68 por otro nombre Aldonza Lorenzo, se ha perdido

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EL
ÁLBUM.
por otro nombre Aldonza Lorenzo, se ha perdido
en el gi-an libro do Cervantes, enti-e las brillantes imaginaciones de Don Quijote, y las infundadas suposiciones de Sancho. POR eso es bueno
recordar lo que el mismo Cervantes dice de Dulcinea, cuando D . Quijote la recuerda para enamorarse de ella y hacerla señora de sus pensamientos.
ISío pedia Cervantes haber elegido una mujer fea
para ponerla en la imaginación del andante caballero, y que de ella saliera, purificada en los reci-eos de su casto amor, la mujer, ilusión de todos
los siglos: eligió, si, una labradora, poro una labradora, "de muy buen parecer," es decir una
hermosura sencilla, casta, pura, inocente, en la
cual dejarían las auras de abril sus frescos bes -s,
y para la cual los lirios del campo derramarían
sus perfumes.
De esta mujer presenta Corvantes enamorado
á P . Quijote en el principio do su libro, cuando
ya tenia, el que habia de ser famoso caballero,
limpias sus armas, hecho del moiTÍon celada, puesto nombre á su rocín y confirmádose á si mismo."
El concepto primordial de es-^a mujer se extravia luego en la acalorada imaginación del caballaro andante; pero siempre es puro y noble
su intento, magnifica y deslumbradora la nueva
creación.
Es Dulcinea, para el ingenioso hida'go, la reina
d e la hermosura que vive en opulento alcázar, r o deada de doncellas, y cuya ocupación constante era
ensartar perlas y bordar con o r í en telas de sirgo
cmp esas para su cautivo caballero; que despedía
de sí, de su dulcísimo aliento, un olor sábeo, una
fragancia aromática, como rosa entre espinas, lirio
del campo y azahar desleído. Las doncellas eran
"un ascua de oro, todas mazorcas de percas, todos
diamantes, todas rabies, todas telas de brocado de
más de diez altos, con los cabellos sueltos por las
espaldas, como otros tantos rayos de sol que juegan con el viento. Ella, en fin, pasmo de hermosura',
más hermosa qne Oriana, más gentil que todas las
hermosuras por quienes perdieron el sueño todas
los caballeros andantes; y mas honesta, finalmente,
como lo probó la suei-te de las armas, que la hermosa Casildea de Vandalia.
. Tuvo la desgracia el enamorado caballero de no
ver nunca con sus ojos, no yá la ilusión de su mente, que era un imposible, pero ni aun la agraciada
y hermosa labradora de su primer amor. Requiriéronle de amores enamoradas doncellas, vióse
solicitado por blandas hermosuras; pero siempre
permaneció fiel y leal á la dama de sus pensamientos. Una sola vez cree, el que era la columna
d e la andante caballería, que vá á tener la dicha
d e ver cara á cara á Dulcinea y ]oh dolorl postrado
á los pies del que cree su ídolo, encuéntrase con
una zafia lugareña, que cabalga Ihorrorl patiabier-
to sobre un mohino b o n i c o . ¡Qué suerte tan negra
la de aquel honrado amante! Cuando hasta las
aves del campo pueden decirse sus amores en
amantes trinos, saltando de rama en rama y gujeteando con sus picos; cuando un Medoro puede
avergonzar á las ninfas de las fuentes, poniendo su
negra mano sobre los blancos encantos de Angélica: cuando hasta su fiel escudero puede refocilarse
con su oíslo, él, á quien:
hiñó el "Amor con su azote
no con su blanda correa..."
no lleja jamás á tener la dicha de ver á la pudorosa doncella del Toboso.
Modelo de cartas enamoradas será siempre
aquella que D . Quijote remitió con Sancho á Dulcinea.
uSoberana y alta Señora;(le dice).Et ferido de jnmta de ausencia y el llagado de las
telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te
envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me
desprecia, si tu valer no es mí pro, si tus desdenes
son en mi afincamiento, maqüer que yo sea asaz de
sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero
Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata,!
amada enemiga mia, del modo que por tu causa quedo: si gtistares de acorrerme, tuyo soy, y si no haz lo
qne te viniere en gusto, que con acabar mi vida herré
satisfecho á tu crueldad y d mi deseo. Tuyo hasta la
muerte. El Caballero de la triste Figura.«
Sale Sancho volando para el Toboso, tardo
mensajero de amor, y cuando vuelve á la presencia
de su dueño, pregúntale este inquieto y anhelante:
[Dónde, cómo y cuándo hallaste á Dulcinea? jqué
hacía? iqué le dijiste? ¡qué te respondió? [qué rostro hizo cuando leía mi carta? ¡besóla? [púsola SObre su cabeza?
¡Ay, y la famosa carta, digna de esculpirse en
mármole •, no habia salido del poder de D . Quijote! Y sobre le desventura de ci'cerla con-egida y
aumentada con más de trescientas almes y vidas
y ojos mios, que el bellaco de Sancho, se permitió
encajarlo, todavía tuvo que oír el penitente caballero la siguiente re'acion de la embajada.
Señor, dijo Sancho, hallé á mi señora Dulcinea
ahechando dos hanegas de trigo rabión en un corral de su casa. Cuando le iba á entregar la carta
estaba ella en la fuga del meneo de una buena parte de trigo, que tenía en Ir^ criba, y díjome: poned,
amigo, esa carta sobre aquel costal, que no la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo quo
aquí está. Y en verdad, señor que con razón la
llamáis alta pues á buena fé que me lleva á mí mas
de un codo: he tenido la suerte de medirme con
ella cuando entre JOS dos hemos cargado un costal
de trigo sobre tu jumento; sintiendo al acercarme
á ella un olorcillo algo hombruno y debía de ser
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