Libro sobre globalización (presentación)

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Reflexiones sobre globalización
Presentación
Diversos procesos sociales se han visto modificados en este nuevo mundo
globalizado. La globalización se ha dado gracias, entre otras cosas, al desarrollo
de las telecomunicaciones que ha permitido que los avances tecnológicos y el
conocimiento en general lleguen de manera más expedita y a lugares cada vez
más apartados. No obstante, el tema de la globalización es uno controvertido. Por
un lado hay quienes afirman que gracias a ella un número importante de países
han logrado crecer a tasas más altas de lo que habrían crecido en caso de no
participar en el proceso de globalización. Otros tantos proclaman que la
globalización no ha cumplido con la promesa de beneficio económico para todos,
ya que, como bien lo señala Víctor Flores Olea, ésta es una nueva fase de la
explotación capitalista.
Los trabajos aquí presentados son el resultado de una serie de seminarios
sobre globalización organizados por la Fundación Heberto Castillo Martínez A.C.
entre octubre de 2001 y junio de 2002. La Fundación, que tiene como objetivo ser
un foro abierto a la discusión de los problemas nacionales, contó con el valioso
apoyo de diversos académicos especialistas que participaron en cuatro seminarios
sobre aspectos fundamentales relacionados con la globalización: terrorismo y
guerra; pobreza; educación y cultura, y derechos humanos.
La discusión de los primeros cuatro trabajos gira en torno a los actos
terroristas del 11 de Septiembre de 2001 perpetrados en Washington y Nueva
York. Adolfo Gilly plantea que este acto es el resultado de la lucha entre élites
representadas, por un lado, por Bin Laden y su deseo por controlar Arabia Saudita
y, por otro, por el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, junto con
sus aliados que intentan controlar los recursos petroleros en manos de los
gobiernos del mundo árabe. Un aspecto importante tocado por Gilly es el de la
manipulación informativa y la mentira que ha prevalecido desde el 11 de
Septiembre y las califica como “armas de guerra, no sólo contra la nación atacada
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sino sobre todo contra la propia población de la nación atacante y sus aliados”.
Víctor Flores Olea, así como Luis Villoro proponen otra visión del origen de los
atentados. Aseguran que éstos fueron el resultado de un choque entre las clases
dominantes (del norte) y las clases explotadas (del sur), en donde existe un gran
contingente excluido de los beneficios del desarrollo. Flores Olea resalta el hecho
de que Estados Unidos se posicionó como el poder hegemónico incontestable y,
que los actos terroristas le han sido funcionales a sus estrategas. Denuncia el
terrorismo de estado, que representa la guerra de la gran potencia en contra de
uno de los países más pobres de la tierra (Afganistán) y que cobra innumerables
víctimas inocentes. De acuerdo con el autor, las consecuencias de los actos
terroristas han sido: la ruptura del derecho internacional, de las garantías
individuales y sociales; la exaltación de la xenofobia, la discriminación racial; el
endurecimiento policiaco y social, y un derecho a la información severamente
coartado. Jonh Saxe Fernández pone a discusión en tema de los esquemas de
modificación de fronteras de Estados Unidos ante los ataques terroristas. El autor
reseña una serie de intentos para que México ceda su soberanía a los Estados
Unidos, pero resalta el hecho de que ahora este país se plantea influir sobre la
cultura política mexicana y canadiense para que dejen a un lado su soberanía y
renuncien a ella para que integren un sistema de seguridad conjunto. Por otra
parte, el artículo de Luis Villoro argumenta que el terrorismo globalizado y su
respuesta de guerra son un regreso a los que Thomas Jobs llama el estado de
naturaleza (cada quien se hace justicia por mano propia), el cual antecede a
cualquier regla jurídica. En los cuatro trabajos que conforman esta sección se
hacen llamamientos a la movilización social contra la guerra, a la necesidad de la
creación de un orden jurídico internacional efectivo y capaz de detener al
terrorismo civil, al de estado y a la guerra. Asimismo, critican la posición del
gobierno foxista de apoyar la intervención en Afganistán esperando que, en
palabras de Luis Villoro, el gobierno mexicano regrese a la tradición de la política
exterior mexicana orientada a asegurar la paz, oponerse a injusticias de estados
agresores y defender a los débiles.
