Ivan Klíma, nacido en Praga en 1931, descubrió que sus padres eran judíos a raíz de la ocupación de Checoslovaquia por parte de las tropas de Hitler. 'Mis padres rechazaban no sólo la religión sino también su identidad judía. Hasta el comienzo de la guerra no había oído nunca la palabra judío, ni a modo de insulto'. Con el inicio de la guerra, fue obligado a llevar la estrella de David en el pecho con la palabra judío escrita en ella. Me encerré en casa, donde no paraba de leer. Surgía una prohibición tras otra. Primero, no podías abandonar la ciudad, después no podías ir al colegio, al teatro, al cine, al parque, ni viajar en el primer vagón del tranvía. Al ingresar en el campo de Terezin -a 80 kms de Praga-, se convirtió en un prisionero auténtico, perdí mi nombre y me asignaron un número que aún recuerdo: el L54. Su afición por la literatura empezó allí. 'Lo primero que escribí fue un poema sobre el suicidio y tres textos cortos sobre Praga. Los escribí durante las clases a las que asistí en el campo durante dos meses. Fue mi única experiencia escolar durante la guerra'. Durante su internamiento en Terezin, el escritor praguense fue testigo de lo bajo que podía llegar a caer el ser humano: 'En el momento en que un régimen criminal viola la ley, cuando los que se encuentran por encima de la ley, intentan privar a los otros de su dignidad y de sus derechos básicos, la moral de estos últimos se ve profundamente afectada'. Aprendió a convivir con la constante presencia de la muerte. 'La gente moría en la habitación donde yo dormía. Morían a docenas. Transportes de cadáveres desfilaban por mi infancia, carros de la funeraria con montones de ataúdes de madera sin pintar, carros empujados y tirados por la misma gente, algunos de los cuales acabarían en aquellos mismos carros. Cada día leía las largas listas que incluían los nombres de aquellos que no habían llegado con vida a la mañana siguiente.' Con 14 años, después de tres años y medio en el campo, tuvo lugar la liberación. Klíma salió de aquel infierno con la determinación de convertirse en escritor. 'Conseguí sobrevivir cuando casi toda la gente que me rodeaba había muerto. Tenía la sensación de que tenía una misión: ser la voz de aquella gente, su grito de protesta contra aquellos que les habían echado de este mundo. Decidí escribir para conservar la memoria de una realidad que parecía estar hundiéndose en un irrevocable e impuesto olvido. La lucha por trascender nuestra propia muerte es quintaesencialmente humana. El sentimiento de que la muerte debería no ser el final es uno de los sentimientos existenciales básicos. Al luchar contra la muerte, luchamos contra el olvido, y viceversa: al luchar contra el olvido, luchamos contra la muerte'. Un tiempo después de la liberación tuvo claro que 'la fuerzas del bien, representadas principalmente por el Ejército Rojo, triunfaron'. Como a otros supervivientes, 'me costó algún tiempo comprender que no siempre son las fuerzas del bien las que se enfrentan a las del mal, sino que son dos fuerzas del mal las que luchan entre ellas por el control del mundo'. Una vez finalizada la guerra, estudió literatura en la Charles University bajo el régimen comunista. 'Degenerados' como Sartre, Steinbeck y Faulkner desaparecieron de las librerías a la vez que 'Kafka no existía'. Hizo la tesis sobre Karel Capek, el escritor y periodista prohibido, después rehabilitado por Moscú. El padre de Klíma -que se había alistado al Partido Comunista en Terezin- fue condenado a 18 meses de prisión en 1953. En esa época trabajó como editor con Milan Kundera y el poeta Miroslav Holub en la revista de arte Kveten (mayo). Como editor adjunto entre 1963 y 1967 del Literarni Noviny, el diario semanal de la Unión de Escritores Checos, Klíma se convirtió en una figura destacada durante la Primavera de Praga de 1968, el movimiento de reforma o 'socialismo con rostro humano' de Alexandr Dubcek. En un congreso de escritores en 1967, el escritor praguense exigió el fin de la censura junto a otros colegas, por lo que fue expulsado del Partido. En 1970 le prohibieron publicar en Checoslovaquia, por lo que sus libros desaparecieron de las librerías y su pasaporte le fue confiscado. Más adelante le fue retirado el permiso de conducir, fue objeto de espionaje y le cortaron la línia telefónica. 