Hortigüela - Sierra de la Demanda

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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
HortigüelaSan Pedro de Arlanza .
Hortigúela: foto aérea.
(Fuente: SITCYL y modificaciones de F. Palomero)
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Índice de Hortigüela
Página
Índice general
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1.- Situación
3
2.- Breves datos históricos
3
3.- Casco urbano, arquitectura popular y edificios auxiliares
7
4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa
10
5.- La cultura inmaterial: las tradiciones, celebraciones y trabajos
39
6.- Material gráfico y planimetría aportados
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7.- Bibliografía
48
Imágenes
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Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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1.- Situación.
La actual villa se encuentra ubicada en la ribera del río Arlanza, y al pie de las
Mamblas, en su reborde este y mirándose en el imponente farallón del monte Gayugar
al pie del que corre mansamente el Arlanza y su amplio valle. Está al borde de la
carretera que enlaza Burgos con Soria, la N-234, y dentro del antiguo alfoz de Lara.
Tanto lleguemos desde Burgos, dirección Soria, como sea en sentido contrario, nuestro
lugar está entre las poblaciones de Mambrillas y Cascajares. Tomaremos la desviación
que conduce hacia San Pedro de Arlanza y Covarrubias camino del amplio desfiladero
que el Arlanza abre entre los susodichos complejos montañosos.
2.- Breves datos históricos de la zona de la Demanda y villa de
Hortigüela.
El área de la Demanda, a ambas vertientes de la Sierra de la Demanda, los
Montes Distércicos de las fuentes medievales, avena sus aguas a la cuenca del Duero y
a la del Ebro. En la zona meridional nos movemos a caballo de los ríos Arlanza,
Pedroso y otros de menor entidad mientras que en la norte la red hidrográfica la
conforman el Arlanzón y afluentes que avenan sus aguas hacia el Duero mientras que el
Oca y el Tirón lo hacen hacia el Ebro. Las cumbres de la Demanda, con el San Millán,
Mencilla, Trigaza o San Lorenzo marcan geográficamente la zona central divisoria de
vertientes, mientras que las sierras de Neila y la Campiña, junto con la Demanda,
individualizan el encajonado curso alto del Pedroso. Por el contrario montañas de menor
porte como los Montes de Oca o las sierras de las Mamblas, Montes de Carazo o la
Cervera significan el resto del territorio en el piedemonte de la gran sierra sin olvidar la
atractiva sierra de Atapuerca.
La paleontología nos informa de la importante huella dejada por los dinosaurios
y otras especies en zonas sedimentarias como los montes de Carazo, Cervera, Picón de
Lara y la Sierra de Mamblas. En todo caso el hito más importante de esta tierra, de
compleja y quebrada orografía, es la evolución que científicamente hacemos arrancar en
la sierra de Atapuerca, con el “homo antecesor”, y el largo proceso de la evolución
humana hasta llegar al “homo sapiens sapiens” en el paleolítico superior. Los restos
prehistóricos no sólo de la sierra de Atapuerca sino repartidos por todo el territorio nos
informan de que los asentamientos humanos tienen una larga secuencia desde el
paleolítico medio hasta nuestros días. No deberemos perder de vista, según nos indica
la arqueología que hay restos musterienses en la cueva de la ermita en San Pedro de
Arlanza. Ya en el paleolítico superior encontramos algunos restos, de la etapa
auriñaciense, en el abrigo de La Aceña de Lara, en el entorno de Atapuerca y en otras
zonas, entre las que figura alguna cueva situada dentro del término municipal de la
población que ahora nos ocupa: la Cueva Millán o la Cueva de San Pelayo o de la
Ermita (Arlanza).
La etapa de mayor trascendencia por las transformaciones a que dio lugar fue el
Neolítico del que conservamos diferentes manifestaciones que nos indican la tendencia
a la sedentarización, al cultivo de algunos cereales y tal vez a la construcción y
fabricación de cerámica. De este período prehistórico, en su etapa más antigua,
conservamos diferentes testigos en Jaramillo de la Fuente, Barbadillo del Mercado, La
Aceña, Pinilla de los Moros, Iglesiapinta y Tinieblas que son sobre todo lascas y hachas.
Las muestras de una clara sedentarización las documentamos en Cubillejo, Jaramillo
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Quemado y Barbadillo del Mercado. Destacan ante todo el dolmen de Cubillejo, los de
Atapuerca, Ibeas de Juarros y otros lugares.
Dentro del término municipal de Hortigüela se localizan algunos restos
interesantes de época neolítica. Nos referimos a la necrópolis de La Mina I y a otra
posible (La Mina II). Se ubica al norte del pueblo en un terreno accidentado que obliga
a llegar a ella desde Campolara por un camino que se coge a la izquierda de la carretera
entre Campolara y Mambrillas de Lara. Aunque muy saqueado, en la Mina I queda un
sepulcro de corredor con cámara circular de unos 2 m de diámetro abierta al SE y
precedida de un corredor, todo ello parcialmente cubierto con un túmulo. En La Mina II
no se aprecia ninguna construcción megalítica pero sí amontonamiento de piedras con
formas tendentes también a circulares. Hay asimismo un yacimiento llamado “Cerrito
la Corraliza” al que se accede por el camino del molino siguiendo en dirección norte
tras cruzar el arroyo Valparaíso, donde han sido hallados restos de silex y algún
fragmento de cerámica, posiblemente de época calcolítica.
Posiblemente a la época del Bronce, aunque sin poder precisar a qué momento,
pertenecen restos hallados en diferentes cuevas: Cueva Negra, Cueva de la Mina, Cueva
de los Ramos, Cueva del Estillín…etc.
La llegada, asentamiento y difusión de la civilización romana tiene su expresión
de mayor interés en la “civitas Lara” y numerosas villas alto y bajo imperiales que se
reparten tanto en la zona de sur, valle del Arlanza y Pedroso, como en la norte en el
entorno de Atapuerca, Arlanzón, Villafranca Montes de Oca y otros lugares como el
valle de San Vicente. De esa etapa da fe los numerosos puentes romanos, algunos restos
de calzada, algún miliario y la reconstrucción de algunas de esas vías que comunicaban
las diferentes áreas con la ciudad de Clunia o daban acceso a las grandes vías de
comunicación de la época. A lo anterior hay que sumar la existencia de numerosos
núcleos de población que son el testimonio de las transformaciones habidas en este
período Destacamos al respecto los de Hortigüela, Revilla del Campo, Mambrillas,
Mazariegos, Villaespasa, Jaramillo Quemado, San Millán de Lara, Quintanilla de las
Viñas y un largo etc. No se puede conocer el grado de romanización habido en esta
tierra pero parece que fue bastante alto sin que ello signifique la desaparición de algunas
de sus señas de identidad precedentes.
Ya a partir del siglo X o finales del IX empieza a acompañarnos la
documentación y por tanto la reconstrucción del pasado se hace tanto desde los
documentos escritos como utilizando los cada más importantes restos materiales.
Nuestra población estuvo desde sus inicios incluida jurídicamente en el alfoz de Lara.
En la Alta Edad Media centros tan notables como Santa María de Lara nos
indican que la transición hacia el mundo medieval en esta tierra se hizo desde
planteamientos de la baja romanidad. La cesura en la evolución histórica impuesta por
la desintegración del reino visigodo y la consiguiente desarticulación del territorio, hace
que haya una vuelta a tiempos nunca olvidados del todo en lo que se refiere a la
organización social, económica y tal vez también política. Que esta tierra mantuvo su
actividad, organización y formas de vida lo prueban los numerosos poblados
altomedievales y las numerosas necrópolis existentes en toda la zona, teniendo especial
significación algunas de la zona más escabrosa de la sierra. La Alta Edad Media nos
brinda un número bastante elevado de restos de núcleos de población, numerosos
despoblados e importantes restos materiales como Santa María de Lara, San Millán de
Lara, Rupelo, Piedrahita, Lara de los Infantes, San Pelayo de Arlanza, La Revilla,
Barbadillo del Mercado, Vizcaínos, Barbadillo del Pez, Covarrubias y un elevado
número de poblados repartidos por todo el territorio.
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Gran parte de los ríos y arroyos de la tierra de Lara acaban confluyendo hacia la
población de Hortigüela, desaguando en el Arlanza, antes de que éste se encajone entre
las crestas calizas. Las referencias a nuestra población empiezan a abundar a mediados
del siglo XI luego del documento fundacional del año 912, momento en que el
monasterio empieza a acaparar divisas en este lugar. Los documentos no hacen
referencia a Hortigüela en singular sino en plural lo que hace sospechar que había varios
núcleos de población, al menos tres. El monasterio de San Pedro acabará por recibir de
manos del rey la porción que tenía en cada una de las villas. En 1052 los nobles Diego
y Muñoz Álvarez y Mamaddona donan al monasterio de Arlanza numerosas posesiones
y divisas que tenían en la zona entre las que figura “Ortoiolas”. "…Ortoiolas quae sunt
in alfoze de Lara" figura el 22 de abril de 1069 en el documento por el que Sancho II la
vincula jurídicamente a esa entidad más amplia que es la tierra de Lara con fuero
bastante antiguo. El año 1100 se resuelve un pleito entre los vecinos de las “Ortoiolas”
y los diviseros, entre los que figura el abad Martín de San Pedro de Arlanza, por el que
se comprometen a no cultivar determinados ejidos del pueblo. Ya en el siglo XIII, en
pleno cambio de poder en la zona, varios vecinos de Hortigüela, Martín Pérez, hijo de
Pedro Martínez Jaramillo, junto con sus tres hermanos y su madre viuda, donan al
monasterio de las Huelgas sus propios y collazos que tienen en Ortoiola y sus términos
“nostros propios collazos e heredat quam habemus in Orteola et in suos terminos”. Estas
propiedades son confirmadas más tarde por una bula del papa Gregorio IX el año 1234.
A pesar de ello el señorío del abad de Arlanza ejercerá su poderío en el lugar hasta
tiempos relativamente recientes. Se puede afirmar, sin excesiva simplificación, que a
partir del siglo X, la suerte de la villa está muy unida al cenobio benedictino y es a su
sombra que crece y se desarrolla. De hecho a comienzos del siglo XII, año 1100 como
hemos señalado más arriba, el abad compartía la jurisdicción sobre las villas con otros
herederos y diviseros. A comienzos del siglo XIII, luego de un largo proceso, San Pedro
de Arlanza controla la mayor parte de la villa.
La Plena Edad Media la reconstruimos a través de la documentación de los
grandes señoríos eclesiásticos -Silos, Huelgas, Arlanza, , obispado, cabildo catedralicio,
infantado de Covarrubias…- que ven aumentar considerablemente su influencia y
presencia en la mayor parte de los territorios de la zona. Paralelamente, ya a finales del
siglo XII se empiezan a consolidar algunas instituciones municipales, casi siempre bajo
la denominación de villas, que bien sean de realengo -las menos- o solariegas (de
abadengo o laicas), acabarán jugando un destacado papel.
La Baja Edad Media, etapa de una creciente señorialización, es un momento de
importantes cambios y de la consolidación de las merindades menores de Santo
Domingo de Silos, Castrogeriz o Candemuñó. Hortigüela fue un lugar vinculado al
alfoz de Lara que acabó integrándose dentro de la merindad de Santo Domingo de Silos.
Según nos informa el Becerro de las Behetrías, año 1352, era abadengo y solariego, un
tercio del abad de Arlanza y otro de Pedro Fernández de Velasco. Esa información pone
de manifiesto que la jurisdicción de la villa nunca la tuvo íntegramente el monasterio
sino que lo compartió siempre con algunos hidalgos. En ese momento había tres partes:
la del abad, la que tenía la madre de Pedro Fernández de Velasco y la que correspondía
a nobles locales.
La modernidad nos aportará un caudal informativo muy superior y por tanto la
reconstrucción del pasado tendrá muchos más elementos y se ajustará con mayor
fidelidad a lo que entendemos fue esta tierra. En el censo de 1591-1594, la población
“Ortiguela” aparece integrada, dentro la actual provincia de Burgos, pero en las “Tierras
del Condestable” y en la jurisdicción de “Santo Domingo de Silos con sus arrabales”.
Esta realidad pone de manifiesto que el poder de los Velasco tuvo mucho predicamento
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en nuestra población sin llegar desplazar al monasterio arlantino. Ya a finales del siglo
XVIII se incardinaba dentro del “Partido de Aranda” como lugar de abadengo. Esta
situación fiscal, organizativa y jurisdiccional perdurará prácticamente durante toda la
modernidad. Ya a finales del siglo XVIII, sin que haya aún desaparecido la estructura
del Antiguo Régimen, la organización provincial empieza a tener algún parecido a la
que se irá imponiendo a lo largo del siglo XIX. Las poblaciones de la Demanda, bien
solas o formando parte de entidades que las engloban se integran en el “alfoz y
jurisdicción de Burgos”, del “valle de San Vicente, dentro del partido de Burgos; del
“partido de Can de Muñó” dentro de “la jurisdicción de Lara”, “Jurisdicción de Salas
de los Infantes; del “partido de Castrogeriz”, “partido de Juarros”, “Jurisdicción de
Juarros y de la Mata”, “”Hermandad de Montes de Oca”, “Jurisdicción de Villafranca
Montes de Oca” y del “Partido de Aranda”. En todo los casos se expresa si la población
es villa, lugar, aldea, granja o despoblado y sí son de realengo o solariego, en este caso
tanto de la jurisdicción laica como eclesiástica.
La expresión de los cambios, en algunos casos con importante crecimiento
económico, se plasma en muchos casos en el cambio en el casco urbano con nuevas
construcciones de mayor o menor entidad. Se deja sentir también en la modificación y
nueva construcción en los templos parroquiales o en las edificaciones monacales o
conventuales como veremos a numerosos lugares.
La modernidad nos aporta un notable caudal informativo a través de los libros
parroquiales. En todos los lugares, bien desde finales del siglo XVI o desde la primeras
décadas del XVII encontramos los libros de tazmías, matrícula o de fábrica, que nos
proporcionan una importante documentación para poder reconstruir la evolución de la
población, los oficios y actividades a que se dedican y las reformas y cambios habidos
en los templos parroquiales y ermitas.
Es de la mayor significación para conocer la situación de Hortigüela, sus fuentes
económicas, las actividades y los oficios el catastro de la Ensenada elaborado el año
1752. El cuestionario y las respuestas abordan los elementos más señalados de cada
población. Importa ante todo el “Libro Mayor de la Raíz” o el “libro de personal”. Por
el sabemos el número de casas existentes, las habitadas o deshabitadas; las tenadas, los
pajares o los corrales; la existencia o no de panadería; si había molinos, cuántos eran y
las propiedad de los mismos; los telares; cómo funcionaban las tabernas; si había o no
escuela, médico, boticario; a que partido pertenecían…etc. Tenemos noticias sobre la
agricultura, la propiedad de la tierra y el tipo de cultivo. En suma para un mejor
conocimiento de nuestra población será esta la fuente de mayor importancia juntamente
con los libros de las parroquias. En todo caso a finales del siglo XVIII, el año 1785, el
conde de Floridablanca solicitaba al intendente de Burgos, dentro de una propuesta
general, un puntual información de las jurisdicciones de su provincia. Por esa pesquisa y
a través de Diccionario o Nomenclator conocemos cual era la situación de Hortigüela.
Aparece como lugar de abadengo, incardinado en el partido de Aranda con indicamos
con anterioridad.
A partir de las reformas puestas en marcha por las Cortes de Cádiz, continuadas
a partir de 1821, comienza a fraguarse la primera división provincial que se consolida
en 1833. Diez años más tarde, en 1843, se generaliza el régimen municipal. Hortigüela
adquirirá ahora la independencia jurídica y empezará funcionar como ayuntamiento
constitucional, ya desvinculado jurídicamente de la dependencia señorial precedente y
formando parte del partido de Salas de los Infantes al que sigue perteneciendo en la
actualidad. El liberal Pascual Madoz, en su obra “Diccionario Geográfico-estadístico
de España y sus posesiones de ultramar”, que publicara entre 1845 y 1850, nos aporta
datos interesantes de nuestra población en la medianía del siglo XIX: tenía unos 180
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habitantes, una escuela de primeras letras para niños y niñas, una fuente dentro de la
población y varias en el término, todas de buenas aguas (…) Está rodeado de montes, la
mayor parte poblados de encinas, robles, enebros y mata corta, encontrándose también
en él una mina denominada Rosa muy abundante de cobre con alguna mezcla de plata
que se está explotando…
3.- Casco urbano: arquitectura popular y edificios auxiliares.
Las imágenes aéreas nos presentan a Hortigüela como un núcleo de población
concentrado con una forma triangular en el que se marcan dos calles con una cierta
linealidad: la que corresponde al lugar por donde iba el trazado antiguo de la carretera
nacional Burgos-Soria, que atravesaba la población por uno de sus lados, y la que más
nos interesa a nosotros, de trazado menos rectilíneo pero continuo y más estrecha que la
anterior, que corresponde a la Calle Mayor del pueblo. Las restantes calles, mucho más
cortas casi todas, no siguen un trazado mínimamente regular. Las mismas imágenes
aéreas también nos permiten ver como las casas se presentan en agrupaciones
edificatorias o manzanas, adosadas en hilera (en la calle-antigua carretera) (calle 2 /
calle 5 ) o en bloques compactos. De todos modos muchas de ellas ya no existen y en su
lugar no se ha edificado nada por lo que podemos tener la equivocada impresión de
encontrarnos a veces ante construcciones exentas. Por otro lado es un núcleo donde se
han edificado muchas casas nuevas y se han restaurado pocas antiguas; de ahí que su
arquitectura popular se halle muy desvirtuada.
La arquitectura de este núcleo de población se integra, según la clasificación de
Gracía Grinda, en la subcomarca de Carazo dentro de la comarca de la Sierra de la
Demanda, bien que con rasgos de la comarca de las Tierras de Lerma con la que tiene
contactos. De ahí que hayan convivido la construcción de piedra con la de entramado o
emplenta. Estamos en un núcleo agrícola y ganadero, más lo segundo; por ello los tipos
edificatorios más habituales son las pequeñas manzanas con agrupaciones muy simples
y sin patios interiores aunque a veces haya huertos y prados agregados a la edificación.
No obstante todo lo dicho, un recorrido paciente de las calles del pueblo todavía
nos permite descubrir algunas “ruinosas joyas”-joyas para nosotros, que andamos
buscando las formas de edificación más originarias posibles-; se trata de unas
construcciones que en un primer vistazo consideraríamos auxiliares pero que creemos
fueron casas de una sola planta y, como mucho, con una segunda sólo en la zona central
donde la cubierta a dos aguas lo permite, como apreciamos en la fotografía arpop 7. El
“trozo” que vemos tiene todo el aspecto de haber formado parte de una manzana
compacta de edificaciones, ocupando una superficie amplia, con poca altura e
integrando bajo la misma cubierta casas vivideras y corrales, establos o similares. El
tipo de tejado con “cuchillo” central es también muy característico de este tipo de
construcciones. Incluso el espacio público delantero, actualmente delimitado con un
murete de reciente construcción -seguramente al pavimentar las calles- nos trae a la
memoria la “corraliza” tan frecuente en muchas zonas serranas. Algo similar nos ocurre
con otro “trozo” muy interesante, a pesar de su estado de ruina, (auxiliar 6) no sólo por
sus volúmenes muy primigenios sino por ser uno de los pocos ejemplos con la parte
inferior de los muros de ruda mampostería y la superior de entramado con relleno de
barro.
El resto de las casas que en lo esencial no han sido modificadas presentan planta
y piso e incluso algunas doblado (arpop 5 / arpop 6 / arpop 15 / manzana 2 / arpop 22).
Predominan los muros de mampostería de piedra arenisca con voluminosos sillares en
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los ángulos, en los dinteles de las portadas y en el encuadre de las ventanas que no han
sido modificadas. En muchos casos es una arenisca de cálidos tonos rojizos o dorados.
Aunque es frecuente que los muros hayan sido “limpiados” para que se vean las piedras
y en otros se ha marcado artificialmente a modo de retícula la supuesta unión entre ellas
(arpop 9 / manzana 2), todavía nos quedan algunos ejemplos con el calicanto
tradicional, de mayor o menor grosor e incluso en ocasiones de color blanco (alzado 4 /
manzana 2). Un poco aparte de éstas debemos considerar una casa de piedra de
diferente porte, más propia ya de los años treinta o cuarenta del siglo XX, que conserva
algunos elementos de interés pese a haber sido arreglada para su uso como
establecimiento hotelero (arpop 3). En la fachada sus tres plantas (baja, piso y doblado)
se articulan mediante unas hiladas de sillería; los vanos de la planta baja y el piso van
encuadrados también por piezas pétreas de muy buen corte entre las que destacan los
dinteles de forma ligeramente curva; además los vanos del piso son balcones. Otro
rasgo que la singulariza es que no tiene alero de tipo tejaroz que es la tónica dominante
en todo el pueblo. Su fachada, con sus vanos en perfecta simetría, es un buen ejemplo
de fachada armónica. De todos modos creemos que su aspecto original fue otro, con los
muros sin “limpiar”, es decir, cubiertos con el tradicional calicanto -dotado tal vez de
algo de color- excepto los encuadres de sillería de los vanos y las hiladas horizontales
de sillares en los que la piedra aparecería en su color y textura originales.