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La globalización está asociada con un crecimiento sin precedente de la
pobreza, además de que en las últimas décadas se ha profundizado la división
entre poseedores y desposeídos. La sección de globalización y pobreza inicia con
el trabajo de Guillermo Almeyra el cual nos narra paso a paso la forma en cómo
Argentina cayó en la más aguda crisis económica de su historia. Siguiendo los
consejos de los organismos internacionales o de sus representantes, el gobierno
argentino mantuvo la paridad uno a uno del peso, con el dólar norteamericano, lo
que generó su sobrevaluación. El resultado: un enorme flujo de importaciones, que
a su vez propició la destrucción de la producción nacional y el aumento del
desempleo. Por otro lado, mientras que la deuda pública y privada crecía, se daba
una fuga de capitales, la desregulación laboral, el abandono del mercado interno,
corrupción a gran escala con la complacencia de los organismos internacionales.
El Fondo Monetario Internacional y el gobierno de Estados Unidos abandonaron a
este país a su suerte, el motivo, poner de ejemplo a la comunidad internacional
sobre lo que le sucederá en caso de “despilfarrar el dinero del contribuyente
estadounidense.” Esta crisis es vista por Almeyra como resultado de la
mundialización y nos dice que “la consecuencia lógica de la mundialización… es el
fin de la soberanía y las destrucciones de la democracia.” No obstante, el autor
plantea que es posible crear otro estado, nacional y antiimperialista que resista al
capital financiero internacional a través de una democracia construida desde abajo
que refuerce la función del estado como servidor de las necesidades sociales, de
redistribución de la riqueza con equidad y promotor del desarrollo nacional.
A este trabajo le sigue el artículo de Araceli Damián quien discute sobre los
límites que tiene el estado para contrarrestar el deterioro de las condiciones de
vida de la población ante la puesta en marcha de los programas económicos
impuestos por el FMI y el Banco Mundial. Plantea que el debilitamiento de los
estados nacionales inicia en la década de los setenta cuando las economías más
desarrolladas sufren una fuerte recesión económica, lo que les lleva a tomar
medidas que trajeron como consecuencia el deterioro de los términos de
intercambio para los países en desarrollo. Esta situación desembocó en la crisis
de la deuda de los ochenta que fue aprovechada por los organismos de ayuda
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internacional para condicionar la reestructuración de la misma al cambio en las
políticas económicas en los países en desarrollo. Este escenario ha dada la idea
de que los gobiernos tienen pocas posibilidades de definir por cuenta propia la
profundidad y velocidad de sus reformas. No obstante, señala que los países
asiáticos han logrado un crecimiento económico muy acelerado y la reducción de
la pobreza aplicando medidas radicalmente distintas a las propuestas por el FMI y
el Banco Mundial, entre éstas, la intervención del Estado en la actividad
económica, el manejo de las tasas de interés, etc. Citando a Stiglitz la autora nos
plantea que “las naciones que han manejado la globalización por sí mismas, como
las asiáticas, se han asegurado en términos generales de obtener grandes
beneficios … en contraste, las naciones que han dejado que la globalización les
sea manejada por el FMI y otros organismos no han obtenido tan buenos
resultados.” Por tanto, concluye la autora, los gobiernos deben tomar acciones
concretas como cambiar los términos del libre comercio, poner restricciones al
movimiento de capitales, fomentar políticas de distribución del ingreso, entre otras.
