencias gubernamentales y los centros de
poder. Las campañas de desinformación derivaron, hasta bien entrada la década de
los ochenta, en un gran juego entre la CIA y la KGB para desacreditarse mutuamente,
mediante la difusión de rumores que involucraban al oponente en acciones sucias
como, por ejemplo, experimentos biológicos o químicos, asesinatos, y otras
actividades44.
En este sentido, se apunta que los rumores que han atribuido la
aparición del SIDA a un experimento de la guerra biológica americana fueron vertidos
por la KGB.
La supremacía de la propaganda occidental-norteamericana ha sido posible
gracias a la sutileza con la que se ha llevado a cabo la gestión de la comunicacióninformación.
En opinión N. Chomsky, el sistema democrático de control de
pensamiento seduce y arrastra. Cuanto más vigoroso es el debate, tanto mejor se
sirve el sistema de propaganda, que establece el método de fingida discrepancia
practicado por los intelectuales responsables, que en sus críticas -salvo muy
contadas excepciones, donde podemos incluir al propio Chomsky- no se salen de una
banda de valores establecidos.
La propaganda ha reconvertido sus formulaciones y ha asumido los más diversos
ámbitos y las más discretas representaciones. Han aparecido nuevas estrategias
sustentadas en la simbiosis y contagio, que han supuesto que las relaciones
culturales se conviertan en una actividad esencial del Estado norteamericano por sus
derivaciones propagandísticas. Estas relaciones siguen tres grandes líneas:
1) Programas de información sobre Estados Unidos, su pueblo y su política, de claro
carácter propagandístico.
2) Programas de intercambio de personas: profesores y estudiantes, para
promocionar la cultura norteamericana.
3) Ayuda al desarrollo condicionada a la aceptación de la libre empresa.
El objetivo de toda la actividad "cultural" se dirige prioritariamente a las élites de los
respectivos países: los que detentan el poder -políticos, empresarios- y los líderes de
opinión -periodistas, artistas, profesores-.
Desde Washington se establecía para
cada país particular una "lista decreciente de blancos prioritarios, teniendo en cuenta
la estructura social, los niveles relativos de desarrollo de los diferentes vectores
culturales y la coyuntura política". En los mensajes lanzados se adoptaba una clara
fusión entre la información/propaganda y la política/cultura, una mezcla con mayor
capacidad de atracción y manipulación.
En 1948 la ley Smith-Mundt significó un impulso notable en estos servicios de
información que perseguían "un mejor conocimiento de los Estados Unidos en otros
países y un aumento del conocimiento mutuo entre el pueblo estadounidense y el de
otros países"48. Esta declaración, de hecho, iniciaba la corriente de propaganda
cultural. Cada actividad suponía la difusión de literatura y otros productos culturales
como películas, grupos de teatro itinerantes, orquestas, la promoción de la enseñanza
de la lengua y otras "actividades educativas" como programas de intercambio de
estudiantes. Los europeos ya habían utilizado estos métodos de penetración cultural
durante la década de los años treinta, como en el caso británico a través del British
Council creado en 1934.
Los americanos, sin embargo, tendieron a abandonar este tipo de actividades
educativo-culturales, bajo auspicio estatal, en favor de otras promovidas por
empresas privadas, espoleadas por la expectativa de las grandes posibilidades de
negocio y capaces de ofertar productos con mayor atractivo que portaban el mismo
mensaje proamericano4l. Mercancías, que han generado ingresos billonarios, como
la Coca-Cola, los vaqueros Levi's, las hamburguesas de MacDonalds, las películas de
Hollywood o la música americana, capaces de penetrar en los espacios más
infranqueables, sin una explícita carga propagandística, pero que han hecho más por
la causa de Estados Unidos en todo el mundo que el arsenal completo de armas
nucleares del Pentágono.
Precisamente, la confrontación comunicativo entre las dos superpotencias ha sido
expresada por A. Mattelart como un proceso que ponía frente a frente a dos
concepciones de la cultura, dos formas de encarar la democratización cultural. Por
una parte, la cultura de masas como prolongación de un sistema político concreto, el
de la democracia liberal, expresión de un proyecto de cooptación social, modo
particular de generar consenso, cada vez más dependiente de las lógicas del
mercado, y estructurado en torno al entretenimiento. Por otra, un proyecto en el que
el acceso a los bienes de alta cultura clásica es el signo distintivo de una
democratización del ocio, un proyecto indisociable de la idea de vocación pedagógica
de los medios de difusión5O. El corolario a la concepción soviética debería añadir la
homogeneización cultural y la imposibilidad de desviarse del pensamiento oficial que
el régimen comunista imponía.
La proyección de la cultura de masas norteamericana, con una fuerte carga
ideológica, por el mundo entero, se veía facilitada por la extensión de las tesis de la
libertad de información, defendida por Estados Unidos y avaladas por los grandes
organismos internacionales.
El free flow, que gracias a la globalización de las
comunicaciones a partir del establecimiento del sistema de satélites, reforzaba la
universalidad de los mensajes.
El enfrentamiento entre las dos superpotencias también trascendió al ámbito
tecnológico. En ese frente tecnológico, la afluencia de las inversiones del Pentágono
en la investigación y el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información
permitió el despegue de la industria de la informática norteamericana, y puso las
bases para el hundimiento de la Unión Soviética en la carrera tecnológica a partir de
los años ochenta, que había llevado a cabo una estrategia de intervención estatal
igual o superior. En esa larga competición de fondo, el gigante soviético fue incapaz
de aguantar el ritmo de su antagonista. En 1930 el gobierno de Estados Unidos sólo
participaba en un 14% del total del presupuesto en Investigación y Desarrollo; en
1947, la colaboración gubernamental era del 56%51.
convierte en un recurso estratégico-militar.
La gestión información se
Los avances en la información-
comunicación continúan las investigaciones iniciadas con fines militares, como
sucede en el caso de los satélites de comunicación o la progresión informática. El
satélite norteamericano Score, puesto en órbita en 1958 unos años después del
Sputnik y con el que se inicia la era de las telecomunicaciones, fue lanzado para fines
del ejército, destinado a experimentar comunicaciones de un punto al otro del globo.
Uno de los precedentes remotos de los actuales ordenadores y computadoras fue la
gran calculadora ENIAC construida en la Universidad de Pennsylvania para los
laboratorios de investigación balística del Cuerpo de Artillería del ejército
norteamericanos.
Con el fin de la guerra fría a partir de la caída del muro de Berlín se ha dado el paso
inverso en esa conexión de las industrias militares con el sector de la comunicación,
especialmente en Estados Unidos. Finalizada la amenaza nuclear inminente de los
soviéticos, aunque ahora se anuncie el terrorismo internacional como el peligro del
siglo xxi, muchas de las grandes industrias que habían llevado el peso de los
modernos sistemas militares, como la célebre "Guerra de las Galaxias" impulsada por
la administración Reagan, han reconvertido sus actividades. Están entrando de lleno
en el sector de la microinformática y de alta tecnología con aplicación en el mundo de
las telecomunicaciones, verdadera frontera del negocio del Siglo XX.
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