Esclavos del pecado o siervos de la justicia: el Evangelio según Romanos (Ro 6:15-23) Introducción: Para mucha gente, el 31 de octubre significa Halloween, con sus fantasmas, duendes, brujas…, aunque puede ser solo una ocasión para divertirse con los niños, disfrutando de los juegos, disfraces, chuches… En los círculos evangélicos españoles, el 31 de octubre es el Día de la Reforma. (¡En nuestra casa, es el cumpleaños de Michael!) Podéis estudiar Halloween, su historia, sus pros y contras en Internet y decidir la manera de transmitir las tradiciones culturales a vuestra familia de un modo que honre a Cristo. ▪ Martín Lutero (1483-1546) fue el sacerdote alemán y profesor de teología reconocido como el iniciador de la reforma protestante cuando, en la víspera de Todos los Santos de 1517, clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, Alemania, negando enérgicamente la validez y eficacia de las indulgencias, y oponiéndose a la afirmación de que la liberación del castigo divino del pecado se podía comprar con dinero. Empezó sus tesis con esta declaración: “Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo “, Arrepentíos’’, pedía que la vida entera de los creyentes fuera de arrepentimiento.” La conclusión de Lutero fue fruto de su diligente estudio de la Palabra cuando preparaba las lecciones para sus clases, y la Palabra de Dios atrapó tanto su alma que él llegó a desafiar a la Santa Iglesia Romana y al Imperio de su tiempo juntos –¡por el bien de la verdad! (¡Que Dios nos dé el coraje de permanecer firmes ante los adversarios y los obstáculos que encontremos en nuestra vida por el bien de la verdad!) ▪ Lutero no fue el único, pero su ejemplo marcó la pauta para otros que vendrían más tarde (Calvino & Zuinglio, reformadores radicales como M. Simmons, B. Hubmaier y C. Grebel); tendríamos que mencionar también a reformadores españoles como Casiodoro de Reina & Cipriano de Valera, traductor y editor respectivamente de la primera Biblia española, exiliados y perseguidos por sus esfuerzos. Lo que estos hombres realizaron hace casi 500 años todavía influye hoy en quienes somos, porque tuvieron el coraje de mantener sus convicciones; ¡le tomaron la palabra a Dios y se atrevieron a enfrentarse a las consecuencias en su generación! ▪ Los tiempos en los que les tocó vivir y responder a su mundo eran desde luego muy estimulantes, ¡no muy diferentes de los nuestros! Las primeras maquinas de imprenta con tipografía movil acababan de empezar a usarse; en nuestros días, los ordenadores e Internet nos han puesto en contacto con el mundo. A principios del siglo XVI, hacía poco que se había descubierto el Nuevo Mundo; en nuestros días la humanidad ha dado su primer paso en la luna y ha tomado las primeras fotografías de primeros planos de otros planetas. El proceso de globalización estaba justamente empezando a finales del siglo XV y principios del XVI; mientras Lutero se defendía ante la corte del emperador en 1521, el navegante portugués Fernando de Magallanes se encontraba a mitad de camino de dar la vuelta al mundo; hoy en día este proceso de globalización está creciendo rápidamente, más allá de lo que podíamos llegar a imaginar, y el Este y el Oeste se mezclan y confunden. ¡Nuestra iglesia es un ejemplo de ello! ▪ Así pues, en nuestra época tan estimulante, ¿qué hacemos hoy que pueda seguir influyendo a la gente dentro de 500 años (si Cristo no vuelve primero)? ¿En qué basamos nuestras vidas y decisiones para asegurarnos de que no estamos meramente construyendo sobre arena, sino sobre la Roca de los tiempos? Lo que supuso una diferencia tan grande para aquellos Reformadores puede serlo para nosotros. Ellos luchaban por estos principios: solo las Escrituras son nuestra autoridad concluyente (ningún ser humano puede ser intérprete infalible); la justificación es solo por la gracia de Dios, sobre la base del trabajo terminado de Cristo (no sobre nuestros