PERSONAJE Gustavo López García

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Viernes, 30 de Mayo de 2001
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PERSONAJE
Gustavo López García
farmacéutico, periodista y poeta
E
n Guadalajara han nacido bastantes personas que, sin estar
en un lugar de primera fila en la historia, hicieron una labor
tenaz y fecunda. Intento rescatar del injusto olvido a la persona
de D. Gustavo López García, nacido en Tendilla (Guadalajara) el 17 de
abril de 1873 y cuya actividad principal fue la mejora de la profesión
farmacéutica, tanto desde el punto de vista de la consideración social
(recordemos en aquel entonces la caricatura del boticario de «La Verbena
de la Paloma» o el refrán «medico viejo, cirujano joven y boticario cojo»,
citado por el propio D. Gustavo en sus escritos) como en las condiciones
laborales y profesionales en que desarrollaban su labor.
Brevemente diremos que Gustavo era hijo de farmacéutico y sobrino
de médico, de una familia (los López Cortijo) que tenía una cierta
estabilidad económica pero que había mostrado interés por la ciencia.
Su tío José escribió en 1892 una «Topografía médica» de la ciudad de
Guadalajara y su padre Pablo tuvo un laboratorio de destilación de
esencias y alcoholes en su farmacia en Tendilla, recibió galardones en
1883 y 1884 en Madrid y en 1891 en Guadalajara, siendo Diputado
Provincial y alcalde de Tendilla. Gustavo encontró su vocación en la
profesión farmacéutica, estudiando en la Universidad de Madrid y
licenciándose en 1892. Se le puede ver en la orla de esta promoción que
se encuentra en el Museo de la Farmacia Hispana.
No conozco la razón pero la farmacia de Tendilla pasaría a las manos
de su hermano José y Gustavo cogió a traspaso la de Huerta de
Valdecarábanos en Toledo. La fiesta de la Virgen de la Salceda de 1893
fue la última a la que asistió, pero no dejaría de tener a la patrona de su
pueblo en su corazón. De su juventud y de Tendilla tuvo siempre un
recuerdo hondo y sentido, plasmando sus recuerdos de gran valor
etnológico y costumbrista en un libro con 21 poemas titulado «Mi
Tendilla», nunca publicado. Aunque a veces alejado físicamente, su
relación con su lugar natal con visitas, artículos en revistas o con cartas
no cesaría hasta su muerte, pidiendo ser enterrado con una medalla de
la Virgen de la Salceda y con un puñado tierra traída expresamente de
allí. Vería publicados algunos textos en los programas de Fiestas de los
años 50 y 60.
En Huerta regentaría la farmacia local durante 17 años y realizaría
una labor social ayudando en la escuela y dando clases a adultos tras el
trabajo y a jóvenes en su farmacia. Y comenzó su copiosa labor
periodística colaborando desde Huerta en las revistas profesionales «La
Farmacia Española» y la «Farmacia Moderna». Se casó en 1895 con
Julia Moraleda, un amor que llenaría su vida y que no olvidaría en su
viudez. Tuvieron una hija y tres hijos, de los que uno fallecería niño y
otro a los veinte años.
En sus lecturas y en sus viajes a Madrid conoció el cooperativismo y
comenzaría una labor ardiente a favor de la aplicación del modelo
cooperativista y corporativista al mundo de la farmacia, que ocuparía su
vida. En 1910 traspasa su farmacia
y se muda con su familia a Madrid
para ser gerente durante seis años
del «Centro Farmacéutico
Nacional». Dimite cuando el
Presidente del Centro intenta
convertirlo en una Sociedad
Anónima y busca empleo como
representante y agente comercial,
mientras realiza una intensa
campaña de prensa en contra de
esta conversión y de sus ideas. El
propietario de «La Farmacia
Española» dejaría en sus manos
esta revista en la que, a falta de
una numerosa redacción, Gustavo
escribía todos los textos (menos
los científicos) usando numerosos
seudónimos. En su ardua labor
encontraba sosiego en la familia y
en la escritura de poemas, que no
publicaba.
