tema 4 literatura 2014-15

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4. El Modernismo. Características. La repercusión de Rubén Darío y el Modernismo
en España.
4.1. El Modernismo: definición y características.
4.2. La trayectoria poética de Rubén Darío.
4.3. La repercusión del Modernismo en España: Valle-Inclán, los hermanos Machado y
Juan Ramón Jiménez.
___________________________________
4.1. El Modernismo: definición y características.
El concepto de <<Modernismo>> ha de entenderse en un sentido amplio, ya que define no solo
un movimiento literario, sino también una corriente de pensamiento que proclama una nueva
actitud ante la vida. Según Federico de Onís, <<el Modernismo es la forma hispánica de la crisis
universal de las letras y del espíritu que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX y que se había
de manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política y en los demás aspectos de la vida
entera, con todos los caracteres, por tanto, de un hondo cambio histórico...>>
El Modernismo literario surge en Latinoamérica en torno a 1880, encabezado por el cubano José
Martí y el nicaragüense Rubén Darío. En sus orígenes viene a ser una réplica que América Latina
da a la tradición española. Los jóvenes modernistas quieren afirmar sus raíces americanas y
rebelarse contra todo lo que suene español.
La máxima por la que se rige este movimiento es la belleza absoluta y la perfección formal de la
obra de arte. Sus raíces se encuentran en la tradición romántica, simbolista y parnasiana de la
literatura francesa, básicamente, con algunas influencias de la literatura estadounidense, italiana e
inglesa. Estas fuentes literarias comportaron no solo la renovación del léxico, del ritmo y de la
métrica del poema, sino también la creación de una estética que, por primera vez, se exporta a
otras literaturas.
El movimiento modernista supone el rechazo de la realidad cotidiana e inmediata. Ante esta
situación, el escritor tiene dos alternativas:
! Escapismo para lo que crean un mundo imaginario, lo que da lugar al Modernismo externo,
visual, ornamental y exótico. Este Modernismo sitúa la acción en espacios irreales y puebla los
poemas de hadas, ninfas, centauros, caballeros y princesas. Los modernistas se sienten atraídos
por lo raro, lo novedoso y todo aquello que pueda aportar preciosismo y sensualidad a los
escritos: la India fantástica, los Imperios asiáticos, la cultura griega, la historia antigua o el mundo
caballeresco. Este afán de evasión, heredado de los románticos, les lleva también a reivindicar
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sus orígenes. Se incorporan a los poemas los héroes, mitos y tradiciones de las culturas
precolombinas.
! Indagar en su interior, lo que origina el Modernismo intimista. Este constituye la respuesta del
poeta a su melancolía, sus preocupaciones internas y su angustia, en ocasiones casi existencial.
El pesimismo, el desencanto y la falta de creencia religiosa firme afloran en numerosos poemas.
Características del Modernismo:
El Modernismo, además de una gran riqueza léxica, presenta los siguientes rasgos:
Del Romanticismo se toma el descontento ante la vida, el culto a la muerte, la soledad, la
melancolía y el gusto por lo misterioso y fantástico, la presencia de lo otoñal, lo crepuscular, la
noche.
El escapismo. El modernista se evade de su mundo por los caminos del ensueño, pero
ahora esa evasión se nutre de una elegancia exquisita aprendida de los parnasianos.
Hay una evasión en el espacio, ese conocido exotismo cuyo aspecto más notorio es lo
oriental; y una evasión en el tiempo, hacia el pasado medieval, renacentista, dieciochesco,
fuente de espléndidas evocaciones legendarias o históricas y también el gusto por al mitología
clásica con su brillantez y sensualidad pagana. Es por ello que aparecen en los poemas dioses,
ninfas, centauros, caballeros, marquesitas, Pierrots y Colombinas, pagodas, viejos castillos, perlas
preciosas... todo lo que permita soñar mundos de belleza en los que refugiarse de una vida
mediocre.
Cosmopolitismo, desemboca en la devoción por París, con su Montmatre, sus cafés, sus
bohemios...
