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El seudónimo
El tema del seudónimo ha sido varias veces discutido. El propio Martín
Adán se contradice en distintas entrevistas al explicar su origen y su
significado; también testimonios ajenos se suman opuestos.
En realidad el poeta tiene perfecta razón cuando en una entrevista de
1956 a la pregunta por el seudónimo responde: "No sea huachafo. ¿Eso a
quién importa o qué importancia tiene?". Pero el tema recorre la historia de
Adán, pues es el primer ingrediente de una leyenda de naturaleza simplista:
la pregunta más pueril en torno a Martín Adán es siempre por el
seudónimo. A continuación se presenta todo un "estado de la cuestión"
acerca del tema y hasta se propone alguna hipótesis.
Convengamos, en principio, en que son dos problemas distintos: la
necesidad de un seudónimo (¿Por qué no Rafael de la Fuente?); y, el
significado del apelativo "Martín Adán". La distinción no ha sido siempre
tan clara cuando se ha presentado el tema.
Una antigua explicación de Armando Bazán, escritor próximo a
Mariátegui y biógrafo suyo, nos presenta con detalle el origen del
seudónimo. El testimonio es importante, Estuardo Núñez me ha asegurado
su autenticidad.
"Acudían también jóvenes estudiantes o anónimos artistas, que a veces
resultaban probando un valor inestimable. Así se presentaron cierta vez, a
la hora crepuscular, dos extraños visitantes. Un poco azorados y
balbuceantes al principio, tomaron a poco su perfecto aplomo, para lucir
uno de ellos su agudeza de observación, su sentido del humor, su facilidad
y buen gusto expresivos; el otro su erudición literaria, su inclinación al
análisis y a la crítica. En la tarjeta de este último habíase leído el nombre de
Estuardo Núñez. Ya para terminar la entrevista, el primero de ellos puso en
manos de Mariátegui los originales de un libro, rogándole que lo leyera para
decirle el juicio que le merecía.
"Cuando días después se reprodujo la escena, con los mismos
personajes, el director de 'Amauta' manifestó de inmediato la magnífica
impresión que habíale causado el manuscrito. Eran de admirar su riqueza
idiomática, su don de recrear la vida en la 'búsqueda del tiempo perdido', la
luz de fina poesía que bañaba indirectamente a los personajes y vericuetos
de la trama, etc., etc., pero -hay algo agregó- contra lo cual manifiesto mi
absoluta discrepancia.
"El rostro del autor, que hasta aquel instante venía expresando una
satisfacción cada vez más en aumento, cobró de pronto un aspecto
sombrío e interrogante.
"-Es -dijo con énfasis Mariátegui- el nombre del novelista. Rafael de la
Fuente, no se armoniza con su obra realmente notable; me suena algo así
como Lucila Godoy, como Cayetano Rapagnetta... Ve usted, estos dos
personajes, entre centenares de otros, presintiendo el gran destino que les
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esperaba, reemplazaron sus inexpresivos apelativos por otros simples,
musicales. Hoy se llaman Gabriela Mistral, Gabriel D'Annunzio. Hay que
cambiar pues el suyo de cualquier modo.
"¿........?
"-Tengo la impresión de que usted representa visiblemente la persistente
tentativa de llegar a la completa transformación, el término del esforzado
salto que va del simio al hombre... Hay que buscar, pues, dos términos que
representen o simbolicen este acontecimiento.
"Después de una serie de búsquedas y ensayos Núñez adujo:
"-En tal caso, representando al simio podríamos emplear la palabra
Martín... Casi todos los monos que conozco se denominan Martín.
"Perfectamente -continuó el maestro- y como hay tantísimos apelativos
humanos, para representar a nuestro género tomaremos el del primero que
habitó la tierra: Adán.
"-Perfectamente -exclamaron los tres contertulios restantes- Martín
Adán".
En verdad, demasiado exacto para ser cierto. Es evidente que Bazán
recrea, reconstruye. Esto se hace más claro si observamos el testimonio del
propio Adán, en una entrevista, según el cual él es presentado a Mariátegui
por Eguren. Lo que se opone a cómo recuerda Bazán la auto-presentación
de Adán y Núñez en la tertulia de la calle Washington.
