INSTITUTO TÉCNICO SALESIANO “VILLADA” TALLER PARA PADRES DE ALUMNOS DE 3º AÑO “LOS LÍMITES EN LA ADOLESCENCIA” “Una educación sin normas claras y bien definidas implica para los hijos un mundo sin referencias en el que se encuentran desorientados y desprotegidos”. Cuando los seres humanos nacen no saben cómo deben comportarse, sino que nacen siendo inmaduros, impulsivos, insaciables y sin disciplina. Por esta razón, los padres y las madres deben enseñarles lo que se espera de ellos/as, para establecer reglas y normas para el buen comportamiento y para definir y hacer cumplir las consecuencias de dicho comportamiento. Desde pequeños estamos confrontados con los límites. Al principio experimentamos el límite de nuestro propio cuerpo (frustración por no poder andar, alcanzar algo,…), posteriormente, sentimos la frustración por no poder acceder a todo lo que queremos. La aceptación de los límites va a la par de la aceptación de las frustraciones. Poco a poco los límites se van interiorizando, se van conociendo y se aprende a respetarlos. Pero en la adolescencia, la pregunta de los límites vuelve a aparecer. Los cambios corporales y psicológicos hacen que el adolescente ponga en duda lo que se le ha impuesto hasta el momento. Ahora se siente más fuerte, se cree en condiciones de comprenderlo todo, y su pensamiento se autonomiza. No es sino destruyendo el modelo que sus padres le proponen, que construirá su personalidad. En el fondo, él no desea que las reglas sean totalmente abolidas, sino que necesita que evolucionen. Así el adolescente se debate entre su rebeldía y la autoridad que sigue necesitando. La búsqueda de este nuevo y necesario rol, en donde el chico ya no es más un niño pero tampoco un adulto, es muy dificultosa para el joven y para toda la familia. Si su hijo o hija no aprende los límites que son inaceptables para usted, seguramente los aprenderán, de forma mucho más dura, por la propia sociedad. Necesidad de los límites para el desarrollo humano. Poner límites es necesario para el desarrollo humano. Es un elemento estructurante de la personalidad y de la propia identidad. Los límites nos ayudan a encauzar la agresividad y la sexualidad, que son las dos pulsiones más intensas y profundas que tiene el ser humano. Ejercitan la capacidad de tolerancia a la frustración y generan el registro de que es muy diferente desear algo y poder satisfacerlo. A los adolescentes los límites les proporcionan un margen claro en el cual moverse, desarrollarse y auto controlarse o regularse. ¿Cuándo nos equivocamos al poner límites? Cuando nos asusta defraudar a nuestros hijos/as. Cuando no sabemos o no queremos decir “no”. Cuando no queremos frustrarles... (”ya sufrirán cuando sean mayores”). Cuando nos preocupa ser considerados autoritarios. Cuando no queremos que sufran lo que sufrieron otras generaciones. Cuando compensamos la falta de tiempo y dedicación con una actitud indulgente (y culpable). Cuando se tiene miedo al conflicto y a sus malas caras. Consecuencias de la falta de límites Dificultad para el control emocional (inestabilidad afectiva, reacciones desproporcionadas, baja tolerancia a la frustración, agresividad). Dificultad en la convivencia. Nivel de rendimiento escolar bajo. Falta de capacidad de afrontar situaciones estresantes (exámenes, ...). Antes de fijar límites, empecemos por nosotros… Antes de establecer límites, es necesario prepararse y considerar algunos aspectos vitales para el desarrollo de nuestros hijos y para el mejor aprendizaje de nuestra tarea. Prepararnos adecuadamente requiere: a) Registrar quién es usted, quién es su hijo y el vínculo que existe entre ambos. Aunque esto parezca evidente, puede desdibujarse cuando la tensión crece y el conflicto se agudiza. b) Conocer las razones por las cuales es preciso fijar un límite. c) Estar preparados para reaccionar racionalmente a la respuesta de nuestros hijos, que no recibirá el límite con agrado. d) Prepararse previamente par mantener la calma. Si reaccionamos impulsivamente, correremos el riesgo de caer en la doble tentación del autoritarismo o del “dejarlos hacer.” e) Solicitar ayuda a nuestra pareja, si creemos que en el momento de establecer límites nos dejaremos llevar por nuestros impulsos. Es bueno prepararse como si fuéramos a rendir un examen, porque realmente lo es: constituye una oportunidad para constatar si logramos transformar un momento difícil en aprendizaje para nosotros mismos y para nuestro hijo adolescente. Algunas pistas a la hora de establecer límites. El establecimiento de límites implica un aprendizaje dinámico que se va modificando de acuerdo a cada familia, a la edad de nuestros hijos y a muchos otros factores que intervienen en la realidad. Los puntos que siguen son apenas algunos criterios y consejos1 para hacerlo de la mejor manera posible. a) Comuniquémosle que queremos hablar con él y establezcamos una hora para hacerlo: Los temas difíciles no deben ser abordados por impulso, sino que pueden y deben ser planificados. Cuando nos encontremos dispuestos para dialogar, procuremos hacerlo en un ambiente que favorezca la intimidad y la distensión. b) Cuando tengamos que solucionar conflictos, recordémosle que lo amamos y que sabemos lo inteligente y capaz que es: Al fijar límites, la crítica y los ataques no deben estar presentes. Debemos incluir en la conversación, palabras de aprecio. c) Elijamos asuntos importantes: Es preciso asegurarse de que los límites que establecemos son para corregir asuntos de vital importancia y que no están relacionados con cuestiones de gusto y preferencias, que de hecho varían de acuerdo a las personas. 