Las Reformas Militares, Las Castas y La Opinión Pública en Centro

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Primer Encuentro de Historia de El Salvador
Del 22 al 25 de Julio del 2003
Las Reformas Militares, Las Castas y La Opinión Pública en
Centro América 1755-1812.
En la segunda mitad del siglo dieciocho Centroamérica experimentó
reformas, guerras, revueltas y crisis que facilitaron la agudización de la crítica y
el enfrentamiento de los españoles con los mulatos, zambos, pardos, negros
libres y mestizos bajos conocidos como castas. Además, los ilustrados ministros
de la Corona Española sometieron a los territorios de ultramar a las Reformas
Borbónicas en su afán de modernizar y defender el imperio. Gran parte de este
programa involucró reformas militares que crearon milicias de españoles,
mestizos y castas con un único reglamento militar que confería los mismos
privilegios a todos. De ahí que, los oficiales milicianos de las castas, protegidos
por las preeminencias militares, se convirtieron en los interlocutores de sus
comunidades denunciando los agravantes cometidos por los españoles o que
–parafraseando a Roger Chartier- cada individuo recobre el uso de su propio
entendimiento y lo empleé con fines públicos para garantizar la existencia de su
comunidad. Más tarde, el desencanto de las castas y la población en general se
vio influenciado por los ideales de la Revolución Francesa y la Revolución en la
Isla de Santo Domingo. Por ello, ésta propuesta plantea que las reformas
militares y sus privilegios, en especial el Fuero Militar de Guerra, proveyó a las
castas de un medio efectivo para desafiar los abusos cometidos por los
españoles y que además, generó el desarrollo de una opinión pública que
propició las revueltas populares a partir de 1808 en Centro America.1
El historiador Carlos Meléndez califíca al período entre 1750 a 1808 como
la “fase autenticamente ilustrada”. No obstante, su trabajo se dedica a examinar
el desempeño de los grupos que tuvieron acceso a libros y demás materiales
ilustrados que por lo general pertenecían a una minoría educada española. Sin
embargo, el mismo autor, evidencia un sentir de las nuevas corrientes através
de algunos beneficios obtenidos por las masas. Al mismo tiempo, Meléndez
hizo incapié en que estos movimientos de leve conciencia son acogidos en el
centro urbano, en el cual servían grandes numeros de las castas en sus
milicias.2 Igualmente, Juan Fernández Marchena y María del Carmen Gómez
Pérez, proponen que la ilustración es un fenómeno urbano pues son los núcleos
de asentamiento, desarrollo, poder, y autoridad; como también, centros
administrativos, sociales, comerciales y militares.3 Por esta razón, la opinión
1
Roger Chartier, Espacio Público, Crítica y Desacralización en el Siglo XVIII (Barcelona: Gedisa, 1995),
36-40. Juan Pedro Viquéira Albán, Propriety and Permissiveness in Bourbon Mexico (Wilmington:
Scholarly Resources Inc., 1999), XVIII.
2
Carlos Meléndez, La Ilustración en el Antiguo Reino de Guatemala (San José: EDUCA, 1970), 22, 24,
109. See Ralph Lee Woodward Jr., Central America: A Nation Divided (New York: Oxford University
Press, 1999). Chapter 3, Bourbon Central America, 61-86. Christopher Lutz, Santiago de Guatemala: City,
Caste, and the Colonial Experience (Norman: University of Oklahoma, 1994), 43.
3
Juan Marchena Fernández y María del Carmen Gómez Pérez, La Vida de Guarnición en la Ciudades de la
Ilustración (Madrid: Ministerio de Defensa, 1992), 16, 31. Jaime E. Rodríguez, The Independence of
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pública y los nuevos aires ilustrados se desenvolvieron primero en los centros
urbanos donde se encontraban las milicias.
Desde la primera gran reforma militar en el Reino de Guatemala en 1755,
los jucios y las denuncias de las castas demuestran una opinión que transendía
de lo privado a lo público y que conforme más privilegios les eran agregados a
las milicias pardas, multas y negras libres, más subían de tono las
vociferaciones, manifestaciones y acusaciones contra los españoles. Estas
expresiones eran parte de los procesos llevados por los magistrados civiles o
militares en su jurisdicción o en la Audiencia de Guatemala, que en muchos
casos, conmocionaban a toda una comunidad y que como resultado, propiciaron
el asalto de las autoridades reales por no defender sus derechos.4 Por esta
razón, éstos procesos representan la opinión de los grupos marginales que
utilizaban los privilegios militares como escudo ante los abusos por parte de las
autoridades civiles controladas por los españoles. Al final de 1799, las castas
pierden todo privilegio militar pero su opinión no mengua, ya que, seran los
primeros en manifestarse en los motines contra la autoridad real a partir de
1808.
En el marco de las Reformas Borbónicas, se concebió la primera gran
reforma militar en Centro America a principios de 1755 y la incorporación de
grandes numeros de castas a sus rangos. Unos meses después de haber
asumido su puesto, el Capitan General Don Alonso Arcos y Moreno (1754-1760)
presentó al Rey Fernando VI un nuevo reglamento para la organización de las
milicias en el Reino de Guatemala. Evidentemente, la apremiante situación de
las defensas obligó al Capitán General a preparar una solución al problema. El
17 de Febrero de 1755, Arcos y Moreno propuso que se reglamentaran las
milicias de voluntarios locales y que se sometieran a métodos y ordenanzas
militares. Un año después, informó al rey que la fuerza constaba de un Cuerpo
de Infatería y un Cuerpo de Caballería con un total de 1 688 oficiales y 31 445
milicianos.5
La mayor parte de las milicias provino de las castas, ya que fueron
enroladas a la fuerza, esto se denota por la del capitán Don Miguel de Serbellón
y Santa Cruz, Teniente General de la Provincia de Tegucigalpa. “Por la
precente hordeno, y mando attodos los Españoles, y pardos vezinos, estantes, y
havitantes en esta Provincia; de catorce años arriba que dentro del termino de
ocho dias parescan ante el Maestre de campo Don Diego Ramirez a Alistarse en
los cuerpos... pena a el español de veinte y sinco pesos que no comparesiese
Spanish America (Cambridge: Cambridge University Press, 1998), 1. Rodríguez plantea que este es un
período comprendido en la Era de las Revoluciones Democráticas que arrancó en la segunda parte del siglo
XVIII.
