__ // Tiempo de Música //___

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Miércoles 23 de Marzo del 2011
“Francesca da Rimini” en La Plata : Lasciate ogni speranza, voi
ch’entrate…
El Teatro Argentino presentó una esmerada coproducción con la Ópera de
Montecarlo que permitió hacer frente a una obra difícil del repertorio con
resultados sobresalientes. Por Ernesto Castagnino
Todas Las Secciones
Nicola Beller Carbone (Francesca), Enrique Ferrer (Paolo) y, de espaldas, Florencia Fabris
(Samaritana) en la escena final del primer acto de Francesca da Rimini, Teatro Argentino,
La Plata, 2010
FRANCESCA DA RIMINI, drama musical en cuatro actos de Riccardo
Zandonai. Función del domingo 24 de octubre de 2010 en el Teatro
Argentino de La Plata. Nueva presentación escénica, en coproducción
con la Ópera de Montecarlo. Dirección musical: Carlos Vieu. Puesta en escena,
vestuario y escenografía: Louis Désiré. Iluminación: Rubén Conde. Elenco: Nicola
Beller Carbone (Francesca), Enrique Ferrer (Paolo), Luis Gaeta (Giovanni), Sergio
Spina (Malatestino), Florencia Fabris (Samaritana), María Bugallo (Biancofiore),
Gabriela Bulich (Garsenda), Vanina Guilledo (Adonella), Roxana Deviggiano
(Altichiara), Guadalupe Barrientos (Smaragdi), Luciano Garay (Ostasio), Patricio
Oliveira (Ser Toldo), Fabián Veloz (El juglar), Emanuel Esteban (El ballestero),
Ricardo Crampton (El guardián de la torre) y Daniel Zuppa (Voz del prisionero).
Orquesta y Coro Estables del Teatro Argentino. Director de coro: Miguel Martínez.
Francesca da Rimini es una ópera de la que se habla más de lo que se la
escucha o interpreta. Es de esas “figuritas difíciles” que concitan el interés por
los desafíos que plantea. Un nuevo acierto del Teatro Argentino fue programar
esta obra, en coproducción con la Ópera de Montecarlo, convocando a un
equipo de indiscutida idoneidad.
El panorama de la música italiana a comienzos del siglo XX nos presenta un
movimiento bastante homogéneo llamado generazione dell’80 —Ildebrando
Pizzetti, Ottorino Respighi, Gian Francesco Malipiero— que muestra cierto
desprecio por la composición operística, reivindicando la vuelta a la música
instrumental y el redescubrimiento de los compositores del barroco. En la
periferia de este grupo quedaron Riccardo Zandonai, Ermanno Wolf-Ferrari
y Franco Alfano, compositores post-veristas que intentaron continuar la
tradición lírica italiana dejada por Puccini. En este contexto se estrenó
Francesca da Rimini en 1914, basada en la obra de teatro de Gabriele
D’Annunzio, quien a su vez se inspira en el Canto V de la Divina Comedia de
Dante Alighieri.
La historia del amor entre Francesca y su cuñado Paolo le sirve a Dante para
ilustrar su paso junto a Virgilio por el segundo círculo del Infierno, donde están
los que cometieron pecado de lujuria (1). La historia —aparentemente real—
cuenta cómo la joven Francesca contrae matrimonio con Giovanni Malatesta,
pero se enamora perdidamente de su cuñado Paolo, llamado “il bello”. Al
descubrir la traición, Giovanni los mata atravesándolos con la misma espada.
D’Annunzio entreteje de modo ejemplar la intertextualidad entre la historia
relatada por Dante y las narraciones épicas de Tristán e Isolda o Lancelot y
Ginebra. Francesca, como Isolda y Ginebra, sucumbe al amor carnal uniéndose a
ellas en el Hall of Fame de las lujuriosas que no han podido refrenar sus
impulsos.
Nicola Beller Carbone (Francesca) y Enrique Ferrer (Paolo) en una escena del segundo
acto de Francesca da Rimini, Teatro Argentino, La Plata, 2010
Musicalmente, la obra se mantiene en el sinuoso terreno del tardo-romanticismo
enfrentado a la crisis de la tonalidad pero anclado aún en un melodismo elegante
y melancólicamente decadentista. La obra no posee arias sino que se trata de un
discurso continuo con varios episodios instrumentales, cuasi sinfónicos y una
orquestación poderosa. Esa densidad sonora, por momentos aplastante, requiere
voces heroicas, dramáticas, capaces de proyectarse por encima de la orquesta.
Louis Désiré, director escénico, escenógrafo y vestuarista de esta producción,
crea un espacio conceptual con simbolismos de diferente eficacia pero de gran
impacto visual. Dos gigantescas manos dominan un espacio onírico enmarcado
por una caja negra a la que sólo fractura una abertura rectangular que por
momentos deja entrever un espacio interior-exterior. Esta interioridadexterioridad no se referiría sólo al espacio físico sino también a representaciones
mentales
vinculadas
a
los
opuestos
bien/mal,
cielo/infierno,
conciencia/inconciente. “Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo” (Si no
puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos) es
justamente la frase de Virgilio que Sigmund Freud eligió como epígrafe a su
obra La interpretación de los sueños, y Désiré exploró con lucidez los alcances
de esta metáfora freudiana que compara el inconciente con el infierno.
La apelación al gigantismo visual —duplicación también del gigantismo musical
de la partitura— y la desproporción de esas manos, apuntaba quizás a una
representación plástica del inconciente —el descenso al Infierno como inmersión
en el mundo inconciente de Dante— con lo cual los personajes se convierten en
marionetas en las manos del escritor y la trama refleja sus deseos reprimidos.
