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Folclor urbano
Colombia es un país privilegiado por tener costas sobre los océanos Atlántico y Pacífico.
Ese hecho geográfico se traduce en el desarrollo de una impresionante cantidad de
ritmos: en el litoral Atlántico tenemos la cumbia, el bullerengue, el fandango, la puya, la
gaita, el porro o el chandé; en tanto que el Pacífico aporta una variedad que alguna vez
fue enumerada por Hugo Candelario González, del grupo Bahía: “la cadencia del
currulao, la viveza del abozao, el embrujo de la juga, la nostalgia del aguabajo, la
picardía del andarele, la malicia de la jota chocoana, el jugueteo del bunde, la alegría del
porro chocoano, el erotismo de la caderona”.
Muchos de estos ritmos (sobre todo los del Pacífico) eran apenas mencionados en
tratados de folclor pero no se grabaron sino hasta finales del siglo pasado. En los años 90
la tecnología de grabación se hizo más democrática: no se necesitaba una inversión
millonaria para producir, prensar y distribuir un disco. En ese contexto empezaron a
aparecer sellos disqueros independientes, lo cual ayudó a una expansión de las
posibilidades musicales. En Colombia esta expansión significó el redescubrimiento de
nuestra variedad rítmica por parte de las nuevas generaciones de músicos, casi siempre
citadinos.
Fue en las ciudades donde surgió un genuino interés por el folclor olvidado de las
provincias, pero a la vez fue allí donde su sonido se transformó, inevitablemente, hacia
algo más moderno y en muchos casos con instrumentos eléctricos. Por eso se habla de
folclor urbano. Otros nombres que se le han dado a esta corriente son “nueva música
colombiana”, “funklor” (mezcla del funk y folclor) y “neotropicalismo”.
Primeros pasos del jazz colombiano
En 1996 apareció publicado Travesía, el primer disco del saxofonista Antonio Arnedo.
Este músico se había interesado paralelamente por la música costeña colombiana y el jazz
al punto de decir en varias ocasiones que, para él, son lo mismo. Al lado de la Orquesta
Filarmónica de Bogotá se presentó interpretando los temas del compositor Lucho
Bermúdez y luego viajó a los Estados Unidos a especializarse en jazz. Estos antecedentes
lo hicieron el representante digno de una corriente que se estaba iniciando.
El disco de Arnedo presenta versiones en jazz de un tema de la costa Atlántica (“El
pescador”) y uno del Pacífico (“Mi Buenaventura”), además de seis composiciones
propias que siguen esos mismos patrones rítmicos. En discos posteriores incluiría
elementos de las etnias indígenas (“Canto waunana”) y del interior del país (“Bunde
tolimense”). Su influencia fue tan fuerte en las generaciones posteriores que Juan Diego
Valencia, director del grupo Puerto Candelaria, dijo en una entrevista de 2006: “No
había antes una persona con un proyecto consolidado de mezcla de elementos y con una
pregunta sobre qué es Colombia. Todos aprendimos de él”.
Aparte del trabajo de Puerto Candelaria, se puede hablar de otro músico de jazz que llegó
a verse influido por esta tendencia de mezclar jazz con ritmos colombianos. En 2004 el
saxofonista Pacho Dávila lanzó su álbum Canto mestizo, que contiene alusiones a la
música de las etnias Kogui y Wayúu, la cumbia y el currulao. Uno de los momentos más
especiales de este disco es una pieza interpretada a dúo con José Antonio Torres
“Gualajo”, el gran maestro de la marimba de chonta del Pacífico.
(cd) Antonio Arnedo “Travesía”
Pacho Dávila “Canto mestizo”
Colección “Nuevas Músicas Colombianas” Vol 3: Jazz Colombia
El folclor en las ciudades
Instrumentos autóctonos de la costa Caribe como la gaita y la tambora empezaron a
fabricarse en Bogotá gracias a la llegada de artesanos y luthiers (fabricantes de
instrumentos musicales) a finales del siglo XX. Esto, sumado a las presentaciones
frecuentes de grupos como Los Gaiteros de San Jacinto, despertó en la juventud citadina
un interés por el folclor. Al intentar reproducirlo, sin embargo, afloraba un estilo muy
diferente, impregnado de rock y de jazz. El grupo Curupira fue el primero en lanzarse
con una propuesta en ese sentido. Su música es justamente una mezcla de instrumentos
autóctonos (gaitas, tambor alegre) y urbanos (bajo eléctrico, guitarra eléctrica). Fundado
en el año 2000, Curupira es no sólo un grupo de interpretación sino también de estudio
del folclor. Si bien han explorado la música llanera y el sonido del Pacífico, su enfoque
principal tiene que ver con los ritmos del Caribe.