El amor y el erotismo, contraste entre un delicado amor y un intenso erotismo, hay
manifestaciones de un amor ideal que lleva a la melancolía, se trata de un nuevo cultivo del tema
del amor imposible.
Los temas americanos, cultivo de temas indígenas que parecen entrar en contradicción
con el cosmopolitismo a primera vista pero se trata de una manifestación más de la evasión hacia
el pasado y sus mitos. Los modernistas, en etapas posteriores, incrementarán el cultivo de estos
temas americanos y su sentido entonces será distinto: el anhelo de buscar las raíces de una
personalidad colectiva.
Lo hispánico, procede de ese anhelo de buscar las raíces, si bien en principio el
movimiento pretendía alejarse de la tradición hispánica, después hay un acercamiento, un
sentimiento de solidaridad frente a los pueblos hispánicos, frente a la pujanza de los Estados
Unidos (el motivo es el desastre del 98).
Del simbolismo proceden los efectos musicales, la idea de la sugestión y de la creación
de una literatura para los sentidos, y la concepción del poeta como médium capaz de captar un
mundo diferente y expresarlo a través de símbolos.
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Esto se consigue con un prodigioso manejo del lenguaje, este enriquecimiento del lenguaje que
supuso el Modernismo apunta en dos direcciones: de una parte el sentido de la brillantez y de los
grandes efectos: evocaciones esplendorosas; de otra parte, en el sentido de lo delicado, tonos
más acordes con la expresión de la intimidad. Así sucede con el color, los efectos sonoros...
La belleza modernista se consigue mediante las imágenes visuales, el color, la música y
los efectos sonoros. Estos recursos, heredados del simbolismo, se someten al ideal modernista: la
búsqueda y la exaltación de la Belleza.
Entre los metros preferidos destacan el alejandrino y el dodecasílabo. Junto a la fidelidad a
las estrofas clásicas, abundan las variantes (por ejemplo, el soneto en alejandrinos) y el verso
libre y siempre acompañados de artificios complementarios.
4.2. La trayectoria poética de Rubén Darío.
Félix Rubén Darío Sarmiento, Rubén Darío, nació en Metapa (Nicaragua) en 1867. En 1882 se
marchó a El Salvador y cinco años después como periodista a Chile. Realizó su primera visita a
España con motivo de la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América. En
1899 volvió a América como corresponsal del periódico de Buenos Aires La Nación. En 1904 fue
nombrado cónsul de Nicaragua en París; allí conoció de cerca a parnasianos y a simbolistas y se
introdujo en el mundo de la literatura francesa. Como periodista y diplomático, viajó por diversas
ciudades europeas y americanas. Murió en León (Nicaragua) en 1916.
Rubén Darío encabeza el movimiento de renovación poética de finales de siglo que se conoce con
el nombre de Modernismo. Sus constantes viajes le permitieron difundirlo por toda Europa.
Su obra Azul... es la primera afirmación del Modernismo literario. Consta de composiciones
escritas en verso y en prosa, donde se ponen de manifiesto las directrices de la nueva estética: el
exotismo, la elegancia, el sentimentalismo, el erotismo y la preocupación por el ritmo y la
musicalidad. Aparece también la exaltación de los mitos autóctonos y un claro rechazo hacia lo
español.
Esa línea elegante y refinada se consolida en Prosas profanas, obra poblada de abates galantes,
marquesas crueles, princesas y cisnes.
Más adelante, Darío publica Cantos de vida y esperanza. La universalidad que había buscado se
diluye y se centra ahora en la esencia de lo español.
La obra gira en torno a tres ejes temáticos:
! Evasión aristocrática de la realidad. Continúan presentes las composiciones exóticas:
<<Marcha triunfal>>, <<Charitas>>...
! Preocupación social y política. Darío exalta a España. Orgulloso de su raza y de su historia,
recurre a su pasado como arma contra el imperialismo americano: <<Retratos>>, <<Un soneto a
Cervantes>>.
