Castellers torres humanas de tradición y pasión

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Castellers: torres humanas de tradición y pasión
Castellers torres humanas
de tradición y pasión
Quizá si habéis pisado alguna vez tierras catalanas habréis oído hablar, o
incluso llegar a ver, las sorprendentes torres humanas que se llevan a cabo
en festividades locales. Son los famosos castellers. Hay construcciones de
hasta 10 pisos, en las cuales pueden llegar a participar centenares de
personas de todas las edades, pesos y tamaños. Lo que parece solo un
reto es más bien una tradición, y lo que puede verse como un simple
espectáculo, es una verdadera pasión. Una pasión propia de los catalanes.
E
s una tradición que posee
más de 200 años. Para los
catalanes, los castellers
son un símbolo de identidad,
una práctica muy arraigada y
compartida. Las “collas”, los
grupos que hacen estos castillos,
están formadas por gente muy
distinta. Incluso hay tradición
familiar y no existe alguien que
no tenga algún amigo casteller.
“Más que una colla, es una
familia” nos dice Joan Vilaseca,
cap de la colla de Igualada. Una
frase que define por igual a los
castellers y a los catalanes. Ellos
se sienten como una nación sin
estado y respiran como una gran
familia.
Poseen la c
onsciencia del amor por las
tradiciones propias, por la
lengua y la cultura que los
identifica dentro de un mundo
global. Es así como en 2010 la
UNESCO declaró esta actividad
como “Patrimonio Cultural
Immaterial de la Humanidad”.
Según agrega Pere Almirall,
cap de la colla de Vilafranca,
la importancia de los valores
que aportan los castellers es
fundamental. “La integración
social, la construcción de un
proyecto común, el trabajo en
equipo, la superación constante
y la solidaridad”, señala.
Valores que definen en buena
medida el carácter trabajador
y constante de la sociedad
catalana. No en vano se dice
que: “Los catalanes de las
piedras sacan panes”, así que
no es de extrañar que si se lo
proponen juntos, lleguen a tocar
el cielo con la mano.
Todos invitados
Los primeros castillos humanos
datan de 1801. Para ese entonces
ya había algunas collas en
distintas poblaciones. De esos
inicios la Colla Vella (vieja,
porque hay otra más nueva) dels
Xiquets de Valls, es con más de
200 años la más antigua.
A lo largo de la historia, con
las guerras y el franquismo, los
castellers pasaron por algunos
altibajos. Pero desde los años 20
han ido creciendo, existiendo en
la actualidad más de 60 collas
por toda Catalunya. La mayoría
de ellas llevan el nombre de la
ciudad a la que pertenece.
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Castellers: torres humanas de tradición y pasión
En una colla hay personas
de todas las edades: niños
y mayores con experiencia.
Todo el mundo juega un papel
importante. Son gente corriente:
panaderos,
administrativos,
cajeras de supermercados,
escolares, universitarios. Pero
todos tienen un sitio.
Y nada es al azar. Antes de
realizar un castillo ante el
público, los castellers han
realizado un montón de ensayos
para que salga sin problemas.
El equipo técnico, formado
por ellos mismos, se encarga
de organizar los castillos.
Distribuyen a los castellers
según su posición habitual y su
estatura. Es lógico pensar que
los más forzudos y de mayor
peso forman la base, y que
los más ágiles ocupan pisos
superiores.
Y así es. Los niños, de entre 5
y 10 años, son los que van más
arriba. Ellos son los encargados
de “coronar” el castillo.
Ensayan muy fuerte durante
la semana, antes de salir a la
plaza el domingo. Julia tiene
5 años. Hace uno que forma
parte de la colla Moixiganguers
d’Igualada. Cuenta que le gusta
subir muy arriba sin tener nada
de miedo. “Sé que los demás de
la colla están debajo, y que lo
haremos muy bien”, afirma.