Los tejados pueden ser tanto a dos como a cuatro aguas (arpop 9 / auxiliar 9 /
auxiliar 12), con soluciones también más indefinidas entre uno y otro tipo cuando se
trata de cubrir una manzana no muy regular desde el punto de vista geométrico.
Asimismo hemos visto en alguna construcción que creemos es de las más antiguas la
solución del “cuchillo” que achaflana en sentido trasversal el vértice de la cubierta a dos
aguas (auxiliar 6). Respecto a los aleros, el predominio corresponde claramente a los de
tejas superpuestas o tejaroces.
Si la localidad que estamos analizando ha perdido buena parte de su arquitectura
tradicional, peor conservación han tenido los vanos, particularmente las ventanas, muy
a menudo agrandadas incluso aunque se conserve el muro original de la vivienda (arpop
9 / calle 2). Los vanos más tradicionales eran de proporciones cuadradas y enmarcados
mediante voluminosos sillares (arpop 5 / arpop 22); también parece que en esta
localidad se empleó el procedimiento de blanquear el contorno de la ventana buscando
una mayor luminosidad pues algunas casas arregladas lo mantienen (calle 2). Algunos
vanos parecen haber sido balcones, aunque no son numerosos los ejemplos que
conservamos.
Respecto a las portadas, son todas adinteladas. En las construcciones auxiliares
lo habitual es que las jambas y el dintel o sólo este último sean de madera (auxiliar 8 /
auxiliar 12) En las viviendas vemos los dinteles pétreos de arenisca (alzado 4 / arpop
6). Algunos de estos vanos –pocos- conservan aún su cerramiento original a base de
grandes portalones de dos hojas con un pequeño cuarterón en una de ellas (en las
construcciones auxiliares) (auxiliar 12) y de puertas de un solo batiente con amplio
cuarterón (arpop 6)). No obstante, aunque pocas de éstas quedan en uso, hemos podido
ver desmontada una de ellas (puerta) en la que se aprecia muy bien como primero se
prepara una especie de bastidor de madera y sobre él se clavan por el exterior los
gruesos tablones. Vemos también como esas puertas no tenían bisagras metálicas para
sujetarlas a la jamba sino un alargamiento cilíndrico de la propia madera de la
estructura por la parte inferior que se incrustaba en el suelo de piedra; la sujeción por la
parte superior correspondía a una bisagra metálica que se solía prolongar en un alargado
herraje que abrazaba un buen trozo de su anchura. No conservamos ninguna que lo
mantenga. Sólo hemos documentado una que sí conserva todavía un cerrojo de tipo
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pasador con llave (herraje) y otra –en una construcción auxiliar- con una cerradura de
madera de tipo “tranca” (puerta 9).
La estructura interna de la casa suele estar formada por una serie de pies
derechos de madera, en esta localidad muy a menudo el enebro o la sabina, sobre los
que descansan las vigas; ellas son luego las que soportan, trasversalmente las viguetas
sobre las que se levanta el piso superior y en su caso el doblado. Este esqueleto de
madera se aprecia exteriormente en aquellas casas que han perdido el revoco de su
mampostería o que posiblemente nunca lo tuvieron como ocurre en las construcciones
auxiliares. Se aprecia también interiormente puesto que los muros medianeros entre las
casas adosadas y los tabiques de compartimentación interna de las viviendas solían ser
de entramado de madera con relleno de adobe; incluso es las más antiguas (algo ya muy
difícil de encontrar aunque alguna localidad nos depare una sorpresa) era algo tan
simple como un encestado de ramas revocado con barro.
El piso inferior normalmente tenía un pequeño zaguán desde el que se accedía a
las estancias delanteras que muchas veces no solían ser vivideras sino tener funciones
de pequeño taller de trabajo, almacén de productos agrícolas o para guardar aperos,
leña…etc. A veces esta función en las viviendas serranas la cumplía una pequeña
edificación que suele recibir el nombre de casito o casillo, adjunta a la vivienda como
un volumen diferenciado de ella mucho más pequeño. Al fondo de la planta baja solían
estar las cuadras del ganado vacuno o caballar que se empleaba en las tareas de
labranza. En el centro la escalera con los primeros escalones de piedra, resguardada y
defendida mediante una puerta. En la planta superior la estancia principal era la cocina
que, como en todas las arquitecturas de montaña, jugaba aquí un papel trascendente. Es
esta una estancia amplia de planta cuadrada o cuadrangular en la que se inscribe un
octógono que sirve de apeo a la chimenea de campana de base circular. El hogar puede
estar en el centro o adosado a uno de los muros, con un elemento de madera giratorio
sobre el que coloca el “allar¨ o “llar” del que cuelgan algunos recipientes. En los muros
suele haber adosados bancos con alto respaldo y una mesa plegable. La chimenea
tradicional es de encestado con palos verticales y un cuidado entramado de mimbres
recubierto de arcilla. Por el exterior está recubierta de tejas imbricadas. Reproducimos
por su interés las descripciones de Torres Balbás:
La cocina es siempre lo más esencial (….) a dos metros y medio
del suelo colocánse unos cargaderos que convierten la planta cuadrada en octogonal,
levantándose sobre ellos la campana, cónica, que cubre totalmente la cocina, no tiene
más luz que la que entra por la parte superior de la chimenea a través de su copete de
tablas. El ingreso a estas cocinas queda siempre cortado por un tabique que hace de
biombo y sirve al mismo tiempo que para evitar la entrada directa del aire, de apoyo al
hogar. En ellas suele estar el horno; la perezosa, mesa plegable a la pared; el burro o
soporte giratorio para tener la caldera; los escaños…etc. Para construir la chimenea
se toman unas colondas (palos verticales) y se entrelazan con cestería de ramas
flexibles (bardas y bardones) de enebro o de sabina; se recubre exteriormente de un
escamado de trozos de teja, rematando con un copete calado de madera.
El resto del espacio podía estar organizado en salas con las correspondientes
alcobas o con otro tipo de compartimentaciones dando lugar a espacios de uso versátil.
Sí era muy frecuente que en el fondo de la casa, sobre las cuadras, se reservara un
espacio para almacenar hierba o paja, que se vertía directamente sobre la cuadra
eliminando en una parte el suelo-techo que las separaba; desde el exterior solía
introducirse a través de una puerta en altura que recibe el nombre de bocarón o butrón.
Cuando había desván solía ser diáfano, sin ninguna compartimentación.
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Son muy frecuentes en el interior de la población los edificios auxiliares
destinados a guardar el carro, aperos de labranza o animales de corral que se adosan a la
vivienda o forman grupos de construcciones en las zonas periféricas del pueblo. Las
tenadas, muchas de ellas dentro del casco urbano, son uno de los edificios auxiliares de
mayor importancia y porte. Las que hubo, estuvieron en la zona noroeste y más exterior
de la villa en la zona de bosque. Las más características son las de muros son de piedra,
sin revoco, con una puerta de considerables dimensiones en la fachada sur a veces con
sendos ventanucos. La cubierta habitual es a dos aguas, tanto las que están el pueblo
como las que vemos distribuidas por los montes, solas o en pequeñas agrupaciones de
mayo o menor entidad. Lo normal es que sirvan para guardar el ganado ovino o a veces
el caprino (auxiliar 6 / auxiliar 10 , 11 y 12).
Un edificio frecuente en muchas localidades es la fragua que se asocia o está
cerca del potro. En Hortigùela tenemos noticia de que ambos existieron pero han
desaparecido. La fragua se compone de un fuelle, hogar para calentar el hierro, yunque
y un pilón de agua para templar las herramientas o utensilios reparados o elaborados. El
potro es una sencilla estructura de madera, de uso público, preparada para herrar los
animales de uso, bien para el trabajo o para el transporte.
También eran habituales los hornos y horneras, de propiedad pública o privada.
Generalmente eran una edificación de planta cuadrada, a menudo exenta y por tanto con
tejado a cuatro aguas, con un horno fabricado de adobe en forma cónica, colocado sobre
una plataforma de piedra. Próximas a la boca del horno se situaban las artesas para
amasar, un banco para colocar la masa preparada para cocer y para colocar las palas.
También hay un espacio para ubicar la leña que se utiliza para calentar el horno. La
boca del horno, donde se enciende inicialmente el fuego, comunica con una chimenea
para la salida de humos.
Otro elemento señalado en nuestra población son las fuentes. La existente en la
plaza de la villa, de varios caños, recibe el agua de la conducción general del pueblo, no
correspondiendo por tanto a ningún manantial (fuente 2 / fuente 3). Son muy frecuentes
las fuentes de tipo romano, es decir cubiertas por una estructura de piedra abovedada
con medio cañón con remate a dos aguas. Una de ese tipo, aunque inutilizada, aún la
podemos ver en Hortigüela, en la zona norte, camino de la ermita de San Millán (fuente
7).
Otro de los edificios habituales en la mayor parte de las poblaciones es el
molino. En Hortigüela, localizamos dos molinos: uno en el río Paraíso, aguas arriba de
la actual población y el otro en la ribera del Arlanza, a unos dos kilómetros del núcleo
de población. Ambos, en buen estado de conservación, son edificaciones de piedra,
mampostería, sillares y cadenas de sillares en los ángulos (fotos molinos). Lo normal es
que la construcción sea de pequeñas dimensiones, de planta cuadrada o rectangular, con
muros de piedra, mampostería y sillares en los ángulos, con cubierta a dos aguas. En el
piso se coloca la herramienta y las diferentes muelas, mientras que el mecanismo
movido por el agua, con las aspas se coloca debajo. El molino va precedido de un caz,
de mayor o menor longitud, con una embocadura y caída de agua sobre el rodezno.
4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa de Hortigüela.
4.1.- Monasterio de San Pedro de Arlanza.
El insigne y egregio monasterio burgalés de S. Pedro de Arlanza tiene como uno
de su mayores timbres de gloria el haber sido panteón del conde Fernán González (930-
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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970) y su mujer Sancha, pero en la actualidad es una venerable ruina en lamentable
estado de abandono. Su origen y la dotación del primer coto redondo se debe a Gonzalo
Téllez y a su mujer Flámola, año 912, y no a Fernán González como han querido y
decidido los monjes arlantinos a partir de la segunda mitad del siglo XII. El viejo y
mudo cenobio se ubica en un bello y agreste paraje del valle medio del Arlanza, entre
imponentes riscos, un rico bosque de sabinas y encinas y presidido por una
impresionante roca sobre la que asienta sus reales el templo conocido como de San
Pelayo o S. Pedro el Viejo. Está a medio camino entre las villas de Hortigüela (en cuyo
término municipal se sitúa) y la más conocida de Covarrubias (sede del importante
infantado del mismo nombre).
A.- Breves datos históricos y caracteres generales del monasterio.
El origen del monasterio hunde sus raíces en la leyenda, pues algunos pensaron
que en el mismo vivió y estuvo enterrado el rey Wamba, como sucede con la mayor
parte de los cenobios que andando el tiempo serán benedictinos. Lo que tenemos por
cierto es que el año 912 recibe la carta fundacional de manos del conde Gonzalo Téllez,
de su esposa Flámola, de la hermana de ésta, Muniadona, madre de Fernán González y
de su hijo Ramiro, hermano mayor de éste último. Los datos que aporta el diploma
fundacional, con algunas dudas, encajan plenamente con la época tanto por los
personajes que aparecen, en donde tanto Flámula primero como Muniadona después,
parecen haber sido el poder imperante en la tierra de Lara y no el marido de la segunda
Gonzalo Fernández, que debió tener su ámbito de poder en el entorno de Burgos por los
bienes donados. De otro lado importa organizar el territorio en un momento en que la
zona recupera para el condado el interés de comunicación que tuviera en época romana.
La falta de una articulación del territorio y la existencia de núcleos eremíticos es lo que
probablemente motiva la creación del cenobio de Arlanza. El segundo documento,
datado en la misma fecha, atribuye la fundación y dotación del lugar a Fernán González
y a su mujer Sancha, texto que el tiempo ha demostrado ser falso, como que
inicialmente se enterraran en el lugar, pues lo hicieron en Santa María de Lara. Es clara
la manipulación y falsificación del documento atribuido a Fernán González, tanto por la
fecha en que se le hace soberano y casado con Sancha, como por los derechos que se
dan al monasterio sobre la villa de Contreras, parte de cuyo señorío pudo recibir el
monasterio el año 1155 de manos de Alfonso VII. Es igualmente significativo que al
abad Sonna que aparece en el documento fuera contemporáneo de Gonzalo Téllez y
nunca coincidiera ni aparezca en la documentación junto a Fernán González. Una
comparación de ambos documentos y otros de la época ponen de manifiesto de forma
más clara, si cabe esta expresión, la manipulación y falsificación del documento
fundacional atribuido a Fernán González. En ese momento se independiza de la familia
condal, se fija su coto redondo dando comienzo así el señorío abacial que se irá
ampliando con el paso del tiempo. A partir de ese momento el monasterio recibe
donaciones en Montejo y Cavasuar y más adelante verá incrementados sus derechos y
patrimonio cuando el rey Fernando, siglo XI, lo elija inicialmente como lugar de
enterramiento.
El período de engrandecimiento y prosperidad del señorío de Arlanza es sin
lugar a dudas el siglo XI, por la generosidad del primer rey castellano Fernando I
(1029-1065) quien, al elegirlo para enterramiento, le concede algunos monasterios como
Santa María de Cela Queson, Sta. Mª de Lara, Sta. Mª de Retortillo, San Juan de
Tabladillo, San Millán de Belbimbre, etc. Igualmente recibe un conjunto de templos
como la iglesia de San Román de Carazo, Arauzo de Torre, San Juan Bautista en Huerta
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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de Rey y propiedades en Quintanarraya, Hontoria de Valdearados, etc. A todo ello se
debe añadir la concesión de la jurisdicción civil en todas esas propiedades recibidas del
monarca. Se puede afirmar que el verdadero fundador del monasterio es el rey Fernando
I quien decide inicialmente enterrarse en el lugar. Este hecho explica las reseñables
concesiones que colocan al cenobio en uno de los lugares de privilegio entre los
castellanos.
Pero no sólo el rey vela por la prosperidad del monasterio sino que diferentes
nobles y aristócratas hacen significadas donaciones en Castrillo Solarana, Baños de
Valdearados, Mozoncillo de Oca, Castrillo de Aranda, Peñaranda, etc. En la mayor
parte de este período los destinos del monasterio están en manos de un destacado gestor
y organizado, el abad S. García (1048-1073), hombre significado en la corte y
acompañante habitual de la misma en los hechos más señalados. Incluso en algún
momento las reliquias de San Vicente y de las santas Santa Sabina y Cristeta estuvieron
depositadas en el lugar.
El siglo XII significa la concesión del diezmo de los derechos de montazgo
pertenecientes al rey en la zona de Lara y la facultad para que sus rebaños pasten
libremente en Castilla. Igualmente obtiene parte de la jurisdicción de parte de la villa de
Contreras, Huérmeces en el territorio de Atienza, el monasterio de S. Vicente de
Pampliega, etc.. Si Alfonso VII se muestra generoso con este monasterio no lo es menos
Alfonso VIII, quien ofrece a Arlanza un conjunto de villas del Alfoz de Lara a cambio
de otras que desea ofrendar a las Huelgas de Burgos. Por ello adquiere el señorío de San
Leonardo, Arganza, Casarejos, Hontoria del Pinar, Regumiel, Canicosa, Revenga, …
Todo este proceso de engrandecimiento y prosperidad llega a su punto álgido en los
primeros años del s. XIII, época en la que poseía jurisdicción eclesiástica sobre
Villaverde, Frades, San Martín de Castrojeriz, San Juan de Cela, Sta. Mª de Retortillo,
Santibáñez del Val, San Mamés de Ura, Bohada, Mazariegos, Villaespasa, San
Leonardo, etc. Todo ello se completaba con la jurisdicción civil en el territorio
municipal del monasterio, que era una villa, o al menos así se titulaba: Hortigüela,
Jaramillo de la Fuente, Jaramillo Quemado, Contreras, Santa María de Lara. Ello
constituía el señorío dominical o coto redondo.
Todo lo anterior permite a los abades del último cuarto del siglo XI y sobre todo
a quienes dirigen el señorío a partir de mediados del XII levantar un monasterio acorde
con las exigencias de la observancia benedictina acomodada a la interpretación de la
regla impuesta por los monjes cluniacenses. Las importantes concesiones reales y las
donaciones de particulares hacen que sea posible levantar un templo de notable
envergadura al igual que el resto de las construcciones monacales.
Volviendo al documento fundacional no podemos dejar de recordar y traer a
colación el contexto en que se confeccionó el Becerro de Arlanza y la falsificación del
mismo. Todo parece indicar que el proceso de elaboración del libro becerro de Arlanza
tuvo lugar en varias fases. La primera de ellas debió coincidir entre el reinado de Urraca
y la minoría de edad de su hijo Alfonso VII, posiblemente entre los años 1119 y 1135,
en que se llevan al libro los documentos número 1 al 77. Ese primer libro daba
comienzo con el documento de Gonzalo Téllez, que posiblemente tenía un folio de
guarda. En una segunda fase, datable entre 1150 y 1165 se añaden los documentos del
78 al 92 y muy probablemente es ahora cuando se copió la carta de Fernán González en
el folio de guarda vuelto mientras que en el recto se copian dos documentos de 1237 y
1239. Ninguno de los documentos posteriores a 1166 fueron copiados en el becerro. En
una tercera fase se añaden los documentos 93 a 97 cuya data es anterior, siglos XI y XII.
Con esta sencilla operación se trastocó la memoria histórica de la abadía pues la
fundación de Gonzalo Téllez pasaba a segundo plano y el cartulario se abría con el
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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diploma de Fernán González. Ambos documentos fueron utilizados con posterioridad en
pleitos sostenidos por el monasterio con Contreras y Lara, dando comienzo su andadura
judicial en 1255. Es claro que esta manipulación hay que ubicarla en un contexto de la
formación de la identidad política castellana basada en la época condal con Fernán
González como figura principal y que acabará con la elaboración del poema a él
dedicado. Todo ello fragua en el momento de la separación de los reinos. Es claro que a
partir de ese momento es cuando se produce la falsificación y se introduce el documento
de Fernán González; posiblemente coincide también con el momento en que se
trasladan sus restos desde el lugar primigenio de enterramiento, el monasterio de Santa
María de Lara, a su ubicación en la iglesia abacial arlantina. Si hacemos caso a lo que
dice el abad Gonzalo de Arredondo, historiador del lugar, se ubicó en el ábside central,
hecho que constata también el P. Enrique Flórez en el siglo XVIII.
El siglo XIII significa una etapa de pleitos y discusiones con los obispos de
Burgos y Osma por los derechos jurisdiccionales y lo mismo sucede con diferentes
nobles que reclaman como propios, o se apropian, de algunos derechos que tenía el
monasterio o que había recibido en usufructo. Esta centuria es igualmente notable
porque Arlanza logra vincular definitivamente su historia, a través de la épica y de la
anterior falsificación documental, a la figura del conde castellano Fernán González. El
monasterio vivirá una etapa de reformas y acomodación de las edificaciones monásticas.
Parece que el monasterio tuvo una etapa de alejamiento de los centros de poder,
como muchos otros del entorno, durante el siglo XIV, lo que se tradujo en una
importante relajación y posiblemente en una no buena administración del patrimonio
por parte de los abades comendatarios. Pese a la decadencia monástica y los problemas
económicos, en la segunda mitad del siglo XV dan comienzo un conjunto de reformas
en la fábrica monástica que afectarán a la iglesia, refectorio, celdas y remate de la torre
tardorrománica. Sabemos que durante el abadiato de Diego de Parra (1482-1500) se
realiza una profunda remodelación de la iglesia abacial. Las reformas consistieron en un
recrecimiento de los muros, la incorporación de un crucero sólo perceptible y en la
profunda transformación del ábside central que fue elevado algo más de dos metros
sobre la altura precedente, se desmontan las bóvedas de cañón y horno siendo
sustituidas por una de crucería, cuatro nervios y una estructura estrellada en el ábside,
cuyos nervios se ornamentaron con los habituales cairelados habituales en los trabajos
de Simón de Colonia y de su amplio taller. Al mismo tiempo que se eleva el muro se
añaden en el exterior amplios contrafuertes prismáticos. La obras de modificación del
templo se completan con una gran linterna, a manera de nave transversal y la realización
del coro alto, ubicado a los pies del templo sobre el atrio románico.
