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Nota Práctica 5 – El cuadro de mano integral en cooperación
Cómo implantar la estrategia en la organización
El gran reto de toda organización no es únicamente definir una estrategia con
sentido, sino conseguir que ésta se implante con éxito en todas las áreas y
funciones.
Existen un gran porcentaje de estrategias que nunca se llegan a implantar con
éxito. La literatura sobre gestión está plagada de teorías sobre cómo conseguir
aplicar estrategias con éxito, nosotros vamos a centrar este documento en el
modelo del cuadro de mando integral para implantar y gestionar la estrategia,
definido por Robert S. Kaplan y David P. Norton (2001) que ha conseguido una
difusión amplia y éxito contrastado en el mundo empresarial.
Nuestra propuesta para las entidades de cooperación al desarrollo trata de
introducir adaptaciones y nuevas aportaciones al modelo para mejorar su
eficacia a partir de las características específicas de nuestro sector.
Estos autores se refieren a organizaciones basadas en la estrategia como
aquellas que sitúan a la estrategia en el centro de sus procesos de gestión y
cambio. Si conseguimos una definición clara de la estrategia, su comunicación
coherente a toda la organización y su conexión con acciones operativas
coordinadas entre las distintas funciones, podremos crear una cultura basada
en resultados que ligue a todos los miembros de la organización en torno a la
estrategia decidida y su consecución.
El modelo de Kaplan y Norton se basa en cinco principios que las
organizaciones basadas en la estrategia deben seguir para tener éxito en la
implantación de sus planes a largo plazo:
1.
2.
3.
4.
5.
Traducir la estrategia a términos operativos
Alinear la organización con la estrategia
Hacer que la estrategia sea el trabajo de todos
Hacer que la estrategia sea un proceso continuo
Movilizar el cambio a través del liderazgo directivo
1. Traducir la estrategia a términos operativos
En muchas ocasiones la estrategia se formula en unos términos opacos,
complejos, poco claros y sin vinculación con las operaciones diarias de una
organización, lo que provoca que la mayoría de los profesionales y
colaboradores no conozcan o no comprendan los planes estratégicos que su
dirección maneja.
Las personas se han convertido en la actual sociedad del conocimiento, en la
pieza clave de toda organización, y especialmente en el ámbito de la
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Nota Práctica 5 – El cuadro de mano integral en cooperación
cooperación, dónde su capacidad, experiencia y conocimiento son
absolutamente necesarios para realizar operaciones con éxito. Por ello se
habla de un verdadero activo intangible para toda entidad y son por tanto una
pieza clave para conseguir la implantación exitosa de la estrategia en todos los
niveles de la organización. Si la estrategia no se comparte, no se comprende,
es probable que en la mayoría de los casos su aplicación suponga un fracaso.
El cuadro de mando estratégico consigue describir de una manera clara y
directa el significado de la estrategia para todos los integrantes de la
organización y los grupos de interés relacionados. Para ello, el modelo se sirve
de mapas estratégicos, que son representaciones gráficas de las relaciones
causa-efecto que constituyen la llamada hipótesis estratégica, desglosando las
actividades clave a realizar para conseguir los resultados esperados de los
planes estratégicos.
Se trata pues de una arquitectura, un marco para presentar de una manera
integrada y sistemática la hipótesis que subyace en la estrategia, explicando el
camino a seguir, conectando acciones con resultados estratégicos.
El proceso de planificación y despliegue estratégico, como ya hemos visto, es
un proceso continuo que comienza con la definición de la misión, visión y
valores de una organización. La visión proporciona la imagen del destino y la
estrategia define la lógica para alcanzar esa visión, proporcionando concreción
y por tanto credibilidad a la misma. Los mapas estratégicos nos ayudan a
convertir las aspiraciones estratégicas generales en metas e indicadores
concretos, sobre los que la organización puede influir. Los mapas se basan en
la idea de que existen una serie de actividades (a corto plazo) que actúan como
inductores o generadores de los resultados deseados (a largo plazo). Según
los autores citados, la clave para aplicar la estrategia es hacer que todas las
personas de la organización entiendan las relaciones causa-efecto entre
actividades y resultados, se consiga asignar recursos a esas actividades, y se
revisen y adapte continuamente la validez de las mismas.
El mapa estratégico típico en el caso de organizaciones empresariales
presenta la estrategia desde cuatro perspectivas diferentes, interrelacionadas y
jerarquizadas: perspectiva financiera (cuáles deben ser los objetivos de
crecimiento y productividad), perspectiva del cliente (cómo deben verme los
clientes para alcanzar la visión), perspectiva interna (cómo deben ser los
procesos internos para satisfacer a los clientes), perspectiva de aprendizaje y
conocimiento (cuáles son las capacidades, tecnología y clima necesarios en la
organización para conseguir implantar la estrategia).
