CRÍTICA DE LAS TEORÍAS SOCIOLÓGICAS DEL DESARROLLO

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CRÍTICA DE LAS TEORÍAS SOCIOLÓGICAS DEL
DESARROLLO
Guy Bajoit
Introducción
Las dos primeras concepciones: 1950-1975
• El contexto
• El desarrollo por la modernización
• El desarrollo por la revolución
Las tres concepciones siguientes: 1975-2005
• El contexto
• El desarrollo por la competencia
• El desarrollo por la democracia
• El desarrollo por la identidad cultural
Una propuesta alternativa
Conclusión
Introducción
El objeto del presente trabajo es presentar un inventario y una crítica de las
respuestas, diversas y contradictorias, que los sociólogos han aportado, desde
más o menos cincuenta años, a la cuestión del (sub)desarrollo. ¿Cómo explicar,
a partir de la sociología, las enormes – y además, crecientes – desigualdades de
desarrollo entre las sociedades humanas? ¿Cómo explicar que, entre los
diferentes países del mundo, algunos son más dinámicos que otros en lo que
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concierne la producción de riquezas? ¿Cómo explicar que, en un país dado, este
dinamismo es más fuerte en ciertas épocas de su historia que en otras? Dicho de
otra manera, ¿cómo explicar el flujo y el reflujo de la dinámica de desarrollo en
las colectividades humanas?
Para encontrar respuestas a estas interrogantes, he hecho, entre medio de los
sociólogos del desarrollo, una “encuesta” – una larga encuesta que comenzó
hace cuatro décadas y que todavía no está terminada! – para conocer sus
respuestas a las preguntas siguientes:
1. Causa: ¿Cuál es la causa principal del subdesarrollo? ¿Cuál es el principal
obstáculo al dinamismo de desarrollo?
2. Definición: ¿Cuál es la definición del desarrollo? ¿Qué significa
“desarrollar” una colectividad humana?
3. ¿Qué hacer?: ¿Qué hay que hacer para desarrollar? ¿En qué consiste una
buena política de desarrollo?
4. ¿Quién?: ¿Cuál es el actor principal (el piloto) del proceso de desarrollo en
una colectividad?
5. Ejemplos: ¿Cuáles son los ejemplos históricos de intentos de desarrollo,
con esta política y bajo la conducción de este actor?
6. Evaluación: ¿Cuáles fueron las principales dificultades encontradas para
aplicar este modelo?
7. Cooperación: ¿En qué debe consistir una buena política de cooperación al
desarrollo?
Como era de esperar, a estas preguntas, no he encontrado una, sino varias
respuestas diferentes, muchas veces opuestas, aún si también complementarias.
Hice, primero, un trabajo de inventario: a medida que las recolectaba, he
clasificado las respuestas en tradiciones intelectuales distintas, en “paradigmas”
diferentes, que he llamado “teorías del desarrollo”. Encontré así cinco grandes
concepciones según el “motor” del proceso de desarrollo que los autores
privilegian: el desarrollo por la modernización, por la revolución, por la
competencia, por la democracia y por la identidad cultural.
En si mismo, estas divergencias entre los autores exigen algunas aclaraciones.
¿Por qué hay tantas teorías distintas? Sin entrar aquí en los detalles de esta
cuestión muy compleja, quiero hacer dos comentarios al respecto:
- Nunca todos los sociólogos están de acuerdo entre ellos sobre una sola
respuesta a una pregunta, ¡cualquiera que sea! Como lo hace el fotógrafo –
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que reduce a dos dimensiones unos objetos que tienen tres – los sociólogos
también, en su mirada sobre el objeto complejo que es la sociedad, tienen
tendencia a reducirlo a un punto de vista simple, privilegiando ciertas
variables y ciertos de sus aspectos. Por supuesto – como es también el caso
con la fotografía – cada discurso sociológico revela una parte pertinente de
la realidad, pero, al revelarla, en el mismo gesto, esconde otras
dimensiones que también pertenecen a esta realidad y serian igualmente
pertinentes para comprenderla. Como todas las ciencias (trátese de las
ciencias de la naturaleza como de las del hombre), la sociología mira la
“realidad” por el intermediario de sus paradigmas, y estos paradigmas
están estrechamente ligados al modelo cultural imperante en las sociedades
donde esta ciencia nació y se desarrolló.
- Al considerar las concepciones del desarrollo que voy a presentar en
seguida, aparecerán también sus vínculos, no solamente con el modelo
cultural de la modernidad en general, sino también con sus ideologías, con
las vías concretas de la industrialización de los países del Norte, y hasta
con las coyunturas especificas que marcaron la historia de estos países en el
curso de los cincuenta últimos años. Por la naturaleza misma de su objeto,
la sociología es una ciencia muy “encarnada” – quizá demasiado – en su
siglo. Los sociólogos – sean del Norte o del Sur: importa poco donde
nacieron – parecen haber reflejado en sus concepciones teóricas y sus
análisis, los grandes cambios que han afectado los actores de la
industrialización, en lucha entre ellos para ver triunfar sus intereses y sus
proyectos. Existe, visiblemente, un lazo de “complicidad ideológica” – no
necesariamente intencional ni consciente – entre las concepciones
sociológicas del desarrollo, proyectadas hacia los países del Sur, y las vías
de la industrialización, promovidas en el Norte por los grandes actores
implicados en ella: vía nacionalista del Estado nación, vía liberal de la
burguesía internacionalista, vía comunista del partido revolucionario y vía
social-demócrata del movimiento obrero y socialista. Esta complicidad
ideológica nos permite comprender las divergencias entre las respuestas
que los sociólogos aportaron a las cuestiones mencionadas más arriba y,
por lo tanto, sus divergencias sobre las concepciones del desarrollo.
Presentaremos ahora, de manera muy sintética, nuestro inventario de las
teorías sociológicas del desarrollo; después, tomaremos distancia de ellas, las
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criticaremos e intentaremos proponer una visión alternativa que permite ir más
allá del “reduccionismo” imperante actualmente en la sociología en general, y
en particular en la que se dedica a la cuestión, tan importante, del desarrollo.
Las dos primeras concepciones: 1950-1975
El contexto
Recién después de la segunda guerra mundial, los sociólogos comenzaron a
construir una problemática sociológica alrededor de la cuestión del desarrollo.
Por supuesto, el problema – las desigualdades entre los países del Sur y del
Norte – existía antes, mucho antes, pero no era “problematizado”: no había
conceptos para pensarlo, datos empíricos comparativos, cátedras e institutos
universitarios, coloquios, revistas, investigaciones respecto al ese tema... Este
hecho llama la atención: ¿por qué? ¿cual es la relación entre la aparición de esta
“problematización” del desarrollo y la coyuntura económica, política y cultural
de la posguerra?
Como bien se sabe, esta coyuntura se caracterizó por el surgimiento de dos
potencias nuevas, las que liberaron el mundo del fascismo: los Estados-Unidos y
la Unión Soviética. Las naciones europeas, más bien, habían perdido la guerra –
salvo Gran Bretaña, pero que tampoco la pudo ganar sola. Estas dos nuevas
potencias hegemónicas se dieron una vocación mundial y quisieron reorganizar
el orden internacional (Yalta, 1945). Por lo tanto, ellas exigieron, directamente o
por intermediario de la ONU, el fin del modelo colonial, establecido al final del
siglo XIX y controlado por los países de Europa occidental, sobre todo por Gran
Bretaña y Francia. Apoyados por estas nuevas potencias, los movimientos de
liberación nacional se despertaron en las colonias. Los Británicos y los Francés,
como también los otros Estados europeos, perdieron poco a poco sus colonias:
India (1947), China (1949), Indonesia (1950), Egipto (1952), Indochina (1954),
Tunes, Marueco (1956)...; y después todos los países africanos (1960-65),
terminando por las antiguas colonias portuguesas (1974). Así, en un poco más
de dos décadas, se acabó el modelo colonial y una gran cuantidad de “nuevas
naciones” se constituyeron. Pero, las dos nuevas potencias necesitaban un
proyecto para justificar su política – y su rivalidad – en el Sur1 ; este proyecto
1
Desde cinco siglos, los paises hegemÛnicos del Norte han necesitado de alguna justificaciÛn para controlar y
dominar los del Sur : los EspaÒoles y los Portugueses lo hicieron en nombre de la ìcristianizaciÛnî ; los
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fue – y sigue siendo – el desarrollo, ya sea por la vía capitalista o por la vía
socialista, los dos caminos que ellas mismas estaban practicando.
Fundamentaron este proyecto en la ciencia – en virtud de la cual, para resolver
un problema, se precisa “conocerlo científicamente”. La economía y la
sociología les ofrecieron su “label científico”, la legitimidad detrás de la cual
podían esconder sus intereses políticos y económicos. Con decir esto, no quiero
insinuar que los sociólogos y los economistas, que aceptaron entrar en este
“juego”, fueron cínicos: los que adhieren a una ideología son, por lo menos en
gran parte, personas sinceras, que creen realmente en lo que están haciendo.
