Los Estudios de Israel EL TEMOR DE DIOS

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Vol. # 770509S
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“Teman al SEÑOR, ustedes Sus santos, pues nada les falta
a aquellos que Le temen. Los leoncillos pasan necesidad
y tienen hambre, pero los que buscan al SEÑOR no carecerán
de bien alguno” (Salmo 34:9-10).
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El temor de Dios es un concepto complejo que ocupa un destacado lugar tanto en el Antiguo como en
el Nuevo Testamento. Los comentaristas cristianos y sabios judíos quizás han hablado de este tema más
que de cualquier otro, claramente identificándolo como un componente fundamental para una verdadera
relación con el Todopoderoso. Carlos Spurgeon lo destacó como el centro de la experiencia cristiana. El
Talmud (comentario rabínico sobre la tradición y las Escrituras Hebreas) dijo que “un hombre que posee
conocimiento sin el temor del Señor es como un hombre a quien se le haya confiado las llaves de un patio
interior sin haberle dado las llaves del patio exterior. ¿Cómo entrará?” Es necesario que veamos lo que
dice la Biblia y lo que han enseñado los sabios para que podamos amar al Señor como se merece, y que
podamos santificar Su nombre en nuestras vidas.
Una Definición
Nuestro caminar con el Señor no es meramente un ejercicio intelectual. Sin el temor de Dios, no hay
conocimiento de Dios. Alguien pudiera conocer muchos versos bíblicos y mucha doctrina, pero si no
teme al Señor, no conoce al Señor, quien es el autor de las Escrituras. Sólo cuando nuestros corazones estén perfectamente a tono con las palabras y los mandamientos de Dios podremos experimentar el temor
del Señor y vivir según Su perfecto plan para nuestras vidas.
¿Quién es el Señor para que le temamos? Jeremías 10:6-7 dice: “No hay nadie como Tú, oh SEÑOR. Grande eres Tú, y grande es Tu nombre en poderío. ¿Quién no Te temerá, oh Rey de las naciones?” (énfasis añadido).
Muchos en la iglesia cristiana han creído equivocadamente que de alguna manera la necesidad de temer
a Dios caducó con la obra final de Yeshúa (Jesús). Confunden la confianza que Yeshúa dio a los creyentes
para acercarse al trono de Dios (Heb. 4:16) con el temor hacia El que está sentado sobre el trono.
El término hebreo más frecuentemente utilizado en la Biblia para “temer” a Dios es “yirá.” Esa raíz
también aparece en la literatura rabínica como “temer el nombre de Dios” (yirat HaShem), “temer el cielo” (yirat shamayim), y temer el pecado (yirat het). Aunque una traducción al español es difícil, la palabra
usualmente se refiere a sentir asombro o reverencia. En hebreo, hay otras palabras para referirse al temor
en términos de miedo, terror, ansiedad, etc., pero yirá tiene una connotación de estar asombrado ante una
realidad más grande que uno, ante algo mayor de lo que encontramos en la vida ordinaria.
En Hechos 10:34-35, Pedro dice: “Ciertamente ahora entiendo que Dios no hace acepción de personas, sino
que en toda nación, el que Le teme y hace lo justo Le es acepto.” Ese temor bíblico del Señor no se debe interpretar como lo opuesto a la confianza ante Su presencia. Dios no quiere que vengamos ante el trono de
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Los Estudios de Israel
Dios espantados y aterrorizados, sino con valentía y confianza. Sin embargo, también debemos tener una
verdadera conciencia del poder y la majestad de Aquel que está sentado sobre el trono.
La comprensión cristiana de este concepto nos llega a través del fundamento hebraico de nuestra fe.
El temor del Señor es un concepto tan crítico que los sabios judíos dedicaron gran cantidad de enseñanza
al respecto. Nos declaran que cuando una persona deja este mundo, Dios le hace tres preguntas:
1. ¿Fuiste honesto en los negocios?
2. ¿Estudiaste la Torá (Génesis a Deuteronomio)?
