IDENTIFICACIÓN ELECTRÓNICA DEL GANADO PORCINO Marta Hernández Jover Gerardo Caja López Departament de Ciència Animal i dels Aliments Universitat Autònoma de Barcelona 1. Métodos tradicionales de identificación en la especie porcina Todos los métodos de identificación deberían cumplir los siguientes requisitos para poder cubrir las necesidades de manejo y control en una granja (Sánchez Belda, 1981): ser fáciles de aplicar por el ganadero, visibles a una distancia razonable para no necesitar la inmovilización del animal, difíciles de falsificar, permanentes y sin efecto sobre el animal ni sobre sus producciones. Además, cualquier método debe aplicarse lo más tempranamente posible, utilizando así un único sistema de identificación para toda la vida del animal. Por último resulta indispensable que sea un sistema económico y que permita la automatización del manejo de los animales (Marchant, 1991; Geers et al., 1997b; Artmann, 1999). Los métodos de identificación animal utilizados a lo largo del tiempo se han clasificado de forma general en dos grupos, según se basen en caracteres naturales o en marcas o dispositivos artificiales (Ribó, 1996; Conill, 1999; Garín, 2002). A pesar de su masiva utilización, los métodos que utilizan los caracteres naturales, presentan importantes desventajas, sobretodo cuando el número de animales a identificar es elevado. Esto se debe a que muchos de ellos requieren tiempo y experiencia para poder interpretar adecuadamente la identificación y no permiten una automatización del manejo de los animales. En el caso del ganado porcino, se ha descartado el uso de los métodos basados en caracteres naturales, utilizándose solamente marcas o dispositivos artificiales, como consecuencia de las propias características de la especie y de su sistema de producción. Debido a las diferencias entre especies, se han desarrollado numerosos sistemas de identificación basados en caracteres artificiales. Los primeros sistemas artificiales desarrollados fueron los basados en el marcado del animal (por fuego, por corrosión, por frío, tatuajes, incisiones...). Estos métodos han sido utilizados, además de para la identificación en granja por motivos de manejo, como métodos reconocidos para el registro en los Libros Genealógicos de diferentes razas (Sánchez Belda, 1981; Caja, 1999a; Conill, 1999). 1.1. Muescas en las orejas En el ganado porcino no es factible aplicar el marcado por corrosión o por frío ya que se basan en la alteración del color del pelo. Por ello, los sistemas más utilizados en porcino han sido los tatuajes y las incisiones o muescas en las orejas, y en menor medida el marcado por fuego. Estos métodos, junto otros posteriormente discutidos, siguen siendo los oficiales para los cerdos ibéricos. La Asociación Española de Criadores de Ganado Porcino Selecto Ibérico y Tronco Ibérico (AECERIBER) establece, como uno de los métodos válidos para identificar a los lechones, las muescas en las orejas. Según las posiciones de las muescas en las orejas del animal (Figura 1), se determina el número de identificación del animal, según un código preestablecido (AECERIBER, 1995). Figura 1. Esquema de numeración de muescas en las orejas del cerdo ibérico (AECERIBER, 1995) Al igual que en los cerdos ibéricos, existen empresas de selección porcina donde todavía hoy se identifican los lechones de gran valor genético mediante el sistema de muescas, a fin de asegurar su identidad (Selección Batallé; comunicación personal). Se trata de un sistema de reducido coste, pero que es laborioso y requiere experiencia, tanto en el momento de la realización, como para la posterior lectura. 