méritos), recibida solo a través de la fe (no por nuestras obras); y solo Cristo es cabeza de la Iglesia, nuestro único Mediador/Salvador. ¡Este Evangelio de Cristo cambia la vida, hace historia y transforma la sociedad! Si no cambia vuestra vida e impacta a los de vuestro alrededor, entonces no habéis sintonizado con el Evangelio bíblico, donde “la justicia de Dios se revela”, ofrecido como un regalo a través de la fe en Jesús. Esta justicia está relacionada con el bien: con Dios, uno mismo, los demás y las cosas materiales; nos mueve a “no conformarnos por más tiempo al modelo de este mundo”, sino a buscar ‘la transformación de nuestra vida por medio de la renovación de nuestro entendimiento’. Pero es obra de Dios desde el principio hasta el final; solo Él merece la gloria. Esto es de lo que la Reforma se trataba. 1- Romanos fue uno de los libros clave que llevó claridad a la búsqueda de los Reformadores. Es el testimonio de los Evangelios filtrado a través del corazón y la experiencia de un hombre muy religioso (Saulo de Tarso), un piadoso fariseo antes de su conversión. Jesús tuvo tremendos conflictos con los fariseos de su tiempo, no porque sus puntos de vista fueran tan diferentes, sino porque eran tan cercanos en muchos aspectos, aunque les faltaba el elemento clave, que era la sumisión a Jesús como Mesías. ▪ Pablo finalmente tuvo que tener su experiencia en el Camino de Damasco –una luz cegadora, una visión y una voz desde los cielospara romperle su orgullo farisaico y llevarle a los pies de Jesús. Esto le permitió dedicar el resto de su vida a impactar el mundo mediterráneo del siglo I con el mensaje de Cristo. Cuando escribió Romanos, estaba realizando su tercer viaje misionero por Asia Menor y Grecia; ya había escrito sus cartas a los Gálatas, Tesalonicenses y Corintios. Estaba en Corinto, preparándose para volver a Jerusalén, donde sabía que se iba a encontrar con problemas. ▪ Mientras meditaba sobre la justicia de Dios revelada a la humanidad y ofrecida a nosotros como el regalo de la vida en Cristo, sabía que había detractores haciendo alegaciones difamatorias contra el Evangelio; acusaban a Pablo de predicar un evangelio indigno –un evangelio que en realidad anima a pecar, permitiéndole a uno continuar pecando porque la ley ya no es su capataz. (¡La Ley colgada como una losa en nuestras espaldas nunca nos disuadió del pecado, sino que sólo señalaba dónde no estamos a la altura!) Por lo tanto, en Romanos 6, Pablo hacía preguntas retóricas sobre si verdaderamente podemos continuar pecando sólo porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. En su respuesta, recuerda a los lectores que nos volvemos esclavos de quienquiera que elijamos obedecer. Esto significa que o bien eres esclavo del pecado, que conduce a la muerte, o servidor de la obediencia, que conduce a la justicia. ▪ Martín Lutero sabía que era esclavo del pecado, y esto le producía una gran angustia en el alma. Un día de verano, cuando era estudiante universitario, se encontró de repente en medio de una violenta tempestad y fue alcanzado por un rayo y eso le hizo enfrentarse a su propia mortalidad y a su condición de pecador. Él respondió a este “acto de Dios” prometiendo solemnemente hacerse monje. Más tarde se referiría a ese día como su “experiencia en el camino de Damasco”, pero su entrada al monasterio no representó el cambio decisivo de su vida. Continuaba batallando con su naturaleza pecadora, que era tan tozuda que no parecía que tuviera humano remedio. Y si somos honestos, podemos confesar que lo mismo nos puede pasar a nosotros: incluso después de haber tenido la experiencia salvadora de confiar en Cristo como Salvador y Señor, podemos descubrir que nuestra naturaleza pecadora todavía sigue dominando nuestro horizonte. O simplemente pasa a la clandestinidad, por así decirlo, porque ahora se supone que debemos actuar como “buenas personas espirituales” sin ningún mal