'Aún así me sentía optimista. Comparado con la guerra, nadie iba a intentar matarme ni arrestarme'. Ivan Klíma empezó a organizar reuniones clandestinas mensuales en su casa con escritores, con el objeto de leer sus obras. Entre ellos se encontrabanVáclav Havel (último presidente de Checoslovaquia), Ludvik Vaculík (el escritor y editor clandestino de los disidentes checos durante el comunismo) y Alexandr Kliment. Sin embargo, al cabo de un año, la televisión checa se infiltró con una cámara oculta en su casa. Fue entonces cuando decidió escribir a máquina sus obras y distribuirlas entre sus amigos y conocidos. Aquellas Samizdat o copias clandestinas fueron pasadas de contrabando a editores checos en el extranjero. Klíma -uno de los primeros escritores checos en ver publicados sus libros fuera de su país- se convirtió bajo el régimen de Gustav Husak, en anfitrión no sólo de escritores disidentes sino de escritores extranjeros tan reconocidos como John Updike, Kurt Vonnegut, William Styron y Kingsley Amis. Algunos críticos literarios de países de Europa Occidental se muestran sorprendidos por la poca presencia que tiene la política en su obra, aunque en opinión de Klíma 'incluso la literatura en que no se trata la política puede responder a preguntas que se hace la gente. El autor checo escribe a menudo sobre 'el amor, la infidelidad y reconciliación en parte porque me pasó a mí y a mi mujer, aunque descubrí que era un problema que tenía todo el mundo en mi país'. Klíma está convencido de que la cultura underground contribuyó a la naturaleza pacífica de la Revolución de Terciopelo de noviembre de 1989. Tres meses después de la abolición de la censura, dos de sus obras ya se vendían en librerías, y tenía una obra de teatro en cartel. Durante aquellos años algunos de sus libros llegaron a vender más de 150.000 ejemplares. En la República Checa, la opinión de la prensa acerca de la obra de Ivan Klíma está dividida. Algunos afirman que su prosa está pensada para ser exportada al extranjero. 'No les gusta cuando alguien tiene éxito fuera'. En 2002 recibió una Medalla por los servicios prestados al país de manos de Václav Havel, y unos días después, el Premio Franz Kafka. A lo largo de casi 50 años el escritor checo ha escrito ensayos, obras de teatro, novelas y relatos a pesar de que sus libros estuvieron prohibidos durante más de 20 años. Desde la Revolución de Terciopelo de 1989 se ha convertido en un escéptico observador de una ciudad, Praga, cuyo emblema, el puente de Carlos, ha sido tomado estos últimos años por los turistas, y los clubs de alterne y las discotecas hacen la competencia a los monumentos góticos y al Art Noveau. Con Kundera y Skvorecky viviendo en París y Toronto respectivamente desde 1989 y la muerte de Bohumil Habral en 1997, Klíma es el escritor de mayor reputación de la República Checa en la actualidad. Sus obras se han traducido hasta el momento a 29 idiomas. Philip Roth, que defendió la obra del escritor checo en el extranjero mientras estuvo prohibida en su país natal, encontró una afinidad entre Klíma y Kundera en 'la simpatía que sentían por lo eróticamente vulnerable, su lucha contra la desesperación de la política, su meditación acerca de la sociedad, y su obsesión por el destino de los parias. Pero según Roth, Klíma es la antítesis de Kundera. Su tranquila, poco exuberante y divertida prosa, además de su ficción en parte autobiográfica, destaca por su clara honestidad. Como escritor, siempre ha considerado a la literatura como un camino hacia la libertad, como una forma de esperanza. En opinión de Philip Roth, -que encontró el corte a lo Beatle del autor checo, indicativo de 'un intelectualmente evolucionado Ringo Starr'Klíma constituía 'una atractiva mezcla de energía e imperturbabilidad, el más vital de los disidentes.'