tema 5: la vida pública de jesús. el anuncio del

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TEMA 5: LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS. EL ANUNCIO
DEL REINO DE DIOS1
Desde el comienzo de su vida pública, los apóstoles reconocen en Jesús a su Maestro. Así leemos
en Jn 1, 38-39: “Y volviéndose Jesús y viendo que le seguían dos discípulos, les dijo: “¿Qué buscáis?”
Respondieron
ellos:
“Maestro,
¿dónde
vives?”.
Les
dice:
“Venid
y
lo
veréis”.
Antes de padecer, en el Sermón de la Última Cena podemos leer: “Vosotros me llamais Maestro y Señor,
y decís bien, porque lo soy” (Jn 13, 13)
También los discípulos y la muchedumbre, lo seguía porque querían que los enseñase: “Le seguía
una gran muchedumbre de gentes. Y viendo Jesús a todo este gentío, se subió a un monte, donde,
habiéndose sentado, se acercó la gente y comenzó a adoctrinarles (Mt 4,25; 5, 1)
Vamos a ver qué cosas nos enseña a nosotros ahora Jesús, vamos a adentrarnos en la escuela del
Maestro.
1. EL BAUTISMO Y LAS TENTACIONES. EL INICIO DE LA VIDA PÚBLICA
Bautismo
Jesús termina su vida oculta y acude a recibir el Bautismo de manos de Juan el Bautista.
Con este Bautismo Jesús inicia su vida pública. Dios Padre presenta a su Hijo a los hombres y así Él
comienza su misión para la que ha venido al mundo: la salvación de los hombres.
Aunque no había en Él pecado alguno, Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo” (Jn 1, 29), acepta ser contado entre los pecadores. El Padre lo proclama su “Hijo predilecto” (Mt
3, 17) y el Espíritu viene a posarse sobre Él (compendio nº 105).
El centro del mensaje está en las palabras “Tú eres mi Hijo, el amado, mi predilecto”. Es una
proclamación de Jesús como Hijo de Dios. El Bautismo de Jesús es la prefiguración de nuestro Bautismo.
Tentaciones
La fidelidad de Jesús a su misión es puesta a prueba por Satanás. En el relato de las tentaciones
intenta desviar al Mesías del camino emprendido: el de la fidelidad a la voluntad de Dios. Por eso el
demonio sugiere al Salvador que tal vez sería mejor utilizar medios “más eficaces” que la cruz para llevar
adelante su misión de salvar a los hombres.
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Apuntes elaborados a partir de los libros de texto de religión católica de la editorial Casals en sus distintas ediciones. Esta
redistribución de temas y contenidos se hace para facilitar el trabajo en el aula y optimizar los recursos. Se ha usado también
el Catecismo YouCat.
Las tentaciones de Jesús en el desierto recuerdan a la de Adán en el paraíso y las de Israel en el
desierto, pero Cristo permanece enteramente fiel a Dios.
La Iglesia, enseñada por el Señor, repite a diario en su oración: “No nos dejes caer en la
tentación”. La Iglesia también se une a este Misterio particularmente en el tiempo litúrgico de la
Cuaresma.
2. JESÚS LLAMA A LOS DOCE
Jesús, después de manifestarse como el Mesías Salvador, comienza a anunciar el reino de Dios:
habla de la gloria del cielo, de la que disfrutarán todos los que se salven; por otro lado, muestra su deseo
de fundar la Iglesia, un pueblo santo en donde se cumplirían todas las promesas que había hecho a
Abraham y a los profetas.
Jesús, para fundar su Iglesia, se va a servir de unos hombres que, entregando su vida, se dediquen
plenamente a trabajar por la salvación de las almas.
Algunos discípulos de Juan Bautista comenzarán a conocerlo y seguirlo. Juan Bautista había
comprendido y creído, inspirado por Dios, que Jesús es el Mesías esperado y lo afirma claramente para
que sus propios discípulos sigan a Jesús, aun a costa de dejarle a él porque lo que busca es la gloria de
Dios, no la suya. La misión de la Iglesia es anunciar a Cristo. Nosotros tenemos que hacer como el
Bautista: descubrir cada vez más a Jesús y darlo a conocer a los hombres.
Un día, a orillas del lago Tiberíades, llamó por primera vez a unos hombres para que lo siguieran
de un modo total y definitivo.