4
Sarah Maza, Private Lives and Public Affairs. The Causes Celebres of Prerevolutionary France
(Berkeley: University of California Press, 1993). Maza plantea que los juicios como fuente desarrollan una
potente opinion pública que conllevaron a causas importantes de la Revolución Francesa. Victor M. Uribe
Uran, “The Birth of Public Sphere in Latin America During the Age of Revolution,” Comparative Studies
in Society and History 42, 2 (April 2000): 425-57.
5
Salvador Montoya, “Milicias Negras y Mulatas en el Reino de Guatemala (Siglo XVIII),” Cahiers du
Monde Hispanique et Luso-Bresilien, Caravelle 48 (1987): 96-97.
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en el termino emplazado... y a los pardos de docientos asotes.”6 Las castas no
protestaron ni se opusieron a tal decreto puesto que por primera vez, el artículo
VI del Reglamento de las Milicias, contemplaba que las compañías disfrutarían
de los mismos privilegios militares otorgados a los españoles y mestizos. Por
ello, cuando se movilizaban las tropas, recaían bajo una serie de preeminencias
que las colocaba por encima de la justicia civil y los igualaba con los mestizos y
españoles. En fín, la milicia resultó un vehículo para el avance social de las
castas y para la defensa de sus derechos.7
Aprovechando la oportunidad, las castas usaron las nuevas medidas para
denunciar los abusos de las autoridades locales y para medir la extensión de sus
derechos. De hecho, los españoles nunca aceptaron la igualdad de privilegios y
mucho menos, dejaron escapar las castas de la justicia ordinaria. Ejemplo de
esto fueron las acciones del teniente de milicias de San Vicente de Austria, Don
Tomás de Escamilla que produjeron el descontento popular y la denuncia de las
castas contra los abusos de las autoridades. En 1758, el alcalde mayor de San
Salvador Don Bernabé de la Torre Trassierra comisionó a Escamilla para que
arrestara a algunos sujetos viciados en juegos, embriagueses y otros pecados
públicos. Escamilla conjuntamente con los alcaldes ordinarios de San Vicente
de Austria procedió a su tarea citando a la milicia sin notificar a sus oficiales o
pedir su permiso. Cumpliendo con su comisión y en algún entrevero o discusión,
Escamilla le cortó la mano a su sirviente, el pardo libre, Nicolás Recinos,
acrecentado así la inquietud de los naturales provocada por la detención de los
viciados y el crimen.
Cinco años más tarde la causa continuaba y el coronel de milicias de San
Vicente de Austria, Don Josef Santos de Ymendia, declaró que los jefes
milicianos tenían poco aprecio por el despótico dominio y comando que hacían
los alcaldes ordinarios de las milicias. Además, que desde su creación no tuvo ni
vista de tropa arreglada y que solo se juntaban las milicias por orden de los
alcaldes para las prisiones de los reos, rondas y otros actos. A los sargentos y
cabos los mantenían en comiciones de embargos y mandamientos de cobranzas
dentro y fuera de la villa prometiendoles paga que rara vez se verificaba.
Después de tres diferentes administraciones, las denuncias tuvieron
efecto, ya que, el Capitán General Don Pedro de Salazar Herrera ordenó el
arrestó de Escamilla, el pago de una indemnización a Recinos y multas a los
alcaldes en 1771. Así pues, Salazar y Herrera defendió las exoneraciones
militares y los derechos de las castas, a pesar de que su mayor preocupación
giraba en torno a lograr la quietud y pacificación de los naturales conjuntamente
con la recta administración de la justicia en San Salvador.8
6
Archivo Nacional de Honduras (de ahora en adelante referido como ANH), Alcaldías 1753-1757, Rollo 4.
(Colección Especial: Microfilm en la Universidad de Texas en Arlington). Los rollos no tienen numeración.
Orden de alistarse en las milicias. Tegucigalpa, 26 de Abril de 1755.
7
Montoya, “Milicias,” 97. Kimberly S. Hanger, Bounded Lives, Bounded Places. Free Black Society in
Colonial New Orleans, 1769-1803 (Durham: Duke University Press, 1997), 109. Joseph P. Sánchez,
“African Freemen and the Fuero Militar: A Historical Overview of the Pardo and Moreno Militiamen in the
Late Spanish Empire,” Colonial Latin American Historical Review 3, 2 (Primavera 1994): 165.
8
Archivo General de Centro América (de ahora en adelante referido como AGCA), A1(3), leg. 289, exp.
3687, fol. 1-8v. Testimonio de Real Cédula.