La historia de Bazán es exacta según me lo confirmó Núñez. Pero no
recordaba que Rafael de la Fuente optara por un seudónimo porque su
nombre era "inexpresivo", y a instancias de Mariátegui.
Núñez ha recordado, verbalmente, que el seudónimo "estaba destinado
a encubrir la publicación de la obra y el éxito literario ante la familia. La
familia había decidido que Martín Adán fuera un señor abogado de gran
figuración social, de gran figuración política; y esto de dedicarse a las letras
y a la poesía era un tanto contrario a los propósitos de la familia con
respecto a la educación y a la orientación profesional de Martín Adán.
Sobre todo la tía Tarcila (por supuesto, eran todos los prejuicios de la tía
Tarcila), soñaba con la figuración de Martín en la sociedad de Lima; para
que levantara la posición de la familia que ella había sentido disminuida en
los últimos años".
En 1951, en su útil biografía, Núñez expresa estas ideas como razón
para que Rafael optara por un seudónimo y agrega dos más: "una razón
psicológica: cierta ingénita timidez que induce al disfraz para no ser
fácilmente reconocido -diciendo las cosas más audaces- en su verdadera
condición humana. La tercera, una razón social e intelectual, o sea el temor
siempre latente a la crítica".
La conveniencia de un seudónimo que pusiera a salvo a Rafael de la
Fuente en su vida social aparece aludida por el propio Martín Adán en
otros lugares: en ese sentido se expresa ante el periodista Miguel Milla en
1954 y también al responder por escrito a Oswaldo Chumbiauca, en 1978:
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"La verdad es que no recuerdo por qué lo del seudónimo en sí, fue por el
temor, muy explicable, del muchacho que publica por primera vez. Si mal
no recuerdo, el seudónimo lo creamos entre José Carlos Mariátegui y yo".
En una de las entrevistas de Delia Sánchez, de 1984, Adán matiza la
tesis de un aparente ocultamiento: "[hablando de Eguren] yo lo admiraba
mucho. Tanto que para pertenecer al grupo de Eguren que se encontraba
formado por intelectuales de la clase media baja y en la cual no me daban
cabida por mi origen supuestamente aristocrático tuve que cambiar mi
nombre Rafael de la Fuente por el de Martín Adán".
El recuerdo no es muy exacto sin embargo, la tertulia de Eguren fue
más temprana -1925 según Núñez- y el seudónimo aparece en Amauta en
1927. Por otro lado, las reuniones de Eguren estaban conformadas por
pocos barranquinos que debían de conocer a Rafael de la Fuente.
Creo que de las afirmaciones del poeta puede concluirse que no hubo
una causa exacta, recordable, por la que hubiera optado por el seudónimo o
que las razones no fueron del todo conscientes. Pero este carácter de
protección o velamiento de la propia personalidad parece lo más evidente si
recapitulamos que aparece expresado por Núñez en 1951, en 1978, a fines
de 1991 (verbalmente), y por el propio Adán en 1954, 1978 y con
matizaciones en 1984.
Si especulamos en torno a esta tesis del ocultamiento resulta interesante
observar que Adán pudo estar impulsado por un prurito de discreción
familiar. Los Benavides, no obstante su posición holgada y conocida -Lima
era pequeña entonces-, no eran personas que gustaran de salir en las
páginas sociales o en los diarios -al menos, hasta donde lo he podido
comprobar en sus aniversarios-. Rafael debió de participar de este buen
sentido y preferir figurar sin su propio nombre en la autoría de los
fragmentos de La casa de cartón que se fueron publicando en Amauta. A esto
puede agregarse que ya era bastante "torvo" el propósito de hacer un relato
en que el personaje se llamara Ramón como "en verdad" se llamaba el
autor. Esta conjetura que ofrezco sólo puede ser hecha ahora a la luz del
conocimiento que tenemos del nombre completo de Adán. Hay que tratar
de ponerse en la situación del autor escribiendo La casa de cartón
especialmente en los lugares en que abunda sobre Ramón. El juego era
delicioso: hablar de sí aviesamente, arrogarse una compleja caracterización
y hasta una especie de personalidad trágica, sin por ello dejar de burlarse de
sí mismo y presentarse como un propio confidente. Era demasiado. Una
especie de mala conciencia de lo autobiográfico, lo autoconfesional, lo
autodescriptivo ¿pudo inclinarlo al seudónimo?
