A Firminio y Liberio no les gusta dar la Comunión en la mano

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A FIRMINIO NO LE GUSTA DAR LA
COMUNIÓN EN LA MANO
El dar la comunión en la mano le parece a Firminio una «novedad» no aceptable. Piensa que
propicia la falta de respeto a la Eucaristía. Teme que los fieles se presenten con manos poco
aseadas y le preocupa mucho que alguna persona se lleve la santa hostia con fines sacrílegos.
Lo primero que habría que investigar es si la Conferencia Episcopal del país en que trabaja
Firminio ha pedido la Santa Sede el que se pueda dar la comunión en la mano (en México sí se
pidió y fue concedido). Luego, si el obispo diocesano ha autorizado esta práctica; y en seguida
deberá tener en cuenta la libertad de los fieles para recibir la santa comunión en la forma como lo
deseen.
Si hay autorización diocesana, el sacerdote no puede imponer el modo que él prefiera, sino
aceptar el que el fiel desee.
Es claro que se necesita siempre una muy buena catequesis que insista en lo fundamental: en las
disposiciones internas, que quite la posible extrañeza ante una forma «nueva» y aclare el porqué y
las ventajas de esa forma y la otra.
Firminio no está muy bien iluminado. El recibir la comunión en la mano es una novedad muy
relativa. Se usó desde el principio de la Iglesia y duró unos nueve siglos…
Si hay peligro de profanación al recibir la comunión en la mano, igualmente lo hay al recibirla en la
boca. Si hay manos sucias, igualmente hay bocas sucias. Si se cree que los simples fieles no
pueden tocar la Eucaristía, la tocan igualmente con la boca o con las manos.
Dar la comunión en la mano expresa más claramente el don a un adulto y la corresponsabilidad
adulta. Es más higiénico (evita lengüetazos, ensalivadas y vaho en la mano del sacerdote). Es
más práctico y seguro. Evita choques con los dientes y fractura de la hostia. Muchos fieles apenas
abren la boca…
LIBERIO NO DA PERSONALMENTE LA
COMUNIÓN
Liberio deja el recipiente con las hostias sobre el altar y pide a los fieles que se acerquen a tomar
con sus manos la comunión. Esto lo hace especialmente con religiosas, seminaristas y grupos
especiales, pues dice que ellos están «más preparados».
No es la mayor o menor preparación de los fieles la razón para que el presidente dé o no dé la
comunión personalmente «self-service» o «cafetería».
Se trata de una realidad significativa, «sacramental»; y todos sabemos que la liturgia está hecha
de signos y símbolos.
La comunión es un don. Cristo dio a comer su cuerpo y a beber su sangre a los Apóstoles. Lo que
él hizo con ellos en la Cena lo vuelve a hacer con nosotros en cada Eucaristía. El sacerdote es el
que sacramentalmente hace presente a Cristo. Actúa «in persona ipsius Christi capitis».
Además, comer el cuerpo «entregado» del Señor y beber su sangre «derramada», sangre de la
Nueva Alianza, exige una respuesta clara por parte del que comulga. Respuesta de fe y de
compromiso. La alianza bautismal se ratifica conscientemente en cada Eucaristía con la ayuda del
Espíritu Santo.
Exige el «amén» de los creyentes como respuesta a «El Cuerpo y la Sangre de Cristo», dicho por
el ministro.
Una comparación puede ayudar. Nunca sería lo mismo, por ejemplo, que el Papa diera
personalmente una medalla a cada asistente a una audiencia, a que dijera, mostrando una caja
llena de medallas sobre la mesa: «Tomen de allí».
Otras veces, Liberio, sobre todo cuando preside una concelebración o tiene algún ministro
ordinario o extraordinario de la Comunión, se va a la sede y deja que los otros den la comunión.
Según lo explicado más arriba esto es incorrecto. Es ministerio propio del presidente el dar la
comunión, por obrar «in persona Christi». Es claro que, si hay necesidad, puede ser ayudado por
alguien que ya tenga el ministerio o lo reciba en ese momento para esa ocasión.
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