LA UTILIZACIÓN DEL SILENCIO COMO FORMA DE COMUNICACIÓN: Un caso clínico de mutismo selectivo Vargas Villate, A. Russo Ferrari, C. Castro Masó, A. ¿QUÉ ES EL MUTISMO? Según la definición del DSM-V el mutismo selectivo se caracteriza por un fracaso constante de hablar en situaciones sociales específicas en las que existe expectativa por hablar (p. ej., en la escuela) a pesar de hacerlo en otras situaciones. Esta alteración interfiere en los logros educativos o laborales o en la comunicación social y su duración es como mínimo de un mes (no limitada al primer mes de escuela). Además es necesario descartar otras posibles causas como falta de conocimiento o trastorno de la comunicación y no se produce exclusivamente durante el curso de un trastorno del espectro del autismo, la esquizofrenia u otro trastorno psicótico. (APA 2014) La prevalencia del mutismo selectivo está alrededor del 2% de la población infantil consultante, siendo más frecuente en niñas que en niños, sin embargo, hay que considerar el hecho de que no existen realmente estudios epidemiológicos de campo que nos clarifiquen la morbilidad real en población general (Katharina Manassis 2009). Aunque el mutismo se presenta normalmente antes de los cinco años de edad no suele recibir tratamiento hasta que el trastorno genera interferencia significativas en su vida escolar, familiar y social. La evaluación de estos casos empezará generalmente por entrevistar a los padres del niño, la información a recopilar deberá incluir historia del desarrollo del niño, incluyendo si ha habido retrasos en la audición, en el habla o en el lenguaje, antecedentes psicológicos de tratamiento en Salud Mental, características del comportamiento del niño (temperamento tímido), descripción de la vida en casa, situaciones vitales estresantes e historial médico. Tras evaluar toda esta información se procederá a una entrevista individual con el niño utilizando la observación, el juego y el dibujo fundamentalmente. VARIABLES QUE INCREMENTAN Y FACILITAN LA APARICIÓN DEL MUTISMO Los estudios han demostrado que algunos niños nacen con temperamentos inhibidos, lo cuales son más propensos a ser miedosos y recelosos ante nuevas situaciones. Hay motivos para pensar que muchos o la mayoría de los niños con mutismo selectivo han nacido con este tipo de temperamento. Las investigaciones también han demostrado que estos niños con este temperamento tienen un menor umbral de excitabilidad en el área del cerebro llamada amígdala. (Diaz Atienza 2001) Además, diversos estudios señalan que la mayoría de los niños con mutismo muestran una excesiva timidez desde los primeros años de su vida con mayor porcentaje de respuestas de temor-escape ante la presencia/interacción con extraños. (Olivares, Méndez y Maciá 1996) Un número importante de niños también pueden padecer trastornos del lenguaje y un número bastante extenso proceden de entornos bilingüe. Esto puede suponer que los niños con mutismo tengan un insuficiente desarrollo de los aprendizajes relacionados con la adquisición y uso de habilidades lingüísticas que incrementaría el grado de dificultad para hacer frente existosamente a las nuevas situaciones de interacción oral en presencia de extraños. Entre las variables relevantes del contexto familiar destacan las siguientes: el aislamiento social de la familia, una inadecuada estimulación social del niño, la pertenencia a una clase socio-económica y cultural baja, la existencia de trastornos de la conducta y de la personalidad en la figura responsable de la educación del niño, abusos y hostilidad y rechazo parental o trastornos del habla en la familia. (Lachenmeyer y Gibbs 1985; Rutter 1976; Meyers 1984 en Olivares, Méndez y Maciá 1996) UN CASO CLÍNICO ¿ANSIEDAD O NEGATIVISMO? Desde el enfoque psicodinámido se entiende el mutismo selectivo (MS) como una reacción neurótica en la que hay una expresión física de un conflicto psicológico (Morgenstern 1926). Coexisten una serie de factores, a saber: hipersensibilidad hacia los impulsos instintivos, existencia de un trauma psíquico durante el período crítico del desarrollo del lenguaje, ausencia