Al tiempo de la publicación de La casa de cartón, Adán frecuentaba y
estaba inscrito en la ASJ, grupo de jóvenes católicos. Las chanzas de
Mariátegui sobre Adán y la Acción Social de la Juventud produjeron una
reacción virulenta en el grupo católico. Se ha visto la profunda desazón que
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ello produjo en el joven autor como fruto de un conflicto de conciencia o
como expresión de prurito exagerado, manifestado también en otras
ocasiones; pero tal vez pueda vincularse esta desazón a su fastidio de verse
objeto de publicidad.
De todas formas, si hubo alguna aprensión debió de ser la formal de no
querer figurar con su nombre en la autoría del libro que no la de ocultarse;
pues el nombre del dueño del seudónimo aparece en el prólogo de Sánchez
a La casa de cartón y luego en varias reseñas de publicaciones de la época.
Retomemos ahora el significado de "Martín Adán". La interpretación
más antigua y difundida es la de analogar los dos términos del seudónimo
con los de mono y hombre, esta interpretación aparece en una nota de
Mariátegui que acompaña fragmentos de La casa de cartón, en Amauta, en
1927: "Su nombre, según él, reconcilia el Génesis con la teoría darwiniana.
Le hemos objetado, privadamente, que Martín se llaman los monos sólo en
Lima y el Barranco y que Adán es un patronímico inverosímil. Mas si
Martín Adán se llama así realmente, no cabe duda que se trata de un
humorista y hereje de nacimiento". En el colofón de La casa de cartón,
insiste: "Las cuartillas de la novela estaban escritas mucho tiempo antes de
que la necesidad de darles un autor produjese esa conciliación entre el
Génesis y Darwin que su nombre intenta".
En este mismo sentido se expresa el propio Adán, en la entrevista de
Delia Sánchez de 1984: "¿Y por qué Martín Adán y no otro nombre?
'Bueno... yo aspiraba la aceptación de todos, entonces tomé el nombre de
un mono y lo asocié al primer hombre'. ¿Quiere decir con esto que
comparte la teoría de Darwin? 'Hasta la fecha no he encontrado otra
explicación más lógica'".
El seudónimo, creación literaria al fin, ha sido objeto de interesantes
interpretaciones. Una muy sugestiva es la que propone Percy Gibson Parra
en 1951. Para él, "Martín Adán" concilia el ingenio, la gracia (Martín) y el
desgarramiento (Adán): "La personalidad de Martín Adán, equilibrio de
ingenio y patetismo, de elegante esguince ante la vida y de hondura humana
ante su auténtica trascendencia, se concreta y sintetiza en su seudónimo:
Martín Adán. Éste encierra los dos polos de su personalidad, las dos
dimensiones de su presencia en el mundo. Contra la suspicacia del vulgo
candoroso y malévolo adopta un apelativo simiesco, festivo, popular:
Martín. Para sí mismo se reserva el patronímico desnuda y originalmente
humano: Adán. El primero es la máscara escenográfica. El segundo es su
yo profundo. Tengo por cierto que, si no consciente, por lo menos
subconsciente, Martín Adán pensó en ello al adoptar su inmejorable
nombre de pluma".
Estuardo Núñez, en un trabajo de 1974 sobre La casa de cartón, ha
agotado referencias eruditas con las que puede interpretarse el seudónimo.