1 Wipfler, Patty. “Cómo apoyar a los adolescentes”, Parentes Leadership Institute. d) Digámosle cómo nos sentimos y por qué: Las palabras se reciben de manera muy diferente si las comunicamos como un mandato o si, por el contrario, el límite brota de una experiencia de vida o de nuestros sentimientos y necesidades. En lugar de atacarlo con sermones y retos (“ya me hartaste”, “quien te crees que sos”, “en esta casa mando yo”), nuestro hijo entenderá mejor por qué nos preocupamos si le contamos nuestras razones (“cuando no sé dónde estás me preocupo mucho”, “creo que las cosas serían más fáciles para los dos si me avisaras dónde estás”). e) Si empezamos a atacarlo, detengámonos: A veces no somos muy buenos tratando asuntos difíciles sin enojarnos, criticar o atacar. Si lo hemos hecho, más tarde pidamos disculpas. Para nuestros hijos es muy significativo que reconozcamos los errores que cometemos cuando las emociones nos confunden. f) Acordemos un momento futuro para evaluar con nuestro hijo cómo marchan las cosas y reconsiderar los límites que fijamos juntos: Tratemos de cumplir el límite de una manera rigurosa por un tiempo, luego califiquemos juntos sus efectos y volvamos a analizar la situación. g) Cuando se trate de un problema que implique un peligro inmediato, actuemos decididamente para fijar un límite: Cuando un adolescente pone en peligro su integridad y la de otros, no está en condiciones de responder a límites que se fijan verbalmente. No es el momento de discutir, ni de hacerlo entrar en razones. Eso sucederá después, cuando tenga la lucidez suficiente para analizar lo ocurrido. i) Ampliemos paulatinamente el margen de los límites: Hay dos criterios que nos indican que es tiempo de ampliar los límites. En 1º lugar, cuando nuestros hijos cumplen lo acordado. En 2º lugar, cuando nuestros hijos actúan con responsabilidad. En estos casos es bueno ampliar algunos límites, para premiar los esfuerzos y acrecentar la confianza y la autonomía. j) Dejemos un margen de negociación y expresemos con claridad aquello que es indiscutible: Los límites pueden tener cierta flexibilidad, y esto es lo que permite la negociación, el intercambio y una mayor racionalidad. Pero a la vez debe quedar muy claro aquello que no forma parte de la negociación. k) Acordar algunos límites junto con otros padres aliados: Una de las grandes dificultades que enfrentamos como padres es comprobar que algunos criterios que adoptamos para aplicar ciertos límites, contrastan con las actitudes asumidas por otros padres. Sería interesante aliarse con ellos para que resulte natural asumir algunos criterios racionales que protejan la vida de nuestros hijos y promuevan su desarrollo. Los padres solemos sentirnos desilusionados, frustrados y fracasados cuando un hijo transgrede los límites. Cuando vuelven a nosotros, lo mejor no es hacerles sentir su error con frases como: “¡Viste que tenía razón!”. Ésta es otra manera de perdernos la oportunidad de aprender juntos. Después de todo, los límites –si son adecuados- son manifestaciones de amor, hechas con amor y por amor. ACTIVIDAD GRUPAL 1) PRESENTACIÓN: * De los coordinadores (padres de la UPA) * De los papás integrantes del grupo 2) ACTIVIDAD 1 Se presentan a continuación una serie de preguntas para orientar la reflexión grupal. Se sugiere leerlas todas en primer lugar, para pasar luego a un debate grupal sobre las mismas. En el video se presentaban diferentes maneras de establecer límites: ¿Cómo se sintieron al ver los videos? ¿Se sintieron identificados con alguna manera de establecer límites que allí se presentaba? Cuando Uds eran adolescentes ¿Cómo fijaban los límites sus padres y cómo los establece Ud ahora? ¿Qué le provoca poner límites a su hijo? Cuando toma la decisión de poner límites, ¿lo hace siempre racionalmente? Recuerde alguna vez que no haya podido hacerlo racionalmente y las consecuencias que tuvo. ¿Cómo actúa cuando su hijo transgrede los límites? ¿Qué resultados obtiene? ¿Cuáles son los obstáculos que se presentan al momento de poner límites? Cuando su hijo presenta el comportamiento o actitud que usted quiere corregir, y no puede corregir, ¿Qué es lo que Ud siente y piensa en ese momento? ACTIVIDAD 2: De acuerdo a lo conversado por el grupo, escribir en la hoja en blanco algunas sugerencias a la hora de establecer límites a nuestros hijos. Esto es para que podamos comunicar a los otros equipos, en forma rápida, el resultado de vuestro diálogo. ACTIVIDAD 3: Elegir 2 miembros del grupo que los representen en el plenario final.