de seguridad suficiente en el entorno del niño, persistencia del mutismo como mecanismo reductor del miedo y ambiente familiar basado en la dependencia y la permisividad. Las descripciones históricas de los niños con MS como oposicionistas, desafiantes y manipuladores ha conducido las primeras investigaciones empíricas en este campo. Aunque este debate continúa actualmente, existe poca investigación que apoye la asociación entre MS y oposicionismo. De hecho, se encuentra una tendencia opuesta en los niños con MS presentando mayores problemas internalizantes (Achenbach 1985) en lugar de un comportamiento llamativo y puede presentarse oposición sólo en aquellos ámbitos en los que se exige que hablen. También es posible que sólo un subgrupo pequeño de niños con MS tengan tendencias oposicionistas y en casos raros trastorno negativista-desafiante comórbido. Es difícil encontrar conclusiones definitivas por varias razones: en primer lugar, se califica, a veces, a los niños con MS como oposicionistas basándose principalmente en la incapacidad/negativa del niño a hablar; por lo tanto, este argumento es débil y sugiere la necesidad de más evaluaciones válidas de la conducta de oposición. En segundo lugar, los padres y los maestros pueden hacer un gran esfuerzo para animar a los niños a hablar, esto a menudo incluye privilegios especiales por hablar. Así, para algunos niños que no hablan se les refuerza la comunicación oral y esto puede ser utilizado para obtener recompensas. La primera vez que llega a consulta S tenía una expresión de ansiedad, estaba encogida sobre sí misma con los ojos fijos en el suelo y no quería responder a las preguntas, ni si quiera mediante signos, necesitando el contacto físico con su madre en todo momento. Los padres definen una familia en la que todos sus miembros son tímidos, ella es la menor de tres hermanos, teniendo muy poco contacto con el exterior. Inicia infantil con 15 meses y no tiene relación con ningún compañero siendo muy selectiva la hora de comunicarse. En el colegio sólo habla cuando se le pregunta y tiene dos amigas. No existen problemas de rendimiento y parece más bien una niña avispada. Por el contrario en casa, su habla es fluida y espontánea, pero también aparece su lado más irritable y expresa su malestar con gritos, insultos y golpes a su madre y hermanos. El tratamiento se inicio hace dos meses siendo el primer objetivo crear un espacio seguro para ella respetando sus tiempos. Siempre se niega a entrar sola, se tapa la cara con el pelo y nos da la espalda, mostrando su bloqueo y su miedo que resuelve ignorando al otro. En un principio, se mostraba tímida y muy ansiosa pero en las últimas consultas ha aparecido mayor hostilidad, mostrando un rechazo evidente a todo lo que nos representa. Además nos ha mostrado una rabieta gruñendo y Por último, puede ser que los niños con MS sean extremadamente ansiosos y para un grupo pequeño de ellos, con emocionalidad extrema e irritabilidad puedan darse conductas oposicionistas. Esto puede ser particularmente relevante para aquellos niños que ya están predispuestos a la emocionalidad extrema y/o con menos habilidades de regulación emocional (Priscilla 2010). agrediendo a su madre al enseñarnos una foto en la que S sonreía. Observamos en S gran enfado y ansiedad y debido a sus escasos recursos de regulación emocional, el mutismo se ha convertido en una estrategia de afrontamiento para comunicarse con el mundo que la rodea. BIBLIOGRAFÍA Díaz, J. (2001). Mutismo selectivo: Fobia frente a negativismo. Revista de Psiquiatría y Psicología del niño y adolescente, 1(3), I-IV. Priscilla, MD. (2010). Selective mutism: a review of etiology, comobidities, and treatmente, Psychiatry, 7 (3), 23-31. Olivares, J., Méndez, F. y Maciá, D. (1996). Mutismo selectivo. Un modelo explicativo. Psicología conductual, 4 (2), 169-192. Scott, S. & Beidel, D. (2011). Selective mutism: An update and suggestions for future research. Curr Psychiatry Rep, 13:251-257. Doi: 10.1007/s11920-011-0201-7 Morgenstern, S., (1948) Un caso de mutismo psicógeno. Revista de Psicoanálisis 5(3) 771-806.