"Contribuyó al buen éxito de la publicación el hecho de que el autor
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hubiese adoptado un seudónimo (Martín Adán) que pretendía esconder su
personalidad social. Mariátegui intentó explicarlo como un valor simbólico,
'una conciliación entre el Génesis y Darwin' [...]. Creemos, sin embargo,
que el seudónimo adoptado tuvo un origen más literario y erudito, algo así
como el rescoldo de viejas lecturas o referencias. El dieciochesco Moratín
tenía ya en su haber escénico un personaje 'Abel Martín', que dudamos
mucho fuese conocido por nuestro escritor. El romántico Alejandro
Dumas (padre), narrador caudaloso, creó personaje y título de cuento algo
más cercano: 'Adán Martín'. Ya en nuestro siglo, el poeta Antonio
Machado, cuyas Soledades fueron muy leídas por Martín Adán durante su
adolescencia, antes de componer La casa de cartón, invento otro 'Abel
Martín', poeta y profesor apócrifo, nada menos que el maestro de otro
poeta y filósofo también supuesto: Juan de Mairena. Y para poner contera a
estas referencias, el escritor norteamericano Jack London creó en 1909 una
novela titulada Martin Eden, también leída en su juventud por nuestro autor,
gracias a la sugestión que le hizo alguna vez José María Eguren, gran
admirador de la aventura idealista y poética de London. En la trama
novelesca de éste, Eden es el escritor y artista al comienzo incomprendido
y desechado por una sociedad impermeable a los valores del espíritu. Pero
el creador reacciona adaptándose al gusto ignaro del público que le brinda
el buen éxito de librería. Sin satisfacerle este beneficio material a costa de su
sacrificio íntimo, Eden decide alejarse de esa sociedad injusta y
convencional, y termina suicidándose durante un viaje de evasión a los
mares del Sur. Obra casi autobiográfica, refleja Martin Eden la crisis de una
sociedad indiferente a los valores del creador y asimismo el destino trágico
del autor que traiciona su propio sino. De tal suerte pudo ser London y su
novela el impacto mayor sobre el narrador peruano que se iniciaba,
temeroso del fracaso literario y de la incomprensión del público no
preparado para una obra de nuevo cuño estético. Lo cual fue sin duda el
caso de José María Arguedas, de César Vallejo y de Martín Adán en sus
comienzos, lo cual explica además que éste buscara el respaldo de dos
críticos peruanos del momento (Luis Alberto Sánchez y José Carlos
Mariátegui) a quienes solicitó el padrinazgo intelectual para su primer libro
en la forma de prólogo y colofón respectivamente".
¿Se puso el seudónimo él sólo? ¿Lo hizo ayudado de Mariátegui y
Núñez? Los detalles se han perdido inevitablemente en el tiempo. El
mismo Adán con sus vacilaciones revela que las circunstancias en su
momento no fueron trascendentes.
El seudónimo ha permanecido; y debe de tener razón Percy Gibson
cuando habla "de hondura humana" a la que alude el "Adán"; tal vez por
eso hablamos de "estudios adanianos" o "estudios adanistas" y solemos
decir "Adán", a secas, por "Martín Adán".
Muchos años después encontramos algunas otras manifestaciones del
seudónimo. En la entrevista de 1956 encontramos a Adán jugando con el
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tema: "Tú, por ejemplo, por el apellido que llevas eres pariente mío, de
Rafael de la Fuente Benavides; pero, nunca serás pariente de Martín Adán".
La correspondencia de Adán no nos dice mucho, al parecer unas veces
firmaba Martín Adán y otras Rafael, indiferentemente. En una ocasión, en
1945, bromeando firma: ex-Martín Adán. Casi al final de su vida en una
entrevista en que el poeta se muestra abatido y escéptico de su éxito dice:
"pero cuántos saben... cómo me llamo en verdad".
pág. 43
La casa de cartón
Interrogado acerca de su libro de juventud, en 1980, Adán responde:
"No es novela. Es una serie de estampas del Barranco de cuando yo era
niño". La definición es justa: el primer libro de Martín Adán es un conjunto
de cuarenta pasajes diversos (o treinta y nueve según la edición) articulados
tenuemente.
La trama argumental es muy sutil; aunque algunos pasajes vuelven sobre
algunos personajes, otros presentan personajes que no vuelven a aparecer
más. Parece evidente el afán del autor de debilitar el hilo argumental:
contradiciendo su relato, cambiando la edad de sus personajes,
reviviéndolos, perdiéndose en descripciones. No obstante, los pasajes
reflexivos del narrador sumados a las acciones dispersas articulan una
cohesión argumental. El narrador y otros jóvenes de La casa de cartón dan
lugar a una percepción "adolescente" del mundo. Tal percepción es
peculiarmente escéptica y lúcida. La lucidez del narrador es implacable:
todos los destinos posibles son rechazados y aun el rechazo es motivo de
burla. De algún modo, el lugar en el mundo que acaba asumiendo el
narrador es un recinto de cartón, un lugar artificial y débil en el que se
guarece. O puede decirse también -el libro permite muchas lecturas- que su
lugar es el mundo, que se figura de cartón a su mirada.