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! Inquietud personal. El autor reflexiona sobre la propia existencia, el tiempo, la muerte, la
religión, el arte..., dando lugar al Modernismo intimista: <<Pegaso>>, <<Lo fatal>>,
<<Nocturno>>...
LO FATAL
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida
consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido, y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida, y por la sombra, y por...
lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos...!
4.3. La repercusión del Modernismo en España: Valle-Inclán, los hermanos Machado y Juan
Ramón Jiménez.
Para entender el Modernismo español tenemos que remontarnos a, por un lado, sus raíces
históricas y sociales y, por otro, a los precedentes e influencias literarias que fecundan dicho
movimiento en nuestro país.
RAÍCES HISTÓRICAS Y SOCIALES
Ya Federico de Onís habló en su momento de <<crisis universal>> Hoy la critica coincide en ver,
en las raíces de esta literatura, un profundo desacuerdo con las formas de vida de la civilización
burguesa.
! En Hispanoamérica la pequeña burguesía se vio frenada y postergada por una oligarquía
aliada con el naciente imperialismo norteamericano, y en España las clases medias se encuentran
en la misma situación dominadas por el bloque oligárquico dominante.
Es, por tanto, normal que el escritor que procede de esas clases pequeño- burguesas
<<traduzca>> el malestar de aquel sector social, y que exprese de múltiples modos su oposición o
su alejamiento de un sistema social en el que no se siente a gusto.
! Se produce así la aludida <<crisis de conciencia burguesa>>. Y de ello deriva la actitud
modernista de la que habla Juan Ramón Jiménez. Así cabe, la franca rebeldía política, del que es
ejemplo el cubano José Martí. Sin embargo, más característica es la de aquellos que manifiestan
literariamente su repulsa de la sociedad por las vías de un aislamiento aristocrático y de un
refinamiento estético, acompañados no pocas veces por actitudes inconformistas como la
bohemia, el dandismo y ciertas conductas asociales y amorales.
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PRECEDENTES E INFLUENCIAS EN LA LITERATURA DE COMIENZOS DE SIGLO.
La diversidad de la literatura española a principios del siglo XX tiene una de sus razones en los
numerosos movimientos literarios, artísticos y filosóficos que se entrecruzan en ese momento.
La relación de muchos de los escritores de la época con el modernismo hispanoamericano y, en
particular, con Rubén Darío es indudable. El contacto permanente y las relaciones personales
hacen que el influjo sea mutuo.
Importantísima es también la influencia de la literatura francesa, en concreto los parnasianos y,
sobre todo, del simbolismo.
El parnasianismo toma su nombre de la publicación en 1866 de una antología de jóvenes poetas
franceses con el título de Parnasse contemporain. Los parnasianos defienden el ideal de <<el arte
por el arte>>: frente al creciente utilitarismo, el arte y la belleza están por encima del bien y del
mal y son el único consuelo en la vida. El parnasianismo influye en el modernismo por su anhelo
de perfección formal, por su afición al detalle y por el gusto por temas que serán después
típicamente modernistas: la mitología griega, las civilizaciones antiguas...
El simbolismo aparece en sentido estricto a mediados de los años ochenta. Los simbolistas
pretenden ir más allá de lo aparente, con lo que la poesía se convierte en un instrumento de
conocimiento que, a través de los símbolos, capta la realidad suprarracional. Los símbolos son
́
́
imágenes fisicas
que sugieren o evocan lo que no es fisicamente
perceptible: ideas, sentimientos,
angustias, obsesiones... Se concede gran importancia a la imaginación, a la intuición, a los
sueños, a lo misterioso... Característicamente simbolistas son también la afición por la alusión, el
gusto por apuntar sensaciones de color, el empleo de abundantes sinestesias y, sobre todo, la
musicalidad del verso. La influencia de todo ello en el modernismo es capital. Los poetas
simbolistas franceses más destacados son Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, aunque su
precedente es Baudelaire.