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Por causas de explotación y maltrato se amotinaron los indígenas del
pueblo de Nicoya contra el corregidor Don Gabriel de Santiago y Alfeyran en
1761. A pesar de ser señalado como un levantamiento indígena, las autoridades
reales también reconocieron la amplia participación de los mulatos y ,en
especial, la saña de los oficiales y miembros de las milicias quienes fungieron
como cabecillas del tumulto. El mulato esclavo del corregidor Luis Véles
cooperó en demasía en el evento, pues se fugó de la carcel y se refugió en la
Iglesia parroquial por su delito. Las autoridades reales denunciaron a Pablo
Ciesa, mulato de Nicaragua, quién profirió “ciertas palabras contrarias a la
devida observancia y obediencia de nuestras reales ordenes.”9 No obstante, el
mismo corregidor, después de deponer el levantamiento, indicó que las 5
compañías milicianas de Nicoya se componían de oficiales pardos y que “los
cuatro capitanes después de estar mandados prender por S. A. sobre el
levantamiento que los indios executaron contra mi persona de que resultaron
complizes, se hallaban inobedientes por dos reales mandatos.”10 En otro parte,
se reafirmó el proceso contra Juan Manuel de los Reyes y Juan Alberto Mayorga
ambos capitanes de las milicias mulatas de Nicoya.11
De esta manera, la primera reforma militar no logró que las exenciones
militares, que supuestamente gozaban los milicianos, fueran apoyadas por los
españoles y mucho menos por las instituciones reales en cada provincia del
Reino. El Reglamento de Milicias decretó un régimen igual para las castas y los
españoles, al cual, se manifestaron rotundamente en contra los últimos. Por
esta razón, las castas no disfrutaron de los exoneraciones, salvo de librarse del
pago del tributo del laborío. Con ésta reforma se denota una incipiente
manifestación de la opinión que es ventilada públicamente contra las
autoridades, pues los milicianos se amparaban al regimen militar que los acogía
y los libraba de las autoridades civiles. Además, se dio un un leve
reconocimiento de ciertos derechos con el Fuero Militar. No obstante, las
exenciones militares fueron muy ambiguas dado que no se respetaron y de que
se decretó su abolición.
El Rey, Carlos III, rechazó y abolió la primera reforma militar por medio de
un Real Decreto el 18 de Abril de 1761. Su majestad denunció que el Capitán
General, Arcos y Moreno, extendió los nombramientos en papel sin sellar y sin
registrarlos en la Real Cancillería requiriendo a la vez dinero para obtener los
puestos de oficiales en las milicias.12 Sin embargo, el Capitán General Don
Alonso Fernández de Heredia (1761-1764) no concretó la orden pues era
desbandar la única fuerza de defensa con que contaba el ítsmo y menos aún,
cuando se avecinaba la contienda armada contra Inglaterra. De hecho, España
se alió con Francia y participó en la Guerra de los Siete Años con nefástos
resultados pues perdío la Habana y Manila en 1762. Por ello, Fernández de
9
Archivo Nacional de Costa Rica (de ahora en adelante referido como ANCR), Serie Guatemala Colonial,
doc. 334, fol. 3. Comisión de Don Pablo de la Vega. Masaya, 28 de Octubre de 1761.
10
AGCA, A2, leg. 31, exp. 1642. Informe de los oficiales de milicias en Nicoya por el corregidor Don
Gabriel de Santiago y Alfeyrán. Nicoya, 27 de Mayo de 1762.
11
AGCA, A1.15, leg. 4, exp. 69. Nicoya, 1762.
12
AGCA, A2(4), leg. 1, exp, 15, fol. 1-2. Real Decreto. Aranjuez, 18 de Abril de 1761.
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Heredia mantuvo la milicia pero no ejecutó cambios hasta la nueva reforma en
1764.
En la segunda reforma militar se fortalecieron los derechos y privilegios
de las castas, ya que, la reforma abarcó todo el Imperio Español y tuvo el
beneplácito real, como también de un reglamento que le daba una serie de
exenciones a las milicias. Así, tras el descalabro militar sucedido con la toma de
la Habana y Manila en 1762 y ante la pésima defensa esgrimida por las fuerzas
reales, la Corona decidió llevar adelante una reforma militar con un reglamento
que enmarcaba los privilegios para españoles, mestizos, y castas.13 En la isla de
Cuba el rey nombró al Conde de Ricla y al mariscal de campo Don Alejandro
O´Reilly para iniciar el proceso de la reforma militar en 1763. Un año después,
vino a Nueva España Don Juan de Villaba y Angulo con la expresa misión de
implantar un sistema de defensa basado en la formación de las milicias de
Cuba.14 Hacía finales de 1764, la reforma militar ya estaba en marcha en el
Reino de Guatemala, pues San Pedro Sula y Yoro notificaban la formación de
milicias de acuerdo al nuevo reglamento.15
Inmediatamente, los cabildos controlados por los españoles demandaron
clarificaciones sobre las preeminencias que cubrían a las milicias pardas.
Ejemplo de esto fue el cabildo de Caracas, que consultó al Consejo de las Indias
sí todo aquel que se alistase en el cuerpo de milicias recibiría el fuero militar el
15 de Febrero de 1762. La carta expuso que los mulatos se alistaban
básicamente para escapar de la jurisdicción ordinaria pues les concedían el
fuero militar en lo civil y criminal. Así pues, las autoridades arguían
“que con motivo de haberse arreglado en ella Milicias de
Mulatos, y concediendoseles el fuero militar en lo civil y
militar, y ser éstos los que ejercen los oficios serviles y
mecánicos hasta los de carniceros y pulperos valiéndose de
aquél, se desordenan de modo que ningún oficio se advierte
puntulidad y en muchos de ellos considerables quiebras y
notables faltas en el peso y medida, y queriendo las justicias
ordinarias remediar estos perjuicios, articulan su exención ...
en el enunciado fuero por libertarse de la mencionada
jurisdicción ordinaria y escapar de sus providencias”.16
13
Allan J. Kuethe, Cuba, 1753-1815: Crown, Military, and Society (Knoxville: University of Tennessee
Press, 1986), 17-49.
14
Lyle N. McAlister, “The Reorganization of the Army in New Spain, 1763-1766,” Hispanic American
Historical Review 33, 1 (1953): 9, 12. Julio Albí de la Cuesta, La Defensa de la Indias (1764-1799)
(Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1987), 93.
15
AGCA, A2(4), leg. 50, exp. 671, fol. 3-4. Reportes de las milicias de San Pedro Sula y Yoro llevados
acabo el 10 de Diciembre de 1764.
16
Richard Konetzke, Colección de Documentos para la Historia de la Formación Social de
Hispanoamérica 1493-1810 (Vol. III, Primer Tomo (1691-1779), Madrid: Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1962), 307-310. Respuesta de la consulta del Consejo de las Indias sobre el
fuero militar que se concede a las milicias de mulatos. Madrid, 22 de Febrero de 1763.