Así como es posible leer La casa de cartón a partir de sus elementos
narrativos; es fructífera también una lectura que se aproxime a aspectos
poéticos del libro. Es decir, que estime frase a frase la literaridad del texto
desde la perspectiva de un lenguaje poético -plano sonoro, imágenes,
metáforas, léxico, adjetivación, y un impreciso etcétera- por encima de
rasgos más cercanos a la narrativa como acciones, historia y personajes.
Desde esta perspectiva, puede reconocerse en el libro un tratamiento
estético del ambiente, centrado en Barranco y Lima de la década de 1920 y
tratado con una descripción de tono poético. Buena parte del valor del
libro y su interés reside en sus descripciones: el tratamiento cromático
exquisito, la hábil gradación de los adjetivos, las calificaciones construidas
en cadena, las metáforas, la percepción interiorizada de los objetos, el
peculiar estilo de describir personas, animales y cosas.
La discusión de la crítica en torno a su proximidad a formas de la
vanguardia ha demostrado su avanzado espíritu moderno; y, a la vez, ha
manifestado consentimiento unánime en la importancia pionera de La casa
de cartón en la literatura peruana contemporánea. Si bien existen precisiones
de la crítica acerca de su cercanía a determinadas escuelas vanguardistas,
parece razonable no pretender una determinación escolar exclusiva, sino
considerar el particular estilo individual del libro.
El libro siempre se ha editado, desde su aparición en 1928,
acompañados de célebre prólogo y colofón, debidos a dos amigos mayores
del autor: Luis Alberto Sánchez y José Carlos Mariátegui. Si bien el libro
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concitó fuertemente la atención en sus dos primeros años -no obstante
haber aparecido sólo en una edición privada-; no fue sino hasta su
reaparición de 1958 -con la edición comercial- que el libro cobró nueva
vigencia y dio pie a interesantes trabajos de interpretación.
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En-torno de La casa de cartón
El libro debió de empezar a escribirse, como recuerda Núñez, en 1924
cuando Adán tenía 16 años y estaba en el penúltimo año del colegio. En la
entrevista de 1978, cuando se le pregunta si podría volver a escribir en la
forma en que lo hizo en La casa de cartón, el escritor responde: "Me parece
que me sería imposible volver a escribir como entonces. El estilo es una de
las formas de la edad. A mí me sorprende el buen éxito que
constantemente ha tenido aquel libro. Lo escribí, siendo colegial, para
ejercitarme en las reglas que el profesor de gramática castellana, Emilio
Huidobro, nos daba". La versión del origen escolar aparece también en su
biografía sumaria de 1947: "conjunto de ejercicios escolares de gramática y
retórica de años atrás". Una versión del propio Adán confiada a Arbulú
precisa que Huidobro los había mandado a "describir su propia casa"; de
ahí, el título. La idea es sugestiva, acaso por eso la narró Adán, pero Núñez
no la cree cierta.
La casa de cartón fue uno de los ejercicios de escritura de un joven que
debió de ser muy tenaz en esto. Tenemos razones para suponer que este
volumen en prosa estuvo acompañado y precedido de otros trabajos
literarios que nunca se publicaron. Sánchez en el prólogo al libro dirá:
"antes había gustado de cierta coprolalia en sus escritos", escritos
desconocidos para nosotros. Westphalen en 1969 escribe: "ese pequeño
libro había sido precedido por un precoz y asiduo ejercicio de toda la gama
concebible de la lírica en verso español, ejercicio que, al par de las iniciales
manifestaciones de desacato a usos y creencias infundadas, sería declarado
ineficaz y nulo, archivado y destruido en consecuencia". Sánchez también
insiste en la idea del fervor del ejercicio con que el joven autor se ha
ejercitado: "Mucha voluntad vigilante ha estrenado ese estilo. Y Martín
Adán que es un gran masajista literario, ha adelgazado su manera, la ha
obligado a la acrobacia, la ha enseñado el volatín, el triple salto mortal, la
caída del ángel y el paso de la muerte, a fuerza de cuidados, de firme
decisión de ser dislocado. Gitano de su verbo, lo raptó cuando apenas
balbuceaba, y ha logrado romperle las articulaciones para obligarle a todo
género de piruetas". Esto puede ser comprobado ante muchos cuadernos
de prácticas de estilo que hoy se guardan entre sus documentos, ejercicios
de escritura en los que Adán copiaba fragmentos sueltos de prosa ajena y
luego los releía subrayándolos con diversos colores. Los cuadernos que nos
han llegado deben de ser de finales de la década de 1930; en ellos, como en
los papeles con listas de palabras y esquemas, se revela esta constante
preparación que ya existía en los años escolares.