Pero, en el mismo tiempo, esta sinceridad es una forma de ceguera. Ellos
inventaron, pues, el desarrollo como objeto de ciencia, y conceptualizaron las
dos vías que fueron las primeras “teorías” del desarrollo.
El desarrollo por la modernización
Causa
El subdesarrollo es un problema cultural: la mentalidad tradicional impuso,
desde muchos siglos, costumbres culturales (concepciones del mundo, modos de
organización y de vida, tipos de tecnología…), que son incompatibles con la
modernidad y que resisten a su penetración. Las formas tradicionales de
solidaridad (familia, clan, tribu, etnia) perjudican el funcionamiento moderno de
la sociedad. Resulta difícil, y a veces imposible, organizar una explotación
agrícola, una empresa industrial, un sistema bancario, una red de intercambios
comerciales, una administración pública, un régimen político, un ejército, una
escuela, un hospital, una familia..., en fin, una nación moderna, con individuos
que siguen compenetrados por valores, normas, pensamientos y sentimientos
tradicionales. La ecuación moderna “tiempo = dinero = trabajo” no se ha
generalizado todavía en el espíritu de la gente del Sur. Hay que reconocerlo: la
concepción “mística y religiosa” del mundo es incompatible con la concepción
“técnica y científica”. Nosotros (las sociedades del Norte) lo sabemos bien: nos
costó también dos o tres siglos para resolver este problema; las creencias en el
Progreso, el Trabajo, la Ciencia, la Razón, la Igualdad, la Libertad, la
Democracia, la Nación... se demoraron mucho tiempo antes de entrar en nuestra
Brit·nicos y los Franceses, en nombre de la ìcivilizaciÛnî ; los Estados-Unidos y la UniÛn Sovietica, en nombre
del ìdesarrolloî; y hoy, despuÈs del fin de la tensiÛn entre el Este y el Oeste, lo hacen en nombre de la
ìseguridadî del mundo, en lucha contra la pobreza y el terrorismo.
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propia mentalidad. Por lo tanto, no es realista esperar que las nuevas naciones
del Sur adopten la modernidad en veinte años!
Definición
Si esta “fotografía” está buena – y, por supuesto, lo es si los actores se la
creen! – la condición esencial del desarrollo es el paso progresivo y controlado
de la sociedad tradicional a la sociedad moderna, es decir un proceso de
modernización.
¿Que hacer?
Una política de modernización es una tarea larga y compleja. Hay que dotar el
país de las infraestructuras necesarias para favorecer los intercambios y la
integración entre todas sus partes constitutivas. Hay que aumentar la
productividad de la agricultura, y por esto imponer, contra las resistencias de los
grandes propietarios, una reforma agraria. Hay que generalizar el uso de la
moneda como medio de comercio, de ahorro y de inversiones. Hay que
desarrollar algunas empresas industriales importantes, sobre todo las que
permiten trasformar las materias primas antes de exportarlas y las que permiten
sustituir ciertas importaciones por producciones locales. Hay que cubrir el país
entero con administraciones públicas competentes, dirigidas por funcionarios
honestos y preocupados del interés general. Hay que formar un buen ejército
capaz de defender las fronteras, y unas fuerzas de orden para proteger la paz
interna. Hay que planificar el desarrollo de las ciudades para contener y
controlar el inevitable proceso de éxodo rural. Hay... muchas cosas que hacer!
Pero, sobre todo, hay que cambiar la mentalidad de la gente, y por esto, el
sistema escolar es la base esencial de todo el proceso: las nuevas generaciones
son las más decisivas para el éxito del desarrollo. Además de todo esto, si
posible, hay que instaurar la democracia política y social. Si posible! Porque, en
general, no lo es, por lo menos, no en lo inmediato: los nuevos ciudadanos
tienen, primero, que aprender a convivir en el respeto de las instituciones de la
nación.
¿Quien?
Si este proceso es largo y delicado, es a causa de las resistencias de los actores
tradicionales que se oponen a la modernización, pero también por los
comportamientos inadaptados de los que siguen obedeciendo a pautas antiguas
de conductas. Por lo tanto, en un primer tiempo, el proceso tiene que ser
pilotado, con mano firme, por un Estado fuerte, dirigido por unas elites
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modernizadoras, habitualmente formadas en los países del Norte. En un
segundo tiempo, cuando se considera que la modernización está en buen
camino, la gestión de la economía tiene que pasar en las manos de una
burguesía nacional, que se ha formado en la primera etapa, y que sigue
trabajando en colaboración estrecha con el Estado.
Ejemplos
La mayoría de los países asiáticos (India, Indonesia, Corea del Sur, Taiwán...),
árabes (Egipto, Siria, Tunes...), africanos (Senegal, Costa de Marfil, Nigeria...)
intentaron – en algún momento de su historia, entre 1950 y hoy –, practicar esta
política. Siempre el tono dominante de los actores fue un nacionalismo,
moderado o radical, mezclado con una dosis más o menos importante de
populismo. Los resultados fueron diversos: desde el fracaso evidente (Zaire),
hasta un éxito relativo (Egipto, Senegal…), que permitió a algunos pasar a la
segunda etapa (Corea del Sur, Taiwán, Malasia...).
En América latina, las experiencias más cercanas a este modelo modernizador
(aún si algunas de ellas obedecían, en forma segundaria, al modelo
revolucionario, que vamos a presentar en seguida) fueron: Argentina con J.
Perón (1946-55), Chile con A. Alessandri (1958-64) y después con E. Frei
(1964-70), Bolivia con el MNR (Movimiento nacionalista revolucionario de V.
Paz Estensoro y H. Siles Suazo, 1952-64), Brasil con J. Kubitschek (1955-60) y
después J. Goulart (1961-64), Venezuela con R. Betancourt (1959-64) y después
C. Andrés Pérez (1974-79).
Evaluación
Como era de esperar, la aplicación de este modelo se encontró con varias
dificultades tanto internas como externas.
- La reforma agraria y la substitución de las importaciones son políticas
económicas muy costosas en equipamientos industriales; para conseguir
estos equipamientos, se necesita devisas, y para tenerlas, hay que exportar;
por lo tanto, el éxito del proyecto depende, en gran parte, de los precisos de
las materias primas sobre los mercados internacionales y del
comportamiento de las viejas oligarquías nacionales que, en general, no
tienen interés en verlo prosperar.
- En muchos casos, las fuerzas políticas modernizadoras llegaron al gobierno
después de movilizaciones de masas que despertaron grandes esperanzas en
el pueblo; una vez al poder, los nuevos gobernantes tuvieron, para
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conservar el apoyo popular, que satisfacer, por lo menos en parte, estas
esperanzas; eso los llevo a practicar políticas populistas que vaciaron las
cajas del Estado.
- Supuestamente, el proceso tenía que consolidar unas burguesías nacionales,
muchas veces embrionarias, para que retomen la conducción del proyecto;
pero, en la mayoría de los casos, estas burguesías prefirieron usar su dinero
en especulaciones financieras o inmobiliarias, más rentables à corto plazo,
en lugar de invertirlo en programas de industrialización.
- La empresas públicas, que fueron creadas a la vez para administrar los
bienes nacionalizados (la tierras, las minas…) y para suplir la carencia de
iniciativa de las burguesías privadas, se transformaron rápidamente en
burocracias pesadas, ineficaces, ineficientes, corruptas, y sobre todo,
deficitarias.
- Todas estas dificultades reunidas generaron muchas crisis inflacionistas
difíciles de controlar.
- El rol central del Estado en el proceso y la falta de control democrático
engendraron grandes desigualdades sociales, corrupción y represión; y,
detrás de los partidos, ¡las fuerzas armadas esperaban su turno!
Cooperación
Ayudar estos intentos significa trabajar en estrecha colaboración con las elites
del Estado, es decir practicar una asistencia técnica (más o menos interesada
según los casos). Reforzar la educación es, quizá, lo mejor que se puede hacer;
pero también las políticas de salud, la modernización del Estado, la reforma de
la agricultura, la industrialización...
El desarrollo por la revolución
Causa:
Aquí, el fotógrafo se puso detrás del objeto, y nos revela todo lo que escondía,
intencionalmente o no, la primera fotografía. Los partidarios de esta concepción
están convencidos que la causa principal del subdesarrollo no es interna, sino
externa, y que no se trata de un problema cultural, sino político. Si los países del
Sur son menos desarrollados que los del Norte, es porque estos últimos
organizan y mantienen un verdadero pillaje sistemático de las riquezas
nacionales de los primeros. El imperialismo, perpetrado con la complicidad
interna de las clases dominantes de los países dependientes, es el verdadero
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responsable de su incapacidad de desarrollarse. El imperialismo es un
“monstruo” que tiene varias caras que se complementan: económica, política e
ideológica.