1.2. Tatuajes El tatuaje sigue siendo un método de identificación muy extendido para la especie porcina, tanto para cerdos blancos como para cerdos ibéricos. Los lechones son tatuados en el pabellón auricular, justo después del nacimiento, en la misma intervención en la que se realiza el corte de cola, corte de colmillos y aplicación de hierro. El tatuaje es una técnica de bajo coste, pero la aplicación requiere experiencia y el problema aparece a medida que el animal va creciendo ya que los números tatuados tienden a deformarse y la lectura se dificulta. Pueden utilizarse diferentes tipos de tintas (tinta china, negro de humo, óxido de cromo, sales de cobalto...). Los cerdos ibéricos deben tatuarse con óxido de cromo (verde), debido a que la oscura coloración de su piel no permite distinguir la tinta negra. La tinta blanca no puede usarse porque es rápidamente fagocitada y desaparece con el tiempo (Sánchez Belda, 1981). 1.3. Dispositivos externos Aunque tanto las muescas como los tatuajes han sido, y continúan siendo, métodos muy utilizados, no siempre satisfacen los requisitos necesarios para la identificación individual. Debido a la continua búsqueda de métodos que cumplan con todos los requisitos, se han desarrollado un gran número de sistemas para poder permitir la automatización de las prácticas ganaderas, entre los cuales están los sistemas de identificación mediante dispositivos externos (crotal, collar, marca caudal, brazalete). En muchos casos, los dispositivos externos han sido utilizados como complemento de las marcas anteriores, pero actualmente se trata de los sistemas más utilizados en todas las prácticas ganaderas. El dispositivo más utilizado en la especie porcina ha sido el crotal, con un número de identificación impreso. Existe una gran variabilidad de crotales, en cuanto a materiales (plásticos, metálicos...) y dimensiones. La legislación de identificación animal, indica como métodos oficiales para la identificación porcina, el crotal y el tatuaje, debiendo incluir el número de explotación de origen (Directiva 92/102/CEE). A nivel español, el Real Decreto 205/1996, especifica las características que deben cumplir los crotales y los tatuajes para cerdos de engorde y para reproductoras. La legislación de Catalunya (Ordre: DOGC 511, de 8 de febrero de 1985; Resolució: DOGC 603, de 21 de noviembre de 1985) establece que los crotales y los tatuajes deben indicar además del número de explotación, el municipio. En el caso de los tatuajes para los animales de reposición señalan que se realizarán con tinta en el pabellón auricular, pero para los animales de engorde, el tatuaje deberá ser seco y aplicado en las zonas lumbar, costillar o glútea. En cuanto al cerdo ibérico, además de las marcas auriculares, los lechones deben identificarse mediante un crotal plástico, con un número de identificación individual, hasta que el animal alcance los 6 meses de edad. En este momento el animal será identificado de forma permanente mediante crotales metálicos, en los que figura el número individual del animal, las siglas de la explotación y el sello del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (AECERIBER, 1995). 2. Identificación electrónica de la especie porcina Los métodos de identificación tradicionales utilizados en producción porcina (crotales, tatuajes y marcas auriculares), no han sido lo suficientemente eficientes tanto en el manejo productivo como sanitario de las explotaciones (Holm et al., 1976; Austin, 1995; Stärk et al., 1998). La identificación electrónica aplicada a la producción porcina, aportaría ventajas generales, y sería de especial interés debido al propio sistema de producción. Además de mejorar el manejo general y la economía productiva de la explotación, reduciendo los costes por mano de obra (Blair et al., 1994; Saatkamp et al., 1996), permitiría: mejorar la calidad del producto final (Huiskes, 1991), mejorar el control en matadero (Huiskes, 1991; Aarts et al., 1991) y sería de gran ayuda en la aplicación de medidas en situaciones de brotes epidémicos (Saatkamp et al., 1996). Se ha demostrado así, que delante de un brote de Peste Porcina Clásica simulado informáticamente, el uso de la identificación electrónica reduciría los costes del control y erradicación de la enfermedad (Saatkamp et al., 1996). La transferencia de información sería de más calidad, permitiendo la obtención automática de los datos y evitando así los posibles errores humanos (Huiskes, 1991; Caja et al., 2000). 2. 