Todos estos movimientos literarios que fecundan el modernismo español tienen en realidad su
origen en la poesía superadora del Romanticismo grandilocuente representada a lo largo del XIX
por un conjunto de poetas visionarios o poetas malditos entre los que se encuentra Charles
Baudelaire, Las flores del mal, otro es Jean Arthur Rimbaud. Fuera de Francia el norteamericano
Edgar Allan Poe y el irlandés Oscar Wilde son también poetas malditos.
Posrománticos, parnasianos, simbolistas y malditos desembocan en Europa en un movimiento
estético muy semejante al bautizado como Modernismo en las literaturas hispánicas: el
decadentismo. El decadentismo hunde sus raíces en la conciencia de vivir las postrimerías de una
civilización. Ello determina la aparición de una nueva sensibilidad que se siente atraída por todo lo
excitante y oscuro, que se complace en lo enfermizo, lo voluptuoso y lo morboso. Los decadentes
son refinados y exquisitos y gustan de lo artificial y complicado. Reivindican los paraísos
artificiales y se recrean en la provocación como refleja el tema decadentista, la carne, la muerte y
el diablo. Insatisfacción, refinamiento y sobreabundancia de referencias culturales serán
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características de la literatura decadente, que llega a confundirse con la simbolista, y que no se
circunscribe a la lírica, sino que irradia a otros géneros.
También se puede advertir en los modernistas huellas de la literatura española. Concretamente,
es fundamental la presencia de Bécquer. En su poesía está ya el arte de la sugerencia y cierta
técnica simbolista, así como el subjetivismo y al tono intimista de muchos textos modernistas.
Además, Bécquer es para los modernistas ejemplo de la fusión entre poesía culta y poesía
popular y, por tanto, modelo de cómo amalgamar los artificios retóricos de ambas tradiciones
líricas. Las formas populares de la copla y del cantar, revalorizadas por los románticos, llegan así
a la poesía moderna, donde tendrán una importancia extraordinaria.
El aire intimista y el aire de confesión personal de la poesía de Rosalía de Castro preludian
asimismo la lírica modernista. En los versos de la autora gallega encontramos además cierta
exuberancia formal e innovaciones métricas próximas a las modernistas: creación de nuevas
estrofas, empleo del verso alejandrino...
Rasgos y motivos del modernismo se encuentran también en otros poetas españoles del XIX,
como Espronceda y Zorrilla, en cuya poesía es patente el gusto por el pasado, por la luz y el color,
por la música y por el uso de motivos simbólicos típicos luego de los textos modernistas.
La lectura de algunos filósofos tiene también una importancia decisiva en los jóvenes escritores de
principios de siglo. En concreto, es muy acusada la influencia, según los autores, de Kierkegaard,
Schopenhauer, Nietzsche y Bergson. El radical subjetivismo y la visión angustiada de la existencia
de Kierkegaard, la importancia de la voluntad y la aspiración a alcanzar una calma espiritual en la
contemplación que aleje al hombre del sufrimiento y del dolor de la acción de Schopenhauer, el
interés por al conciencia y por la relación entre el tiempo que pasa y la memoria que alberga los
viejos recuerdos de Bergson son, entre otras, ideas que recorren los textos de Unamuno, Baroja,
Machado... La huella de Nietzsche es también habitual en la literatura de principios de siglo: frente
a la sensación general de cansancio, hastío, enfermedad y debilidad, se exalta la vida, se
intensifica el sentimiento vital sin fin determinado. Ese vitalismo suele ir unido a la idea de que ser
poderoso es privilegio de los mejores, y estos son los fuertes, los orgullosos, los libres, los
dominadores, los artistas. El culto de la belleza va ligado al deseo de intensidad vital y encuentra
en Nietzsche el remedio al clima abúlico de la Europa finisecular, ideas como la del eterno retorno,
el hombre de acción, la voluntad frente a la abulia, tan habituales en la literatura de esta época,
tiene su origen en el filósofo alemán.