En el presente texto, hemos adaptado los mapas estratégicos a la realidad de
las organizaciones que trabajan en cooperación al desarrollo. En primer lugar,
la perspectiva financiera, vital y prioritaria en el mundo empresarial debido a la
necesidad de crear valor al accionista, no es la cuestión estratégica más
importante en nuestro caso. En nuestra opinión será la misión específica de la
entidad, presentada como contribución al desarrollo humano, reducción de la
pobreza, mejora de las condiciones de vida, respecto de los derechos
fundamentales, protección al medio ambiente, etc., la que debe ocupar la
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posición en la cúspide de la estrategia, orientando de esta manera toda la
estructura del mapa estratégico hacia la consecución de este fin superior. La
inclusión de la perspectiva de desarrollo nos ofrece la posibilidad de especificar
la misión, normalmente muy genérica, acotando las áreas de actuación
estratégicas de la organización.
En segundo lugar, de cara a este estudio, debemos reinterpretar el término
“cliente”, puesto que no se adapta correctamente al ámbito de las entidades
que trabajan en cooperación. El cliente empresarial es la persona u organismo
que paga por recibir un bien o servicio, siendo el principal objeto de las
actividades de la organización. Sin embargo, en cooperación, el “cliente”
estaría en realidad dividido en dos colectivos: por un lado aquellos que son la
razón de ser de los servicios y actividades de la organización (destinatarios), y
por otra parte, en el caso de entidades privadas, aquellos que otorgan los
fondos para que esos servicios a los destinatarios sean posibles (donantes).
Tanto destinatarios como donantes son de vital importancia para que las
entidades de cooperación puedan cumplir con éxito su misión, y por ello
tendrán un lugar destacado en los mapas estratégicos. Bajo el apartado de
perspectiva del destinatario alinearemos las áreas de actuación escogidas con
los planes de desarrollo del destinatario/receptor, dando forma a los objetivos
estratégicos generales. En la perspectiva del donante, daremos respuesta a los
requisitos del donante buscando su satisfacción y confianza. Las perspectivas
interna y de aprendizaje, son perfectamente válidas y necesarias para la
creación de mapas estratégicos en el entorno de la cooperación.
La siguiente estructura representa nuestra propuesta de estructura de un mapa
estratégico para una entidad de cooperación al desarrollo:
1. Misión: cuál son los fines de nuestra organización en el ámbito de la
cooperación para el desarrollo.
2. Perspectiva del desarrollo: cuáles son las áreas clave de actuación para
desarrollar las capacidades de los destinatarios y mejorar sus
condiciones de vida.
3. Perspectiva del destinatario: qué objetivos estratégicos tiene que llevar a
cabo para satisfacer las prioridades y necesidades de los destinatarios.
4. Perspectiva del donante: cómo deben vernos los donantes para
conseguir los fondos necesarios para llevar a cabo nuestra misión.
5. Perspectiva interna: cómo deben ser nuestros procesos internos para
ser eficaces ante destinatarios y satisfacer a donantes.
6. Perspectiva de aprendizaje y conocimiento: cuáles son las capacidades,
tecnología y clima necesarios en la organización para conseguir
implantar su estrategia.
Para la construcción del mapa estratégico, veamos en detalle los elementos a
tener en cuenta en cada perspectiva:
1. Misión: es la descripción de la aspiración estratégica de la organización
que debería expresarse de manera clara y concisa. Se situaría en la
parte superior del mapa estratégico por encima del resto de perspectivas
y como referente de todas ellas.
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2. Perspectiva del desarrollo: aquí se produce la principal elección
estratégica ya que se determinará los asuntos o temas clave en los que
la organización centrará su estrategia para conseguir el desarrollo de los
destinatarios. Se trata de una concreción de la misión a través de la
delimitación del área de actuación: sectores en los que se centrarán las
actividades, áreas geográficas, tipos de intervenciones, grupos sociales
objetivo, colaboración con gobiernos locales u otros organismos,
operaciones directas o a través de contrapartes, etc. Evidentemente esta
acotación debe ser condicionada por la dimensión y capacidad (actual y
potencial) de la entidad.