1. Transpondedores inyectables Los transpondedores inyectables se han considerado como los que permitían mantener una mejor identificación y por tanto aseguraban mejor la trazabilidad del producto (Lambooij y Merks, 1989; Lambooij, 1992). Merks y Lambooij (1990), establecieron los requisitos que debían cumplir los transpondedores inyectables en el ganado porcino, y que en la actualidad siguen siendo válidos: - Sistema único y permanente durante toda la vida del animal. Facilidad de inyección. Distancia de lectura mínima próxima a los 30 cm. Correcto funcionamiento en condiciones de campo. Porcentaje de pérdidas, roturas y fallos inferior al 1% en total, durante periodo de granja y matadero. Recuperación rápida (<5 segundos) y segura (100%) en matadero. El principal problema a solucionar con este tipo de identificación es establecer la localización óptima de inyección de los transpondedores y asegurar la recuperación en matadero. Con el objetivo de encontrar el método y la posición óptima de inyección se han llevado a cabo distintos estudios con transpondedores inyectables en porcino (Figura 2). Los resultados obtenidos en las distintas investigaciones (Tabla 1), han mostrado que las mejores posiciones de inyección son la aurícula y la base de oreja. Sin embargo, no se puede concluir que éstas sean las posiciones óptimas debido a las limitaciones del tamaño de los transpondedores y a que no cumplen todos los requisitos necesarios en todas las etapas productivas, ya sea en granja, en matadero o durante el faenado de la canal. Figura 2. Posiciones de inyección para los transpondedores inyectables utilizados en la identificación electrónica en la especie porcina (Caja et al., 2000, 2002a) • Inyección en el pabellón auricular (aurícula) La inyección en el pabellón auricular fue una de las primeras posiciones estudiadas para la identificación de porcino (Dorn, 1987). Esto se debe a que fue considerada una posición que permitiría una fácil recuperación en matadero, sin entorpecer el faenado de la canal. En estudios posteriores quedó demostrado que en esta posición corporal, existe una relación entre las dimensiones del transpondedor y las pérdidas totales (Lambooij, 1992; Stärk et al., 1998). Uno de los inconvenientes de la inyección en esta posición, es la limitante del propio tamaño de la aurícula, que condiciona las dimensiones del transpondedor que puede ser inyectado. Otro factor importante, y relacionado con el anterior, es la edad de aplicación, impidiendo que el lechón sea identificado tempranamente. Lambooij y Merks (1989), realizaron un experimento que pretendía mostrar, en lechones de 4 semanas de edad, cual era la posición de inyección más apropiada para transpondedores de 29 mm de longitud y 3.6 mm de diámetro. Entre las distintas posiciones que evaluaron, demostraron que la aurícula no era una buena elección para este tipo de transpondedor, debido al elevado porcentaje de pérdidas (35.3%) y roturas (17.6%) en granja, y a las pérdidas (12.5%) y roturas (62.5%) en matadero. En consecuencia, para transpondedores de mayor tamaño plantearon la inyección en la base de oreja, posteriormente aquí discutida. Con objeto de evaluar los efectos de la edad en la inyección de transpondedores de 18 mm, Lammers et al. (1995) realizaron un experimento con tres grupos de animales que fueron inyectados a los 10 días, a las 4 semanas y a los 6 meses. Como resultado recomendaron que la aplicación en aurícula se realice a partir de las cuatro semanas de edad, para así disminuir los problemas de dificultad de aplicación y evitar las posibles perforaciones de la aurícula. También señalaron que si la aplicación no se realiza de forma correcta, la recuperación en matadero puede verse complicada debido a problemas de migración. El procedimiento empleado para la recuperación fue el cortado de la oreja por el canal auricular, pero un número de transpondedores, variable según la edad de inyección, quedó en la cabeza y cuello (20% para 10 d y 1.8% para 4 semanas). Esto demuestra que la inyección en aurícula, a edades tempranas, es bastante imprecisa y que es difícil