Para perpetrar su pillaje económico, los países del Centro hegemónico utilizan
varios métodos. Los tres principales son los siguientes:
- La división internacional del trabajo. Los países del Norte conservan la
exclusividad de la producción de los bienes acabados (con alto valor
agregado) y obligan los países del Sur a seguir siendo productores de
materias primas; el intercambio entre estos dos tipos de productos sobre los
mercados internacionales es desigual: los precios de los productos acabados
son más estables y tienen tendencia a subir, mientras que los de las
materias primas, además de ser muy erráticos, tienden a bajar (salvo el
petróleo, después de 1973).
- Las inversiones de las empresas multinacionales. Estas empresas ejercen
un chantaje sobre los Estados dependientes (que necesitan inversiones y
empleos) para conseguir condiciones mucho mejores que las que tienen en
los países del Centro: salarios e impuestos mucho más bajos, libertad de
utilización de sus beneficios... Por lo tanto, al instalarse en el Sur, las
multinacionales aumentan su capacidad competitiva y realizan unas
utilidades mucho más importantes, sin tener ninguna obligación de
reinvertirlas en estos mismos países: se trata de una forma particular de
explotación de la clase trabajadora de un país por la burguesía de otro, con
la complicidad de los Estados que sirven de intermediario.
- El endeudamiento excesivo. Los Estados dependientes se han endeudado,
sobre todo después de 1973, cuando hubo abundancia de petrodólares sobre
los mercados financieros: en aquella época, las condiciones de los
préstamos eran favorables. El uso de este dinero, por las clases dominantes
parasitarias del Sur, no fue muy productivos (gastos de prestigio,
desviación de fondos, corrupción...); por lo tanto, algunos años después,
tuvieron que conseguir nuevos préstamos para devolver los primeros: y las
condiciones eran mucho menos interesantes. De esta manera, por el exceso
de endeudamiento, muchos países dependientes pierden una buena parte
del valor de sus exportaciones, que no puede servir para fomentar su
desarrollo.
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Este pillaje económico esta sostenido activamente por un imperialismo
político e ideológico:
- Del punto de vista político, los Estados y las empresas del Norte usan de
diversos métodos para lograr un fin muy claro: poner “amigos” en el poder
en los países del Sur que les interesan; sostener el poder cómplice de
ciertos personajes políticos, militares, empresarios, que les garantizan la
continuidad del pillaje económico; aplastar cualquier intento de las fuerzas
de oposición que quisieran limitar o poner fin a esta dominación. Para
alcanzar este objetivo, todos los medios son buenos : sostener campañas
electorales, comprar votos en la ONU, financiar golpes de Estado, enseñar
métodos de lucha antisubversiva, fomentar guerra civil, organizar bloqueo
económicos, intervenir directamente con fuerzas armadas, declarar
abiertamente la guerra...
- Del punto de vista ideológico, todas estas prácticas de ingerencia son
justificadas por el discurso imperialista, en nombre de “Causas” muy
legítimas: la defensa de la democracia, de la libertad, de los valores de la
civilización cristiana, del socialismo, de los derechos humanos, de la lucha
contra la tiranía, la pobreza, contra el terrorismo, etc. Además, el Norte
difunde en el Sur millones de mensajes culturales (por los medios de
comunicación de masa) que manipulan la mente de la gente, haciéndolos
desear vivir como se vive en los países del Norte.
Definición
Si esta foto es buena – y claro que, para muchos, lo es – la condición esencial
del desarrollo tiene que ser un proceso de liberación nacional (contra el
imperialismo) y social (contra las clases dominantes internas).
¿Qué hacer?
La llave de este proceso es política: antes que nada, hay que tomar el control
del Estado. Pero ¿cómo? Algunos prefieren la vía democrática (como Allende
en Chile), otros, convencidos que por está vía solo se toma el gobierno y no el
Estado, prefieren la vía armada (como el FSLN en Nicaragua). Pero, entre estos
últimos, también hay muchos caminos divergentes. ¿Partido de masa o partido
de cuadros? Si se apoya en la masa ¿sobre los obreros o sobre los campesinos?
¿Con o sin incluir las clases pobres de las ciudades? ¿Con o sin las “clases
medias”? ¿Con o sin el apoyo de una burguesía nacional leal a los intereses del
país? Aquí se han encontrado, con divergencias y convergencias, los grupos
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“foquistas” de las guerrillas urbanas y rurales, los comunistas, los trotskistas, los
maoístas, los socialistas, los radicales, los socialdemócratas, los nacionalistas...
Una vez resuelto el problema central de la toma del poder, otra etapa
comienza: la realización de un programa de modernización. Este proyecto es
muy parecida a el del modelo anterior, pero, sin embargo, con una diferencia
esencial : se trata aquí de un programa revolucionario, es decir – por lo menos,
en principio – al servicio de los intereses de las clases populares, de los
campesinos, de los obreros, de las capas más desposeídas del pueblo. La
preocupación esencial del nuevo poder político no es fortalecer una burguesía
nacional con la intención de confiarle la gestión de la economía, sino de
planificar, desde el Estado, un control estrecho sobre la producción y el uso
social de las riquezas, con el afán de restaurar una verdadera independencia
nacional.
¿Quién?
Si el Estado modernizador es fuerte, el Estado revolucionario lo es todavía
más. En general, se trata de un poder absoluto, a veces escondido detrás de un
aparente “juego” democrático (con partidos de “oposición” controlados y
elecciones sospechosas). Las élites revolucionarias del partido (o del frente) que
se apoderaron del Estado – muchas veces, después de años de lucha y con un
costo humano muy grande – hacen todo para conservarlo, por la fuerza si es
necesario. Instalan su dominio, desde arriba hacia abajo, sobre el conjunto de la
sociedad: controlan todos los aparatos de poder (legislativo, judicial, ejecutivo y
represivo), las iniciativas económicas (agricultura, industria, banco, comercio),
las administraciones públicas, las organizaciones sociales (educación, salud,
vivienda...) y también los movimientos sociales (sindicatos obreros o
campesinos, jóvenes, mujeres...). Y tienden a reprimir todos los individuos y
grupos que no comparten su proyecto. Estas elites revolucionarias no se dejan
controlar por nadie, sino por ellas mismas, y, por lo tanto, su dedicación al
interés general depende de la honestidad de sus dirigentes y de la evolución de
las relaciones – muchas veces conflictivas – internas al partido o al frente.
Ejemplos
Si no tomamos en cuento los numerosos “falsos” intentos – en los cuales las
“elites” que se apoderan del Estado no son realmente revolucionarias, sino en su
discurso –, los ejemplos interesantes son pocos, pero significativos (China,
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Corea del Norte, Argelia, Vietnam,...); pero hay muchos otros menos exitosos
(Laos, Camboya, Mozambique, Búrkina Faso…).
En América latina, el modelo revolucionario típico, “químicamente puro” fue
el de Cuba, ¡más comunista que los Soviéticos! Tres otros casos significativos
tienen que ser mencionados: los de Perú con Velasco, de Chile con Allende y de
Nicaragua con el FMLN, que combinaron el modelo revolucionario con los
modelos democrático y modernizador.
Evaluación
Los problemas de aplicación de este modelo fueron más numerosos y más
complejos aún que los del anterior.
- Los Estados imperialistas no se dejan hacer: buscan, por todos los medios
(ideológicos, políticos, económicos y militares) desestabilizar a los
regímenes revolucionarios. Fue, por ejemplo, el caso de Cuba,
particularmente con el embargo impuesto por los Estados Unidos. Por su
posición geopolítica, por su posible poder de contagió en América latina,
Cuba tenía que ser un caso exitoso para los soviéticos – y ¡tenía que
fracasar para los norte-americanos! Por eso que los primeros ayudaron
tanto a los cubanos, y los segundos la combatieron tan obsesivamente.
Pero, veinte años después, el caso de Nicaragua sandinista no tuvo la
misma importancia geopolítica… y también, resistió menos años las
arremetidas de los “contras”, sostenidos por el gobierno de Reagan. Y,
entre medio, había pasado lo mismo con el proyecto de la Unidad popular
en el Chile de Allende.
- La ayuda (técnica, financiera, militar…) de los “nuevos amigos” del
régimen revolucionario puede tener efectos muy perversos. El caso de
Cuba es también ilustrativo. De una parte, la URSS necesitaba demasiado a
Cuba para no ayudarla, pero también, para no dejarla escapar de su
dependencia por la vía de la industrialización (y, de hecho, Cuba siguió
siendo dependiente de sus exportaciones de azúcar); de otra parte, el exceso
de facilidad que representaba la ayuda soviética le quitaba la necesidad y la
urgencia de industrializarse (era demasiado fácil conseguir devisas con la
vente del azúcar y, como se sabe, demasiado dinero fácil perjudica el
desarrollo). Esto duró, hasta que se terminó el modelo soviético y su
cooperación, y provocó la tremenda crisis económica cubana de los años
1990.