No todos los hombres llamados por Jesús eran pescadores, cada uno tenía su profesión y los llamó
mientras realizaban su trabajo. Por ejemplo Mateo era recaudador de impuestos y hombre rico (Cf. Lc. 5,
27-28). El encuentro con Juan, Andrés, Simón, Felipe y Natanael fue decisivo (Jn 35,51). La fe provoca
una reacción en cadena: unos a otros se dan la noticia con entusiasmo: “Hemos encontrado al Mesías”.
Dentro del gran grupo de los discípulos, Jesús quiso elegir a 12, llamándoles apóstoles: Simón
(Pedro) y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo,
Simón, apodado el Celotes, Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
En la elección de los 12 podemos destacar cuatro rasgos:
-
Eligió a los que quiso. Sólo Dios llama.
-
Los eligió para estar con Él.
-
Los eligió para predicar y expulsar demonios, para hacer lo mismo que Jesús hizo:
proclamar el Evangelio con palabras y obras.
-
Doce eran las tribus de Israel. La simbología de los 12 nos recuerda que el Señor quiso que
fuese el mismo número que los hijos de Jacob, fundadores de las 12 tribus de Israel. Esto pone
de manifiesto la relación que existe entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Estos 12, con
Pedro a la cabeza, serían los cimientos de la Iglesia.
3. LOS MILAGROS DE JESÚS
Jesús, poco después de haber escogido a los apóstoles, acompañó sus palabras con signos y
milagros, como las curaciones de enfermos, la expulsión de demonios y otros hechos que confirmaban
que el reino de Dios había llegado.
Los milagros provocaron un gran entusiasmo en el pueblo sencillo, pero Jesús sólo pretendía
poner de manifiesto el poder de Dios, que llegaba a salvarles.
El primer milagro que Jesús realizó fue el de las bodas de Caná. Jesús, escuchando los
ruegos de su Madre, convirtió el agua en vino (Jn 2, 1-11), manifestando así su gloria y despertando
la fe de sus discípulos.
Los evangelios relatan más de 30 milagros realizados por Jesús. Fueron de varios tipos: unos
actuaban directamente sobre la naturaleza (agua, mar, peces…), otros eran curaciones de personas
(leprosos, paralíticos, ciegos…), en otros libera a personas de la posesión diabólica y los Evangelios
narran hasta 4 resurrecciones.
4. JESÚS MANIFIESTA QUE ES DIOS
Transfiguración
Hacia el final de su vida pública, Jesús viendo que se acercaba el momento de su pasión y muerte,
quiso confortar a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan, con un milagro en el que les manifestara
su divinidad.
En la Transfiguración aparece ante todo la Trinidad: “El Padre en la voz, el Hijo en el Hombre, el
Espíritu en la nube luminosa” (Santo Tomás de Aquino). Jesús muestra que su gloria pasa a través de la
cruz y otorga un anticipo de su resurrección y de su gloriosa venida (Compendio nº 110).
Los apóstoles no comprendieron qué quería decir “resucitar de entre los muertos”, sólo lo
entenderán después de que Jesucristo resucite. Estos tres mismos apóstoles de Jesús son testigos de la
resurrección de la hija de Jairo y de la agonía de Getsemaní.
Unos griegos en la fiesta de Pascua
Al llegar el tiempo de la fiesta de la Pascua, unos griegos subían a Jerusalén para celebrar los
cultos de la fiesta. Jesús y sus discípulos estaban allí.
Llega la “Hora de Jesús”, que es el momento elegido por Dios para revelar a los hombres el
resplandor eterno del Hijo de Dios. Jesús acepta esa Hora. Se presenta como Mesías y quienes debían
reconocerlo lo rechazan; sin embargo, los griegos “quieren ver a Jesús”.
Igual que ocurrió en la Transfiguración, Jesús manifiesta su Divinidad cuando se dirige al Padre
diciendo: “Padre, glorifica tu nombre”. Y en ese instante se oyó una voz del Cielo: “Lo he glorificado y
volveré a glorificarlo”.
La gente que estaba allí lo oyó, pero no acababan de reconocerlo como el Mesías, porque no
supieron interpretar las palabras de Jesús ni los milagros como signos de la acción de Dios.
5. EL ANUNCIO DEL REINO DE DIOS: LAS PARÁBOLAS
“Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Arrepentíos, porque se acerca el Reino de
Dios” (Mt 4, 37)
¿Qué anuncia Jesús?