3. Perspectiva del destinatario: es en este punto donde se produce la
alineación con la perspectiva del destinatario. Debemos ahora identificar
y comprender en profundidad sus necesidades y prioridades para
proceder a su incorporación al proceso de planificación estratégica,
intentando concretar aún más las áreas estratégicas de actuación
definidas en la perspectiva de desarrollo. Escogeremos pues, a la luz de
la perspectiva del destinatario, cuáles son los objetivos clave que deben
ser conseguidos para llegar a realizar nuestra misión. Los objetivos
elegidos, supondrán la base de la oferta a los donantes y dirigirán los
procesos internos (funcionales) de la entidad hacia su consecución,
pues claramente comunican a toda la organización los resultados
generales a conseguir. Es fundamental que estos objetivos estratégicos
puedan ser luego traducidos a indicadores medibles, ya que serán el
centro del cuadro de mando integral.
4. Perspectiva del donante: representa la proposición de valor de la entidad
de cooperación hacia el donante, entendida como la combinación de
actividades, servicios, valores, imagen, tipo de relación que ofrece a los
donantes, sean públicos o privados, con el objetivo de buscar la
colaboración con ellos. La organización debe realizar una selección
estratégica de donantes, para centrar los esfuerzos en colaborar
prioritariamente con aquellos que mejor se adapten a nuestra misión y
que garanticen el cumplimiento de nuestra estrategia. Es aquí donde se
plasma la estrategia de diferenciación de la entidad para ser elegida por
los donantes y establecer una relación de colaboración activa con ellos.
Para ello es fundamental el conocimiento profundo de las prioridades,
necesidades y expectativas del donante preferido, de cara a ser capaces
de cumplirlas y si es posible, superarlas. Esta diferenciación puede
llegar a través de: utilizar unos enfoque de trabajo especialmente
idóneos, contar con unos profesionales altamente cualificados, ser
considerados expertos en un sector o área geográfica concreta, eficacia
en la ejecución de intervenciones de desarrollo, sólidas relaciones con
gobiernos del sur, diversidad cultural entre profesionales y voluntarios,
etc…En el caso de agencias gubernamentales, esta perspectiva debe
centrarse en conseguir el apoyo de la sociedad y la colaboración de
otras administraciones públicas, demostrando la relación positiva de
coste incurrido /valor creado de sus operaciones, ya que el donante es el
definitiva el ciudadano.
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5. Perspectiva interna: tenemos ya una clara visión de los resultados
deseados en las perspectivas de cooperación y del donante, ahora las
actividades internas deben alinearse con la proposición de valor y con
los temas estratégicos para conseguir implantar con éxito la estrategia.
Las actividades se organizan en torno a procesos internos. En este
punto se trata de identificar los procesos internos que son más
importantes o poseen más impacto de cara a conseguir los resultados
para destinatarios y donantes. Si tenemos, por ejemplo, una estrategia
para ser una organización de referencia en ayuda humanitaria,
deberemos conseguir ofrecer una excelente capacidad de operaciones
logísticas. Si nuestra intención estratégica es obtener fondos sostenidos
de grandes donantes internacionales, deberemos dedicar recursos a la
investigación de posibles donantes, su estudio y acciones de lobbying
con ellos. Dentro del proceso interno es importante reconocer el papel
de los proveedores y socios de la organización, puesto que no todas las
operaciones son llevadas a cabo por personal propio. En el caso de la
cooperación internacional el papel de las contrapartes y colaboración
con otras entidades es fundamental. Las relaciones con estos grupos
debe ser atendida y gestionada para convertirse en un factor
diferenciador y clave en el cumplimiento de la estrategia.
6. Perspectiva de aprendizaje y crecimiento: Esta perspectiva define las
competencias, conocimientos, tecnología y clima de trabajo necesarios
para alcanzar los niveles de resultados deseados. Se trata de alinear el
papel de los recursos humanos y sistemas de información con la
estrategia. En este apartado se incluirán actividades como formación,
aprendizaje colectivo, implantación de nuevas aplicaciones tecnológicas,
realización de encuestas de satisfacción del personal, reuniones
colectivas de comunicación, etc. que sean necesarias para apoyar las
actividades internas y dar así respuesta a los objetivos estratégicos.
Una vez completado el mapa estratégico ya disponemos de una representación
completa de la nueva estrategia de la organización. Para obtener el cuadro de
mando relacionado, debemos completar el mapa estratégico asignando a los
objetivos indicadores medibles para todos los elementos incluidos en el mapa.
Para cada indicador estableceremos una línea de base y unos niveles-objetivo
para cada año, hasta llegar al objetivo estratégico deseado en el largo plazo (4
años).
En el siguiente cuadro podemos ver una representación gráfica de un mapa
estratégico para una entidad de cooperación.