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- La revolución se hace habitualmente con una alianza de partidos que se
unen para tomar el poder (ya sea por las armas o, más excepcionalmente,
por la vía electoral), pero que tienen tendencia a dividirse a la hora de
ejercerlo (entre moderados y radicales). Cuando este problema no se
resuelve por la fuerza (con la eliminación de algún partido y la instauración
de un partido único, apoyado en la fuerzas armadas, como en Cuba), la
división puede paralizar la acción del gobierno: el parlamento bloquea las
reformas, los problemas de desarrollo no se resuelven y una parte del
pueblo pierde la paciencia y se vuelca contra sus dirigentes políticos (el
caso de S. Allende en Chile es emblemático).
- Los intentos revolucionarios siempre se enfrentan con una oposición
interna decidida a provocar sus fracasos a como de lugar. Para resolver este
problema, Cuba expulsó más de un millón de opositores, que perturbaron el
régimen desde afuera (Florida); la Unidad popular chilena fue combatida
por la derecha (el partido nacional), perdió el apoyo del centro (la
democracia cristiana), sin la cual no podía gobernar y, finalmente, fue
destituida por un golpe de Estado (Pinochet); los militares progresistas
peruanos (Velasco), cuyas reformas fueron saboteadas e ineficaces, se
vieron destituidos por otros militares (Morales Bermúdez); y el FSLN de
Nicaragua, paralizado por todas estas dificultades, termino por perder la
elecciones (en 1990).
- El exceso de voluntad de igualdad, que defendieron algunos regímenes
socialistas, puede tener también efectos perversos. Con la supresión de los
estimulantes materiales – en nombre de la solidaridad socialista y del ideal
revolucionario del “hombre nuevo” – los dirigentes, demasiado
convencidos, terminan por desgastar el entusiasmo, desanimar la iniciativa,
e incluso la honestidad, de sus militantes y de las mismas clases populares.
Al no querer tomar el ser humano como es – al querer transformarlo – lo
que consiguen es lo contrario de lo que esperan: ciudadanos pasivos, que
esperan todo del Estado, que trabajan poco y se aprovechan mucho. Se
encuentran, finalmente, o sea obligados a restaurar los estimulantes
materiales, o sea a reconocer la ganancia privada, por lo menos, en ciertos
sectores de la economía (el pequeño comercio, la artesanía y la agricultura,
como fue el caso de Cuba después de 1990).
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- Todo lo anterior incita los regímenes revolucionarios a utilizar la fuerza
para resolver los problemas, es decir, a renunciar a la democracia. A
mediano o largo termino, esta negación del control democrático sobre su
gestión, termina por corromper el poder desde adentro. A partir de
entonces, de la revolución, los dirigentes conservan solamente el discurso,
la retórica, pero, en los hechos, restablecen desigualdades y privilegios…
los que les obliga a utilizar todavía más represión para conservar el poder.
Cooperación
Por supuesto, el imperialismo y las viejas clases dominantes derrotadas no
dejan de complotar contra el nuevo régimen, esforzándose, por todos los
medios, de crear las condiciones de su fracaso. En consecuencia, estos intentos
revolucionarios siempre han necesitado de un nuevo apoyo externo, y lo
buscaron, como es lógico, a través de unos acuerdos de cooperación con las
potencias hegemónicas rivales: principalmente la Unión Soviética pero también,
aún si en menor medida, los Estados social-demócratas europeos. Estos
acuerdos con grandes potencias rivales, además de ser inevitables, pueden ser
muy ventajosos para alcanzar la consolidación del proyecto, pero también,
pueden presentar graves peligros, como le hemos visto: es que… los nuevos
“amigos” ¡también son imperialistas!
Las tres concepciones siguientes: 1975-2005
El contexto
A partir de la década del 70, las concepciones de los sociólogos comenzaron a
cambiar significativamente2 : las dos primeras teorías del desarrollo perdieron
poco a poco de su credibilidad y nuevas ideas aparecieron. Diversas razones
permiten comprender este cambio.
En el Sur, los intentos nacionalistas y socialistas no habían dado resultados
muy duraderos ni convencedores: fracasos económicos relativos de los intentos
de reforma agraria y de industrialización por substitución de las importaciones,
incompetencia de los aparatos de Estado, difícil construcción de las nuevas
naciones, resistencias de las oligarquías, inestabilidad política, corrupción de los
gobernantes, aumento de la pobreza tanto en el mundo rural como urbano… La
2
No solamente en lo que concierne el desarrollo, sino tambiÈn en todos sus otros campos de preocupaciÛn.
14
tarea de desarrollar se revelaba mucho más compleja de lo que se había
imaginado, en el entusiasmo de las independencias, veinticinco años antes.
En el Norte, la década del 1975-85 cambió radicalmente las perspectivas de
futuro: se produjo una grave crisis económica, provocada por la tercera
revolución tecnológica, con un aumento inquietante de la desocupación y de la
exclusión social en las naciones capitalistas, y con el derrumbo total de las
economías de los países comunistas. La respuesta a esta crisis, que convenía
perfectamente a los intereses de los Estados Unidos y de los grandes
conglomerados multinacionales, fue la vuelta triunfante al (neo) liberalismo3,
considerado como “pensamiento único”. Este cambio radical, todavía en curso,
tuvo un sin número de consecuencias, en todos los ámbitos de la vida colectiva4:
- una nueva concepción del rol del Estado (criticado por ser el peor gestor
posible de la economía, y que tiene que ponerse al servicio del mercado),
- un nuevo contrato social (el Estado “providencia” es criticado por ser
“asistencialista” y demasiado caro en impuestos y en políticas sociales) ;
- un nuevo modo de producción (basado sobre el consumo, la competencia y
la comunicación) ;
- un nuevo modo de socialización y de integración (fundado sobre el
individuo, sujeto y actor de su vida) ;
- un nuevo orden mundial, tanto económico (la globalización), como político
(la superación de la nación como base territorial del desarrollo) y cultural
(la occidentalización del mundo).
Lo que más nos interesa aquí es que este cambio radical, esta verdadera
mutación de las sociedades occidentales, tuvo también como consecuencia el
debilitamiento de las antiguas teorías del desarrollo, y la imposición de otras
concepciones: una primera, ampliamente dominante (el desarrollo por la
competencia) y dos otras que, poco a poco, se van reforzando (el desarrollo por
la democracia y por la reafirmación de las identidades culturales). Veamos
ahora, más detenidamente, estas “nuevas” concepciones.
3
Que habia sido abandonado por ser considerado como responsable de la gran crisis de los aÒos 30, y
reemplazado por el proteccionismo y el intervencionismo estatal, de inspraciÛn keynesiana ! Cuando sus
intereses estan en causa, los hombres suelen perder la memoria ! Quizas, volveremos a Keynes, despuÈs de la
prÛxima gran catastrofe social !
4 He tratado de analizar estas consecuencias en : G. Bajoit, Le Changement social, Paris, Armand Colin, 2003 ;
traducciÛn espaÒola : Todo Cambia, Santiago de Chile, LOM, 2003. Una nueva ediciÛn espaÒola est· en
preparaciÛn bajo el titulo de El Cambio social, (Madrid, Siglo XXI, por salir en 2008).
15
El desarrollo por la competencia
Causa:
El desarrollo - ¿cómo nos hemos demorando tanto en aceptar esta evidencia? –
es, antes que todo, un problema económico: se trata de aumentar la riqueza
producida (el PIB por cabeza) para poder mejorar, poco a poco, las condiciones
materiales y sociales de vida de los pueblos concernidos. Pero, la racionalidad
económica, que tiene que producir esta riqueza, funciona mal, en la mayoría de
los países del Sur, por culpa de las interferencias nefastas de la lógica política y
burocrática de los Estados. Tomaremos dos ejemplos:
- Resulta totalmente irracional, del punto de vista de la economía, practicar
una política proteccionista: imponer aranceles sobre las importaciones, con
el pretexto de proteger las industrias locales contra la competencia externa,
es un error grave, cuyo efecto consiste a ofrecer a los dirigentes de estas
industrias una prima a la mala gestión. Esta protección les autoriza, en
efecto, a no racionalizar y modernizar su producción : a tener personal en
exceso y mal cualificado, a conservar un material obsoleto y poco
productivo, a producir bienes y servicios de mala cualidad, a trabajar
exclusivamente para la demanda nacional, sin ser capaces de conquistar
mercados externos... Protegerlas es mantener artificialmente en vida unas
empresas condenadas, es esconder su déficit financiero real, y es engañar a
los consumidores locales.
- Pasa más o menos lo mismo, pero con otro mecanismo, con les empresas y
con la mayoría servicios públicos: como se sabe, son habitualmente
deficitarios. Con el pretexto de servir el interés general, cuestan a la
colectividad más que el valor de sus servicios. Tienen un personal pletórico
e ineficaz, nombrado, no por su competencia, sino por su lealtad hacia
lideres políticos clientelistas. Se puede comprender que algunos de estos
servicios tengan que ser organizados por el Estado (la justicia por ejemplo).
Pero la mayoría de ellos podrían ser confiados, con gran beneficio, a unos
operadores privados: la competencia tendría por efecto de eliminar los
malos y recompensar los buenos; el costo seria menor y el servicio mejor.