establecer correctamente el punto óptimo de aplicación. Por otro lado, Lambooij (1992) estudió tres posiciones dentro del pabellón auricular, la base de la aurícula, la parte media y la parte distal, con transpondedores de tamaño medio (18 x 3.0 mm y 18 x 3.5 mm). Como resultado señaló, la base de la aurícula como mejor posición en relación a las otras dos posiciones, por ser más fácil la aplicación y tener unos resultados de pérdidas inferiores (Tabla 1). La recuperación del transpondedor también se realizó mediante corte y separación de la oreja de la canal. En estudios más recientes, también se demuestra la relación del tamaño del transpondedor con el porcentaje de pérdidas. Stärk et al. (1998), compararon transpondedores de 11.5 y 23 mm, obteniendo unas pérdidas del 0 y el 19.4% respectivamente. Aunque los resultados obtenidos en este trabajo indican que los transpondedores de 11.5 mm no presentaron pérdidas en granja y además se recuperaron en su totalidad en matadero, los autores apuntan como inconveniente la pequeña distancia de lectura observada. Además de los parámetros anteriores, se ha estudiado la reacción tisular en respuesta a la inyección del transpondedor en esta posición. Lammers et al. (1995), realizaron el examen histológico del tejido de alrededor del transpondedor, una vez recuperado. Dos grupos de animales fueron sacrificados en el día 7 y 21 después de la aplicación, encontrando una proliferación celular con exudado en la zona de inyección. Esta proliferación contenía, en algunos casos, pelos y fragmentos de piel. En el resto de animales, sacrificados a los seis meses, se encontró una cápsula de tejido conjuntivo alrededor del transpondedor que tendió a disminuir con el tiempo, quedando una capa muy fina a los cinco meses después de la aplicación. Stärk et al. (1998) observaron un 3.3% de infecciones en el lugar de inyección con transpondedores de 23 mm. En la mayoría de los trabajos en los que se ha utilizado la aurícula como posición de inyección, se ha visto que los mejores resultados se han conseguido con transpondedores de pequeño tamaño (11 mm). Este tamaño afecta negativamente a la capacidad de lectura, ya que la distancia necesaria para ser leído el dispositivo, se reduce hasta los 10 cm. Los porcentajes de recuperación en aurícula se encuentran entre 76 - 100%. A ello se une la variabilidad de las dificultades de recuperación en matadero y el tiempo necesario para ello, lo que hace que no sea considerada como una posición óptima de inyección en porcino. Los diferentes procesos que sigue la canal durante la línea de sacrificio, favorecen las pérdidas de los transpondedores inyectados en zonas próximas a la oreja y, más concretamente, en el pabellón auricular, por estar más expuesto a los golpes. Además, en la mayoría de los trabajos la recuperación se realiza mediante el corte y desecho del pabellón auricular, método que no sería válido en condiciones prácticas. • Inyección en base de oreja La inyección en base de oreja fue propuesta y estudiada paralelamente a la inyección en la aurícula. La principal ventaja respecto la aurícula es que se pueden inyectar transpondedores de mayor tamaño. Los primeros estudios realizados en esta posición fueron llevados a cabo por Lambooij y Merks (1989). Entre las distintas posiciones que estudiaron, la que obtuvo mejores resultados fue la base de oreja, ya que no presentó pérdidas durante el ensayo ni tampoco en matadero (Tabla 1). La recuperación fue rápida y fácil, sin indicar migración aparente de los transpondedores, y con resultados de recuperación del 100%. Posteriormente, fueron realizados otros estudios para comprobar la efectividad de esta posición de inyección con diferentes tipos de transpondedores. Así, Aarts et al. (1991) realizaron un estudio a gran escala con un elevado número de cerdos (12500), inyectados a las 4 semanas de edad. Los resultados demostraron que el porcentaje de pérdidas obtenido fue superior al 1%, máximo valor aceptable por ICAR, lo que unido a la baja recuperación (64 – 81%), indicaron que no era una localización