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La misma carta advirtió al Consejo de Indias de “los frecuentes lances
que acaesen...pues consta por la irreverencia, desacato y menosprecio”17 que
hacían los mulatos contra las autoridades. Para hacer valer su punto, el cabildo
de Caracas describió el irrespeto de un moreno llamado Juan Baptista que se
hallaba preso por deberle unos reales al alcalde. Según el parte, Baptista “se
propaso a proferir palabras indecorosas e impropias[al alcalde]...y denigrativas a
la jurisdicción ordinaria...exponiendo los gravísimos inconvenientes que
resultarán a la causa pública y a la recta administración de justicia.”18
En otra carta fechada el 20 de Junio de 1762, el alcalde segundo de
Caracas atacó el fuero militar obtenido por los mulatos y debatió, que de
acuerdo con las ordenanzas de las milicias de España del 31 de Enero de 1734,
las castas estaban sujetas a los jueces ordinarios. Su argumento más letal se
concentró en demostrar que el fuero ayudaba a buscar la igualdad con los
españoles y nobles. El alcalde expuso
“que se ha reconocido en mucha de la gente de la citada
clase una animosidad muy superior a su esfera, buscando
medios para distinguirse más, y confundirse en algún modo
con las personas blancas y nobles, hasta haber llegado a
ponerse peluca...y últimamente que tanto adelanta este
gremio sus pensamientos que aspiran a que se les dé
coronel mulato y aún cree o pretende ennoblecer por los
grados y confundirse con la gente noble”.19
De esta manera, la gran preocupación giró entorno a la protección que
otorgaba el fuero militar y los deseos de igualarse con los blancos. Hecho que
provocó insolencias ante las autoridades y éstas impotentes denunciaban los
hechos al Consejo de Indias para que anulara la exenciones a los mulatos y los
sujetara de nuevo a las justicias civiles. Al final, el Consejo de Indias mantuvo el
fuero militar pero recordó el respeto que debían tener hacía la justicia ordinaria y
se pronunció por mandar cualquier acusación al Gobernador para que decidiera
sí procedía o no la causa.20
En Centroamérica, a pesar de que el Nuevo Reglamento entró en
funciones desde 1764, el uso del fuero militar fue muy ambiguo, ya que, los
españoles restringían los goces de las castas. La publicación y sanción real del
Reglamento para las Milicias de Infantería y Caballeria de la Isla de Cuba en
1769 clarificó todo sobre las milicias pues servía para regir las milicias del Reino
de Guatemala. En el Capítulo IV sobre el fuero y goces de estos cuerpos, el
reglamento estableció que todo soldado miliciano gozaba el fuero militar desde
17
Ibid., 308.
Ibid., 308.
19
Ibid., 309.
20
Ibid., Real Decreto Al Gobernador de Caracas sobre el fuero military de las milicias de mulatos de
aquella provincia. El Pardo, 12 de marzo de 1765.
18
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el día de la formación de las milicias.21 No obstante, Allan Kuethe dice que el
Conde de Ricla y Alejandro O´Reilly no lo incluyeron en su borrador de 1764 y
por ello hubo una gran indiferencia en su aplicación. Ya para 1769, fue inserto
en los goces de la milicia pero sin claridad si éste debiera ser considerdo como
activo o pasivo. En general, se entendió que el fuero militar era pasivo, osea,
cuando el miliciano era el acusado se defendía en una corte militar.22 Sin
embargo, esta flaquesa permitió el uso del fuero militar de las dos maneras en
Centroamérica.
Un caso que demuestra el grado de insolencia contra las autoridades
españolas y un alto estima de protección por el fuero militar se dio durante el
jucio de un miliciano en el Real de Minas del Señor de San Joseph de Yuscaran
en 1771. El 26 de Agosto a eso de las 8 o 9 de la mañana, el capitán de
infantería y teniente de alcalde mayor Don Bernardo Fernández Reconco, se
dispuso a castigar un reo miliciano y para ello citó a los sargentos y cabos. Al
sacar el reo de la picota se opuso el pardo, cabo de escuadra, Manuel Ximénez
“suplicando no se le castigase por ser soldado de su compañía.”23 Fernández
Reconco no acató su suplica, por lo cual, Ximénez salió de la sala llevandose
consigo a los soldados. Al ser informado del hecho, Fernández Reconco inició
un proceso en el que incluyó que cuando “el Sr. Alcalde Mayor de esta provincia
se mandaron poner oficiales españoles a las compañías de este real el
contavido Ximenez hizo oposicion a esta resolucion y aperanzando sublevacion
por dezir tenian vivo su capitan.”24 El testigo, Don Benito Alemán, declaró que
Ximénez “con ademanes y vozes alteradas pidio no catigase al reo.”25 El cabo
de escuadra, de la compañía española, Miguel Antonio Moncada, también avaló
lo dicho por Alemán y además agregó que “Ximenez y toda su compañía no
quicieron resevir el capitan español que se les dio pues decian que tenian
capitan vivo y que esto fue publico y notorio.”26
Finalmente, Ximénez dijo que había salido a citar toda la gente para
suplicar que no se azotase al reo sino que se le mandase a un presidio. Él
mismo, admitió que se opuso a que un capitán español fuera el comandante de
su compañía por haber capitán pardo vivo.27 El 10 de Setiembre se declaró la
causa criminal conclusa y se acusó a Ximénez de “desacato, menosprecio y
sublebacion que intento hazer del tiempo de castigar a un reo llevandose los
soldados de su compañía ... combocando a todos para que concurriesen a
defenderle, como asi mismo haverlo intentado en otra ocacion con los oficiales y
soldados de la misma compañía de no querer admitir los españoles
21
Archivo General de Indias (de ahora en adelante referido como AGI) Indiferente General 1885.
Reglamento para las Milicias de Infantería y Caballería de la Isla de Cuba. Real Cédula, El Pardo a 19 de
Enero de 1769.