Definición:
La condición esencial del desarrollo es la acumulación de riquezas que resulta
del buen funcionamiento de la racionalidad económica, es decir de la ley del
16
mercado. Por lo tanto, la primera tarea del Estado es ponerse al servicio de esta
racionalidad, creando las condiciones necesarias para sostener las iniciativas
privadas rentables. Volvemos (por esto se llama “neo”) a la creencia básica del
viejo liberalismo: no hay mejor gestores del interés colectivo que el que cuida
bien su interés individual.
¿Qué hacer? :
Privatizar todo lo que se puede, es decir todo lo que es susceptible de producir
utilidades bajo el control de agentes económicos privados: desde luego, todas
las empresas de comunicación (televisión, radio, teléfono, correo, ferrocarriles,
líneas aéreas, autopistas y rutas), pero también los servicios de vivienda, de
salud, de educación, de previsión social... Sin embargo, las actividades que no
pueden ser rentables tienen que quedarse bajo la responsabilidad del Estado o de
organizaciones delegadas (las ONG por ejemplo).
Racionalizar el Estado es decir reducir sus costos. Estos costos, en efecto,
implican impuestos sobre los beneficios de las empresas y cargas sociales sobre
los salarios; por lo tanto, reducen la competitividad sobre los mercados externos.
Esta racionalización implica una revisión del estatuto de los agentes de la
función pública (reducción del numero de funcionarios, evaluación de su
trabajo, alza de su productividad) y una reducción del costo de los servicios
públicos (los que no pueden ser privatizados) y de las políticas sociales
(solidaridad instituida del colectivo con sus miembros que no tienen ingresos
suficientes).
Especializar la economía: exportar la más grande cuantidad posible, participar
en los intercambios mundializados, firmar tratados de libre comercio. Por esto,
hay que invertir en los bienes (y si posible en los servicios) por los cuales el país
tiene ventajas comparativas, y abandonar progresivamente la producción local
de los que se pueden comprar más baratos y mejores en el mercado
internacional.
Equilibrar los balances comerciales (importar menos, exportar más) y
financieras (renegociar la deuda externa) para controlar la inflación.
Responsabilizar los individuos: hay que ayudar los que lo necesitan (a cargo
de la solidaridad instituida), pero, con el objetivo de restaurar, lo antes posible,
su capacidad de ser autónomos, de reintegrarse en el mercado con capacidad
competitiva, con calificaciones técnicas y humanas, con creatividad e
imaginación.
17
¿Quién? :
Son las elites innovadoras privadas locales, guiadas por las grandes
organizaciones internacionales (FMI, BM, OMC, OCDE, G8...), las que tienen
que pilotar el proceso. Por supuesto, el Estado viene aquí a jugar un rol
secundario, aún si sigue muy importante.
Ejemplos
A partir de los años 1980, esta concepción del desarrollo se impuso y se
generalizó, en todos los países occidentales, en los países del Este europeo
(después de la caída del modelo soviético), y también en una mayoría de países
del Sur: los asiáticos (con sus cinco « dragones » triunfantes) y los africanos (sin
resultados muy relevantes). China y el mundo musulmán, parecen ser polos de
resistencia a esta mundialización; sin embargo, no hay que confundir el discurso
con la realidad: el conservar una retórica comunista no impide que China
participa, y con un éxito bastante significativo, a este modelo; lo mismo pasa
con ciertos países musulmanes (de África del norte y de la península arábica por
ejemplo).
La gran mayoría de los países latinoamericanos tuvieron que, o quisieron
adoptar este modelo. Y no es inútil señalar que fue aplicado tanto por dirigentes
civiles que militares, tanto por políticos de derecho como de centro, e incluso de
centro-izquierda. Los casos más significativos me parecen ser los siguientes.
- En Uruguay, el modelo fue introducido por un régimen militar (con el
general Álvarez, en 1981), pero fue conservado después de la vuelta a la
democracia (en 1985) por los partidos de derecha (Sanguinetti, del partido
Colorado y Lacalle, del partido Blanco).
- Algo parecido ocurrió en Chile, cuando los “Chicago boys” introdujeron el
modelo, sobre todo después de 1983, bajo el régimen de Pinochet. La
misma política fue conservada cuidadosamente, en 1990, cuando volvió la
democracia, por los partidos de centro-izquierda que conformaron la
Concertación.
- Después de su ruidosa crisis financiera, México siguió el mismo camino,
con Salinas de Gotari, a partir de 1988; con su sucesor, Zedillo, en 1994, el
país entro el ALENA (Acuerdo de libre comercio de Norte América) y el
mismo modelo fue seguido por Fox, después de 2000.
18
- Argentina adopto este modelo, después de la elección de Menem (1989),
hasta su fracaso con la tremenda crisis de 2000-2001, de la cual heredó De
la Rua.
- En Brasil, el modelo neoliberal entró cuando la derecha (el partido de la
reconstrucción nacional) ganó las elecciones con Color de Mello (1990),
pero siguió después con Franco, y sobre todo, con Cardoso, de 1995 hasta
2003.
- En el Perú, la misma política fue adoptada por Fujimori, desde 1990, hasta
que tuvo que abandonar el poder en 2000.
Evaluación
Seguramente, el modelo neoliberal no es más fácil de gestionar que los dos
anteriores. Se acompaña, como bien lo dice Pablo González Casanova (2000/2,
61), de una “triple desaparición del Estado: la del Estado benefactor, después, la
del Estado desarrollista y, finalmente, la del Estado liberador”. Este modelo
hace del desarrollo un mero asunto de crecimiento económico, lo que conviene
muy bien a las empresas del Norte y a los ricos del Sur; en cambio, para los
pueblos de los países dependientes, tiene efectos perversos insostenibles.
- Para aumentar la competitividad de las empresas, los gestores del modelo
tienden a reducir lo más posible los impuestos y el costo de la mano de
obra. Por lo tanto, este modelo tiene costos sociales muy altos: auge de las
desigualdades, de la desocupación, de la exclusión y de las actividades
informales). Estos costos explican una cierta resistencia de los pueblos (por
ejemplo, en México, Ecuador, Bolivia, Brasil, Venezuela, Argentina…).
Esta resistencia, sin embargo, no es una regla general. Fue más viva en los
países dónde ya existía una cierta tradición de bienestar social (ciertos
derechos sociales adquiridos y las instituciones – sindicatos y partidos de
izquierda – para defenderlos), como fue el caso, por ejemplo, en los países
del cono sur de América latina, así como en México y en Brasil. Se
entiende por qué, en muchos casos, los actores neoliberales se sirvieron de
regímenes dictatoriales para preparar el terreno, destruyendo las
resistencias. En cambio, en los países más pobres, que nunca supieron nada
del Estado “providencia”, el modelo encontró poca resistencia, y tuvo
consecuencias sociales más intolerables aún : la desocupación y la
exclusión afectan hasta 75% de la población.
19
- El modelo tiene también un costo económico: en la mayoría de los casos, el
neoliberalismo no estimula la industrialización, sino que confirma la
división internacional del trabajo entre los países que exportan productos
mineros o agrícolas, primarios o semielaboradas, y los que exportan
productos acabados. Esto es más cierto todavía en los países más pobres,
pero lo es también en los que están más avanzados: países como Chile,
Uruguay o Argentina siguen exportando productos mineros y agrícolas más
o menos transformados. Como bien se sabe, crecimiento económico no
significa industrialización y menos aún autonomía nacional o desarrollo. El
éxito del modelo depende, por definición, de los intercambios con los
mercados externos, que son muy caprichosos, tanto en el sector de las
inversiones (crisis tailandesa en 1997 y sus consecuencias en Rusia, en
Brasil, en Argentina…), como en el sector comercial (variaciones brutales
de precios de materias primas: petróleo, cobre…).
- Este modelo tiene también un gran costo ecológico: para favorecer la
competitividad, los partidarios del modelo tienen tendencia a preocuparse
lo menos posible de los efectos negativos de su actividad sobre el medio
ambiente: explotación excesiva de recursos naturales no renovables,
polución de la naturaleza o de las ciudades, peligros para la seguridad y la
salud... Además, el Norte tiene tendencia a exportar al Sur sus industrias
más dañinas el medio ambiente.
- Tenemos que señalar también el costo cultural que, sin ser específico del
neoliberalismo, acompaña el proceso de globalización. Los mensajes
culturales siguen obligatoriamente las prácticas económicas, porque el
éxito de la economía depende del deseo de la gente de ser buenos
consumidores, competidores y comunicadores: el modelo va acompañado
de su ideología, es decir de un modo de pensar y de vivir, de un “american
way of life”, que se esta generalizando en el mudo entero y que destruyen la
rica diversidad de las culturas humanas.
- Sin afirmar que este modelo, más que los otros, generaría corrupción,
tenemos que reconocer su fragilidad en este tema. El uso fraudulento del
dinero público – por ejemplo, de los créditos otorgados por bancos
extranjeros – puede tener consecuencias catastróficas (como fueron, entre
muchos otros, los casos de Menem en Argentina, de Fujimori en Perú, de
Pinochet en Chile…). En Argentina, cerca de 90% de los recursos
20
financieros que provenían del exterior, vía el endeudamiento de las
empresas (privadas y públicas) y del gobierno, fueron trasladadas afuera
del país en operaciones financieras.