3. ¿Esperaste por el Mesías?
Si la persona pasó su vida en fiel devoción al Señor y puede responder que sí a todas las preguntas
anteriores, luego se le preguntará: “¿Viviste en el temor del Señor?” Si la respuesta es que no, se le dirá
que su afirmativa a las otras preguntas pierde todo valor. Sin el temor de Dios, no hizo nada, no importa
cuán justo o bueno le parece haber vivido.
¿Cómo Se Debe Manifestar?
2 Corintios 7:1 dice: “Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne
y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” Cuando una persona está llena del temor de
Dios, toda su vida es afectada. Eso incluye la manera en que se expresa, en que pasa su tiempo, en que
gasta su dinero, los sitios que visita, los placeres que busca, y la compañía que guarda.
Según el judaísmo, cuando vivimos en el temor de Dios, reconocemos que no podemos escapar de
Su presencia. Pasamos cada momento en Su compañía, estemos concientes de ello o no. Su constante
presencia da razón a nuestra existencia y enfatiza la consecuencia de nuestras decisiones. Sin embargo,
el judaísmo también enseña que no podemos experimentar un adecuado temor de Dios sin experimentar
Su amor. La Biblia nos dice que Dios nos ama con infinito y eterno amor. Cuando miramos con reverencia
el poder y la grandeza de Dios, la aparente insignificancia de nuestra naturaleza finita es balanceada con
nuestro reconocimiento de Su profundo y apasionado amor por nosotros.
“Tus oraciones
y limosnas han
ascendido como
memorial delante
de Dios”
(Hechos 10:4).
Hechos 10:22 nos dice que Cornelio, un centurión romano, era “un hombre justo y temeroso de Dios,…
muy estimado por toda la nación de los judíos.” Su devoción y temor al Señor agradó a Dios, y envió un ángel
para decirle: “Tus oraciones y limosnas han ascendido como memorial delante de Dios” (v.4).
EL TEMOR DE DIOS
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La devoción y el temor de Dios debió haberse exhibido en la vida de Cornelio a diario. Características
como la fe, la bondad, seguridad en el futuro y valor ante la adversidad son el resultado de un verdadero temor de Dios. Su vida debió haber evidenciado una entrega total al cumplimiento de la voluntad
de Dios. Cornelio probablemente escogió siempre hacer lo correcto, especialmente cuando estaba bajo
presión. Sus actos de caridad fueron aceptables ante el Señor porque eran motivados por el amor y la
humildad, y no por el orgullo o el temor al castigo.
Promesas de Bendición
El Salmo 103:11 dice: “Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, así es de grande Su misericordia
[o fiel amor] para los que Le temen” (énfasis añadido). El salmista dice que Dios es misericordioso con el que
le reverencia, distanciando sus pecados tan lejos como queda el oriente del occidente. Dios reconoce que
el hombre es polvo, y que tiene una tendencia a pecar si se le presenta la oportunidad. Sin embargo, el que
vive en temor a Dios, su debilidad provoca la misericordia de Dios en lugar de Su juicio. Dios demuestra
Su extraordinaria bondad al mantener el pecado fuera de su alcance, casi como si fuese una persona que
le tratara de infligir daño.
El Salmo 128 también declara que Dios bendice a los que le temen. Tales personas siempre experimentan gran gozo y recompensa como resultado de su labor. El hombre será dichoso, prosperará, su
esposa tendrá muchos hijos y la familia completa será bendecida. Para los antiguos israelitas, no había
mayor promesa que la habilidad de trabajar y ganarse el pan de cada día. Los rabinos enseñaban que el
trabajador hallaba honra como resultado de su labor productiva. La protección divina contra condiciones
“Bienaventurado todo
aquél que teme al
SEÑOR, que anda en Sus
caminos. Cuando comas
del trabajo de tus
manos, dichoso serás
y te irá bien”
(Salmo 128:1-2).
climatológicas inseguras y enemigos, además de recibir muchos hijos, representaba una existencia
familiar ideal. “Bienaventurado todo aquél que teme al SEÑOR, que anda en Sus caminos. Cuando comas del
trabajo de tus manos, dichoso serás y te irá bien. Tu mujer será como fecunda vid en el interior de tu casa;
tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa” (Sal. 128:1-3, énfasis añadido).