22
Kuethe, Cuba, 45, 48. Lyle McAlister, The “Fuero Militar” in New Spain, 1764-1800 (Gainesville:
University of Florida Press, 1957), 6-8. Sánchez, “African,” 165, 167-169.
23
ANH, Coleccion Colonial, Rollo 26, fol. 1224.
24
Ibid., fol. 1228.
25
Ibid., fol. 1230.
26
Ibid., fol. 1231-1232.
27
Ibid., fol. 1238-1244.
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nombrados.”28 De esta manera, Fernández Reconco justificó la condena “que
sirva a Su Magestad cinco años a racion y sin sueldo en el Castillo y fortaleza
del rio San Juan y a destierro perpetuo de esta jurisdiccion.”29 Inmediatamente,
Ximénez pidió la defensa que le brindaba el fuero militar pero esta fue rechazada
por el teniente de alcalde mayor razonando que el susodicho había confesado.
Por esta razón y sin derechos, el pardo Manuel Ximénez se fugó de la cárcel el
11 de Octubre.30
De poco o nada le sirvieron a las castas las preeminencias militares, ya
que, desde el principio la Audiencia de Guatemala se negó a reconocer tal
privilegio. El Capitan General Don Pedro de Salazar y Herrera (1765-1771) se
opuso vehementemente a que las castas sirvieran en las milicias y a favor de la
derogación de sus exenciones. Salazar y Herrera adversaba que las castas
constituyeran el 58. 17 % de los 30 714 hombres que componían las milicias.31
En sus reportes sobre el estado de las milicias del Reino, dejó muy en claro que
el alarmante número de las castas excedían en mucho a los españoles y sus
descendientes. Aún más, criticaba el hecho que los mulatos no se
acostumbraban a las armas de fuego y que las únicas que utilizaban eran las
armas blancas. Para 1769, Salazar y Herrera informó que no se podía armar ni
un tercio de las milicias mulatas y que éstas eran “inútiles para la guerra”.32 Así
pues, las castas disfrutaron de unos privilegios restringidos y aplicables solo en
caso de mobilización hasta la siguiente reforma.
La tercera reforma militar concedió a las castas un goze pleno del fuero
militar y un desafio abierto a los abusos cometidos por los españoles a partir de
1778. Conforme se acercaba la eventual contienda contra Inglaterra, España
decidió prepararse de antemano y envió a Don Matías de Gálvez con la misión
de preparar a las fuerzas. Por esta razón, Gálvez fue nombrado segundo
comandante general e inspector de tropas y milicias con ámplios poderes
militares, tal fue el caso, que tuvo suprema autoridad militar en el Reino. En la
segunda parte de 1778 pasó revista a las tropas en Comayagua, Tegucigalpa,
León, Granada y San Salvador. De éste viaje, se dio cuenta de su pésimo
estado y decretó una reforma total.33
Gálvez inició una reforma militar que culminó en 1782 con la aprobación
real de todos los cambios y la implantación del fuero militar garantizado por el
Reglamento Cubano de 1769. Para 1782, la conformación de las milicias en el
ítsmo era de 21 076 hombres, donde las castas sólo contan con 1 320 en sus
filas.34 Una vez reformada la fuerza, se procedió con los privilegios, donde
28
Ibid., fol. 1279.
Ibid., fol. 1280-1281.
30
Ibid., fol. 1284-1287, 1294.
31
Montoya, “Milicias,” 100.
32
Santiago G. Suárez, Las Milicias: Instituciones Hispanoamericanas (Caracas: Italgráfica, 1984), 249250. Montoya, “Milicias,” 101.
33
Troy S. Floyd, The Anglo-Spanish Struggle for Mosquitia (Albuquerque: The University of New Mexico
Press, 1967), 81-82, 106, 128-129.
34
AGCA, A2.2, leg. 10, exp. 181, fol. 13-15. El Estado General de la Milicia solo indentificó las tropas
jefeadas y compuestas absolutamente por pardos. En otros lugares hubo milicias compuestas por castas
pero comandadas por españoles con lo cual pasaban a ser consideradas como tales.
29
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Gálvez terminó con cualquier ambigüedad sucitada en el pasado sobre quienes
disfrutaban del fuero. En una carta escrita el 19 de Noviembre de 1778, Gálvez
le recordaba al capitán veterano Don Francisco Salablanca, destacado en la
organización del batallón de Santa Ana, que el fuero militar cubría a toda la
milicia.35
Indudablemente, las castas estuvieron protegidas por las ordenanzas
militares y para que no se alegara ignorancia, se mandó la orden a todos los
cabildos del Reino desde el 28 de Junio de 1782, en las cuales, se resaltaba el
fuero miltar que gozaban.36 En un caso de agresión y falta de respeto, las
autoridades militares y civiles de Cartago reconocíeron el fuero dado a los
pardos, pero propugnaban por su abolición.
El 8 de Abril de 1784 se sucitó un conflicto entre el commandante de
pardos Joachim Coronel y las autoridades que conmocionaron la opinión pública
y propició la lucha por los derechos del fuero militar. Según Coronel, el Jueves
Santo en la tarde se hallaba la compañía de pardos lista para salir en la
procesión del Pedimento, pero a petición del alcalde pasó al claustro de la
iglesia de San Francisco para evitar los desordenes, producto de la mezcla de
hombres y mujeres en estos actos. En esto estaba, cuando entró el teniente de
ejércitos y ayudante de milicias, Don Felipe Gallegos, quién con “gritos y vozes
imprudentes, mui propias de su discolo genio y mal aprovechada educación (si
es que la tubo)”37 ordenó que la tropa saliese del lugar. Luego de un cruce de
palabras y “sin ningun respecto a la Real Justicia que presenciaba el hecho y
desprecio del fuero militar que sin lugar a dudas goza el cuerpo de pardos,
levanto el Baston , y me dio un palo, que me partio la vena que llaman
coronada.”38
El ataque al comandante de pardos generó una extrema tensión y casi un
levantamiento popular. Inmediatamente, la situación obligó a las autoridades a
cerrar las puertas de todas las Iglesias mientras Coronel le decía a Gallegos que
“pedia entera satisfaccion de este publico, manifiesto y notorio agravio.”39
Además, le expuso
“Nuestro Soberano quiere que la milicia disciplinada goze
de todas las exempciones, que exige el fuero militar, y aquí
don Phelipe Gallegos, todo, con despotismo, lo desprecia y
propende por su vejacion, sin otro motivo que el de recaer
estos insultos en unos vasallos humildes, obedientes, y
leales a nuestro soberano y creo que Don Phelipe solo
atiende a la piel, o propia utilidad y no al merito ...