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Misión
Perspectiva del desarrollo
Perspectiva del beneficiario
Perspectiva del donante
Perspectiva interna
Perspectiva de aprendizaje y conocimiento
2. Alinear la organización con la estrategia
En las organizaciones de tamaño medio y grande muy a menudo cada uno de
los departamentos o áreas funcionales tiene sus propios objetivos y
estrategias, es fundamental por tanto que todas ellas estén alineados y
vinculados entre sí. Los vínculos de los cuadros de mando ayudan a gestionar
las unidades descentralizadas, comunica a toda la organización las prioridades,
temas y objetivos estratégicos comunes. Cada unidad puede incluso crear su
propio cuadro de mando con indicadores coherentes con la misión y la
estrategia, de forma que el todo supere a la suma de las partes. No es
estrictamente necesario que los objetivos de las unidades sean una mera
desagregación de los generales, cada función puede identificar cuáles son sus
actividades particulares inductoras o generadoras de resultados comunes.
El cuadro de mando integral proporciona una lenguaje común a toda la
organización que ayuda al trabajo en equipo entre funciones aparentemente
muy diferentes, pero que quedan unidas por el reto de conseguir unos objetivos
superiores comunes. La mayoría de las organizaciones tiene especialistas
funcionales que muchas veces poseen un escaso conocimiento de cómo
operan las demás funciones. Al producirse una comprensión compartida de la
estrategia y del papel que juega cada función en ella, así como de las
interdependencias que existen entre departamentos y funciones, todos pueden
participar en la discusión del progreso hacia las metas estratégicas comunes y
el impacto de las mismas. La calidad de las decisiones es mayor puesto que un
único departamento no dispone de todas las herramientas para solucionar de
manera óptima sus propios retos y problemas. El cuadro de mando favorece
pues el trabajo en equipo, la integración y sinergia interna.
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Por último, al estar toda la organización alineada con la estrategia y con unos
objetivos comunes, se promueve la creación de una cultura orientada hacia
resultados centrados en el desarrollo, los destinatarios y el donante.
3. Hacer que la estrategia sea el trabajo de todos
La llave del éxito y reto principal de una organización es conseguir involucrar a
todos sus miembros en torno a la estrategia. Los directivos utilizan el cuadro de
mando como herramienta de comunicación de la estrategia a toda la
organización, y como estructura de despliegue de objetivos de equipo e
individuales.
En relación a la comunicación, el objetivo principal del directivo debe ser
conseguir que todo miembro del equipo pase por el proceso siguiente con
respecto a la estrategia:
Conocer > Comprender > Aceptar > Trasmitir
Esto también se refiere a la misión y visión, si los profesionales involucrados no
la comprenden, difícilmente podrán aportar su capacidad individual a su
consecución más allá de consecución mecánica de las tareas encomendadas.
En este sentido es fundamental también la comprensión de los indicadores que
se incluyan en el cuadro de mando pues serán el lenguaje común posterior
sobre los que se midan los resultados y el éxito organizativo. Merece la pena
emplear tiempo y medios en su explicación a todo el personal. A veces la
palabras no pueden explicar o no son entendidas por todos de la misma
manera, los indicadores son claros y directos.
En relación al despliegue de objetivos, la principal diferencia y ventaja del
cuadro de mando, es que en lugar de comunicar los objetivos individuales a
corto plazo de manera aislada (como por ejemplo ocurre en la dirección por
objetivos), se comunica la totalidad de la estrategia a largo plazo a toda la
organización, explicando cuál es el papel que juega el equipo, departamento o
individuo en ella. De esta forma, se fomenta la participación y compromiso del
empleado que es capaz de innovar, buscar nuevas metas y nuevas formas de
hacer dentro de su función, con el objetivo de alcanzar la estrategia y visión
común.
4. Hacer que la estrategia sea un proceso continuo
Hoy en día el presupuesto es casi el único instrumento de control de gestión
generalizado, pero lamentablemente ofrece una visión muy a corto plazo y
limitada a indicadores financieros de la marcha de una entidad. El cuadro de
mando no pretende ni está diseñado para ser un sustituto del presupuesto,
pero si un complemento al mismo, es por ello fundamental que ambos estén
alineados e integrados. La idea sería utilizar el cuadro de mando para gestionar
el despliegue y evolución de la estrategia, y el presupuesto general para el
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control de la táctica junto con el control económico de las actuaciones. La unión
entre cuadro de mando y presupuesto es un proceso en cascada con las
siguientes etapas:
1.
2.