adecuada. Lambooij et al. (1992) realizó otro estudio con transpondedores de 29 mm, en animales de 4 d a 6 meses de edad, obteniendo un 100% de retención al final del ensayo y una recuperación completa en matadero. En otra experiencia realizada (Lambooij et al., 1995) con un elevado número de animales y con transpondedores de 30 mm, pero de distintas marcas comerciales, observaron un porcentaje de pérdidas situado entre 1.6 - 6.9%. Además, la recuperación en matadero fue muy variable según la granja y la marca del transpondedor (37 - 98%). Uno de los últimos trabajos realizados en base de oreja fue llevado a cabo por Janssens et al. (1996), utilizando diferentes grupos de animales, edades y marcas de transpondedores de 40 mm. Los autores señalan que la implantación, lectura y recuperación de transpondedores en base de oreja es una técnica sencilla, pero los resultados obtenidos indican unas pérdidas elevadas (9.1%) y un porcentaje de recuperación no aceptable (89.0%). Aunque, para muchos autores la base de oreja es la posición corporal que presenta mejores resultados en porcinos, han aparecido diversos inconvenientes que descartan su utilización como método de identificación práctica en porcino. Así, como consecuencia de que a principios de la década de los 90 se instalaron máquinas cortacabezas, que realizan el corte próximo al punto donde se aloja el transpondedor, la recuperación se complica y aumenta el riesgo de rotura y de aparición de restos del transpondedor en la canal. Además del problema de la recuperación, la inyección en base de oreja plantea otro inconveniente que aparece en cerdos de razas grasas o en cerdas de cría. Este tipo de animales se caracteriza por un gran depósito de tejido graso en la región del cuello y de la papada, que oculta a los transpondedores inyectados en base de oreja. La Asociación Española de Cerdo Ibérico (AECERIBER), fueron la primera entidad en identificar cerdos en montanera mediante identificación electrónica. Durante el ensayo, el porcentaje de pérdidas y roturas, de transpondedores de 32 mm, fue bajo (<5%). El problema sin embargo, fue la recuperación, ya que los transpondedores habían migrado del punto de inyección y habían quedado envueltos por el tejido adiposo de la papada, obteniendo un porcentaje de transpondedores recuperados de sólo un 80% (Diéguez , comunicación personal). • Inyección en otras localizaciones Junto con el pabellón auricular, Dorn (1987) estudió la región lateral del esfínter anal, pero la desestimó por la posibilidad de que el transpondedor quedara ubicado en la canal, y también porque era una posición poco adecuada para la distribución automática de concentrado. Lambooij y Merks (1989), además de estudiar las posiciones anteriormente expuestas, evaluaron la inyección en otras posiciones corporales (Tabla 1). Entre ellas, estaban la región cervical, frontal, occipital, parietotemporal, masetérica y metacarpiana. Aunque el porcentaje de pérdidas en todas ellas fue del 0%, fueron desestimadas por diferentes inconvenientes. En la región cervical y occipital, la inyección se realizó por vía intramuscular, siendo una técnica sin complicación. Sin embargo, en el momento de la recuperación fue necesario cortar una parte del músculo, con lo cual se deterioraron las canales y el tiempo necesario para la recuperación fue muy elevado. En el caso de la región frontal y parietotemporal, la inyección fue difícil, ya que el transpondedor debía quedar subcutáneamente y el espacio físico en estas dos regiones es reducido. Por último, los animales inyectados en la posición metacarpiana mostraron algunas cojeras debido a la inyección. Recientemente, McKean (1998) ha desarrollado un protocolo de inyección de transpondedores de pequeño tamaño en posición metacarpiana, dejando alojado el transpondedor en posición interdigital, sin publicar los resultados obtenidos. La Asociación Inter-profesional de Cerdo Ibérico (ASICI), está actualmente realizando un proyecto de calidad del cerdo ibérico en el que se aplica la identificación electrónica como método de identificación de los animales, inyectando transpondedores de pequeño tamaño (11 mm) en posición interdigital. Aunque tampoco han publicado resultados, señalan que durante el proceso de sacrificio han observado pérdidas y roturas del transpondedor en esta posición (Hernández, 2001). 