A través de todas las Escrituras, vemos docenas de referencias al temor de Dios y los beneficios para
aquellos que anden en reverencia. El rey Salomón declaró que “el temor del SEÑOR es fuente de vida, para
evadir los lazos de la muerte” (Prov. 17:27, énfasis añadido).
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Los Estudios de Israel
La Humildad es la Clave
“La recompensa de la humildad y el temor del SEÑOR son la riqueza, el honor y la vida” (Prov. 22:4). Recordemos al fariseo en Lucas 18, quien se paraba en el Templo y orgullosamente oraba a Dios: “Te doy gracias
porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos”
(v. 11). En contraste, el recaudador de impuestos golpeaba su pecho y decía: “Dios, ten piedad de mí, pecador” (v.13b). El segundo regresó a su casa justificado, mientras que el fariseo orgulloso no, “porque todo el
que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido” (v.14b).
El Talmud enseña que la primera cosa que cada rey debe hacer es pedir que le hagan una copia personal
de la Torá para que la tenga consigo siempre. El propósito es para que mantenga las cosas en justa perspectiva, incluyendo su propia posición. La Torá le recordará que, a pesar de ser el rey, no está en control. Según los
sabios judíos, la humildad es cuestión de perspectiva, y debe caminar en una constante conciencia de que, sin
la misericordia y compasión de Dios, no tendría poder alguno para alcanzar lo que es de significado eterno.
Si verdaderamente tememos a Dios, nuestra meta debe ser siempre complacer a Dios, evidenciando
nuestro amor a través de una vida de pureza y rectitud. Si caminamos en verdadera humildad, nos acercaremos a nuestro Padre celestial, quien es nuestra fortaleza y escudo contra el adversario, sometiendo a
Él cualquier cosa que se interponga en nuestra relación. El Salmo 34:7 dice: “El ángel del SEÑOR acampa
alrededor de los que Le temen, y los rescata.”
El Principio de la Sabiduría
“El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR; buen entendimiento tienen
todos los que practican Sus mandamientos; Su alabanza permanece para siempre”
(Sal. 11:10).
“El temor del SEÑOR es el principio de la sabiduría; los necios desprecian la
sabiduría y la instrucción” (Prov. 1:7)
“El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR, y el conocimiento del Santo
es inteligencia” (Prov. 9:10).
En Proverbios 1, el rey Salomón nos exhorta a seguir tras la sabiduría, y
nos indica que el temor de Dios nos hará capaces de recibir dichos sabios.
También implica que mientras más nos alejemos del Señor, más necios nos
pondremos. Pero la sabiduría de los hombres no se puede comparar con la
sabiduría de Dios. “’Porque Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes,
ni sus caminos son Mis caminos,’ declara el SEÑOR. ‘Porque como los cielos son
más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más que sus pensamientos’” (Is. 55:8-9).
Sin embargo, el Señor desea impartir abundante sabiduría a Su pueblo. “Y
si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Sant. 1:5). Debemos desear recibir ese
maravilloso regalo. A menos que nuestro corazón esté correcto ante Dios, andando con Él en temor y humildad, no nos podrá confiar Su santa sabiduría.
A lo largo de la historia, los rabinos han enseñado que la reverencia y el
temor a Dios es el primer paso en el camino hacia la sabiduría. Si vivimos
en el temor de Dios, aceptaremos Su soberanía y respetaremos Sus mandamientos. Hemos visto unos cuantos versos bíblicos en que el Señor promete
A lo largo de la historia, los rabinos han enseñado que
la reverencia y el temor de Dios es el primer paso en el
camino hacia la sabiduría.