Por supuesto, los partidarios del modelo neoliberal pretenden esforzarse por
limitar estos costos: hablan de “responsabilidad social de la empresa”, se
comprometen en respetar normas, códigos éticos... Pero la lógica del modelo
impide, o por lo menos limita, estos esfuerzos, y por lo tanto, la práctica no
corresponde al discurso. Al funcionar con toda su rigor, el modelo neoliberal
parece bien generar necesariamente estos cuatro tipos de costos, porque los
recursos financieros que los Estados dedican a la justicia social, a la protección
del medio ambiente y a la preservación de la identidad cultural se traducen
inevitablemente en impuestos para los contribuyentes y en ingresos para los
trabajadores y los usuarios, es decir en factores negativos del punto de vista de
la competitividad de las empresas. Por lo tanto, en un mundo abierto, donde la
competencia es considerada como el motor del desarrollo, los empresarios
privados no pueden prosperar sin reducir estos impuestos y estos ingresos
salariales al mínimo posible, lo que implica que se despreocupen de los efectos
perversos del modelo.
Resultado de todas estas dificultades, el modelo no es eficaz (en producir
crecimiento económico), sino en países dónde el desarrollo ya había progresado
antes por otros caminos (los “dragones” asiáticos, por ejemplo), dónde existen
elites competentes y honestas para aplicarlo correctamente y dónde las clases
populares se muestran dispuestas a suportar sus costos (en Chile, por ejemplo).
Es decir, ¡en pocos casos!
Cooperación:
La cooperación pasa fundamentalmente por los acuerdos bilaterales y
multilaterales entre Estados, que han firmado un sin numero de tratados de libre
comercio (TLC). Si las ONG siguen teniendo aquí una cierta importancia, es en
la medida que participan del modelo y promueven iniciativas económicas
rentables (por ejemplo las microempresas). Los que siguen haciendo
“asistencia” quedan a fuera del modelo: sus intervenciones financieras no sirven
sino para mantener en vida unas organizaciones dependientes, que no
contribuyen en nada al desarrollo.
A mi parecer, existen dos corrientes de pensamiento alternativo al modelo
neoliberal, dos “teorías”, en parte complementarias, pero también opuestas, para
21
concebir un modelo de desarrollo sustentable. La primera se inspira del viejo
modelo social-demócrata y confía en el rol central de la democracia; la secunda,
que se presenta como una nueva utopía, preconiza la reafirmación de la
identidad cultural de los pueblos del Sur. Les vamos examinar ahora.
El desarrollo por la democracia
Causas
El desarrollo es, antes de todo, un problema social. El modelo de la
competencia, por su lógica misma, tiende a despreocuparse del interés general:
por lo tanto, genera desigualdades y, en la mayoría de los casos, desocupación y
exclusión; al exacerbar la competencia entre los individuos, destruye las formas
de solidaridad entre las clases sociales; al promover el consumo, hunde la gente
en la apatía, en el individualismo y en la soledad: todos corren para consumir y
pagar sus deudas. Al final, este modelo fabrica millones de individuos aislados y
alienados (muchos de ellos, excluidos) y que se sienten solos y disgustados (o
por lo menos, desinteresados) por la ciudadanía.
Pero ninguna clase gestora se dedica a ser dirigente (es decir preocupada del
interés general), si no se encuentra obligada de serlo por la presión ejercida
sobre ella por los movimientos sociales y políticos del pueblo en lucha, de la
sociedad civil organizada y reivindicativa. Es una constante de la historia: un
pueblo que se deja dominar es dominado. Por lo tanto, la llave del desarrollo –
es decir del mejoramiento de las condiciones materiales y sociales de vida de la
gente – esta en la restauración de la democracia política y social. El desarrollo
verdadero – el que no se limita a un mero crecimiento económico – siempre fue
ligado a la democracia. Los países más democráticos fueron los que más se
desarrollaron, y los más desarrollados son también los más democráticos: hay
entre los dos una relación de fecundación recíproca. Y este círculo virtuoso se
explica por el hecho que la democracia, al reconocer los movimientos sociales y
políticos y al instituir los conflictos en una sociedad civil fuerte y activa, obliga
las clases gestoras de la economía y los Estados a redistribuir los beneficios del
crecimiento económico, a traducirlos en mejoramiento real de las condiciones
de vida de todos, es decir, a preocuparse del interés general.
Definición
La condición esencial del desarrollo es el un proceso de democratización
política y social de la sociedad.
22
¿Qué hacer?
Comenzar, por supuesto, por restaurar una verdadera democracia política, es
decir, desde luego, suprimir las dictaduras ejercida ya sea por las fuerzas
armadas, por los partidos (o los frentes) o por cualquier líder carismático que
sea. La restauración de la plena ciudadanía del pueblo y su participación
vigilante al control del poder político es la primera tarea. Muchos países, del
Sur, pero también del Norte, no conocen una verdadera democracia: muchas
veces, esta es solamente una apariencia, pero, en los hechos, está traicionadas
por los gobernantes, con el acuerdo tácito de los ciudadanos apáticos.
Pero la democracia no es solamente política: también es social. Los múltiplos
grupos sociales que componen la sociedad – trabajadores del campo y de la
ciudad, clases medias, mujeres, grupos étnicos, jóvenes, pobladores... – tienen
que crear organizaciones para representar, expresar y negociar sus intereses y
sus proyectos (función reivindicativa) y para proponer al Estado soluciones a los
problemas del desarrollo de la colectividad (función proyectiva).
¿Quién?
Los partidos políticos y los movimientos sociales populares (obreros,
campesinos, mujeres, jóvenes, pobres, grupos étnicos…) y sus elites dirigentes
son los garantes de la sustentabilidad del proceso de desarrollo.
Ejemplos
Desde los años 1980, y más aún 1990, muchos países abandonaron los
regímenes dictatoriales e intentaron restaurar la democracia política y social.
Los ejemplos son números, sobre todo en África y en América Latina. El
proceso, sin embargo, es lente y difícil, y los resultados no son siempre muy
concluyentes, sobre todo en África. Observamos sin embargo los progresos de
esta tendencia en ciertos países latinoamericanos, como Venezuela (con H.
Chávez), Bolivia (con E. Morales), Ecuador (con R. Correa), Nicaragua (con D.
Ortega), Chile (con R. Lagos y M. Bachelet), Uruguay (con T. Vásquez),
Argentina (con N. Kirchner), Brasil (con I. Lula).
Evaluación
El modelo social-demócrata, que funcionó bastante bien en sociedades
europeas ricas, es difícil de aplicar el países más pobres, salvo cuando tienen
muchos recursos (gas, petróleo, cobre…).
- Es difícil conciliar unas políticas sociales generosas con una política
económica que sigue obedeciendo a las exigencias del mercado neoliberal
23
globalizado. La llegada al gobierno de partidos políticos de centroizquierda despierta grandes y legítimas expectativas de mejoramiento de las
condiciones de vida de los pueblos. Pero, en el mismo tiempo, el gobierno
se encuentra con la resistencia des los gestores de la economía que, en
nombre de la competitividad, rechazan toda alza de salarios y de impuestos,
es decir la redistribución de la riqueza.
- El arbitraje entre ambos grupos de actores es, siempre, una tarea delicada,
que pone en causa la gobernabilidad del país. Tomado entre estos dos
“fuegos”, el gobierno puede optar por el uno o por el otro. Si persiste en
aplicar políticas públicas y sociales progresistas, la reacción de “los ricos”
puede ser muy dura (huida de los capitales, huelgas patronales, fomentos de
desorden públicos…) y el país se puede tornar en algo ingobernable. Si
opta por un “capitalismo serio” (a la manera de Kirchner o de Lagos), el
resultado puede ser el mismo: el gobierno mantiene un discurso de equidad,
pero se contradice en su práctica, hasta que el pueblo, impaciente, tomando
consciencia de la duplicidad de sus dirigentes, se torna contra ellos.
- El riesgo de deriva populista (prometer mejoramiento de las condiciones de
vida y no cumplir las promesas o, al contrario, cumplirlas, pero vaciando
las cajas del Estado y arruinando la economía) es siempre presente.
América latina tiene, sobre este terreno, una larga experiencia: Vargas en
Brasil (1930-45, y después 1950-54), los Batlle en Uruguay (el tío, 190307, 1911-15; el sobrino, 1947-58), Perón en Argentina (1946-55) fueron
dirigentes que intentaron introducir el Estado de bienestar social en países
que todavía no tenían los recursos para hacerlo – y que ¡todavía no las
tienen!
- Mantener la democracia política y social en estas condiciones es muy
complejo: cada actor tiene tendencia a utilizar la democracia para servir sus
intereses propios, à sabotear los exigencias de los otros, a dividirlos, a
“vender” los más caro posible sus compromisos, a comprar votos, y si
posible, a corromper el sistema. Y, para poder gobernar, ¡el gobierno
termina por hacer lo mismo!