Finalmente
la
Unión
Farmacéutica Nacional (U.F.N.),
federación de los cincuenta
Colegios Provinciales, le escogería
como Secretario de su Junta
Directiva de 1920 a 1926, aunque
su labor como Secretario Técnico
sería de 1920 a 1936,
encargándose de las memorias
anuales y del archivo. Asimismo
dirigirá desde su fundación en
1930 hasta 1936 la revista de la
U.F.N. llamada «La Voz de la
Farmacia». Su dimisión en 1926
se debió al enfrentamiento de la
Junta de la U.F.N. con el Directorio
de Primo de Rivera al haberse
aprobado una ley que permitía la
venta de medicamentos que no
necesitaran receta en las droguerías. La nueva Junta, apoyada por Gustavo, estaría presidida por Juan
Rhodes Garrido, nacido en Cabanillas del Campo, Guadalajara. La labor de la U.F.N. se interrumpiría por la
Guerra Civil y sentaría las bases para la situación actual, en la que no esta permitido vender medicamentos
fuera de las farmacias y el modelo cooperativista farmacéutico es mayoritario. Destacaremos que Gustavo
fue el autor del primer código deontológico farmacéutico en 1922 y un libro de Legislación Farmacéutica
editado en 1933 y reeditado en 1942.
Gustavo muestra en sus escritos un gran respeto por la vida y condición humana. Según su familia era por
aquel entonces algo agnóstico pero respetuoso con la religión. En sus poemas dedicados a Tendilla sólo
muestra una nota discordante con su vehemente amor por pueblo y vecinos, al denunciar el mal (y a veces
cobarde) trato que algunos daban a las reses en la lidia. Volcado en su familia y la profesión farmacéutica
llegaría la guerra civil. No muestra ser partidario del bando «nacional», pero la república disolvería «por
facciosa» a la U.F.N., y con ella a sus ilusiones. Mandó a su familia a Tendilla y él les visitaba algún día cada
mes. En Madrid cuidó del archivo de la U.F.N. y sería herido levemente por metralla en su mano izquierda.
Pero su mayor desgracia vino cuando en enero de 1938 muere en Tendilla a los treinta años su hijo Gustavo
López Moraleda, teniente voluntario del ejército republicano, por una tuberculosis pulmonar, dejando un hijo
llamado Julio con tres años y huérfano de madre. El objetivo de Gustavo a partir del fin de la guerra, con 63
años, sería cuidar de su mujer y de su nieto huérfano, escribiendo en 1939 un sentido epitafio a su hijo. Y
desde esa fecha nació en él una muy fuerte religiosidad católica que formaría parte de su personalidad hasta
su muerte.
Como su única hija viva marchara con su familia a Zafra (Badajoz) al haber obtenido la concesión de la
cantina de la estación de ferrocarril, Gustavo iría a tierras extremeñas y ya no saldría de «su retiro voluntario
de Zafra», como decía. Allí sería enterrada su mujer Julia en 1948 y por esta razón pediría ser enterrado con
ella cuando muriera el 23 de marzo de 1967, casi a punto de cumplir 95 años. En Zafra dirigió el almacén
farmacéutico «Farmaluna» y, «hombre de carta diaria», enviaría artículos para su publicación en la prensa de
Badajoz y en revistas profesionales españolas e iberoamericanas, teniendo sección propia en la revista «La
Farmacia Nueva». Fue socio de número de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia en 1951. Aunque
ciego y sordo, su mente se mantuvo lúcida y sus últimos artículos enviados serían publicados tras su muerte.
Antes había enviado sus escritos no publicados a la Facultad de Farmacia de la U.C.M y al Ayuntamiento de
Tendilla.
Tuvo gran afición por la botánica, completando el estudio de su padre sobre la flora de Tendilla y comenzando
otro sobre la de Huerta de Valdecarábanos. En su ancianidad recorría los campos alrededor de Zafra con sus
nietos recogiendo y enseñándoles plantas y comenzando otro herbario que quedaría inconcluso. También
encontró tiempo para aprender carpintería realizando labores manuales que legaría a su familia y allegados,
o como el álbum con tapas de madera en que enviaría sus títulos, nombramientos y diplomas ganados a la
Cátedra de Historia de la Farmacia en la Universidad Complutense. Su familia mantiene muy viva su presencia
y legado.
Jose Luis Garcia de Paz
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