consequencia mas para justificar mi causa... pido por mi y
en nombre de dicho cuerpo... se sirva substanciar esta
35
AGCA, A1, leg. 4684, exp. 40404, fol. 9v.
ANCR, Serie Cartago Colonial, doc. 1090, fol 357-374 Fuero Militar otorgado a las milcias. Guatemala,
28 de Junio de 1782.
37
AGCA, A2(4), leg. 43, fol. 1. Carta de Joachim Coronel al Gobernador don Juan Flores. Cartago, 30 de
Abril de 1784. Hechos ocurridos el 8 de Abril de 1784.
38
Ibid., fol. 1v-2.
39
Ibid., fol. 2v.
36
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Primer Encuentro de Historia de El Salvador
Del 22 al 25 de Julio del 2003
causa en la forma militar que corresponda... por el agravio e
injuria que sin motivo hizo del fuero.”40
El alcalde de primer voto dijo que tuvo que poner orden después que le
dieron palo al comandante pardo, pues Coronel llamó a la compañía de pardos y
que “hallando ya la tropa conmovida se metio en el medio mandando a todos
contenerse.”41 Al instante ordenó que Coronel y Gallegos lo siguiesen a la casa
del gobernador no sin antes advertir a la tropa que se quedase en aquel lugar. A
menos de 100 varas de recorrido, la tropa les seguía y “bolvio atras acompañado
del alcalde segundo, del depositario y del ayudante mayor y les previno que
adonde iban que el que pasase avia de ponerlo preso a cuya vos se contuvieron
todos.”42 Evidentemente, las castas se alteraron y tomaron partido por su
comandante, al extremo, de casi iniciar un motín. Las declaraciones de otros
testigos como el alcalde segundo, un teniente de caballería y el depositario
general poco distaron de la del alcalde primero y relataban sobre todo el susto
de contener al pueblo.
Después de revisar las declaraciones, el Gobernador Juan Flores tomó
partido por su ayudante de milicias y por supuesto, consideró que
“en vista del denigrativo escrito presentado por Joachim
Coronel ... assi la falta de respecto y el desprecio con que
trato la noche al ayudante de milicias Don Phelipe Gallegos
y que intento o procuro sublevar contra el la tropa de
pardos...se le ponga preso en esta Real Carcel
suspeniendole de las funciones de capitan y las que como
mas antiguo exercia de comandante ynterino hasta que el
Muy Ylustre Señor Presidente Governador y Comandante
General determine este asunto.”43
En la carta que le mandó al Capitán General relatando todo el altercado,
Flores advirtió que no había sujetos pardos idoneos para ser oficiales en toda la
provincia y los que han quedado por “ser muy pobres no tienen expediente para
ser colocados en las vacantes que hay ... y sería mi sentir ... poner a estas
compañías oficiales españoles como tienen las de otras provincias.”44 Casi un
año después, la causa aún continuaba, pues Coronel le escribió al Capitán
General suplicandole que emitiera un jucio final el 22 de Abril de 1785. El 6 de
junio, el Capitán General comprendió a Coronel en el indulto que el rey ofreció
por el nacimiento de sus hijos gemelos y de esta manera concluyó el caso.45
Sintiendo el menosprecio por la causa seguida durante casi un año en
contra de su comandante y por no respetar el fuero militar de los pardos en
40
Ibid., fol. 2v-3v.
Ibid., fol. 6v-7. Declaración de Don Francisco Carazo. Cartago, 3 de Mayo de 1784.
42
Ibid., fol. 7.
43
Ibid., fol. 12.
44
Ibid., fol. 17-17v. Carta del Gobernador Juan Flores al Capitan General Don Josef de Estachería.
Cartago, 10 de Mayo de 1784.
45
Ibid., fol. 27-28v.
41
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Del 22 al 25 de Julio del 2003
Cartago, éstos se quejaron con la Audiencia de Guatemala por las constantes
molestias que les causaban los alcaldes ordinarios y regidores. Los alcaldes, en
un principio, fingieron no entender las leyes y pidieron un esclaracimeinto a la
Audiencia el 5 de Abril de 1785. En la carta se decía que “se ha de servir V.S.
declarar si hay orden en contra para ... impedir a los Alcaldes Ordinarios que
extraigan del Barrio de la Puebla a jovenes para el servicio del Publico.”46
Incluso, los alcaldes fueron más allá, al inferir el desconocimiento de las
ordenanzas militares pues se dejaron decir que la “calidad del fuero es la que
goza la milicia arreglada de esta ciudad, pues como en el dia tocamos a
reflexiones sobre ella, que hasta ahora no han ocurrido esperamos que V.S.
extensamente nos conviene de todas las exempciones de la expresada
milicia.”47 Obviamente para el cabildo el fuero militar sólo amparaba a la milicia
española y no a las castas, por lo tanto no reconocía sus derechos.
