Normas. Conformidad y resistencia

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Normas. Conformidad y resistencia
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Los miembros de un grupo no están conectados entre sí de manera aleatoria, sino en patrones
organizados y predecibles. Estos patrones globales emergen de las interacciones locales entre
sus miembros, pero una vez creados influyen de vuelta en dichas interacciones y dan forma a la
dinámica local. En todos los grupos, incluso en los más efímeros, emergen ciertas regularidades
que determinan el tipo de acciones que son permitidas o rechazadas: quién habla con quién,
quién se lleva bien con quién, con quién se puede contar para realizar una tarea dada, o a quién
recurrir en caso de ayuda. Estas regularidades forman lo que se conoce como estructura grupal.
Entre sus elementos más significativos cabe destacar un conjunto de normas explícitas e
implícitas, una estructura de roles que suele ser dinámica y cambiante, y varias redes que
conectan los miembros del grupo por diferentes razones.
La complejidad de un grupo se define como el número y variedad de regularidades identificables
en la estructura y comportamiento del grupo. Los eventos y comportamientos aleatorios no
influyen en el nivel de complejidad de un grupo, pues no aportan ninguna regularidad. Este sería
el caso de gente haciendo cosas que apenas tienen relación entre sí y que implican poca
coordinación. Por la misma razón, esquemas muy ordenados que se basan en una única regla
tampoco contribuyen mucho a la complejidad. Los grupos más complejos son aquellos en los que
se observan muchos tipos de regularidades generadas por reglas muy diferentes. Esto se
consigue permitiendo un alto grado de auto-organización grupal. Un grupo muy ordenado o muy
desordenado no genera nuevas estructuras emergentes. Para que esto sea posible, el grupo
como sistema debe hallarse en una región comprendida entre el orden absoluto y el caos
determinista, preferentemente al ‘borde del caos’. Por otra parte, los grupos tienden a aumentar su
complejidad con el tiempo. Es decir, el número y variedad de regularidades visibles en la
estructura y comportamiento del grupo aumenta con el tiempo. Esto implica también que un grupo
necesita tiempo para hacerse más complejo y que, inicialmente, no puede aspirar a un alto grado
de complejidad sin forzar la dinámica grupal y generar tensión.
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Normas
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Las normas sociales son creencias compartidas por un grupo de personas sobre cómo se deben
comportar los miembros del grupo en una situación dada. Además de las normas comúnmente
aceptadas en una determinada cultura, todos los grupos desarrollan sus propias normas que
regulan el comportamiento de sus miembros en situaciones específicas. Una norma como ‘hablar
en voz baja cuando alguien descansa cerca’ es habitualmente aceptada por todo el mundo,
mientras que ‘nos damos libertad para vestir como queramos’ es una norma que sólo algunos
grupos adoptan. Ante las normas, las personas podemos estar a favor, en contra o ser
indiferentes, pero no podemos evitar su existencia. Sin ellas no sabríamos cómo comportarnos en
determinadas situaciones, ni qué comportamientos podemos esperar de los demás. Las normas
ponen orden en los grupos y simplifican nuestras relaciones. Comportamientos tan sencillos cómo
cuándo y dónde es apropiado decir ciertas cosas, discutir ciertos temas, llevar a cabo
determinadas actividades, a quién recurrir en caso de necesidad, con quién hablar de qué cosas,
etc., todos ellos reflejan normas, igual que lo son principios más generales que también podemos
encontrar en algunos grupos como ‘nos ayudamos unos a otros’, ‘compartimos la información que
tenemos’, ‘nos aceptamos en nuestras diferencias’, etc.
Los grupos llegan a adoptar normas de diferentes maneras. En algunos casos surgen como
resultado de una discusión grupal y son reconocidas formalmente como acuerdos grupales. Pero
lo más habitual es que emerjan gradualmente conforme los miembros de un grupo alinean sus
comportamientos hasta convertirse en pautas que (casi) todo el mundo sigue. En este último caso
se trata de un proceso que suele pasar desapercibido para los miembros del grupo y que no es
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ajeno a las diferencias de poder o de estatus que pueda haber. Salvo que sean discutidas y
reconocidas como acuerdos grupales, los miembros de un grupo no suelen ser conscientes de la
existencia de ciertas normas ni de hasta qué punto su comportamiento viene dictado por ellas.
Estudios recientes1 han demostrado que, incluso siendo conscientes de algunas normas, las
personas prefieren justificar sus comportamientos de otra manera antes que reconocer que siguen
normas.