Una de las propuestas de los organismos internacionales más criticadas es
la exigencia al cambio en la política social de los países en desarrollo. El ensayo
de Julio Boltvinik crítica esta propuesta ubicando al modelo de política social
promovido por el FMI y Banco Mundial dentro de lo que Esping-Andersen llama el
modelo liberal y residual en donde los derechos sociales dependen de la
demostración de la necesidad por parte de los individuos y en general los
beneficios son muy magros y están asociados al estigma social. Explica que este
modelo está influenciado por la ideología neoliberal la cual tiene como principal
consecuencia que la acción del Estado en términos de política social se manifieste
en dos formas: promoción de la privatización y “libre” elección en el mercado para
algunos (clase media y alta), y para otros (pobres extremos), asistencialismo y
dependencia de subsidios estatales para asegurar la subsistencia. La lucha contra
la pobreza extrema se convierte en la única prioridad del neoliberalismo, con base
en la premisa de que una vez superada su condición de hambre, estos individuos
puedan participar “libremente” en el mercado. Boltvinik resalta los elementos
centrales de esta reforma: eliminación de subsidios generalizados, privatización
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del sistema de pensiones, privatización del sistema de salud para clases medias y
altas y sistema público de saludo cada vez más deteriorados para los pobres,
programas dirigidos para los más pobres y, en el caso Chileno (prototipo de este
modelo), operación privada de la educación. Después de presentar la crítica a los
programas de focalización (elemento fundamental de la política social neoliberal)
expone cómo en México la desmercantilización de diversos servicios (entendida
esta como la dotación de servicios generalizados por parte del estado) permitió el
mantenimiento (y en ciertos aspectos el mejoramiento) de algunos aspectos de las
condiciones de vida a pesar de la contracción del ingreso de la mayoría de la
población sufrida durante los ochenta y noventa. Con base en esta reflexión
Boltvinik alerta sobre los peligros de seguir la senda neoliberal.
Esta sección finaliza con el trabajo de León Bendesky quien nos dice que
los partidarios de la apertura económica y la liberalización de los mercados
sostienen que esta es benéfica para los productores, quienes ven extendidas sus
opciones para exportar; para los trabajadores por el mayor empleo asociado con
un mayor nivel de actividad económica, y a los consumidores porque existe mayor
disponibilidad de bienes a precios más bajos. El autor no parte de una
descalificación a las políticas actuales ya que sostiene que “la globalización no es
la causante directa de la pobreza, pero su modo de operar no está encaminada,
precisamente, a reducirla y en muchos de los casos, sucede lo contrario.” No
obstante, mas adelante afirma que “las políticas de ajuste y estabilización … han
dado resultados cuestionables … en cuando menos tres sentidos: las tasas de
crecimiento promedio son muy bajas, la volatilidad productiva y financiera es muy
grande, y hay cada vez más pobres.” Critica la atrofia funcional del FMI y Banco
Mundial, encargados de la verificación del comportamiento de los países
atrasados, ya que los mecanismos utilizados para dicha verificación tienden a
limitar los espacios de acción de la política económica y que éstos suelen
convertirse en elementos detonadores de las crisis económicas. Afirma que no hay
suficiente reconocimiento de las consecuencias adversas del patrón vigente de
crecimiento y que el modelo único propuesto (de libre mercado) requiere más que
composturas.
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La siguiente sección versa sobre globalización, educación y cultura. Inicia
con el trabajo de Carlos Ornelas quien enfatiza la importancia del trabajo “no
productivo” (en términos marxistas) encaminado a generar el conocimiento en este
periodo histórico. Plantea que aun cuando existe una tendencia globalizadora que
impone la cultura pop estadounidense, se dan diversas luchas por los valores
culturales propios, los cuales sobrevivirán sólo sí los educadores se encargan de
ello. Afirma que es necesario que en las primarias se enfatice la cuestión de la
cultura y la historia nacional. Para ello es necesario, según el autor, cambiar el
sistema educativo para hacer frente a la globalización.
Pablo González Casanova, por su parte, nos dice que las crisis desde los
setenta de los proyectos imperantes en el siglo XX, traen como resultado el triunfo
de las grandes potencias con ideología neoliberal. Plantea que “los neoliberales
diseñaron el proyecto para la extracción del excedente más eficiente de toda la
historia del capitalismo; a tal grado que en menos de treinta años lograron un
tremendo incremento de las desigualdades tanto a nivel internacional como
nacional, sobre todo en los países periféricos.” De acuerdo con el autor, los
gobiernos de los países en desarrollo están concientes de los estragos que
provocarán en su población la aplicación de las políticas propuestas por los
organismos internacionales y que, esta actitud, nos ha llevado a la etapa de los
horrores de las guerras humanitarias (por ejemplo, Kosovo, Medio Oriente, etc.).
No obstante para él, de este tipo de experiencias debemos sacar elementos
importantes para el aprendizaje. Afirma, por otro lado, que la revolución
tecnológica del Siglo XX no ha tenido grandes implicaciones desde el punto de
vista social, político y cultural y que, estos desarrollos, conjuntamente con los
intentos por resolver los problemas humanitarios, deberían de ser incluidos en
nuestra educación y cultura. Enfatiza que han existido diversas aportaciones a la
cultura universal en distintas regiones del mundo (Chiapas, India, Cuba), distintas
a la ideología dominante, que requieren no sólo ser transmitidas sino construidas
socialmente, como “el concepto de dignidad, acuñado por los zapatistas.”