Los datos arqueológicos y cierta información hablan de que el último abad
perpetuo del lugar, Gonzalo de Arredondo, que en 1518 vinculó su monasterio a la
Congregación de San Benito de Valladolid, continuó las obras emprendidas con
anterioridad gracias al apoyo de Pedro Girón, tercer conde de Urueña. En todo caso en
una ventana de las abiertas en el muro sur del templo, ya de formas renacentistas, se
deja constancia epigráfica de esas obras. Asimismo durante el abadiato de este último
abad se debió proceder a levantar el nuevo refectorio y tal vez también se hizo la
linterna, obras atribuidas a Francisco de Colonia y realizadas en torno al año 1525. A lo
largo del siglo XVI se debió proceder a modificar el pórtico occidental de época
románica y se abrieron nuevos vanos en el muro meridional del templo cuyas trazas
presentan formas renacentistas.
Las obras se continuaron a lo largo del siglo XVII. Esos nuevos trabajos
supusieron una profunda modificación de una parte sustancial de las edificaciones
monacales medievales. Una de las más importantes y señaladas fue la realización de un
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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nuevo claustro procesional, obra dirigida por Juan de Ribero Rada , concluida hacia el
año 1617. Suponemos que se edificó sobre un claustro de trazas y formas románicas
que debió ocupar el mismo espacio del actual de trazas y formas clasicistas, que
vinculamos a la corriente artística imperante en las últimas décadas del siglo XVI y en
las primeras de la siguiente centuria. A estos trabajos siguieron la realización de la
nueva sacristía, el denominado claustro nuevo y la escalera de acceso a las dependencias
superiores del claustro y sacristía que la documentación apunta que fueron realizadas
por el maestro trasmerano Pedro Díaz de Palacios, entre los años 1629 y 1643.
B.- La fábrica románica.
Mientras se pueden rastrear algunas de las edificaciones prerrománicas silenses
y del monasterio de Cardeña, en el caso de San Pedro de Arlanza sucesivas
excavaciones e investigaciones en la documentación no han aportado nada que permita
suponer la existencia de una edificación monástica bajo la románica. Hay algunos datos
que apuntan a la posible existencia de algún asentamiento romano, tal vez bajoimperial.
Algo más constatable es la existencia de un importante foco eremítico en el entorno en
época visigótica que siguió estando muy activo durante gran parte de la Alta Edad
Media.
No conocemos las dependencias monacales de los ocho primeros abades.
Tenemos algunos datos documentales de la fecha de su inicio: 1080. Así en el archivo
de Silos se conserva la copia de una inscripción realizada en 1771 que se expresa del
siguiente modo: “ERA MCXVIII SV (m) SIT INICIVM HANC OP(er)AM” (En la era
1118 -año 1080- se dio comienzo a esta obra). Otro dato importante, también
documentado epigráficamente -lo pudo ver el monje galo Ferotin en la iglesia- es el
relativo a los autores de la fábrica. Rezaba así: “GUILLELMEZ ET OSTEN P(ate)R
EIUS FECERUNT HANC OPERA (m) GUVERNAN (te) DOM(im)O ABBA (te)
VICEN (tio) IN ERA M (cxix)” (gobernando el señor Abad Vicentio, era 1119 (año
1081), hicieron esta obra Guillermo y su padre Osten).
El velo que envuelve a estas primeras dependencias monacales pudiera tener
alguna explicación en la ermita prerrománica de San Pedro el Viejo o San Pelayo, cuya
fábrica data de las primeras décadas del siglo X. Lo normal es que el primer monasterio
siguiera la regla hispánica y por tanto sus dependencias no se acomodaran a las pautas
que impondrá la reforma monástica que parte del concilio de Coyanza (año 1050), al
que también asiste al abad D. García. El monasterio de San Millán de la Cogolla, en
tierras riojanas, ubicado primero en la zona alta y más tarde trasladado a su
emplazamiento actual, puede ser un buen punto de referencia de lo que pudo suceder
aquí.
La fábrica románica de Arlanza se acomoda a lo que son los usos del mundo
benedictino, cuya regla parece que se empieza a observar a partir de las normas
aprobadas en el concilio de Coyanza (año 1050). Por ello el conjunto de las
dependencias se organiza en torno al claustro (ubicado siguiendo el muro meridional de
la iglesia abacial). La acomodación del conjunto de la fábrica a la nueva observancia y
necesidades tardó un tiempo en llevarse a cabo. Hemos de suponer, por la fecha de
inicio de las obras de la iglesia (año 1080), que las dependencias más significadas como
son la sala capitular, la sala de trabajos y el dormitorio en el parte alta bien pudieran
formar de ese plan de obras. Algo de ello se puede comprobar aún en el momento actual
en la sala capitular que comunicaba con el claustro a través de una doble portada y más
adelante, en un nivel algo inferior, una portada que daba acceso a una amplia estancia
rectangular que tenía salida hacia el exterior (muro este) por otra portada que se puede
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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ver en el muro que da acceso al segundo claustro ya levantado a partir del primer tercio
del siglo XVII.
Hemos de suponer que el refectorio, paralelo al claustro, se ubicaba en la panda
meridional y que sobre él se levantaron las celdas individuales exigidas con la reforma
implantada ya en el siglo XV. La panda occidental, habitualmente destinada para
asuntos domésticos como la cilla, otros almacenes y en ocasiones para hospedería y
enfermería, ha sido muy alterada pues en la misma se incorporó el refectorio y la cocina
a finales del siglo XV o comienzos del XVI y en su ángulo N.E. (el más cercano al
templo) estaba la cárcel o habitación de castigo.
La parte más notable de la arquitectura románica es la iglesia abacial pues, sin
conservarse en su estado primitivo, se puede reconstruir con bastante certidumbre. Se
trata de una construcción edificada con muros de piedra sillería de aparejo isódomo, de
planta basilical, con tres naves divididas en cuatro tramos y portada abierta a los pies
(en esta zona se levantará en el siglo XV el coro alto) precedida de un pequeño nártex o
pórtico de ingreso en el lugar sagrado. Toda la fábrica va recorrida por un significado
podium de más de un metro de altura, particularmente visible en los ábsides y en el
muro norte, interior y exteriormente. Al muro meridional se abrían dos portadas que
comunicaban con la zona norte del claustro procesional. La articulación externa de los
paramentos murarios norte y sur debe ser especialmente resaltada: Los tramos de las
naves vienen definidos por una pilastra con columna entrega y cinco arquillos
lombardos que se voltean entre pilastra y pilastra.
La torre se adosa al muro norte a la altura de los tramos tercero y cuarto; su
hueco inferior fue la primitiva sacristía a la que se accedía por el vano característico.
Tiene planta básicamente cuadrada y presenta rasgos más bien tardíos, tal vez ya de
pleno s. XIII, aunque todo parece indicar que pudo haber allí una edificación más
antigua de la que reutilizan algunos elementos ornamentales. En su estado actual
responde a dos momentos diferentes. Exteriormente consta de doble cuerpo, el inferior
recorrido por arcadas apuntadas y el superior completamente liso excepto los huecos de
las campanas. Es igualmente notable el husillo, colocado en el ángulo suroeste, por su
considerable volumen y calidad constructiva. Interiormente se articulaba en principio en
dos grandes espacios a los que se añadió más tarde un tercero. El inferior (al nivel del
propio templo) consta de una sencilla portada desde la que se accedía a la primitiva
sacristía. El segundo es una sala cuadrada con cubierta abovedada de crucería cuyos
nervios se apean en las correspondientes columnas en los ángulos. El tercero es el
añadido incorporado en el s. XV para ubicar las campanas cuando se realiza el falso
crucero.
El conjunto se remata en tres ábsides, bastante más desarrollado el central que
los laterales, de factura tradicional y cubiertos con bóveda de cañón y horno. El central
va recorrido hasta el arranque de la primitiva cubierta por siete amplias arcadas ciegas
de medio punto peraltado (cuatro en la parte recta y tres en la semicircular) apeadas
sobre un pronunciado podium. Las mismas no se encuentran completas en el momento
actual pues faltan las dos del presbiterio meridional. La articulación interna de los
ábsides se completa con dos cenefas, una a la altura del arranque del arco de las arcadas
antedichas y otra al nivel del apeo de la bóveda. La factura es similar en el ábside
central que en los laterales. Otro dato que se debe significar es la existencia de soportes
con dobles columnas en sus frentes hasta la altura de la primera cenefa (excepto en el
ábside central) que se transforma luego en una sola como se puede ver aún en el ábside
lateral izquierdo y parte del derecho. Este dato ha llevado a algunos autores a suponer
la existencia de dos momentos diferentes en el proceso constructivo de los ábsides, pero
que no se puede documentar en el central. El exterior de éste así como del lateral
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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derecho ha sido profundamente alterados. El central ha sido considerablemente elevado
(once hiladas) y se le han añadido dos contrafuertes góticos en el lugar que debieron
ocupar las correspondientes columnas entregas. El otro no se puede ver por estar oculto
tras la sacristía del siglo XVI. Sólo el lateral izquierdo, muy restaurado, responde a su
fisonomía primitiva. Los arcos triunfales, lo mismo que los formeros de las naves
laterales, eran doblados. No parece que las naves tuvieron cubierta abovedada hasta que
se lleva a cabo la reforma gótica en el siglo XV. De esta profunda reforma,
supuestamente realizada por Hans de Colonia o su escuela, data el crucero y los
ventanales del gótico flamígero que aún existían a principios del presente siglo, al igual
que la arcada que comunicaba el presbiterio con la capilla de Nª Sra. (ábside lateral
derecho) donde estaba la inscripción con la data del inicio de las obras del templo.
Uno de los elementos arquitectónicos destacables es el tipo de ventana utilizado
en el templo. Son vanos que abandonan la clásica aspillera y tienen una luz bastante
considerable; significan doble arco y en el ábside central decoran el arco de medio
punto con un cuidado cestillo de doble mimbre, muy similar de factura al que se aprecia
en algunas de las cenefas. Las formas constructivas y los elementos estructurales de los
vanos de la nave y los de la cabecera difieren lo que pone de manifiesto la existencia de
dos etapas constructivas en el templo.
Otro de los elementos constructivos singulares es la portada que estuvo colocada
en el nártex de los pies, conservada actualmente en el M.A.N. Consta de arco de medio
punto corrido, doble arquivolta, guardapolvo y significada línea de impostas, todo ello
apeado en jambas compuestas por cuatro columnas de fuste estriado (decoración
funicular y profundos canales) con pilares de baquentoncillos en el ángulo; carece del
característico podium de otros casos pues arranca de la tradicional basa con plinton y
toro y escocia muy desarrollados. Sus esbeltas proporciones y cuidada articulación la
convierten en uno de los ejemplares más conseguidos del románico burgalés de finales
del s. XI o principios del XII.
Otro elemento reseñable es la presencia de un tipo de portada poco habitual. Se
trata de vanos adintelados con arco de medio punto de descarga sobre el dintel. A ese
tipo corresponden la portada más antigua de la torre que comunicaba el templo con la
sacristía, ubicada en el primer cuerpo de esta construcción y la que abría hacia el
claustro (en los tramos tercero y cuarto ). La del ábside lateral derecho, conocido como
capilla de Nª Señora, en cuyo hueco parece que hubo algún enterramiento señalado, es
una portada cuyas proporciones y formas recuerdan a la del nártex y posiblemente
estamos ante el prototipo de portada implantado en este cenobio por el taller que realizó
el trabajo de la cabecera del templo abacial. Las formas y las proporciones de la
portada primera tiene indudables relaciones con algunos existentes en época
tardorromana que luego veremos utilizar en época visigoda y en muchos de los
monumentos asturianos. Este dato avala la formación clásica y el sólido anclaje en la
tradición de los constructores de muchos de los templos románicos de esta tierra, que
será una de las bases de la rápida implantación y expansión de las pautas del románico
pleno.
Estos datos que aporta la estructura, vanos y tipología de portada, nos permiten
hacer algunas consideraciones al respecto. El primer hecho que se constata al comparar
los vanos de la nave - conservamos prácticamente sólo los del muro meridional- y los de
la cabecera, es que son realizados por talleres y artesanos de épocas diferentes. La
factura de los de la nave apunta mayor antigüedad que los de la cabecera y los vincula
más bien con el primer románico o tal vez con las formas que vemos en edificios a
caballo entre el prerrománico y las primeras formas románicas, como podemos ver en
San Millán de la Cogolla y en la torre de San Pedro de Cardeña. Otro dato de sumo
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interés es la portada abierta en el muro sur, la colocada entre los tramos tercero y cuarto
de la reforma gótica, cuya factura, vista desde el claustro, recuerda las formas de las
asturianas y del mundo tardoantiguo, como parece era la de San Miguel que comunicaba
el claustro silense con la iglesia inferior –la más antigua- del citado monasterio que
parece se levantó con pautas y formas propias del primer románico.
Todo ello nos hace sospechar que el proceso constructivo habido en la iglesia
abacial arlantina no se ajusta a la reconstrucción que hasta el presente se ha sostenido.
Nosotros, basados en los datos arqueológicos que nos aporta el edificio y en la
comparación con otros del entorno, proponemos el proceso siguiente: Todo parece
indicar que el año 1080, momento que dan comienzo las obras de la cabecera, el plan es
mantener en pie las naves de la iglesia existente reutilizándolas y acomodándolas a los
nuevos tiempos. Por ello, al igual que sucedió en Silos y en Cardeña, el templo del
románico pleno se reduce exclusivamente a la cabecera que se levanta sobre otra
precedente que servía para una comunidad que practicaba un rito y seguía una
observancia regular distintas. Los datos arqueológicos de los muros, portada y vanos
indican que el templo precedente se levantó o reformó dentro de las formas y pautas del
primer románico como sucedió en San Millán de la Cogolla, Silos, San Pedro de
Cardeña y San Salvador de Oña. Es ahora también cuando se abre una nueva portada a
los pies con el correspondiente nártex, que presenta una factura similar en la concepción
y formas a la que vemos se abre en el muro sur del ábside lateral derecho para
comunicar directamente con el ala este del claustro, en las cercanías de lo que será la
sala capitular.
De lo que fuera la, ubicada en el ángulo noreste del claustro, panda este, nos
queda exclusivamente el espacio, de planta cuadrada recorrida por un podium elevado
en sus muros este, sur y norte, sobre el que se levantaban dos arcadas ciegas rematadas
en arcos de medio punto apeados sobre columnas. Parece que inicialmente se cubrió con
bóveda, pues encima se situaba el dormitorio común; pero añadidos posteriores (aún de
época románica) elevaron sobremanera este espacio para colocar en sus muros vanos
dobles con ajimez central y cuidadas pinturas murales encima de las primeras arcadas.
Se abría al claustro por medio de doble portada con sencilla arquivolta tanto en el
interior como en el exterior. Creemos que esta obra se llevó a cabo al mismo tiempo que
la iglesia, a cuyas características constructivas responde. En la zona norte y ángulo
noroeste se practicó en el siglo XVII las escalera monacal que comunicaba con las
galerías superiores del claustro, espacio encima de la sala capitular y con la nueva
sacristía obra de Pedro Díaz de Palacios.
En la misma panda este, inmediatamente después de la sala capitular,
encontramos un amplio espacio rectangular con dos portadas: una hacia al exterior de
entonces y otra hacia el claustro. Ambas están a un nivel notablemente inferior al actual
de la sala capitular y del propio claustro. Puede ser la sala de trabajos, aunque dadas
las características singulares de la planta del monasterio de Arlanza, es posible que
estuviéramos ante la hospedería y enfermería.
De lo que fuera el claustro románico no tenemos resto alguno en pie y
suponemos que el actual, de trazas herrerianas pero realizado ya en el siglo XVII -se
concluye hacia 1617-, se levanta sobre la superficie que ocupara la anterior e hipotética
fábrica románica. Es un espacio de similar superficie al de San Salvador de Oña con el
que guarda no poca relación la ubicación de la sala capitular.
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C.- Descripción y análisis de la escultura monumental.
El relieve que conservamos se ubica todo él en la estructura y por tanto se trata
de escultura monumental. Abunda en ella la temática vegetal con diferentes
interpretaciones de la hoja de acanto, varias palmetas, algunos zarcillos y
escenificaciones de animales (leones y águilas) pareados y afrontados. Similar técnica
de labra, esquemas compositivos y temática vemos en varios capiteles encontrados fuera
del recinto monacal como son los ubicados en la catedral de Burgos (claustro superior)
y el iglesia parroquial de Mambrillas de Lara (utilizado) como pie de la pila bautismal).
Otro de los elementos escultóricos significados son las rosetas cuatripétalas que
encontramos en los cimacios de la sala del homenaje y en los capiteles de la tumba de
San García. Se trata de un relieve bajo, de labra cuidada realizada a bisel y de notable
calidad plástica.
Tal vez uno de los elementos decorativos más destacable sea el relieve de los
cimacios, líneas de imposta, arquivoltas de la portada y cenefas que recorren el templo;
destacan sobremanera el cestillo de mimbres que con tanta maestría y calidad
interpretan los escultores que trabajan en el lugar así como los ajedrezados del tipo
taqueado jaqués
Particularmente bella por composición, labra y calidad plástica es la decoración
de los cuatro capiteles, cimacios, línea de impostas , arquivoltas y guardapolvo de la
portada occidental del templo. El característico cestillo de doble mimbre que vemos en
las cenefas, la flor de aro, las esbeltas hojas de acanto con fruto, la decoración funicular,
los estilizados zarcillos, etc. forman un conjunto armonioso y de unas formas muy
cuidadas y bien conjuntadas.
Se puede hablar de la existencia de un amplio taller que trabaja la escultura
monumental en las edificaciones románicas de San Pedro de Arlanza, que mantiene una
gran uniformidad a lo largo del tiempo histórico, entendemos no se prolonga mucho
más allá de treinta años. Algunas diferencias de técnica de labra entre los capiteles de la
iglesia, sala capitular y la portada nos pueden estar indicando momentos diferentes o tal
vez la existencia de escultores con variada cualificación y forma de entender e
interpretar el relieve.
C.1.- La escultura monumental de la iglesia abacial
* Ábside izquierdo
Capitel nº1: De la base nacen unas hojas de acanto que se elevan hasta la parte
superior, donde se doblan por su peso y por el de un pomo que sustentan a manera de
caperuza. El mismo tema se repite en el centro de cada cara, pero la hoja llega sólo
hasta medio tambor. En la parte alta se remata en un dado de gruesas dimensiones y
muy significado.
El trabajo sin ser detallista, es cuidado, realizado a bisel, cincelado, de
composición simétrica, de gran plasticidad, relieve bajo y bastante claroscurista. El
artesano demuestra un gran dominio del espacio escultórico y de la ornamentación.
El cimacio se decora con unos vástagos que describen formas caprichosas, se
entrecruzan y ondulan describiendo algunos figuras geométricas como rombos y
círculos. Se van ramificando y terminan en hojas muy estilizadas. En los ángulos añade
un tallo que se remata en un pomo. Todo ello realizado en bajo relieve, labra a bisel, de
formas duras y angulosas, completamente antinaturalista, dando todo ello como
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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resultado una gran plasticidad, jugando con los efectos de claroscuro para crear mejor
las dimensiones y proporciones.
Capitel nº 2: La temática es similar a la del capitel precedente, pero añade algunas
novedades dignas de resaltarse. Nos referimos a las cinco hojas incorporadas en un
segundo plano que llegan hasta la parte superior, donde se doblan y sustentan un pomo.
Las del ángulo son de mayor tamaño que las restantes. Las otras tres hojas de menor
volumen, acaban sosteniendo un rosetón de cinco pétalos completamente abiertos que
reemplaza al dado que aparece en la mayor parte de los capiteles del templo monacal. El
cimacio se decora también a base de doble vástago que, entrecruzándose, describe
círculos o ruedas dentro de los cuales se ramifican en una flor de seis pétalos muy
estilizados y antinaturalistas.
Relieve bajo, labra a bisel, claroscurista, de formas duras y angulosas, acabado
poco detallista pero de una reseñable calidad compositiva y ornamental. El artista ha
sabido dominar admirablemente el espacio escultórico, con un respeto exquisito por la
simetría.