Al lado del tenaz entrenamiento, ya por entonces, Adán era corrector
infatigable y crítico severo de su trabajo. ¿Cuántas partes de La casa de cartón
fueron anuladas? ¿Qué quedó de los primeros proyectos? ¿Cuántas veces
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recompuso el orden, aumentó y suprimió? Uno de los fragmentos
publicados antes de la salida del libro, por ejemplo, no apareció más.
La publicación completa del libro estuvo precedida de dos
publicaciones parciales en Amauta: nueve pasajes (en total son como
cuarenta pasajes) aparecieron en diciembre de 1927, uno de los cuales es el
que no aparecerá más; la otra entrega es un pasaje en el número de enero
de 1928. Luis Alberto Sánchez se encargó, en una imprenta de su
propiedad, de la edición del libro que debió de salir durante el verano de
1928.
El libro, no obstante su preparación y adelanto, salió en una edición
privada -aunque muy publicitada- que fue distribuida personalmente por su
autor con una dedicatoria semejante en todos los ejemplares. El ejemplar
de la Biblioteca Nacional dice, por ejemplo: "Para Ricardo Martínez de la
Torre, este ejemplar clandestino de una edición malograda, con la protesta
política clerical y civilista así como con la simpatía personal y fraternísima
de Martín Adán. 18/VII/1929 Lima". Martínez de la Torre, cuatro años
mayor que Adán, era un entusiasta activista del grupo de Amauta.
Sánchez en el prólogo llama a Adán "un hombre aristocrático, clerical y
civilista" y, hacia el final, menciona: "la ilusión de ser clerical y civilista"; en
el colofón, Mariátegui: "por humorismo, Martín Adán se dice reaccionario,
clerical y civilista". La coincidencia hace suponer un chiste privado, un
mote burlón anterior a la edición, que el propio autor, también en broma,
asume en las dedicatorias. Otras dedicatorias (¿personas fuera del círculo de
Amauta?) no traen esa frase final; sólo: "Para X, este ejemplar clandestino
de una edición malograda". La supresión se explica si asumimos que se
trata de una broma; lo contrario sería creer que Adán "fija" su posición y
sólo ante ciertas personas. La frase de los presentadores dará pie en parte a
la imagen del joven conservador entre revolucionarios; por entonces y en
años posteriores, pocos acceden a los ejemplares con la "protesta clerical y
civilista" y advierten la burla del propio Adán.
La leyenda va formándose desde entonces. El libro es muy comentado:
el colofón de Mariátegui se reproduce en Mundial, Amauta y Alfar (La
Coruña); el prólogo de Sánchez reaparece en La Sierra. Entre 1928 y 1929
otros artículos también tratan del libro: José Jiménez Borja (en áspera
réplica a Mariátegui sobre lo que volveremos más adelante), Aurelio Miró
Quesada, Estuardo Núñez, Ricardo Peña Barrenechea y un suelto
anónimo. Si se considera que el ejemplar sólo circula "clandestinamente" y
que a su encuentro sus lectores del gran público debieron no entenderlo, se
comprende la figura legendaria que Adán va tomando. Los espectadores
necesitan explicarse las cosas, es difícil aceptar que alguien pueda
desinteresarse totalmente de la política (u opinarán que ello es una clara
posición). Las categorías políticas funcionan como simplificaciones para
entender a Adán: la leyenda, con el tiempo, hablará de una situación de
pág. 47
decadencia económica contrapuesta a un papel al que se ha renunciado
aristocráticamente.
