EL INCENDIO Las llamas devoran con ímpetus crueles la cara

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EL INCENDIO
Las llamas devoran con ímpetus crueles
la cara ciudad,
las trágicas lenguas de fuego que fingen
penachos sangrientos en rojo huracán:
en espesa nube que oscurece el cielo
sube el humo audaz;
arden las terrazas, arden los jardines,
arden los hogares en pira infernal;
las llamas se trenzan enormes, rugientes.
j Oh visión dantesca de fatalidad!
j Todo se desploma con salvaje estruendo
cual de tempestad,
parece que pasa fatídico y ciego
sobre el vendaval
el jinete rojo del Apocalipsis
en carrera bruta por la inmensidad!
En las altas torres de los templos claman
las campanas locas con febril afán,
a su son de angustia la ciudad despierta,
la noble ciudad.
j Oh visión de fiebre , visión de tragedia,
de pavor, de llanto, de asombro y pesar!
Las mujeres oran y sus oraciones
su ben como alondras al azul cristal;
hay pávidos rostros y manos crispadas,
y los hombres fuertes de la tierra van
con el bravo gesto de los vencedores
por entre el incendio que avanz? tenaz,
a domar la roja locura del fuego,
ese dios fatal,
i que el nieto de Antioquia no teme al peligro,
sabe ser sereno y en la adversidad
erguirse triunfante! Los hijos de Caldas
son los paladines de la Voluntad.
El fuego ha cesado. Las ruinas informes
'son tristes despojos de desolación;
,el Espanto asoma su cara burlona
y ríe traidor
por entre los muros, índices que muestran
todos los horrores de la destrucción,
riquezas que un día convierte en cenizas
el fuego invasor!
La noche desciende sobre los escombros
y de aquellas ruinas, campos de dolor,
en tenues volutas el humo se eleva
cual una Oración.
J. B.
J~LO
Manizales.
©Biblioteca Nacional de Colombia
MEZA
©Biblioteca Nacional de Colombia
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