* Arco formero
Cap. nº 3: Es uno de los capiteles de mayor volumen de toda la iglesia. Todo el
conjunto lo llenan cuatro águilas pareadas y afrontadas. Aferran con sus garras el
collarino, elevan el cuerpo hacia la parte superior, tienen una larga cola que se apoya
sobre la base del capitel, las alas pegadas al cuerpo y extienden los cuellos para picarse
en una actitud de enemistad y fiereza. El trabajo de las plumas se reduce a significar su
contorno mediante una profunda incisión, pero sin marcar el nervio central ni tampoco
todo el entramado de las mismas.
De la base del tambor nacen unos tallos que terminan en la parte superior en
gruesos y cuidados caulículos, uniéndose dos en cada y otro en la cara central que sirven
de descarga del grueso rosetón octopétalo que hace las funciones del dado. El cimacio
no tiene decoración alguna, a no ser la moldura de cuarto de bocel.
Es un relieve bajo, de trabajo a bisel, de formas duras, angulosas y de escasa
plasticidad . Los animales están colocados de perfil, pero carecen de dinamismo y
belleza compositiva. E1 espacio ha dominado al artesano en lugar de lo contrario.
* Ábside central
El primer capitel conservado (nº 4) es de doble tambor unido en la base, de grandes
dimensiones, y que servía de descarga al arco triunfal del ábside central. Del collarino
nacen unas gruesas hojas, completamente lisas, que a media altura se doblan sobre ellas
mismas mostrando el envés al espectador. El artista labra los nervios con profundas
incisiones cinceladas, paralelas y no demasiada plasticidad. En las caras laterales, la
misma hoja, sustenta un pomo a manera de caperuza que la dobla por el peso. Se remata
el capitel con unas hojas similares y en los ángulos un voluminoso pomo sustentado por
una hoja. Es un relieve medio, de labra dura a bisel y cincelado. En ocasiones se realiza
un cuidado modelado, pero de el acabado poco detallista y de composición de escasos
valores plásticos.
En el número cinco vemos un equino angular por lo que únicamente hay dos caras
esculpidas. De la base del tambor nacen unas gruesas y carnosas hojas de acanto, muy
resaltadas del fondo y de aspecto significado. Se elevan hacia la parte superior en las
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esquinas y en el ángulo se doblan por su propio poso y el de los pomos que sustentan.
Es un capitel que presenta un pobre estado de conservación. De entre las hojas de mayor
volumen nacen otras menores, que describen la misma forma y se doblan a medio
tambor sustentando igualmente frutos. Como fondo a toda la composición se cubre con
un cesto formado por grandes hojas de acanto, completamente lisas, que acaban en los
ángulos formando elegantes caulículos.
El relieve es medio, realizado a bisel y adecuadamente modelado, con tendencia
definir bien los perfiles para diferenciarlo del fondo. Siguiendo los usos de los artesanos
de este taller el acabado es poco minucioso pero de aceptable calidad plástica.
El que numeramos como seis es de los que tienen las tres caras decoradas. Del
collarino nacen cinco hojas de acanto que se elevan y acaban sustentando un pomo que
las dobla y al que sujetan a manera de caperuza. Las de los ángulos son de mayor
tamaño y llegan hasta la parte superior, mientras que las otras tres se doblan a media
altura y son de menor volumen que las precedentes . Inmediatamente encima de ellas y
como sustentando el ábaco vemos tres rosetones de ocho pétalos, que ocupan el lugar de
los dados. El tipo de relieve, la realización y los planteamientos compositivos son muy
similares a los vistos en el capitel precedente.
En el número siete del collarino nacen unas hojas de acanto, que en las esquinas y en el
ángulo terminan superpuestas y dobladas por su propio poso y el del pomo que
sustentan como si fuera una caperuza. Del centro de la cara nace otra hoja, que se dobla
a media altura y muestra el haz al espectador. Su labra es dura, realiza los nervios y el
entramado de manera muy somera. Profundas incisiones y cincelado acusado son uno
de los recursos expresivos más señalados. Es el mismo tipo de hojas, por la forma, el
trabajo y la composición de las que vimos en el capitel número cuatro.
El cimacio tiene una decoración similar en las dos caras. Un grueso tallo doble
se entrecruza, se ramifica y acaba formando un círculo. Decora el interior del mismo
mediante una hoja de seis pétalos completamente estilizados. Es un relieve bajo,
ejecutado a bisel, la composición bastante lograda expresando el artesano un buen
dominio del espacio. El juego claroscurista y el buen tono general de la obra hacen de
ella un trabajo de aceptable plasticidad. Está en la línea de lo que vimos en el cimacio
del primer capitel. El trabajo del relieve de los cimacios es uno de los trabajos en que
mejor se desenvuelven los artesanos de este taller.
En el número ocho del collarino nacen cuatro hojas de acanto que a media altura se
doblan mostrando al espectador el haz en dos vertientes muy marcadas, llegando casi al
collarino. Detrás de ellas nacen dos gruesas hojas de acanto que llegan hasta la parte
superior y terminan dobladas por el peso de los dos pomos que sustentan. Se remata en
unos dados de grandes dimensiones pero completamente lisos. E1 cimacio está muy
deteriorado, pero lo que queda está en la línea de lo visto en el capitel precedente.
El relieve es medio, la labra a bisel, cincelado y la composición bien acomodada
al espacio escultórico pero de escasa plasticidad.
Todo el equino lo llenan sendos leones pareados y afrontados en el centro de la
cara mayor. Ambos colocan sus patas sobre el collarino dirigiendo su solemne caminar
hasta acabar afrontándose. Como fondo de la escena vemos unas hojas de acanto apenas
significadas que terminan en los ángulos sustentando unos pomos y ligeramente
dobladas. En la cara central, en la parte superior vemos un rosetón de ocho pétalos que
reemplaza al dado.
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Es un relieve bajo, pero con los cuerpos de los leones perfectamente separados
del fondo, labra dura, a bisel y de poca calidad y minuciosidad en el acabado. La
composición sigue las habituales pautas de la simetría impuesta por la propia realidad y
formas del equino.
En el número nueve vemos que el equino lo llenan sendos leones pareados y
afrontados en el centro de la cara mayor. Ambos colocan sus patas sobre el collarino
dirigiendo su solemne caminar hasta acabar afrontándose. Como fondo de la escena
vemos unas hojas de acanto apenas significadas que, terminan en los ángulos
sustentando unos pomos y ligeramente dobladas. En la cara central, e n la parte superior
vemos un rosetón de ocho pétalos que reemplaza al dado.
Es un relieve bajo, pero con los cuerpos de los leones perfectamente separados
del fondo, labra dura, a bisel y de poca calidad y minuciosidad en el acabado. La
composición sigue las habituales pautas de la simetría impuesta por la propia realidad y
formas del equino.
En el número diez vemos sendos cuadrúpedos afrontados y pareados en la cara central
del tambor que ocupan todo el espacio del capitel, pero de una forma poco cuidada. Son
siameses y tienen ojos saltones y almendrados, bien definidos por los párpados, y orejas
pequeñas, en estado de alerta. Los largos cuellos se cubre de una cabellera que cuelga y
que se talla a base de mechones sueltos, de un somero tallado y de poca calidad plástica.
De la base de cada ángulo nace una hoja de a canto muy estilizada, que eleva y termina
doblada y sosteniendo un pomo a manera de caperuza.
El cimacio se decora a base de vástagos muy estilizados, se entrelazan, ondulan
y se terminan ramificando en hojas de tres pétalos muy antinaturalistas. En el centro de
toda la ornamentación vemos un rombo producto del entramado de los tallos. Separa la
cara central de las laterales por medio de un grueso vástago y los espacios que quedan
libres los llena por medio de bolas. Es un relieve bajo, realizado a bisel, de formas
angulosas, poco modelado, de una composición cuidad y de gran calidad plástica, con
un extraordinario juego de claroscuro.
El capitel tiene un relieve bajo o casi medio, labra a bisel, acabado poco
detallista y una composición en la que pone de manifiesto una vez más el poco dominio
del espacio plástico de la mayor parte de los artesanos que trabajan en este taller.
El capitel número 11 se halla muy deteriorado, sólo quedan algunos pequeños restos
que nos llevan a pensar que pudo ser muy similar al número siete.
En el número doce ocupan la cara central dos leones afrontados que apoyan sus garras
en el collarino y cada uno ocupa su respectivo tambor. Levantan una de las patas
delanteras sugiriendo una actitud de marcha volviendo la cabeza hacia el espectador.
Las orejas son pequeñas, están en actitud de alerta, los ojos saltones, almendrados y
bien definidos por los párpados, significado mediante un leve cincelado.
De la base del tambor nacen unas hojas de acanto completamente lisas y
estilizadas, se elevan hasta la parte superior terminando en las esquinas un elegante
caulículo. La de la cara central sostiene un pomo, pero en la esquina vemos la cabeza de
un animal fiero, colocada de frente, con las fauces abiertas, muestra la dentadura, ojos
laterales, morro alargado y bien modelado y orejas en estado de alerta. Tiene todas las
características de un lobo.
El trabajo de los animales es poco realista, ejecutado en bajo relieve, realizado a
bisel, acabado poco detallista y una composición de escasas calidades plásticas.
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El número trece es muy similar al número seis.
* Ábside derecho
El capitel número catorce se corresponde con el arco triunfal de la nave lateral
derecha. De la base del tambor nacen unas hojas de acanto, cinco en total, se elevan, se
ramifican en dos hojas tripétalas muy estilizadas acabando a media altura dobladas por
el peso del pomo que sustentan. En un plano posterior nacen otras hojas de acanto de
similares características y que llegan hasta la parte alta del capitel. Las de los ángulos
son de mayor tamaño que las otras y terminan doblegadas por el peso de los gruesos
pomos que sustentan.
El cimacio se decora a base de un entrelazado de doble mimbre, que forma una
red de tallos en forma de castillo, pero no excesivamente tupido, con excelentes calados
y grandes efectos de claroscuro.
Es un relieve bajo, realizado a bisel, bien cincelado, trepanado creando efectos
claroscuristas, composición bien lograda y perfecto dominio del espacio conformando
una obra de notable plasticidad.
* Las impostas
Ábside lateral izquierdo: Tanto la capilla absidal semicircular, como el presbiterio se
hallan recorridos por doble imposta que consta de un listel y sección biselada sobre la
que ejecuta el relieve. Hay dos temas ornamentales: la superior que se decora a base de
doble vástago que se va ondulando, se ramifica y termina llenando los espacios con
hojas tripétalas; el inferior es un entrelazo de doble mimbre, que forma un cestillo y está
trabajado con una gran calidad y belleza compositiva. En el presbiterio, la superior es el
cestillo de doble mimbre y la inferior es un ajedrezado de taqueado jaqués de cuarto de
bocel muy bien modelado.
Ábside central: La superior, que significa el arranque óptico de las primitivas bóvedas
románicas de horno y medio cañón, se decora con ajedrezado mientras que la inferior, a
la altura de los cimacios, se ornamenta con vástagos que se ondulan, van describiendo
espacios ovales y se ramifican llenándolos con hojas tripétalas muy estilizadas y de
marcado carácter antinaturalista. Se utilizan los mismos motivos tanto en el presbiterio
como en la capilla absidal.
Ábside lateral derecho: En la capilla absidal semicircular la imposta superior se
ornamenta con el ajedrezado de trazas comunes al románico de finales del siglo XI
mientras que la inferior presenta un entrelazo de doble mimbre, con una cuidada factura
realizada a bisel y con plásticos efectos claroscuristas. En el presbiterio, en ambos
casos, utilizan el ajedrezado de taqueado jaqués con un cuidada realización y efectos
ornamentales bien conseguidos.
* Las ventanas
Las de los ábsides laterales se reducen a un arco corrido, sin impostas, ningún
elemento sustentante, dovelas muy significadas y ligeramente abocinadas. Son de tipo
aspillera.
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En el ábside central hay tres vanos de la misma estructura que los laterales, pero
llevan decoración en el intradós, tanto interior como exteriormente. Esta se reduce a un
entrelazado de doble mimbre, similar por tallado y composición a lo que hemos visto
con anterioridad.
En conjunto es un relieve bajo, labrado a bisel, modelado, composición cuidada,
buena acomodación al espacio escultórico, de grandes calidades plásticas
* La portada de la fachada oeste.
Permitía el acceso desde el exterior al nartex que precedía a la portada del
templo propiamente dicha cuya configuración desconocemos. A la misma se llegaba
luego de recorrer una escalera que salvaba el acusado desnivel existente entre los
enterramientos de personas nobles y significadas colocadas a los pies del templo, en su
ángulo noroeste y exterior del muro norte, donde también estuvieron ubicadas las
tumbas de Fernán González y de su mujer. Es una situación no diferente de la que
vemos en el monasterio Oña, bien que aquí la orografía es claramente distinta. La
portada no permanece en su ubicación original sino que la encontramos recolocada y
reconstruida en el M.A.N. de Madrid.
Es una portada cuya estructura responde a la que vemos en todas aquellas que
están adosadas al muro. Se rematada en el habitual tejaroz apeado sobre cornisa de
moldura cóncavo-convexa, ornamentada a base de pomos que recorren toda la sección
cóncava. Los canecillos del tejaroz, si existió, han desaparecido. Consta de doble
arquivolta cobijada por un guardapolvo. Este se compone de un filete y una moldura de
media caña que va decorada con un vástago que se ondula y entrelaza describiendo
espacios ovales. Los tallos se ramifican acabando en hojas tripétalas, muy estilizadas y
que llenan todo el espacio disponible. La labra es a bisel, el relieve bajo, claroscurista
presentando notables calidades plásticas. La transición a la arquivolta se realiza
mediante una moldura de filete y baquetoncillo con decoración funicular, realizado a
bisel, claroscurista y nuevamente con alto valor ornamental. La primera arquivolta es
una media caña que cobija un total de cuarenta y cinco dados en altorrelieve, que
terminan en un rosetón de seis pétalos, al estilo de los remates de las caras centrales de
los capiteles de la iglesia. Siguen tres molduras, de medio bocel la central y de cuarto de
bocel las laterales. El paso a la segunda arquivolta se realiza mediante un grueso filete,
en su parte inferior ornamentado a base de pomos. La segunda arquivolta consta de un
filete y un espacio abiselado, que se decora a base de un entrelazado de doble mimbre,
que termina formando un pequeño cestillo. Le sigue una moldura de media caña, que
cobija treinta y cinco dados que acaban en un rosetón de seis pétalos, similares a los de
la arquivolta precedente. Carece de tímpano, y el arco presenta un perfil abocelado.
Todo ello descarga sobre una línea de impostas corrida, que hace las veces de cimacio
de los capiteles. Consta de filete y una moldura de media caña que se decora a base de
un entrelazado de doble mimbre que forma un cestillo y dos tallos paralelos que se van
ondulando y ramificando en hojas tripétalas que llenan los espacios ovales. La labra es
dura, a bisel, relieve bajo, claroscurista, bien compuesto y de grandes calidades
ornamentales y extraordinaria plasticidad. Las jambas son mixtas, pues constan de pilar
de sección prismática y dos columnas en cada lado.
Es una portada en la que se significan ante todo las formas esbeltas, la perfecta
conjunción entre las partes, la notable calidad plástica y la utilización de un módulo que
nos está indicando la presencia de un maestro perfectamente dominador del oficio. Esta
obra junto con las formas y concepción de los ábsides, pone de manifiesto la calidad
formal y conceptual que atesoran los maestros y artesanos integrantes de los talleres de
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San Pedro de Arlanza. Sus formas las veremos extenderse y plasmarse en algunos
templos de la zona de la Sierra. El ejemplo más señalado al respecto es la portada de
San Bartolomé de Canales. A similares conceptos constructivos, estéticos y de traza
responde también la portada norte de la iglesia monacal de San Quirce.
Cap. n° 1: Como todos los de la portada, lo mismo que los de la iglesia, tiene un
collarino muy significado. Del mismo nacen cinco hojas completamente lisas
elevándose buscando el ábaco. Las de las esquinas y ángulos son de mayor tamaño que
las restantes y terminan formando un grueso caulículo doble, puesto que hay dos hojas
superpuestas. En el centro de cada cara, una hoja se eleva hasta medio tambor, se dobla
por el peso del pomo que sustenta, al que recoge a manera de caperuza. Todo se remata
en un dado que termina transformado en un rosetón de seis pétalos.
El relieve es medio, ejecutado a bisel, con cuidado modelado de las hojas y
pomos, acabado poco detallista y minucioso pero de una gran calidad compositiva. El
artesano que ha ejecutado este trabajo se nos muestra como un gran dominador del
espacio plástico realizando una composición de notable plasticidad y armonía.
Cap. nº 2: De la base del tambor nacen cinco hojas de acanto, dos de ellas más
estrechas que las demás que de otra parte no llegan hasta la base del cimacio, mientras
que las demás terminan en la parte alta del capitel. Todas acaban dobladas por el peso
de los pomos que sustentan. Las de las esquinas y ángulos son dobles, y la que nace
detrás termina formando un grueso caulículo, mientras que la otra sostiene un pomo. En
lo alto de la cara central vemos un grueso dado, transformado en rosetón, de
características similares a las del capitel precedente.
Relieve medio, claroscurista, bien trepanado, labrado a bisel, bien definidos los
perfiles, modeladas las hojas y los pomos, composición equilibrada, armónica, perfecto
dominio del espacio logrando una obra de notable calidad plástico y altamente
ornamental.
Capiteles nº 3 y 4: similares, respectivamente, a los números 1 y 2.
* Caracteres del relieve de la iglesia
A nivel temático, se aprecia en toda la iglesia el predominio de los motivos
vegetales, con casi total ausencia de los asuntos animales y una carencia absoluta de la
temática historiada. La técnica utilizada en el trabajo es fundamentalmente el bisel. Hay
un cuidado cincelado y preciso modelado del haz o el envés de las hojas de acanto,
buscando definir los perfiles de las cosas y crear volúmenes y perfectamente
individualizados y separados del fondo. En general en los capiteles vemos un relieve
medio, claroscurista mientras que por contra en los cimacios e impostas es más bien
bajo, pero siempre jugando con el claroscuro para producir los adecuados efectos
ópticos de profundidad que significan el alto valor ornamental de los motivos
esculpidos.
La composición es una de las grandes virtudes de la mayor parte de los
escultores que trabajan en el taller de la iglesia a lo largo del tiempo. De las destacables
cualidades ornamentales, dominio perfecto del espacio y acomodación de los temas de
manera admirable al mismo nace ese destacable domino del oficio expresado ante todo
en la realización de la temática vegetal o geométrica. Sin embargo cuando ejecuta
motivos animales, observamos mayor torpeza, pues parece como si les faltara o sobrara
espacio, los animales se mueven con dificultad y no vemos la armonía y elegancia de
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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los otros capiteles. Los artesanos que trabajan en este templo juegan de una forma airosa
con los efectos de claroscuro.
El acabado es poco cuidado, con predominio de las formas angulosas y duras,
sin la minuciosidad y sentido preciosista de otros maestros como los que trabajan en el
cercano monasterio de San Sebastián de Silos. Seguramente el trabajo de una obras para
ser vistas dentro de una estructura a determinada distancia es lo que condiciona y hace
que el trabajo del relieve deba recibir un tratamiento de este tenor. A pesar de ello hay
en el trabajo de los componentes de este taller un claro predominio del oficio y la
utilización de unos modelos predeterminados que forman parte no de un programa
iconográfico concreto sino más bien de una concepción general de la obra bien hecha.
Hay pues en el trabajo de estos escultores la expresión de una belleza conceptual y la
utilización de unos motivos que contribuyen a ella destacando el sentido simbólico que
podemos atribuir tanto a los leones, águilas, acantos, cestillos o zarcillos.
La labra de los vástagos es muy estilizada, a bisel y antinaturalista. Tanto cuando
se entrelazan como cuando se ondulan y acaban en hojas, siempre se describe el perfil y
la línea, sin descender a una realización detallista y minuciosa.
Las hojas de acanto son gruesas, carnosas algunas, sustentan un fruto, o se
doblan por su peso formando caulículos, pero la realización es muy somera sin labrar
detalles de nervios, tallo central, sino que más bien delinea el perfil y el volumen de las
mismas. Sin embargo sí separa e individualiza cada una dos partes o láminas. En
general presentan notables calidades ornamentales, se encuentran bien acomodadas al
espacio plástico y la composición presenta destacables valores plásticos.
Los leones están siempre pareados, afrontados y apoyan sus garras en el
collarino. Los ejecuta de perfil o semiperfil, pero de un acabado poco realista, tallado a
bisel, sin minuciosidad en el modelado y cargados de un gran antinaturalismo. La
composición es de gran torpeza y poco sentido de las proporciones y del espacio.
