EL ÁNGEL Cojo. A todos nos gustan los cuentos, ¿verdad? Pues, ahí va uno. Érase una vez un ángel muy bueno, muy servicial, muy complaciente, y, por ello, muy amigo de Dios. Pero tenía una pena; y es que... era cojo. Me explicaré: No es que le diera pena ser cojo. Incluso tenía eso sus ventajas. Los demás ángeles, tenían que correr de un lado para otro, llevando mensajes del Señor a los hombres. El, como era cojo, no se movía nunca de la presencia de Dios; hacía sólo pequeños recaditos a sitios cercanos. Así estaba muy contento de estar siempre cerca de Dios. Muy contento... menos cuando se acercaba Navidad. Entonces nuestro ángel cojo aparecía triste. - ¿ Por qué estás triste, Iván? -Le preguntaba Dios. - No te enfades, Señor - respondía Iván - pero... es que ... me gustaría tanto correr a anunciar a los hombres la Buena Noticia de tu nacimiento... ¿ Por qué no me dejas ir este año? Mira, saldré unos días antes y verás cómo en Nochebuena estoy ya en la Tierra para comunicar a todos los hombres la gran alegría de la Navidad. - Bueno - le contestó el Señor - puedes ir por este año. Y te encargo que anuncies la Buena Noticia, sobre todo a los niños. - Gracias, Señor. {Qué contentos se pondrán todos los niños al saber qué Tú has nacido por amor a ellos para salvarlos del pecado! Ya estoy viendo sus caras de alegría y agradecimiento. Me voy corriendo... Todo lo que pueda. Adiós. Y así corriendo... y cojeando bajó contento del cielo nuestro amigo Iván. , El día de Nochebuena fue un día de ajetreo para Iván. Corriendo para anunciarles la gran noticia de los siglos: Dios ha nacido por amor a vosotros. Empezó con unos niños que encontró jugando en el campo. Estaban gritando y discutiendo. \a sido falta 1 j No lo ha sidol... y se insultaban. El ángel les llamó. Les contó lo de Jesús: que tenían que quererse y vivir alegres, y jugar en paz... al principio escucharon, pero luego siguieron discutiendo e insultándose. - Ese ángel está chalao - pensaron -. Navidad es jugar y discutir... lo demás son pamplinas. Iván se quedó un momento pensando... pero tenía que correr y buscar más niños. Oyó ruido de chiquillos. Se metió en una casa por la chimenea. Toda la familia estaba cenando. Y escuchó: - i Eso no lo quiero! ¡ No me gusta! { Yo quiero más turrón! Iván se acercó al oído de Andrés. - Andrés, -le dijo bajito- Jesús ha nacido por tí en una cueva de. animales. ¿ Por qué no te comes está comida haciendo así un sacrificio por Jesús? - Andrés se quedó pensando... pero sólo fue un momento. Luego siguió gritando: -¡ Eso no me gusta! ¡ Quiero más turrón! Iván bajó los ojos. |Qué pena! Tampoco a Andrés le interesa la venida de Jesús en Navidad. Sólo le interesa el turrón y el champan. Y... cojeando marchó Iván a buscar otros niños. Encontró a Luisita por la calle. Se le acercó. - ¿Porqué estás triste, Luisita? - Porque me he peleado con Rosi. Es una envidiosa; siempre quiere tener la razón: pero hoy le he dado un buen insulto; se ha quedado rabiosa. ¿Qué se ha creído? - Oye, Luisita. Estamos en Navidad. Jesús ha nacido para que todos seamos hermanos. ¿No sería bonito que hicieras las paces con Rosi? ¡ Qué contento estaría Jesús! Luisita quedó pensativa... Luego se alejó corriendo. Al cabo de un rato, venían Luisita y Rosi, saltando y contentas. Habían hecho las paces... Iván sonrió... de contento... y se fue, cojeando, a buscar otros niños. Cojeando, sí... pero corriendo, porque era la Nochebuena. Dios ha nacido y tienen que enterarse todos los niños, porque eso les pondrá alegres... y serán más buenos. • Iván encontró aquella noche muchos niños y niñas. Muchos... muchos. A unos los encontró peleándose; a otros, discutiendo; a otros, escondiéndose de sus padres; otros decían palabrotas. Otros ni siquiera habían ido a Misa. Sólo pensaban en beber, divertirse, jugar. (Dicen que, incluso, un chaval le contestó a Iván diciendo: ¿Qué me cuentas a mí? Si los mayores también sólo piensan en eso...) Iván corría de un lado para otro. Les gritaba la Buena Noticia. Muchos ni se enteraban. Otros se reían. No hacían caso. Iván se esforzaba lo que podía, pero en vano. No querían pedirse perdón, no querían obedecer a sus padres, ni comerse la comida, ni jugar limpios, ni... No les importaba que Dios hubiera nacido por ellos y que hubiera sufrido, y les hubiera amado tanto. Iván estaba desconsolado. Y... pasó la Nochebuena. Y tuvo que volverse al cielo. Iba despacio... triste... cabizbajo. Iba pensando y decía: - Los niños, los predilectos de Jesús... no hacen caso de Jesús. Sólo de vez en cuando brillaban sus ojos: pensaba en Luisita. Ella sí que había entendido la Navidad.