2. 2. Crotales Aunque los estudios realizados con crotales electrónicos son escasos, los resultados obtenidos son muy variables, y se presentan en la Tabla 2. Huiskes (1991), realizó una comparación de los distintos dispositivos de identificación electrónica para porcino, señalando las ventajas e inconvenientes de cada uno de ellos (Tabla 3). Debido a las elevadas pérdidas que han presentado los collares, se ha descartado su utilización masiva (Huiskes, 1991). En cuanto al uso de los crotales electrónicos, hay diferentes opiniones que hacen necesario un mayor estudio. Huiskes (1991) indicó que los crotales electrónicos presentan los mismos inconvenientes que los crotales tradicionales, aunque no descarta su uso. Sherwin (1990) demostró que los crotales electrónicos producían mayores traumatismos en las orejas que los crotales convencionales, sugiriendo, como posible causa, el mayor peso de los crotales electrónicos. Niggermayer (1994) aplicó crotales electrónicos (4 g) a lechones de dos a tres semanas de edad, obteniendo un 5% de crotales no leíbles (pérdidas + fallos + roturas) a final de engorde. Tabla 3. Características y comparación de diferentes sistemas de identificación electrónica en porcino (Huiskes, 1991). Característica Collares Crotales Inyectables + (1) ++(1) +++(1) Pérdidas + roturas + defectos - ++(2) ++ Uso único - + ++ +++ ++ + Fijación Recuperación en matadero - = inadecuado; + = adecuado; ++ = muy bueno; +++ = excelente (1) : No aplicable en lechones pequeños (2) : Depende de las dimensiones y peso Otra experiencia con crotales electrónicos fue llevada a cabo por Teixidor et al. (1995), tanto en lechones como en cerdas reproductoras. Los resultados en lechones muestran un porcentaje de pérdidas, hasta los 110 kg, de un 0 y un 0.7%, para cerdos alojados individualmente y en grupo, respectivamente. Las fallos electrónicos, fueron superiores para los animales alojados en grupo (5.6%) que para individuales (1.7%). Esto supone unas pérdidas totales del 6.3 y 1.7% para cerdos alojados en grupo o individualmente, hasta el final del cebo. Las reproductoras, durante un periodo de tiempo superior al de los cerdos de engorde, presentaron mayores pérdidas (3.2%) y los fallos fueron de un 1.6%, lo que totaliza un 4.8% de pérdidas totales. Además, los autores señalan un elevado porcentaje de pérdidas (5.4%) y de fallos electrónicos en la línea de sacrificio (21.2%). Más recientemente, Stärk et al. (1998) en Nueva Zelanda, compararon crotales convencionales, crotales electrónicos y transpondedores inyectables, en lechones y en cerdas reproductoras. Los resultados obtenidos con los crotales demostraron un porcentaje de pérdidas inferior en los electrónicos respecto a los convencionales (Tabla 4). Éstos últimos presentaron el inconveniente de la suciedad depositada durante el periodo de granja, impidiendo en algunos casos la lectura de la identificación. Aunque los crotales electrónicos presentaron mejores resultados en granja, el porcentaje de pérdidas fue muy elevado durante el faenado de la canal, afectando negativamente al mantenimiento de la trazabilidad de la cadena. Así, mientras los convencionales tuvieron un 3.6% de pérdidas, los electrónicos presentaron un 10.9%, sobre el que se añadieron los fallos electrónicos, que representaron un 12.4% más. Los autores también señalaron que las pérdidas en matadero dependieron de la longitud libre del vástago de la parte macho del crotal, obteniendo más pérdidas con los crotales de vástago más corto. Otro aspecto negativo que presentaron los crotales electrónicos en las reproductoras fue la reacción tisular observada a partir de los 10 meses de aplicación. Debido supuestamente a problemas relacionados con la biocompatibilidad del material en que estaban fabricados los crotales, aparecieron