De momento hace de acotxadora
y cuenta que “cuando hago de
enxaneta en los ensayos me
gusta mucho, pero aún soy
muy pequeña para ello”. Sus
padres, Oriol y Mireia, entraron
a la colla con Julia y su hijo
pequeño Roger. Cuentan que
querían hacer una actividad
juntos. “Hemos encontrado un
espacio donde todo el mundo
cabe”, afirma Oriol.
¿Y qué siente Julia cuando
sube tan arriba? “Bueno, no
tenemos mucho tiempo para
pensarlo, también participamos
activamente en los castillos.
Julia cuenta las semanas por los
ensayos que hacemos”, dice su
madre.
Para los castillos más altos
se usan a veces redes (en los
ensayos) para evitar las caídas,
y los pequeños llevan cascos de
seguridad en los ensayos y en
la plaza. Éste es un elemento
relativamente nuevo, que se
usa desde 2006. Algunas veces
cae un castillo, con golpes y
moratones pero las lesiones son,
por fortuna, una minoría.
En la plaza
Cuando las collas llegan a la
plaza, la piel se pone de gallina.
Centenares de personas, miles a
veces, se reúnen en festividades
locales y nacionales para ver una
de las tradiciones más amadas.
La piña empieza a organizarse.
Los colores de las camisas,
distintas para cada colla, brillan
bajo el sol. Cuando el cojín
humano está listo, empiezan a
sonar las grallas, instrumento
típico catalán, con el “toc
de castellers”, melodía que
acompaña la subida y la bajada
de todos los participantes.
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Castellers: torres humanas de tradición y pasión
Con la vista fija en el castillo,
la plaza goza y sufre. Vive
con emoción cada subida.
La respiración se contiene
segundos antes que el enxaneta
levante la mano, instante en el
que la gente estalla en aplausos.
Luego enmudece para respetar
la concentración del descenso.
Cuando los últimos pisos se
desmontan vuelven los aplausos.
El corazón de muchos, hecho un
puño, recupera el latido habitual.
“Cuando un castillo se arma en
una plaza transmite seguridad,
tranquilidad y confianza entre
sus
castellers”,
coinciden
Vilaseca y Almirall.
Abrazos e incluso llantos si ha
sido el estreno de un castillo
nuevo. Y así, a dar paso a otra
colla, con otro reto...
Melina Montes es argentina,
de Córdoba. Cuenta que “se
me pone la piel de gallina cada
vez que veo los castellers”.
Y asegura que le parece una
maravilla observar lo que el ser
humano puede lograr. “Y en
este caso lo que la disciplina, la
fuerza y la pasión en conjunto
pueden conseguir. Me fascinan
los colores, la perfección, la
fuerza, la concentración y ver a
un niño en la punta del castillo,
como si fuera una estrella. Es
una emoción indescriptible”,
concluye.
Las partes de un castell
El nombre de los castillos se
compone por el número de
pisos y el número de castellers
que forman cada uno. Así
pues, un 3 de 7 es un castillo
de 7 pisos en los que en cada
piso hay tres personas y así
sucesivamente. Los únicos
pisos que no cumplen con el
número de castellers son los
tres últimos, estos son los dosos
(en que hay dos), el acotxador
y el enxaneta. También están
los pilars, que son castillos con
una sola persona por piso y las
torres, con dos.
- La pinya es la base del castillo.
Sujeta el tronco, lo equilibra y
le da estabilidad, creando una
especie de cojín humano para
amortiguar el impacto en caso
de caída.
- El tronc (tronco) es la parte
visible del castillo; el primer
piso. Queda cubierto por la
gente de la piña pero es en ellos
sobre los que se organiza el
castillo.
- Pom de dalt (pomo de
arriba), son los tres últimos
pisos del castillo. Siempre
tienen la misma composición,
independientemente del castillo:
dos castellers, el acotxador y el
enxaneta. El anxeneta es como
el acotxador niño, que pasa por
encima del acotxador, levanta
la mano dando así por cargado
el castillo.
- Folre y manilles: Son dos piñas
más pequeñas que en algunos
castillos se colocan encima de
la pinya.
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