Cooperación
La cooperación es practicada, sobre todo por las ONG, desde mucho tiempo,
con miles de organizaciones y de proyectos : conscientización y educación de
las “bases”, sindicalismo obrero o campesino, movimientos de pobladores, de
24
mujeres, de jóvenes, formación de grupos de presión en las clases medias,
movimientos étnicos...popular, organizaciones económicas populares…
El desarrollo por la identidad cultural
Causa
Volvemos al punto con el cual hemos comenzado: la causa del subdesarrollo
es bien cultural. Pero volemos al revés: la mentalidad tradicional, en lugar de
ser el peor enemigo del desarrollo es aquí, al contrario, ¡su mejor amigo!
Efectivamente, si los resultados de tantos esfuerzos para “desarrollar” los
pueblos del Sur fueron tan decepcionantes, es porque los modelos que se
aplicaron para promoverlo, tuvieron todos el efecto de destruir o, por lo menos,
de perjudicar, su identidad cultural. Todos estos modelos, como es fácil
mostrarlo, son “occidentocentristas”: fueron imaginados por los países del
Norte, sobre la base de su historia, de su experiencia de la industrialización.
¿Quién?
¿Cómo?
El Estado
La sociedad civil
Vía
capitalista
MODERNIZACIÓN
Estado y burguesía nacional
Modelo nacionalista
COMPETENCIA
Elites neoliberales
Modelo liberal
Vía
socialiste
REVOLUCIÓN
Dirigentes revolucionarios
Modelo comunista
DEMOCRACIA
Movimientos sociales
Modelo social-demócrata
En estas condiciones, era de esperar que estos modelos sean ineficaces en el
Sur porque son inadaptados a las culturas de los pueblos a los cuales están
destinados. Finalmente, la causa del subdesarrollo persistente es el imperialismo
cultural.
Además, considerado globalmente, no tiene ningún sentido incitar toda la
populación del mundo a vivir según el modo de vida occidental, según el
“american way of life”. No solamente es indeseable, pero es imposible: el
planeta (por la polución, pero también por el agotamiento de las reservas de
agua, de energía...) no soportaría la generalización del “desarrollo”, tal como ha
25
sido concebido hasta ahora. Por lo tanto, “desarrollarse”, de ninguna manera,
puede consistir en subir de rango en la clasificación – ya sea del Banco Mundial
o la del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo – de los países del
mundo según su “Producto Interior Bruto” por cabeza, corregido o no por el
“desarrollo humano” o por la equivalencia en “poder de compra”. Querer imitar
los modelos que fueron exitosos en los países del Norte para alcanzar su modo
de vida es una peligrosa locura5.
Definición
La principal condición del desarrollo es el respeto de la identidad cultural de
los pueblos concernidos. Cada pueblo, a partir de su cultura, de su historia, de su
memoria, tiene que concebir y realizar el proyecto de desarrollo que
corresponde a su identidad. Por lo tanto, no hay modelo universal.
¿Qué hacer?
La base territorial del desarrollo es local (no nacional) y cultural (no política).
Esta idea cambia radicalmente el orden mundial: el mundo actual – aún si no
siempre fue así – es un conjunto de naciones, gobernados por fuerzas políticas
formando Estados. La solución transitoria, que permitiría pasar de un orden al
otro, seria la federalización entre las diversas identidades culturales que
componen cada nación. Solución difícil, por supuesto, porque el riesgo existe de
desencadenar un conjunto de conflictos étnicos, para delimitar estas entidades
territoriales, muchas veces mezcladas y, además, dispersas en naciones distintas.
Sin embargo, la tendencia actual es, efectivamente, a la descentralización del
poder político de los Estados nacionales y a la creación de regiones
relativamente autónomas. Por lo tanto, no es completamente utópico imaginar
negociaciones en este sentido.
Una vez constituida, cada comunidad autónoma tendría que concebir su propio
proyecto de desarrollo local. Esto implicaría la recuperación y la reafirmación
orgullosa de su historia, de sus raíces culturales – incluso, y quizás sobre todo,
de su religión –, de las costumbres y los conocimientos (incluso técnicos:
tecnología apropiada) de sus ancestros, de su manera de vivir y de concebir el
mundo (de gestionar la vida colectiva en todos sus aspectos). Sin embargo, el
proyecto no seria ni fundamentalista, ni integrista: todo, en el pasado, no es
5
Como siempre lo dice mi amigo antropÛlogo Michael Singleton : ìsi todos los Chinos tendrian un ‘autito’, a˙n
si fuera muy pequeÒo, no habria m·s ollo en la capa de ozono ; simplemente, no habria m·s capa de ozonoî!
Pero se podria decir lo mismo a proposito del agua, del petrolio, del gaz, de las minas de todos los metales...
26
rescatable. Se trataría de seleccionar en la cultura antigua y en la cultura
moderna las “maneras de hacer” (de gestionar la socialización de los miembros
de la colectividad, la producción de los bienes y servicios, la protección del
orden político interno, la institucionalización del contrato social, los
intercambios con el mundo externo...) compatibles (o no demasiado
incompatibles) con un proyecto de vida colectiva en el mundo de hoy.
¿Quién?
Las élites culturales de la comunidad parecen ser las más indicadas para tomar
en sus manos un modelo de esta naturaleza: los viejos, los sabios, los hombres
de religión, los artistas, en fin, los menos alienados y contaminados por la
cultura occidental.
Ejemplos
No existe (todavía) ningún caso empírico que podría ser considerado como un
ejemplo de esta concepción del desarrollo y, por lo tanto, no es exagerado
afirmar que se trata de una utopía. Sin embargo, si se trata de un modelo
utópico, no es por ser irrealizable: de existir grupos sociales que creen en el y se
pelean para imponerlo en la práctica, podría ser realizado. Se trata de una
utopía, más bien, en el sentido de un horizonte que, si bien es difícil alcanzarlo,
alimenta constantemente los sueños y las acciones de los hombres para mejorar
sus condiciones actuales de vida. Y, de hecho, esta idea según la cual el
desarrollo depende del respeto de la identidad cultural está bien presente, hoy en
día, en numerosos países del mundo (Japón, China, India, en los países
musulmanes... pero también en la corriente regionalista que atraviesa los países
de la Unión Europea). De una cierta manera, se trata de una forma de
resistencia, más o menos violenta, a la mundialización cultural, económica y
política, de una reafirmación de lo local frente al la dominación aplastante de lo
global.
Evaluación
Por supuesto, no se puede evaluar un modelo que no ha sido aplicado, hasta
ahora, por ninguna colectividad humana.
Cooperación
Si tomamos esta concepción al pie de la letra, la cooperación (del Norte) al
desarrollo (del Sur), no solamente no puede aportar ninguna una solución, pero
es nefasta, porque es parte del problema. Por lo tanto, es mejor no intervenir, ni
con ideas, ni con tecnología, ni con personal, y sobre todo, no con dinero.
27
Propuesta alternativa
Después de este (breve) inventario de las teorías actuales, con los cuales los
sociólogos abordan la problemática del desarrollo, llegamos al momento de
tomar distancia.
Comenzaremos por recordar la metáfora de la machina fotográfica. Podemos
hacer la hipótesis, bastante razonable a mí parecer, que estas cinco fotos son
buenas: cada una dice algo de la verdad. Pero no son más que fotos: cada una
esconde mucho de la verdad. No creo que se puede salir de este dilema
rechazando todas las fotos, en nombre de una “verdad científica”... que nadie,
nunca encontrará; pero tampoco, podemos salir con una formula fácil: “hay que
tomar un poco de todas, ¡y mezclarlas”! Pienso que hay que intentar,
modestamente pero con osadía, inventar algo nuevo... ¡pero que no sea,
simplemente, una sexta foto!
Tenemos que tomar muy en serio esta evidencia: el desarrollo es un fenómeno
que exige, para producirse, la reunión de una serie de condiciones, a la vez
complementarias y contradictorias y, por esta razón, es un proceso muy
complejo. Trataremos de identificar estas condiciones, a partir de los logros de
un medio siglo de reflexión y de investigación sociológica. Pero, en este
esfuerzo, me parece también esencial tomar distancia de esta idea recibida, de
este postulado tan fácilmente aceptado, según el cual el desarrollo seria un
fenómeno ligado a la industrialización y a la modernidad. Importa reconocer
que, en todas las épocas históricas, mucho antes de la época moderna, han
existido colectividades desarrolladas y otras que lo eran menos o nada: los
Romanos, los Aztecas, los Tutsies... y tantos otras colectividades humanas
también supieron hacer esto, y no tenemos ninguna razón que nos autoriza a
pretender que lo hicieron ni mejor ni menos bien que los Norteamericanos de
hoy. La desigualdad de desarrollo es un hecho tan viejo como el mundo.
Si aceptamos estas dos premisas, podemos proponer una definición provisoria:
el desarrollo depende de la capacidad de los actores de una colectividad de
resolver, de manera eficaz y legitima, las contradicciones que plantea su vida
común. Vamos a comentar cada parte de esta definición.