reacciones de tipo proliferativo y exudativo (18.9%) en el lugar de aplicación y, en algunos casos, acompañadas de sangrado. Tabla 4. Comparación de crotales electrónicos y convencionales en ganado porcino (Caja et al., 2000; a partir de Stärk et al., 1998). Tipo de animal Tipo de crotal Reproductoras Electrónico (n = 244) Convencional Lechones de Electrónico cebo (n = 180) Convencional Duración del ensayo (d) 338 180 Permanencia de los crotales (%) A las 4 sem Fin del Final de periodo matadero 98.4 96.3 100 100 76.6 100 98.3 96.4 Por último, un nuevo estudio con diversos tipos de crotales electrónicos fue realizado por Huiskes et al. (2000), para evaluar el sistema oficial de Identificación y Registro (I&R) holandés en la especie porcina (Tabla 5). El estudio se basó en dos tipos de ensayos realizados durante todo el engorde o únicamente en el transporte y sacrificio. Las pérdidas obtenidas en granja fueron bajas (0.16%), aunque registró entre 0 – 2% de fallos electrónicos, según granja y dispositivo utilizado. Además durante la primera semana posterior a la aplicación observaron entre un 13 - 55% de reacciones inflamatorias en el punto de inyección. El ensayo en matadero, realizado para evaluar el efecto de la línea de sacrificio sobre los crotales, mostró un porcentaje de pérdidas entre 1.8 - 4%, al que debe sumarse un porcentaje de fallos electrónicos entre 0 -1.9%, según dispositivo utilizado. Tabla 5. Comparación de diferentes tipos de crotales electrónicos en la especie porcina (Huiskes et al., 2000) Tipo de animal Tipo de crotal Duración del ensayo Pérdidas (%) Fallos Capacidad de electrónicos (%) lectura (%) Engorde (n = 1.200) Matadero (n = 2.500) 6 meses 0.16 0 - 2.0 97.8 - 99.8 - 1.8 - 4.0 0 - 1.9 94.1 - 98.2 5 prototipos Tabla 1. Resultados obtenidos mediante transpondedores inyectables en lechones de engorde. (sc = subcutáneo, im = intramuscular) Referencia Dorn (1987) Dimensiones (Marcas) 11 x 1.0 mm (Destron) Lambooij y Merks (1989) 29 x 3.6 mm (Prototipo) Aarts et al. (1991) 3 tipos Lambooij et al, (1995) Edad de aplicación Duración del ensayo - 4 sem - 92 62 3 3 3 3 17 19 12500 Aurícula (sc) Cervical (im) Occipital (im) Frontal (sc) Parietotemporal (sc) Masetérica (sc) Metacarpiana (sc) Aurícula (sc) Base de oreja (sc) Base de oreja (sc) Aurícula (sc) Distal Media Base Aurícula (sc) Distal Media Base Total de pérdidas (%) Recuperación (%) 0 - 0 0 0 0 0 0 35.3 0 4.0 – 8.0 100 100 11.8 100 64.0 – 81.0 8.0 0 10.5 100 86.1 100 9.5 17.9 0 100 84.4 100 4 – 12 sem - 6 meses 4 sem 6 meses 4 sem 6 meses 56 4 sem 4 d – 6 meses Base de oreja 0 100 9383 4-5 sem 4 sem – 6 meses Base de oreja 1.6 – 6.9 70.0 – 89.0 25 36 19 18 x 3.5 mm (Destron) 21 39 19 29 x 3.6 mm (Texas Ins.) 30 x 3.5 mm (Nedap, Superior, Texas ins.) Posición de inyección 4 sem 18 x 3.0 mm (Destron) Lambooij (1992) Lambooij et al. (1992) Número Lammers et al. (1995) 18 x 3.0 mm (Destron) 10 111 24 10 d 4 sem 6 meses 5 – 6 meses Base de aurícula 4.3 0.9 8.3 81.2 88.3 - Janssens et al, (1996) 40 x 5 mm (Prototipos) 299 25 – 80 kg 39 – 117 d Base de oreja 9.1 89.0 Stärk et al. (1998) 23 mm (Texas Ins) 11.5 mm (Destron) 140 40 3 – 4 sem 109 d Base de aurícula 19.4 0 76.1 100 Tabla 2. Resultados obtenidos mediante crotales en ganado porcino. Referencia Dimensiones (Marcas) Número Niggermayer (1994) - 650 Engorde Teixidor et al. (1995) 4.1 g 28 x 10.8mm (Allflex) 270 128 329 275 244 180 244 180 1200 2500 Stärk et al. (1998) Huiskes et al. (2000) 1 Convencional Electrónico 5 prototipos Tipo de animal Edad de aplicación Duración del ensayo 2 - 3 sem - Individuales Reproductoras Engorde Matadero Reproductoras Engorde 20 - 25 kg 25 kg Final engorde 3 - 4 sem 110 kg 6 meses 338 180 0 3.2 0.7 5.4 3.7 1.7 Reproductoras Engorde Engorde Matadero 3 - 4 sem 3 - 4 sem Final engorde 338 180 6 meses - 1.6 0 0.16 1.8 – 4.0 = Pérdidas + fallos electrónicos + roturas Pérdidas (%) Fallos electr. (%) 5.01 Total pérdidas Recuperación (%) (%) 5.0 - 1.7 1.6 5.6 21.2 - 1.7 4.8 6.3 26.6 3.7 1.7 94.6 96.4 0.4 0 0 – 2.0 0 - 1.9 2.0 23.4 0.16 – 2.16 1.8 – 5.9 76.6 96.0 - 98.2