Tipos de normas
Las normas pueden ser de varios tipos. Una norma es descriptiva cuando simplemente dice cómo
actúa, siente o piensa la mayoría de la gente en una situación determinada. Por ejemplo: ‘la
mayor parte de la gente llega a tiempo a una reunión’. Y es admonitoria cuando su incumplimiento
conlleva una evaluación negativa por parte del grupo pudiendo acarrear algún tipo de
recriminación, crítica o sanción. Por otra parte, una norma es prescriptiva cuando nos dice lo que
deberíamos hacer en una situación dada (‘hay que llegar a tiempo a una reunión’), y proscriptiva
cuando nos dice lo que no deberíamos hacer (‘no se debe llegar tarde a una reunión’). Llegar
tarde a una reunión supone una violación de una norma descriptiva típica en un grupo de trabajo,
pero no es habitual que tenga consecuencias graves para la persona que incumple la norma. Sin
embargo, en el mismo grupo alguien que no hace su parte de trabajo sin una causa justificada se
arriesga a ser abiertamente criticado por los demás miembros del grupo o incluso a recibir algún
tipo de sanción (como no incluir más a esa persona en determinadas tareas, o recibir un trato frío
y distante), al saltarse una norma con una fuerte carga admonitoria (‘todos hacemos nuestra parte
de trabajo’) cuya violación influye negativamente en el desarrollo del trabajo.
Una vez firmemente establecidas las normas son parte de la estructura operativa de un grupo y
difíciles por tanto de cambiar. Los grupos internalizan las normas hasta el punto de mantenerse
activas incluso cuando las personas que las crearon ya no forman parte del grupo. Quienes llegan
después pueden tratar de cambiarlas, pero no suele resultar fácil y es posible encontrar muchas
resistencias, incluso en situaciones en las que el paso del tiempo haya hecho que algunas normas
parezcan arbitrarias y carentes de sentido. Quien quiera cambiar una norma debe tener en cuenta
que las normas están firmemente ancladas en la estructura grupal y que por muy rara o incómoda
que nos resulte una norma sigue organizando las interacciones grupales hasta el punto que a
mucha gente le puede dar miedo prescindir de ella. Sin un protocolo claro para tomar decisiones,
muchos grupos se encontrarán con normas posiblemente desfasadas e inútiles, pero que al
satisfacer cierta necesidad de seguridad de algunas personas, éstas se resisten a cambiarlas.
Conformidad y resistencia
En general las personas nos adaptamos fácilmente a las normas existentes en los grupos de los
que formamos parte. La conformidad con las normas nos reporta más beneficios que desventajas.
Los grupos utilizan las normas como una forma de controlar el comportamiento de sus miembros,
tanto en positivo, entregando beneficios y recursos grupales a quien se adhiere claramente a las
normas, como en negativo, castigando o sancionando a quien las incumple. Cuando entramos en
un grupo nuevo, lo habitual es seguir las normas del grupo por un tiempo, antes de pensar en
cambiarlas.
Las personas que no siguen las normas de un grupo corren el riesgo de ser etiquetadas de
‘inconformistas’, ‘desviadas’ o ‘inadaptadas’. La tolerancia del grupo a este tipo de
comportamientos depende no obstante de quién se trata. No todos los miembros de un grupo
reciben el mismo tratamiento cuando violan las normas. En algunos casos, las personas pueden
hacerse con una ‘reserva’ de buen comportamiento al actuar consistentemente de acuerdo con las
1
Nolan, Jessica M. et al. (2008) Normative Social Influence is Underdetected. Personality and Social
Psychology Bulletin, 34, 913-923
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normas. Esta reserva se convierte en créditos2, que pueden utilizar después para incumplir
normas sin penalización. Una persona que continuamente se expresa a gritos y con insultos en un
grupo que tiene por norma hablar suave y con respeto no tiene ningún crédito dentro del grupo y
será duramente criticada y marginada, mientras que una persona que siempre se expresa según
la norma habrá acumulado suficientes créditos para un día poder romper su habitual calma sin
perder por ello el apoyo del grupo.
El buen comportamiento no es la única manera de ganar créditos en un grupo. Algunas personas,
como los líderes y los miembros de mayor estatus dentro de un grupo, parten con más créditos
que el resto de miembros y obtienen también más créditos por su comportamiento conforme a las
normas. Esto les permite saltarse las normas tan a menudo que puede llegar a parecer que están
al margen de ellas. Sin embargo, no es así. Por muy tolerante que sea un grupo con el
comportamiento ‘desviado’ de sus líderes, tarde o temprano se agota el crédito, pudiéndose
encontrar con el rechazo y la pérdida de estatus si su comportamiento no cambia.
Cabe decir, por último, que en todo grupo existen normas, y que lo único que cambia es la
conciencia que tenemos de ellas. Una frase como ‘en este grupo no hay normas’ no tiene ningún
sentido real, salvo revelar el poder de algunas personas para imponer sus propias normas. La
mayoría de las normas son creadas, mantenidas o cambiadas por las personas con más estatus
en un grupo, de ahí que se sientan muy cómodas con ellas hasta el punto de ni siquiera darse
cuenta de su existencia. A los demás les toca conformarse o resistirse.
2
En psicología social se conocen como créditos idiosincráticos. Véase: http://en.wikipedia.org/wiki/
Idiosyncrasy_credit
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