EL TEMOR DE DIOS
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muchas cosas maravillosas a quienes le temen y le reverencian, y desde esa perspectiva, nuestro temor a
Dios ya sería un acto de sabiduría. Pero el Talmud reitera que el verdadero temor de Dios nada tiene que
ver con intereses egoístas. El conocimiento de Dios y nuestra reverencia de Él son requisitos para alcanzar
entendimiento intelectual. Sólo por medio de una fiel obediencia a Dios podremos alcanzar una comprensión de nuestras responsabilidades hacia Dios y nuestro prójimo. El que se adhiera a Sus preceptos por
amor, hallará que el Espíritu del Señor le conducirá a todo conocimiento y sabiduría.
Amor y Reverencia a la Vez
Los sabios enseñan que Dios revela al hombre Sus varias características por medio de la acción. Dos
de Sus más prominentes acciones son jesed (amor y bondad) y gevurá (fuerza y confiabilidad). Esos, según los rabinos, son los dos actos fundamentales de Dios, e invariablemente provocan una reacción por
parte del ser humano. Las personas responden, según los sabios, con ahavá (amor) y yirá (temor de Dios).
Debido a Su gran amor por nosotros, Dios compasivamente nos da todo lo que tenemos. Pero en Su fuerza, exige que seamos confiables y justos. Mientras contemplamos Su bondad, nuestro corazón se llena
de amor hacia Dios y el deseo de tener una más profunda relación. Cuando somos confrontados por Su
gevurá, reconocemos Su soberanía y somos llevados a una humilde sumisión. La tradición judía dice que
ahavá y yirá son las dos alas con las que la Torá trasciende el cielo.
Como hemos visto hasta el momento, la Biblia está repleta de versos que declaran que debemos temer
a Dios. Ambas tradiciones, cristianas como judías, citan referencias sobre el temor de Dios, y ambas lo
consideran como un necesario fundamento para desarrollar una verdadera relación con Dios. Eso indica
la gran importancia que nosotros debemos darle, también. Si nos acercamos al trono de Dios de manera
irreverente, nos exponemos a un grave peligro. Somos llamados a amar a Dios de todo corazón, mente
y cuerpo, pero también a temerle. Podemos vivir en continuo gozo, alegrándonos en Su amor y cuidado
por nosotros, pero a la vez debemos arrodillarnos humildemente ante Su soberanía. Podemos disfrutar la
libertad que viene de una relación con el Dios del Universo, pero a la vez debemos aceptar los parámetros
que esa relación establece en derredor nuestro.
Somos llamados a amar a Dios de todo corazón,
mente y cuerpo, pero también a temerle.
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Los Estudios de Israel
El erudito judío del siglo 12, Maimónides, lo describió como cuando una persona contempla las grandes y maravillosas obras de Dios y logra ver la incomparable e infinita sabiduría de Dios, inmediatamente
le amará y le glorificará. Dirá como David: “¡Todo mi ser anhela a Dios, al Dios viviente!” Pero a la misma
vez, se dará cuenta que el hombre es una pequeña, pobre e insignificante criatura, con inteligencia muy
limitada, parado frente a la presencia de Aquel que es perfecto en todo.
Podría parecer contradictorio que podamos amar y temer a Dios a la misma vez, hasta que analicemos
el concepto a la luz de las Escrituras, de nuestra herencia judía y del carácter de Dios, tal como lo hemos
hecho en este estudio. Entonces nos podemos dar cuenta que el temor al que somos llamados es como
cuando un niño reconoce lo que sus padres le permiten y no le permiten hacer, y está conciente de las
consecuencias si les desobedece. El niño sabe que sus padres le aman y que sólo procuran lo mejor para
él. Lo disciplinan cuando sea necesario para que discierna lo bueno de lo malo. Aunque no lo reconozca
del todo, el niño comprende que los parámetros que sus padres le han impuesto realmente le dan libertad
para que experimente el mundo en que vive. Por lo tanto, el niño tendrá un saludable temor hacia sus
padres y, a la vez, les amará y confiará en ellos porque sabe que ellos le aman.