Finalmente, el autor hace un llamamiento para impedir con toda fuerza al
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terrorismo y a la autodestrucción provocada por la destrucción a la dignidad
humana.
Manuel Pérez Rocha inicia diciendo que la globalización es “el contexto
ideológico que permite la liberalización de los mercado, la cual no hace otra cosa
que legitimizar la ley del más fuerte después de siglos de batallas desiguales e
injustas.” Afirma que existe una contradicción entre lo expuesto como los
beneficios de ésta y los verdaderos resultados. Por otro lado, habla de los riesgos
en el aprendizaje y la educación de la ideología impuesta por la publicidad sobre
los niños y jóvenes, que difunde la idea de la satisfacción inmediata de cualquier
necesidad. Por lo tanto, cualquier beneficio futuro no justifica el esfuerzo de no
satisfacerla. Critica la tesis que sostiene que la globalización implica una mayor
competencia, lo que a su vez provoca una elevación de la productividad mediante
la introducción de técnicas más avanzadas, y que esto requiere una mayor
cantidad de mano de obra calificada. Nos dice que este supuesto es falso ya que
la aplicación de las técnicas más avanzadas no se traduce en necesidades
crecientes de mano de obra más calificada y que, por el contrario, existe evidencia
de que éstas técnicas producen una polarización extrema de la calificación y
descalificación del trabajo condenando a las grandes mayoría a un trabajo más
fraccionado, mecánico y repetitivo.
Esta sección cierra con el artículo de Teresita Bertussi quien plantea que la
educación en México se ha visto inmersa en un proceso contradictorio en el cual
se amplía la cobertura e incorporación de un mayor número de años a la ecuación
básica (secundaria y preescolar) y por otro se reduce la demanda (sic) de la
educación media superior y superior, con lo que cada vez una mayor número de
jóvenes no logra incorporase a ésta. Afirma, por otro lado, que las burocracias
educativas, basadas en las concepciones neoliberales, han implementado un
programa de calidad educativa y excelencia de la educación primaria que sólo
cubrirá al 1.1 por ciento de los planteles del país, dejando a un lado a 220 mil
escuelas que nos serán incorporadas a este proyecto educativo. De acuerdo con
la autora, se requiere un proyecto educativo, que no sea un mero paliativo
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coyuntural a las viejas necesidades de infraestructura y recursos didácticos, que
incorpore a los maestros y revise los contenidos de las prácticas pedagógicas.
El último tema tratado en este libro, no por ello menos importante, es el de
la globalización y los derechos humanos. Edgar Cortez plantea que la
globalización económica ha resultado en un proceso dual en el que los estados
nacionales tienen menor influencia en el diseño de sus modelos económicos y al
mismo tiempo se han ampliado los derechos políticos, como en el caso de México,
pero que esto no ha significado una posibilidad de modificar el modelo. Un tema
común en los trabajos sobre derechos humanos aquí presentado es, como lo
plantea Cortez, el hecho de que en este mundo globalizado se han fortalecido
instancias supranacionales (como el FMI y el Banco Mundial), que junto con las
empresas trasnacionales, aparecen como nuevos violadores de los derechos
humanos. El autor plantea que la globalización ha disminuido la ciudadanía y pone
de ejemplo el fenómeno creciente de la migración, en la cual los migrantes
“huyendo de la negación de sus derechos sociales, económicos y culturales en
sus propios países, no tienen la posibilidad de ese reconocimiento fuera de ellos.”
Enfatiza, por otro lado, el hecho de que cuando se pide cuentas sobre los
derechos humanos, en general se alude a los civiles y políticos y nunca a los
económicos, sociales y culturales, con lo que “pareciera que la pobreza es, en
muchos momentos, el destino inexorable, y no una violación ética y jurídica a los
derechos humanos.” El autor propone una serie de medidas para reforzar la lucha
por los derechos humanos, entre ellos el trabajar para que los acuerdos y tratados
comerciales estén sujetos a los derechos humanos.