El Gobernador Don Joseph Perié, describió los hechos bochornosos y el
poco aprecio que tenían los alcaldes por el fuero militar ya que “ el Alcalde de
segundo Boto Don Joseph del Campo se arrojase a mi casa con motivo de
extraer de ella a un Reo que se vino a refugiar por ser cavo de esquadra de
milicias, y benir buscando su fuero y no obstante lo puse preso; y a Joachim
Coronel comandante de la tropa de pardos, a quien en los mismos terminos
maltrato de palabra y aun de obra sino me hubiese yo allado presente.”48
El 25 de Mayo, la Audiencia respondió que los pardos estaban “sugetos a
la jurisdiccion ordinaria de los alcaldes a menos que manifiesten el privilegio de
esencion ... o por que sean milicianos a quienes esta declarado el fuero de
Guerra.”49 De esta manera, el Coronel del Batallón de Milicias Disciplinadas de
Cartago, Don Joseph Romulado Oreamuno, se vió en la necesidad de proteger a
las castas después de “haver visto los papeles que conserva la Puebla de varios
indultos que deven gozar los mulatos me consta ... es sierto publico y notorio, y
como oficial de honor asi lo juro.”50 Con este reconocimiento terminaron los
ultrajes a las familias de los milicianos pardos en Cartago puesto que cualquiera
que lo traspasase sería juzgado en una corte militar.
Tal fue la victoria de los pardos de Cartago que aún en 1797, el
Gobernador Josef Vázquez y Tellez exclamaba que “ enterados dichos alcaldes,
por menor, sepan el fuero que gozan los militares ... y privilegios ... de los
oficiales, sargentos, cavos y soldados de las milicias pardas.”51 De esta manera
lograron esgrimir sus pensamientos y derrotar a los españoles con los
preeminencias dadas por los fueros militares.
La Revolución Francesa y la Revolución en la isla de Santo Domingo
(Haiti) marcaron un cambio en la opinión publica después de 1789.
Probablemente, las castas sabían muy someramente que de se trató la
Revolución Francesa puesto que se persiguieron agentes o residentes franceses
46
ANCR, Serie Guatemala Colonial, doc. 490, fol 1.
Ibid., fol. 2. Firmado por los alcaldes don Pedro Aymerich y Don José Antonio del Campo.
48
Ibid., fol. 4. Cartago, 12 de Abril de 1785.
49
Ibid., fol. 6v.
50
Ibid., fol. 55. Cartago, 21 de Julio de 1785
51
ANCR, Serie Complementario Colonial, doc. 736, fol. 53-53v. Cartago, 23 de Noviembre de 1797.
47
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Primer Encuentro de Historia de El Salvador
Del 22 al 25 de Julio del 2003
en el Virreinato de Nueva España y en el Reino de Guatemala durante 1794. En
Guatemala corrieron los rumores de que un médico francés llamado Joseph
Sorel recibía gente para comentar los eventos en Francia. Su eventual
atrevimiento llevó a que alguién colocara un pasquín en los portales del palacio.
Después de ésta acción, se mandó a patrullar las calles con una compañía de
dragones. También, se giraron ordenes para recabar información sobre los
franceses y sus ideas en Guatemala. De Pedro Ayau, se decía que era
trabajador, pero a la vez, atrevido y revoltoso, además, que al informarse de la
decapitación del Rey de Francia, había hecho un convite brindando por la salud
de la Convención. Simón Flandes recibía cartas de su hermana, quíen le
aconsejaba volver, y que las había leido a varios clientes, comentando luego,
que antes de la revolución la vida era muy difícil para las clases humildes. En
San Salvador, se rumoró que Juan Carbonell sirvió en el ejército revoucionario.
Tres años más tarde, llegaron las tropas Auxiliares de Santo Domingo con sus
familiares a Trujillo. En total el grupo contaba con 310 afro-antillanos. Algunos
de ellos emigraron posteriormente a las jurisdicciones de Guatemala, León, San
Salvador, Sonsonate, Granada, San Miguel, Realejo, San Vicente, Nicaragua, y
Comyagua. Por lo cual, su esparcimiento por Centroamérica favoreció la
expansión de las ideas sobre la libertad y el conocimiento de las castas sobre
las luchas de igualdad.52
La cuarta reforma militar concluyó el ciclo de preeminencias de las castas
puesto que, las anuló por completo con el nuevo reglamento dictado el 25 de
Noviembre de 1799. En años anteriores, las castas lograron detener los abusos
de los españoles por medio de las conceciones militares. Sin embargo, el
inucitado crecimiento de sus derechos y su discurso alarmó a tal grado a las
autoridades que se determinó erradicar las herramientas que permitían su
desafió.53 Esta decision, se vio influenciada por las revoluciones en el Caribe
que buscaban la igualdad y la abolición de la esclavitud. Por esto, se
desconfiaba de las castas y se entregó de nuevo la defensa a los españoles. De
ello dio fe el edicto publicado el 22 de Mayo de 1802 por del Gobernador de
Costa Rica, Don Tomás de Acosta, quién declaró que las “compañías de pardos
de esta Provincia, quedan en la clase de Milicia Urbana, sin el goce de ningun
fuero... sujetos de la jurisdiccion Real ordinaria y sumisos a los Alcaldes de
Barrios o Zeladores.”54
Al perder las castas todos sus derechos militares no hubo interlocutores
entre éstas y los españoles aunado esto a la angustia por cambios economicos y
politíticos que desatanron una serie de manifestaciones populares a partir de
1808. Entre Marzo y Abril de ese mismo año, manifestantes en San José
agredieron a los guardas, asaltaron sementeras y robaron tabaco, puesto que,
52
Jacques Houdaille, “Los Franceses en Guatemala en 1794” y “Negros Franceses en América Central a
Fines del Siglo XVIII,” Revista de Antropología e Historia de Guatemala 6, 1 (Enero 1954): 62-67. David
Patrick Geggus, Haitian Revolutionary Studies (Bloomington: Indiana University Press, 2002), 185-189.
Meléndez, La Ilustración, 144.
53
Hanger, Bounded, 6.
54
ANCR, Serie Cartago Colonial, doc. 943, fol. 34.