Las aves -se puede hablar de águilas- también están pareadas, afrontadas y
picándose mutuamente. La labra de las plumas se reduce a marcar los perfiles por medio
de un sencillo cincelado, pero sin realizar el entramado de cada una de ellas. Las realiza
de perfil, marca bien las siluetas, define el volumen, pero son muy antinaturalistas.
Como sucede en la articulación del espacio cuando realiza animales pareados demuestra
escaso dominio del espacio plástico.
También utiliza el entrelazado de doble mimbre llegando a formar un pequeño
castillo. Lo realiza a bisel, en bajorrelieve y trepanado muy profundo y claroscurista. Es
de una gran calidad compositiva, perfecto dominio del espacio y de una gran
plasticidad. El ajedrezado compuesto habitualmente por tres dados, ejecutados con una
moldura cuarto de bocel, de un modelado bien conseguido y el conjunto es una prueba
más de el dominio notable que los escultores de este taller tienen en la realización de los
motivos geométricos y vegetales.
En conjunto se puede hablar de que todo se realiza bajo la batuta de un mismo
maestro con quien trabajan diferentes artesanos que muestran especial habilidad en el
trabajo de algunos temas y gran torpeza en otros. Esas importantes diferencias nos
podrían llevar a pensar que hubiera especialistas o artesanos dedicados únicamente al
trabajo en determinados motivos sin que ello implique necesariamente el que el relieve
de capiteles y cenefas se deba atribuir a momentos diferentes. A pesar de ello sí parece
existir alguna distancia en el tiempo entre quienes trabajan la mayor parte de los
capiteles de los ábsides y quienes realizan las cornisas y el trabajo escultórico de la
portada del hastial occidental. A pesar de ello no parece existir excesiva distancia en el
tiempo por lo que, caso de existir dos talleres, a ambos se les puede considerar
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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contemporáneos y su trabajo muy bien pudiera realizarse en la última década del siglo
XI o primera de la siguiente centuria.
C. 2.- Capiteles de Arlanza en otros lugares.
La desamortización, el estado de abandono del monasterio, la incuria y la escasa
consideración de sus propietarios hacia el monumento hace que la fábrica se encuentre
en tan mal estado y que algunos capiteles se hallen repartidos por diferentes lugares. En
el claustro superior de la catedral de Burgos, ala este, hay un total de cinco procedentes
de la iglesia y otro lo encontramos como base de la pila bautismal en la iglesia
parroquial del pueblo de Mambrillas de Lara. Los describimos en este orden.
Cap. nº 1: De la base del tambor nacen cinco hojas de acanto, se elevan hacia la parte
alta acabando dobladas por su peso y el de los pomos que sustentan. En las tres caras
vemos un grueso dado con un cuidado rosetón de ocho pétalos labrados a bisel. Es de un
relieve medio, casi bajo, realizado a bisel, modelado y bien definidos los perfiles. La
composición es armónica, simétrica y de grandes calidades plásticas.
Cap. Nº 2: Vemos dos parejas de aves de perfil afrontadas en los ángulos, que apoyan
sus garras sobre el collarino elevan su cuerpo y terminan afrontadas en los ángulos. Las
alas están plegadas sobre el cuerpo, la cola muy alargada llega casi a tocar la base del
capitel. La composición es de poca calidad, el relieve bajo, la labra dura, angulosa y el
acabado poco detallista. Como fondo a toda la composición vemos unas hojas de acanto
completamente lisas, que se elevan y terminan en los ángulos dobladas y sosteniendo un
grueso pomo que se apoya en la cabeza de las aves.
Cap. nº 3: De la base de collarino nacen cinco hojas de acanto que se elevan hacia la
parte superior donde terminan dobladas por su peso y el de los pomos que sostienen.
Las de los ángulos son de mayor tamaño que las otras tres restantes, las cuales terminan
sosteniendo un dado en cada cara, que se decora con un rosetón de ocho pétalos. Es un
relieve bajo, ejecutado a bisel y modelado. La composición es de notable plasticidad,
armónica y elegante. Los efectos de claroscuro imprimen al conjunto una gran calidad
estética y ornamental. Muy similar es el capitel nº 4.
Cap. n° 5: Cuatro grifos pareados, afrontados en la cara central y laterales, que luego
vuelven el cuello y cabeza para afrontarse en los ángulos donde adosan sus cuartos
traseros. Tienen las alas desplegadas, para acompañar al movimiento de la cabeza y
cuello, elevan armoniosamente ambos y colocan el rabo entre las patas para luego
elevarlo describiendo unas elegantes ondulaciones. Los animales están colocados de
perfil, en una postura elegante y bella. Relieve bajo, cuerpos modelados, perfiles
definidos y de una gran calidad compositiva.
El conjunto de estos capiteles, los cuatro primeros ante todo, están en la línea de
lo que hemos visto en la iglesia monacal, por temática, manera de componer y técnica
de labra. Nos parece poder afirmar que todos ellos proceden de la iglesia, y que se
corresponden con los que remataban las columnas de los arcos formeros, excepción
hecha de número cinco, que como el número uno de los existentes en el museo del
monasterio, tal vez proceda e la tumba de San García, y es de mano y taller diferente al
resto.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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D.- La torre
El edificio que contemplamos en la actualidad se halla adosado al muro norte de
la iglesia, ocupando los dos tramos de la nave inmediatos al ábside. De un análisis
arqueológico de la parte del muro adosada a la pared norte del templo se deduce que su
actual alzado es una obra claramente posterior al propio templo, pues quedan anuladas
algunas de las columnas y los arquillos lombardos del muro exterior de éste. Presenta
planta cuadrada, de alzado ligeramente trapezoidal, de dos cuerpos en el exterior, con
husillo adosado en el ángulo suroeste, con escalera de caracol de un trazo muy cuidado.
El cuerpo inferior se halla recorrido de arcadas ciegas y una imposta que las flanquea a
la altura de la base del arco que es apuntado. El segundo cuerpo es completamente liso
con una tronera en cada cara. Esta parte parece un añadido realizado en el momento que
se interviene en la fábrica románica del templo modificando el ábside central, se crea
una falsa nave tansversal y se levanta el coro alto de los pies del templo de acuerdo a los
planes de Hans de Colonia o más probablemente de su hijo Simón. Las formas
exteriores que presenta corresponden, más que a una torre campanario, a una fortaleza y
seguramente, tal vez estemos ante la torre del homenaje abacial.
El extradós de los dos vanos que hay en el husillo , de tipo aspillera, se
ornamentan a base de dos vástagos paralelos que se ondulan, ramifican y terminan en
hojas tripétalas que llenan los espacios. Están ejecutados en bajorrelieve casi plano,
cincelados a bisel; por temática y calidad ornamental están muy próximos a los de las
impostas que hemos visto en la iglesia.
Si en el exterior se aprecian dos cuerpos, en el interior se debe hablar de tres. El
inferior, situado a nivel de la iglesia, que sirve de base a toda la estructura, fue en su
origen el espacio destinado a sacristía hasta que a principios del siglo XVII se levantó la
actual. El espacio es un salón de planta cuadrada al que se accede por una portada
abierta en el muro que da a la nave lateral izquierda; es un vano de estructura adintelada
y trazas renacentistas de formas herrerianas. Junto a ella, mucho más centrada en el
conjunto de la fábrica, hay otra portada tapiada cuyas trazas y formas responden a una
estructura que recuerda el mundo tardoantiguo como ya indicamos más arriba al hacer
la descripción general de las dependencias monacales.
El segundo cuerpo podemos tranquilamente denominarlo sala del homenaje. Al
mismo se accede a través del husillo por una portada practicada desde la propia iglesia.
Es una estancia de planta cuadrada, aunque algo irregular, que en alzado tiene dos
arcadas ciegas y ligeramente apuntadas en cada cara, que descarga sobre una pilastra
muy poco significada. Se cubre con bóveda cuatripartita articulada por nervios de
sección prismática, que se apean en las columnas de los ángulos. La base de la bóveda
va recorrida por una imposta, que hace las veces de punto de arranque de la misma.
Finalmente el cuerpo superior es fruto de una ampliación realizada a finales del
siglo XV bajo la dirección de Simón de Colonia.
Cap. n° 1: Al igual que los demás, al estar colocado en un ángulo, tiene tres caras
decoradas, siendo las laterales de menores dimensiones que la central. Del collarino,
muy resaltado y de factura similar a los de los capiteles de la iglesia, nacen tres
palmetas que se elevan hacia la parte alta y acaban dobladas por el peso de un pomo.
Las de los ángulos son de mayor tamaño que las restantes. A la altura en que se doblan
nace otra palmeta, que acaba asimismo sustentando un pomo y describiendo un airoso
doblez. En el centro, en lugar de la palmeta hay un rosetón de ocho pétalos que hace las
veces del dado.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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El cimacio es de estructura similar a la línea de impostas que recorre toda la sala.
Se decora con grandes rosas de cuatro pétalos, completamente abiertas y enmarcadas en
un círculo formado por los sépalos. El elemento de separación entre ellas es una sencilla
hoja muy estilizada. El relieve es bajo, realizado a bisel, cincelado, bien compuesto y de
grandes calidades ornamentales. Esta decoración se repite en toda la imposta de la sala.
Los capiteles números tres y cuatro son muy similares a éste.
Cap. n° 2: De la base del capitel nacen dos grandes palmetas que se elevan hacia la
parte superior, se doblan por su peso y el del pomo que sustenta. En la cara central una
tercera palma se eleva hasta medio tambor cobijando también un pomo. En los ángulos
vemos unas palmas completamente lisas, que nacen detrás de las primeras, y terminan
formando un elegante caulículo en forma de rollo.
En las primeras palmetas hay una labra de nervios partiendo de uno central
desde el que se esparce todo el entramado. Su ejecución es a bisel, cincelada, de formas
duras, claroscurista pero de grandes calidades plásticas.
En su conjunto es un relieve bajo, de cuidada composición y con perfecto
dominio del espacio escultórico. El trabajo es a bisel, cincelado, modelado a veces, pero
el acabado es poco detallista y minucioso, haciendo gala de una gran economía de
medios, pero lo suficiente para la idea de realidad. Nos parece que el artesano que
realiza este relieve debe corresponder a la misma época en que se trabaja en la iglesia.
De ser ello cierto estamos ante la reutilización de unos capiteles para acomodarlos a esta
obra cuando se recompone y se levanta la torre, muy probablemente sobre otra
preexistente.
E.- La sala capitular.
Lo que fuera inicialmente la sala capitular, sobre la que se levantará en época
románica una estancia que algunos denominan sala del abad, presenta una notable
alteración por las sucesivas reformas y añadidos y destrucciones habidos a lo largo del
tiempo. El proceso que más ha modificado esta estancia corresponde con el momento
que se abre el arco de su muro meridional, se eleva la altura de la estancia superior, se
abren en su muro oeste unos amplios vanos que la comunican con el claustro superior y
al mismo tiempo se practican varias portadas que la comunican con la sacristía y con
otros espacios de las nuevas construcciones monásticas realizadas a partir de las
primeras décadas del siglo XVII. Parece, como sucediera en la de Silos, que a partir de
un momento -posiblemente a finales del siglo XIII- se dedica a enterramiento de abades.
El espacio románico inferior es un ámbito de planta cuadrada que corre paralelo
a la crujía oriental del claustro y perpendicular al ábside lateral derecho, al que se
adosada en la parte oriental. A la misma se accedía desde el ala este del claustro por
medio de doble portada flanqueada por las correspondientes arcadas ciegas. En la
actualidad se encuentra bastante alterada porque una de las portadas ha desaparecido
casi en su totalidad y la otra ha perdido parte de sus arquivoltas y capiteles.
Interiormente los muros se articulan con doble arcada ciega en cada lado apeada sobre
las correspondientes columnas; sólo se conservan en los lienzos norte, este y sur puesto
que han desaparecido las del lado oeste. Finalmente un significado banco recorre toda la
zona inferior.
Sabemos que en la estancia superior o sala del abad, espacialmente muy similar,
había vanos de medio punto apeados sobre columnas y algunos ajimezados con el
correspondiente mainel central. Los muros de mampostería estuvieron cubiertos con
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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excelentes pinturas de factura y formas tardorrománicas que en la actualidad se
conservan en diferentes museos españoles y norteamericanos. Es muy probable que su
realización pueda corresponder a finales del siglo XII, momento en que se pudo cambiar
o modificar el dormitorio primitivo.
De lo que fuera la escultura monumental, tanto de las cenefas como de los
capiteles de las ventanas de las estancias superior e inferior y portadas de acceso,
únicamente conservamos “in situ” dos capiteles y no muy bien conservados: Del
collarino nacen tres hojas de acanto, se elevan y terminan dobladas por el peso propio y
el de los pomos que sustentan. Las pencas apenas resaltan del fondo y van definidas por
un cincelado en bajorrelieve. Por el tipo de relieve, la manera de componer, la labra, la
forma de hacer las hojas y los pomos y los efectos plásticos, parece que fuera de un
taller no muy alejado de quienes trabajan en el templo abacial.
F.- Los restos de la sacristía.
En la actual sacristía, obra de factura y formas muy renacentistas pero al parecer
realizada a comienzos del siglo XVII, que se encuentra adosada al ábside central en su
muro sur, encontramos depositados un conjunto de capiteles procedentes de la primitiva
iglesia y de otras dependencias del monasterio procedentes de algunas intervenciones,
del deterioro de distintas estancias y de algunas excavaciones. A la hora de describirlos
y numerarlos se ha seguido un orden aleatorio atendiendo a la ubicación que tenían el
año 1978.
Cap. n° 1: De doble tambor, unido en el collarino, que descansó sobre un doble fuste.
Estuvo adosado a algún muro puesto que tiene una de las caras sin relieve. La temática
que vemos son unos leones afrontados y pareados. Se oponen en los ángulos por sus
cuartos traseros, dirigen su caminar hacia las esquinas o la cara central para luego
volver la cabeza para afrontarse en el ángulo. Los de la cara central levantan una de las
patas delanteras y la entrelazan con el oponente. Todos elevan el rabo luego de describir
una elegante ondulación, unas veces saliendo de entre las patas traseras y en otras
elevándolo sin partir de entre ellas.
Es un relieve bajo, cuerpos bien modelados, con los perfiles definidos, logrando
el volumen y la idea de corporeidad. Las melenas están realizadas a base de suaves
incisiones onduladas, talladas a bisel, claroscuristas y de poca calidad en cuanto al
acabado. Están colocados de perfil, tienen las fauces abiertas en actitud de fiereza y
amenaza. Es una composición armónica, simétrica y de una gran plasticidad, sobre todo
lograda por la elegante manera de volver los cuellos y cabeza para afrontarse.
El cimacio se decora a base de dos tallos que entrelazan entre sí dejando unos
espacios ovales, que llena con unas hojas cuatripétalas a la manera de la rosa de los
vientos, que parecen ser un elemento decorativo, o nacido de alguna ramificación de los
tallos. Están realizadas en bajorrelieve, talladas a bisel, formas duras, angulosas y de
poca calidad plástica .Con posterioridad a la primera toma de datos ha aparecido un
segundo capitel de similar temática y realización, en bastante mal estado de
conservación. Parece que ambos formaron parte de la estructura que enmarcaba el
sepulcro del abad San García, ubicado en el muro norte del templo abacial.
Cap. nº 2: De la base del capitel nacen unas hojas de acanto muy estilizadas, que a
medio tambor se doblan formando un elegante caulículo. En los ángulo y debajo de las
anteriores, vemos nacer unas hojas similares que terminan en la parte superior formando
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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otro caulículo. En la cara central, encima de la hoja, vemos un dado que termina en un
rosetón de ocho pétalos, lo mismo que vimos en los capiteles de la iglesia.
Es un capitel de grandes dimensiones, por lo que se puede pensar que estuvo
ubicado en alguna de las columnas de los arcos fajones o formeros del templo. Con un
relieve bajo o casi medio y modelado se ejecutan las hojas y la técnica a bisel se reserva
para realizar los perfiles y los detalles. La composición está bastante bien lograda y
presenta una excelente plasticidad. De similar factura, temática y volumen son otros
tres capiteles, en no muy buen estado de conservación.
Cap. nº 6: Del collarino nacen cinco hojas de acanto que a medio tambor se doblan
formando elegantes caulículos. En un segundo plano vemos otras cinco pencas que
terminan en la parte superior formando el mismo tipo de decoración. En este capitel
vemos como en cada hoja hay un tallo central, del que parten los dos labios que forman
el conjunto de airosas formas y suave modelado. Es un relieve medio casi bajo,
ejecutado a bisel y bien modelado, de una realización poco detallista, con un marcado
sentido de la línea y del dibujo, composición armónica y equilibrada y llena de una gran
plasticidad.
Todos estos capiteles, excepto el primero, son de un mismo taller y tal vez de un
único artesano, pues que no sólo se repite el tema sino que observa similar técnica de
labra e iguales conceptos compositivos. La persona o personas que lo realizan participan
de similares conceptos estéticos pareciéndonos que forman parte de un mismo grupo y
etapa de obras del templo abacial. En su conjunto de capiteles ponen de manifiesto la
existencia de un mismo taller en el templo, contemporáneo de quienes ejecutan el
trabajo de los ábsides. Nos parece que todos ellos formaban parte de las columnas
entregas de los arcos formeros.
G.- A modo de conclusión
No tenemos vestigio aparente alguno de lo que fuera la fábrica del primitivo
monasterio. Una análisis detenido de los muros de la iglesia -en la actualidad
únicamente se conserva el muro sur- pone de relieve que la nave se debe una etapa
constructiva diferente de la cabecera. La información es aún más completa pues revela
que estamos ante una edificación del primer románico a incluso con algunos restos
anteriores como prueba la portada tapiada que comunicaba con el claustro y
dependencia monacales.
No tenemos seguridad alguna de que hubiera una claustro románico en el sentido
propiamente dicho del término, aunque sí el espacio sin que sepamos a que tipo de
fábrica respondía.
Luego de la descripción de la fábrica, escultura monumental y breve análisis de
lo que hemos visto de época románica del monasterio de San Pedro de Arlanza, se
puede llegar a algunas conclusiones. En primer lugar que hay un taller que realiza la
mayor parte de la iglesia, tanto en lo que se refiere a la fábrica como a la escultura
monumenta,l que situamos en las dos últimas décadas del siglo XI y las primeras de la
centuria siguiente. La portada oeste, ubicada en el nártex de los pies del templo y ahora
en el M.A.N., formó parte de ese mismo plan de obras y fue realizada por artesanos de
los talleres que trabajaron en la fábrica templaria durante ese tiempo.
Los restos de la fábrica y de la escultura monumental que quedan de la sala
capitular nos hacen pensar en un taller diferente a los que trabajan en la iglesia pero
poco alejado del anterior en el tiempo. El final de los trabajos de este edifico, sobre todo
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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de la estancia situada inmediatamente encima, se corresponden con las pinturas murales
que parecen obra de las décadas finales del siglo XII o primeras del XIII.
La torre es bastante posterior al resto -nos referimos a la fábrica que vemos en la
actualidad-; parece por sus formas una obra de finales del siglo XII o tal vez ya de la
siguiente centuria. Sin embargo los capiteles de la sala del homenaje por temática,
composición y tipo de labra nos parece que deben ser colocados dentro alguno de los
talleres que trabajan en el templo monacal. Podría suceder que los capiteles fueran
reutilizados y que procedieran del primitivo taller, pues tienen muchas similitudes con
los de la portada, de cuya mano parecen ser todos.
Finalmente quedan dos capiteles, depositados en la sacristía, que conformaron el
arcosolio que enmarcaba la tumba del abad San García. Por temática, manera de labra,
composición y la misma tipología del capitel, son de taller diferente a todo el resto. Pero
situado en los primeros años del siglo XII, finales del XI.
La documentación monacal recoge un aumento considerable de su volumen
económico a partir de mediados del siglo XI, que se incrementa en las décadas finales
del siglo XI y primeras del XII. Este hecho coincide con el momento en que se procede
a la modificación de la fábrica monástica precedente y se levanta la románica. Ello
coincide con bastante precisión con la data de comienzo de las obras del templo
monacal, año 1080, y las formas que presenta el conjunto de la obra que ha llegado
hasta nosotros que parece poder haber sido concluída hacia la tercera década del siglo
XII. Los grandes cambios propiciados y auspiciados por las decisión del concilio de
Coyanza y las sucesivas asambleas conciliares empiezan a dar frutos con el abad San
García, pero serán sus sucesores en el cargo, sobre todo durante el reinado de Alfonso
VI, quienes lleven a cabo las obras. El desarrollo de las mismas coincide con el
momento en que se decide, incluso con las presiones mayores posible, la implantación
de la reforma gregoriana y de la observancia cluniacense, que exige reconstruir el
monasterio para ajustarse a las exigencias litúrgicas y de la regla cluniacense.