Jesús anuncia que el tiempo de la Redención y de la salvación han llegado, que el Reino está
cerca, pero para entrar en ese Reino hay que convertirse y creer en la Buena Nueva que Él ha venido a
traernos. El Reino de Dios que Cristo instauró se hace hoy presente en la Iglesia donde Cristo es el
corazón de todos los hombres que entran a formar parte de la “familia de Dios”.
¿A quién se lo comunica?
En primer lugar a los hijos de Israel y después a todos los hombres porque este Reino está
destinado a acoger a todos, de cualquier lengua, pueblo o nación, siempre que escuchen la palabra de
Jesús y la acepten.
También este Reino pertenece a los pobres y pequeños, a los que Jesús llama bienaventurados.
Jesucristo se identifica con los pobres desde el pesebre hasta la cruz: pasa hambre, tiene sed, nace y
muere pobre.
Jesús también invita a este reino a los pecadores (Mc.2, 17) que necesitan convertirse para entrar a
formar parte de la “familia de Dios”.
¿Cómo llama Jesús a entrar en su Reino?
Jesús, enseñaba a sus discípulos con parábolas, es decir, les explicaba de forma sencilla
mediante narraciones adaptadas a hechos que les sucedían en su vida cotidiana, con ellas atraía la
atención de los oyentes y hacía su doctrina más clara y más viva.
San Mateo y san Lucas recogen estas parábolas en las que Jesús presenta el misterio del Reino de
los Cielos a la gente y los discípulos. Estas enseñanzas nos ayudan a reflexionar sobre la presencia de
Cristo entre nosotros: el hombre no puede provocar su venida, porque Jesús procede de Dios Padre; sin
embargo, hay que tener en cuenta las actitudes necesarias del hombre, la disposición del corazón humilde
y no egoísta para poder recibirlo. Cristo no se impone por la fuerza, sino que cuenta con la respuesta del
hombre. Dios llama a todos y siempre al Reino. Nos habla del Reino en la parábola del trigo y la cizaña
(Mt 13, 24-30), en la del sembrador (Mt.13, 1-9), el grano de mostaza (Mt.13, 31-32), la levadura (Mt.
13,33-35), el tesoro escondido (Mt.13, 44), la perla preciosa (Mt. 13,45-46), la del propietario y los
jornaleros (Mt 20, 1-16), los dos hijos enviados a la viña (Mt 21, 28-46), el rey que celebraba la boda de
su hijo (Mt 22, 1-14).
6. EL SERMÓN DEL MONTE: LAS BIENAVENTURANZAS
El Sermón del Monte es una catequesis sobre la vida cristiana. Presenta de una manera breve,
concreta y directa la vida nueva que trae Jesús. Indica algunos rasgos y ejemplos que el cristiano debe
vivir siempre.
El sermón de la montaña señala unas exigencias radicales. Va al fondo del ser humano: que tu
mirada no sea impura, no te irrites contra tu hermano; sé sincero en la oración, en la limosna y en el
ayuno; no juzgues nunca a nadie; ama a tu enemigo… El lenguaje que utiliza Jesús llega a escandalizar a
los judíos y los lleva a tener dos reacciones: o la de reconocer a Cristo que tiene la autoridad de Dios o
considerarlo como blasfemo.
Las Bienaventuranzas son el centro de la predicación de Jesús. Son el camino que Jesús
enseñó a sus discípulos, prometiendo a quien las viva la felicidad del cielo. Las Bienaventuranzas
responden a ese deseo natural de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo
hacia Él, que es el único que puede satisfacerlo. San Agustín decía: “Por eso mi corazón está inquieto
hasta que descanse en Ti”.
Las Bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el reino de Dios, la visión
de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la fijación, el descanso en Dios. También
nos enseñan a purificar nuestro corazón y amar a Dios por encima de todas las cosas: riquezas, bienestar,
poder, gloria humana…
Jesús, al empezar su vida pública, subió a una montaña cercana al lago Tiberiades y comenzó a
exponer su doctrina. Es lo que se conoce con el nombre de Sermón de la Montaña.
El verdadero cristiano sigue a Jesucristo por este camino porque de los labios de Jesús brotan
palabras llenas de amor y consuelo para los pobres, para los humildes y atribulados, a los que llama
“felices” mientras el mundo los llama ”desdichados”. Todas las desgracias que azotan hoy al mundo
tienen por causa el no practicar las Bienaventuranzas.
Las Bienaventuranzas son ocho:
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Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
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Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.
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Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
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Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos.
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Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
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Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
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Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
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Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia, porque de ellos es el
Reino de los cielos.
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