El realismo mágico y La casa de los espíritus

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ISABEL ALLENDE: LA CASA DE LOS ESPÍRITUS
EL REALISMO MÁGICO EN LA CASA DE LOS ESPÍRITUS
El realismo mágico y La casa de los espíritus
En la década de los 60, los lectores de todo el mundo asistieron a un fenómeno literario y
editorial de gran trascendencia para el continente latinoamericano: el surgimiento de grandes
escritores que renovaron la forma y los temas de la narrativa desde una perspectiva
singularmente latinoamericana y, a la vez, universal y de gran calidad. En esa década se
publican obras tan emblemáticas como La ciudad y los perros, del peruano Mario Vargas
Llosa; Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez; Informe sobre
ciegos, del argentino Ernesto Sábato; Rayuela, del argentino Julio Cortázar; Tres tristes
tigres, del cubano Guillermo Cabrera Infante… Es el ‘boom’ de la nueva novela
hispanoamericana.
Para los lectores españoles (y, en general, los europeos), desatentos a la novela
hispanoamericana hasta entonces, obras como éstas produjeron el mayor asombro.
Inmediatamente se descubrió y se devoró con avidez la obra de los autores citados (y de
otros). Estamos ante un «arte nuevo» que ocupa ya un lugar preeminente en la novela mundial.
Uno de los rasgos principales de los nuevos novelistas es la integración de lo fantástico
y lo real. Desde el primer momento, se habló de realismo mágico o de lo real maravilloso. El
realismo mágico consiste en una representación compleja del mundo, que admite al mismo
nivel lo racional, lo onírico y lo fantástico.
La nueva narrativa describe cosas imaginarias o sobrenaturales como si fueran reales o
cotidianas, y las cosas cotidianas como si fuesen imaginarias o sobrenaturales. Aparece como
la única posibilidad de tratar la realidad suramericana, muy distinta a la europea por los
elementos mágicos indígenas que consideran las leyendas y la magia como partes integrantes
de la realidad. Sobre un fondo real, se proyectan elementos fabulosos, como si fueran un
constituyente más de esa realidad. La realidad «no tiene límites», afirma Vargas Llosa,
puesto que a la realidad pertenecen, a la vez, objetos y sueños, hechos constatables y
supersticiones populares, realidades materiales y elementos sobrenaturales.
En una entrevista, Isabel Allende afirmaba: «Hay que darle importancia a los sueños, a las
premoniciones, al instinto. Hay veces que, para mí, es más importante lo que soñé por la noche que lo
que vi durante el día. Yo siempre he tenido esa especie de intuiciones, y tanto a mis hijos como a mis
nietos, siempre los soñé antes de que nacieran».
En este sentido, a propósito del personaje de Clara, leemos en el Capítulo III:
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«Clara habitaba un universo inventado para ella, protegida de las inclemencias de la vida, donde se
confundían la verdad prosaica de las cosas materiales con la verdad tumultuosa de los sueños, donde
no siempre funcionaban las leyes de la física o la lógica.» (Capítulo III: “Clara, clarividente”)
En La casa de los espíritus, de Isabel Allende, la autora se sirve de la cotidianeidad de una
familia para introducir elementos sobrenaturales que son vistos con naturalidad por los
personajes. La trama se vale de ellos para intentar la complejidad de la realidad. Ofrece,
además, una visión femenina del realismo mágico, relacionando lo maravilloso e inexplicable
con la propia condición femenina.
Así, podemos señalar como rasgos generales del “realismo mágico” presentes en La
casa de los espíritus los siguientes:
a) Los elementos mágicos/fantásticos son percibidos por los personajes como parte de la
‘normalidad’: los poderes de adivinación o telequinesia de Clara, por ejemplo. Estos
elementos mágicos con toda naturalidad y el narrador no necesita explicarlos
racionalmente.
b) Se puede asimilar el contenido de la novela a las narraciones de mitos y leyendas, en la
órbita de la tradición cultural indígena de América Latina. La casa de los espíritus es la
historia de una genealogía familiar (como muchos mitos) que simboliza el país, con actos
fundacionales, destrucciones... Por su parte, algunos personajes están presentados
también bajo un tratamiento mitológico (Rosa, la bella, se acerca a un ser mitológico).
c) Contiene multiplicidad de narradores, con el fin de darle distintos puntos de vista a una
misma idea y mayor complejidad al texto. Se podría decir que La casa de los espíritus es
un texto polifónico: tiene dos narradores en primera persona (Alba y Esteban Trueba,
abuelo de Alba) y un narrador omnisciente en tercera persona. Con todo, se podría
afirmar que la narradora esencial es Alba, la nieta, que reconstruye la historia de épocas
que ella no ha conocido utilizando unos «cuadernos de anotar la vida» de la abuela Clara.
d) El tiempo es percibido como cíclico, no como lineal. De ahí que la personalidad de las
mujeres de la familia se repita, o que la obra comience y concluya con las mismas
palabras: «Barrabás llegó a la familia por vía marítima...» (Alba abre y cierra la novela en
primera persona). Aunque el avance cronológico es sencillo de entender, se procede a
pequeñas rupturas de la linealidad temporal, con alusiones al pasado (regresiones) y
anticipando hechos:
«Pero todo eso fue mucho después.» (Página 235)
«… dentro de algunos años sería el instrumento de una tragedia para su familia.»,
(refiriéndose al nieto bastardo Esteban García).
Con estos juegos temporales se busca una explicación del presente en el pasado.
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EL REALISMO MÁGICO EN LA CASA DE LOS ESPÍRITUS
e) La muerte está muy presente en la vida de los personajes: pone de manifiesto la
transitoriedad de todo lo terrenal. En La casa de los espíritus se rompe la estricta barrera
entre la vida y la muerte con los episodios sobrenaturales (muertos que se aparecen, como
Clara, o Férula, que avisa de su muerte). En realidad, es una muestra más de la mezcla
entre los planos de realidad y fantasía: hay hechos de la realidad cotidiana combinándose
con el mundo irreal, fantástico.
f)
El realismo mágico comparte con el Barroco su gusto por la hipérbole, por el exceso. Por
ejemplo, la belleza de Rosa: «Posó la vista en Rosa, la mayor de sus hijas vivas, y, como
siempre, se sorprendió. Su extraña belleza tenía una cualidad perturbadora de la cual ni
ella escapaba, parecía fabricada de un material diferente al de la raza humana.» (Capítulo
I: “Rosa, la bella”). Aunque se trate de una exageración, no algo sobrenatural el realismo
mágico le confiere un barniz maravilloso.
Otro ejemplo de hipérbole lo tendríamos en Barrabás: «[…] tenía una ilimitada capacidad
de crecimiento. A los seis meses era del tamaño de una oveja y al año de las proporciones
de un potrillo. La familia, desesperada, se preguntaba hasta dónde crecería y comenzaron
a dudar de que fuera realmente un perro.» (Capítulo I: “Rosa, la bella”).
En fin, la magia de los ambientes, la extravagancia de sus personajes y la ferviente
imaginación con la que la autora desvela el lado oculto de la vida cotidiana y, sobre todo, la
ambigüedad con que presenta las situaciones que se mueven entre el lado real y fantástico son
parte del estilo particular de los autores latinoamericanos conocido como realismo mágico,
autores que, condicionados por el ambiente en el que viven, por la naturaleza fantástica y por
la tradición mágica de Hispanoamérica, producen una literatura rica en hipérboles e imágenes
sorprendentes.
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