“La capacidad de los actores una colectividad...”
Nos referimos, primero, a la competencia de sus élites (económicas, políticas,
sociales, culturales...) para proponer e imponer al colectivo, soluciones a los
28
problemas de la vida común: es un hecho, siempre estas soluciones son
propuestas e impuestas por las elites. Pero ellas no actúan en un vació social y
cultural. Su capacidad de imaginar soluciones y de llevarlas a la práctica
depende mucho de sus relaciones con el pueblo, la sociedad civil, los
ciudadanos, los trabajadores... Estos pueden asumir pasivamente o aceptar
activamente, pero también pueden querer controlar la gestión de las élites,
reivindicar, sabotear, rebelarse contra ellas y, a veces, destruirlas. Por lo tanto,
esta capacidad del colectivo para resolver problemas depende de la cualidad de
la relación entre los actores: elites y pueblos. Ciertas relaciones favorecen,
estimulan esta capacidad; otras, al contrario, la debilitan y la destruyen.
“de resolver las contradicciones que plantea su vida común...”
Lo que nos importa aquí es mostrar que la gestión del desarrollo depende de la
capacidad de estos actores de resolver contradicciones entre ellos. Tratemos de
explicitar estas contradicciones, tales como se presentan en las colectividades
nacionales en el mundo de hoy:
- Hay que recuperar el control de las riquezas nacionales (teoría 2), pero
también, hay que participar en los intercambios mundializados (teoría 3);
- Hay que acumular riqueza (teorías 1 y 3), pero también, hay que
distribuirla, mejorando las condiciones de vida de todos (teorías 2, 4 y 5);
- Hay que usar los recursos que ofrece la naturaleza, y por esto, desarrollar
la tecnología moderna (teorías 1 y 3), pero también, hay que conservar
los recursos no renovables, proteger el medio ambiente y respectar las
identidades culturales (teoría 5);
- Hay que apoyarse sobre un Estado y un gobierno fuertes (teorías 1 y 2),
pero también hay que respetar la democracia política y construir un
consenso amplio (teoría 4 y 5);
- Hay que satisfacer los intereses de los movimientos sociales y grupos de
presión mas influyentes (teoría 4), pero, también, hay que respetar a las
minorías de todo tipo (teoría 5);
- Hay que movilizar el pueblo en un proyecto creíble para su futuro (todas
las teorías), pero también, no hay que caer en el sectarismo, el fanatismo,
el dogmatismo.
Cada contradicción implica la búsqueda, por parte de las élites, pero en sus
relaciones con el pueblo, de unas soluciones aceptables para ambos. Se trata, por
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supuesto, de compromisos delicados, difíciles a construir y más aún a practicar
y a conservar. Esto nos permite comprender por qué el desarrollo, siendo un
proceso tan complejo, puede ser muy dinámico en ciertas épocas, y después,
perder poco a poco este dinamismo y desvirtuarse.
“de una manera eficaz y legítima…”
A medida que la tierra se va poblando – pasando de solo 300 millones de
humanos en la época de Jesús-Cristo, a más de 6.000 millones ahora, es decir
veinte veces mas – la densidad de los intercambios económicos, políticos y
culturales entre las colectividades va aumentando vertiginosamente. Además, es
banal recordarlo, con las tecnologías de la comunicación, el proceso de
globalización está progresando rápidamente. Ninguna colectividad puede
escapar a estos hechos.
Por lo tanto, las soluciones a los problemas vitales de la vida común (la
manera de producir, de mantener el orden interno, de socializar sus miembros,
de instituir el contrato social, de relacionarse con las otras), practicadas en
cualquiera colectividad, están constantemente confrontadas con las soluciones
practicadas por las otras. No fue siempre así: en el siglo II o III, los chinos, los
mayas y los romanos gestionaban su vida colectiva según métodos totalmente
distintos, y eso no tenía ninguna importancia, porque tenían pocas relaciones
entre ellos. Pero, a lo largo de dos mil años de historia, esta situación ha ido
cambiando paulatinamente y, hoy, si las maneras de vivir pueden seguir siendo
distintas, tienen que ser (más o menos) iguales en eficacia y en legitimidad. Por
qué?
En virtud de una “ley” histórica, el grupo menos eficaz termina por caer bajo
la dominación del más eficaz, y la probabilidad para que esto ocurra depende
mucho de la densidad de los intercambios. Los hombres son así. Con su
inagotable imaginación, siempre han buscado los medios (armas, tecnologías,
productos, ideas...) para dominarse los unos a los otros. Por lo tanto, cada
colectividad puede seguir eligiendo sus maneras de gestionar su vida común,
pero a condición que sean lo suficientemente eficaces para resistir al apetito
insaciable de dominación de los demás.
De otra parte, con la misma globalización de los intercambios, la nación esta
dejando progresivamente de ser la base territorial sobre la cual la vida común
esta organizada. Miles de tratados ligan las naciones entre ellas y limitan la
30
soberanía nacional de cada una. Ya no vivimos en una época de “no ingerencia
en los asuntos internos de las naciones soberanas” (principio que nunca fue
realmente aplicado en los hechos, pero si, vigente en el derecho). Hoy, cada
nación tiene cuentas que rendir a la llamada “comunidad internacional”. Esta
evolución implica el advenimiento de unas normas de conducta legítimas, que
pretenden ser comunes al conjunto de la humanidad: derechos humanos, código
de “buena conducta” en relación al medio ambiente, al trato de los trabajadores,
a la cualidad de los productos y de los servicios, etc. Son “grandes principios”
que se impusieron en los discursos, pero que también se están imponiendo, poco
a poco, en el derecho internacional y en los hechos, a pesar de muchas
resistencias de los Estados y de los agentes económicos. Por lo tanto, se
producen escándalos mundiales cuando alguna nación no las respeta en su
manera de gestionar la vida colectiva.
Conclusión
Con esta definición nueva del desarrollo, podemos volver ahora a las
preguntas con las cuales hemos abierto esta reflexión. ¿Cuando y por qué, en
una colectividad cualquiera, se produce un proceso dinámico de desarrollo que
le permite mejorar las condiciones materiales y sociales de vida de su
populación? La respuesta seria: este proceso se produce cuando, en esta
colectividad, aparece una élite local, que logra establecer con su pueblo una
relación de colaboración y de conflicto, gracias a la cual pueden ser
(re)inventadas y aplicadas unas soluciones eficaces y legítimas a las grandes
contradicciones de la vida común.
Pero ¿cuándo aparece semejante élite local en tal colectividad (y no en tal
otra), en tal momento (y no en tal otro)? y ¿cómo logra establecer y mantener en
el tiempo esta relación fecunda con su pueblo? Dicho de otra manera, ¿por qué
se produce, a veces (y a veces no) este “circulo relacional virtuoso” del cual
depende la dinámica del desarrollo?
A pesar de cuatro décadas de reflexión, debo reconocer, humildemente, que no
tengo una respuesta teórica a esta pregunta! Analizando caso por caso, puedo
comprender por qué, en tal colectividad, en tal momento, este circulo virtuoso
se produjo, se reprodujo, estimuló el desarrollo durante un tiempo más o menos
largo (un año, diez, cien años...), y después se desvirtuó y se apagó totalmente,
perdiendo, en muchos casos, una gran parte de los beneficios conseguidos. Esta
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evolución se ha producido docenas de veces en los países del Sur, en los
cincuenta últimos años. Pero, producir la teoría sociológica de este hecho,
todavía me parece imposible. Dejaremos está cuestión abierta. Solo quisiera
terminar por una observación.
Me parece que, en general, las elites (económicas y políticas) están dispuestas
a promover el interés general, solo cuando este no entra en contradicción con
sus intereses particulares (la plata, el poder, el prestigio, el placer). Es cierto
que, de vez en cuando, aparecen elites altruistas – aún si el altruismo es un
comportamiento muy complejo, que tampoco se reduce a una actividad gratuita.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, las elites son más bien particularistas:
promueven el interés del colectivo cuando tienen la oportunidad de promover al
mismo tiempo sus intereses específicos. En este caso, invierten tiempo, energía,
imaginación y dinero para promover ambos intereses en el mismo tiempo. Pero,
si aparece unas contradicciones duraderas entre los dos, no resisten mucho
tiempo: dejan de invertir en el bien público, se corrompen, reprimen y se
enriquecen vergonzosamente.
De ser así, resulta difícil obligar una élite local (dueños de capitales o de
empresas, personajes políticos...) a preocuparse del interés general. Si el pueblo
(organizado en movimientos sociales, en grupos de presión, en partidos
políticos...) exige demasiado, reivindica mucho, provoca muchos conflictos, la
élite puede reaccionar por la represión o… abandonar su proyecto e desinvertir.
Todo el problema es saber como manejar la relación de colaboración y de
conflicto entre la élite y el pueblo, de manera a instituir una negociación
permanente, que permita a la vez conservar el impulso de la élite y una
satisfacción razonable de las demandas del pueblo.
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