pensamiento, mala palabra o acción, y por lo tanto nos volvemos expertos en dejar la vieja naturaleza fuera de la vista y bajo vigilancia –¡al menos mientras estamos con otros cristianos! ▪ Lutero se encontraba ahora rodeado de otros monjes, buenas influencias y una vida cuidadosamente ordenada, pero a pesar de eso descubrió que todavía era esclavo del pecado. Ya había probado el tratamiento habitual que ofrecía la iglesia de su tiempo: sacramentos, obras de misericordia, pedir la ayuda de intercesores celestiales… Pensaba que tomando los votos de monje iba a tener asegurado su camino al cielo. Pero Lutero pronto descubrió que había diferentes niveles dentro de la vida monástica: se podía simplemente caer en la rutina diaria, o uno podía superarse a si mismo realizando renuncias extraordinarias. Así que Lutero empezó a ayunar, realizaba largas vigilias, se negaba a sí mismo cualquier tipo de comodidad, se confesaba, y hacía penitencia una y otra vez. Pero hiciera lo que hiciera, nunca podía encontrar la seguridad de que sus esfuerzos le ofrecieran una mejor posición a los ojos de Dios. No sentía que Dios le amara o que él pudiera amar a Dios, por lo tanto empezó a desesperarse. En ese momento el confesor de Lutero estaba también bastante preocupado porque no sabía qué hacer con ese joven monje tan enigmático, así que intentó apartarle de tanta introspección pidiéndole que estudiara para ser predicador. (¿Tienes muchos problemas? ¡Hazte predicador!) Llegaría a ser profesor de estudios bíblicos. 2- ¡Por lo menos ahora Lutero había sido dirigido providencialmente a las Escrituras! (¿Por qué tardamos tanto en acudir a las Escrituras para hallar respuestas?) Preparando sus clases sobre los Salmos, Lutero empezó a descubrir que el Dios de tan infinita majestad, santidad y justicia, que le daba tanto miedo, ¡era también el Dios de la compasión! El Señor de la tempestad y la ventisca ¡es también el Padre que se apiada de sus hijos! La Palabra empezó a informar al corazón de Lutero. ▪ Después empezó a trabajar sobre el libro de Romanos, que Lutero describió como “la pieza más importante del Nuevo Testamento… que bien vale la pena para un cristiano no sólo memorizar palabra por palabra, sino también dedicarle un tiempo diario, como si fuera el pan de cada día para el alma.” El libro de Romanos fue al núcleo del problema de Lutero, centrándose en la justicia de Dios (que tanto había asustado a Lutero), pero en Romanos esta relación con el bien estaba descrita como un regalo desinteresado para los seguidores del Hijo de Dios: ¡“El justo vivirá por fe” capturó su corazón! Esta justicia movería al agradecido creyente a un estilo de vida que Pablo describía como “ser siervo de la justicia”. ▪ Obedecer la enseñanza que se nos ha confiado no es una cuestión de una búsqueda legalista de la ley, ni deja lugar para el orgullo moralizador, sino que trae una libertad totalmente nueva en las relaciones del creyente, porque ya no se basan en las necesidades del ego (hacer trueque, dar y tomar, ir a medias, “tú rascas mi espalda y yo rascaré la tuya”); esto es todavía ser esclavo del pecado. Pero el don de la justicia de Cristo nos permite tener relaciones basadas en los mandatos del Señor, el que sabe más, en el que confiamos y al que hemos sido confiados. El que nos ha dotado de esta gracia, nos capacita para “obsequiar a los demás” a la vez con gracia, y nos convierte en gente llena de gracia! ¡Y Dios se lleva todo el mérito (soli Deo gloria)! ▪ Ese periodo intenso en la vida de Lutero estudiando el libro de Romanos le permitió comprender los principios de “sola fide, sola gratia, & solo Christo”. En realidad, Romanos es un comentario sobre el Antiguo Testamento (la Biblia de Pablo y de la iglesia primitiva), con cerca de 60 referencias, directas o indirectas, en el que Pablo explicaba la justicia de Dios y su justificación de los pecadores. De este modo, Romanos se convirtió en la fuente