La iglesia abacial, de planta basilical, tres naves y tres ábsides, iniciada el año
1080 responde en todos sus extremos al prototipo de construcción que vemos
desarrollarse en Jaca, Oña y otros grandes templos de la época. Sus características de
técnica constructiva, incluida la utilización poco habitual de pilares con dobles
columnas en sus frentes, la articulación de los muros con la presencia de las arcadas
lombardas enmarcadas por pilares con sencilla columna entrega y sobre todo la manera
de organizar las bóvedas de cañón y horno, pertenece a los usos de las décadas finales
del siglo XI.
En todo caso, como parece que sucediera en Oña, Cardeña y San Sebastián de
Silos, las naves de este templo pertenecen a unos usos constructivos que enlazan con la
tradición hispánica. Todo parece indicar que la reforma llevada a cabao a finales del
siglo XI únicamente aporta una nueva cabecera acomodada a los nuevos gustos y usos
mientras que el resto del templo mantiene la estructura y formas precedentes. En
definitiva estamos ante lo que pudo ser el primer templo abacial, acomodado y
agrandado a mediados del siglo XI, cuya reforma y cambios se completa con la nueva
cabecera, una nueva portada de acceso al claustro, abierta en el muro sur del ábside
lateral derecho -el de la epístola- y el nártex de los pies con la correspondiente portada
que comunicaba con el panteón de los fundadores y demás familias nobles vinculadas al
monasterio arlantino.
La ubicación de la torre, adosada al muro norte del templo en el tramo inmediato
al ábside, responde a algo habitual en algunos de estos templos (Silos y Oña) y
seguramente obedece a pautas más antiguas como vemos en la escuela de la Sierra con
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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la que Arlanza tiene muchas relaciones. Aunque sus formas y sobre todo las arcadas
exteriores hablen un lenguaje de finales del siglo XII o tal vez ya de pleno siglo XIII,
nos parece que en la misma hay indicios que apuntan su existencia ya en los planes del
templo del siglo XI. El cuerpo inferior fue utilizado como sacristía conventual, lo
mismo que podemos ver en el cercano monasterio de Santo Domingo de Silos y
también en San Salvador de Oña. El volumen constructivo que vemos ahora no
responde al que tuvo la edificación románica.
Uno de los rasgos que imprimen mayor personalidad a la fábrica del templo es la
forma de articular los muros exteriores en tramos con cinco arquillos lombardos
enmarcados mediante un pilar con la correspondiente columna entrega que llegaba hasta
el alero y van alternando los cuidados vanos. El tratamiento dado al muro forma parte
de los usos del primer románico, tanto por su articulación como por la tipología de las
ventanas y los ritmos del conjunto
El tipo de planta del templo, la presencia de pilares, la existencia de nártex a los
pies, la ubicación del cubo de la torre y de la propia sala capitular hace que debamos
volver los ojos al monasterio de San Salvador de Oña con el que guarda indudables
relaciones, existentes también con la catedral de Jaca. Seguramente a estas mismas
pautas debía corresponder la fábrica de la catedral románica de Burgos que parece
estaba concluída hacia el año 1092. Por tanto estos templos son contemporáneos e
implantan en su ámbito unas formas constructivas que responden al románico pleno.
En Arlanza observamos la existencia de un curioso tipo de portada, de estructura
adintelada rematada en arco de medio punto cegado con dintel muy significado que está
presente también en la torre de San Salvador de Oña. Esos hábitos constructivos tienen
mucho que ver con la formas tardorromanas de época hispanovisigoda que luego
perduran en algunos templos del mundo asturiano como San Julián de los Prados.
Es igualmente reseñable el tipo de ventana utilizado por los constructores de la
iglesia de Arlanza consistente en un amplio vano, con doble arco carente de línea de
impostas y de las características columnas que es lo más habitual en los templos de esta
época. El mismo sistema encontramos en los vanos de las naves de San Salvador de
Oña, aunque aquí las ventanas del muro oeste responden al tipo característico
implantado a finales del siglo XI dentro de los usos del románico pleno.
La escultura monumental no es uno de los aspectos más señalados del lugar.
Aunque tiene una clara función ornamental y está realizada con cierta destreza y
elegancia, no parece que creara una gran escuela. No obstante algunos de los temas y
técnicas de labra los vemos en la amplia escuela de la Sierra.
Respecto a la portada occidental del templo, ubicada en el nártex, sus cuidadas
proporciones y la perfecta armonía entre su estructura y decoración hablan un lenguaje
plástico pocas veces logrado. En todo caso no conocemos que en el ámbito que nos
ocupa se siguieran estas pautas, al menos en lo que ha llegado hasta nosotros.
Únicamente la portada de San Bartolomé de Canales presenta ciertas similitudes por la
tipología, formas y sentido armónico del conjunto. No es de extrañar que ello suceda
por las relaciones que Arlanza tuvo con la villa riojana, pues además de el usufructo de
algunos derechos tuvo un monasterio de su propiedad en el lugar.
Dado que no parece descabellado pensar en la existencia del monasterio desde el
año 912 e incluso antes y que no tenemos constancia arqueológica de que el mismo se
ubicara donde está el románico, no sería aventurado pensar que el primitivo templo
abacial fuera el prerrománico de San Pedro el Viejo y que los monjes fueran
preferentemente anacoretas que vivieran en el entorno. En 1080 se iniciarían los
trabajos de la iglesia actual, concluyéndose con cierta rapidez. Lo esencial estaría ya en
pie en la segunda década del s. XII.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Las naves del templo no tuvieron cubierta abovedada sino más bien de armazón
de madera, algo similar a lo que sucedió en Silos y San Salvador de Oña. La bóveda se
utilizó solo para los ábsides, cuerpo superior de la torre y seguramente para la primera
sala capitular.
H.- Epigrafía.
Al igual que el cercano monasterio de San Sebastián de Silos, se funda en el
siglo X (año 912), aunque en el caso de Arlanza su desarrollo y el favor de los condes
lo engrandezcan mucho más ampliamente, pues entre los muros de su iglesia reciben
Gonzalo Téllez y su mujer Flamula, señora de Lara. De ese primitivo templo,
seguramente de formas mozárabes o condales como quieren otros, nada ha llegado hasta
nosotros.
El presbiterio del ábside central, comunica con los laterales, por medio de una
elegante arcada de medio punto apeada sobre pilastras. En la actualidad únicamente
queda en pie la norte mientras que de la otra sólo queda parte del alzado. En ella -es la
que comunicaba con la capilla que albergaba la conocida imagen de la “Virgen de las
Victorias o Batallas”- se encontraba el sillar con la inscripción que nos comunica el
comienzo de las obras de la iglesia, según la información que nos proporcionan los
monjes silenses que la copian el año 1771. En la actualidad aún podemos ver varias
inscripciones en ambos arcos.
Los antedichos monjes silentes realizaron el 25 de septiembre de 1771 una copia
facsimil de la inscripción epigráfica que nos ocupa –y que se conserva en el archivo de
Silos-, informándonos asimismo que se encontraba en un sillar del arco que daba acceso
al presbiterio (ábside central) desde la capilla de Nuestra Señora (ábside lateral
derecho). Lamentablemente el sillar ha desaparecido con la pared que separaba los
ábsides central y lateral derecho, pero aún lo pudo ver en in situ Amador de los Ríos a
finales del siglo XIX.
El facsímil y la copia de Amador de los Ríos, difieren en un año (1080 y 1081)
lo que no plantea ningún problema. Esta información es muy importante para conocer el
proceso habido en la implantación y desarrollo del arte románico en la Castilla de los
siglo XI y XII.
Los datos del facsimil son los siguientes:
- Material: papel, uno solo.
- Lugar: archivo del monasterio de Santo Domingo de Silos.
- Medidas: altura, 24,6 cms.
anchura, 19 cms.
- Caja de escritura: cinco registros de 3 cms cada uno.
En la parte superior del papel se lee de puño y letra del archivero silense del
momento:
“Monasterio de Arlanza, 25 de setiembre 1771. Inscripción de la construcción de su
hermoso y magnífico templo, conservada en un sillar de la capilla de Nta. Sra..., allado
(sic) del arco que la comunica con el presbiterio”. La capilla a la que se refiere es el
ábside lateral derecho, el de la nave de la epístola.
La inscripción propiamente dicha es la siguiente:
“ERA M
CXVIII
SV (m) SIT INI
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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34
CIVM
HANC OP(er)AM”
(En la era 1118 -año 1080- se dió comienzo a esta obra).
Otro dato importante, también documentado epigráficamente (lo pudo ver el
monje galo Ferotin en la iglesia), es el relativo a los autores de la fábrica. Rezaba así
“GUILLELMEZ ET OSTEN P(ate)R EIUS FECERUNT HANC OPERA(m)
GUVERNAN(te) DOM(im)O ABB (te) VICE (tio) IN ERA M(cxix)” (gobernando el
señor Abad Vicentio, era 1119 (año 1081), hicieron esta obra Guillermo y su padre
Osten).
Esta inscripción se ubicaba en el intradós del arco que comunicaba el ábside
central con el lateral izquierdo. En la actualidad no se encuentra “in situ” el sillar con la
inscripción que vio M. Ferotin pues únicamente se puede ver el resto “ETOSTEN”. Se
observa como el sillar ha sido arrancado quedando el hueco donde estuvo colocado.
I.- Bibliografía sobre San Pedro de Arlanza.
Queremos dar comienzo a esta breve bibliografía con unos versos de la
fabulación histórica, nacida en el propio monasterio en forma de romance, que
pomposamente se intitula “Romance de Fernán González”, obra ya del siglo XIII.
El Poema de Fernán González, elaborado en el entorno del monasterio de San
Pedro de Arlanza siguiendo una iniciativa del propio cenobio, cuando se refiere a los
orígenes de Castilla dice:
"Estonçes era Castylla vn pequeño rryncón.
era Montes d'Oca de Castylla mojón,
…………………………………………………
moros tenían a Caraço en aquesta sazón.
Estonçes era Castylla toda vna alcaldía;
maguer que era pobre esa ora poco valía,
nunca de buenos omnes fuera Castylla vazía,
de quales ellos fueron parçe oy día.
Varones castellanos, este fue su cuydado:
de llegar al su (sic) al más alto estado;
de vn alcaldía pobre fyzieronla condado
tornásonla después cabeça de rreynado."
Hemos utilizado el texto de la edición facsímil del manuscrito del monasterio del
Escorial que editara el ayuntamiento de Burgos el año MCMLXXXIX, fol. 150 r versos
173-175.
CABALLERO ZOREDA, L “La iglesia prerrománica de S. Pedro el Viejo de Arlanza
(Hortigüela, Burgos)”. Numantia, 5-1991-1992, Valladolid (1994), 139-165.
CARRERO, E. y GONZÁLEZ DE CASTRO, V. “Arquitectura clasicista en Burgos:
noticias documentales de la obra de Pedro Díaz de Palacios en San Pedro de Arlanza
(1629-1659)”. A.D.T.H.A. Universidad Autónoma de Madrid, vol. V (1993), págs.
111-119.
ESCALONA MONGE, J. Transformaciones sociales y organización del espacio en el
alfoz de Lara en la Alta Edad Media. U. Complutense de Madrid, Madrid (1995), Tesis
doctoral inédita, págs. 585-592. Nos parece que es una adecuada y acertada situación
del monasterio de Arlanza en su momento de nacimiento y el papel jugado en la Castilla
del momento. Importa igualmente su obra más reciente Sociedad y territorio en la Alta
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
35
Edad Media Castellana. La formación del Alfoz de Lara. BAR Internacional Series
1079, Oxford (2002), pag. 197-200.
“Épica, crónicas y genealogías. En torno a la historicidad de la leyenda de los Infantes
de Lara”. Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, pág. 113-173.
ESCALONA, J. et alii “De la crítica diplomática a la ideología política. Los diplomas
fundacionales de San Pedro de Arlanza y la construcción de una identidad para la
Castilla Medieval”. Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la cultura
escrita, Vol. VII, Alcalá de Henares (2002) pág. 159-206.Este autor, juntamente con
otros dos, ha abordado el tema del documento fundacional de una forma muy completa
que aclara algunas de las dudas que hasta el presente existían sobre esa cuestión
utilizando como punto de referencia el proceso de formación del becerro de Arlanza.
FLÓREZ, Fr. Henrique España Sagrada. Antonio de Sancha, Madrid MDCCCLXXII,
T. XXXVII págs. 82-154. Son unas referencias a la historia y origen del monasterio que
estudios más recientes han cuestionado y que por tanto deberemos tomar con no pocas
precauciones.
PALOMERO, F. ILARDIA, M. Una visita al Burgos Monumental… “San Pedro de
Arlanza. Sueño de Fernán González y Cuna de Castilla”. Diario de Burgos, Suplemento
Semanal, V-VII. Para ver la evolución de la fábrica a lo largo del tiempo histórico
remitimos a ese artículo periodístico pero con una base documental importante.
PALOMERO ARAGÓN, F. La escultura monumental románica … Ob. Cit. pág. 62-88
y 1044-1045
Rutas del románico (I)…Ob. Cit. pág. 45-46.
Rutas por descubrir. La Sierra de la Demanda. Ámbito, Valladolid (1999), pág.
50-59.
“Hortigüela: Ermita de San Pelayo o San Pedro el Viejo de Arlanza”.
Enciclopedia del románico en Castilla y León. Burgos. Vol. IV. CER- Caja Duero
(2002) pág. 2353-2358.
PÉREZ CARMONA, J. Arquitectura y escultura … Ob. Cit. pág. 17-20, 28, 37-39, 4648, 53, 60, 62, 70, 74-77, 79, 82-83, 88, 92, 103, 121, 129, 134, 139, 158, 226 y 264.
SANDOVAL, F. Cinco Obispos. En esta obra , pág. 252 hace una referencia
igualmente a San Pedro de Arlanza.
SERNA GABRIEL Y GALÁN, J. . “Hortigüela: Monasterio de San Pedro de Arlanza”.
Enciclopedia del románico en Castilla y León Burgos vol. IV. CER- Caja Duero (2002)
pág. 2359-2377.
SERRANO, L. El cartulario de S. Pedro de Arlanza… Ob. Cit. pág. 5-10. Según los
datos que nos aporta el monasterio fue fundado por Fernán González, algo difícilmente
admisible en una fecha tan temprana como el 212 de enero del año 912. Investigaciones
posteriores han cuestionado esas afirmaciones y sitúan el hecho en una más adecuada
dimensión.
En la misma obra las páginas 69, 73, 74, 75, 76 y 79. Según las referencias
documentales el monasterio recibe los siguientes monasterios y posesiones:
El 1 de julio de 1037 Santa María de Cela, en la cercanía de la actual villa de
Valdeande, valle del Esgueva.
El 31 de marzo de 1039, se anexiona Santa María de Lara y sus importantes
posesiones.
El 29 de diciembre de 1042, se neja San Juan de Tabladillo.
El 20 de abril de 1042 se someta a Arlanza los monasterios de S. Lorenzo y Sta..
Eugenia de Gumiel de Hizán. Junto a ellos, siempre según la documentación, serán
agregados a Arlanza, otros monasterios y posesiones con lo que se va consolidando un
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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poderoso dominio que permitirá hacer frente con éxito a las importantes reformas y
cambios en las estructuras monásticas. Que se fraguarán en los trabajos iniciados el año
1080 con el comienzo de los trabajos del templo abacial románico.
En la página 255, según apunta este historiador y confirma la documentación,
durante el reinado de Sancho II el Fuerte (1065-1072), el monasterio de Arlanza recibe
importantes donaciones que gestiona con acierto el abad García (abad entre 1048-1073
según el P. Henrique Flórez), cuyo sepulcro estuvo ubicado en el muro norte del templo
abacial. Este monje propicia los trabajos de reforma del cenobio.
El obispado de Burgos y la Castilla primitiva desde el siglo V al XII. Madrid
(1935) CSIC, pág. 254. El estudioso monje y abad silense es quien realiza esas
afirmaciones al hablar del monasterio de San Pedro de Arlanza.
YEPES, A. Coronica general de la orden de San Benito, patriarca de religiosos. Reino
de Navarra (1609). T. I fol. 375 v. Es una referencia a la fundación del monasterio. En
el T. II fol. 333 y siguientes nos habla de la relación de San Vicente de Pampliega con
San Pedro de Arlanza. Y en el T. IV fol. 147 v, relata el entierro del conde Fernán
González en el propio monasterio.
ZABALZA DUQUE, M. Colección Diplomática de los Condes de Castilla. Junta de
Castilla y León, Salamanca (1998), págs. 113-130. Este autor luego de un riguroso
estudio del documento, supuestamente fundacional, llega a la conclusión de que es falso
pensando que la ascensión del monasterio va a ser uno de los significados de Castilla
hay que situarla en el reinado de Fernando I.
4.2.- San Pelayo o San Pedro el Viejo de Arlanza.
En un paraje grandioso, entre bosques de sabinas, encinas y tupidas carrascas, se
ubica y levanta el viejo templo de San Pelayo. Desde un espectacular roquedo, buen
asentamiento de vigilancia, se contempla el imponente aspecto que presenta el entorno,
definido por montes densamente arbolados, altos alcores de tonos cárdenos y el manso
fluir del río Arlanza a los pies que invita al retiro y a la contemplación mística.
Esta construcción se levanta en un promontorio ubicado en una zona que tuvo
importancia como espacio que servía para comunicar diferentes zonas ya desde la Edad
del Hierro y acrecentó esta importancia en época romana. Una vez que el mundo
romano decae, posiblemente lo sustituye un centro religioso de probable origen
tardovisigodo, complementado seguramente por un grupo de eremitas dispersos por los
alrededores del centro de culto que conforman una "laura" similar a la existente en
Covarrubias. Este hecho concuerda en parte con las leyendas arlantinas expresadas en el
Poema de Fernán González (s. XIII) relacionadas con la figura del conde soberano de
Castilla. Con esta relación con la familia condal se vincula el dudoso documento de
fundación del monasterio de San Pedro el año 912. La leyenda quiere que, persiguiendo
al jabalí, el conde castellano se introdujo en la ermita y allí encontró a los ermitaños
Pelayo, Silvano y Arsenio, para quienes con posterioridad construye un monasterio
mayor (tal vez el situado sobre el emplazamiento del actual).
La ermita presenta varias etapas en su construcción: prerrománica, románica,
gótica y barroca fundamentalmente. Puesto que es la primera la que marca y define el
futuro y las etapas posteriores se acomodan en lo esencial al templo primero, será
únicamente ella la que trataremos en esta ocasión. La planta de la nave responde a los
usos habituales en los templos prerrománicos de finales del siglo IX o realizados en la
centuria siguiente. Es un aula de planta de salón, básicamente rectangular (14 x 7,5
ms.), muros de piedra sillería con aparejo irregular de diferentes épocas (aunque la
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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solera es la propiamente prerrománica) y cubierta que suponemos fue de entramado de
madera. Tuvo, como sucede en San Vicente del Valle y la cercana Santa Cecilia, dos
puertas abiertas en el muro sur, una coincidente con la actual románica y otra practicada
casi en el ángulo E del muro. En el testero este abre dos vanos asaeteados de los que
sólo quedan las jambas con el remate como se puede comprobar en el interior como en
el exterior.
El ábside tiende a ser rectangular en el exterior (2,9 x 3,35 m) y cuadrado en el
interior (2,40 x 2,45 ms. ), los muros son de piedra sillería (sillares bastante grandes) y
la cubierta de bóveda sobre pechinas. En el muro oriental se abre una ventana, tallada en
dos sillares, que se remata en arco de medio punto y presenta un ligero abocinamiento.
Es la parte del templo que conserva mejor la estructura primitiva de todo el conjunto y
la que nos sirve de punto de referencia para compararlo con algunos de los edificios
vistos con anterioridad. Hay muchas similitudes entre las formas y los conceptos de
cubrición de los ábsides de San Vicente del Valle, San Félix de Oca, Santa Cecilia y
San Pelayo o Pedro el Viejo de Arlanza. Parece que todos ellos pudieran ser herederos
de una tradición y corresponder a una etapa de recuperación y reconstrucción de centros
de culto anteriores, datable en las décadas finales del siglo IX. Incluso presentan
algunas analogías con la propia Quintanilla de las Viñas, tanto en la cubierta como en la
articulación de los paramentos y en la forma de engarzar el ábside con el muro este del
aula (nave del templo).
4.3.- La iglesia parroquial
El templo parroquial de la Asunción de Nuestra Señora es una iglesia de planta
de salón, de una sola nave, con muros de piedra sillería, en algunas zona sillarejo, que se
articula espacialmente en dos tramos y se remata en cabecera recta, cuadrangular. Cada
una de las partes en que se divide se significa mediante arcos ojivales que apean sobre
pilares adosados al muro. La cubierta es abovedada, de crucería, terceletes.