El trabajo presentado por Christian Rojas explica las labores realizadas por
Amnistía Internacional para garantizar que los gobiernos adopten convenios y
medidas sobre los derechos humanos. Afirma que Amnistía Internacional ha
ampliado el campo de acción en favor de los derechos humanos hacia los
económicos, sociales y culturales. Nos dice que es necesario abandonar la idea
de que el crecimiento económico es igual a desarrollo, “no se puede dejar la
justicia en manos del mercado, ese es el papel del Estado a través de sus políticas
sociales…la pobreza y la falta de vivienda no son inevitables. El mundo tiene
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recursos para superarlos si logramos generar la voluntad política necesaria.”
Amnistía Internacional sostiene que la declaración de los derechos humanos no va
sólo dirigida a los Estados, sino que pide a cada individuo y a cada órgano de la
sociedad que promueva el respeto a estos derechos y a la liberta, asegurando su
cumplimiento. Por último critica la acción de la ONU en torno a los derechos
humanos y plantea que actúa de acuerdo a los propios intereses de los gobiernos
que lo integran.
Miguel Concha nos expone los escenarios en los que se desarrolla
actualmente la lucha por los derechos humanos, entre los que están: 1) el
agravamiento de las tendencias destructoras de la vida social y natural producidas
por la lógica económica; 2) la existencia de organizaciones supra y trasnacionales
que arrasan con los derechos económicos, sociales y culturales que trae como
consecuencia los grandes focos de la pobreza en medio de la prosperidad; 3) el
descaro de las potencias económicas que se proclaman garantes mundiales de
los derechos humanos y que al mismo tiempo realizan intervenciones armadas
con la correspondiente violación a los derechos humanos; 4) un pensamiento
racista y discriminatorio del sistema que considera que unos seres humanos son
prescindibles. Plantea que ante estos escenarios una de las principales demandas
del movimiento mundial actual es el establecimiento de instancias de apelación de
los derechos humanos por parte de organismos privados, trasnacionales e
instituciones como el FMI y Banco Mundial.
El trabajo de Oscar González nos dice que si bien el terrorismo desconoce
los derechos más elementales de las víctimas, este argumento pasa por alto lo
que John Galtung llama la “violencia estructural” en la que… “unos cuantos
deciden la suerte de la mayoría, es decir, se arrogan el derecho de decidir quién
trabaja y quién no, quién como y quién no, quién vive y quién muere”. Afirma que
“ante una nueva era de probable fascismo global que sin duda tendrá sus
expresiones nacionales, la alternativa real tiene que pasar por el rechazo a todo
tiempo de terrorismo y de belicismo, por la movilización social, civil y popular en
medio de una creciente solidaridad internacional.” Critica el hecho de que los
Estados Unidos, “antiguo campeón” de los derechos humanos, no sólo a dejado
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de serlo sino que se ha convertido en el principal violador de éstos, al no haber
firmado o ratificado el 80 por ciento de los convenios universales y regionales de la
ONU y de la Organización de los Estados Americanos, no reconoce la jurisdicción
de los mecanismos de justiciabilidad internacional (por ejemplo, la Corte
Internacional de Justicia), viola dentro de su territorio los derechos de minorías
éticas y trabajadores migrantes, ignora las consecuencias de las políticas
económicas y financieras, lo que llama “genocidio silencioso” que discrimina,
excluye y hace morir de hambre o mediante violencia represiva a millones de
personas en todo el mundo.
Como veremos en este libro, a pesar de los múltiples estragos sufridos
durante este nuevo y contradictorio periodo histórico existe la esperanza. La
globalización podría abatir el hambre y la pobreza, condición necesaria para que
todos seamos ciudadanos del mundo. Sin embargo se requiere que la modalidad
que ha asumido la globalización cambie radicalmente. Ésta ha sido impuesta
debilitando las democracias nacionales al sustituir las élites locales por las
financieras internacionales y corporativas. La situación de millones de personas se
ha visto afectada negativamente ante la pérdida de los empleos o la inestabilidad
en éstos, la reducción de sus ingresos y la destrucción de sus culturas.
Afortunadamente, los movimientos sociales que claman por un cambio se hacen
cada vez más presentes, por lo que los gobiernos y las instituciones
internacionales no pueden seguir ignorando el descontento mundial. Otro mundo
es posible.
Araceli Damián
Noviembre de 2002
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