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EL MODERNISMO EN ESPAÑA
En España, el Modernismo fue menos brillante, exótico y atrevido que en Latinoamérica. El gusto
por lo sensual y sensitivo dio paso a modalidades más intimistas e introspectivas, que rechazan el
escapismo de Rubén Darío. Pero como figuras características de nuestro Modernismo hay que
recordar a Manuel Machado (poesía), Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina (en teatro), junto
con tres grandes autores que desbordarían ampliamente sus cauces. Nos referimos a Valle-Inclán,
máximo representante de la prosa modernista en su primera época; Antonio Machado, que
arranca de un Modernismo intimista y simbolista; y a Juan Ramón Jiménez, que cultiva los
“ropajes” del Modernismo antes de su giro de 1916. Desarrollamos brevemente algunos de estos
autores:
Salvador Rueda (1857-1933) Se le suele considerar un precursor del Modernismo por sus
imágenes coloristas y sugerentes y por sus innovaciones métricas. Su poesía alegre y
luminosa contrasta vivamente con la poesía gris de finales de siglo.
Manuel Machado (1874-1947) Fue hermano de Antonio Machado y una de las figuras más
sobresalientes del Modernismo español. En su poesía se combinan el andalucismo y la visión
cosmopolita de la vida. Junto a ligeras composiciones populares, aparece un poeta más
profundo y religioso, autor de sonetos de honda espiritualidad.
Antonio Machado
(1875-1939) como dato biográfico, estudió en la Institución Libre de
Enseñanza, cuyo espíritu laico, progresista y tolerante marcó para siempre su carácter. En
cuanto a su relación con el movimiento que nos ocupa tenemos que citar su libro Soledades
(1899) que aparece en pleno apogeo modernista. Predomina en sus poemas el tono
melancólico y doliente, la anécdota argumental es prácticamente inexistente y los temas son
los propios del intimísimo posromántico: el amor, el paso del tiempo, la soledad, la infancia
perdida, los sueños… Machado pretende captar en sus versos lo que él mismo llama
universales del sentimiento. El empleo de símbolos es una de sus características con las que
pretende escudriñar el misterio de lo escondido: el camino, el espejo, el cristal, el laberinto, la
fuente, el río, el mar, el jardín, el crepúsculo, la tarde, el otoño… Sus significados son diversos
y a veces cambiantes. Así la fuente, agua que brota, es símbolo de anhelos e ilusiones, pero
en otras ocasiones simboliza la monotonía de la vida. La tarde es el momento adecuado a la
meditación pero en otras ocasiones simboliza el decadencia, el acabamiento…
En la segunda parte, publicada en 1907 Soledades, galerías y otros poemas, se suprimen los
poemas más superficialmente modernistas y se añaden muchos nuevos. Se acentúa la línea
intimista. El recuerdo, la memoria, el sueño evocan constantemente un pasado perdido. Se
incorporan nuevos símbolos como el de las galerías del alma, con el que el autor quiere
sugerir el interior de la conciencia. Es patente una sensación general de angustia por el fluir
incontenible del tiempo y por la premonición de la muerte. Dios aparece también en algunos
poemas entrevisto en un sentido muy unamuniano: racionalmente inexistente, pero vitalmente
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deseable. El sentimiento del paisaje es muy acusado y característico: la realidad exterior
queda impregnada del estado emocional del poeta. Ya en Campos de Castilla se advierten
cambios fundamentales que lo alejan del Modernismo y que veremos más adelante.