EL autor del libro de Hebreos comprendió ese concepto: “Hijo mio, no tengas en poco la disciplina del
señor, ni te desanimes al ser reprendido por él. Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe
por hijo” (12:5b-7a).
Un Testimonio Personal
Aunque cada cristiano debe vivir en cierto grado constante de temor a Dios, algunas veces lo percibimos más dramáticamente que en otras, así como lo hizo nuestro Jefe de Contabilidad, Peter Robertson.
Él narra su testimonio a continuación:
En recientes años, me parece que el temor del Señor ha ido acrecentando en mí, y
como resultado, he podido disfrutar una relación más íntima con Dios. Un importante catalítico, sin dudas, fue la observación de cómo un ser querido se iba alejando de
Dios. Viendo cómo la fe de este ser querido se desvanecía fue quizás una de las cosas
más dolorosas que jamás haya experimentado. Mi corazón se partía al ver de cerca
cómo negaba la bondad de Dios y rechazaba Su amor, misericordia y abundante
gracia, y más aún, al considerar las eternas consecuencias de ello.
EL TEMOR DE DIOS
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Al observar ese proceso, fui golpeado con un temor a Dios
tan profundo que me indujo a analizar mi propia relación con
el Señor y a buscar más plenamente el plan y los propósitos
de Dios para mi vida. Antes de eso, creía que vivía una vida
agradable a Dios. Quizás era cierto, pero Él me señaló varias
áreas en que todavía estaba falto. Ese incremento en el temor
a Dios fue acompañado por la percepción humilde y la realización de que mi amor hacia los santos a veces flaqueaba y
que valoraba mi comodidad desmedidamente.
Por medio de esa experiencia, Dios también me dio más
amor (y temor) hacia aquellos que no Le conocen como su
Dios. Como resultado, me encuentro ahora orando más por
las almas perdidas. Dios es misericordioso en la manera en
que nos moldea y, sin dudas, Su fuego refinador es algo que
todos necesitamos experimentar de vez en cuando (o quizás
de manera constante). Le temo como a un Padre amoroso que
sólo procura lo mejor para mí, y puedo entregar mi vida a Él
en plena confianza.
Amar a Dios es temerle y vivir constantemente en reverencia ante el Dios perfecto, poderoso y justo. “No envidie tu corazón a los pecadores, antes vive siempre en
el temor del SEÑOR” (Prov. 23:17, énfasis añadido).
Por Peter Robertson, CFO, y
Chery Hauer, Directora de Desarrollo Internacional
Amar a Dios es temerle y vivir
constantemente en reverencia ante el Dios
perfecto, poderoso y justo.
Bibliografía
Bialik, Hayim and Yehoshua Ravnitzky, editors. The Book of Legends from the Talmud and Midrash. New York: Shocken Books, 1992.
Birnbaum, Philip. Encyclopedia of Jewish Concepts. USA: Hebrew Publishing Company, 1993.
Rozenberg, Martin and Bernard Zlotowitz. The Book of Psalms, A New Translation and Commentary. USA: Jason Aronson Inc, 1999.
Spurgeon, Charles. 12 Sermons on Praise. USA: Wilder Publications, 2007.
Telushkin, Rabbi Joseph. Jewish Literacy. New York: William Morrow & Co. 1991.
The Babylonian Talmud on CD-ROM. Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 2007.
Vines Expository Dictionary. New York: Thomas Nelson Publishers, 1985.
Traducido por: Teri S. Riddering
Las citas bíblicas son tomadas de Nueva Biblia de los Hispanos®
Copyright (c) 2005 by The Lockman Foundation
Usadas con permiso. www.LBLA.com .
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uchos pastores, maestros bíblicos y personas laicas han escrito preguntando si pueden utilizar estas
notas para sus mensajes y clases. La respuesta es un enfático, ¡sí! Por tal razón enviamos estos Estudios de Israel. Es mi esperanza que la información contenida en ellos pueda ser dise-minada vez tras
vez, ya sea oralmente o por medio de copias fotostáticas. “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén
la palabra de Jehová.” (Is. 2:3)
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