Por contraste, la agrupación Mojarra Eléctrica basa su estilo interpretativo en los ritmos
de la costa Pacífica. Su fundador, Jacobo Vélez, nació en Cali y la mitad de sus
integrantes están ligados a esa región de Colombia, si bien su escenario principal es la
ciudad de Bogotá. La Mojarra Eléctrica es uno de los productos de la inquietud generada
por el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, que desde 1997 reúne todos los
años en la capital del Valle del Cauca a los músicos autóctonos de cuatro departamentos:
Chocó, Valle, Cauca y Nariño. Viajar anualmente al “Petronio” se convirtió en una
afición de jóvenes citadinos que enriquecen su acervo musical a través del contacto
directo con los instrumentos autóctonos: la marimba de chonta, el cununo, el guasá, o
también los instrumentos de viento de las tradicionales chirimías. Para el año 2011, según
la revista Semana, el “Petronio” había alcanzado una cifra récord de 35 mil asistentes.
(cd) Curupira “El fruto”
Mojarra Eléctrica “Calle 19”
La corriente tradicionalista
Dentro del redescubrimiento del folclor, hay intérpretes que han preferido hacerlo sonar
más cercano a las fuentes originales y, por tanto, no recurren a instrumentos eléctricos.
En este caso las innovaciones son menos notorias. En 2002 apareció el disco Cantaoras
del proyecto Alé Kumá: cuatro mujeres, dos del Caribe y dos del Pacífico, presentaban lo
mejor de su repertorio con un acompañamiento de piano y contrabajo, cercano al jazz.
Alé Kumá se convirtió en la escuela de formación para la cantante María Mulata, quien
emprendió una labor de rescate de canciones que se estaban perdiendo por no haber sido
grabadas. En 2007 María Mulata ganó en la categoría folclórica del Festival de Viña del
Mar, en Chile.
Un caso paralelo es el de la agrupación Bahía, fundada por el intérprete de la marimba
Hugo Candelario González. Lo que comenzó como una orquesta bailable de salsa
mezclada con elementos del folclor pacífico, poco a poco ha ido decantando hacia un
grupo pequeño que explora los lenguajes del currulao y otros ritmos de la región.
González ha aportado una nueva manera de fabricación de la marimba que garantiza una
mejor afinación, así como varias composiciones propias pero continuadoras de la
tradición.
(cd) Alé Kumá “Cantaoras”
María Mulata “Los vestidos de la cumbia”
Bahía “Pura Chonta recargado”
La corriente electrónica
El ingeniero de sonido inglés Richard Blair tuvo la oportunidad de trabajar con Totó la
Momposina a mediados de los años 90. Fascinado con la música colombiana, decidió
viajar a Bogotá, donde se estableció, estudió los ritmos autóctonos, se unió con el
compositor Iván Benavides y fundó el proyecto Sidestepper. Un primer disco, llamado
More Grip, exploraba la sonoridad de la salsa. Luego en 2003 apareció 3 AM, que se
identificaba más con la cumbia. Sidestepper fue en su momento el proyecto más radical
de todos los basados en la música colombiana. La razón es que muchos de los sonidos
eran computarizados. Colombia entraba a la era de la música electrónica gracias a Blair,
quien decía sentirse cada vez más colombiano.
La fama de la dupla conformada por Richard Blair e Iván Benavides hizo que, en 2006,
un grupo proveniente del Chocó los contactara para producir su primer disco. Un año
atrás habían participado en el Festival Petronio Álvarez y el fallo del jurado fue muy
visionario: no ganaron, pero recibieron una mención de honor “por llevar la música del
Pacífico hacia el futuro”. Ese grupo era Choc Quib Town, y desde entonces se han
dedicado a fusionar los ritmos del Pacífico con expresiones modernas como el hip-hop.
El disco resultante se llamó Somos Pacífico e incluye al menos dos himnos del folclor
urbano: una es la versión rap del bunde tradicional “San Antonio” y la otra es una
composición propia llamada “Somos Pacífico”.
La interpretación electrónica de ritmos autóctonos colombianos ha sido una faceta
reconocida más allá de las fronteras del país. El conjunto Bomba Estéreo se ha llevado,
desde finales de 2008, todos los aplausos en los festivales de “músicas del mundo”
representando una nueva mirada a la cumbia, el bullerengue e incluso la champeta. La
cantante de Bomba Estéreo, Li Saumet, ha sido comparada con vocalistas de talla
internacional como La Mala Rodríguez, e incluso la han llamado sucesora de Totó la
Momposina. En resumen, la única manera de mantener una tradición es renovándola, y
estas nuevas generaciones dedicadas al folclor urbano presentan sus propuestas de
apropiación de un patrimonio cultural desde lo novedoso y sorpresivo.
(cd) Sidestepper “More Grip”
Sidestepper “3 AM in beats we trust”
Choc Quib Town “Somos Pacífico”
Bomba Estéreo “Estalla”
Systema Solar “Systema Solar”
Textos: Juan Carlos Garay
Internet:
Jazzcolombia. Por. Fundación la Zebra Azul
www.jazzcolombia.com
Información relacionada con el jazz y los músicos colombianos dentro y fuera del
territorio nacional
http://www.crisoldemusicas.com/2009/04/nueva-musica-colombiana.html
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