En esta línea freudiana, Désiré acentuó también la fuerza que tiene en el texto
la metamorfosis de niña a mujer, a través de un magnífico y sutil trabajo actoral
en los personajes femeninos. El vestuario —unas túnicas y armaduras de
estilizado carácter medieval— tuvo un muy acertado uso de las texturas, en una
paleta que se integraba a la concepción plástica general. Lo que no convenció
tanto fue el uso de luces de neón en los sillones, y la espada gigantesca que
desciende sobre los amantes como un castigo divino, quitándole al final la
contundencia del destino trágico. El diseño de iluminación a cargo de Rubén
Conde, con planos de luz y sombra, tuvo un rol muy importante en la creación
de este mundo onírico y conceptual.
Luis Gaeta (Giovanni), Nicola Beller Carbone (Francesca) y Enrique Ferrer (Paolo) en el
segundo acto de Francesca da Rimini, Teatro Argentino, La Plata, 2010
El rol de Francesca es para una soprano dramática o lirico-spinto como es el caso
de Nicola Beller Carbone, una intérprete de enorme potencia y gran presencia
escénica. Fue notable el trabajo que realizó sobre el personaje, tanto en el
aspecto vocal como en lo actoral, dando cuenta de la evolución del personaje, la
adolescente que se despide del nido paterno para ir al encuentro del hombre y la
ambivalencia entre el temor y la curiosidad sobre el encuentro sexual. Beller
Carbone no tuvo dificultades con la tesitura y el peso vocal del personaje,
emitiendo unos agudos suficientemente filosos para abrirse paso en la densa
orquestación. El rol de Paolo estuvo a cargo del tenor Enrique Ferrer, con buen
resultado general a pesar de algunas opacidades y asperezas en la emisión.
Ferrer tuvo un buen desempeño en la escena heroica de la batalla, pero en la
escena de amor sus colores vocales llegaron a transmitir escasamente la
sensualidad y calidez del hombre enamorado.
El barítono Luis Gaeta aportó toda su experiencia y versatilidad para componer
un convincente Giovanni Malatesta, un rol de gran dificultad debido a las notas
agudas expuestas que debe cantar. Arrastrando la cojera a la que debe su apodo
—Giovanni lo Sciancato (Juan el cojo)—, Gaeta transmitió la brutalidad del
personaje en contraste con la elegancia y belleza de su hermano Paolo.
Malatestino, el menor de los Malatesta que por despecho delata a los amantes,
tuvo en Sergio Spina un intérprete vocalmente solvente y actoralmente
impecable. La soprano Florencia Fabris como Samaritana —hermana menor de
Francesca— tuvo una presencia vocal notable en el duetto con su hermana y un
protagonismo inesperado en el final ya que el régisseur la hizo aparecer en el
momento culminante y unirse en un beso a Giovanni con los acordes finales.
Como las doncellas que acompañan a Francesca, María Bugallo, Gabriela
Bullich, Vanina Guilledo y Roxana Deviggiano realizaron buenos aportes en
los conjuntos, especialmente la escena de la primavera del acto tercero. Buen
desempeño de la mezzosoprano Guadalupe Barrientos como la esclava
Smaragdi y del barítono Fabián Veloz como el juglar. En roles breves
aparecieron Luciano Garay como Ostasio, Patricio Oliveira como Ser Toldo,
Emanuel Esteban como el arquero, Ricardo Crampton como guardián de la
torre y Daniel Zuppa como la voz del prisionero.
Escena final de Francesca da Rimini, Teatro Argentino, La Plata, 2010
Un altísimo nivel alcanzó la dirección orquestal de Carlos Vieu, convirtiéndose
en verdadera protagonista del drama. Vehemente, capaz de llevar adelante una
narración musical de gran complejidad de matices, con un rango dinámico
extraordinario, Vieu transmite el entusiasmo y compromiso con aquello que
emprende como pocos directores logran hacerlo. Vieu tuvo bien en claro que no
estaba frente a una partitura de Wagner sino de un compositor decadentista
italiano por lo que, aunque la masa sonora avanzaba implacable, la claridad en la
lectura se detuvo en las delicadas texturas orquestales y las melancólicas
reminiscencias medievales, redondeando una excelente versión musical. La
Orquesta Estable se está afianzando cada vez más con un sonido bello y
poderoso que le permite afrontar desafíos como este y obtener resultados de
notable solidez. De buen efecto, las intervenciones del Coro Estable, dirigido
por Miguel Martínez, especialmente en el coro femenino que enmarca el primer
encuentro entre Francesca y Paolo.
A las desventuras de las adúlteras o lujuriosas que nos visitaron este año
—Katerina Ismailova de Lady Macbeth de Mtsensk, Manon, Bianca de Una
tragedia florentina, Violanta o Katia Kabanova—, el Teatro Argentino sumó las
de Francesca, en una producción de gran nivel escénico y sobresaliente nivel
musical. La enorme entrega de todo el equipo vocal y la titánica labor de la
protagonista recibieron un entusiasta y prolongado aplauso del público.
Ernesto Castagnino
[email protected]
Noviembre 2010
Nota
(1) La historia de los amantes medievales inspiró composiciones musicales muy
importantes además de la de Zandonai. Basten como ejemplos la ópera de Sergei
Rachmaninov estrenada en 1906 y el poema sinfónico de Piotr Ilitch Tchaikovsky de
1876.
Imágenes gentileza Teatro Argentino de La Plata / Fotografías de Guillermo Genitti y
Paula Pérez de Eulate
__________
Espacio de Opinión y Debate
Estuviste en esta ópera, ¿cuál es tu opinión? ¿Coincidís con este artículo? ¿Qué te
pareció? Dejanos tu punto de vista en nuestro blog. Hagamos de Tiempo de Música un
espacio para debatir.
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Publicado el 02/11/2010
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