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Primer Encuentro de Historia de El Salvador
Del 22 al 25 de Julio del 2003
se hacían las gestiones para abolir el monopolio de tabaco en Costa Rica.55 En
Guatemala ocurrieron motines de artesanos que coreaban “Viva Guatemala
Libre.”56 Como en muchos lugares del ítsmo, gran parte de los artesanos y
campesinos provenían de las castas. Tres años más tarde, los castas
participaron activamente en levantamientos contra el orden español. En San
Salvador estalló una revuelta el 5 Noviembre de 1811, secundado por los
pueblos de Metapán, Zacatecoluca, Usulután y Chalatenango. Igualemente se
levantó el pueblo en León, Villa de Nicaragua, Segovia, Rivas a partir del 13 de
Diciembre. En Granada, el motín duró más tiempo y dentro de sus primeras
acciones estuvo la liberación de todos los esclavos.57 La ola revolucionaria se
expandió incluso hasta Nicoya y por ello, las autoridades de Costa Rica tomaron
cartas en el asunto resolviendo enviar su batallón en 1812 para proceder a la
pacificación. Antes de partir, le confirieron la defensa de la provincia a los
pardos. El capitán de la tercera compañía parda de las milicias urbanas de
mulatos de la Puebla de los Angeles en Cartago, Juan de los Santos Chavarria
describió la situación el 21 de Octubre de 1812;
“ en la triste y afligida epoca que nos ha cavido por
desgracia en suerte se conoce que en muchos lugares, que
seducidos por las perversas imaginaciones del infame
mostruo de la Europa Napoleon, han caido en su iniquo
Maquiabelismo porciones conciderables de los avitantes de
la America de nuestra clase, de aqui es, que revelando con
bastante fundamento la fiel conducta de la porcion de
mulatos de esta provincia ... lejos de convenir con los
inconducentes sentimientos de los engañados por las falsas
ideas del Lobo Frances, se ha distinguido el mas sincero
patriotismo ... quando a pesar del firme y sencillo carácter
de los moradores de esta provincia se sucitaron furiosas
tentativas para seducirla al mal.”58
Chavarria criticó a los mulatos en otras latitudes por que atendieron y
participaron activamente en las rebeliones contra la autoridad, pero defendió el
patriotismo de los pardos de Cartago, ya que, prevía que en corto tiempo se les
incorporaría como ciudadanos. Según su escrito, “ el artículo 22 de la nueva
constitución de la monarquía sancionada por el soberano congreso nacional y
del merecimiento por aspirar el exclarecido nombre de ciudadano y que por el
mismo precisamente gozar de los fueros de ser españoles en nuestra nación.”59
55
Víctor Hugo Acuña, “Historia Económica del Tabaco en Costa Rica: Época Colonial,” Anuarios de
Estudios Centroamericanos 4 (1978): 347-348.
56
Meléndez, La Ilustración, 162
57
Miles Wortman, Gobierno y Sociedad en Centroamérica 1680-1840 (San José: EDUCA-BCIE, 1991),
259. Alejandro Marure, Bosquejo Histórico de las Revoluciones de Centroamérica: Desde 1811 hasta 1834
(Tomo I, Guatemala: Ministerio de Educación Pública, 1960), 46-52.
58
ANCR, Serie Complementario Colonial, doc. 736, fol. 60-61v.
59
Ibid., fol. 60. See Rodríguez, The Independence, 2.
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Primer Encuentro de Historia de El Salvador
Del 22 al 25 de Julio del 2003
Al final, las castas sostenían su deseo de ser iguales a los españoles y
detestaban la esclavitud. Muy probablemente, deseos de libertad e igualdad
llegaron a calar hondamente cuando las tropas Auxiliares de Santo Domingo se
esparcieron por el istmo y contaron de sus azañas.60 Adicionalmente, los
ideales de la Revolución Francesa, como la igualdad y el concepto de la
ciudadanía, aunque mal conocidos, les dieron una esperanza y sino una razón
para la lucha.
Conclusión
Con la obtención paulatina de las preeminencias establecidas en el Fuero
Militar de Guerra, se les permitió a las castas escapar de la justicia ordinaria y
recaer en la justicia militar. Al asegurarse importantes privilegios al amparo de
las leyes militares, las castas por medio de sus oficiales, se convirtieron en los
defensores de sus grupos, familias y compañías en un abierto desafio a los
españoles de cada localidad. Los juicios entablados entre oficiales de las castas
contra españoles permite observar la creciente formación de una opinión pública
que resistió los embates para forzarlos a la servidumbre o sumisión.
Por ello, en el trancurso de 45 años en que se dieron cuatro reformas
militares, se nota un climax y luego un declive de sus luchas. La primera
comienzó con un leve reconocimiento de ciertos derechos en el Fuero Militar. La
segunda intentó ocultarlos pero son reconocidos en el nuevo Reglamento para
las Milicias de Infanteria y Caballeria de la Isla de Cuba en 1769. La tercera
reafirmó los derechos y les otorgó a las castas la comunicación directa con el
Capitan General para resolver sus problemas. La cuarta anuló por completo los
goces ganados y les devuelvió el privilegio del Fuero Militar sólo a los españoles
en 1799.
Después de la anulación de los derechos militares, las castas optan por
revueltas y clamores con los símbolos revolucionarios de otros lugares para
forzar a los españoles a negociar. Evidentemente, las castas querían un avance
social e incluso una igualación con los españoles. Las preeminencias militares
fueron así garante de un trato diferente. Así, la abolición de los derechos y su
relegación a milicias urbanas sin paga, llevó al levantamiento popular en contra
de las leyes españolas y sus oficiales administrativos.
60
Elizet Payne Iglesias, “Sediciosos, Subersivos, Falazes: Los Movimientos Sociales en El Salvador 18111814,” Tésis de Magister Scientae, Universidad de Costa Rica, 1999. La autora plantea que hay una
correlación entre las tropas Auxiliares de Santo Domingo y las Revueltas en El Salvador.
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