Valle-Inclán (1866-1936) Es autor de una extensa y variada obra. Aunque destaca como
excelente narrador y gran dramaturgo, escribe también poesía, numerosos artículos de
periódico y algún libro ensayístico como La lámpara maravillosa, donde expone su estética
simbolista y su aprecio por el esoterismo finisecular. Aunque lo límites de su dilatada obra no
son evidentes, se pueden distinguir cuatro etapas: hasta 1906, influido por el decadentismo;
de 1907 a 1909, cuando escribe obras de acentuado primitivismo; de 1910 a 1920, época de
farsas y otras obra artificiosas; y a partir de 1920, momento en el que su estética gira hacia el
esperpento. Pues bien, toda la producción literaria de Valle-Inclán hasta 1906 (1ª etapa) puede
considerarse dentro del Modernismo. Comienza escribiendo numerosos cuentos, relatos
breves, que agrupa luego en función de su afinidad: de tipo amoroso y galante (Femeninas,
Epitalamio), de terror y misterio (Jardín umbrío). Pero son las cuatro Sonatas, subtituladas
Memorias del marqués de Bradomín, las obras más importantes de esta primera época.
Sonata de otoño (1902) desarrolla en Galicia las peripecias de un otoñal Bradomín, que añora
su vida pasada de donjuán, pero que aún es capaz de seducir a las mujeres. Sonata de estío
(1903) muestra en las tierras calientes de México la ardiente pasión del protagonista por una
joven criolla. Sonata de primavera (1904) relata las juveniles aventuras sentimentales del
arrogante marqués en Italia. Sonata de invierno (1905), ambientada en la Navarra carlista, es
ya el retrato del viejo y derrotado Bradomín. Estructurada como una composición musical en
cuatro tiempos, la serie de las Sonatas liga simbólicamente la estación del año y el marco
geográfico con la edad del protagonista y sus pasiones vitales. Sugerencias musicales y
simbolismo son rasgos modernistas, y lo es también la caracterización del personaje de
Bradomín como
un dandi aristocrático típico de fin de siglo, elegante, exquisito, amoral,
aventurero, provocador, cínico e incluso violento, a veces. En un ambiente de misterio y
leyenda, entre preciosos jardines y lujosos interiores, se exalta nostálgicamente un mundo
decadente y refinado, aunque a veces aparezca una nota distante e irónica que destruye y
subvierte ese mundo. Por lo demás, el esmerado lenguaje y cuidado estilo dan como resultado
la prosa más brillante del Modernismo español. Las otras obras de esta época ya se alejan de
la línea modernista.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Pese a la idea de unidad y de permanente modificación
de su obra, es posible un estudio diacrónico de la poesía de Juan Ramón Jiménez, puesto que
permite conocer su evolución estética. El propio poeta parece que establecía tres etapas en su
producción. época sensitiva, época intelectual y época suficiente o verdadera.
La primera
etapa o época sensitiva llega hasta 1915. Sus libros Ninfeas, Almas de violeta (1900)
muestran un tono decadente y neorromántico. Rimas (1902) además de la huella becqueriana
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presente en el título, deja traslucir la influencia de los simbolistas franceses. Arias tristes
(1903) y Jardines lejanos (1904) sitúan su poesía en la órbita del Modernismo intimista y
simbolista: atmósfera quejumbrosa y doliente, sentimientos de soledad y melancolía,
inevitabilidad del paso del tiempo, presencia de la muerte, recuerdos, jardines, fuentes,
paisajes otoñales, crepúsculos, importancia de lo musical, léxico decadente, adjetivación
matizada, abundancia de sinestesias… Durante su estancia en Moguer, 1905-1911, compone
numerosos libros publicados después: Elejías, Las hojas verdes, Baladas de primavera,
Pastorales, La soledad sonora, Poemas mágicos y dolientes… En muchas de estas obras se
reiteran todavía los motivos modernistas de su libros anteriores, e incluso en alguna de ellas
se acentúa la ornamentación modernista: adjetivación brillante, alejandrinos rotundos,
atrevidas sinestesias, etc. Sin embargo, otros elementos preludian una poesía más personal:
la búsqueda de lo cotidiano y de la vida sencilla, descubrimiento del paisaje e identificación
con la naturaleza, delicada ironía. En todo caso, hay en buena parte de ellos un intento de
superación del Modernismo, lo que se confirma en sus poemarios posteriores: Melancolía o
Laberinto (1912-1913)
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