de la renombrada doctrina de la justificación por la fe, al descubrir que la justicia no era ganarse el favor de Dios, sino recibir la misericordia divina puesta al alcance a través de la obra redentora de Cristo. Cuando lo comprendió, Lutero comentó “Me sentí como si hubiera nacido de nuevo y las puertas del cielo se hubieran abierto. Las Escrituras ganaron un nuevo significado. Y desde ese momento la frase “la justicia de Dios” ya no me producía aversión, sino que se transformó en algo tan dulce que no se puede expresar con palabras…” 3- La Reforma no irrumpió principalmente como protesta contra la corrupción en la iglesia Romana, sino que tuvo su causa en el redescubrimiento del Evangelio, que es exactamente lo que necesitamos hacer este domingo de conmemoración de la Reforma: ¡redescubrir la cruz como buenas noticias, lo mejor que nos podía pasar, nuestra única esperanza! Nuestra segunda opción es volvernos gente meramente “religiosa”, que solo sigue la corriente, que deposita sus esperanzas en el cumplimiento de la ley. Esa clase de gente fue a la que Jesús tuvo que oponerse, como hicieron Pablo y Lutero después de su conversión. ¡Este es el peligro que nos acecha, otra forma de ser esclavos del pecado! ▪ A principios del siglo XX, apareció un libro satírico llamado Pequeños viajes con Martín Lutero, que buscaba un lugar en los Estados Unidos donde las enseñanzas de Lutero estuvieran todavía vivas, y como era de esperar, no encontró ninguno, porque incluso en los centros luteranos más ortodoxos, los teólogos que tenían que haber dado la talla estaban “tan preocupados por andar en rectitud” que se casi se caían hacia atrás. Este no es un problema de los luteranos, sino de los humanos, ¡y especialmente el problema de gente religiosa como nosotros! ▪ ¡La suma de todos nuestros mejores esfuerzos nunca tiene como resultado la justicia, y esto es lo que Lutero llegó a comprender en Romanos! La justicia solo puede ser un don de la gracia de Dios. ¡El punto de referencia de la vida del hombre no es su éxito moral o la ausencia de éste, sino la misericordia completamente fiable de un Dios que no miente! En nuestra conducta, lo mejor que logramos no es un “punto matemático” de precisión moral, sino una posición espiritual por la fe donde aprendemos a aproximarnos al verdadero significado de la obediencia a la voluntad de Dios como sirvientes de la justicia a los pies de la cruz de Cristo: sintiéndonos dichosos de ser sirvientes de la justicia, benefactores de la bondad de Cristo, y por gratitud deseando solo obedecer, complacer y glorificar al Maestro (incluso sin estar todavía a la altura). Solo cuando el destino último de un hombre no depende de su propia rectitud moral, éste puede ser libre para cometer errores, admitir y corregir faltas, perseguir y conseguir el tipo de justicia que se puede lograr en las relaciones humanas, bajo la influencia de la cruz, la guía de la Palabra y el poder del Espíritu. ▪ El encuentro de Lutero con las Escrituras le permitió conocer al Autor de las Escrituras personalmente, lo que le posibilitó defender sus convicciones ante las autoridades reunidas en la Dieta de Worms, incluyendo al Santo Emperador Romano Carlos V, ante el cual rehusó retractarse de sus escritos a pesar de las demandas del Papa León X. Declaró: “Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios… Esta es mi postura. No puedo hacer otra cosa. ¡Que Dios me ayude!” ¡Una conciencia cautiva de la Palabra de Dios es una conciencia sometida con agrado a la justicia de Jesús! ¿Describiría esto tu conciencia? ▪ Tenemos un testimonio que dar en nuestros días tal y como Lutero hizo en su época. Y el Único que merece toda la gloria es el que está preparado para enseñarnos y permitirnos ganar las convicciones que necesitamos. Liguemos pues nuestra conciencia a la Palabra de Dios, para que nosotros también tengamos el valor de poner en práctica nuestras convicciones.