Al muro sur, segundo tramo, se ha añadido, casi adosado, una capilla también
con cubierta de bóveda de terceletes, muros de piedra sillería y contrafuertes exteriores.
El acceso a esta capilla se hace mediante arco de medio punto que arranca de pilares de
sección circular, pero embebidos en el muro. En la cabecera hay sendas sacristías
adosadas, aunque sólo la sur cumple esa función -la norte está destinada a capilla
bautismal-. La primera presenta mayor porte y entidad constructiva se cubre con bóveda
de crucería, terceletes y los muros son de sillería con contrafuertes en las esquinas.
En el tramo de los pies se ubica la torre, con muros de mampostería y cadenas de
sillares en los ángulos, planta cuadrangular y alzado en dos cuerpos; en el segundo se
abren las troneras de arco de medio punto para cobijar las campanas. Se accede a ellas
mediante un husillo, de planta poligonal al exterior, que se adosa al muro meridional de
la torre.
La construcción, pese a las cubiertas y a los arcos fajones de formas góticas, nos
parece que se realizó a lo largo del siglo XVI, o tal vez se completara en esa centuria. A
una etapa algo posterior corresponden la sacristía actual y la capilla meridional, también
con formas góticas pero realizadas a finales del siglo XVI o comienzos del XVII.
Expresión esa realidad son los vanos que se abren en el muro sur de la cabecera y en la
capilla meridional, el primero de formas claramente renacentistas y el segundo ya con
trazas manieristas.
Adosado el muro este de la cabecera vemos el retablo mayor que es una
estructura de madera policromada que cubre todo el muro. Consta de banco articulado
en cinco netos, del central arranca el sagrario expositor; siguen dos cuerpos, cinco
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calles, mayor la central que las laterales y remate en tres calles, Cada una de las calles
va enmarcada por columnas de dos cuerpos estriados, con la correspondiente hornacina
adintelada en el cuerpo primero en las calles laterales y espectacular hornacina con
cristales en el expositor. Las del cuerpo segundo tiene tallas en los extremos, sendas
pinturas sobre tabla en las siguientes y en la central una escultura de la Asunción de
María. El remate presenta en el centro un crucifijo y en los laterales sendos relicarios de
madera. Es una estructura que presenta formas y trazas propias de la primera mitad del
siglo XVII, con elementos que recuerdan en mundo postridentino y con otros que
podríamos denominar barrocos prechurrigueresco. Todo apunta a que algunas de las
esculturas no se hicieron para el retablo. En el arquitrabe se lee “A HORR I GLORIA
DE DIOS//SIEENDO CVRA EL LIZENCIADO// SE DORO I R RETABLO EL AÑO
DE 1677 // LORENZO BARTOLOMÉ //DE DE SV MADRE SANTISIMA”. Ello nos
está indicando que la obra se acabó ya en la segunda mitad del siglo XVII, el momento
en que se dora pero la estructura parece claramente anterior.
En la capilla meridional, en el muro este vemos adosado un segundo retablo de
madera dorada, ya de formas barrocas más acusadas por el acentuado claroscuro que
presenta y el juego de planos y movimiento que se percibe en la fábrica. Consta de
banco, un cuerpo, tres calles, de mucho mayor desarrollo la central que las laterales y un
remate particularmente movido con hornacina central. El grupo escultórico de Santa
Ana y la Virgen ocupa el centro y le acompañan las imágenes de Santo Domingo de
Guzmán y San Lorenzo. Es una obra de la primera mitad del siglo XVIII.
El tercer retablo, de bastante menores dimensiones que los precedentes, es
también de madera policromada; consta de pequeño banco, un cuerpo con tres calles,
mayor la central y remate en un segundo cuerpo con hornacina central y una cuidada
rocalla en la parte superior. Sus formas nos llevan al mismo momento al que pertenece
el retablo mayor: entre postridentino y prechurrigueresco. Lo ponen de manifiesta el
tipo de columnas divididas en dos cuerpo estriados mediante una moldura y el sentido
clásico de la medida de los diferentes componentes. Las tallas de San Miguel, de San
Antonio abad, de un santo benedictino y las de la Virgen con el Niño, una en cada parte
del entablamento, parece que procedieran de otro retablo. La estructura es de la tercera o
cuarta década del siglo XVII y las tallas del siglo XV, XVI y XVII.
Uno de los objetos litúrgicos más señalados es la pila bautismal, guardada en la
sacristía norte. Es una copa troncocónica invertida, con su embocadura rematada con el
habitual zarcillo y bajo él una cuidada arquería de arcos apuntados que sirven de marco
a varios relieves, en la línea de la cercana de Cascajares. Las medidas son de 121 cms.
de diámetro por 90,5 de altura.
4.4.- Las ermitas
Ermita de San Roque.
Es un sencillo templo de una sola nave, planta basilical o de salón (ver croquis),
con muros de sillarejo y sillería, cubierta de armazón de madera, parhilera, que se
remata en cabecera cuadrangular cubierta con bóveda de terceletes. La cornisa del
ábside se apea sobre canecillos en forma convexa. La portada, arquitrabada, se abre al
muro meridional. Las ventanas presentan estructura arquitrabada. En la de la cabecera
leemos “AÑO DE 1768”. Por las características que presenta la fábrica, pese a las
reformas habidas con el paso del tiempo, la última el año 1976, parece que el edificio
inicial es obra del siglo XVI, con añadidos posteriores.
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Ermita de San Millán.
La ermita de San Millán se sitúa en un pequeño altozano, situado al oeste, desde
donde se domina todo el casco urbano y amplio valle formado por el Arlanza antes de
encajonarse entre las sierras. Es un templo de planta de salón, una gran aula, con muros
de sillería, mampostería y cadenas de sillares en los ángulos (ver croquis). La portada,
de estructura arquitabrada, con una dovela con la mitra y el báculo, se abre al mediodía.
La cubierta de la nave es de armazón de madera, parhilera. El conjunto se remata en
cabecera cuadrangular a la que se accede mediante arco triunfal apuntado y se cubre con
bóveda de crucería. Los pilares exteriores son prismáticos.
El conjunto de la fábrica parece corresponder a una construcción de época
barroca aunque reutilizando materiales de una construcción anterior. Prueba de ello es la
existencia de los restos de una estela romana con decoración geométrica y de rosetas,
situada en el muro occidental.
En el muro sur, cerca del ábside hay una inscripción en la que podemos leer:
+
PETRVS
MAGIS
TERFE
CITOB
RECOTI
TVLANEI
Todo parece indicar que el “Petrus magister fecit” se refiere a alguna edificación
anterior a la que posiblemente reemplaza la actual y en la que se han reutilizado algunos
restos de la precedente. Es una inscripción muy parcial y seguramente una parte del
sillar ha desaparecido. Los trazos de la epigrafía, de escasa calidad, apuntan que muy
bien pudiera ser de época románica fines del siglo XI o tal vez algo más tardía.
Ermita de San Martín.
Saliendo de la población en dirección norte, ya cerca del río Paraíso, por un
camino de concentración, se llega a las ruinas de esta ermita. Por los restos que quedan,
se puede decir que tuvo planta de salón, tipo basilical, de una sola nave, con muros de
sillarejo y cadenas de sillares en los ángulos, portada abierta al mediodía, cubierta de
armazón de madera y remate en cabecera cuadrangular (ver croquis) a la que se accedía
mediante arco triunfal, posiblemente de medio punto, del que queda parte del arranque
del arco y algunas dovelas del mismo. La ventana del muro este es una sencilla aspillera
adintelada. Sabemos que el ábside se remataba en un alero apeado sobre canecillos pues
aún se pueden ver alguno de ellos entre lo que significamos un modillón de rollos,
similar a los que se ven en Cascajares y la cercana Lara de los Infantes. Esta ermita
presenta todas las trazas y formas de un templo tardorrománico.
5.- La cultura inmaterial: las tradiciones y celebraciones.
a) Algunos de los ritos del ciclo vital.
Uno de los elementos existentes en toda el área estudiada son las celebraciones y
festejos que tienen relación con el ciclo vital, con frecuencia envueltas en tradiciones
religiosas más o menos recientes que buscan darles un valor cristiano o católico.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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El primero de los hechos que tiene un tratamiento especial es el nacimiento y
bautismo. Al muchacho recién nacido, y en tiempos modernos, se le inscribía en el
registro de la iglesia y cristianaba al día siguiente de haber nacido. El niño, vestido con
una indumentaria propia de la ceremonia, era llevado a la iglesia por los padrinos. A la
puerta salía a recibirlo el sacerdote, quien hacía los rezos y gestos adecuados, según el
ritual católico-romano, para exorcizar al pequeño. Con posterioridad, con unos cirios
encendidos portados por los padrinos, era introducido en la iglesia y en pequeña
procesión se dirigían hasta el baptisterio. Una vez allí hacía el pertinente interrogatorio a
los padrinos sobre sus intenciones y las obligaciones que contraían, para concluir
preguntándoles sobre su deseo de bautizar al pequeño, con el “¿Vis baptizare…?”, a lo
que los padrinos debían responder “Volo”. Hacía -lo sigue haciendo- el signo de la cruz
con los óleos en el pecho, espalda y cabeza del infante, para luego derramar agua sobre
su cabeza haciendo la señal de la cruz imponiéndole al mismo tiempo el nombre;
finalmente tocaba la cabeza del recién bautizado con un gorro o paño blanco. Viene
luego la recogida de los datos por escrito en el correspondiente libro en presencia de los
padrinos.
La fiesta popular viene a continuación pues a la salida de la iglesia era frecuente
que los padrinos lanzaran a los asistentes regalos, dulces era lo habitual, como expresión
de alegría y celebración comunitaria. Dado que con frecuencia los bautismos solían ser
los domingos o en algunas fiestas, la asistencia de los habitantes del pueblo era lo
normal y por tanto esta fiestas popular, más bien de la gente menuda, tenía mucho
arraigo.
La madre no asistía al bautizo pues lo normal era que la mujer, cuando daba a
luz, guardara lo que se denomina “cuarentena”. Durante cuarenta días la mujer tenderá a
desaparecer de la vida pública, bien para recuperarse o a la espera de ser nuevamente
recibida por la comunidad en una ceremonia religiosa. El día señalado, la mujer con su
retoño en brazos, acudirá a la iglesia con una vela y un pan o similar. A la puerta saldrá
a recibirla el sacerdote que encenderá la vela, bendecirá a la madre y al niño y les
introducirá en el templo. En el momento del ofertorio, la madre acudirá con su hijo, la
ofrenda y la vela encendida, siendo recibidos en ese momento por la comunidad
mediante unos rezos y ceremonia apropiada.
Por su parte la mujer, después del parto, permanecerá en cama unos ocho días,
siendo alimentada con caldos de pollo y chocolate. Su incorporación al trabajo de la
casa e incluso del campo no tardará mucho en producirse.
El noviazgo y la boda son otros momentos importantes en las comunidades
rurales de la Sierra de la Demanda. Hasta tiempos relativamente recientes los
matrimonios se concertaban entre los familiares, padres u otros ascendientes. A partir de
ese momento se veían los novios en determinadas circunstancias y festejos públicos.
Había en todo caso una petición de mano y de recepción oficial del novio en la nueva
familia, la de la novia.
Una vez que había transcurrido un tiempo prudencial, que se aproximaba al año
o a veces más, se procedía a los acuerdos y transacciones entre las familias. La boda iba
precedida de las amonestaciones, tres en total, que leía el sacerdote en la iglesia en la
misa principal. Además de leer los nombres de los futuros esposos preguntaba a los
presentes si había algún impedimento para que el matrimonio se pudiera celebrar. La
última de las amonestaciones tenía lugar una semana antes del enlace matrimonial.
La boda propiamente dicha tenía dos partes diferentes: la ceremonia religiosa y
los festejos del convite. El segundo lo preparaban ambas familias con todo cuidado.
Había una comida que a veces se prolongaba durante tres o más días y casi siempre se
acompañaba de música: tamboril, gaita, a veces rabel, acordeón o instrumentos de
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viento. La música acompañaba a los novios desde su casa a la iglesia, ante todo a la
novia, y luego amenizaba la comida y el baile posterior. La ceremonia religiosa,
habitualmente con misa, se ajustaba al ritual católico romano. Los invitados eran
habitualmente los allegados de los novios, algunos familiares lejanos, a veces el cura, el
secretario y el sacristán.
El otro componente del ciclo vital, que cerraba el ciclo de la vida, era la muerte
y lo que le acompañaba. La muerte de un vecino se anunciaba mediante repiques de
campana diferentes según se tratara de un hombre, una mujer o de un infante. Había un
velatorio durante el que los familiares invitaban a comida, una concreta para la ocasión,
a los que acudían a expresar sus condolenciass.
El sepelio era más bien una demostración de camaradería de cara a los vivos por
lo que participaba toda la comunidad. De un lado los cofrades, compañeros de cofradía
del finado, que tenían obligación de asistir y portar cirios, bajo pena de multa caso de
ausentarse. De otro estaba la población en general que por solidaridad acompañaba a los
familiares en ese terrible trance. En las poblaciones de menor entidad el cura,
acompañado de los monaguillos y sacristán, acudía a la casa del velatorio a recoger el
cadáver para conducirlo, entre rezos y cánticos a la iglesia. Una vez recibido en ella se
oficiaba la misa de difuntos, con mayor o menor solemnidad según la riqueza o
importancia social del finado. Una vez concluida, en procesión precedida por la cruz y
los ciriales, se llevaban al muerto al cementerio. Antes de depositar el cadáver en la
tierra se rezaba o cantaba un responso.
Hasta mediados del siglo pasado la costumbre era llevar el difundo con un
simple sudario, colocado sobre unas parihuelas y así depositarlo directamente en la
tumba.
En algunas localidades era frecuente una comida en casa del difunto a la que
asistían ante todo los familiares que habían venido de lejos o de pueblos cercanos. Pero
con frecuencia también participaban en ella otras personas de la localidad. Era un ágape
de gran significación, de acogida y de recuerdo al finado.
Era frecuente que los familiares, además de las misas de entrada y salida,
tuvieran una sepultura en el templo. Allí se colocaba un pequeño mantel blanco, con
velas o velones y en ocasiones con ofrendas denominadas en algunos lugares “bodigos”.
Al concluir la misa el sacerdote iba a rezar un responso, recibiendo a cambio una
ofrenda, en tiempos más recientes en dinero pero con anterioridad en especie. Los
familiares guardaban luto, muy riguroso, al menos un año. Era costumbre en algunas
localidades que durante la misa dominical se colocaran en primera fila al lado de los
velones.
b) Fiestas, tradiciones, costumbres…
La cultura inmaterial, para algunos el mundo del folklor, forma parte de la
memoria colectiva. Las tradiciones, festejos, decires, usos, canciones y un largo etc.
forman parte de un mundo ancestral que no resulta fácil recuperar. Todo ello tiene que
ver con la vida misma, las creencias, la cultura y la manera de sentir y expresarse.
Por convicción, uso, costumbre o tradición, las gentes del lugar participaban en
los distintos momentos del año litúrgico lo que siempre se ha interpretado como
expresión de religiosidad. Sea cierto o no, la verdad es que muchas fiestas tienen un
añadido o sobrepuesto religioso a tradiciones mucho más antiguas que acabaron por ser
anuladas en parte por las supuesta creencias o celebraciones religiosas. Se puede afirmar
que todas las fiestas y celebraciones presentaban casi siempre un contenido, al menos en
lo formal, religioso. Incluso en esta tierra se celebraban las Navidades y Reyes. En
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muchas localidades tiene especial relieve los Inocentes y las inocentadas. A veces, como
en Barbadillo Herreros, se hacía una representación del nacimiento ante el portal con
personajes como el ganadero , los pastores, zagales, el mayoral, el rabadán y un coro.
Para la ocasión existen los correspondientes textos.
Hasta fechas muy recientes -en algunas poblaciones aún subsiste- la vida de las
gentes se regía y ordenaba por los toques de la campanas o campanas: los toques de
oración – al comienzo y final del día-, el toque de mediodía, el redoble de los muertos u
otros acontecimientos. Las gentes de cada población conocían el significado de los
distintos toques por la forma de ejecutarlos. Es muy frecuente en casi todas las
poblaciones el “Tente nublo, tente tú, que Dios puede más que tú” que se ejecutaba para
ahuyentar la tormentas.
De las fiestas populares de esta tierra destacamos las marzas, cantadas con
variantes en la puesta en escena, la noche última de febrero que es el paso a marzo, con
todo el valor simbólico que hay detrás. También se celebra en muchos lugares Santa
Águeda, con cánticos, toque de campanas, petición de recompensa y con posterioridad
celebrando una merienda entre los mozos. Otra señalada es el pingar el mayo, hecho
que tenía lugar el domingo primero del mes bien con el esbelto tronco de un árbol que
concedía el ayuntamiento. Los sanjuanes tenían relación con la fiesta del solsticio.
En la mayor parte de los pueblos se celebraba de forma especial el ciclo de la
Pascua Mayor. Daba comienzo la Semana Santa con la procesión de Ramos. Los ramos
llevados a la procesión, bendecidos, se colocaban luego en los balcones, ventanas u
otros lugares para protegerlos de cualquier mal. Tradicionalmente se celebraban la
procesión del mandato (Jueves Santo), los oficios de tinieblas (Viernes Santo); este
último día eran muy tradicionales las carracas u otros instrumentos de madera para
anunciar los festejos. La celebración de las tinieblas, ya al atardecer, además de los
rezos y las canciones populares, se hacía con fuertes golpes y produciendo un ruido
notable con diferentes objetos, entre los que destacaban las susodichas carracas. El
Domingo de Resurrección completaba la Semana Santa con la procesión del encuentro,
común a muchas poblaciones.
En la mayor parte de las poblaciones de la zona de la Demanda se celebraban
otras festividades de cierto sabor popular como las Candelas, el día de la Purificación
en que se bendecía a las mujeres que habían dado a luz hasta esa fecha. Por Santa
Isabel en muchos lugares se engalanaba la portada de la parroquia y las casas de las
novias, las enramadas. También han tenido gran arraigo popular las celebraciones del
Corpus, la Ascensión y la Virgen del Carmen. En todo caso las más populares y
anheladas fueron y siguen siendo las fiestas mayores que se celebran en diferentes
fechas predominando las de la Virgen y San Roque. También tiene mucho predicamento
la fiesta de acción de gracias, con la advocación de alguna Virgen o santa: Santa Lucía
en Hacinas, Virgen del Sol en Carazo, Costana en Barbadillo de Herreros… En la
actualidad las fiestas mayores que no se celebraban en el verano se han cambiado para
hacerlas coincidir con la presencia de mayor número de gente, los veraneantes, en su
mayor parte originarios del pueblo. Tendremos ocasión de ir viendo en cada lugar lo
que ha sucedido y cuáles fueron las fiestas patronales y las de mayor arraigo.
En las tradiciones populares también se celebraba de forma especial la memoria
de los difuntos, sobre todo con una especial significación la noche de Todos los Santos,
con el toque de campanas o de difuntos. Los mozos rezaban el rosario y luego se
reunían a cenar. El día de difuntos se repartía el galacho a los asistentes o mozos
animeros que eran unas ofrendas en la iglesia. En Navidades se pedía el aguinaldo.
Se celebraba San Blas, cuyo báculo se pasaba por las gargantas para sanar los
problemas o evitarlos. Las romerías son muy frecuentes destacando entre todas la de
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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Valpeñoso (Villaespasa y Jaramillo Quemado), Santa Lucía (Hacinas), Santa Julita, San
Juan de Ortega, Las Navas, Nuestra Señora de Mamblas y las advocaciones locales de
cada población. Por San Marcos, 25 de abril, se bendecían los campos y ya casi en
junio tenían lugar las letanías.
Los niños celebraban sus fiestas de carnaval, las “carnestolendas”, el jueves de
todos, que los niños y niñas pedían por las casas con unas canciones adecuadas a la
situación, con pequeñas variantes según la población. En la mayor parte de los pueblos
se celebraban estas fiestas, disfrazándose y con alguna frecuencia con la presencia de la
vaca romera y la tarasca. Hay otras tradiciones como la de los gallos con variantes
según la localidad pero con un tronco común.