¿Por qué la edición no se puso a la venta? Núñez y Gerardo Alarco, en
mis entrevistas, afirmaron que nunca estuvo prevista su venta: se trataba de
una edición privada. Mariátegui en el colofón dice que se trata de "una
edición de tiraje limitado, antes de afrontar en una edición mayor al público
y a la crítica" -supongo que entre 100 y, a lo sumo, 300 ejemplares-. Tal vez
no se pensó comercial por crudo realismo: Westphalen puso a la venta
unos ejemplares de Abolición de la muerte en una librería en 1934, luego de
meses le liquidaron un ejemplar, adquirido por un amigo suyo. De otro
lado, Martín Adán pudo preferir no dar La casa de cartón al gran público
porque estimó, con razón, que éste no la comprendería.
Existen otras versiones en torno a la no venta del libro. Según una, que
Mirko Lauer recoge, Adán quedó contrariado con el festivo prólogo y
colofón; pero ya la nota de Amauta de diciembre de 1927 era todo lo
satírica y conflictiva hasta donde los anexos del libro no pudieron serlo,
como veremos al hablar de la Acción Social de la Juventud. Adán pudo
prever los festivos anexos y tener el tiempo justo para cambiarlos o
retirarlos de la encuadernación.
Según otra versión, que transcribo más abajo, que da Couffon,
tomándola de Westphalen, la edición salió con gran número de errores y
eso determinó que no se vendiera. Se ha afirmado que a estas erratas alude
la frase "edición malograda"; pero ¿no es grosero encarar al editor en todos
los ejemplares? ¿no es responsabilidad del autor velar por las pruebas de
galera? Aunque en esas circunstancias, muchos años después lo vemos,
Adán se volvía insoportable por sus nuevos cambios.
Es cierto que la edición de 1928 tiene gran número de errores. Un
examen minucioso en un trabajo inédito de Luis Andrade Ciudad juzga
plagada de erratas la primera edición. Esta es una afirmación hecha tras un
examen minucioso que determina qué variantes son enmienda de errores y
cuáles, variantes de autor asumidas en 1958.
De otro parte: ¿la
edición pudo dejarlo inconforme en tanto hubiera seguido corrigiendo el
libro, como acostumbraba ya por entonces, indefinidamente? ¿Tal vez a esa
resignación a conformarse con un estado de su trabajo alude la frase
"edición malograda"? O no alude a nada.
¿Por qué la reedición no se hizo sino hasta 1958, si ya el colofón de
1928 la anunciaba? La vehemencia durante la creación y sus revisiones y
luego el abandono y cambio de proyecto suelen ocurrir en Adán. Varias
veces la edición y decisiones de conformación de un libro quedan en
manos de sus amigos, de eso volveremos a hablar más adelante.
Algo sobre el prólogo y el colofón. Eugenio Chang Rodríguez, en un
trabajo de 1983, afirma que a raíz de la controversia en torno al
indigenismo del año 1927 la relación entre Mariátegui y Sánchez se resintió;
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cerrado el debate amistosamente, su relación se afianzó luego de la prisión
del primero a raíz del "complot comunista" imaginado por el gobierno.
Dice Chang Rodríguez: "Como pruebas de que el incidente del debate
sobre el indigenismo había sido una experiencia finita, J.C. Mariátegui y
L.A. Sánchez colaboraron fraternalmente en los libros Tempestad en los Andes
(1927), de Luis E. Valcárcel, y La casa de cartón (1928) de Martín Adán". No
tengo más evidencias de esa lógica interpretación. Al inició del prólogo
Sánchez parece afirmar que el prólogo se lo pide Adán; lo afirma
verbalmente en la presentación de la Obra poética de 1980 y antes en sus
memorias (Testimonio personal I): "En ese momento, Mariátegui y yo
representábamos a buena parte de la nueva generación literaria. Lo prueban
entre otros los siguientes hechos: Martín Adán, gran precursor de
novedades, nos pidió a mí el prólogo y a Mariátegui el epílogo para su libro
La casa de cartón (1928)".