3.
4.
5.
Definir la estrategia (4 años)
Traducirla en cuadro de mando integral
Fijar objetivos intermedios a alcanzar (2 años)
Identificar iniciativas estratégicas y necesidades de recursos
Asignar recursos en presupuesto (1 año)
La llave de la unión entre estrategia y táctica, es la definición de objetivos
intermedios, e iniciativas (acciones) estratégicas asociadas necesarias para
llegar a ellos, que orienten la asignación de recursos que se debe realizar
desde los presupuestos anuales. Estos objetivos marcarían el camino a seguir
a corto plazo para alcanzar los objetivos generales a largo plazo.
Las iniciativas estratégicas son aquellas acciones o proyectos que cada
departamento debe llevar a cabo de manera integrada con sus operaciones
habituales para conseguir que los objetivos estratégicos comunes puedan
cumplirse. De otra forma el trabajo diario queda desconectado de la estrategia.
El proceso de planificación deseado es el siguiente:
Estrategia > Objetivos > Indicadores > Niveles > Iniciativas
Las iniciativas ayudan a la organización a alcanzar sus objetivos estratégicos,
no son fines en sí mismas, algo que habitualmente se confunde en las
entidades de cooperación al desarrollo.
Es también de utilidad incluir dentro del presupuesto anual una partida
destinada a las iniciativas estratégicas (presupuesto estratégico), que identifica
y asigna recursos para nuevas operaciones, capacidades, servicios, alianzas,
que deben crearse en el corto plazo para cumplir el plan. Por otra parte el
cuadro de mando integral proporciona un excelente filtro para evaluar si las
iniciativas o proyectos que se presentan son realmente válidas de cara al
cumplimiento de la estrategia.
Para el seguimiento de la estrategia es fundamental la creación de una reunión
directiva periódica que, con menor frecuencia de la operativa, se enfoque
exclusivamente en la revisión del progreso de indicadores y resultados, así
como de la validez de la hipótesis incluida en el cuadro de mando integral. De
esta manera y a través de trabajo en equipo se pueden tomar medidas de
corrección para asegurar su cumplimiento, así como estar atentos y reaccionar
ante posibles nuevas influencias externas que obliguen a una revisión de la
estrategia actual.
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5. Movilizar el cambio a través del liderazgo ejecutivo
La principal característica que diferencia a un líder de un gestor es su
capacidad de incitar y gestionar el cambio. Sin la participación decidida y
comprometida del equipo directivo la implantación de una nueva estrategia (con
o sin cuadro de mando) no tendrá lugar. La primera tarea del líder es transmitir
a su equipo el convencimiento de la necesidad del cambio. Toda estrategia
organizativa tiene su origen en intentar mejorar una situación actual crítica,
responder ante una nueva amenaza exterior o conseguir anticiparse a
situaciones negativas que están por venir. El líder debe ser capaz de hacer
comprender la necesidad de cambiar a demás de dar forma a una visión
positiva y deseable de la organización tras la implantación de la estrategia.
Una vez iniciado el cambio los directivos necesitan herramientas para gestionar
el mismo. En este sentido la monitorización a través de la medición y
seguimiento de indicadores es fundamental para conseguir orientar a la
organización en la travesía hasta su nuevo destino. Los indicadores
estratégicos no son controladores de lo que ha pasado hasta ahora (pasado),
sino que son marcadores, balizas, puntos de atención sobre el camino a seguir,
con la intención de movilizar a la organización hacia las metas a alcanzar
(futuro).
En la propia esencia del cuadro de mando está presente la necesidad de
compartir el trabajo de la consecución de la estrategia, en toda la organización.
El estilo de liderazgo más adecuado para su implantación es el llamado
liderazgo participativo, que favorece la comunicación, participación, innovación
y trabajo en equipo de todos los empleados como medios para llegar a los
objetivos finales deseados. El liderazgo participativo promueve y anima a la
participación de los demás en los temas importantes para la organización. Las
ventajas de este tipo de liderazgo en combinación con la utilización de cuadros
de mandos son claras:
• Mejoran la calidad de las decisiones al disponer de más cantidad de
conocimientos e información en el proceso.
• Las personas que consideran tienen influencia sobre la creación y
despliegue de la estrategia generan un sentimiento de propiedad de la
misma que aumenta las posibilidades de implantación con éxito.
• Los empleados se encuentran más satisfechos y motivados al darse
cuenta de que la dirección comparte con ellos las cuestiones
organizativas más importantes.
• Hay un desarrollo y concienciación de una cultura de resultados en toda
la organización.
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