En los carnavales se acostumbraba, por parte de los más acomodados de las
poblaciones, a vestir traje antiguo, con usos y formas particulares en cada lugar. Ese
traje consistía en calzón y chaqueta cortos adornados con botones o monedas de plata,
medias de lana, abarcas y sombrero de fieltro. De esa guisa contemplan la aventura de
matar el gallo suspendido de una cuerda con los ojos vendados. En muchas
poblaciones de nuestra zona la costumbre de matar el gallo, colgado de las patas de una
cuerda se solía celebrar también el día de San Juan. En este caso los mozos a caballo
trataban de descabezarlos con la mano premiando a quien lograra tres cabezas.
Una costumbre popular bastante arraigada eran las rondas de los mozos. Estos
iban acompañados de algún personaje de mayor o menor significación. En Barbadillo de
Herreros a este personaje de aspecto grotesco le llamaban “cachidiablo”. Vestía traje de
colores a manera de payaso: verde, rojo y naranja. La cabeza la cubría y embellecía y en
las piernas y brazos llevaba cascabeles que hacía sonar a ritmo a compasado o todo lo
contrario. Su misión era dirigir la danza y formar el corro y sacudía con el bastón que
llevaba a quienes se acercaban. Es igualmente importante la danza guerrera, conocida
como de los palos. Los danzantes chocaban los palos al ritmo de la música.
Se celebraban de forma especial los acontecimientos más trascendentes de la
vida (el nacimiento -bautismo-, la boda y la muerte) como ya hemos visto
anteriormente. De la misma manera se hacían presentes, bajo signo religioso, los hechos
más importantes del año en cada comunidad con variantes según se dedicara a la
agricultura, ganadería…etc. El Catastro de la Ensenada del siglo XVIII -año 1752- se
hace eco con frecuencia de todo ello. El ciclo vegetativo es el que significan muchas de
las celebraciones religiosas que se distribuyen de un forma ordenada siguiendo el
calendario litúrgico. Es algo muy similar a lo que veremos sucede en la mayor parte de
las poblaciones de la zona, a ambas vertientes de la Demanda, bien que con algunas
variantes no significativas.
No hemos pretendido otra cosa que ofrecer una breve información de algunas
fiestas, tradiciones y costumbres, la mayor parte de ellas en pasado, pues en la
actualidad la escasez de población y otros cambios han ido haciéndolas desaparecer
quedando únicamente el recuerdo.
A la épica tradicional, parece que versificada en el entorno del monasterio de
San Pedro de Arlanza al mismo tiempo que el poema de Fernán González, la leyenda
de los Infantes de Lara o de Salas. En la ciudad de Burgos se identifica a uno de los
cubos de la muralla como de doña Lambra, el último de poniente. Se denomina así
porque quiere la tradición popular que, la mala y perversa del poema, se arrojara por él
antes de morir apedreada y quemada por la terrible traición que cometió la burebana con
los legendarios Gonzalo Gustios y sus siete hijos.
Esta leyenda, confundida a veces con la realidad histórica incluso por Ramón
Menéndez Pidal se completa con dos hechos más: el lugar donde están las cabezas y los
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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cuerpos. Las primeras, según la tradición popular y algo más, deben estar depositadas en
la iglesia parroquial de Santa María en Salas de los Infantes, en el lado del evangelio.
Esa urna ha sido abierta en diferentes momentos, el 12 de diciembre de 1579, el 9 de
octubre de 1846 y la última el 9 de julio de 1924 con la presencia del cardenal
Benlloch. En todos esos momentos se ha acreditado la presencia de ocho cabezas, las de
los infantes y la de su ayo Nuño Salido. Los cuerpos de los ocho están depositados en el
atrio del monasterio de San Millán de la Cogolla, en la iglesia de Suso. Es esta una de
las leyendas más arraigadas en las tierras de la Demanda, sostenida con fuerza tanto por
las gentes de Salas como por la de Lara, en cuyo salón de plenos han estado colocados
unas pinturas al óleo con los bustos de los ocho. El tiempo ha demostrado que todo ello
forma parte de la leyenda pese a los esfuerzos por convertir en histórico y señor de Salas
a Gonzalo Gustios, quien engendrara a Mudarra González de una mora relacionada
familiarmente con Almanzor, vengador de la afrenta según otra de las leyendas de la
zona. Esta pone incluso lugar y fecha a la venganza.
La épica y la leyenda quieren que en la ciudad, título que le llega a través de un
documento falso parece que gestado en el entorno del monasterio de San Pedro de
Arlanza, el fabuloso Gonzalo Gustios construyera un palacio con una sala para cada uno
de los hijos en donde oía caer todos los días las fatídicas piedras que le recordaban la
sangrienta muerte de sus hijos. Incluso se da medidas de la susodicha construcción;
siete metros de altura en la fachada meridional que formaba un paralelogramo de 64
metros de largo por 60 de ancho, de norte a sur. El acceso al palacio se hacía a través de
una portada en la fachada oriental. Según nos indica Domingo Jergueta “La entrada
principal la tenía hacia oriente, en un lienzo que ha desaparecido, pues se ha de advertir
que un señor, administrador del Duque de Frías, dueño del edificio, llamado Molinero,
se apropió de la plazuela que había en esta parte y tiró, en línea recta, una pared nueva
desde la torre del homenaje, de unos 16 metros de altura, que se conservó hasta cerca
del año 1890…Cerca de este torreón del sur, y en la parte de adentro, se nota un
arranque de un arco, y tocando con él, una ventana, con la circunstancia que su vano
solo penetra hasta la mitad de este muro sur que, como los demás, es de 1,30 metros de
grueso…De esta edificio ruinoso sólo se conserva típico, para apreciar la antigüedad,
una serie de aberturas, saeteras o buitreras en la parte inferior de los muros, que acaso
antes, cuando los rodeaba un foso, aparecían más altas, y dos entradas o puertas que se
distinguen una en el ángulo sur con el poniente y otro en el poniente con el norte, que
afectan en el interior un arco de transición del románico al gótico, que nos van más allá
del siglo XII y ambas tapiadas.”
Otra leyenda, en la misma población de Salas, a un kilómetro hacia el este,
quiere recordar a Doña Lambra o Alambra. El recuerdo son unas marcas que su caballo
hizo en el lugar en el momento en que era perseguida por sus enemigos. Para librarse de
ellos dió un bote tan imponente que desde aquí fue a parar a las aguas de la laguna
Negra donde ambos yacen sepultados. Domingo Hergueta nos dice que nos dice que
estaban bien trazadas en el suelo de piedra.
En Barbadillo del Mercado, señorío de Ruy Velásquez, marido de doña Lambra,
mirando hacia poniente, hacia la zona donde desagua el Pedroso en el Arlanza, se sitúa
el palacio residencia del matrimonio, en el término que denominan Magurrero. Desde
este lugar quiere la tradición que la perversa mujer viera bañarse en el río a Gonzalo.
Además los huertos cercanos se denominas Huertos de doña Lambra.
En el camino desde Cascajares hacia Jaramillo Quemado, cerca de la vega, se
ubica el roble donde estuvo Mudarra a la espera de Ruy Velásquez y de Doña Lambra
para tomar venganza cumplida de la afrenta sufrida por sus hermanastros y su padre.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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c) Canciones.
El cancionero popular burgalés es amplio y ha tenido una feliz resurrección a
través de la monumental obra de Miguel Manzano, que de alguna manera recupera las
tradiciones, las inmortaliza en el pentagrama y se hace eco de los trabajos precedentes,
sobre todo de Federico Olmeda, Agapito Marazuela, Manuel García Matos, Domingo
Hergueta y tanto otros. La obra susodicha nos ha servido para recoger algunas de las
canciones, vinculadas a diferentes tradiciones, usos y costumbre de esta tierra.
Canciones de Ronda (del reinado).
Estamos ante unas canciones en las que el texto y la música, nosotros no la
transcribimos aparecen muy compenetrados. En este caso hace referencia a una
tradición muy extendida que eran las rondas del reinado, que se hacían desde San
Andrés hasta Enero, en Villanueva de Carazo, Carazo, Hacinas, Contreras y muchas
otras poblaciones de la Demanda. Es un tipo de letra y melodía muy repetitiva. Con
frecuencia detrás de ellas hay un gran lirismo. La ronda puede expresar el sentir del
rondador hacia una determinada moza, lo hace cuando tiene la seguridad de ser
correspondido por miedo al ridículo o a los decires. Pero también puede ser una canción
mucho más genérica en la que no haya nada personal hacia la moza a la que se ronda.
La ronda puede ser la de policía, que se hace dando un paseo por las calles y no sólo
frente a una casa concreta, como la anterior.
Unas veces las rondas son individuales, de un grupo de mozos, que con ocasión
de fiestas o tradiciones, se dedican a rondar. En suele estar con alguna frecuencia la del
cortejo, pero puede haber también chanzas o bromas. Unas las cantan todos a coro por
la calle y otras son solos de la persona que ronda a su moza.. Cuando las rondas son
colectiva, los textos están codificados y son siempre los mismos que todos conocen. UN
ejemplo característico de esta ronda colectiva, es la del reinado a que aludimos con
anterioridad. En este caso había una junta, con varios cargos, siendo el mayordomo el
principal, que se encargaban de organizar las rondas y de velar porque todos cumplieran
las normas y se recitasen las canciones establecidas.
Hacia la Inmaculada se nombraba el rey y la reina, con frecuencia una pareja
casada que no tuviera hijos. Al mismo tiempo se elegía al alcalde de mozos o
mayordomo, dos contadores, dos “cachivarros” que iban pidiendo por las casas, un
cocinero y un alguacil. A las puertas de las casas cantaban siendo la canción adecuada a
la condición de la casa bien hubiera mozas, viudos, viejo, casados jóvenes etc. Los
normal es que cada año se compusieran nuevas canciones y los vecinos solían dar vino,
morcillas u otros alimentos para que luego lo festejaran los mozos o no tan mozos.
También se elegía guardador del rey y de la reina. El de la reina la debía seguir a todas
partes para que no le arrebataran el pañuelo y el del rey también para que guardar la
bandera acreditativa de su reinado.. Cuando alguien conseguir arrebatar el pañuelo o la
bandera, el guardador debía pagar media cántara d vino para el resto de los mozos. Se
cantaba fundamentalmente en tres ocasiones: Noche Buena, Noche Vieja y la noche de
Reyes. Todos los mozos debían cantar una canción independientemente de la voz que
tuviera. Era una buena ocasión para gastar bromas. Una vea concluido el reinado, el día
23 de Enero, San Ildefonso, se rifaba la bandera. Cada año los mozos debían costear
una nueva. Esta celebración solían coincidir con las fiestas de los quintos que
acostumbraban a tener fiesta y baile todos los domingos y fiestas desde el 8 de
diciembre. En Santo Domingo de Silos a las fiestas tradicionales se unía la de Santo
Domingo, el 20 de diciembre. También se podía cantar, en día sin especial significación
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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si así lo decidía la junta de mozos. Como dijimos con anterioridad es esta una tradición
con sus cánticos, letras y rondas que se extendía por la mayor parte de los pueblos de la
Demanda. Es una forma de celebrar las fiestas navideñas que en ocasiones, como en
Carazo y otros se acompañaban de fiestas patronales, la de Santa Eugenia el día 29 de
diciembre.
Las rondas iban acompañadas de instrumentos musicales, que con frecuencia se
reducía a instrumentos de percusión que permitían el mantenimiento de un ritmo. Uno
de ellos era el conocido como “tambor de mozos” que era de uso exclusivo de los
hombres. Utilizan también almireces, botellas, cajas o redobles, a veces dulzaineros,
triángulos, tarrañuelas de madera, carracas o cualquier instrumento que sirviera para
hacer ruido y mantener el ritmo vivo de las canciones. Las rondas son las del reinado, en
el tiempo navideño, de las marzas, del mayo, San Juan y San Pedro como tónica
dominante. A veces como en Castrillo de la Reina, en Carazo y otros pueblos se
ajustaba la música desde la Inmaculada hasta después de Navidad. En Contreras el
reinado duraba desde Navidad hasta Reyes. Este festejo, con unas grandes similitudes
era común a la mayoría de los pueblos de la Demanda. Con alguna frecuencia los niños
también celebraban el reinado, con unos rituales, preparativos y formas muy similares a
los de los mozos, pero estos lo celebraban en los carnavales como sucedía en Cabezón
de la Sierra.
d) Algunos de los trabajos y actividades.
Dado que en la mayor parte de las poblaciones la ocupación principal fue
durante mucho tiempo la agricultura, un instrumento tradicional es el arado. Hasta la
década de los cincuenta del siglo pasado, con algunas variantes, se utilizó masivamente
el conocido como arado romano. El trabajo de la tierra con el arado se hacía con bueyes,
vacas serranas y en ocasiones con burros, machos o mulas y a veces con caballos. Otro
de los instrumentos de trabajo y acarreo era el carro. Este vehículo, tirado por bueyes o
mulas, presentaba pocas diferencias entre unas zonas y otras. La mayor diferenciación
estaba en las carretas madereras, de ruedas más pequeñas, mucho más estrechas que los
carros de uso local, tiro más largo y casi sin cartolas. El sistema de tiro y la manera
uncir a los animales era muy similar. De una forma se uncía a los bueyes y vacas y de
otra diferente a las caballerías.
La siega de cereales se hacía masivamente a mano con la hoz. Por el contrario
para la siega de hierba se utilizaba el dalle o guadaña.
Lo segado se recogía en gavillas, atadas con vencejos de centeno o con cuerdas.
Se apilaban luego en los tresnales, que tenían forma piramidal. Así preparados se
procedía al transporte desde la tierra a la era para la trilla. La siega tenía lugar desde
finales de julio hasta finales de agosto e incluso primeros días de septiembre.
La trilla era otra de las actividades principales del año. Para ello se utilizaba el
trillo. Era una estructura de madera con piedras cortantes en la su parte inferior. Tirado
por bueyes, vacas, mulos o burros, dando vueltas y guiado por una persona se acababa
por separar y triturar la paja del grano. Con posterioridad había que beldar. Esta tarea se
hacía bien a mano con horcas y palas o mediante beldadoras movidas a mano. Así se
separaba el grano de la paja.
Un trabajo habitual en algunas localidades era la realización del carbón vegetal.
Habitualmente se utilizaba la encina, donde no la había también a veces se utilizó el
roble. Tenemos noticia de que se hacía en Hortigüela, Jaramillo de la Fuente, Tinieblas,
Iglesiapinta, Ura, Retuerta, Quintanalara… Esta actividad era un trabajo colectivo,
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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habitualmente de familia, en el que las mujeres tenían unas tareas y otras los hombres.
Unas veces se hacía a las afueras de las poblaciones y en otras en pleno bosque.
La primera tarea era la corta de la leña y la limpieza de las ramas pequeñas hasta
dejar los palos que debían servir para hacer el carbón. Esta tarea se llevaba a cabo en el
otoño e invierno. Una vez que está la leña, viene la preparación del túmulo para hacer la
“cocción”. Desde una base que lo levanta del suelo se prepara una estructura que se
cubre de piedras y barro dejando respiraderos laterales y el más importante y
trascendente en la parte superior, denominado ojo o cocota, por donde se irán
introduciendo los palos, leña de encina habitualmente, para ir rellenando el interior. Una
vez encendido se irá consumiendo a fuego lento. Para impedir que se queme se controla,
incluso se echa agua si no funciona correctamente y además el proceso de la “hurga”,
introduciendo más palos hasta rellenar lo más posible se ralentiza y controla la
“cocción”. La labor suele durante entre quince y treinta días. La tarea final es la de tirar
el horno, recoger el carbón vegetal y con posterioridad llevarlo a los puntos de venta o
consumo.
En muchas de las localidades de la zona de la Demanda tenemos noticias tanto
por la información de las gentes del lugar como por los topónimos del cultivo de
cáñamo y del lino. Ello dio lugar al trabajo de los tejedores, en los correspondientes
telares. Rara era la localidad que no tenía uno o varios telares cuya producción se
destinaba al consumo local. De esa actividad quedan algunos telares, de trabajo
completamente manual. En algunos lugares hay asimismo noticia de la existencia de
batanes para dar apresto a estos tejidos: en Vizcaínos, San Clemente del Valle,
Garganchón, Covarrubias, Salas de los Infantes y Pradoluengo.
Otra actividad era el trabajo de la lana. Esta actividad era propia de las mujeres y
se hacía casi exclusivamente para el consumo familiar. Una vez lavada y cardada la lana
se procedía al hilado que se hacía bien con la rueca y el huso o a veces se utilizada el
carro movido con el pie. Era frecuente que este trabajo, esencialmente femenino, se
hiciera en compañía de otras mujeres, en los denominados hilorios, o en las amplias
cocinas de campana al amor de la lumbre. Los instrumentos (huso, rueca, carda y el
carro), los encontramos en todas la localidades.
En la zona de Pradoluengo, la transformación de la lana y de otros productos,
dieron lugar a una actividad industrial desde la Edad Media. Ello acabó en la
conformación de una industria textil que ha llegado hasta nuestros días. De todas las
maneras no es lo habitual.
Los talleres de carpintería u otras actividades, eran frecuentes en muchas
localidades. Trabajaban muebles, tablas, arados, carros, bolos del juego, escobas, cestos.
Otro trabajo era el de los canteros y albañiles. Los primeros se dedicaban a la
construcción y al trabajo de la piedra. Lo normal es que el cantero, al menos algunos,
fueran algo más que picapedreros y en su actividad tuviera que ver con la carpintería.
Por ello no es infrecuente que junto al trabajo de la piedra hiciera labores de carpintero,
no necesariamente de ebanista. Era normal que el cantero llevara a cabo todos los
trabajos de la construcción y por tanto hiciera al mismo tiempo de albañil, montando
toda la estructura interna de las viviendas: maderamen, tabiques, suelos, enlucidos y el
acabado de las cocinas y otras estancias de la casa.
El herrero con su fragua era quien recomponía las rejas de los arados o las hacía
de nuevo cuño. También fabricaba clavos y los herrajes que necesitaban los carros o
carretas, el aro de hierro para las ruedas de éstas, las cerraduras, las llaves, los cuchillos,
las herraduras de los animales, las hoces, las guadañas o dalles y todo un sin fin de
utensilios de uso frecuente entre las comunidades agrícolas o ganaderas de estas tierras.
Sólo en algunos lugares, como Barbadillo de Herreros, esta actividad adquirió un mayor
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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porte y acabó por convertir a algunas ferrerías o ferrones en industrias que abastecían de
hierro a mercados muy lejanos. En esto caso la actividad del trabajo del hierro y la
existencia de las herrerías y fraguas está ya documentado desde la época medieval en
toda la zona
No es infrecuente que encontremos en muchas localidades el topónimo “tejera”.
Es con frecuencia el indicio y la evidencia de donde estuvo ubicada esta actividad. No
está en todas las localidades pero este trabajo se suele dar donde hay arcilla apropiada
para modelar y cocer las tejas curvas y algunos ladrillos. Lo más habitual es que esta
actividad se dedicara al consumo local pero en algunos lugares llega a tratarse de una
actividad mucho más amplia e industrial para abastecer a un área más amplia. Asociado
a la tejera estaba el cacharrero, que solían vender su producto no sólo en la localidad
que los realizaba sino en un área bastante amplia.
También hay campaneros, actividad que requería un horno y un taller
especializado, relojeros, que atendían, a partir del siglo XVIII, los relojes de los iglesias
o ayuntamientos que existían en la mayor parte de las localidades.
6.- Material gráfico y planimetría aportados.
Fotografías:
Casas más representativas.
Templo.
Monasterio de San Pedro de Arlanza
Croquis:
Croquis del conjunto y foto aérea.
Croquis y foto aérea de San Pedro de Arlanza.
Croquis del templo parroquial y ermitas.
Total: 79 imágenes.
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San Pedro de Arlanza: foto aérea.
(Fuente SITCYL)
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Hotigüela: croquis de San Pedro de Arlanza.
(Autor: F. Palomero)
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55
Hortigüela: San Pedro de Arlanza.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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Hortigüela: iglesia abacial.
Hortigüela: claustro de San Pedro de Arlanza.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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Hortigüela: portada de acceso a San Pedro de Arlanza.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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Hortigüela: ábside de San Pelayo.
Hortigüela: cúpula del ábside de San Pelayo.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Hortigüela: croquis del templo parroquial.
(Autor: F. Palomero)
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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60
Hotigüela: ermita de San Millán.
Hortigüela: fuente.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
61
Hortigüela: fuente 1911.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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62
Hortigüela: molino.
Hortigüela : molino.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Hortigüela: retablo 3.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Hortigüela: arquitectura popular.
Hortigüela: arquitectura popular.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Hortigüela: arquitectura popular.
Hortigüela: arquitectura popular.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Hortigüela: arquitectura popular, edifico auxiliar.
Hortigüela: arquitectura popular, edificio auxiliar.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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Hortigüela: nave del templo parroquial.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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Hortigüela: pila bautismal románica (s. XII).
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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