Quiero volver ahora con un problema que considero apasionante como
un soneto de sintaxis enrevesada o una buena novela policial: la edición
rigurosa de un libro. El lector advertirá mi sostenida impertinencia para
tratar los problemas editoriales; pero, como se dice en la introducción, una
biografía sirve para esto (y para poco más). De todos modos, puede pasar
al título siguiente si los problemas de fijar el texto según la voluntad del
autor no le parecen importantes -desgraciadamente nuestra literatura
padece esa desaprensión-.
El libro volvió a editarse en 1958. Trae correciones, innovaciones que
suelen suponerse del autor y nuevas erratas. Silva-Santisteban ha propuesto
en su edición de la Obra en prosa un texto advertido de los tres grupos de
variantes antes nombrados, aunque no de un modo sistemático y sin
inventariar las variantes. El resto de editores nacionales nunca ha sido muy
explícito al respecto. En 1967, Antonio Melis al traducir al italiano una
parte del libro para la revista Ad Libitum de Urbino, afirma haber seguido
un ejemplar de 1928 de Xavier Abril, amigo de Martín Adán, "que trae
algunas interesantes correcciones autógrafas del autor, en vista de una
reedición. He confrontado asimismo la edición más reciente, con un
prefacio de Estuardo Núñez (1961), que presenta sin embargo frecuentes
innovaciones poco atendibles". Desgraciadamente no dice si el ejemplar
que le ha proporcionado Xavier Abril es el mismo que sigue la edición de
1958. Y en 1987, al traducir el libro entero, no lo deja en claro.
Cuando en 1984, Claude Couffon presenta en París su traducción La
Maison de carton (et autres textes) afirma: "lamentamos no haber podido utilizar
para nuestra traducción un texto definitivo. Sabemos por el poeta Emilio
Adolfo Westphalen, otro amigo íntimo de Martín Adán, que la primera
edición del libro presentaba numerosas erratas. Westphalen poseía un
ejemplar corregido de mano del autor, pero que fue definitivamente
perdido en el curso de una mudanza. Martín Adán tuvo que retirar poco
pág. 49
después del comercio la mayor parte de la edición. Pero, negligencia o
indiferencia, no ha releído las pruebas de las reediciones sucesivas, que
conservan las mismas imperfecciones. Algunas que eran fáciles de detectar
las hemos corregido. Otras conservan obstinadamente un misterio que
nosotros renunciamos a esclarecer".
Couffon desconoce la noticia de 1967 de Melis, se equivoca al afirmar
que se retiraron ejemplares del comercio y ¡no declara a sus lectores
franceses qué texto sigue!
El misterio es muy interesante. Simplifico. En varios lugares se dice que
Adán corrigió para la edición de 1958; tiene que ser cierto: hay cambios que
manifiestan variantes del autor, en otros casos enmienda errores de 1928.
Pero parece poco probable que hiciera esa revisión hacia 1958: cuando
veamos cómo era su vida por entonces comprenderemos que no pudo
haber dedicado mucha atención a la corrección.
¿Las correcciones de aquel ejemplar que tenía Xavier Abril, y que Melis
siguió, eran las mismas que trae la edición de 1958? La biografía es sólo el
marco exterior en que se deben apoyar las hipótesis textuales; la sistemática
comparación de variantes según precisos métodos puede resolver la
pregunta. Pero Xavier Abril falleció hace algunos años y el libro aún no ha
podido ser ubicado. Si también se ha perdido ¡habrá que razonar a partir de
la traducción italiana!
¿Las variantes para el ejemplar de Abril fueron hechas por Adán hacia
1928? Si fuera así, serían numerosas como Couffon afirma que Westphalen
dice. ¿Podría tratarse del mismo ejemplar: el perdido por Westphalen, el de
Abril y el que sigue la edición de 1958? ¿Tres ejemplares? ¿Dos ejemplares?
¿Corrigió varios ejemplares Adán en 1928? En 1951, cuando envía
numerosos ejemplares de Travesía de extramares a sus amigos, trata de
modificar varios versos (errores y variantes) en todos los ejemplares; ¿pudo
lograrlo en 1928? ¿Correcciones o nuevas versiones del autor? Una mezcla
de ambas cosas probablemente.
Con todo, los problemas editoriales de La casa de cartón son de los más
sencillos de entre los libros de Martín Adán. Un misterio jovial al lado de
los cientos de versiones, variantes y correcciones de otros libros, éditos e
inéditos, posteriores.
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